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Castillo Snegovik (MM B: 111885)


Leah Snegovik
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Leah y Oniria se conocieron hace años. Fueron compañeras de bando y finalmente amantes hasta que Oniria desapareció del mundo mágico. Regresó tiempo después, tras la llegada de un chico misterioso, idéntico a ella, llamado Sísifo.

Sísifo y Oniria eran el resultado de una magia desconocida, oscura, y las dotes creativas de un hechicero que había querido perpetuarse en otro cuerpo, alcanzar la inmortalidad sin padecerla. Eran doppelgängers, unidos en cuerpo y mente.

Podría decirse que Leah se enamoró dos veces de Oniria, dos veces de la misma persona en dos almas distintas, pero sería un error. Realmente llegó a enamorarse de cada uno de ellos, de sus insignificantes diferencias, hasta el punto de entregarles su vida y convertirse en vampiro para compartir con ellos la eternidad.
Su vínculo llegó a ser tan sólido que desafiaron cualquier convención social sacando adelante su relación y teniendo dos hijos, Insomnia y Baleiro.

En este punto surge la idea de formar una familia, construyendo ellos, piedra a piedra, el castillo, la materialización de su afecto, el hogar frío para sus allegados y sus ideales de libertad incomprendidos por el mundo.


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Exterior:
El castillo de la familia está erguido sobre hielo. Su elegante estructura está colocada en el centro de un lago siberiano, dando la impresión de que está en medio de un blanco infinito. Fue construido en su totalidad en piedra negra, roca a roca, por los mismos patriarcas. La idea era crear un lugar cómodo y adecuado para sus hijos, así como para futuras generaciones, pero el resultado fue mucho mejor del esperado. Es una elegante edificación de aspecto lúgubre pero que logra resaltar en su níveo entorno. Un simple hechizo repelente aleja la nieve de las heladas ventiscas, de modo que da la impresión de que está dentro de una bola de cristal.

Sus paredes son altas y estilizadas, al igual que sus torres. Parece más alto de lo que es en realidad; consta solo de una primera planta a los ojos de los desconocidos, sus pisos son subterráneos y solo los conocen los miembros de la familia. Todas las ventanas tienen cristales oscuros y la puerta es una pesada pieza metálica que se abre por arte de magia para sus familiares, pero que debe ser empujada por los visitantes. No existe forma de llamar, es una manera de mantener a los curiosos alejados.




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Primera planta:
En el interior las amplias habitaciones son separadas por arcos de mármol blanco y negro, no hay puertas. El suelo de granito resplandece en contraste con la opaca piedra de las paredes y no hay ningún elemento de color a la vista. Las cortinas, los muebles y las decoraciones, todas, son blancas y negras. Una enorme araña de cristal cuelga en el centro del recibidor e ilumina la sala con cientos de velas que jamás se apagan, por la cantidad de cera que cuelga de sus costados parecen estar encendidas hace décadas. Hay una alta pared al frente, tallado en la piedra está escrito el nombre de la familia y el tatuaje que portan sus miembros.

A la derecha, un comedor excepcional está lleno de bonitas sillas alrededor de una delgada mesa dispuesta para una cena que no suele tener lugar. Siendo vampiros, nadie le da uso, motivo de que no haya cocina. Las paredes están llenas de obras de arte, pinturas al óleo de distintas épocas. La iluminación también es escasa ahí, como en el resto del castillo. A la izquierda, un salón. Una chimenea mantiene caliente el lugar, aunque nunca como para compensar el frío del exterior. La mayoría de los sillones son individuales, están colocados de forma especial para que haya cercanía pero que cada ocupante tenga su privacidad. Un bar de piedra ocupa una parte de la pared, otra en cambio tiene una estantería llena de libros de todos los tamaños.

La última sala de la primera planta está dividida en lo que parece ser un estudio y sala de fiestas al mismo tiempo, sin separaciones, ambas conectadas con el comedor y el salón. Mientras que una mitad está llena de fotografías, así como todo para realizar una sesión fotográfica mágica o Muggle, con instrumentos musicales o atriles con lienzos manchados o sin usar, la otra resplandece con una amplitud digna de un baile de época. Ambas se complementan a la perfección, siendo que una tiene una iluminación artificial mayor que la otra. Juntas parecen ser el antes y el después, un toque de diseño especial para una familia artística.


