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Libro de la Sangre XXV


Hades Ragnarok
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El vampiro suspiró mientras veía el paisaje. Según le habían informado por lechuza los directores de la universidad solo tendría aquel mes un alumno, un aprendiz que intentaría introducirse en los dominios de la sangre. Dibujo una mueca. Muchos habían intentado aquello, muy pocos lo habían logrado. Esperaba que @ no entrara en shock o saliera huyendo como había pasado con alguno de sus antiguos aprendices con el pasar de los tiempos.

 

La vista desde aquel acantilado era hermosa. No había casi viento y el cielo matutino estaba despejado. El silencio solo era roto por una que otra ave que remontar el cielo y bajaba en picada para atrapar a algún pez desprevenido. A la espalda del vampiro se podían ver algunos árboles y mucho más abajo tras de sí sabía que existía un riachuelo. Las rocas de aquel desfiladero eran puntiagudas. Debajo, una tenue línea de agua dulce y mucho mas allá, una abertura casi invisible para la vista si no se sabía exactamente a donde ver. Al escuchar el sonido de pasos que se acercaban a donde se encontraba se volteo y espero pacientemente a que la persona que venía a su encuentro llegara.

 

Observo a los ojos al Black Lestrange estudiándolo.

 

-Bienvenido seas –dijo en tono serio- espero estés preparado para lo que está a punto de suceder, te advierto, como suelo hacer con cada uno de los aprendices, que este libro no es un juego, es el más oscuro que encontraras, aquí aprenderás a realizar sacrificios de sangre no solo para tu provecho sino también para el provecho de los demás –lo siguió mirando a los ojos- puedes atacar, puedes defender, solo si tienes la suficiente valentía de usar el conocimiento

 

Sin más se volteo, no in antes mirar de reojo al chico.

 

-aquí puedes usar cada uno de tus conocimientos aprendidos, tanto en la academia como en la universidad –miro hacia abajo- intenta no morir, no quiero hacer esta vez ningún tipo de papeleo; y si le temes a la sangre puedes irte de una vez, este conocimiento no espera a nadie, si no vas a la par el mismo te consumirá.

 

No dijo una sola palabra más… simplemente el vampiro saltó.

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El lugar más cómodo para llevar a cabo una clase seguramente sería un aula cualquiera, pero también el más aburrido. Cuando le llegó la notificación del comienzo de su clase y del lugar en el cuál se realizaría, sonrió. Tenía muchas ganas de comenzar, se sentía motivado y con ilusión por vincularse a un nuevo libro. Quería aprender hechizos que pudiesen servirle en su día a día, así como otros que le ayudasen en sus enfrentamientos duelísticos contra otros magos y brujas. Era un joven que no evitaba los conflictos, le gustaban. Esperaba poder aprobar sin mayores problemas, de la misma forma que lo había conseguido un par de meses atrás con otro de los libros.

 

Se preparó vistiéndose con una camiseta y unos pantalones, ambos cómodos, sencillos y de manga corta. Se calzó unas botas que los muggles solían utilizar para hacer senderismo por si el profesor tenía la intención de dar alguna especie de paseo por el lugar o si él, después de finalizar su aprendizaje, decidía quedarse por la zona a hacer algo de turismo. La naturaleza y la tranquilidad que esta podía aportar le encantaban y no se negaría a la oportunidad de conocer un nuevo lugar con buen paisaje. Agarró una mochila y metió todo lo que pudiera llegar a necesitar, incluido un pergamino y una pluma por si en algún momento debía escribir. No se olvidaba de su varita, por supuesto, sin ella no tenía nada que hacer, era su objeto más preciado desde que era niño.

