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Artes Oscuras / Idiomas


Jeremy Triviani
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Profesor Artes Oscuras: Jeremy Askar Triviani

Profesora Idiomas: Gabrielle Delacour

 

Alumnos: Binny Evans - Orión Yaxley

 

 

El vampiro se vistió con la túnica negra con el emblema de los Askar bordado en el pecho. Una estrella de ocho puntas en color amarillo. Había elegido esa ropa para dar clases y mostrar un poco de seriedad a lo que solía ser fuera del Ateneo. Los pasillos de la universidad estaban silenciosos a la hora que eligió aparecerse. Era mucho más temprano de lo normal, siempre llegaba tarde, pero ese día que compartiría aula no quería demorarse.

 

¿Porque? No quería que le pusieran cartel de irresponsable tan pronto. El aula que usaban era un aula ordinaria con bancos y ventanales que dejaban pasar mucha luz. No estaba mal para hacer lo que llevaba en mente para esa clase. Un movimiento de varita del Askar corrió las cortinas para oscurecer el ambiente. El grimorio de Nibiru resplandeció un poco en la penumbra, mientras era apoyado en el escritorio.

 

Aquella clase sería mucho más personalizada que la anterior. Con una sola alumna podría explayarse más en su enseñanza. Todo depende de la respuesta y las ganas de saber que tendría la estudiante. Luego de apoyar el libro en el escritorio movió la varita nuevamente para que se prendieran las velas y dieran un poco de claridad al aula. Lo que menos le gustaba al vampiro era esperar, pero se armó de paciencia sabiendo que no tardarían en interrumpir su soledad.

 

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– Well well well...- dijo mientras se recargaba en el marco de la puerta y sonreía al chico.– Nos volvemos a encontrar joven Jeremy.

 

Sin más palabrerías la Black corrió hasta el chico y le abrazó sin pensar; la francesa era reservada pero con quienes conocía y quería era más que extrovertida y efusiva, digna oveja negra de la familia. Se separó casi de inmediato y le miró de arriba a abajo volviendo a clavar sus ojos miel en los de él, no le había vuelto a ver desde aquella velada en su manicomio.

 

– No pensé que compartiría clase contigo, me alegra tanto volverte a ver pensaba que te vería mas seguido por cuestiones de negocios.

 

Prefirió dejar la plática neutral, nunca se sabía cuando las paredes tendrían oídos a lo que mordió su labio inferior y sonrió. Observó el escritorio y caminó hasta la orilla donde, con un pequeño brinco, quedó sentada en la orilla; vestía un sencillo vestido azul a la rodilla, unas balerinas negras y una capa a juego que cubría parte de sus piernas, le acomodó para poder sentarse mejor y clavó su mirada en la puerta.

 

Los chicos no tardarían en llegar y, a diferencia de sus demás clases, la Delacour había preferido no usar el pizarrón... Menos teniendo en cuenta a su alumno. Rodó los ojos y sintió como una pequeña migraña comenzaba; tenía meses sin saber del Yaxley y había amado la racha de suerte, ahora tocaba volverle a ver. Su dedo gordo jugaba con su anillo de compromiso tratando de calmar su ansiedad, la espera le estaba matando.

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Además de que había gracia en su apariencia, a Binny le agradaba vestir bien —fiel reflejo de sus padres— iba ataviada con buen gusto según la moda de la época. Llevaba un vestido corto de raso color escarlata con mangas abullonadas entretejidas de dorado y un sombrero puntiagudo bajo el encantamiento de extensión indetectable donde guardaba su brillante colección de objetos muggles y mágicos de cada rincón que había visitado. Así es, Binny era además de esnob una asidua coleccionista.

Caminaba grácil por el pasillo antes de entrar a clase de Artes Oscuras, el salón era de aspecto sencillo y se parecía asombrosamente bien a los salones muggles que había visto en fotografías excepto por las velas. Al cruzar la puerta apreció la luz tenue que competía con el ligero brillo del libro sobre la mesa. Las cortinas cerradas enfatizaban la privacidad, creando sin duda un espacio romántico y a la vez lúgubre, como la escena perfecta del suicidio de dos enamorados.

