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La libélula encantada (MM B: 111815)


Dorothy Anne
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En el corazón del callejón Diagon entre los grandes locales comerciales y modernos que se ubican a lo largo de sus calles sobresale la arquitectura de un edificio construido en el siglo XIX que da lugar al centro cultural La libélula encantada. Un tesoro de la arquitectura que ahora es el hogar de diversas actividades que se realizan dentro de sus muros. Fue construido al tradicional estilo de las casonas de abolengo de Irlanda antigua.

 

Como dato histórico curioso se puede mencionar que todas las piezas de maderas fueron elaboradas con roble canadiense, mientras que las piedras y otros materiales utilizados fueron extraídos de canteras en Escocia. Fue Ailbert, de origen escocés, el que tuvo la idea de crear un centro cultural en las calles de Ottery. Años atrás el negocio prosperaba, pero al pasar en tiempo y con el cambio de la ideología social, el centro fue decayendo poco a poco. La personas ya no le daba tanta importancia al conocimiento, pues estaban enfocados en las novedades del momento. Unos meses antes de morir, con las energías apagadas de un viejo y al ver que su local era caso perdido, Ailbert lo puso en venta a muy bajo costo. Sus compradoras fueron dos brujas optimistas, ansiosas de brindar al pueblo un ambiente diferente, e ilusionadas de poder cambiar nuevamente las exigencias del mundo por aquellas que sí eran importantes: el amor por el conocimiento.

 

Las actividades que se llevan a cabo en este centro cultural tienen como objetivo expandir a creatividad del individuo y desarrollar ese lado humano que muchas veces se ve opacado por las banalidades del día a día. El centro brinda un entorno agradable que resulta deleitante para cualquiera que lo presencia. Los sentidos se encuentran en armonía: los colores son suaves y pacíficos, el olor que emanan los inciensos agradable y neutro, y los fondos musicales tienen la capacidad de calmar y acariciar como bálsamo a las mentes más agotadas.

 

Cuenta con varias salas para llevar a cabo los diversos talleres que se dictan en el como pintura, literatura, escultura y música. Cada una de las salas a cargo de un instructor. Una sala dedicada a los niños en donde podrán encontrar juegos de todo tipo tanto mágicos como muggle para liberar su creatividad. Un hermoso patio en donde se realizan eventos, un vestíbulo en donde se realizan pequeños conciertos de cámara, una biblioteca abastecida de libros y pergaminos que abarcan gran cantidad de temas desde siglos atrás.

 

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Hay una galería de arte con las obras más importantes de los alumnos de La libélula encantada. Las obras varían desde lienzos con diferentes técnicas, hasta escultura de barro y papirotecnia, o cualquier creación que nazca de la mente del artista. Se cree firmemente en la capacidad del arte y del conocimiento como portal para aquellos que quieren trascender y elevar su espíritu y autoconcepto de sí mismo.

 

En cuanto al café, se escogen los mejores granos provenientes de Sudamérica y se seleccionan con detenimientos. Hay unos que poseen un aroma a rosas, otros a vainilla o de canela. El cliente puede elegir el grano de su preferencia y decidir si lo quiere en frappé, helado o caliente. El área de panadería tampoco se queda atrás: las masas son hechas con el mejor trigo de la cosecha y no contienen levaduras, sino que se dejan reposar durante días para dar con la textura y el aroma tan característicos de un buen pan. Se ofrecen además croasanes, galletas, muffins, entre otros tantos. Se encuentra en uno de los jardines adjunto al patio principal en donde se tendrá la mejor atención a manos de Katy .

 

Todas las semanas se coloca una cartelera con los eventos que se llevarán a cabo. Además de eso se les envía una lechuza a los clientes suscritos para informarlos de las nuevas novedades. Los horarios puedes variar y esta sujetos a cambios. Para registrarse a alguna clase los clientes deberán anotarse en una lista, esto puede hacerse directamente en la recepción, o por correo. Este centro ofrece a sus pacientes una experiencia mágica, y no precisamente por el uso de hechizos y encantamientos, sino por la gran armonía y conexión que se crea con el arte.