 

Cuando terminó de prepararse acudió a la universidad para desde allí y con la ayuda de un traslador aparecerse sin mayores problemas en el acantilado donde su profesor estaba esperando. Eran las únicas dos personas que se veían por ahí. Le daba la impresión de que iba a ser el único alumno, aunque eso en verdad no le importaba lo más mínimo. Le era insignificante tener o no tener compañeros mientras lograse superar los retos y aprobar. No se le olvidaba que en su anterior clase había tenido alguna pequeña discusión con sus compañeros así que en realidad, pensándolo bien, quizá era mejor ser el único. Le hizo un gesto con la cabeza al hombre como forma de saludo mientras este comenzaba a hablar.

 

No te preocupes, de valentía voy sobrado —comentó a su profesor.

 

Sus palabras podrían resultar egocéntricas, pero eran ciertas. Se consideraba un hombre valiente y lo había demostrado en más de alguna ocasión siendo quizá demasiado valiente. Siendo sinceros todo eso de la sangre no es que le llamase demasiado la atención, la sangre nunca le había parecido llamativa ni nada parecido, pero si gracias a ella podía sacar una ventaja estaba dispuesto a hacer toda clase de sacrificios que hiciesen falta. De momento le llamaba más la atención sacrificar para su propio bien y no para el de los demás, pero decidió no comentarlo y quedárselo para sí mismo. La explicación del profesor le resultó enriquecedora para conocer mejor la clase de libro que estaba a punto de conocer.

 

No se le pasó inadvertido que el profesor se había girado y miraba para abajo, como si quisiese saltar desde el acantilado. Y sucedió mientras pensaba en ello. Arqueó una ceja al ver lo que acababa de hacer el hombre y rápidamente se puso en el borde para ver cómo iba cayendo. Se sentó mientras negaba con la cabeza con una pequeña sonrisa, le había tocado un profesor loco pero eso en realidad le agradaba. A pesar de ser su profesor acababa de conocerlo y no confiaba tan ciegamente en él como para disponerse a saltar sin saber con exactitud en qué iba a caer así que esperó lo necesario para preguntarle por ello.

 

¿QUIERES QUE SALTE O TU INTENCIÓN ES HACER LA CLASE A DISTANCIA? —preguntó poniéndose en pie.

 

Sí, al final iba a saltar porque no quería quedarse atrás o pecar de una cobardía que no tenía. A fin de cuentas si en el último momento veía que no era seguro bastaba con pensar en el primer lugar que se le ocurriese para aparecerse y evitar el golpe quedando a salvo. Se aseguró de colocarse en el mismo sitio desde el cuál había saltado su profesor y sin pensárselo dos veces, le siguió...

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El vampiro utilizo el amuleto volador para caer lentamente. Había pasado mucho tiempo desde la ultima vez que había utilizado aquel objeto mágico y se sorprendió al utilizarlo de vuelta, claro estaba, quizás lo más divertido o lo más útil hubiera sido aparecerse directamente en aquella abertura para poder entrar en el lugar al que iban, pero ¿Cuál sería el chiste si se lo ponía de una manera tan fácil a David?, ahora el chico como era obvio tendría que utilizar todos los conocimientos que había adquirido para aprobar aquella clase, más aun, el Ragnarok esperaba que al menos este hubiera abierto el libro.

 

Planeo lo suficiente como para llegar parado hasta aquel sitio. Su ropaje, su túnica negra de seda ni siquiera se mojo ya que había caído en el área seca al lado del rio. Dibujo una mueca esperando a que David decidiera de una vez por todas llegar, mientras más rápido pudieran salir de aquello mejor, aunque claro estaba, al gran pregunta era si el joven aprendiz sería capaz de llegar hasta el final. Una vez que este llego al lado del cainita el Ragnarok rozo el hombro del chico colocando una marca de sangre. Luego de aquello le hizo señas para que comenzaran a caminar por aquel pasillo que se iba iluminando con las antorchas de fuego eterno que se iban encendiendo cuando se acercaban a ellas para luego irse apagando una vez que pasaban aquella zona.

