En la Capilla Sixtina

[Keaton Ravenclaw]

Keaton amaba aquellos lugares, de verdad que si. La historia, el arte, los lugares en donde los magos o brujas habían creado magnánimas obras a la vista de los muggles... porque había que ser conscientes, absolutamente ningún muggle podría crear cosas tan bellas, y en el caso de Miguel Ángel, era más que obvio. La bóveda de aquella capilla era la muestra perfecta de eso, pues el pintor era un mago ni más ni menos, pues eran ellos los que podían retratar la belleza del mundo de aquella manera.

 

La Capilla se encontraba cerrada cuando el Animago apareció directamente fuera de ésta. Había muchísima vigilancia, pero le bastaron algunos hechizos aturdidores para abrirse paso y poder entrar sin más.... De buena gana habría matado a aquellos guardias, pero no era necesario, su rival estaría pronto allí y desde luego que contra ella si que sería todo lo violento posible, emplearía todo el arsenal y pondría a prueba, si se daba la oportunidad, las maldiciones imperdonables, le daba un poco igual que la mujer fuera también parte de las filas de La Marca Tenebrosa.

 

Para aquella ocasión, el metamorfomago había cambiado su cabello, normalmente corto, lacio y negro, a uno ondulado, largo hasta los hombros y de color azul eléctrico; en el caso de sus ojos, éstos estaban de color lila y su piel había adquirido un poco de color, dejando atrás su típica piel blanca producto del vampirismo. Sus ropas eran sencillas, solo llevaba una chaqueta de color vino, unos pantalones 3/4 de mezclilla y una liga para el cabello que le hacía un chongo en la parte más alta de su cabeza.

 

—Bueno, estamos listos —Dijo el vampiro y entró al recinto.

 

Sus ojos se maravillaron con la bellísima obra de arte. Los personajes de la pintura parecían moverse, pero era solo la exquisita manera de pintar de Miguel Ángel. No había absolutamente nada dentro. No había sillas, no había bancas, solo las pinturas y los dos inmensos candelabros en forma de araña que iluminaban poderosamente el lugar. No había ni siquiera un cesto de basura. Solo las pulcras paredes, techo y suelo. Justo admiraba aquello, cuando Cissy llegó...

 

—Vaya, has demorado un poco, pero me da gusto que aceptaras mi propuesta... ¿comenzamos? —Dijo el Black Lestrange mientras sacaba a Santa Teresa, su varita mágica de cerezo, del interior de sus pantalones, se colocó a diez metros de distancia de la mujer y apuntó «¡Seccionatus!» ¨Pensó y doce medias lunas afiladas salieron de la varita del Ravenclaw en dirección a la mujer. De impactar, causaría graves heridas que necesitarían ser curadas de inmediato.

 

@

[Oriánthi]

Las calles eran un descalabro, agrietadas, manchadas en sangre y un hedor que se había esfumado con el caer de la noche. La guerra había salido completamente de sus límites, quebrantando el acuerdo que existían por organizaciones muggles. Un holocausto. Posé mi pie derecho en lo que parecía ser un escalón de una antigua Capilla, mis sentimientos se habían apagado por completo, claro, era la Mortífago que salía de ella y tomaba control de su cuerpo.

 

Vestida con un largo vestido negro apretado al cuerpo, tacos de color rojos y su pelo previamente recogido, pasando como un muggle ante los ojos de cualquier ser viviente. Arrugó su nariz en muestra de asco, sinceramente no se sentía cómoda ni le agradaban los lugares en donde muggles se reunían a rendir culto a sus entidades. Un rastro de cadáveres a lo largo indicaba a Dánae donde estaba la entrada al lugar, parecía que su adversario había tomado ventaja y se escondió en los confines de ella. ¿Que trampas habrá puesto? preguntó en voz alta, no le importaba que él la escuchara, después de todo eran como iguales.

 

Las finas terminaciones de porcelana y oro, las antiguas pinturas expuestas a lo largo de toda ella en la parte superior eran realmente admirables, si bien estaba acostumbrada a todo esos lujos por la antigua Ciudad donde vivía su madre en Roma. Mientras caminaba bajo la mirada y ahí estaba aquel hombre al cual se enfrentaría esta tarde.

 

-Un lugar totalmente desolado... Que considerado- Soltó sin emociones. -Muy lejos de casa- Añadió y se posó a 10 metros de él dando la espalda.

 

Giró sobre sus talones con rapidez, desenfundo su varita con agilidad Protego! exclamó la demonio evitando ser dañada por aquel hechizo. Morphos apuntó a la chaqueta del Ravenclaw de inmediato haciendo que se convirtiera en un alacrán venenoso y este lo picara.

 

@@Keaton Ravenclaw

[Keaton Ravenclaw]

Una chica totalmente sin emociones. Vaya, a últimas fechas se le estaba haciendo costumbre al Ravenclaw toparse con personas así, aunque él era todo lo contrario. A decir de sus compañeros de bando, él no encajaba del todo en el perfil, pero le daba bastante igual, porque cuando de matar se trataba... bueno, digamos que Keaton se parecía bastante a la fallecida Bellatrix Lestrange. Sonrió con malicia ante las palabras de la mujer, y es que el hecho de que el vampiro decidiese aquel escenario, era porque quería ver la habilidades de su compañera mortífaga sin ningún tipo de decoración en él.

 

—¡Oh, vamos! No hay que actuar tan fríamente, lo mortífagos no nos quita el placer —Dijo el Black Lestrange en son de burla —Mira que es desconsiderado ni siquiera saludar a un compañero —Añadió.

 

Sin embargo la mujer de tacones rojos ni se inmutó, sencillamente evadió el hechizo de medias lunas que el Animago le había lanzado. Una falta de respeto, pensaba, que alguien que se suponía era su igual, no se dignara a dedicarle un saludo. Pero bueno, ya Merlín se encargaría de los irrespetuosos. La elegancia y la educación parecían no ser la base de todos los magos y brujas europeos. Suspiró.

 

—¡Silencius! —Bramó justo cuando la Black Lestrange empezaba a hablar para lanzar un hechizo. El efecto dejó al instante sin voz a la chica, y con ésto, se evitó el morphos que la mujer tenía destinado a dañar al Ravenclaw —Bueno, supongo que solo vienes a lo que vienes, de acuerdo, démosle —Dijo mientras pensaba «¡Babosas!» De inmediato, de la punta de Santa Teresa, la varita de Keaton, salió un rayo de color púrpura que al impactar en el pecho de Dánae, le provocaría un problema intestinal con babosas, vomitando así a estas criaturas e impidiéndole realizar hechizos verbales.

 

Así las cosas, si todo salía como iba planeando el italiano, aquello sería lento, a no ser claro, que su contrincante decidiera lo contrario.

 

@