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Mansión de la Familia Potter Black (MM B: 90394)


Sagitas E. Potter Blue
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Llamé a la puerta de la mansión aunque sabía que no era necesario pues era una Potter Black. Aún así, preferí ser prudente y llamar a la puerta, más bien por si estaban "ocupados", los tíos o los primos tuvieran tiempo de ponerse visibles. Más la tía Sagitas, pues el primo bastante tenía con la niña, que no paraba de llorar día y noche y la prima Heliké había desaparecido. Él se encontraba solito con un bebé recién nacido y nadie sabía bien qué había pasado con la prima. ¿Se habría ido con los Rambaldi?

 

Volví a llamar a la puerta, divertida, imaginando a la tía Sagitas poniéndose ropa encima del pijama, aquel verde de ovejitas. Llamé por tercera vez y antes de repetirlo, el elfo me abrió y me chistó, para que me callara.

 

- ¡La niña duerme!

 

En ese instante, los lloros de un bebé resonaron de nuevo en el silencio de la casa. El elfo levantó las manos hacia el cielo, en un gracioso gesto de imploración, o tal vez de desespero y se fue, casi corriendo, hacia la zona de la cocina. Avancé y cerré yo la puerta tras de mí. Avancé despacito. El llanto provenía de la salita, hacia donde me dirigí. Al entrar vi a Sagitas meciendo a la niña, a Matt con cara de un total cansancio y al tío Jack flotando en el aire.

 

- ¿He sido yo, con el timbre de la puerta? No va a llover. Hace un día espléndido...

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¿aún sigues con lo de Artagracia, Sagis? jajajaja vuestros roles son adorables *-*

 

¡Regreso a casa! bueno, os pido mil perdones a tod@s pero, iré roleando poquito a poco, ¿sí?

 

On:

 

Desasosiego, ira, enfado, tristeza, desolación... muchos sentimientos encontrados. La maldita guerra había hecho que me tuviese que desplazar a Italia. Bien podía desentenderme de todo y estar al pie del cañón con mi familia. Había conseguido mediante contrabando pasarle cosas para que al menos la pequeña estuviese bien alimentada. Pero al mismo tiempo, había tomado una decisión. Sabía que no le iba a gustar a nadie de la familia. ¿Matt lo entendería? Seguro que sí, pero Sagitas echaría el grito en el cielo y Xell... bueno, esa niña adorable me miraría como si fuese un ser extraño... Pero no me importaba.

 

Bien podía dejar el clan en manos de uno de mis lugartenientes pero no confiaba en nadie, no en medio de aquella locura de guerra. Sabía que, por medio de chivatazos que habían llegado a mis oídos que quizás hubiese tregua o paz. Pero tampoco es que confiara mucho en los búlgaros. Me había llegado rumores, además, de que la mansión Riddle había acabado destrozada por bombas. Todo eso me había obligado a volver. Pero los asuntos de estado... y siendo Elentari mi heredera, me dejaban en una mala posición. Eso, y los otros negocios que tenía. Había dado órdenes claras y esperaba realmente que no me llamaran.

 

Básicamente, no tendría piedad de nadie si lo hicieran.

 

Cargada con un gran baúl me aparecí en los terrenos de la mansión Potter Black. Parecía amenazar lluvia. Llevaba una capa en los hombros y capucha, por debajo un pantalón vaquero, botas de piel de dragón, una camiseta y una cazadora de cuero. La varita en la mano derecha. Se escuchó un trueno a lo lejos...

 

- He vuelto pero, ¿cómo estarán las cosas? - tenía sentimientos encontrados, lo de Lázarus había sido un golpe demasiado duro. Secuestrando a Sagitas mediante chantaje para acabar con los huesos de su marido fantasma, liberación y huída de ese vampiro de los demonios y, para más Inri, tenía informes de que estaba por Ottery, eso más que nada, me había obligado a volver cómo una razón de peso. ¿Por dónde atacaría otra vez? Ya tenía bastante. Por mi cabeza, no dejaban de pasar recuerdos de antaño, a veces olvidados pero que en ocasiones como aquellas resurgían dolorosamente en mi cabeza.