 

Caminaron un poco y todo estaba demasiado tranquilo. Aquello, no le gustaba al cainita. Todo había sido demasiado fácil, ni siquiera una trampa, ni el escuadrón de bienvenida que solía aparecer. Le daba mala espina. Al final, llegaron a una zona con poca iluminación, parecía más iluminación natural más que otra cosa. Sin embargo, aquella zona era mucho más extraña ya que podía sentir el olor del agua salada, cuando en cambio hacia un buen rato habían cruzado un rio de agua dulce.

 

-Nuestro destino se encuentra allá abajo –dijo señalando el agua- así que es mejor que hayas traído tu traje de baño –comento sin más.

 

El vampiro había usado el casco burbujas y mientras se sumergía pensaba en cada una de las palabras que había leído en el oráculo. Luchar contra aquellas corrientes mortales quizás era el pan de cada día para el vampiro, si bien, hacía ya siglos había sobrevivido al naufragio del barco donde iba aquello era muy diferente y obviamente sería mucho peor para los alumnos, él podía usar sus habilidades vampíricas para sobrevivir, pero prácticamente no conocía nada o casi nada de David. Sin embargo, el Ragnarok le había mostrado ya un poco de magia y lo que debería hacer, pero llegar a las puertas de aquella mística ciudad era otra cosa, debía hacerlo solo.

 

Según las hipótesis, leyendas, mitos, y rumores en aquel punto tan escondido se encontraba una vieja civilización mística, una que por mucho tiempo se perdió de vista y nadie había podido encontrar. La Atlántida. La misión aquella vez, si es que él y aquella carne fresca o sacrificio de sangre osaban aceptarla era llegar a uno de aquellos salones y recuperar lo que se encontraba escondido en un cofre sellado. ¿Por qué los Uzzas deseaban aquello?, no tenía ni la más mínima idea, además, ya había aprendido a no hacer preguntas, si ellos pedían algo era porque tenían una razón específica, para probarlo a el mismo y a aquellos quienes osaban pedir aquel conocimiento. Maldijo por lo bajo, como siempre Badru lo enviaba a hacer el trabajo sucio y junto a los alumnos debía realizarlo.

 

Después de unos minutos, quizás horas de luchar contra todo aquello que tenía enfrente, a veces tener que subir y bajar aprovechando las corrientes acuáticas para llegar al destino y no cansarse más de la cuenta, claro estaba, no necesitaba aquello, aun así si quería parecer más “humano” debía comportarse como tal. Dibujo una mueca.

 

Una vez que llego a las puertas de la Atlántida espero a que llegara su nuevo aprendiz no había mirado atrás, esperaba que hubiera sobrevivido a aquella primera barrera mágica creadas para evitar que quien no debiera se acercara al lugar. Observo el sitio con cuidado, buscando la forma de entrar o más bien analizando la situación, sabía que los remolinos y todo lo que habían afrontado quizás no sería nada con respecto a lo que había tras aquellas puertas, por lo que no se dio cuenta cuando el Black Lestrange llegó, ya que, estaba concentrado en no morir en el primer intento.

 

Toco delicadamente aquella puerta y en un segundo una extraña inscripción apareció… “como es arriba es abajo, como es adentro es afuera” leyó aquellas extrañas palabras que se visualizaron solo por un segundo, Se volteo para ver si David había prestado atención a aquello o tenía alguna respuesta, de no ser así seguramente se quedarían afuera y no podrían cumplir por primera vez aquella misión.

 

*************

 

El Ragnarok tardo un poco en dar con aquello pensó en todos los conocimientos que había obtenido de las personas importantes para él y de los viajes y aventuras en su antigua Grecia, allí fue donde encontró la respuesta a aquel extraño acertijo que se les había presentado, pero una vez que cruzaron las puertas era otra historia todo estaba… ¿seco? Una barrera magina no permitía que el agua se adentrara dentro de aquel templo que debían explorar.

 

-Demasiado extraño e interesante para mi gusto –dijo observando de manera seria lo que tenían delante, ya había usado la marca de sangre en el chico, quizás no necesitaría usarla pero debía estar consciente de que cualquier cosa podría pasar y así David podría simplemente aprender en carne propia lo que podría suceder con aquello.