Lago:
Como no hay patio, ni delantero ni trasero, no hay entradas o salidas a excepción de la puerta principal. Sin embargo, hay una compuerta oculta entre habitación y habitación, justo donde la luz hace el cambio. Por ella se accede a un pasillo de hielo iluminado por antorchas que no llegan a derretirlo. Su salida, después de varios minutos de caminata, da a la única sección del lago que no está congelado, muchos metros por debajo de la superficie. Es un espectáculo de hielo y agua azul, con muebles elaborados en hielo y la posibilidad de meterse en el interior, para aquellos que logren soportar las bajas temperaturas. Un hechizo simula el cielo estrellado y otorga la sensación de estar al aire libre.





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Habitaciones:
El resto de las habitaciones se pueden encontrar por pasillos igualmente disimulados en las paredes. Se puede acceder a las torres desde las esquinas del castillo, todas llegan hasta el último piso subterráneo y están conectadas por largas escaleras de caracol. Las habitaciones familiares están dispuestas en los pisos inferiores. Todas son en principio iguales, amplias, negras y con escasa luz pero cada miembro es libre de decorarla a su gusto. Un factor importante del castillo es que no hay una habitación que carezca de una biblioteca. Cientos de libros de todos los idiomas llenan el castillo.



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Último piso:
El último piso pertenece en su totalidad a Sísifo, Oniria y Leah. Cada uno tiene un espacio personal acorde a sus gustos pero, en sí, es una habitación para los tres. Hay libros, fotografías, pergaminos sueltos, frascos de pociones y un piano de cola. Toda la habitación grita una mezcla perfecta de los tres. Solo hay una cama, grande, centrada al final de la habitación. Es su lugar de refugio y solo ellos pueden acceder a ella. En la edad infantil Insomnia y Baleiro solían dormir con ellos, una vez crecidos cada uno tuvo una habitación en el piso superior.

El castillo está conectado a Ottery por una simple fachada. Un muñeco de nieve, convertido en un Traslador, que lleva a quien lo toque a las afueras del bosque en Siberia.




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Los Snegovik están compuestos por integrantes muy diversos, personas que se encuentran fuera de los márgenes, amantes de la libertad y la anarquía. Promueven las uniones libres, el respeto, los cuidados y el amor propio como arma contra el dolor del mundo.

Poetas, pintores, fotógrafos y amantes del arte, la familia está atravesada por la creatividad y la melancolía. En la cotidianeidad encuentran la inspiración, en lo frágil, lo efímero.

Los miembros sanguíneos de la familia han heredado el cabello blanco, aunque algunos han decidido teñírselo de otros colores. Asimismo, todos portan el tatuaje del Trisquel, que representa la evolución y el crecimiento, el equilibrio entre cuerpo, la mente y el espíritu.

Si eres digno de llevar este apellido contigo, atrévete a desafiar las normas.




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* * *

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Oniria | Bóveda

Leah Ivashkova | Bóveda


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Oniria | Bóveda
Leah Ivashkova | Bóveda


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Hija de Sísifo y Oniria

Insomnia

Hijos de Sísifo y Leah

Baleiro

Kamra Rambaldi | Bóveda ~ Alessandra G. Delacour | Bóveda

Casadas

Hijo de Sísifo

Jank Dayne | Bóveda

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Zoella Triviani Yaxley | Bóveda

Arya Macnair | Bóveda

Dennis Delacour | Bóveda

  • Lazo Sanguíneo
  • Lazo Adoptivo

*Los patriarcas no adoptan hijos sanguíneos.



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Registro
Bóveda : Bóveda N° 111885 Familia Snegovik
Servicios Ministeriales.

Editado por Leah Ivashkova

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Sísifo:

 

 

 

 

Estaba francamente feliz. Después de arduos meses de trabajo, de volver a mi vida de nómada de hotel, recuperaba la estabilidad de un hogar. Un hogar que había construido con mis propias manos, junto a Leah. Todavía conservaba las marcas de los callos de cargar con las piedras, una y otra vez, por aquellas praderas de hielo. El resultado era impresionante, mejor de lo que ninguno esperaba. Finalmente nos valimos un poco de la magia para solventar ciertos problemas. El castillo se erigía entre la ventisca, no demasiado alto, oscuro, sólido. Un hechizo lo protegía del viento, así que tenía un aspecto bastante onírico. La mayor parte de la estructura era subterránea. Habíamos cavado los túneles como un gigantesco hormiguero alejado de la luz, del clima árido. Lo habíamos decorado al gusto de la aristocracia, para bailarines de ballet, músicos, artistas y vampiros. El blanco y el negro predominaban, apenas había rastros de color.

