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Libro de la Fortaleza


Athena Rouvas
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—Solo será por una vez, Rouvás, no te emociones tampoco.

 

—¿Sabes la cantidad de tiempo que ha pasado desde la última vez que estuve a la cabeza de ese Libro? A veces, ustedes, no parecen humanos...

 

El Uzza arqueó una ceja con evidente disgusto y sorpresa del comentario de la mujer, solo que Rouvás decidió pasar por alto el hecho de haber notado esa expresión. En verdad sentía cierta nostalgia, y por qué no, también una poco usual alegría de volver por una vez a quien le diese una oportunidad de mejorar algo en un tema que siempre le ha sido lejano. Tal vez no han avanzado las habilidades pero si el conocimiento tras de ellos, y eso es bastante para ser ella.

 

Tal vez es también que ahora está un poco más sensible, en cualquier tema.

 

—Solo recuerda que enseñas en nuestro nombre, no hay lugar para errores o para pasar en alto las cosas.

 

—Lo sé, me lo recuerdas cada mes.

 

—Bien, no se que estás esperando entonces.

 

~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 

—Comencemos con esto.

 

Agitó la varita y un pequeño pequeño grupo de pergaminos (tres para ser exactos) flotaron un segundo frente a Rouvás para luego partir en diferentes direcciones. Hubiese sido más propio enviar lechuzas, como es el método habitual en el mundo mágico, pero estaba un poco contra el reloj como para permitirse algo así en esos momentos.

 

La misiva contenía el lugar en donde los esperaría, la hora, y algunos recordatorios como llevar ropa cómoda y no olvidar los amuletos contenidos en el Libro, ya que les serán de utilidad en algún momento de la clase.

 

Habitualmente la mayoría de aprendices que se presentan han ojeado o leído algunos pasajes del Libro de la Fortaleza, incluso se han dado casos en que han intentado ejercer los hechizos aunque con lamentables consecuencias. Aún así sabe que pueden acudir personas que han esperado hasta esa instancia para aprender todo desde cero. Cada quien tiene una visión diferente y maneras distintas de agregar los conocimientos a su habitualidad.

 

—Ahora solo queda esperar. —Menciona mientras da una mirada rápida al campo.

 

Varios años atrás las voces de miles de magos retumbaban entre sus paredes, pero ahora es un lugar desierto que ha caído un poco en el abandono aunque no total. Se supone que allí todavía realizan algunos exámenes de vuelo; como ella no lo ha dado no puede saber si es información verídica o no.

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La rata blanca dentro de una jaula vidriada no parecía tener ningún cambio fisico. El vampiro llevaba toda la semana dándole distintos tipos de pociones inventadas por su propia mano con diferentes tipos de ingredientes. Había empezado su experimento con diez ratones robustos y con una salud perfecta. Luego de unos días, apenas le quedaba una. Los demás se habían muerto bajo extraños efectos que llevaba anotando en una cartilla. Quería terminar con eso para poder pasar a los elfos.

 

-¡Jemy! -Le gritó Rambaldo, su pequeño elfo personal.

 

-Estoy ocupado, lárgate de aquí -Le dijo sin dejar de mirar con atención a la rata, que parecía que estaba entrando en un paro cardiaco por la danza que hacia dentro de la pecera.

 

-¡Jemy! -Insistió el elfo, sin amedrentarse. Nunca se comportaba como debía hacerlo. No entendía de órdenes y mucho menos de comportarse como un elfo.

 

-Si no es de Anne, no me interesa de quien sea… -Le dijo tratando de no perder la poca paciencia que tenía.

 

-Tiene un sellito raro -Chilló Rambaldo golpeando con el pergamino la pierna del vampiro.

 

-¡Vete de aquí! -Gritó el Askar reaccionando por fin y arrancándole de la mano el sobre, que rápidamente leyó antes de lanzarlo a la basura.

 

Debía irse, su clase estaba abierta. Con alegría se quitó la bata de laboratorio dejándola sobre la mesa de acero inoxidable, antes de ponerse su chaqueta de cuero la cual cubría una simple remera blanca. No le preocupaba tener un jeans holgado con zapatillas blanca, con eso estaba más que cómodo. En el bolsillo tenía el monedero de Moke con hechizo agrandador que le permitía llevar todo lo que quisiera. El libro y los talismanes descansaban en su interior.