Pero la atención completa recaía sobre los profesores. Binny había sido jefa del Departamento de Criaturas Mágicas por su importante interés para las criaturas y las razas mágicas, estaba asombrada al advertir la belleza de Gabrielle que sin lugar a duda debía tener ancestros Veelas. Y, por otro lado, Jeremy de piel extremadamente clara, con los ojos azules sobrenaturales y su pecho inmóvil... Tenía que ser un vampiro, aquellas criaturas le fascinaban. Podría decirse que el gusto exagerado por los vampiros empezó al conocer a Alexander de quien estaba profundamente enamorada.

Buenos días ¿Es esta la clase de Artes Oscuras? —preguntó, inclinada por el interés que le producía escuchar las voces de ambos profesores que por el mismísimo salón. Miró a Jeremy y luego a Gabrielle con sus ojos verdes viridián que ahora brillaban de curiosidad. En este instante tenía muchas preguntas que no podía hacer, pues prefería verlos como peces en una pecera donde ella les examinaría sin que se preocuparan por su presencia.

 

@ @@Gabrielle Delacour

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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Orión entró tímido en el aula y olfateó un poco el ambiente. Puso los ojos chinos y sospechó del lugar. Un espacio escolar con las ventanas tapadas por cortinas no podía aparentar una buena clase de idiomas hasta que vio a su hermana allí. Suspiró aliviado. Ya se estaba formulando un millón de dudas sobre cómo se había podido de equivocar de espacio. Caminó nonchalant hasta ubicar un escritorio libre.

 

Apoyó el trasero en el borde del pupitre y sostuvo el resto de su peso corporal con sus dos manos hacia atrás.

 

Llevaba una vestimenta demasiado juvenil para la edad que se estaba asomando. Era el mayor de los Blacks con sus treinta tardíos. Era entendible así que un par de jeans, zapatillas de lona y una camisa clara podían no ser la estética de un mago de su edad. Sobre todo, para alguien considerado director.

 

La decisión de idiomas venía más por el lado de fastidiar un poco a la hija de su padre, que de aprender un nuevo idioma.

 

- ¿Entonces? Dime que no veremos el élfico. No entiendo absolutamente nada de esas razas místicas.

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Sabía que tanta tranquilidad no podía durar para siempre; cerró los ojos apenas le vio entrar y soltó un suspiro, necesitaría toda la paciencia del mundo para no ser ahora ella quien le regresara la experiencia que ella había tenido al tomar la clase del Yaxley, aunque para su desgracia, esta vez no tendría a su prometida para aligerar la carga.

 

Le observó en escritorio ¿De verdad debía darle clases? Si juntaban ambos su manera de pensar habría dos caminos: O terminaba odiándole un poco más o quedaba atrapada en el pensamiento meditabundo del mortífago.

 

Está de más presentarme o el darte la teoría que todos conocen ¿Qué es un lenguaje? Conociéndote caerás en un pozo sin fondo de palabrerías y yo junto contigo ya que amo el tema. Levántate, cambiaremos la dinámica.

 

Sus pasos se dirigieron hacia él, sacó una pequeña caja del bolsillo de su capa y, tomándole del brazo, abrió la caja.

 

El imponente teatro del Ballet de la Opera de París, su lugar favorito; tantos años practicando dentro de sus aulas y otros tantos entrando a las obras que ahí se presentaban. Posiblemente el Nigromante desconociera del idioma francés a lo que se dedicó a jalarle del brazo mientras subían los escalones.

 

Se quedó parada frente a la taquilla y se cruzó de brazos esperando.

 

Bueno, no seré yo quien te invite, necesitamos entrar por lo que serán dos boletos para "Giselle" los que tienes que comprar... Y que sean buenos asientos, quiero poder oler la brea de sus puntas pero también poder disfrutar la función, elige sabiamente "Yasly".

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La interrupción de la soledad que envolvía al vampiro en aquella aula vacía, fue más que grata. Los ojos le brillaron de emoción al ver a su antigua profesora. No esperaba verla allí, pero estaba más que feliz de saber que compartirían el aula, aunque fueran materias diferentes las que impartían. No se puso a pensar que era extraño estar frente a un escritorio con ella, más bien se sentía cómodo como le solía ocurrir desde que la conoció.

 

-Nuestros caminos se cruzan a cada instante -coincidió con ella sonriéndole - Debe ser el destino, que nos quiere cerca.