 

La huella de cada uno estaba presente de una forma u otra, en fotografías, cuadernos, máquinas de escribir o tocadiscos con vinilos de Tchaikovsky. Baleiro e Insomnia dormían en el último piso, con nosotros, aunque habíamos sido previsores y habíamos dispuesto habitaciones individuales para ellos, que podrían personalizar a su gusto llegado el momento. Mi parte favorita de la casa era el lago. Leah había conseguido encantarlo de modo que pareciera que la cúpula era el espacio. Pasaría largas horas en aquel agua gélida.

 

Precisamente estaba allí, iluminado por la luz roja de las antorchas, luchando contra Insomnia. Desde que había aprendido a caminar era un pequeño terremoto. Baleiro, por el contrario, prefería quedarse sentado en silencio y observar a su hermana.

 

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La familia era oficial. Habían pasado largos meses y ahora que estaba ahí, sentada junto a su hijo, no podía creer que de verdad estaba terminado. El castillo era perfecto, no por falsa modestia, sino porque lo habían hecho tal como lo imaginaron, especial para sus hijos. Cada rincón que habían levantado estaba pensado con antelación y el resultado era, sin duda, espléndido. Insomnia y Baleiro parecían tan contentos como ellos. Ella daba tumbos por todos lados, dándole dolores de cabeza a los tres pero Baleiro solo la miraba sentado y soltaba pequeñas carcajadas ocasionales. En ese preciso instante la distrajo, pues observaba a Sísifo luchar con la niña, tocando su pierna con una manito regordeta.

-¿Qué pasa, mi amor? -le sonrió y Baleiro le regresó la sonrisa, antes de señalar a su padre-. ¿Quieres ir con Sísifo?

Baleiro aún no había hecho el intento de hablar y era tan sigiloso que ni siquiera lloraba, a diferencia de Insomnia que a veces los volvía locos. Pero tenía una facilidad especial para comunicarse. Entre señas o el contacto físico. Más que preocuparles, les divertía. Al igual que ella, el niño era zurdo, así que solía tocar o señalar todo con la mano muy abierta, como si quisiera alcanzarlo a gran velocidad. Así pues, la mujer de puso en pie y lo alzó en brazos para llevarlo con el vampiro. Su piel pálida se veía reluciente en el agua helada, bajo las estrellas que ella misma había trasladado hasta ahí. Le entregó a Baleiro y le dejó un beso antes de atrapar a Insomnia.

-¡Eh! -la atrapó al aire, un centímetro antes de que cayera al lago. La niña rió complacida, para ella todo era un juego-. ¿Tú también quieres nadar, pequeña bribona?

Le hizo cosquillas y la risa de la niña llenó el ambiente, pronto acompañada por la de Baleiro. Se sentó en el borde del hielo, metiendo los pies descalzos en el agua helada y sumergió a la niña, sosteniéndola con las piernas cruzadas.

-A veces somos bastante irreales -le dijo a Sísifo, acariciando el pelito de Insomnia. Cada vez lo tenía más largo.

Cada vez crecía más. Y no sabía si alegrarse o llorar. Le encantaban así, pequeños. Pero verlos crecer estaba siendo maravilloso.


@@Oniria Editado por Leah Ivashkova

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Sísifo:

 

 

 

 

Estaba en una zona donde el agua apenas me llegaba por los muslos, así que podía controlar a Baleiro fácilmente. Lo ayudé a flotar. Chapoteaba con tranquilidad pero inmediatamente se quedaba inmóvil, con los brazos separados del cuerpo, a la deriva. Pensé que ese debía ser su estado natural: la quietud absoluta, sólo interrumpida por el balanceo del agua. Observaba el falso techo con los ojos muy abiertos, absorto en las constelaciones. No sabía qué eran pero las encontraba fascinantes. Yo lo sostenía bajo su espalda, previniendo que pudiera hundirse, pero lo dejaba impresionarse. Baleiro y yo nos comunicábamos por gestos. Nunca había hecho el esfuerzo de hablar o balbucear, porque no lo necesitaba. Porque sabía que no era estrictamente necesario. Estaba seguro de que sólo alzaría la voz cuando tuviese algo tremendamente importante que decir.