 

Chasquidos de huesos rotos, llantos de niños, olor a muerte en el caldero. Experimentos mágicos con la sangre. Descuartizamientos en un viejo sótano rumano. Cerré los ojos durante un momento, sentía que lo que llevaba en el estómago estaba a punto de salir por la boca, como bailaba arriba y abajo. Intentaba controlar las náuseas. No es que tuviese muchas en el embarazo pero, esas eran naturales. Lo otro, eran de amargos recuerdos que, inevitablemente me habían hecho como era hoy día. ¿Seguro que un ser cruel y despiadada? Bueno, en apariencia. Era un muro de protección y a veces ayudaba...

 

Caminé unos pasos. Mis botas sonaron en la gravilla en cuánto avancé mientras el baúl se movía ligeramente, mediante la magia. Todo parecía demasiado en calma en el pueblo, aunque quizás sólo fuese pasajera. Necesitaba reponerme y estar al lado de mi familia me ayudaba. Al menos podría visitar la mansión Riddle sin levantar muchas sospechas o eso esperaba... Iría de noche como si fuese de caza.

Editado por Helike R V PB
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Es que nunca me sale el otro nombre... Soy tozuda, será mi pequeñitita Artagracia.

 

¡Ah, pienso meterme contigo!

 

 

La niña había conseguido cerrar los ojos. Era lo normal cuando se tiene el estómago lleno de lechita calentita. Había un gran placer en contemplar aquella carita redondita, con un rictus de felicidad mientras dormía en mis brazos. Caminé poco a poco, muy poco a poco, hacia la puerta, para llevarla a su cuarto y dejarla en la cuna. Por supuesto, no iba a usar la Aparición pues me daba mucho miedo que siendo tan pequeñita le pasara algo. Si ya antes era una protectora, ahora, con mi nietecilla Artagracia en los brazos, era super-mega-extra más que antes.

 

Casi llegué a la puerta cuando Xell hizo un ruido de mil demonios y entró casi a gritos. La niña empezó a llorar y yo lancé una mirada asesina hacia mi sobrina rubia.

 

-- Sí. Has sido tú -- le lancé, en una acusación tan dura que, de habar sido un gusarajo, le hubiera mordido en la nariz. -- Y si ella dice que va a llover, es que lloverá.

 

Volví a dedicarme a mecer a la niña hasta que sólo quedó un ligero hipo y volvía a dormitar. Aunque, sin venir al caso, abrió los ojos y pareció que se le iluminaban, extendió su manita y la dejó flotando un momento en el aire.

 

-- Ama, ella está aquí -- susurró una elfina a mi espalda. Yo aún estaba sorprendida por ese gesto de la niña así que no le hice mucho caso, por lo que tuvo que insistir. -- Su madre ha venido.

 

Elevé la barbilla y achiqué los ojos, mirando la puerta de entrada, temiendo ver entrar a... Heliké.

 

-- Vaya... ¿Ya se han acabado los asuntos ineludibles en Italia que te permites venir a ver a tu hija? Pues muchacha, si has venido a por ella, ya te puedes ir hiendo. Aquí nadie va a llevarse a mi nieta a ver a esos latinos que le pueden pegar cualquier cosa.

 

Sí, estaba enfadada por su ausencia, se fue de un día para otro casi sin avisar, para sus asuntos en Italia, olvidando que tenía una familia aquí dentro.

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Viniendo de Sagitas en rol, no me sorprende para nada! jajaja

 

No si, además le has cogido gustito sí jajajaj

 

On:

-No lo pretendía - dije en un lastimero susurro - sé que aquí está perfectamente cuidada...