 

Abrazo con fuerza a la bruja rodeándola con sus brazos cuando se acercó a él con esa misma intención. Fue poco tiempo, pero no hacía falta más para saber que compartían mucho más que compañerismo por el bando. Se caían bien y eso era más importante que otra cosa.

 

-Yo tampoco lo pensé, pero fue una agradable sorpresa -Confirmó observando como apenas se sentaba sobre el escritorio. Una pregunta en el aire atrajo la atención del vampiro. Era una mujer de cabello oscuro. Supuso que su alumna -Es aquí, pasa… -Señaló con la mano los pupitres.

 

El siguiente alumno que se unió a la clase, a los pocos instantes de la llegada de Binny, los ignoró por completo, cosa que le sorprendió al Askar cuando reconoció en él a su tutor. Sin embargo no se detuvo a lamentarse, era obvio que la relación no había prosperado y tampoco lo haría en un futuro.

 

-Señorita Evans –La llamó para que le prestara atención - Antes de que empecemos a dar la materia me gustaría que me responda… -Dijo totalmente concentrado en lo que había ido a hacer - ¿Qué es lo que sabes de Artes Oscuras? ¿Alguna vez estuviste en presencia de esta clase de magia? ¿Por qué le interesa adquirir este conocimiento?

 

 

@@Binny Evans

Editado por Jeremy Barton

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La voz que escuchó fue hipnótica, le hizo tomar asiento en la carpeta de la primera fila sin darse cuenta. Jeremy era consecuente a los dignos vampiros como Sanguini, que se presentaban en sociedad y controlaban sus ansias de sangre con pociones o pastillas. Sin embargo, adelantado a la época, Jeremy lucía muy vigente como si su lado humano no hubiera dejado de existir. Para Binny era del tipo de vampiros apasionados que parecían gozar de su inmortalidad, que amaban danzar entre la vida y la muerte. Admiraba tanto ese amor por si mismos.

 

«Que fascinante, incluso no está agotado durante el día» pensó, clavando la mirada en sus ojos azules sobrenaturales unos segundos.

 

Por otro lado, Gabrielle había utilizado un traslador y desaparecido del salón junto a Orión. Binny se sintió desdichada por ese mal comienzo, no podría examinar aquella descendencia Veela ni sabría nunca qué clase de persona era Orión. La oportunidad desapareció demasiado pronto frente a sus ojos y solo podía esperar que el destino los juntara de nuevo.

 

Jeremy se puso a hablar de la clase y a Binny le fascinó inmediatamente. La indefinible atmósfera que rodeaba al profesor encendía su más ardiente curiosidad.

 

—Creo que hay un gran misterio en las artes oscuras dijo meditabunda—. Es el tipo de magia que se utiliza para hacer daño, la más leve hiere el cuerpo y la más fuerte llega al alma como una maldición interminable. Pero, lo curioso y el motivo por el que estoy aquí es para saber por qué ese tipo de magia es tan adictiva. Las artes oscuras también corrompen el alma del mago que las realiza, como una droga, y aún así anhelan más.

 

Imagino esto como darle una hora de poder a alguien débil a cambio de un pedazo de su alma, que va y golpea a quienes siempre fueron más fuertes que él, pero el tiempo termina y vuelve a ser incluso más débil que antes. Entonces busca poder por una hora más entregando otro pedazo de alma y al finalizar el tiempo es aún mucho más débil... en un ciclo que termina desgastando la magia, el alma y el cuerpo, y finalmente conlleva en la muerte.

 

Ciertamente, podía relatar sus ideas hasta la siguiente luna llena y probablemente Jeremy tuviera toda la eternidad para escucharla pero Evans moría con cada segundo. Suspiró, aquel vampiro era tan relevante en esa clase. Se sentía totalmente transparente ante sus ojos, así que por sentido común no pudo ocultar su curiosidad por él.

 

Aferrada al pupitre con ambas manos a causa de su siguiente decisión se propuso decirle claramente lo que pensaba.

 

—Sé que su condición vampírica le facilita conocer mis pensamientos, así que seré sincera al decir que considero aquella maldición producto de las artes oscuras. Sin embargo, también debo agregar que el vampirismo me parece fascinante y divino, puedo entender por qué siguen aumentando. Existir eternamente conlleva un gran precio: morir cada amanecer, revivir al anochecer, sangre... su alma. Lo lamento, esto podría parecer una descortesía de mi parte y espero me perdone —dijo con solemne inocencia—. ¿Qué piensa usted? ¿Vale la pena vivir así? ¿Usted elegiría ser vampiro antes que humano?