 

Insomnia, por otro lado, era una niña revoltosa, bromista. Podía reír a carcajadas e instantes después romper a llorar por un berrinche. Sus estados anímicos estaban muy marcados y dependían de la atmósfera. Sabía, desde el primer momento, que su debilidad sería precisamente aquella intensidad emocional. Jugaba a ser el centro de atención en todo momento. Le gustaba sentirse querida. Baleiro y ella, a pesar de ser como el agua y el aceite, se entendían a la perfección. Uno parecía compensar los excesos del otro.

 

Me acerqué a Leah, arrastrando a Baleiro conmigo. Me senté en el bordillo de hielo y besé su mejilla.

 

––Estoy tan enamorado de ti.

 

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Insomnia no tenía mucho rato sumergida cuando ya estaba intentando alcanzar a Baleiro. Al paso que iba, no solo iba a caminar, sino a nadar. Rió entre dientes, jugando a acercarla y a alejarla de su hermano con las piernas, divirtiéndose con sus expresiones de esfuerzo. Baleiro no estaba muy interesado en moverse, estiraba la manito como haciendo ademán de tocarla pero poco más. Estaba absorto en las estrellas. Cuando Sísifo los juntó, no tuvo más remedio que jugar con Insomnia y pese a que parecía estar disfrutando de la quietud, se adaptó con rapidez al chapoteó de su hermana. Su relación era curiosa.

-¿Sí? -sonrió y buscó los labios de Sísifo-. Y yo de ti.

No podía evitar tocarlo cuando estaba cerca. Baleiro había heredado esa característica de ella. Cada vez que Sísifo se acercaba, se pegaba a su costado o si caminaban juntos tomaba su mano. Esa no fue la excepción, se acomodó en su hombro con los ojos puestos en los niños.

-Lo conseguimos -alzó las cejas, cayendo en cuenta-. Estábamos tan asustados y míranos ahora.

Tomó una de sus manos y acarició las heridas aún presentes en sus palmas. Todas las rocas apiladas en el castillo tenían sus huellas. Acomodó la mano en su rostro, besó sus cicatrices.

-Dudo que seas una casualidad...

-¿Ma?

Los dos voltearon a la vez a ver a Insomnia. Ninguno de los dos dijo nada, simplemente se miraron entre ellos. Si la niña solo había articulado algo al azar o si preguntaba por Oniria, era difícil saberlo.


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Sísifo:

 

 

 

Miré un instante a Leah, en silencio. En ese mutismo condensé todo lo que no sabía decirle. Le sonreí antes de dirigirme a Insomnia.

 

––Ven. ––Abrí los brazos esperando que me abrazara. La niña se acercó correteando como pudo, torpe todavía.

 

"Oniria", pensé simplemente, concienzudamente. Ella lo entendería. Siempre lo hacía. Estreché a Insomnia, la alcé para mirarla riendo.

 

––¿A quién has salido tú?

 

Hizo una pedorreta. Llevaba unos días obsesionada con hacer temblar sus labios, como si quisiera aprender a pronunciar las "r" antes siquiera de saber hablar. Antes también había tenido predilección por chuparse los pies y las manos, para descubrirse a sí misma. Lo más increíble -y bello- fue cuando se reconoció por primera vez ante un espejo. Fue un momento filosófico a su manera. Ese día Insomnia fue consciente de su identidad, de su materialidad, de su separación del mundo. Baleiro gateó hasta Leah. Sus miradas eran tan expresivas que no necesitaba gesticular. Sus ojos eran verdes, muy brillantes, como los de su madre. Me estremecía reconocerla a ella en las facciones de Baleiro.

 

––¿Quién heredará tu carácter? ––Pregunté bromeando, sacándole la lengua.

 

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-Es probable que ninguno -confesó, riendo-, cosa que me agrada más de lo que te digo.

Levantó a Baleiro y lo miró de cerca. Su cuerpo estaba mojado, helado, pero ninguno de los dos reaccionaba al frío como un ser humano. Para ella estaba cálido. El niño le sostuvo la mirada con tranquilidad, haciendo puchero. A veces se sentía como verse a un espejo, a pesar de que sus facciones fueran todas de Sísifo. La forma de los ojos, la nariz, la silueta de sus labios. Le había robado el rostro a su padre y aún así, podía verse en él en sus gestos. Le besó las mejillas rojizas.

-Es como tú. No hay que darle muchas vueltas, ¿no te parece?

Se lo mostró y Baleiro, lo imitó, sacando la lengua.

-¿Ves? Es igual -lo estrechó en un abrazo y se giró.