 

-¿Sigues aquí? -Preguntó observando que Rambaldo había sido, como siempre, demasiado tonto para irse a tiempo. Estaba allí paradito mirándolo con adoración en sus ojos violáceos- Ponte bajo las órdenes de Ereskigal –Le ordenó el vampiro sonriendo con maldad. Sabía que la elfina jefa de mantener El Refugio era muy exigente y temperamental. Tendría más que entretenido al pequeño elfo. Sus castigos corporales eran legendarios.

 

Con un movimiento de varita, el vampiro desapareció del Refugio Askar. Llegó al campo donde estaba Athena en un pestañeo de ojos. Ya no se mareaba con ese método de transporte, aunque le había costado dominarlo por completo. El lugar era inmenso, y lo mejor de todo es que era al aire libre. Lo que amaba el hombre por sobre toda las cosas. La libertad.

 

-Hola, soy Jeremy Askar Triviani -Se presentó innecesariamente, ya que la mujer debía saber quiénes eran sus alumnos - ¿Seremos solo dos?

 

No puso cara de sorpresa, sino más bien de intriga. Ser único alumno era ¿Una ventaja o una desventaja? No podía verlo aún. Saco de su bolsillo el monedero de Moke y extrajo el libro de la Fortaleza junto a todos los talismanes. Los talismanes se los termino colocando en el cuello, sintiendo el ardor de la magia cuando rozó con la cadena, la marca de nacimiento que llevaba marcada, la estrella de ocho puntas de Ishtar.

 

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Samantha estaba molida. Las misiones de campo del ministerio eran agotadoras y ese día especialmente habría deseado llegar a su casa, darse una ducha y meterse en la cama, con Lisbeth ronroneando al lado y una buena novela policial. Quizás hasta escucharía un poco de música.

 

Pero el destino le tenía preparada una sorpresa.

 

Ni bien entró a al la salita en su departamento sobre el atelier encontró un pergamino encima de su escritorio. Obviamente iba dirigido a ella. No tenía idea de lo que era. No se trataba obviamente de un mensaje de su jefe, ni una carta de su familia ¿qué sería entonces?

Lo abrió con cuidado y con dedos temblorosos leyó el contenido. El libro de la Fortaleza. Ella se había anotado hacía casi un mes para esa prueba, había hojeado el libro pero no había estado segura de tomarla. ¿Le restaría tiempo a su trabajo? Seguramente sí. Pero era precisamente a causa de su trabajo que necesitaba saber usar esos conocimientos.

 

Sabía que era una buena inefable, a pesar de que nunca se había considerado una buena bruja. Los años pasados entre muggles habían dejado secuela y todo el costaba el doble que a los otros. Aun así, debía intentarlo.

 

El pergamino informaba donde debía presentarse, al tiempo que daba algunos consejos útiles. La ropa. Miró su guardarropa. No tenía mucho para elegir. un jean, una camiseta blanca, un chalequito de cuero con bolsillos y las botas de tacón bajo. Aunque no sabía donde era no le tenía miedo al frío, se había criado en la nieve.

 

Se puso el anillo detector de enemigos en la mano izquierda, en la derecha ya llevaba, desde que había adquirido el libro de Aprendiz de Brujo, el anillo de amistad con los animales. Se colgó del cuello el amuleto volador y guardó en sus bolsillos el resto de los artículos de ambos libros. Miró tristemente el amuleto de la curación, sus 16 años en la medicina muggle no le servirían para usarlo, no tenía conocimientos de primeros auxilios mágicos. Aun así lo guardó en un bolsillito pequeño. Quien sabe, tal vez algún compañero lo necesitara ¿Se podrían prestar objetos entre ellos? ¿O estos sólo funcionaban con sus dueños?

 

Llegó al lugar marcado con paso firme, mostrando una seguridad que en realidad no sentía. No solía ponerse nerviosa en los exámenes muggles, ¿por qué le sucedía en el mundo mágico? -Recuerda el exámen de desaparición - se dijo. Había tenido miedo y luego todo había salido de lo mejor. Sin embargo, sabía que esto iba a ser mucho, muchísimo, más difícil.

