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Prueba del libro de los druidas


Badru
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El coliseo no es un lugar que pertenece a la realidad de la forma en que la gente normal ve la realidad. Habita en una dimensión conectada estrechamente con la "real". Allí incluso algunas formas de magia funcionan diferente. Las criaturas, por ejemplo, cuando mueren no lo hacen del todo. Pasan a existir en un plano diferente de la misma realidad, a la espera de poder regresar al sitio al que corresponden.

 

El coliseo se muestra, finalmente, tal cual es. La temperatura aumenta pues está en el interior de un enorme volcán. Es un coliseo antiguo que data de la época en que esa realidad estaba habitada, cuando la atmósfera era respirable por humanos. Quedan ya solo bestias mágicas y otras que no tienen magia. Hay escombros por doquier que permiten que cualquier pueda imaginarse como se veía todo siglos atrás.

 

 

 

OFF ROL:

 

  • Ambos deben complementar el escenario, sin embargo ninguno de los dos debe contradecir lo que ya establecido o lo que establezca su contrincante.
  • Cada 3 turnos se verán afectados por la situación del aire, que causará que se les cierre la vía respiratoria. Deben despejar las vías o morirán. Estos hechizos se considerarán rolísticos sin afectar las acciones y tiempos del duelo.
  • Cada uno debe establecer un obstáculo rolístico que su rival deberá sortearlo, esto tampoco afecta a los tiempos del duelo y deben ser coherentes y no abusivos.
  • Nos guiaremos por las reglas básicas de duelo.
  • Los hechizos permitidos serán de neutrales graduados más los correspondientes de libros hasta el Libro del Druida.
  • Pasados tres días de la apertura de la prueba sin respuesta del aprendiz, se considerará abandono y suspenderá la clase.
  • Pasadas 24 Hrs sin respuesta al duelo, los ataques del enemigo se considerarán impactados.
  • Pasadas 48 Hrs sin respuesta al duelo, se considerará abandono y el alumno suspenderá la clase.
  • Dudas en el topic correspondiente.
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Cuando Badru desaparece, el oído de Jank evoluciona. Se da el tiempo para seguir los sonidos de los animales y descubrir su estado físico. A juzgar por el cielo que los cubre, de un curioso azul sin siquiera una nube, le da la impresión de estar inmerso dentro de una dimensión artificial. Esa creencia toma fuerza cuando descubre que allí habitan leones negros, amarillos, rojos. Unos tienen cola de escorpión; otros, alas. La escena es cuanto menos terrorífica, pero en él solo se ve aumentada su curiosidad. Si se trata de un sueño, o una especie de alucinación, estaba dispuesto a jugar con la misma moneda.

 

El ambiente, sin embargo, está lejos de distar de un coliseo corriente. Hay barricadas de extremo a extremo, lo que hace puede interpretarse como las defensas primitivas de los gladiadores contra las lanzas y flechas. Jank se acerca a éstas y comprueba que efectivamente yacen clavadas docenas de puntas filosas. Algunas lograron romper la madera. También hay espadas, navajas, estrellas. Una zona está repleta de mirmillones, tracios, redes, metales sin forma específica. Las armas están dispuestas circularmente, creando varios aros que se hacen más pequeños a medida que se acercan al centro. Dedujo que se trataba de la estrategia básica de acorralar a las víctimas. Casi puede verlos. Y está seguro que si se concentra lo suficiente, podrá escucharlos.

 

Jank usa la varita para cambiar su indumentaria. Primero convierte sus bermudas en una falda negra de tirantes, para poder desplazarse con facilidad. Incinera su camisa de algodón cuando se la quita y, al instante, transforma un gran trozo de madera pesado (restante de una carroza destruida) en un chaleco negro. Repite el proceso para hacerse muñequeras del mismo color, por si su rival se le ocurre hacerle usar otra arma pesada o echarle encima objetos pesados. Siempre es mejor asegurarse el doble.

 

Pasa menos de una hora para que se abra un portal y deje pasar a su contrincante. Alza las cejas cuando se percata de que no se trata de Badru. Tampoco de Bakari, con quien tuvo la dicha de enfrentarse hacía años. Este es desconocido. La barba a mitad del pecho le recuerda a alguien, pero sabe que es irrelevante. Jank se endereza y se acerca unos cuantos pasos, hasta quedar a unos seis o siete metros de distancia. Él hace una reverencia. Está consciente que dicha acción forma parte de la cultura inglesa y del resto de los magos de occidente, pero no perderá su identidad por procurar benevolencia del Guerrero. A partir de ahora, solo puede haber un ganador.