 

Ladeo la cabeza e invoco la daga del sacrificio, la mantuvo en las manos y comenzó a caminar

 

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Cuando apenas quedaban un par de metros para que sus pies tocasen el agua del río, se apareció inmediatamente al lado de su profesor. Hacía muchos años, desde su época de estudiante en la Academia, que había aprendido a aparecerse y tenía tanta habilidad y experiencia haciéndolo que tenía capacidad para arriesgarse de esa manera. Sí, es cierto, podía haber usado ese amuleto que había conseguido al comprar su primer libro... pero había dos problemas. El primer problema es que no quería hacer exactamente lo mismo que su profesor, quería demostrar que tenía su propia personalidad y que hacía cosas diferentes. ¿El segundo? Que el amuleto lo llevaba guardado en la mochila que portaba, no lo tenía puesto. No iba a ponerse todos los anillos y amuletos a la vez, no era elegante hacerlo.

 

Sintió el roce de su profesor y cuando le hizo señas las obedeció de inmediato. Por alguna extraña razón quería hacerle caso en todo a ese hombre, no sabía el motivo, pero lo único que tenía claro es que si ese hombre le pedía que se lanzase al suelo... lo haría. Si le pedía que saltase sin parar... lo haría. En conclusión, que le daban ganas de cumplir todas las órdenes y deseos que pudiera tener su profesor. Se sentía confuso, pero siempre se decía que era más fácil segur órdenes que darlas porque si solamente obedecías no tenías ni que pensar. Le siguió de cerca durante una distancia no demasiado larga. Todo estaba tranquilo, pero no le parecía extraño. A fin de cuentas era la primera vez que estaba por allí... ¿qué iba a poder pasarle en un lugar tan tranquilo como parecía aquel? Pues nada, ¿no? Pronto lo descubriría.

 

Negó con la cabeza, no había traído su traje de baño pero... no le hacía falta. Se quitó los pantalones cortos, se quitó la camiseta corta y se quedó únicamente con su prenda interior que por el tamaño de la misma tapaba prácticamente la misma longitud que podría tapar un bañador cualquiera. Se volvió a poner la mochila guardando la ropa en la misma y agarrando con fuerza su varita hizo dos hechizos. El primer hechizo era verbal, un hechizo para evitar que el agua mojase su mochila, un hechizo que repelía líquidos. El segundo hechizo que realizó fue el mismo que su profesor, un casco burbuja, un hechizo de neutral bastante eficaz para evitar ahogarse una vez que se introdujese en el agua. Sin dudarlo siguió los pasos del hombre sumergiéndose en el agua. Al primer contacto con la misma sintió un pequeño escalofrío, estaba algo fría pero por suerte le gustaba el frío. Hubiera sido peor si la temperatura del agua fuese mucho más elevada....

 

Antes de entrar al agua pensó que sería un recorrido corto y fácil, pero no podía estar más equivocado. Las corrientes que habían eran grandes, eso provocaba que muchas veces tuviese que nada contra corriente gastando más energía de la que le hubiese gustado, y otras, cuando la corriente estaba a su favor, que avanzase más rápido de lo que le hubiese deseado. A la complicación de bucear por esa zona se añadía la tensión que tenía, miraba a un lado y a otro temiendo que en algún momento apareciese algo que pudiese atacarle. Y además, tenía que mantenerse concentrado para evitar perder de vista a su profesor porque no tenía ganas de perderse. No estaba siendo un trayecto cómodo, estaba siendo todo lo contrario y se le estaba haciendo largo. El agua le gustaba pero por esas alturas debía ser ya la vez que más tiempo había estado buceando en toda su vida. Mientras seguía por su camino empezó a sentir que ya no tenía tantas ganas de hacer caso a su profesor en todo, los minutos habían pasado y el efecto de aquella marca también. La marca de sangre se terminaba al cabo de unos minutos y esos minutos ya habían transcurrido.