 

 

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Instructores y empleados

Pintura - Pier

Literatura - Gabriel

Escultura - Miguel Angel

Música - Charles

Cafetería – Katy

Biblioteca - Magda

Criaturas

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Objetos

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Elfos

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Propietarios

Dennis Delacour

Dorothy Anne

Topic de registro

Editado por Dorothy Anne

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Dennis aún no podía creer lo que estaba sucediendo, la notificación de que ya local estaba listo para empezar a funcionar dentro del murmullo y correrías que representaba el Callejón Diagón. Parecía ya muy lejano el día en que en compañía de su ahora socia habían comprado el edificio que fuera en sus buenos tiempos el centro cultural más movido y representativo de su época, pero por los cambios que el tiempo le habría traído y el desinterés de las personas por instruirse en diversos artes lo había llevado a fracasar poniéndose en venta a un precio muy bajo, esto fue una ayuda para ellas ya que de lo contrario habría sido imposible comprar esa joya de la arquitectura de mediados del siglo XIX.

 

En el momento en que había visto imágenes del edificio lo había amado por completo, necesitaba muchos arreglos y eso tuvo su costo pero ahora deteniéndose justo al frente de la estructura que le hacía pensar que se hallaba en otro tiempo entendió que cada galeón que se invirtió estuvo muy bien gastado. El lugar era atrayente de por sí y todo lo que encerraria haría que fuera un sitio al cual no podrías dejar de visitar.

 

Esperaba que toda la comunidad mágica pudiera aprovechar los diferentes talleres y oportunidades de aprendizaje que se brindarán dentro del centro, apreciar la enorme biblioteca, disfrutar de un delicioso café o té en compañía de amigos mientras se disfruta de las actividades del lugar o simplemente pasar una tarde agradable distrayéndose con todo lo que el arte y el conocimiento les puede brindar. Solo esperaba que como ella pudieran ver todo lo que había más allá de lo que se veía a simple vista, el corazón de este lugar estaba lleno de oportunidades para ser mejores y disfrutar mientras se hacía.

 

Cruzó el umbral de la puerta y sintió como ese sueño que había conversado meses atrás con Dorothy cuando todo empezó se hacía tangible frente a ella y a su alrededor, era hora de dejar volar la imaginación y la creatividad y dedicarse a ser felices con todo lo que se podía aprender cada día.

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Dorothy se sentía muy ilusionada ese día. Después de su regreso a la Orden, se podía decir que su vida se había vuelto algo monótona, lo cual le aterrizaba, porque temía regresar a los oscuros años en los que estuvo divagando por el mundo. Fue por eso que cuando vio un anunció de una vieja y olvidada casa a la venta, que anteriormente había sido un centro cultura, no dudó en visitarlo. Fue junto a Dennis, una de sus compañeras del cuartel, ambas compartían el mismo espíritu soñador que la impulsó a realizar la compra.

 

Pasaron unas cuantas semanas para que el lugar estuviese habitable otra vez, con la ayuda de la magia y de unos cuantos elfos poco a poco se le fue dando vida el lugar: las paredes se pintaron de blanco, el piso se pulió, las plantas se regaron hasta hacerlas sonreír nuevamente y se inundó la casa con muebles y obras traídos desde diferentes partes del mundo. Era un centro cultural, debía tener un poco de cada rincón del mundo, cualquiera que entrase en el –sea cual fuese su proveniencia- se sentía acogido. Se sentiría como en casa.

 

Entró al lugar rebozando de alegría, podía decirse que La libélula encantada era para Dorothy algo así como burbuja de paz, en donde reencarnaba toda esperanza de hacer el mundo un lugar mejor, en donde podía creer que algún día existiría la paz existencial para todos. Se sentía protegida bajo las columnas imponentes que se alzaban alrededor del jardín interno, y acariciada tiernamente por los bambúes y las petunias.

 

Divisó a Dennis a lo lejos y le sonrió. Su personalidad tímida la obligaba a mantener cierta distancia con las personas, sin embargo la bruja se había vuelto muy especial para Dorothy en los últimos días, especialmente por su arduo trabajo y ayuda con el establecimiento del nuevo local. Los trámites resultaron sencillos, a diferencia de lo que ambas pensaron, solo tuvieron que recopilar unos cuantos documentos y acudir al Ministerio de Magia para que se los aprobasen.

