Castillo Snegovik (MM B: 111885)

[Leah Snegovik]

Observó a Sísifo en silencio. Le fascinaba verlo con la cámara, la cara que ponía, la forma en que enfocaba y se movía para captar la luz. Agradecía no entender las cámaras del todo. De haberlo hecho, se habría pasado largas horas fotografiando lo más mínimo de él. Porque no había nada que no le gustara de su cuerpo, de su rostro. Por primera vez, le sonrió cuando la apuntó con la cámara. Sería una fotografía única, no recordaba haber sonreído antes para algo así. Pero en ese momento, con Beleiro en los brazos y Sísifo delante, podía sonreír.

Bajó la mirada. Cada vez que Baleiro dormía, se abrazaba a sí mismo. No sabía si era inseguridad o solo un gesto, tal vez la necesidad de ser abrazado. Por eso lo estrechaba con fuerza, para hacerle ver que estaba ahí. Hacía puchero, tenía el ceño fruncido. Incluso en sueños estaba concentrado. Le murmuró algunas palabras en su lengua natal, pasando los labios por su frente y su pelo. Amaba a esos niños tanto como amaba a Oniria y a Sísifo, se los recordaba cada día. Al alzar la mirada, encontró la hermosa mirada de su marido.

-Podríamos idear alguna especie de gala -comentó. Su mano había encontrado la de Oniria, la acariciaba lentamente-. Algo para inaugurar el castillo, ¿no creen?

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[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

 

 

––Sí, es una buena idea ––respondí, dejando de lado mis tendencias antisociales––. Podríamos organizar un baile... con máscaras. Algo muy vampiresco y barroco.

 

Imaginé la escena, el salón decorado para la ocasión, la música escogida por Leah, el vestuario de etiqueta, la cubertería de cristal, las luces tenues. Todos enmascarados para potenciar el misterio, olvidar la proveniencia, la clase. Podría ser nuestra carta de presentación de cara a la sociedad mágica. ¿Nos mantendríamos en la neutralidad, revelaríamos que éramos simpatizantes de las artes oscuras, o fingiríamos que éramos una buena angelical, adalid de la justicia? Leah ya era bastante conocida debido a su puesto en el Ministerio, pero podía ser una oportunidad para mí, por mucho que detestara moverme entre las altas esferas.

 

––Me encanta ––soltó Oniria de repente, sonriendo–– siempre he querido recrear aquel acto de Romeo y Julieta. ¡Podemos hacer una gala temática! Shakesperiana.

 

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[Leah Snegovik]

-Me encantan las mascaradas -asintió-, será interesante. Una gala Shakesperiana.

Sus ojos brillaron. Adoraba armar eventos. Mostrar poderío, gastar dinero, eran cosas de la alta sociedad a las que se había acostumbrado. Podía ver a sus compañeros con máscaras, moviéndose por las salas oscuras que habían alzado. Sería perfecto.

-Traería a los Squibs para que se ocupen de la servidumbre, además del pequeño detalle de la comida -por la forma en que lo dijo, era difícil saber si se refería a que cocinaran o que dieran su sangre. Sonrió-. Ya estoy emocionada.

Y no era para menos. Habían tardado tanto tiempo en construir el castillo, puesto tanto esfuerzo, que no podía imaginarse mejor forma de inaugurarlo que por todo lo alto. Casi podía sentir su bóveda temblando, era maravilloso. Se puso en pie con lentitud, cuidando la cabeza de Baleiro. Tenía esa expresión diplomática usual de su puesto, el semblante de quien tiene una meta importante que cumplir.

-Hay mucho que hacer pero puedo arreglarlo en una tarde. Y necesitamos una máscara, dudo que la Mortífaga sea adecuada -rió.

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[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

 

––Yo quiero una máscara veneciana, negra ––exclamé, ilusionado. Imaginé aquel fragmento de metal ornamentado, lleno de plumas, piedras preciosas––. Creo que todos estamos de acuerdo en que Leah se encargue de la música y la decoración. Ella sabe cómo contentar a las altas esferas. Hay que preparar comida, bebidas exóticas... quiero hacer fotos.

 

Fue la manera más sincera de acabar la frase. Me estaba emocionando tanto que hablaba atropelladamente, con los ojos brillantes, casi alzándome.

 

––Podríamos recrear la atmósfera de Romeo y Julieta en el primer acto, la escena quinta, cuando ambos se conocen en la fiesta de los Capuleto. Nosotros seremos los Capuleto en esta ocasión, y quién sabe quién encarnará a los Montesco.

 

Observé cómo el rostro de Oniria se iluminaba después de sopesar mi idea.

 

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[Leah Snegovik]

Después de escuchar la última frase de Sísifo, se acercó a él y lo besó. Baleiro se removió entre los dos, pero no se despertó. Hizo lo mismo con Oniria y se retiró rápidamente, dejando primero a su hijo en la cuna. Mientras andaba por el castillo, la perseguía una vuelapluma. Su voz hacía un pequeño eco por las paredes, cada palabra se traducía inmediatamente en el sonido de la tinta llenando un pergamino. Era una persona que detestaba con una intensidad infinita a los elfos domésticos, sin embargo, tenía tres bajo su mandato. Tres desgraciadas criaturas que poco solían trabajar, pero que eran perfectos para la ocasión.