 

Cuando llegó al lado de su profesor bastante más tarde que él, se fijó en la frase que estaba leyendo. ¿Qué era? ¿Era un acertijo? ¿Una frase filosófica? Para él, en esos momentos, aquella frase no tenía ni pies, ni cabeza. Se sentía cansado de estar luchando contra la corriente y lo que más le apetecía en esos momentos era tomarse un respiro, no intentar acertar qué quería decir todo aquello. Tenía muchas preguntas para su profesor y la primera y esencial era: ¿Qué hacían allí? No tenía ni idea a dónde se habían dirigido, pero moría por saberlo. Sin embargo, resistió sus ganas mientras miraba la frase medio embobado, pero más concentrado en sus propios asuntos que en intentar entenderlo. En todo caso, decidió memorizar aquellas palabras que podrían serle útiles más adelantes y cuando su profesor pareció entenderlo solamente lo siguió. Respiró aliviado retirándose el casco burbuja con un movimiento de varita cuando sus pies pisaron en tierra firme en lo que parecía ser un templo maravilloso donde no entraba el agua. Se quedó quieto contemplado a su alrededor.

 

Para mí, es perfecto. ¿Dónde estamos? —preguntó por fin avanzando por el templo de manera lenta, llevaba la varita alzada pero el lugar parecía tranquilo y solitario.

 

Todo lo rápido que pudo, sacó la ropa de su mochila y volvió a vestirse adecuadamente. Además aprovechó para sacar uno de los anillos que llevaba consigo, el anillo que servía como detector de enemigos. Rápidamente volvió a ponerse a la altura de su profesor con la mochila a sus hombros mientras miraba alrededor. Se fijó que había convocado la daga del sacrificio. El joven miembro de la casa Gryffindor decidió imitarle convocando la daga del sacrificio él también. Había leído en el libro cómo se hacía y era la primera vez que lo intentaba.

 

Parece ser los únicos que estamos por aquí... ¿vas a contarme qué motivo te ha llevado a traerme hasta aquí? ¿Vas a usar la daga contra mí o esperas encontrarte a alguien aquí? —cuestionó observando su detector de anillos. Esperaba que su profesor le respondiese. Por si acaso, todas sus palabras fueron en voz baja, si no eran los únicos en aquel lugar no quería llamar demasiado la atención. No podía permanecer mucho tiempo en silencio porque su curiosidad ganaba sus ganas de mantenerse en silencio por si acaso... —Parece ser que no es la primera vez que vienes... —por la "facilidad" con la que habían llegado. Era eso o que conociese de antemano su ubicación perfectamente gracias a otra persona o a algún mapa. —¿Hemos venido para encontrar algo? ¿Quizá un tesoro?

 

 

 

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El vampiro guardo silencio mientras mantenía la daga en sus níveos dedos. Suspiro. Pensó unos segundos en la respuesta que le daría a David. Escucho los susurros de aquellas almas que se habían quedado atrás, aprendices que no habían podido soportar el peso del sacrificio de sangre. No pudo más que dibujar una sonrisa divertida y desafiante.

 

-Estamos en la entrada a la Atlántida –contesto de manera seria- nos dirigiremos a uno de los más antiguos templos de la ciudad –dijo observando de reojo al chico mientras pasaba los níveos dedos por la piedra de aquella entrada- debes estar pendiente a cualquier cosa, esta de mas que te lo diga, sino… ¿Cómo piensas aprender a utilizar este libro si no conoces en realidad la magia que se encierra en él?, ¿No te has dado cuenta acaso al pasar por cada una de sus páginas que se deben sacrificar muchas cosas? –le pregunto de manera seria sin voltearse mientras estudiaba el pasillo- recuerda que quieras o no, debes usar los hechizos y todo lo que puedas, sino no aprobaras ni sobrevivirás –dijo desafiante- tendrás que aprenderlo, por las malas o las buenas, no es el momento de jugar ni de dudar, si es lo que deseas puedes quedarte aquí o volver por el camino en que llegamos –comento serio.