 

—Dennis, que bueno verte aquí. Pensé que no habría nadie.—confesó ella, para romper el silencio. Luego recordó algo. —Oh, he traído los últimos cuadros que faltan por colgar, ¿te gustaría ayudarme a conseguirles un lugar? Todo luce tan… perfecto, que me da miedo arruinarlo.

Editado por Dorothy Anne

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Caminaba por los pasillos del lugar aspirando ese aire de renovación que se sentía en el ambiente. Se había realizado un trabajo arduo para volver a restaurar la gloria de antaño de ese hermoso recinto y se había conseguido en su totalidad sin duda alguna. Fueron muchas noches de desvelo trabajando con Dorothy y los elfos, recordaba lo feliz y entusiasmado que su pequeño elfo Percy estaba siempre ya que el decía que sería un lugar maravilloso además de que Dennis le había dado autorización de ir al centro cuando quisiera y tomar los cursos que le gustaran o usar la biblioteca sin problema alguno ya que el elfo sabía leer.

 

Estaba inmersa en sus recuerdos que no noto la llegada de su compañera de sueños y aventuras en este nuevo camino de los negocios, aunque para ellas este local era mucho más que un negocio, era una ilusión hecha realidad. — No pude evitar venir apenas todo quedó listo, tenía mucho entusiasmo por recorrer cada rincón ahora que estamos listos para abrir — dijo a Dorothy con una sonrisa, recuerda cuando recién se conocieron en los terrenos de la Orden que se llevaron bien al instante, aunque nunca alcanzo a imaginar en ese momento que serían buenas amigas y mucho menos socias, pero hasta ahí les había llevado su camino y no podía estar más agradecida por eso.

 

— Si claro que te ayudo con eso — se acercó para recibir algunos de los cuadros — creo que a mi me pasa igual, veo todo y creo que aun estoy soñando, pero ya veras que haremos de este el mejor lugar de todos — terminó diciendo al tiempo que le regalaba una sonrisa a la joven y empezaba a observar alrededor buscando el sitio ideal para los cuadros.

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La vida de una persona cambiaba continuamente, a veces de manera brusca e impredecible. Sin darse cuenta se había convertido en una persona solitaria y narcisista. Cada dos por tres buscaba lugares perdidos, tranquilos y solitarios donde pasar unos días sin otra compañía que la de su elfo doméstico. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que salió a tomar una cerveza de mantequilla o un whisky de fuego con la compañía de sus viejas amistades. No recuerda la última vez que ha compartido un beso o una velada con una dama, ni la última ocasión en la que ha ido a una gratificante comida o cena familiar. Uno de los lugares que más ha visitado en los últimos meses es la universidad, buscando ampliar sus propios conocimientos y facultades mágicas pero quiere cambiar eso, no quiere que su vida siga girando en torno a libros de hechizos y magia desconocida hasta hace un tiempo.

 

El lugar elegido para empezar a realizar cambios en su monótona vida era el Callejón Diagon, el mejor sitio sin duda alguna. Hace tiempo era un empresario con cierto éxito que llegó a tener abiertos tres negocios que funcionaban bien, o al menos que le daban los suficientes galeones como para poder permitirse un nivel de vida alto, lujoso incluso. Su trabajo, su ocio, su hogar y su vida estaban en el callejón y había pasado semanas enteras sin salir de el para nada. Nunca se había aburrido estando allí, siempre había un montón de cosas que hacer, que ver, que comprar... En su momento casi podía presumir de conocer cada uno de los negocios, pero ahora era muy distinto. Algunos habían abierto, otros cerrados y unos pocos incluso habían desaparecido para siempre. Era el momento de ir, de descubrir qué había cambiado y de hacer algo divertido. No tenía ningún plan fijo, todo sería espontáneo.