 

Avancé hasta el interior de la mansión. Ni me atrevía a mirar a Matt a la cara. Y por el aroma de cierta rubia, me pareció notar que Xell estaba en casa también. El baúl se quedó quieto en la entrada y con un movimiento de mi varita hice que éste se apareciera en el cuarto que compartía con Matt. Necesitaba un trago fuerte. Pero un té tampoco me vendría mal... ¿Estaría mi elfina en casa? Tampoco quería tomarme demasiadas libertades a pesar de estar casada con el patriarca. Me sentía cansada, y seguro que si me miraba al espejo estaría más demacrada de lo habitual. Me sentía pálida y a pesar de que los vampiros no dormíamos con bastantes ojeras...

 

- No me fastidies anda... necesito un reconstituyente... ¿cómo está Elentari? -pregunté nuevamente en un susurro- os traje algo, no es que sea gran cosa pero...

 

Sentía debilidad en las piernas así que, con un movimiento de mi varita hice levitar un sillón mullido. En cuánto lo acerqué apoyé mi mentón en una mano

 

- Quédate tranquila, los vampiros no cogemos cosas raras - le dije con una leve sonrisa a Sagitas- ésta guerra...nos ha descompuesto a todos - negué ligeramente con la cabeza. Saqué el morral de cuero que llevaba en la cazadora vaquera y fui sacado diversos productos. Unos eran de higiene básica, café, alcohol, tabaco, diferentes legumbres, un pequeño saco de patatas, verduras- ésto es lo que he podido sacar con el contrabando, me ha costado más de lo que me parecía en un principio pero, el proveedor es de los mejores que he podido encontrar.

 

- Sé que no tengo disculpa, hasta incluso he pensado en renunciar a mis derechos sobre el clan. Pero entonces, no le dejaría nada a mi pequeña, por cierto, ¿dónde está? -pregunté en otro susurro.

 

Un trueno sonó más cerca... o eso me pareció sentir gracias a mi oído agudizado. Me daba malos presagios, no podía evitarlo. Momentos después, empezó a llover raudalmente y es que, cuando me aparecí por las calles de Ottery, hacía un sol espléndido.

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Aquella forma lastimera de contestarme, me conmovió. ¿Es que había pasado algo? Notaba algo en su voz que me hizo enarcar una ceja. ¿Qué le había hecho volver? ¿Tan mal estaba el panorama allá fuera? Aunque una cosa es que me conmueva y otra que lo deje notar. Mi contestación fue algo arisca, sólo un poco más suavizada.

 

-- Pues claro que aquí esta bien cuidada. Somos los mejores cuidadores de bebitos de toda Londres -- (sí, algo exagerada.)

 

Observé cómo entraba sus cosas y los baúles y maletas desaparecían rumbo a la planta superior, supongo que hacia la habitación de matrimonio que compartía con Matt. Miré de reojo a mi hijo. Aquello lo tendría que solucionar él pero vamos, después de desaparecer, yo la instalaba en las mazmorras. ¡Hum! Bueno, tal vez no... ¡En la alacena bajo la escalera! Aunque descubriría el lugar donde guardo las pociones y objetos peligrosos que hay que distanciar de las manos de los bichos que teníamos como niños en la mansión.

 

-- ¡Deja de llamarla así! La niña no es ningún elefante -- protesté, aunque sabía que el nombre oficial de la niña, según el registro.

 

¿O aún no la habían inscrito y aún podía mover hilos para que no le pusieran un nombre tan feo? Contemplé lo que se sacaba de los bolsillos y gruñí.

 

-- ¿Tabaco? ¿Es que no puedes dejar ese sucio vicio? No podrás fumar en los lugares comunes de la mansión. Si fumas, tendrás que estar confinada en tu habitación, al menos que Matt diga lo contrario -- es decir, esperaba que Matt discutiera ese tema con ella, por supuesto, pero no me iba a meter en temas de matrimonio; bueno, un poquito tal vez, si me dejaban. -- Y la habitación será aireada como mínimo una hora antes de que entre la niña. La noto un poco... hum... resfriada.