 

El Ragnarok no dijo nada más esperando quizás el chico saliera corriendo ante aquella primera charla tan seria, aunque parecía ser de aquellos que intentarían llegar hasta el final así al vida se le fuera en ello. Irse o quedarse, era la decisión que debía tomar el Black Lestrange, no le iba a obligar, pero tenían una misión y debían terminar con ella lo antes posible, sino no estaría preparado para lo que vendría después.

 

Comenzó a caminar atentamente pendiente de cualquier cosa que pudiera aparecer. Todo estaba demasiado tranquilo y el escuadrón de bienvenido no había aparecido aun, por lo que decidió contestar las otras preguntas que le había hecho David.

 

-el motivo es simple, debemos recuperar cierto objeto mágico para los Uzzas, normalmente soy uno de los enviado para ese tipo de cosas y aprovecho llevar a los alumnos a este tipo de ”viajes” de conocimientos esperando que así puedan asimilar el libro, aunque no muchos logran llegar al final -estaba serio y expectante- sobre la daga –un brillo malévolo apareció en los orbes oscuros del Ragnarok- supongo que lo descubriremos de un momento a otro –dibujo una mueca de sonrisa para pasar la lengua por los filosos y ponzoñosos colmillos vampíricos- y para contestar a esa última pregunta, la verdad es que he venido antes, me gusta la mitología, explorar los templos y antiguas civilizaciones –se encogió de hombros.

 

Sin perder mucho más tiempo del debido comenzó a caminar por aquellos pasillos que comenzaban a iluminarse mientras iban adentrándose en todo aquel extraño lugar. ¿Qué encontrarían cuando siguieran adelante?, ni el mismo lo sabía, al igual que cuando estuvo en el laberinto del minotauro, sería David quien encontraría las trampas y vería como salían de cada uno de los peligros que pudieran encontrar, él no sabía si lo ayudaría o no, lo que sabía era que el peligro era latente con cada paso que daban.

 

-que divertido –dijo observando algunos huesos que comenzaron a formar criaturas como chacales rabiosos dispuestos a desgarrar tanto al vampiro como a su nuevo aprendiz. Y estos no tardaron en atacarlos.

 

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Se sintió conforme con todas las explicaciones que el profesor le fue dando, obteniendo respuesta a todas las preguntas que había hecho. Estudiar aquel libro suponía un riesgo más grande de lo que podía imaginar, sacrificar algo para obtener una recompensa parecía ser justo pero… ¿merecería la pena? ¿Realmente salía rentable el sacrificar? No estaba del todo seguro, no estaba del todo convencido que, en caso de aprobar, los hechizos del libro los usase muy a menudo. Podrían serle útiles, de eso no tenía ninguna duda pero… ¿estaba dispuesto a pagar el precio?

 

Un sacrificio mal hecho podía llevarle a la derrota, eso era una posibilidad. Sin embargo, no era el momento para pensar en todas esas cosas, no era la ocasión de ponerse filosófico, ni de intentar llegar a la conclusión acerca de lo bien o lo mal que estaban los sacrificios, eso ya podría hacerlo en otro momento. Tenía la daga en su mano y por alguna extraña razón se sentía seguro con ella. Estaba preparado para absolutamente todo y si las cosas se ponían feas siempre podía sacrificar a su profesor para escapar él con vida y completamente sano. ¿Eso se podía? No estaba seguro.

 

El hecho de saber que estaba en la Atlántida le provocaba sensaciones encontradas. La primera es que no se fiaba del todo del profesor, ¿de verdad estaban en ese lugar tan perdido o simplemente quería darle más valor a la excursión? Como fuera, el sitio donde estaban era magnífico. Avanzaba al lado del profesor mirando a todos lados. Le daba la impresión de que en cualquier momento algo o alguien podría atacarlos, pero estaba preparado, realmente estaba listo para demostrar sus habilidades y para enseñarle a su profesor que era un digno alumno del libro.