 

Avanzaba con paso tranquilo por las calles, echando un vistazo rápido a los escaparates que iban apareciendo a su lado. Por mucho que le pudiese apetecer, no estaba allí para gastarse galeones. Últimamente estaba siendo muy estricto con sus propias cuentas, hacía números cada dos por tres para asegurarse de que tenía lo suficiente para poder adquirir todo aquello con lo que soñaba. En la actualidad estaba parado, sin trabajo y por supuesto sin ingresos. Su bóveda de galeones tenía una buena cifra, pero sin ingresos era consciente de que con más velocidad de la que le gustaría se iría quedando sin monedas. No era un asunto que le agobiara, pero sí que le preocupaba. Tenía que buscarse pronto un trabajo pero no sabía de qué. Había mirado hace un par de días las ofertas laborales, para el empleo que más le llamaba la atención no tenía los estudios necesarios y para otro que le gustaba no había vacantes, no sabía qué hacer.

 

Sumergido en esos pensamientos no fue consciente de lo que iba sucediendo a su alrededor hasta que sus pies lo hicieron pararse delante de un negocio con una arquitectura que no era actual. Le llamó la atención a primera vista y pensó que ese podía ser un buen lugar para entrar. Miró a su alrededor para ver si veía cerca un negocio que le llamase más la atención, luego se miró sí mismo para asegurarse de que la túnica sencilla que llevaba estaba limpia y sin pensarlo dos veces abrió la puerta accediendo al interior del lugar. Echó un rápido vistazo a su alrededor y se movió por el lugar tranquilamente mirando todo lo que se iba encontrando y escuchando lo que parecía ser una voz femenina. No sabía de quién se trataba, no sabía si venía de una propietaria, de una clienta o de alguien que había entrado por error pero no pudo evitar soltar la pregunta que le había surgido desde el primer momento que había visto el nombre del local.

 

¿Por qué libélula? —cuestionó por mera curiosidad acerca del nombre del negocio. Él nunca había sido muy bueno poniendo nombre a las cosas.

 

 

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—Es un sueño. Se siente mucha calma al entrar—corroboró mientras seguía observando su entorno. —. Espero que los otros también puedan ver lo que tú y yo vemos en este lugar. Seguramente mañana estarán llegando los instructores y demás, debemos empezar a establecer el horario.

 

Dorothy hizo aparecer uno cuadros, y los dejó descansar sobre la pared. Las obras estaban rigurosamente envueltas con papel periódico, no quería que se fuesen a estropear. Caminó hasta ellas y tomó una, para después quitarle la envoltura. Fue apareciendo un lienzo plasmado de colores neutros y estilo surrealista, o al menos eso fue lo que consideró. Se preguntó si se trababa de algún artista famoso, tal vez Miró, pero después desechó la idea: obras así se encontraban en los grandes museos alrededor del mundo, no en su centro cultural. Sabía que tanto Dennis como ella se encargarían de dar a conocer piezas de arte clandestinas, pintadas por algún artista anónimo o desconocido.

 

— Quedaría muy bien en el salón de lectura, sobre esa pequeña mesa con sillas grises—en cuanto hubo dicho esto Gary, su elfo, apareció. Tímido y callado como siempre lo había sido, esperando cualquier orden para ponerse en marcha.

 

Si el negocio prosperaba en unos cuantos años, quizás el viejo Ailbert podría ver su sueño aflorar nuevamente. Nada le daría más gusto a Dorothy que ver la cara del anciano iluminarse nuevamente. A una edad como esa, solitario e incapacitado por el mismo cuerpo gastado, pocas cosas podían animarlo. Tal vez, y solo tal vez, le darían una última razón para morir feliz: ver su negocio prosperar otra vez.

 

De pronto un joven apareció, o posiblemente ya se encontraba ahí, solo que no se había percatado de su presencia. El mago hizo una pregunta directa, sin siquiera saludar. Dorothy era una de las primeras en cuestionar las normas sociales establecidas, como darle una razón a tener que decir buenas tardes o buenos días a un completo desconocido. Sin embargo, estaba tan acostumbrada a los protocolos habituales que no pudo evitar sentirse descolocada ante la pregunta. Miró a Dennis por unos segundos, quería ordenar las ideas en su cabeza, esperando que su compañera ya las tuviera claras. Otros segundos más y contestó.

 

—Pues… las libélulas representan madurez emocional y conocimiento de uno mismo, además de pureza y equilibrio—hasta ahora iba bien—. Creemos que el establecer un vínculo con el arte y conocer el mundo que nos rodea permite una mayor introspección y reflexión. Y bueno, eso es lo que queremos lograr aquí.

