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Barco encallado.


Oniria
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Sísifo:

 

 

 

Me aparecí en aquellas ruinas marinas. Encallado en un acantilado, el cementerio de un antiguo navío. La brisa removía mi cabello ferozmente. A pesar de la apariencia desoladora del lugar, la estructura se conservaba bastante bien, y no había peligro de derrumbes. La madera todavía no había sido estropeada por la humedad. El fuerte olor a salitre se adhería a cada centímetro de madera musgosa de aquel barco.

 

Observé el mástil, largo, imponente, quebrado en la zona más alta, con restos de tela de una vela. Suspiré. Pese al frescor del clima de aquella zona, yo estaba acaloradísimo. El gesto de Leah antes de salir de aquel antro me había desquiciado. Contemplé aquel asta apuntando al cielo, sin poder evitar emitir una suave carcajada. Sabía que era casi imposible ganar aquel enfrentamiento, porque era nulo para el duelo, pero tenía que intentarlo y cobrar mi venganza.

 

Vestía con sencillez. Una camisa negra, unos pantalones ajustados y unas botas militares. Las muñecas desnudas, sin relojes o pulseras para dar flexibilidad a mis movimientos de varita. Mis ojos grises absorbían el color del mar, el oleaje lento. Me coloqué en la popa, en la zona del timón, a esperar blandiendo la varita.

 

Cuando Leah apareció mi mirada centelleó.

 

––Bueno... ¿estás lista para darme una paliza? ––inquirí, divertido–– ¡Incárcerus!

 

Tres cuerdas emergieron de mi varita. Una ataría sus manos para impedirle apuntar con facilidad, otra su cuello para asfixiarla e imposibilitarle el habla, y la última, se enredaría entre sus piernas para hacerla caer de rodillas.

Editado por Niko Uzumaki

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Sintió la brisa marina contra su rostro tan pronto aparecer, golpeando su cuerpo casi con amabilidad. Hacía calor. O al menos ella sentía calor y el frescor del aire ayudaba a solventarlo ligeramente, aunque por momentos no hubiese nada qué hacer. Pensó en una fogata, en cómo se abusaba del aire para avivar el fuego. Sonrió al ver a Sísifo frente a ella, a varios metros de distancia, cerca del timón y por ende, cerca del acantilado. Esto último la hizo estremecerse un poco, pero la estructura parecía estable. La dedicó una bonita reverencia, al hacerlo, su cabello atado casi rozó el suelo de madera.

La sombra del mástil caía sobre su rostro y lo contempló con admiración un momento antes de responder al comentario del vampiro, pensando en si sería capaz de usarlo a su favor. Tal vez sí, tendría que pensarlo bien, pero de momento no era más que una distracción de la que tendría que pasar. Lo miró a los ojos, casi parecían azules a la distancia. Siempre lo veía adorable, pero en ese momento le dio la impresión de que estaba lejos de querer serlo. Su sonrisa se ensanchó mientras adoptaba la postura de duelo, varita en mano. Toda ella se asemejaba al mar, delicada y violenta a la vez, con movimientos fluidos como el agua salada.

-Quizás seas capaz de sorprenderme -dijo al fin, soltando los músculos al ver el hechizo que había optado por utilizar-. Evanesco.

Las cuerdas desaparecieron a medio camino, antes de llegar a separarse por completo para seleccionar sus respectivos objetivos. No había nada a su alrededor que pudiese impedir su movilidad, por ende había dado un paso al frente sin problemas. De inmediato, complementó el movimiento con una floritura que no llevó consigo ningún sonido, pero que se manifestó con magia ante sus ojos.

Seccionatus.

El pensamiento provocó que doce medias lunas cortantes y veloces salieran de su varita, directas hacia el pecho de Sísifo. Se estaba divirtiendo tanto como había predicho. Y tenía mucho que ver con su contrincante, la forma de mirarla y cómo estaba enfrentando la situación. Se irguió en toda su altura, alzando la barbilla. Por un segundo dio la impresión de ser la Mortífaga que era en el campo de batalla, gracias a la forma en que la túnica blanca de combate ondeaba al viento y su cuerpo se mantenía quieto en el lugar, clavado en su sitio por un par de botas pesadas.

Pero esa sonrisa la delataba, estaba lejos de pensar como lo hacía en el campo de batalla. Quería que ganara Sísifo. El porqué solo lo sabían ellos dos, pero ya verían luego.