 

No estaba segura si conocía a la mujer que la esperaba. Creía haberla visto en algún lado pero no sabía donde. ¿Y sus compañeros? ¿es que aún no habían llegado?

 

- Buenas tardes - dijo con su marcado acento alemán- Soy Samantha Sokal.

 

 

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—Que no vuelva a suceder, Ravenclaw. Se te escogió de entre muchos más nombres porque creíamos que eras el indicado, pero tantos fallos... francamente esperábamos más de ti —DIjo aquel Uzza y el vampiro no pudo sentirse peor.

 

Y es que estaban en lo correcto, Keaton había faltado ya a dos meses de clases por temas del Concilio, y estaba descuidando sus deberes como profesor. Aquello sin duda alguna era de reprocharse y el Animago no podía hacer otra cosa mas que mantener la cabeza gacha y aguantar el sermón. SIn embargo, tras explicarles los motivos, los Uzza parecían entender, pero eso sí, no sin antes darle duro en el orgullo al mortífago.

 

—Ahora, ve y saca a la Rouvás de tu clase, a ella se le asignó el Libro del Equilibrio y al parecer olvida que está aquí por elección nuestra y no por su voluntad pese a ahora ser directora —Exclamó otro de los Uzzas y le hizo señas para que retirase a cumplir sus deberes.

 

~_~_~_~_

—Athena, dicen los Uzza que te puedes ir yendo a tus actividades como directora, que tus servicios ya son necesarios para esta clase —Dijo el Base con una notable arrogancia que había demostrado momentos antes estando con los guerreros —Me he recuperado de mis dolencias y puedo volver sin problema. el señor Macnair y tu recibirán pronto mis notas sobre si estos... —Dijo mirando a los dos magos que tenía delante —...aprendices, logran superar los obstáculos depuestos por mi para aprobar —Añadió y vio partir a la Rouvás.

 

Aquel día, el Black Lestrange portaba un atuendo serio; sus ojos eran de un color gris oscuro, sus cabellos negros y su tez clara, como la de cualquier londinense. Había optado por no exagerar demasiado sus dones como metamorfomago, sobretodo cuando, según sabía, compartiría, o más bien, enseñaría, a dos de sus compañeros mortífagos que, además, ostentaban cargos dentro del bando. A la otra, bueno, seguro sería o una traidora a la sangre o, en el peor de los casos, una sangre sucia.

 

—Bien, jóvenes, mi nombre es Keaton Ravenclaw, y según tenía entendido ustedes iban a ser tres pero aquí solo veo dos ¿Señor Askar, sabe algo de la señorita Rachel? No quisiera verme en la penosa necesidad de reprobarle —Dijo con una seriedad que hacía pensar que el vampiro le daba un aire a Snape, pero es que aquello apenas comenzaba —Es evidente, que no nos quedaremos en este lugar, nunca imparto mis clases dentro de los muros de la Universidad, así que por favor tomen este espejo, pronto nos llevará a nuestro destino —Añadió y de inmediato el espejo empezó a emitir un resplandor azul y, como si fueran halados por el ombligo, profesor y estudiantes (Jeremy y Samanta), se introdujeron en un remolino de colores.

 

Al tocar suelo, se toparon con un prado inmenso en el cual, a los lejos, se divisaba un bosque, pero allí donde estaban solo había unos cuantos arbustos esparcidos de cualquier manera y algunas piedras de grandes tamaños. Estaban en Inglaterra, no habían salido del país, pero el Ravenclaw no tenía la más mínima idea de dónde estaban, porque había sido Lancy, su elfo doméstico, el que había hecho los trasladores (si, trasladores, porque el mortífago había dejado uno en la Universidad, ahí donde AThena los había citado, por si Rachel llegaba tarde).

 

—Pues bueno, díganme ammos, ¿qué han leído del Libro? ¿O me dirán que no han sido lo suficientemente curiosos para hojearlo? Dïganme, ¿qué saber les intriga? ¿les interesan más los hechizos o los objetos? Vamos, niños, hablen —Dijo con severidad y se recargó en una de aquellas grandes rocas jugueteando con Santa Teresa, su varita mágica de cerezo, entre los dedos de su diestra.