 

Alza a Libra, su vara mágica. Lo apunta.

 

- Sectusempra!

 

De la punta sale un rayo ámbar que se enfila directamente hacia el pecho de Khufu. Tiene que probar el terreno primero, conocer la mente de su oponente. Solo así podrá lograr la victoria antes de que todo terminara.

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Al recibir el llamado de Badru no siente ninguna emoción. Cuando recién llegaron con los extranjeros, esperaba que en algún momento los otros uzzas decidieran marcharse. Ahora, si bien su pueblo siempre va a sentirse indiferente, ya no espera aquello, de cierta forma se han acostumbrado. Incluso, a realizar las reverencias al iniciar un duelo.

 

Khufu aparece a través del portal para encontrarse con Jank. Ya lo había visto desde la distancia y, aunque su vestimenta le causa sorpresa, su semblante se mantiene estático mientras se acerca al hombre, que se ubica a siete metros. Le da curiosidad, pero sus ojos se enfocan principalmente en el escenario a su alrededor.

 

Una sonrisa aparece en su rostro al observar el coliseo, que tiene características de Badru por donde se mirase, consciente de haberlo llevado hasta el interior del volcán. Las altas temperaturas no son un problema para el guerrero, sometido a pruebas físicas en condiciones extremas desde niño, pero el aire es pesado; hasta su vestimenta compuesta por un pantalón de tela se siente poco adecuada. En condiciones como aquella, Jank es quien debe poner más de su parte para salir airoso.

 

Las armas que los rodean le hacen pensar en la sangre y en lo primitivas que fueron civilizaciones. No muy lejos se encuentra lo que cree son los restos de una catapulta. y un pilo de escudos de madera y metal. Cierra un poco más el puño con el que agarra la varita mágica, que se pierde con el tatuaje que recorre su brazo, momentáneamente apreciando lo sublime que era la magia.

 

—Protego.—dice con calma, alzando la varita lo suficiente.

 

El escudo mágico absorbe el sectusempra enviado por el aprendiz de Badru. Es un movimiento simple y lo realiza porque nota que su rival piensa y le interesa comprobar qué tan rápido puede desesperarse.

 

—Cinaede

 

A esas alturas de su formación en las artes uzza, Jank debía conocer lo letal del gas que entraría por sus vías respiratorias. Los pétalos de pensamientos eran proveedores de uno de los más letales conocimientos con los que contaban en su pueblo. Hasta ese momento, nada extraordinario había sucedido, lo cual solo aumentaba sus expectativas sobre el desarrollo del encuentro.

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- Silencius!

 

Se apresura a decir instantes antes de que Khufu terminara de formular el Cinaede. Jank respira, aliviado, pues conoce de primera mano la sensación que produce el gas venenoso. Recuerda uno de los enfrentamientos contra los mortífagos en donde, casi, pierde la vida víctima del bloqueo de sus vías respiratorias. La sensación es terrorífica. Además, teniendo en cuenta la cantidad de poder que debe tener Khufo, no piensa arriesgarse quedando a merced de su magia.

 

Se endereza y vuelve a apuntar al rival. Esta vez, intenta ser menos predecible.

 

<<Flechas de Fuego >> piensa. Una bandada de filamentos ardientes sale disparada desde su vara mágica, atravesando los escasos seis metros que los separan. Si no hace algo eficiente para evitarlas, las flechas se clavarán en su pecho, piernas y rostro, incinerando cada parte. Aunque no está entre sus intenciones causar dolor, por unos segundos se pregunta si los Uzza tienen dicho umbral activo dentro de su organismo. Aun así, sea como fuera, el efecto es el mismo para cualquier persona.

 

Jank mueve la varita y traza una línea recta. La punta se ilumina de un rojo carmesí y empieza a vibrar. Tras la espalda de guerrero, quizás a unos seis metros de éste, se desplaza rápidamente una red metálica lo suficientemente grande para cubrirlo. El metal suelta humo cuando comienza a arder a unas temperaturas físicamente incalculables. La intención principal es cubrir a Kkufu por la espalda, y de esa manera, forzarlo a defender tanto su frente como su retaguardia.

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Cuando el uzza nota que sus palabras son interrumpidas solo respira profundo, como si el aire entrando por sus pulmones fuera a marcar alguna diferencia. No le gusta que lo silencien, que se adelanten a su estrategia. Por ese mismo motivo, o quizá por la terquedad propia de un guerrero de avanzada edad como él, no desiste en su idea, se mantiene firme.