Los pasos de Oniria eran silenciosos pero sabía con exactitud cuándo llegaba. Se le iluminó el rostro, como sucedía cada vez que los veía. Estiró el cuello para que la besara e Insomnia empezó la pataleta usual, un llanto bajito y falso que parecía un gimoteo. Rió.

-Alguien te busca.


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Sísifo:

 

 

 

––Pues a mí me gusta mucho tu carácter. ––Susurré con picardía acercándome a su oído. Aunque los niños no pudiesen entenderlo, me avergonzaba.

 

Observé a Baleiro con atención. Objetivamente era muy parecido a mí, pero yo veía tanto de Leah. Su serenidad infranqueable, sus ojos verdes, su manera peculiar de conseguir de mí todo lo que quería.

 

Escuché los pasos de Oniria aproximándose desde la distancia. El eco los intensificaba, los hacía venir de todas las direcciones, como si se multiplicase. Cuando apareció, Insomnia trató de captar su atención al instante, fingiéndose afligida. No pude evitar reír.

 

 

 

Oniria:

 

 

 

Desde que recibí el mensaje de Sísifo había dejado todo lo que estaba haciendo para volver al Castillo. Los localicé sin dificultad. Él siempre estaba en el mismo sitio, tendido sobre el hielo contemplando las estrellas. Besé a Leah y apreté el hombro de Sísifo con ternura, pero toda mi atención estaba enfocada en Insomnia, que pataleaba y lloraba sin lágrimas. Esbocé una sonrisa y me agaché frente a ella.

 

––¿Me has echado de menos? ––calló de golpe––, yo a ti también.

 

Quizás yo era la única persona capaz de tranquilizar a aquel manojo de nervios. Enmudecía cuando me refería a ella o pronunciaba su nombre, como si estuviese escuchando a un ángel.

 

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Todavía estaba pensando en el comentario de Sísifo cuando Insomnia calló, escuchando a Oniria. Tal vez ella tuviera cierto consigo. A ella le pasaba lo mismo, la escuchaba y no podía evitar poner atencion. La niña bostezó entonces y se escapó de los brazos de Sísifo para encerrarse en los de Oniria. No pasó apenas un minuto cuando ya respiraba despacio, con una manita cerrada fuertemente entorno a un mechón de pelo húmedo. Baleiro estaba contorsionado en sus propios brazos, mirando otra vez las estrellas, pero sus párpados cada vez pestañeaban con más debilidad.

Lo acomodó de forma que quedara recostado en su pecho, mirando hacia arriba. El niño le tocó el rostro, dejó los dedos pegados a su barbilla. Se preguntó qué vería en ellas. Si le llamaba la atención el brillo o llegaba a comprender, dentro de su pensamiento infantil, lo pequeño que era dentro del cosmos. Miró a Sísifo desde ahí. ¿Qué vería él? Prefería no saberlo, de ninguno de los dos. Podía verse toda la vida analizando sus expresiones, la fascinación por el universo plasmada en sus facciones melancolicas. Los dedos de Baleiro se deslizaron suavemente hasta caer en su pancita y ella se reacomodó, no se había movido ni un centímetro para no incomodarlo.

-Tal vez sea un buen momento para hacer una foto.

Acarició el rostro de Sísifo. ¿Alguna vez dejaría de sentir ganas de besarlo? Esperaba que no.


@@Oniria Editado por Leah Ivashkova

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Sísifo:

 

 

 

 

Baleiro e Insomnia se habían quedado dormidos. Era curioso, Oniria actuaba como un somnífero para ella. Era el único momento del día en que conciliaba el sueño, en sus brazos, como si necesitara de su protección para calmarse lo suficiente. Me enternecía. Insomnia estaba tan aterrada ante la inmensidad del mundo que no podía separarse de su madre.

 

Me incorporé en silencio, caminé hacia donde estaba mi ropa amontonada junto a la funda de mi cámara. Configuré los valores para obtener una exposición correcta y busqué el encuadre que quería, cuidando de no resbalar en el hielo. A través del visor todo era más sencillo, más dulce. Podía inmortalizar el amor depositado en mi mirada, seleccionando justamente la porción de realidad en la que se centraba mi atención. En la fotografía, era casi tan importante lo que dejabas fuera del campo que lo que elegías mostrar. El resultado era aquello que tus ojos anhelaban. En mi caso solía ser Leah con una expresión distendida, ocupada en las cosas cotidianas.

 

Hice un primer plano de Insomnia sobre el vientre de Oniria. Parecía un remolino de piel brillante. En su rostro se reflejaba la paz.

 

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