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Sísifo:

 

 

 

 

Leah, con su túnica blanca, lucía amenazante como tantas otras veces. Me sentí un peón, un civil entre las garras de un ser violento y sediento de sangre. Pero su mirada seguía desprendiendo deseo. Sonreí. Se deshizo de mis cuerdas con un grácil movimiento de varita.

 

Estábamos situados a aproximadamente diez metros el uno del otro, separados por todo el largo del barco. Ella en la proa, yo en la popa, junto al timón pero a una distancia prudencial, por si a ella se le ocurría utilizarlo en mi contra.

 

––Silencius ––sentencié, ahogando su voz. Esbocé una sonrisa cargada de dobles intenciones––. Tengo ganas de ver la venganza que me tienes preparada.

 

––Morphos.

 

Apunté directamente a su alianza, incrustada en su dedo. El anillo dorado se convirtió en una diminuta avispa marina, casi transparente, que rozando sus tentáculos contra la piel inyectó su veneno. En unos minutos le habría producido un paro cardiaco y la muerte si no se curaba.

 

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El silencius afectó su garganta, lo sintió, pero no impidió que el hechizo no verbal saliera. Hizo una mueca, sabía lo que iba a pasar a continuación y el pinchazo de culpabilidad le quitó, de pronto, el calor que sentía. La mitad de las medias lunas se desviaron por el viento pero la otra mitad, con una certera estocada, se insertaron en el pecho de Sísifo, cortando su piel con más violencia de la que pretendía tener con él. Quiso moverse de inmediato, hizo ademán de correr justo en ese momento, pero se cortó antes de hacerlo. Se dio cuenta, en ese preciso instante, de que tenía un grave problema. Un problema que se manifestaría en las batallas, cuando volvieran, cuando su atención se centrara únicamente en el bienestar de Sísifo.

 

Apretó los dientes al ver su sangre y miró hacia lo que él había apuntado tras el impacto de las medias lunas. La alianza. Era demasiado pequeña para lo que había querido hacer y tuvo la impresión de que habría sido letal, de haber elegido otro objetivo. Se preguntó por qué habría elegido semejante cosa para envenenarla. Rió por lo bajo y se tomó un segundo para sacar el anillo de su dedo y guardarlo en uno de sus bolsillos. Era la única prenda decorativa que poseía y no iba a dejar que la usara en su contra en ocasiones posteriores.

 

-No tengo ninguna venganza preparada -admitió-. Pero sí tengo un par de castigos en mente, si no espabilas.

 

Su imaginación voló, tan rápido que tuvo que buscar en qué centrarse, porque sus ojos estaban yendo a un sitio bastante peligroso y con toda la sangre que acababa de derramar, se le estaban mezclando las ideas. Vio en el suelo un trozo de madera, pertenecía a alguna parte del barco que se había astillado. No era muy grande, era perfecto.

 

-Morphos -murmuró. El trozo de madera, ubicado entre ella y Sísifo, transfiguró en un chasquido, convirtiéndose en una pequeña viuda negra. La criatura fue hasta Sísifo, buscando un espacio de piel libre para picarlo y envenenarlo. Luego se le quedó mirando. Había que probarlo-. Silencius.

 

El hechizo hizo vibrar su varita, dándole a entender que había funcionado. Restaba ver qué haría él en consecuencia, aún tenía que curarse de las heridas del Seccionatus.

 

@Oniria

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Sísifo:

 

 

 

Las medias lunas, no todas ellas, impactaron en mi pecho, clavándose dolorosamente unos centímetros en mi piel. Gemí, apretando los párpados. Afortunadamente, el viento había desviado algunas. ¿Cómo podía ser tan torpe? La falta de experiencia, la distracción que suponía Leah... todo en conjunto. Sacudí la cabeza. Fui sacando una a una las hojas cortantes, ahogando mis quejidos.

 

––Morphos. ––Espeté, crujiendo los dientes, justo antes de que Leah lanzase su silencius y éste me impactase, robándome la posibilidad de expresarme. Transformé sus botas en una pequeña medusa Malo Kingi, del tamaño de una uña, que al rozar con sus pies inyectaría su potente veneno.