 

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-Vaya, vaya- pensó Samantha. Con que ese era el Keaton Ravenclaw, el profesor titular. Y era un vampiro. Samantha solía llevarse bien con los vampiros, no en vano se había criado con uno de los más antiguos como tutor. Sin embargo, este tipo no se parecía en nada al viejo Tesjiamen que tanto le había enseñado. Más bien podría haber pasado por uno de sus profesores de Durmstrang, severo, arrogante y... apuesto. -Que no, Sam -se dijo- que estás aquí para aprender y no para mirar al profesor.

 

Miró a su compañero, el único hasta ahora, y cerró fuertemente los ojos. Otro vampiro. Pero este parecía más de su zona. No tenía forma de calcular la edad pero si no fuera vampiro hasta podrían haber sido compañeros de colegio.

 

Y por lo visto faltaba una alumna mas. Aparentemente conocida de ellos, ya que el profesor la llamó solo por su nombre. Rachel, no conocía ninguna Rachel.

 

Siguiendo la orden dada por Ravenclaw todos se tomaron el espejo. Samantha sintió un frío repentino y se vio transportada a un espiral de muchos colores. Al momento estaban en un enorme prado, rodeados de arbustos y piedras que asemejaban (o eran ) mehires, recuerdos de otras épocas y tal vez de otros mundos. Se preguntó si aún funcionarían como portales.

 

Y así como así se vino la primera pregunta... aunque... "¿niños?" . Claro, sí, comparada con ellos, que seguramente eran ancianos, ella podía considerarse una niña, sin embargo el trato le pareció despectivo en demasía. Entendía que Ravenclaw era el profesor, y por lo tanto sabía mas que ella, pero... ¿quién era además de eso? ¿descendiente de la fundadora de un colegio? Samantha era la hija de quien había sido uno de los mejores alquimistas de la europa actual, (aunque sus experimentos causaran usualmente muerte y tortura) y por sobre todas las cosas, línea directa de sangre de dioses. - Padre Odín, tú que controlas la magia, no me abandones ahora - pensó.

 

Se sentó en una piedra, nunca le había costado hablar en clase y no le costaría ahora.

 

- Obviamente hemos visto el libro -dijo con voz fría pero respetuosa y esperando no equivocarse con respecto a su compañero.

 

- A mi criterio -sostuvo- tiene varias cosas interesantes, tanto en objetos como en hechizos. El anillo detector de enemigos puede ser muy útil, sobre todo en estos tiempos. El problema es que solo avisa que va a venir un ataque, pero no avisa de dónde. Es una pena que no diga "quién " es el enemigo -terminó, mirando fijamente a los ojos del Ravenclaw. Y prosiguió- El resto de los anillos son muy útiles, sobre todo para quienes trabajamos en determinados.... puestos.

 

Hizo un alto para acomodarse el chaleco, aprovechó para secarse las manos sudorosas en los jeans y respirar hondo.

 

-Con respecto a los hechizos -aclaró- el " Salvaguarda mágica" me parece indispensable, no solo por ser no verbal, sino también porque al ser un efecto su acción es instantánea. Lastima, obvio, que no sirva para contrarrestar otro efecto.

 

 

 

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El vampiro no tuvo mucho tiempo de estar a solas con Athena, enseguida se hizo presente la siguiente alumna de la clase. Una rubia de mirada severa. Creía no haberla visto en ningún lado. Por más que intento recordar algún cruce en el Ministerio, no detectaba su presencia en las memorias de su cerebro. La mujer los saludo.

 

-Buenas tardes, Jeremy Askar Triviani -Volvió a presentarse con una mueca de molestia.

 

Recordó que en sus manos no llevaba los anillos y se dispuso a sacarlos del monedero de Moke cuando un hombre interrumpió la clase. Mejor dicho… retomo su clase. Por algún motivo era el profesor que debía impartirla. Mientras se colocaba los anillos que traía consigo la compra del libro, no desvió sus ojos del pelinegro. Habían hecho una clase de duelo juntos y aunque no quedaban remordimientos por eso, no podía dejar de estar atento.

 

-La Matriarca Askar estaba muy demandada con sus labores en el Ministerio. No creo que se presente, aunque seguro hará todo lo que esté en su mano para poder hacerlo -Respondió tratando de sonar convincente. ¿Dónde estaba Rachel? No tenía idea la verdad, aunque no le extrañaría que estuviera persiguiendo o dándole lecciones de moral a algunas de sus hijas.