Guardó silencio cuando creyó que la duda del joven había sido contestada.

 

Ella podía explayarse mucho más, podía decir, por ejemplo, que cuando una persona se conocía realmente, sus debilidades y fortalezas, sus miedos y deseos, era más consciente de él y del mundo que lo rodeaba, que era más consciente de cómo sus acciones podían impactar en los demás, o porqué decidía hacer lo que hacía, pensar lo que pensaba, o decir lo que decía. Si existiera ese nivel de consciencia en todos probablemente harían del mundo un lugar mejor. Pero claro que eso no lo dijo, lo consideraba demasiado idealista como para ser tomado en cuenta. Era una pena que Cassie, la recepcionista, no hubiese llegado aún, probablemente sabría qué hacer.

 

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Dennis escuchaba atentamente las palabras de Dorothy mientras asentía con la cabeza y esbozaba una amplia sonrisa, — Yo también espero lo mismo, que la gente pueda encontrar un refugio para su espíritu y mente y a la vez aprender de cada cosa que podamos brindarles — La verdad es que la joven Delacour siempre había sido una soñadora y le gustaba ver lo bueno de la vida en cada cosa que hacía o emprendía y ahora teniendo el negocio en conjunto con alguien que entendía su punto de vista era simplemente genial.

 

—Creo que se verá maravilloso en ese lugar, y estaba pensando que en el área del taller de pintura podríamos colocar alguno de los abstractos de esos artistas independientes que me cruce en la Rue Crémieux en París cuando buscaba algunas pinturas para el lugar — Había sido un viaje relámpago de un par de horas pero suficiente para encontrar hermoso arte aunque no fuera de artistas conocidos.

 

Mientras seguían entretenidas en ultimar los detalles de lugar una voz a sus espaldas las sacó de su tarea para plantearles una inquietud ante la que su compañera tomó la palabra para responderle al recién llegado. Esa respuesta ya la conocía, se había informado al respecto cuando buscaban nombres para su nuevo lugar. Tal vez el joven había entrado guiado por la curiosidad acerca del local y eso era lo que querían generar en las personas, curiosidad por conocer y crecer en su aprendizaje ademas de disfrutar gratos momentos en compañia de otros o de si mismos.

 

— Buen día, como te dijo mi compañera es un amplio significado, además de que también está relacionado con la comprensión del significado de la vida porque es acerca de la perspectiva que tenemos de nosotros mismos y de lo que nos rodea, y de cómo podemos cambiarla. En cierta forma lo que pretendemos es dar las herramientas o al menos un lugar en el que puedan aprender de sí mismos y sus habilidades o simplemente de sentirse libres realizando alguna actividad o disfrutando de la lectura o un delicioso cafe. Nada nos ayuda a encontrar mejor la madurez mental que el conocernos a nosotros mismos — termino de hablar con una sonrisa, esa era en cierta forma su meta, ayudar a los demás a conocer de que podían ser capaces si tenían la guía adecuada.

 

Y antes de que olvidara que no se había presentado, extendió la mano hacía el joven, — Y mucho gusto mi nombre es Dennis y ella es mi amiga Dorothy, somos las dueñas de este hermoso lugar — dijo mientras observaba a su alrededor.

 

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Centró toda su atención en las dos mujeres que se encontraban allí, alternando la mirada de una a otra esperando con curiosidad y paciencia cuál de las dos sería la encargada de responder a su pregunta, si es que alguna lo hacía. Esperó unos segundos tranquilamente hasta que una de ellas se atrevió a hablar. Pronto entendió que no había sido un nombre puesto al azar o de casualidad, también comprendió porqué no era tan bueno como otras personas en ponerle nombre a las cosas. Cuando él había tenido que hacerlo había sido mucho más simple y básico en sus razones.

 

Su primer negocio se había llamado los siete magos, siete por ser el número supuestamente mágico y magos por razones obvias, los clientes serían magos. Su segundo negocio había tenido por nombre el fénix hambriento. Fénix era una criatura que en su momento le había gustado, sin más. El motivo para llamarlo hambriento era claro, si alguien no tenía hambre no iría a una frutería a comprar algo para comer. Sobre el nombre de su tercer negocio poco podía decir, ese había sido puesto por sus dos socias y no le habían dejado participar conocedoras de su falta de imaginación.