 

Se había conmovido al decir cada palabra. Su corazón palpitaba adolorido pues generalmente no se permitía demostraciones así y menos con quienes apenas conocía, pero evocaba en el profesor a Alexander como si quisiera reprocharle que él viviría eternamente y ella moriría buscándole en unas décadas. Su mayor pesar era que Alexander era como un sueño que vagamente recordaba y había intentado miles de maneras de encontrarle, sin éxito.

 

Le partía el corazón sopesar la idea de que él se escondía por compasión para no arrastrarla por el mismo camino, pero quién era él para negarle la eternidad. Su corazón se rompía un poco cada día que no estaban juntos, acaso ¿no era eso una maldición?

 

Necesito saber qué piensa usted, Jeremy —dijo con melancolía. En este momento, para Binny, la opinión de Jeremy valía mucho más que cualquier otra. Sería su luz en el camino sin darse cuenta.

 

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El vampiro escuchó con atención las palabras de Binny. Podía ver que llevaba razón en mucho de lo que decía. Un mago nunca podía controlar la magia por completo. Era más grande que él. Aun así le gusto la pasión que escuchó en su voz. Sin embargo no lo demostró en su rostro, solo fijó sus ojos en los verdes de ella, mientras se explicaba con sus puntos de vista.

 

-Se dice que el primer vampiro nació producto de una maldición que lanzó una bruja enojada. Es obviamente producto de las Artes Oscuras semejante cosa, pero se extendió tanto con el correr del tiempo, que pasó a ser una raza propia. Fue como un virus, mutó en diferentes formas y creó algo único. Hay diferente tipos de vampiros, en lo que muchos coincidimos es en algunas características. El beber sangre y vivir eternamente son las principales que compartimos.

 

El vampiro hizo una mueca. Nunca se había puesto a contar sobre el origen de su raza. Creía que eso no se les preguntaba a las personas. Era como preguntarle a alguien porque era diferente frente a los demás. Aún así, entendía la curiosidad de un ser humano. El tener el tiempo limitado para vivir, los hacía actuar con mucha rapidez. Nunca se tomaban el tiempo para ver los matices.

 

-Nací siendo vampiro, para ser más exacto, soy híbrido de dos razas distintas…-Explicó tratando de responder sus preguntas - Nunca elegiría ser humano si tuviera la opción. Ser vampiro es más peligroso, pero… es más satisfactorio.

 

El Askar podía sentir el corazón de la mujer enloquecido dentro de su pecho, lo que le provocaba un poco de sed, que debía controlar. El solo hecho de saber que ese músculo estaba bombeando mucha más sangre por todo el cuerpo femenino, era suficiente para enloquecer a cualquiera que no tuviera control sobre su condición. Él la tenía de momento. Aunque había sufrido accidentes.

 

-Ahora te diré que haremos…-Continuó concentrándose en la clase de nuevo - Nos iremos a un lugar donde aprenderás un poco de Piromancia, que es uno de las siete ramas impuestas que tiene las Artes Oscuras.

 

El rubio se acercó al escritorio tomando el grimorio, antes de sacar del bolsillo de su túnica dos piedras negras, una de ellas la dejó sobre el pupitre de la Evans. Antes de retroceder un poco para no invadir su espacio personal. No quería traumatizar a la dama. Aún no.

 

-Es un traslador, allí será la siguiente parte de la clase, y ahí te espero -Le dijo antes de asentir con la cabeza y desaparecer con su propia piedra.

 

El lugar donde apareció el hombre era una habitación vacía con charcos de agua putrefacta. Era el fondo de una cañería y se podía sentir el olor de los residuos. Allí había una fogata grande ya encendida. Dos baldes con una tabla formaban una precaria mesa, donde dejo el grimorio en una esquina. Sobre ella también había varios frascos y materiales para hechizos.

 

Se cruzó de brazos esperando la aparición de la dama. La iluminación del lugar solo la daba las llamas que se alzaban del fuego, dejando mucha oscuridad por todos lados. Sonrió contento, hacía rato que no probaba lo que vendría a continuación y era algo que le gustaba mucho. Ya se estaba impacientando.