 

Ni bien terminó de decir aquello, un tirón en el ombligo lo hizo apretar con fuerza los dientes. En un pestañeo habían cambiado de lugar. Ya estaban en un lugar más denso en vegetación. El rubio sonrió al ver en la periferia un bosque. Amaba por sobre toda las cosas la naturaleza, le recordaba a su antiguo hogar y los primeros momentos felices de su vida.

 

El Ravenclaw les habló e hizo que frunciera el ceño por su tono arrogante. Aunque se mordió la lengua para no protestar. ¿Niño? Bueno, en Jeremy no se consideraba de esa forma, aunque en una vista a los años que vivía su raza, él estaba recién comenzando. Samantha fue la primera en responder, tomando asiento en una piedra para estar cómoda. No se movió de su lugar para responder.

 

-A mí me interesan los dos hechizos que tiene. Salvaguarda Mágica y Curación, creo que ambos son interesantes para usarlos en un duelo y quiero poder aprenderlos de forma correcta para que me sean útiles en batalla -Dijo apasionándose de repente - De los objetos el anillo de escucha creo que se podría considerar muy eficiente, tanto como el que hace lo contrario. (El salvaguarda para oídos indiscretos)

 

El vampiro se quedó esperando que la clase continuará, no veía la hora de pasear por el bosque y adquirir los conocimiento por los que había ido.

 

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El Ravenclaw escuchó al Askar decirle que por desgracia Rachel probablemente no se presentara, con ello, dejaba en claro las sospechas de éste al intuir que posiblemente la mortífaga no se acudiera a la clase. Suspiró, aquella mujer le causaba cierta curiosidad. Nueva en la comunidad mágica, había logrado mucho en poco tiempo; pero sería paciente, a final de cuentas, tendría la oportunidad de enseñarle en algún momento, pues si quería continuar con su instrucción en los Libros de Hechizos, por fuerza debería pasar por ahí.

 

—Pues bueno, lamento escuchar que la señorita Askar no se presentará, pero no podemos esperarle más, de por si la clase empezó un poco tarde y vamos limitados de tiempo. Debes seguir —Comentó para que sus estudiantes estuvieran atentos.

 

Así pues, escuchó las respuestas a las preguntas que con anterioridad les había hecho, y bueno, se sorprendió un poco al escucharlas. Normalmente los estudiantes que había tenido, se quejaban de que los poderes de aquel Libro no eran necesarios, que podrían pasar de ellos y que eran reemplazables, pero aquellos dos seres, no, ellos si les encontraban utilidad. Sonrió ante aquello, quería decir que los chicos disfrutarían el curso, y lo mejor, que aprenderían lo mejor posible.

 

—Muy bien, pues es fascinante como cada uno de ustedes ha tomado partido por tal o cual poder que ofrece este Libro, que precisamente lleva el nombre de la Fortaleza, porque lo que pretende hacer es eso, fortalecernos para que en los libros venideros ustedes cuenten con armas para poder enfrentarse a esta clase de Magia que, como ya saben, pues no es de nuestras tierras de nacimiento —Puntualizó el Black Lestrange.

 

El Animago se colocó los tres Anillos y el Amuleto que conferían el Libro, alzó a Santa Teresa, su varita mágica de cerezo e hizo aparecer a dos grandes panteras negras. Ambos felinos se colocaron a ambos lados de Keaton y se sentaron sobre sus patas traseras como suelen hacerlo todos los de su raza. El vampiro les acarició las cabezas y éstos le devolvieron el cariño. Estaban listos para cualquier orden que éste les diera y, lo mejor, es que estaban hambrientos, pero ésto no lo sabrían sus dos estudiantes.

 

—Bien, vamos a comenzar. Les enseñaré primero a manejar el Salvaguarda Mágica y el Anillo Detector de Enemigos, esto con el afán de que puedan siempre llevarlos a su uso juntos, ya que son complemento el uno del otro y espero que entiendan el por qué. En Anillo Detector de Enemigos lanza una alerta luminiscente y una leve descarga eléctrica que les avisará del peligro, basta pensar de qué o quiénes consideran enemigos y el Anillo se activará —Comenzó a enseñarles el Metamorfomago —En el caso del Salvaguarda, es un hechizo sencillo, pero que consume mucha de nuestra energía, por lo que deben de recordar, que en el caso de que lo quieran emplear en una batalla, solo podrán usarlo dos veces, o de lo contrario, pueden llegar a morir. Es una en hechizo No Verbal y los hará intangibles, pero no invisibles, ¿de acuerdo? —Añadió.