 

Arqueó una ceja ante las palabras del profesor. Qué divertido, sí… Obviamente todo era sarcástico. Ambos estaban mirando para el mismo sitio, para el lugar donde unos huesos estaban convirtiéndose en unos chacales. No le hacía ninguna gracia aquello, pero en parte no le importaba que apareciesen porque así podría demostrar toda su valía. Respiró profundamente. En una mano portaba la daga, en otra mano portaba la varita y con ambos objetos sería capaz de luchar contra todo lo que se le pusiera delante. Los chacales se dirigían hasta ellos, dispuestos a atacarles.

 

Immolo oppugnare

 

Sabía que eso servía contra humanos, ¿serviría también contra esas criaturas? Esperaba que sí. En el momento que pronunció las palabras se cortó con la daga para que, aquel chacal que se acercaba sufriese el mismo daño que él. Evidentemente el daño que podía soportar un humano era mucho más alto, por lo que aquel corte provocó que el animal sufriera mucho más que el joven. Con ello logró que el primero de aquellos que se acercaban no fuese capaz de llegar a su objetivo. Uno menos. Sin embargo, aún quedaban unos cuantos de los que tenían que librarse. ¿Le ayudaría su profesor o estaba solo?

 

Obedire

 

Pronunció cuando tocó a uno que estaba a punto de morderle. Con ello lograría controlarlo durante unos segundos, justo lo que quería. Pidió a ese chacal que le sirviese como defensa, que le ayudase a protegerse y aunque no resistió demasiado porque estaba en desventaja, el chacal que había sido controlado y que acabó perdiendo la batalla se llevó consigo a otro chacal. Tres habían sido derrotados en cuestión de segundos por diferentes razones. Dos peleando entre sí y uno asesinado gracias al poder de la daga, ahora entendía qué era eso de sacrificarse.

 

Necesitaría de un episkey para poder curarse del corte que se había hecho con su propia daga, pero de momento estaba librándose de que los chacales le atacasen y quería continuar así. Miró de reojo a su profesor esperando que estuviera corriendo la misma buena suerte o de lo contrario tendría que volver a usar la daga pero no para atacar, si no para defender a su profesor.

 

 

 

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El Ragnarok observó atentamente todo lo que sucedía, además de observar atentamente como David comenzaba a utilizar los oscuros secretos del libro de la sangre, supuso que llegado a aquel punto no se rendiría ni volvería tras sus pasos así que se preparó para enfrentarse a aquel primer obstáculo que tenían en frente. Comenzó a mover la varita para sin ningún problema deshacerse de aquellas criaturas que querían desgarrarles el corazón. Había utilizado aquel simple hechizo para simplemente permitir que las criaturas lo atravesaran y fueran a por el único alumno y aprendiz que tenia aquella vez quien de una u otra forma tenía que lidiar con aquel problema.

 

-Muy bien, lo mejor es que sigamos adelante, no vaya a ser que se vuelvan a formar esas cosas inmundas –dijo mientras dejaba pasar el vital gas por sus pulmones inertes.

 

Se volteo para ver si el Black Lestrange estaba resuelto para seguir adelante. Entrecerró los ojos y miro a David de reojo, lo estudió atentamente mas para darse cuenta que no era necesario que usara la daga en él ya que, había tenido que usarla para poder deshacerse de algunos chacales. Así que sin más comenzó a caminar lentamente con la varita entre sus dedos y sus instintos al máximo hasta que llegaron a una bifurcación pero hizo una seña para que no se moviera. A la derecha se podía ver un pasillo lleno de antorchas, había demasiado silencio. ¿Dónde había visto algo así antes?, busco en su mente y en sus recuerdos y recordó aquel pasillo en el cual alguna vez se había adentrado donde rocas enormes comenzarían a caer sobre las personas que pasaran por allí, además de aquel intenso terremoto que haría que cayeran quien sabia cuantos metros hacia abajo. En el pasillo de la izquierda no había absolutamente nada de luz, la oscuridad era prácticamente impenetrable como si hubieran tirado allí polvo de la oscuridad peruano, solo que un paso en falso provocaría que grandes llamaradas de fuego se levantaran quemándolo todo a su paso.