 

Se rascó ligeramente la nuca mientras hacía esfuerzos para seguir prestando atención y no perder detalle de las palabras. En cierto modo agradecía que le hubieran dado una explicación tan larga y buena, pero por otro lado le era más que suficiente. Se hubiera conformado con un motivo mucho más banal, por ejemplo que una de las dos se hubiese encontrado con una libélula mientras se decidían a abrir un negocio. Al parecer acababa de conocer a las dos -y posiblemente únicas- amantes de las libélulas en todo el callejón, en todo Londres. Sonrió al pensar en ello.

 

Sabía que no había saludado y que había hecho una pregunta directamente, pero lo había hecho a propósito y no le importaba en absoluto si alguien podía pensar que le faltaba educación. Los protocolos sociales le resultaban aburridos y monótonos, ¿acaso cuando alguien desea buen día a todo el mundo lo está deseando realmente? Él era mucho más amigo de la improvisación, de lo políticamente incorrecto, de hacer cosas que no estuviesen del todo aceptadas en la sociedad. Y si en algún momento le llamaban mal educado, echaría la culpa a sus padres.

 

Vaya... nunca pensé que las libélulas pudiesen significar tantas cosas, ¿seguro que no os lo estáis inventando todo para parecer más interesantes? —preguntó arqueando una ceja mientras las miraba con interés, como si tratase de descubrir por sí mismo si le habían mentido. —La próxima vez que una se introduzca volando en mi cuarto no le diré a mi elfo doméstico que la haga desaparecer, le pediré que la eche con cuidado y asegurándose de que sigue su viaje sana y salva.

 

Le resultaba curioso que, sin ser un gran amante y enfermo del arte, los últimos negocios en los que había estado estuviesen relacionados de una u otra manera con el arte. Era posible que el Universo, o vete a saber qué, le estuviese enviando señales de que el arte tenía que empezar a formar parte de su vida de forma más continúa. Era eso o que el Callejón Diagon tenía tantos negocios relacionados con el arte que era imposible no encontrar uno, una de las dos opciones. Se llevó las manos a la espalda mientras escuchaba sus nombres.

 

¡Perdedoras! —exclamó con una sonrisa en sus labios. —Mientras vosotras solamente tenéis una "D" en vuestro nombre, yo tengo dos: soy David.

 

Estrechó la mano a la mujer que se la ofreció. Acababa de demostrar su vena competitiva, que llegaba hasta el extremo de sentirse ganador por tener más "D" en su nombre que las otras dos. Le causaba cierta gracia haberse encontrado con dos personas que tuvieran un nombre que empezase por esa letra justo allí cuando de normal por Ottery no había conocido muchas. Era un detalle sin ninguna importancia, era anecdótico pero era una persona que se fijaba en esa clase de tonterías. A fin de cuentas pensaba que los detalles pequeños eran los mejores.

 

Pero no os sentir mal, no es culpa vuestra —dijo acercándose y apoyando su mano con cuidado en el hombro de aquella con la que no se había estrechado la mano: Dorothy. Era una forma de consolarlas por esa "derrota". Siguió andando pasando de largo del lugar donde se encontraban alejándose un par de pasos mientras miraba a su alrededor, con sus ojos centrándose en especial en el techo, esperando ver por ahí algo que volase. —Como se llama libélula encantada... ¿tenéis libélulas sueltas volando por aquí como homenaje?

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Instantes después de que guardara silencio Dennis tomó la palabra. Fue una suerte, porque Dorothy temía los silencios incómodos, lo que contradecía mucho su gran inclinación por la muda y callada paz. Se dedicó a asentir ante las palabras de su compañera, seguramente con eso el joven ya no tendría ningún tipo de dudas. También se preguntó si realmente tenía algún tipo de curiosidad por conocer el origen del nombre, o sencillamente hizo la pregunta como una forma de anunciar su presencia.

 

—Cada cultura le da un significado distinto…—se limitó a contestar. En cuanto a lo de querer parecer interesantes o no prefirió guardar silencio.