 

Mentira pero... ¿quién va a llevarme la contraria?

 

-- Y gracias por el resto, ¿puedo decir a los elfos que se lleven eso a la cocina? -- Ahora no quería hacer algo sin su asentimiento... Soy rara. Al final me di la vuelta (se ve que le daba la espalda antes) y le enseñé a Artagracia: -- Aquí están, en los cómodos brazos de su abuela. Hace un momento, lloraba.

 

Pero la niña no me miraba, ni a ella. Su atención parecía estar prendida hacia la ventana que, de repente, se abrió de forma violenta, dejando entrar el viento furioso y enseñando una luz rojiza proveniente de un relámpago.

 

-- Pufff, ¿ves como ella intuyó la tormenta?

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Sagitas confirmó lo que yo había sentido. Bueno...creía haberlo olido en el ambiente, pero no sabía si lo sentía. Empezaba a dolerme la cabeza, y me sentía fatigado, pero no sabía si era por el cansancio acumulado o por otra cosa. El caso es que Elentari volvía llover, y justo en ese momento, @@Xell Vladimir Potter Black habia llegado a casa, creyendo qeu había sido la culpable de que mi hija llorase de nuevo.

 

Negué ligeramente con la cabeza para que Xell no se sintiera peor con las palabras de Sagitas, que comenzaba a gruñir, supongo que por el hecho de que casi había dormido a Elentari.

 

Aunque el hecho de ver que @@Helike R V PB entraba por la puerta y se sentaba donde momentos antes había estado yo, me dejó parado. Callado. La miré fijamente, como quien por primera vez presencia un fantasma. Hacía meses...demasiado tiempo que no sabíamos nada de ella. Me quedé mirándola, callado...sin saber qeu decirle. O como reaccionar. Tan solo apreté los puños un momento...

 

Y fue aquel relaámpago lo que me saco de aquellas sensaciones confusas. Me giré hacia Sagitas, en un intento por alargar las brazos y tomar a mi hija de nuevo.

- Te dije que olía a lluvia. Déjame a ver s...

 

 

[b"Las pisadas de las sombras que se cernían sobre la casa eran cada vez más numerosas.

 

Se dirigían hacia la única casita del pueblo donde había luces, y desde la cual, la voz de una mujer daba instrucciones a otra, que gritaba....

 

Que estaba de parto.

 

Y entre todo, los llantos de un bebé. Pero no...si aquel aun no había nacido...

 

Giré la cabeza hacia el foco del sonido, y entonces la vi. Sobre una mesa ritual, de piedra. Mojada por la lluvia, y sin dejar de llorar. Asustada y sola.

 

- Elentari - murmuré[/b]

 

Pero yo estaba en la Potter Black, apenas rozando los brazos de Sagitas para que me pasara a la niña. Ahora si que la miraba realmente asustado. Lo habría visto también?

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- no me cabe la menor duda - esbocé una triste sonrisa - por lo menos aquí parece que está segura, ¿habéis reforzado las medidas de seguridad? -pregunté a los presentes.

 

- descuida, sólo saldré a fumar el jardín, ¿te parece bien? - lo último que necesitaba en esos momentos era una bronca de nadie -claro, que lo lleven a la cocina, para eso lo traje. Sabía que estábais faltos de cosas y me he molestado en traer todo lo que pude...

 

Pero mi cabeza no dejaba de dar vueltas a lo que había visto. Los informes de la guerra eran... había visto masacres de magos en algunas aldeas, familias enteras arrasadas. Sangre perdida y niños que no crecerían por un maldito político que había declarado la guerra a Inglaterra, o eso era lo que había oído. Había ordenado al clan mantenerse neutral, proteger a nuestro pequeño pueblo. Pero a pesar de todo, habíamos tenido muchas bajas.