 

Keaton entonces acarició las cabezas de aquellos dos felinos negros que tenía a su diestra y a su siniestra y comenzaron a caminar, una hacia Samantha y otra hacia Jeremy. Tenían la orden de atacarlos, de matarlos, de destrozarlos, de comérselos si era posible, debían hacerles el mayor daños posible, y de sus estudiantes dependía. Sin embargo, no sería el único obstáculo, el Ravenclaw alzó a Santa Teresa y las dos panteras quedaron invisibles, por lo que la prueba sería más difícil, deberían de ser astutos para sobrevivir.

 

—Bien, vamos con su primer tarea, como verán, estas dos panteras tienen la orden de atacarles, de matarles, destrozarles, de hacerles todo el daño posible, y como verán, también serán invisibles, por lo que tendrán que poner en práctica lo que les enseñé. No pueden usar hechizos ni objetos del Libro del Aprendiz de Brujo, ni de bandos ni de ningún otro tipo, ¿estamos? Adelante, comiencen —Les dio la orden, y las panteras comenzaron con sus tareas.

 

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A Samantha le gustaban los gatos, incluso los grandes, no en vano su patronus era un puma. Miró con curiosidad las dos panteras que había hecho aparecer Ravenclaw. Eran hermosos animales, pero... ¿que pensaba hacer su profesor con ellas? No iba a tardar mucho en enterarse. Por las dudas, y antes de que le dijeran nada, se puso de pie y sacando su varita dio unos pasos hacia atrás, apoyando su espalda en una de las piedras mas altas del mehir donde había estado sentada.

 

Era bueno que empezaran utilizando el anillo y el hechizo que a ella más le habían interesado. Escuchó con atención la explicación sobre ellos. Sabía cómo actuaban el anillo y el hechizo pero no había estado segura de cuánta energía consumía el segundo. ¿o sea que en una batalla solo se podría usar dos veces? Vaya , eso podía transformarse en un problema siendo este un hechizo que tantos beneficios traía.

 

De repente vio a las panteras empezar a caminar hacia ellos. Así que esa era la idea, las panteras los atacarían. Pero, al parecer, la cosa iba a ser peor, de repente las panteras desaparecieron, se habían hecho invisibles. Debían enfrentarse a algo que no veían y que era increíblemente destructor.

 

Samantha pegó su espalda contra la roca del mehir. Llevaba puesto su anillo desde antes de comenzar la clase, ¿la varita?, aun la mantenía en la mano y levantada, era mas bien por instinto, ya que sabía que no podría usarla. Ravenclaw había prohibido todo tipo de hechizos y solo podían usar lo que él había enseñado.

 

Conocía el comportamiento de los felinos, la pantera podía ir en línea recta hacia ella , o no, también podría dar un rodeo y atacar de costado. Con las espalda en la pared Samantha se giraba hacia uno y otro lado esperando que el anillo detector de enemigos le diera una señal de que el peligro era inminente. Pasaron unos segundos y no sintió nada, seguramente el animal estaba girando pensando en la mejor forma de atacarla. Sin embargo de repente sintió un escozor en el dedo anular de su mano izquierda y el anillo se iluminó provocando una especie de descarga eléctrica. Era la señal. Casi al instante sintió un rugido frente a ella. En una milésima de segundo se alegró de que la pantera fuera invisible pero no inaudible.

 

-Salvaguarda mágica -dijo mentalmente y se tiró hacia atrás atravesando la pared de roca del mehir gracias a su intangibilidad. Al momento, oyó un fuerte golpe en la pared del otro lado, junto con el clásico "crac" de ruptura de huesos y un "plop" que seguramente indicaba la caída del animal al suelo. La pantera se había estrellado contra la roca en su intento de ataque. Si el pobre animal pudiera pensar se preguntaría adonde se había ido su presa. Pero Samantha sabía que la pantera estaba fuera de combate.

