Áspero

[Jank Dayne]

- ¡IUGH! ¡PICA! - grita la chica irlandesa al frente cuando prueba el rambután o, como lo llaman en algunos países, mamahuevo.

 

- Es áspero. Me gusta - dice su compañera, quien no duda en meterse otro a la boca. El resto de la docena de turistas decide imitarla. Unos cuantos escupen, el resto pide más.

 

Jank desiste de la idea y decide probar el mango. Tarda más de lo pensado en pelar la concha y probar el primer bocado; tanto, que cuando vuelve la vista al frente está solo. Apresura el paso para conseguirlos, pero el sudor y la fatiga lo detiene. El calor termina por ser insoportable. Está acostumbrado a perseguir mortífagos en Londres, durante una llovizna fría o una tormenta helada. Incluso a montar a caballo sobre las altas tierras escocesas. Pero la selva brasileña lo derrota.

 

Se deja llevar por el sonido de una cascada lejana. La grama mojada bajo sus pies guía sus pasos, entorpecidos solo por las grandes hojas que le golpean la cara cada vez que las aparta para avanzar. Se percata, entonces, que la idea de un viaje turístico muggle no es la mejor manera de estar encubierto. Pudo haberse inventado una mejor excusa, como la de un empresario extranjero deseoso de invertir, o un pintor en busca de inspiración natural. Aunque para ambas necesita el oro que su bóveda añora.

 

Se acuesta cuando llega a la orilla. Las gotas que salpican de la cascada al chocar contra la corriente lo refrescan, y solo debe sacar la lengua para hidratarse sin tener que mover los dedos. A los pocos segundos está tan empapado que se ve obligado a quitarse toda la ropa, a excepción de los calzones. Lo que menos le apetece es que un bicho raro (y suramericano, para colmo) se meta en lugares indeseables. Solo quiere descansar un rato antes de retomar la marcha. Con un poco de suerte hasta soñaría estar encima de un fiordo, abrazado por la nieve.

 

No es así. Despierta, alerta, cuando escucha el sonido de unas ramas partirse. Escurre la varita lo más que puede para poder apuntar. La nube húmeda que desprende el cruce de las aguas contra las altas temperaturas le hace difícil el trabajo de diagnosticar a su posible próximo rival. Quizá solo iba, como él, a refrescarse un rato. Sin embargo, lo único que logra divisar es una varita sujeta por una mano femenina, algo regordeta. Jank alza la suya y, antes de poder reconocerla, murmura:

 

- Floreus.

 

Automáticamente, la varita de la ahora reconocida Eileen es víctima del encanto. Se pregunta qué flores son más adecuadas para el incómodo encuentro.

 

- Ah, hola - cabecea para saludarla y se aproxima al río para mojarse el cabello. Los Moody suelen aparecer de la nada, y sí que le hacen honor a lo dicho - ¿Qué haces aquí? ¿Te asignaron la misma misión?

 

Jank sabe la respuesta, pero aún así mantiene la varita firme.

 

- No te veo desde que Rosália colapsó con nuestras preguntas. Y creo que nunca te he visto en acción. ¿Te apetece desahogarte de aquel mal rato?

 

Sacude a Libra de inmediato en el aire, alzando las cejas, por si acaso.