 

Ella misma se quedó reflexionando acerca del impacto que podría tener el nombre en los demás, ¿lo considerarían intrigante también? Luego dibujó una leve sonrisa en su rostro, eso era lo que hacía cuando no encontraba nada que decir pero tampoco quería mostrarse indiferente. Era de pocas palabras, especialmente con extraños. Se imaginaba la escena del elfo de David eliminando las libélulas, y en seguida las libélulas en peligro de extinción. Si todas las libélulas del mundo desaparecieran… ¿qué pasaría con esa materia? ¿Se convertiría en luz?, ¿esperanza?, ¿cobijo?

 

Dennis se encargó de presentarlas, cuando introdujo su nombre levantó su mano con timidez, como si estuviese diciendo “Hola, soy yo”, su intención era demostrar que seguía el hilo de aquella conversación un tanto inesperada. Cuando el joven las llamó perdedoras se sobresaltó un poco, pero en cuanto vio que solo bromeaba su ceño se relajó nuevamente. ¿La letra D tendría algún significado especial? De ser así entonces podría decirse que ellos tres tenían algo en común. Lo dejó anotado en su lista mental de cosas por investigar, quizás obtendría la información en algún libro de la biblioteca.

 

—Dos “D” en un nombre de tan solo cinco letras. Todo un logro. —terminó por decir cuando el mago tocaba su hombro, mitad sarcástica mitad reflexiva.

 

Observó a Dennis por unos segundos cuando el otro se alejaba unos pasos. Por un momento creyó que era amigo o conocido de la bruja, o que se trataba de uno de los instructores que habían solicitado. Pero no: era de su primer ¿cliente?, ¿visitante? No le gustaba catalogar con el nombre de clientes a todos los que entraban. Automáticamente relacionada esa palabra con dinero, ingresos, frivolidades, y para ella cualquiera que entrara significaba mucho más que eso.

 

—Vendrán al anochecer, o bueno, eso creemos. Realizamos un encantamiento que las atrae, esperemos que funcione.

 

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Dennis no había querido explayarse mucho en la explicación dada al joven pero la verdad es que cuando un tema le apasionaba terminaba hablando hasta por los codos sin darse cuenta hasta que normalmente alguno de sus familiares o amigos terminaba riendo por eso o haciéndole caras para que ya terminara el parloteo incesante al que le daba vía libre en algunas ocasiones. Escuchó al joven decir lo que pensaba al respecto y como de ahora en adelante no haría desaparecer a las pobres libélulas, bueno al menos de esa manera salvarían la vida de algunas si osaban entrar en la casa del chico.

 

Dorothy se veía un tanto tímida mientras conversábamos con el joven por lo que ella había tomado la iniciativa de presentarlas para que al menos el muchacho tuviera idea de con quienes estaba hablando, a ella por su parte le incomodaba un poco no saber con quienes tenía la dicha de conversar a veces y siempre trataba de averiguarlo desde el primer instante.

 

De pronto el joven les soltó de golpe la palabra perdedoras y podría asegurar que sus facciones se alteraron en ese momento porque sintió una molestia al oír eso ya que ellas habían sido amables con él y estuvo a punto de decir unas cuantas cosas cuando completó su frase dando a entender que solo jugaba. Por un segundo casi que le hubiese armado lío al mago y eso era por ser demasiado impulsiva cuando ofendian a sus amigos o familiares, menos mal se demoró un par de segundos para que el terminara su comentario o de seguro habría pasado una verguenza.

 

— Algo realmente curioso el hecho de que en este encuentro abunde esa letra específicamente diría yo y mas que mi apellido también lleva una — dijo sonriendo ahora más calmada después del arrebato interno de mal genio. — Hemos acondicionado la parte del jardín trasero para que estén en un mejor entorno — termino diciendo para completar lo dicho por Dorothy.

 

— Creo que eres el primer David que conozco en Londres aunque el hermano de una amiga también se llama así, supongo que es más común de lo que pensaba el nombre, joven de las dos D — dijo en tono de broma, la verdad es que el mago parecía tener un aire de suficiencia cuando toco el hombro de su amiga así que dejarle claro que no era tan especial al menos bromeando sería bueno.

 

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