 

La bruja danesa por un momento había considerado dejar que el ataque de la pantera la atravesase estando bajo el efecto del hechizo, eso habría hecho de no escuchar el rugido, pero siempre cabía la posibilidad de que un animal de esos esquivara la pared, ¿y luego qué?¿vendría otro ataque?... No, mejor era poner algo entre las dos, y de paso, probaba el efecto del hechizo para atravesar paredes. Solo esperaba que Ravenclaw pudiera curar a la pantera malherida.

 

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La atención del Askar se vio de repente bien enfocada en los animales que el profesor había hecho aparecer. Eran dos bestias muy hermosas. ¿Que tenía de mal en la cabeza que le gustaban las cosas peligrosas? Nunca iba a poder responder eso. Pero en vez de temor, sintió curiosidad por lo que harían con ellos. Keaton se puso a explicar el funcionamiento de los amuletos que llevaban y Jeremy apenas desvió los ojos para mirarlo.

 

Un error que pagaría caro, las bestias se hicieron invisibles y corrieron a atacarlos. Bueno… no se veían, pero estaban en eso. El rubio se alejó un poco de su compañera, aprovechó que podía correr un poco más veloz que los seres humanos. Aunque eso seguro activaria el instinto cazador del felino. Sus ganas de sacar la varita y empezar a protegerse eran tan grandes que hasta su mano se movió inconscientemente en busca de ella.

 

Un brillo en el dedo y una pequeña descarga, producto del anillo detector de enemigos, lo hizo cambiar de parecer al instante. Se movio rapido a un costado esquivando apenas al animal invisible. Pudo sentir en su costado derecho un breve roce en la ropa junto al sonido del viento que le hizo darse cuenta de que el animal le lanzaba un zarpaso con sus garras. Fue demasiado lento para moverse. Considerando que era un vampiro. No escapó de las garras del animal que abrió los músculos de su antebrazo izquierdo.

 

-¡Demonios! -Gritó antes de golpear el aire con todas sus fuerzas.

 

Su puño se hundió en alguna parte blanda del animal, pero no se quedó a pensar cual había sido, sino que corrió a buscar cómo sacarse de encima a su enemigo sin utilizar hechizos. El brazo herido le latía, la sangre que abandonaba la herida no haría más que volver loco al animal. “No me queda otra que lastimarlo” Pensó con amargura, mientras recogía del suelo una roca del tamaño de la palma de su mano.

 

¿Tenía un plan? No, no lo tenía. El vampiro solo actuaba a prueba y error como siempre lo había hecho en toda su vida. Agudizando la vista pudo ver que el pasto se iba aplastando en algunos lados. Estaba que era seguro que era el animal yendo por su cena. En esos instante pensó “Salvaguarda Mágica” y su cuerpo se volvió intangible a ojos de los demás. Pudo sentir el instante en el cual la Pantera detuvo sus pasos confundida.

 

Aprovecho esa vacilación para descargar varias veces sus golpes sobre el cráneo del felino, girando a su alrededor para que no pudiera morderlo o arañarlo de nuevo. Le dolía cada golpe que retumbaba en su brazo herido, pero no paró hasta sentir que el animal se caía al suelo inconsciente.

 

En el interior del rubio empezaba a brotar la furia por lo que había hecho. ¿Arrepentido? No, solo molesto. Muy molesto consigo mismo. Camino hacia donde estaba su profesor y allí completó su turno de invisibilidad. Los ojos azules le brillaban con furia.

 

-Termine -dijo con una mueca. No quería ver su lastimadura bajo la rotura de su ropa, ni la sangre goteando en el pasto, solo quería continuar con lo que debía hacer.

 

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El Ravenclaw observó.

 

La primera en entrar en acción fue Samantha, lo cual al italiano le sorprendió, ya que se le veía una mujer poco aventurera. Keaton pensó que el primero en tomar iniciativa sería Jeremy, pero bueno, la vida dada sorpresas. La mujer fue bastante inteligente al colocarse de espaldas sobre una de aquellas grandes rocas, con eso, protegía la retaguardia y le dejaba menos ángulos por los cuales atacar a la pantera que estaba acechándola. Finalmente, cuando el felino se fue a por ella, la Sokal sencillamente había utilizado el Salvaguarda para atravesar la piedra y provocando que la bestia se estampara contra la roca.