-Lune, Loup, Fraise -cuando los llamó, estaba en el recibidor.

Los tres aparecieron en un forzado silencio y realizaron una ridícula reverencia. Uno era más feo que el otro pero Lune era más o menos agradable, tenía la decencia de no temblar como los otros dos.

-Todo lo de la lista, lo necesito en breve -el pergamino flotó hasta Lune.

-Sí, ama.

Otro pergamino apareció entre las manos de Loup. Solo por escucharlo chillar, hizo que llamas lo envolvieran y diera la impresión de que se quemaría. Fraise parecía un poco más gris a su lado.

-Mi firma y autorización para sacar Galeones de Gringotts. En cuanto a ti... -meditó un momento, la elfina estaba al borde del colapso-. Te quedarás aquí.

-Sí, ama -lloriqueó.

Los dos primeros se fueron y ella se quedó con la elfina. Fraise era la peor de las opciones para trabajar pero, en cuanto a decoración, no era del todo deplorable. Le encargó empezar con los preparativos. Dio las instrucciones y después de un par de amenazas, la vio moverse como un rayo de un lado a otro, haciendo lo que ella había pedido. Cuando Sísifo y Oniria llegaron a la primera planta, había una cantidad exagerada de comida, alcohol y objetos de decoración amontonados en el salón. Ninguno de los elfos a la vista. Los muebles ya habían sido distribuidos, solo faltaba lo esencial. Sonrió.

-¿Empezamos?

@@Oniria

[Oniria]

Noche, invierno, Siberia.

Un squib con un esmoquin característico del servicio esperaba en la entrada del Castillo para acompañar a los visitantes hacia el interior. Habíamos decorado el recibidor y la primera planta para la ocasión. Las luces tenues, rojizas, apenas dejaban entrever las siluetas, lo suficiente como para distinguir el rostro de los presentes, su cuerpo, su distancia. En una de las salas dispusimos dos grandes mesas; una repleta de grandes bandejas de plata con manjares exquisitos, otra con ponches, cócteles preparados y botellas de champán. También había un barman preparando cócteles tras una barra.

 

Otra de las estancias estaba reservada exclusivamente para el baile, organizada con biombos, sillones ornamentados, un gran piano de cola y un flamante tocadiscos, aunque para la ocasión contratamos a una pequeña orquesta de cuerda. El blanco y el negro combinaban a la perfección con los trajes de noche.

 

En aquella fiesta era obligatorio portar máscara y vestir de manera elegante, siguiendo el código de etiqueta. Del mismo modo, no queríamos hacer distinciones políticas, de clase o especie. Todos estaban invitados a la esplendorosa inauguración de la Snegovik.

[Leah Snegovik]

La acústica del salón era perfecta, desde el primer instante en que las cuerdas de los instrumentos empezaron a sonar, el sonido de la música se extendió por todo el castillo con hermosa armonía. Había una mezcla maravillosa de olores. La variedad de comida era exuberante, como todo lo que estaba dispuesto para los invitados. Los squibs, los únicos que no llevaban máscaras para ser diferenciados, ocupaban distintos puestos de importancia. En las puertas, cerca de las mesas, todos portando bandejas con distintos manjares.

Y el castillo, por supuesto, lucía espléndido. En el exterior, habían extendido una larga alfombra negra desde el muñeco de nieve hasta la puerta que, por primera vez, estaba abierta. No hacían falta luces para hacer de la construcción llamativa, la forma en que sus paredes repelían la nieve, envolviendo a los invitados y a sí mismo como en una bola de cristal, era suficiente. En el interior, habían recreado e incluso mejorado la fiesta de los Capuleto, en la obra de Shakespeare. De todas las celebraciones que había organizado, esa era la que más conformidad traía a la Warlock.

Salió al encuentro de Sísifo en cuanto lo vio llegar al recibidor. La máscara cubría sus facciones pero ella podría haberlo reconocido incluso a la distancia. Estaba tan elegante como ella y, sí se podía, se veía mejor que de costumbre. Ensanchó una sonrisa. Solía vestir de blanco pero, por la ocasión, había seleccionado un elegante vestido del color del vino. Tenía la espalda descubierta, con el largo cabello cayendo recto por ella, y estaba casi de la misma altura que él. No tuvo que ponerse de puntillas para besarlo. El antifaz era negro, como el suyo, precioso.

-Señor Snegovik, se ve usted muy elegante -le mordió el labio con suavidad.

La noche prometía, seguro.

-¿Dónde está la señora Snegovik? -inquirió, buscando a Oniria en la inmensidad que habían construido.

@@Oniria

[Oniria]

Sísifo:

 

 

 

 

––Usted también, sól-nysh-ka. ––Susurré. Estaba algo nervioso, las aglomeraciones me provocaban ansiedad aunque estuviese ilusionado con aquella ceremonia. Vestía un frac negro, con la camisa y la pajarita blancas. La máscara dejaba al descubierto la nariz y la boca. Estaba tallada en plata, cubierta de plumas oscuras.