 

Entre tanto, Leah se había guardado el anillo, previsora, y había convertido un trozo de madera en una pequeña araña que se dirigía hacia mí, amenazante. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la pisé hasta reducirla a un líquido viscoso. Contemplé las heridas sangrantes de mi pecho. No podía emitir sonido, pero afortunadamente para curarme no lo necesitaba. "Episkey", pensé, realizando una floritura con la varita. Los cortes desaparecieron en unos segundos, liberándome de su padecimiento.

 

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Bajó la vista en cuanto sintió un dolor punzante y maldijo por lo bajo. Ahora sí que había espabilado. Empezó a sentirse mal casi de inmediato. La pequeña matarreyes murió en el acto, al estar fuera del agua, y volvió a convertirse en una bota. Lo miró de soslayo, viendo que se estaba curando y supo que estaba en problemas, aunque no lo pareciera en principio. Si no se curaba, iba a morir, y si retrasaba la curación una acción correría ese riesgo. Apuntó a la bota.

-Morphos -sentía la garganta un poco rasposa pero el hechizo tuvo el efecto deseado.

La bota se transformó de inmediato en un Bezoar y ella se apresuró a tomarlo y llevárselo a la boca. Consumir una piedra no era agradable, pero la sensación posterior lo era en parte. El mareo cesó y el envenenamiento dejó de amenazarla. Al menos por eso no debía preocuparse. Sísifo por su parte ya había solventado el problema de las medias lunas, además de deshacerse de la araña. Lo meditó.

Crece-Uñas. El pensamiento provocó que un rayo amarillento saliera de la punta de su varita, con una velocidad vertiginosa que amenazaba con dar de lleno en Sísifo. No lo dañaría, simplemente limitaría su puntería y si eso ocurría, no podría atacarla con rayos e invocaciones en turnos posteriores. El joven tendría que pensar bien su estrategia si quería sacarle ventaja otra vez.


@Oniria


Edito: con permiso de mi contrincante, edito para reemplazar un hechizo de MO por uno de Base ;o; lo shento. Editado por Leah Ivashkova

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Sísifo:

 

 

 

Observé cómo Leah se curaba del envenenamiento con un bezoar y me tranquilicé, aunque la adrenalina del enfrentamiento me mantenía con una extraña furia vigorosa. A los vampiros nos encantaba el peligro, y en cierto modo, la violencia. Sonreí a la distancia. Tenía ganas de abrazarla con mucha presión, invadido por un impulso sobrehumano.

 

––¡Expelliarmus! ––Grité, justo antes de que su rayo silencioso me impactase. Su varita salió despedida unos metros más allá, justo debajo del mástil quebrado. Mis uñas crecieron rápidamente, confiriéndome un aspecto desproporcionado, como si tuviese las manos de un perezoso. Reí ante aquella visión tan extravagante. Lo malo, y no tan divertido, es que mi puntería se vería gravemente afectada. Sólo podría recurrir a un efecto para mi siguiente acción.

 

––Accio varita de Leah ––murmuré, observando fijamente aquella vara de cerezo, extraordinariamente larga, con empuñadura de plata. Una sonrisa maliciosa se plasmó en mi rostro.

 

La varita se removió en el suelo, junto al asta del barco que proyectaba su sombra sobre ella, antes de dirigirse hacia mi mano libre.

 

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Una parte de su orgullo se sintió quebrantada por aquello. Sin embargo, se le pasó de inmediato. Con la sonrisa de Sísifo y sus uñas creciendo desmesuradamente, alrededor de las dos varitas, no podía enfadarse. Rió a carcajadas y avanzó por el barco, directa hacia él. Era la primera vez en años que alguien le ganaba en un duelo y se preguntó si tendría que ver directamente con la relación que tenían, con la forma en que habían crecido las cosas. O solo porque estaba distraída. Se puso de puntillas y buscó sus labios, tocando apenas con los dedos la superficie de su varita, presa en las manos del vampiro.

 

-Finite Incantatem.

 

El efecto del Crece-Uñas terminó de inmediato, mientras ella se deleitaba en un beso con él. No se podía decir que era un beso tierno, había algo demasiado grande detrás. El calor volvió a azotarla.

 

-¿Quiere usted reclamar su premio?

 

Lo quería y ella también lo quería, pero no iba a quedarse en el borde del acantilado. Apenas miró por encima de su hombro, lo que le permitía la altura, y sintió un escalofrío imposible de ignorar. Se abrazó al cuello de Sísifo y juntos desaparecieron, a donde él quisiera. Porque ella había perdido y él, hasta nuevo aviso, sería quien decidiera.

 

@Oniria

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