 

- ¿ah sí? -miré desconcertada a Matt y a Sagitas - quizás la niña esté desarrollando sus poderes... tiene unos genes muy buenos -sonreí ahora.

 

El relámpago brilló dentro de la casa, luego se escuchó un trueno y enseguida se puso a llover fuertemente.

 

- Bueno, al menos parece que llegué justo a tiempo antes de ponerme como una gallina mojada - Galadriel bajaba por las escaleras, al verme hizo aparecer una botella de whisky de fuego y un vaso con hielo. Me conocía lo suficiente para saber que necesitaba un buen trago - gracias - hasta ella se sorprendió que tuviese tanta amabilidad.

 

- La oscuridad bien puede ser porque oscurece, nada de qué preocuparse -pero veía a mi marido preocupado y cuando lo estaba, era quizás para ponerse en lo peor.

 

- Me gustaría hablar contigo en tu cuarto, si aún soy bienvenida en él - sonreí con cierta culpabilidad en mi rostro.

 

Sin poder evitarlo me rasqué en la zona en dónde tenía la marca oculta mediante un encantamiento y que, por suerte aún funcionaba. Me sentía nerviosa, inquieta. Parecía que de momento, la mansión estaba a salvo, pero, ¿cuánto tiempo?

 

- Hola prima Xell -le saludé con una sonrisa - tengo algo para ti, está guardado en el baúl... te traje unas zapatillas de bailarina y una cajita de música, espero que te guste...

 

@@Matt Blackner @@Sagitas Potter Blue @@Xell Vladimir Potter Black

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Casi me pongo a llorar por la mirada furiosa de la tía Sagitas, cuando me acusó de ser quien había despertado a la niña. Se tomaba muy en serio su papel de abuelita y la niña no había dejado de llorar en días. Me sentí muy culpable y busqué el apoyo en la mirada del primo Matt, esperando que él no me culpara también de despertar a su hija.

 

Menos mal que llegó la prima Helike y toda la rabia de la tía se dirigió a ella. Me dio tiempo de entrar corriendo y sentarme en un silloncito para no molestar mientras la tironeaba con pullas malévolas. A veces, cuando se enfada, la tía Sagitas da miedo. Iba a intervenir, a defender a la prima pero viendo aquel genio desatado preferí abrir una revista de brujas luciendo modelitos inverosímiles y disimulé que no oía nada. Cuando mejorara su humor, ya diría a qué vine a la casa.

 

Sonreí un poquito al sentir que Helike llamaba a su hija por su verdadero nombre. De tanto sentir el de Artagracia a la tía Sagis, creo que todos ya le llamábamos así, a pesar que no era el correcto. Sólo cuando la prima sacó género de contrabando, me acerqué a ella:

 

- Café, qué rico, qué bien huele. - La tía dijo que se lo llevaran a la cocina y aparecieron un par de elfos para llevársela. - ¿Puedo probar el café? Hola, prima, ¿qué tal tu viaje? ¡Me has traído compras!

 

Me gustaba mucho abrir regalos así que me imaginé con zapatillas nuevas y casi aplaudí pero no. Grité del susto cuando la ventana se abrió de golpe. Fue como una bocanada de aire frío y húmedo que se coló con el ruido del trueno. Y noté algo... El primo Matt intentaba quitarle a la niña a la tía Sagitas y... parecía que había sufrido un choque, como si estuviera...¿Justo o

 

- ¡Eres Vidente! - exclamé.

 

Lo sabía pero aquello había sido una gran sorpresa, verle "en activo". ¿Qué estaría viendo que, al salir de la Visión, pronunció el nombre de su hija?

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Sonreí con dulzura al escuchar su entusiasmo.

 

- Claro que puedes mujer - dije con cariño- es más, es para todos los de la casa... Ya me habían informado de que las cosas por aquí, no es que estuviese muy bien y... quería colaborar con ésto...