 

—Cinaede.

 

Esta vez, Jank no tiene escapatoria alguna del gas, que ya para entonces ha entrado en sus pulmones y empezado a corromper su sistema; poco a poco afectaría su salud, obligándolo a liberar sus vías respiratorias y a curarse si es que no quería sufrir una dolorosa y lenta muerte por envenenamiento.

 

Por su parte, Khufu debe lidiar con las quemaduras provocadas sobre su anciana piel, que empezaba a cubrirse de sangre por donde los filamentos habían impactado. De alguna forma, el que ambos estuvieran con algún tipo de lesión hacía que, para él, el encuentro fuera un poco más interesante. Eludir y protegerse todo el tiempo no era su estilo, atacar sí.

 

—Aguamenti —conjura, y el agua que sale de su varita mágica lo llena de calma al apagar cada una de las llamas, aliviando las quemaduras y dejando atrás el rastro de las flechas de fuego. Aun así sabe que no es suficiente, pero calcula que tendrá mucho tiempo más adelante para poder tratarse.

 

Espera unos momentos de calma mientras el rival se cura, pero algo lo sorprende. O, al menos, intenta sorprenderlo. Con su don de ver el presente, la salvaguarda mágica es conjurada un segundo antes de verse cubierto por el metal. Intangible gracias al hechizo, se mueve con agilidad alejándose del peligro, llegando a perderse entre el humo y los escombros levantados cuando el pesado metal cae y se estrella en el suelo.

 

Cuando vuelve a aparecer, tangible, está casi a tres metros del lugar del impacto, pero continua a seis o siete metros de Jank, quien ahora estaba a punto de ser atacado por uno de aquellos leones con alas que habitan la dimensión. Seguramente intentaría desgarrarlo aprovechando su ventaja de vuelo y probablemente solo se alejaría del mago si encontraba algo más con qué entretenerse. Khufu solo observaba.

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Trata de que sus pensamientos no lo agobien. Cuando siente que su garganta se cierra, sabe que es momento de actuar en frío. Aun así, resulta imposible ocultar la sorpresa que se lleva; la insistencia de Khufu por usar la misma estrategia costara lo que costara le llamaba la atención. Jank, entonces, debe adaptarse a la cultura primitiva de cazar o ser cazado, la misma filosofía que lo mantuvo con vida durante más de veinte años. Escucha la red chocar contra el suelo. El calor del metal derrite la gramilla, creando una nube de humo al rededor. El olor que soltó es agradable a su olfato.

 

- Orbis Bestiarium - piensa, justo después verse afectado por el gas y milésimas antes de que conjurara un aguamenti para sanarse las heridas ardientes. Uno de los leones rojos alados, que sobrevuelan atentos a los movimientos de los invitados, es el seleccionado. El que se une al pensamiento de Jank mediante el hermoso anillo dorado tiene una larga cola de escorpión. Su nuevo amo hace una seña con la cabeza y, a través de palabras mentales, dictamina una orden clarísima: destrozar a Khufu. La extraordinaria criatura elimina los ocho metros que lo separan del suelo y se abalanza contra el Guerrero Uzza. Clavará sus garras sobre su pecho, rostro y costados. La cola, sin embargo, se encargará de atravesar pedazos de su cuerpo, solo para culminar rodeando el cuello y robar su aire.

 

La emoción dura poco. Siente que su garganta se cierra, que ya no puede más. El maldito Cinaede. Jank se arrodilla y conjura, al instante, un "Anapeo" que retumba en su mente durante varios segundos. Llena sus pulmones de oxígeno como si acabara de sacar la cabeza del mar. Los ojos empiezan a deshincharse, y poco a poco recobra el color. Se levanta, consciente de que todavía falta. Para eso piensa en una "Curación" que sana parcialmente las heridas del gas. Ya tendría tiempo para terminar de remediarlo.

 

Entonces escucha el rugido que lo alerta. Al principio piensa que se trata del león que tiene bajo su dominio, pero el aleteo de las alas a su espalda le dice pronto lo contrario. Jank tuvo que saltar a su izquierda para evitar el primer ataque. Corrió hasta una de las barricas para tomar uno de los escudos. Aparte los tracios y elige uno circular, ligero. El negro león, tan grande como se puede imaginar, toca tierra y emprende su marcha hasta su presa. El mago toma una lanza que arroja con precisión. Inserta la punta en su pierna trasera, pero eso no lo detiene. El animal llega hasta él y lo tumba. La única protección que tiene es el escudo, cuyo borde va recibiendo los garrotazos y los mordiscos. Se va acercando a su pierna, hasta que...