 

—¡Excelente! —Bramó el profesor mientras hacía unas florituras en el aire con Santa Teresa y la pantera que atacaba a la Sokal desaparecía.

 

Así pues, el Black Lestrange miró a Jeremy. Éste parecía tener difuclyades, no tenía un plan. La pantera le atacó y le lastimó prvocando una herida sangrante, y el chico a penas y se había defendido con un puñetazo. Cuando su alumno tomó una piedra, el Base no pudo evitar sentir una oleada de cólera dentro, ¿que acaso era un muggle cualquiera? Odiaba sobremanera a los magos que no empleaban la magia y se hacían con objetos mundanos para su empleo diario en vez de usar la varita.

 

—La varita, Jeremy, usa la varita —Dijo entre dientes el Ravenclaw y el hombre pareció escucharlo, porque empleó el Salvaguarda —Menos mal —Dijo al aire.

 

Con otro movimiento de Santa Teresa, la segunda pantera desapareció. A su vez, el Ravenclaw se acercó hasta el Askar y, colocando sus manos sobre la herida del joven, le curó el corte con ayuda del Amuleto de la Curación.

 

—Debes tener más cuidado, no eres un muggle para agarrarte a golpes con nadie, eres un mago, Jeremy, y de una de las más nobles familias del Mundo Mágico, has uso de la magia —Le reprendió, y no como profesor, sino como mortífago. El Señor Tenebroso jamás se había rebajado tanto —En fin, continuemos —Añadió —En lo referente a los dos anillos restantes, solo les diré que su activación se realiza al tocarlos, y que bueno, el Anillo de Escucha, rompería un simple hechizo como el Muffliato, ¿de acuerdo? —Explicó rápidamente —Lo ultimo que veremos antes de entrar a la prueba, son los poderes de la Curación.

 

>>Como acaban de ver hace unos momentos, cuando curé a Jeremy, empleé los poderes del Amuleto de la Curación. Este Amuleto funciona reflectando los rayos del Sol convirtiéndolos, gracias a sus poderes, en un destello curativo. Basta con que lleven el objeto alrededor de su cuello e impongan sus manos sobre la persona que van a curar, para que éste funcione —Explico con voz lenta pero no tanto para no aburrirles —En el caso del Hechizo Curación, funciona, durante una batalla, como un episkey, con la salvedad de que sólo puede ser usado UNA sola vez durante la batalla y no consumirá acción, esto es, pueden emplearlo como un tercer hechizo sin miedo alguno —Añadió.

 

Volvió a agitar a Santa Teresa. Delante de ellos, aparecieron dos senderos, el de la izquierda, iba al ala norte del bosque que circundaba aquel claro, en donde el alumno que eligiera ese camino, encontraría un hospital atestado de magos y brujas de todas las edad con enfermedades mágicas severas. La misión del estudiante sería la de curar a los enfermos con el amuletos y el hechizo, pero a la par, demostrar saber usar los dos anillos restantes, el de Escucha y el de Salvaguarda Contra Oídos Indiscretos.

 

El sendero de la derecha, llevaría al estudiante al ala sur del bosque aquel, sin embargo, lo que allí encontraría, sería algo devastador de ver. Criaturas mágicas y no mágicas se hallaban en un río muy graves. Alguien les había puesto veneno en el agua del estanque que les servía de bebedero y estaban gravemente enfermos. Algunos ya había perecido, pero muchos se hallaban a nada de morir si nadie hacía nada por ellos. Por lo que la tarea del Estudiante era la de curarlos con ayuda del amuleto y del hechizo de curación, pero debería ayudarse con los conocimientos del Libro del Aprendiz de Brujo para congeniar con los animales.

 

—Bien, deben elegir uno de estos senderos, y no pueden ir los dos al mismo, por lo que deberán de elegir con rapidez —Explicó —Los llevará a su última tarea, cuando la culminen, en el caso del sendero de la izquierda, se abrirá una gaveta con un traslador hacia la prueba, en el caso del sendero de la derecha, el traslador saldrá del interior del estanque. Espero logren culminar la tarea, de ser así, nos vemos en la prueba, chicos —A{adió y desapareció del lugar.

 

@ @@Samantha Sokal

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