 

- agotador - comenté apesadumbrada, no quería comentar mucho de lo que había pasado - si me mantuve en silencio fue por seguridad. Quería hablaros, deciros algo pero... no quería que la niña sufriera ningún riesgo - susurré con cierta culpabilidad marcada en mi rostro. La había echado tanto en falta, que no podía evitar ponerme a emocionarme a sentirla en mis brazos.

 

- ¿Puedo? -pregunté titubeante, al ver que mi hija estaba en brazos de Sagitas, pero tampoco quería importunar el sueño de la pequeña- estaría bien que hubiese aquí una pequeña cuna en el salón. Puedo hacer que traigan una de calidad de Italia.

 

- ¿Vidente, yo? - pregunté asombrada, mirando a mi prima- es cierto que tengo el anillo de la habilidad pero... quizá la niña haya heredado algunos dones. De mi familia tengo la animagia, y algunas cositas más - dije con una sonrisa pícara- pero vidente - me encogí de hombros y di un trago -si realmente tuviese el poder activo, sabría lo que vendría, podría evitar, ciertas cosas ... - tragué saliva, no quería hablar mucho de ese tema.

 

- Sí primis Xell, te traje eso, está en el baúl, puedo hacer que Galadriel te lo traiga, espero que lo disfrutes - le dije con cariño a mi prima.

 

- ¿Acaso pasó algo en el pueblo que no me haya enterado? Sé que con el tema de la guerra y la tregua de navidad, las cosas han estado demasiado tensas... ¿tenéis noticias de todo ésto?

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Reconozco que había mucho orgullo en aquella respuesta a mi nuera. Supongo que fue eso , el estar metiéndome con ella, que me impidió ver la mueca de Matt. Yo seguí gruñendo de forma suave a Heliké para no despertar de nuevo a la niña.

 

-- Por supuesto que hemos aumentado la seguridad, no queremos que vuelva a suceder lo de la otra vez con... mi prima. Y vale, a fumar fuera, al menos mientras no decidas quitarse este vicio insano.

 

No comenté lo de los poderes de la niña. Era demasiado pequeña para asegurar que eso fuera cierto. Seguramente, nos preocupábamos por nada. Matt hizo un gesto que no intuí al momento. Cuando él intentó coger a la niña, me pilló de sorpresa. Hice un pequeño gesto de torcerme para negarle cogerla, aunque fue más como broma que un acto serio. Sin embargo... Nuestro contacto fue muy leve pero muy intenso. Menos mal que tenía a la niña cogida y el sentido de la responsabilidad muy elevado o se me hubiera caído al suelo del susto.

 

Boqueé.

 

Negué con la cabeza mientras intentaba repasar aquella imagen tan rápida que había visto.

 

El parto de Matt, la abué ayudándome a dar a luz, la Demonio Samara (?) intentando robarlo...

No, espera, le habían raptado. Entonces...

¡El bebé era la niña! ¡Elentari era la secuestrada, la iban a matar, iban a sacrificarla para...

 

-- ¿Para qué? -- dije en voz alta. Matt se había separado de mí y el contacto se había roto, por lo que no llegué a ver el final de la Visión. Mi hijo parecía aterrorizado y la niña... La niña lloraba y parecía estar tan mojada como la que había visto en... aquello... -- Llo...Llovía...

 

Otro relámpago inundó la habitación y nos pilló a Matt y a mí, mirándonos a los ojos, transmitiéndonos casi lo que habíamos visto y la determinación de que no iba a suceder. Porque sí, lo habíamos entendido a la primera. Aquello fue una Visión, no mía ni suya, de la niña, quien no entendía qué sucedía pero sí sabía que era malo.

 

Respiré y sentí dolor en la seca garganta. Carraspeé:

 

-- Sí, Matt, ve... con ella y... llévate a la niña.

 

Yo quería quedarme un momento a solas para pensar bien en lo que habíamos visto, lo que nos había transmitido la niña.

 

Kk, aún quedaba Xell.

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