 

- Obsistens - piensa, determinado. Jank traza rápidamente los movimientos enseñados por Badru pese al mínimo espacio que le queda entre los dientes del león y su pecho. Se arriesga, confía en su magia y se deshace del escudo. Cuando la criatura está apunto de morderlo, el cerco de materia luminosa amarilla lo absorbe. El último sonido que emite es un rugido de agonía, o quizás de desesperación. Desaparece frente a sus ojos. La sensación es alucinante; estar aplastado por más de doscientos kilos a levantarse ligero y libre. Resultaba satisfactorio, cuanto menos.

 

Se vuelve a posicionar a seis metros de su contrincante. Alza la varita. Sigue más ileso que él.

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Cuando ve que Jank intenta controlar una criatura a través del orbis no se preocupa. En aquella dimensión, muchos de los animales mágicos y no mágicos difieren de como son en la dimensión real. Por eso, cuando el león alado que pasa a su lado es envuelto por el anillo del orbis no sucede nada, al no ser una criatura que se pueda controlar.

 

El humo causado por la estrepitosa caída del metal se ha disipado casi por completo cuando Khufu invoca unas flechas de fuego en dirección a Jank, quien ya se había realizado las primeras curaciones del veneno del cinaede, letal y silencioso, que causaba daños en su sistema y se había defendido de otro de los leones alados comunes en aquella dimensión extraña a la que Badru los había enviado.

 

El anciano uzza nota en su pecho un par de quemadas de las flechas impactadas sobre su cuerpo. Decide que tiene suficiente margen de tiempo tanto para seguir atacando como para curarse. Tras evaluarlo por una fracción de segundo, piensa en un episkey que termina por cerrar cualquier herida que luego pueda causarle algún tipo de complicación.

 

Cuando todo parece estar tranquilo, siente que el aire se vuelve denso, como si el volcán en cuyo interior se encuentran estuviera dándose a notar ante los duelistas. Descarta que Jank sea el causante, pues seguramente también notaría el cambio en la situación del aire. La respiración del guerrero es lenta y no pretende esperar más tiempo para actual al respecto.

 

—Anapneo —conjura, y toma una bocanada de aire, inflando su pecho con calma.

 

Y aunque sabe que el aire afectará también a Jank, no baja la guardia.

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>>Demonios << piensa, escupiendo al suelo. Estaba seguro que había sido un movimiento adecuado. Ahora tiene que reconsiderar todos sus movimientos. Jank se estira para encajar todas sus vertebras otra vez al lugar que corresponden. El sonido resulta cuanto menos satisfactorio. Después, apunta su varita a la garganta, donde vuelve a pensar en un "Anapeo" que abre sus vías respiratorias por segunda ocasión, ya que empieza a sentir asfixia. No escucha a Khufu volver a conjurar el Cinaede, así que deduce que solo se trata de una prueba más.

 

- ¡Ignea! - vocifera justo después de que los filamentos ardientes comienzan su trayectoria hasta él. Docenas de lirios de fuego lo hacen inmune a las llamas, cosa que agradece cuanto éstas se clavan sobre su cuerpo. Sabe que tiene hacer algo para sanarlas, sin embargo. Se deshace de éstas y siente cómo la sangre empieza a correr por su cuerpo, pero sonríe cuando nota la ausencia de ardor; eso representa una clara señal de que el encanto funciona. Sabe que, quizá, no fue la mejor manera de haber evadido el ataque de Khufu, pero al menos probó una de las alternativas que el libro ofrece. Después de todo, piensa que de eso trata la prueba.

 

- Episkey - piensa inmediatamente después para sanar las heridas las flechas. Los cortes se cierran y el alivio es instantáneo. Jank suela una bocana de aire casi tan extensa como el coliseo que sus pies están pisando. Se toca la garganta, solo para comprobar que pronto debe hacerse cargo de ésta por completo. El Guerrero lo ha puesto al límite, pero está satisfecho. Hasta el momento, ha sobrevivido al enfrentamiento de tres de ellos. Tal vez el destino le está diciendo, o gritando, que se familiarice más con esa cultura. Un viaje a los rincones de Egipto encajaría perfectamente.

 

Jank asiente con su cabeza, preparado, intentando dar una señal concisa de que puede continuar cuando quiera. Tiene la energía para pelear por días, y sabe que Khufu también.

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