 

La orquesta tocaba una pieza de Bach. Nuestros hijos descansaban en la última planta. Contemplé a Leah fascinado. El vestido color vino reforzaba la palidez de su espalda, esbelta, sedosa. Estaba preciosa. Recé porque la decoración y el banquete fuera del gusto de los invitados. Recé también porque estos, que no nos debían nada, decidieran acudir a aquella fiesta improvisada pero preparada con tanto esmero.

 

Oniria apareció correteando. Vestía un traje de chaqueta femenino, completamente negro, que la hacía parecer mucho más delgada y alta. Su cabello blanco estaba peinado cuidadosamente. Hasta ella se había preocupado por mantener las formas.

 

––Siento la demora. ––Musitó, sonriendo.

 

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[Guthrie]

El joven Guthrie emocionado pues era su primera reunión de sociedad en el mundo mágico, no eran muy de su gusto las grandes aglomeraciones de personas, pero por cuidar el nombre y prestigio de su familia decidió ir a dicha reunión.

Vestía un traje todo negro, como usualmente a el le gusta vestir, sencillo y modesto, ya que el es mas de estilo deportivo y algo rebelde, pero venga vamos no quería representar mal el nombre de su familia. El traje le hacia lucir mas blanco que de costumbre, su piel blanca con el brillo de la luna parecía brillar, era como si esta estuviera enamorada de el y de su hermosa piel. Llevaba un antifaz blanco con detalles en plata en los bordes, pero era inconfundible, su juvenil apariencia y vibrantes ojos verdes lo hacían fácilmente reconocible!

 

La música y la comida, era toda una experiencia emocionante y excitante para el, se sentía a gusto y maravillado por la forma en la que los magos decoraban y hacían sus festines dentro del mundo mágico, el enorme salón con una banda tocando armoniosas melodías que iban muy acorde con la ocasión.

 

A lo lejos diviso un grupo de personas conversando amenamente, tomo de una de las mesas una copa de vino tinto, y se acerco poco a poco a ellos y tímidamente les saludo!

 

"Buenas noches señor y señora Snegovik hermoso festín se han preparo la noche de hoy, hermoso castillo, es sin lugar a dudas magnifico"

 

Y volteo a su lado y miro a la mujer junto a ellos y expreso

 

" y usted sin dudas debe ser Leah Ivashkova, la reconocería en cualquier lugar, es grato verla luego de mi visita a su castillo hace algunas semanas atrás, ¿me recuerda?"

 

Estaba asustado y aunque no lo demostraba, se sentía intimidado ante tan eminentes figuras del mundo mágico, se trataba de personas a quienes admiraba y respetaba mucho desde su llegada al mundo mágico! estaba angustiado por su apariencia seria la correcta, si debía estar en aquel lugar, pues no sabia si por su joven edad de tan solo 22 años era apropiada para una reunión de la alta sociedad mágica...

 

Entre tanto el joven Guthrie miraba a todos lados a ver si podía encontrar entre la gente a mas personas que le resultaran familia, se preguntaba si algunos miembros de su familia también asistirían, pues no había hablado con nadie sobre su asistencia a dicho evento y la verdad pues le generaba intriga, aunque con ayuda del alcohol se calmaban sus nervios y se sentía mas a gusto y tranquilo.

[Leah Snegovik]

¿Solecito?

Esbozó una tonta sonrisa al escucharlo y volvió a besarlo, un roce suave sobre sus labios para demostrarle su cariño. Murmuró un "Mi amor" en ruso, justo cuando escuchó los pasos de Oniria. Volteó y se quedó boquiabierta. Lucía preciosa, en toda la extensión de la palabra. Se había preparado en silencio para la noche. Mentalizarse en que los tres iban a dar una fiesta, en el castillo que habían construido. Pero tal vez no se había dado el tiempo suficiente para imaginarse que se iban a ver así. Quería tocarla pero al mismo tiempo no quería destruir lo que había logrado, así que con mucho cuidado se inclinó y posó los labios en los suyos.

-Señora Snegovik, justo había preguntado por usted.

Estaba perdidamente enamorada de los dos, no podía evitarlo. Un squib pasó a su lado con una bandeja de champán y los tres se hicieron con una copa. El primer invitado, un muchacho, arribó mientras sostenían una conversación sobre Romeo y Julieta. Sísifo sostenía su costado, ella estaba sostenía la mano de Oniria. Lo reconocía, sí, porque había ido a su castillo en Rumania hacía un tiempo atrás. Incluso con las máscaras no era ningún misterio quién era cada quién.

-Guthrie, si mal no recuerdo -esbozó una sonrisa amable-. Bienvenido. Parece que ya sabes encontrarme en cualquier lado, has aparecido ya en dos de mis viviendas.

El pequeño grupo rió.

-Mi marido -ensanchó la sonrisa, señalando a uno y a otro-, y mi esposa.

Era la primera vez que los presentaba como tal.

@@Oniria