 

 

@@Binny Evans

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Todo este tiempo escuchó y observó asombrada. Tenía muchas preguntas, incluso más que antes ¿Cómo era posible nacer siendo vampiro? ¿Era un vampiro vivo, que crecía y envejecía con los años? ¿Le estaría revelando una nueva raza de vampiros? Pero, esto no le ayudaba. Lejos de tal situación, Alexander no era de ese tipo, era una réplica exacta de sí mismo desde que le habían convertido, no envejecía, no sentía, pero era apasionado por la belleza humana. Si podía admirar algo de él, además de su valentía, era su apego por no perder su esencia humana. Le fascinaba verle luchar para no convertirse en una criatura sin control sedienta de sangre.

En silencio observó a Jeremy ir hacia el escritorio y tomar el grimorio. Le alcanzó una piedra negra que hacía de traslador y el joven desapareció.

—Lo siento tanto —dijo por fin, su voz se quebró a punto de llorar, se disculpaba en la oscuridad del salón por ser tan egoísta e intentar descifrar a Jeremy solo para tener pistas de Alexander. Antes de tomar la piedra sobre el pupitre se limpió las lágrimas y desapareció.

Sus pies salpicaron al aparecer en aquella cañería, el olor era intenso, pero nada insoportable. Se acercó caminando lentamente hacia el vampiro que la esperaba frente a la fogata. No tenía idea qué harían en ese lugar y menos con piromancia.

—¿Qué haremos aquí? —preguntó, con la voz más cálida que el fuego.

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Las desapariciones siempre lo sacaban de contexto por unos segundos. Era como si se olvidara de qué año era, o por qué estaba ahí específicamente. En este caso lo primero que les llegó a sus sentidos fue el fuerte olor a las calles parisina. Frunció la nariz y sacudió la cabeza para sacarse alguna opinión negativa. Después de todo era la ciudad de Gabrielle, de donde la sacó de aquel orfanato.

 

Le indicó comprar boletos. Le dedicó una mirada furtiva, es que ¿lo estaba poniendo a prueba? No sabía mucho de francés. Asintió. La transformación de la hermana le había cambiado la ropa también. De gala, pero fresca en contexto del pesado verano francés.

 

La noche comenzaba a asomarse a las largas veintiuna horas. Los farolillos estaban encendidos, contrastando con el cielo naranja. La gente se reunía cerca de la boletería. Parecía que ya todos tenían la suya. Caminó un poco y agachó un poco su cabeza para quedar a la altura del micrófono. Una francesa menudita lo recibió con cierta sonrisa. Se notaba que Orión estaba un poco nervioso; su cara completamente roja lo delataba.

 

- Bo-bonjour. Deux? Oui, Deux billets per “Giselle” s’il vous pleit?

 

- Bien sûr! Ils seront au total 800 euros.

 

Tosió dentro suyo. Si estuviera tomando una taza de té, hubiese regado todo el mismo en la ventanilla de la boletería. ¿Dinero muggle? ¡Era obvio! Se encogió de hombros y la francesa le dedicó una mirada de reproche. Lo invitó a retirarse. Se quitó del medio y entrecerró los ojos mirando a Gabrielle. Seguramente era toda una trampa. Se llevó la mano al mentón, como siempre hacía en esos momentos de pensamiento. Le indicó con un movimiento de cabeza que lo siguiera.

 

El problema de la Opera de Paris era que estaba en medio de una cuadra de calles importantes. No había pasillos ni callejones secretos por los de dónde colarse.

 

- Crearemos una divergencia para asustar un poco a los securatas. Intenta no meterte en problemas.

 

Del bolsillito Mocke sacó una piedra de Polvo Peruano de Oscuridad Instantánea. Se quedó en seco. Si lo lanzaba, probablemente llamarían a un ataque peronista y se quedarían sin función y él probablemente sin curso. Soltó un quejido gutural.

 

- Cambio de planes, ¿puedes ver si consigues algunos pases de media? En todo caso, me puedo transformar en oso y armar algún revuelo, pero que no sea tan impactante.

 

Quedó en silencio un segundo.

 

- Sí, soy animago ahora.

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