 

-<<¿Y bien?, ¿qué será lo mejor en este momento?>> -se preguntó así mismo mientras estudiaba la situación, era un camino o el otro, no había un tercero.

 

Sabía que pronto tendrían que enfrentarse a la prueba final, y aun le faltaba practicar mas al joven aprendiz aquel sangriento conocimiento, podía usar magia mucho más avanzada para pasar aquellos obstáculos sin problemas pero aunque no quisiera retrasarse más de lo debido debía ver ¿Qué hará su nuevo aprendiz?

 

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Asintió. Tenía ganas de continuar avanzando y olvidarse de esas criaturas por un buen rato, no le apetecía enfrentarse a ellas aunque gracias a los secretos ocultos del libro no había tenido demasiados problemas en defenderse. Había utilizado por primera vez mucho de los nuevos poderes y lo cierto es que le gustaban. Tenía la sensación de que le iban a ser mucho más útiles de lo que se había imaginado y eso era, sin lugar a dudas, una gran noticia. Miró a su profesor con decisión. Estaba dispuesto a continuar la clase y demostrar su valentía y valía, alguien como él no se rendía fácilmente.

 

Lo siguió mirando cada dos por tres hacía atrás esperando que algún chacal volviese para vengarse del fallecimiento de otros, pero por suerte eso no sucedió. Sin embargo, al mirar tanto para atrás iba ligeramente despistado en lo que estaba sucediendo delante suya y faltaron pocos centímetros para que chocase con su profesor cuando este se paró en seco. Iba a preguntarle e incluso recriminarle que se hubiera parado de forma tan súbita, pero no hizo falta porque él mismo comprobó a qué se debía. Acababan de llegar a una bifurcación. Derecha o izquierda... ¿cuál sería el camino acertado?

 

Centró sus ojos en el camino de la izquierda y posteriormente en el camino de la derecha, examinándolos lentamente. Desde el lugar donde se encontraban no podían saber con seguridad cuál sería el camino acertado y posiblemente sería cuestión de azar. De todas formas nada aseguraba que uno de los dos fuese peligroso y el otro no, como tampoco era seguro que los dos caminos llevasen a lugares diferentes. La lógica era pensar que sí, que cada camino llevaría a un lugar distinto pero el mundo de la magia a veces no tenía lógica ninguna y al joven ya no le sorprendía nada.

 

En uno había luz y en el otro no... Los dos eran completamente diferentes y ninguno de los dos daba pistas de cuál podía ser mejor. En el que había luz, en caso de haber enemigos, serían un blanco mucho más sencillo. En el de la oscuridad podrían pasar más desapercibidos pero era una oscuridad rara, parecía provocada y no natural. Suspiró cerrando los ojos. ¿Y si la mejor opción de todas es que se separasen? No, eso podía ser una locura si acababan en lugares diferentes. Estuvo pensando unos segundos cuál podría ser la mejor opción y entonces se le ocurrió una pequeña idea. Esperando pasar desapercibido utilizó su Daga del Sacrificio para realizarle una pequeña herida al profesor en su brazo.

 

¿Cuál era su plan? En el momento en el que le hizo el pequeño corte y se convirtió en el mago de sangre le maldijo usando la Maldición. No sabía qué consecuencias le podía traer eso, puede incluso que le hiciese suspender la clase pero ahora tenía que pensar en su seguridad...

 

¿Qué camino tomarías tú, profesor? —preguntó con falsa amabilidad. Si su maldición había salido bien solamente tenía que elegir el camino contrario al que él prefiriese, puesto que el que él no quisiese, en principio, sería más seguro...

 

 

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