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Castillo Snegovik (MM B: 111885)


Leah Snegovik
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Mansión Malraux

Lyon, Francia

El tiempo parecía haberse congelado en aquella antigua mansión donde sus primeros años de vida habían transcurrido, Los amplios ventanales daban una iluminación natural al salón principal mientras pequeñas motas de polvo danzaban en cámara lenta ante sus ojos. Frente a ella, aquel viejo piano seguía de pie aun cuando dos siglos habían pasado sin que nadie se preocupara por amarlo, y por crear en el aquellas piezas que muchas veces llenaron de vida el salón.

 

Apretó sus labios mientras caminaba por su hogar, recordando cómo había sido su vida durante los mejores años de aquella época llena de bailes y presentaciones de sociedad. Todo era diferente y aquellas hermosas veladas se habían visto recluidas al recuerdo y a los libros que de manera simple comentaban la grandeza que realmente eran aquellas fiestas.

 

Sacudió la cabeza obligándose a salir de todas esas memorias que traían a su corazón un mar turbulento de recuerdos, y aferrándose con su diestra al barandal de la escalera ascendió a la planta alta. Su viaje a Lyon radicaba en buscar algo que le pertenecía y que necesitaba para ir a la fiesta que su madre y su nuevo marido realizaban en Siberia, es por ello que necesitaba desempolvar uno de sus antiguos vestidos que alguna vez fueron prendas de diario y que ahora se veían relegados a ser usados como disfraces.

 

- Aquí estas-

 

Sonrió con melancolía mientras tomaba de su baúl un hermoso vestido rojo oscuro adornado con pequeños brocados en sus faldas. Siempre le había parecido perfecto y amaba como se ceñía a su cuerpo dándole ese toque elegante, No fue difícil colocárselo y sonrió complacida de ver su reflejo en el antiguo espejo de cuerpo completo que adornaba una de sus paredes; sin duda había heredado de su madre las perfectas curvas de su cuerpo y aquella elegancia. Recogió sus cabellos en un moño simple y los adorno con una hermoso prendedor, no pretendía sobre cargarse por lo que escogió una simple mascara color plata que cubría solo sus ojos. Dedico una última mirada a su reflejo y con una sonrisa desapareció rumbo a Siberia.

 

Castillo Snegovik

El aire invernal azoto su rostro justo en el momento que apareció en los terrenos del castillo que ahora era el hogar de Leah, Tenía que admirar la belleza y el empeño que su madre había colocado en aquel precioso castillo, que digno de un cuento antiguo daba esa imagen imponente y perfecta que siempre había caracterizado a la matriarca ivashkov.

 

Siguió el camino indicado en la invitación y rio por lo bajo al ver ese hermoso muñeco de nieve, si por fuera el castillo era majestuoso dentro del mismo no habían palabras que cubrieran la belleza de su entorno. Se acercó a paso elegante hasta el salón donde no solo reconoció a su madre sino que también observo con sorpresa y curiosidad a los que suponían serían sus nuevos padres.

 

Acortó la distancia entre ellos y haciendo una leve inclinación de cabeza saludo a los presentes, no sin antes dejar dos suaves besos en las mejillas de su madre.

 

- Buenas noches a todos – Dijo con una sonrisa, observando con sus zafiros a los presentes - Gracias por haberme invitado, Madre- Detalló a su madre con curiosidad, jamás la había visto de aquella manera, Estaba feliz y eso le alegraba. Ambas brujas habían hecho las paces en aquella mohosa y vieja taberna, es por ello que al recibir de la Ivashkov aquella invitación comprendió que era hora de olvidar el pasado y tratar de mejorar el presente de ambas. Su madre era feliz y con eso le bastaba.

Editado por Emilia Malraux

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Sísifo:

 

 

 

Nuestro primer invitado era un joven elegante, vestido de negro. Su antifaz era enigmático, blanco y plateado. Se aproximó con una copa de vino tinto. Pensé que me gustaría fotografiar aquel instante, pero deseché la idea. Era muy temprano para andar de bohemio.

 

––Buenas noches ––respondí alegremente, agachando la cabeza a modo de reverencia–– puedes sentirte como en casa. Si deseas algo házselo saber al servicio, o a mí mismo. Estaré encantado de atenderte.

 

Sonreí. Prestarme a los demás me resultaba gratificante, y más cuando ocupaba el papel de huésped. Observé a Leah de reojo. Nos había presentado como sus esposos y eso me calentaba el corazón.

 

La siguiente en llegar fue una mujer. La cubría un vestido rojo que se ceñía a sus curvas. Evoqué en su cuerpo el cuerpo dulce de Leah. Tras la máscara plateada, unos ojos azules. Tras escuchar su presentación, me atraganté ligeramente con la copa de champán. ¿Madre? Oniria me miró. Esbozó una sonrisa de circunstancias y tomó la palabra.

 

––Gracias a ti por venir. Soy oniria ––extendió su brazo–– y él es Sísifo. Bienvenida.

 

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Editado por Oniria

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Supo al ver a Emilia que iba a tener que dar explicaciones. No solo porque estaban vestidas de una forma muy similar, sino por el parecido que había entre ellas. Separó los labios, preparada para cortar la frase, pero fue un poco tarde. Sísifo se atragantó y ella cerró los ojos lentamente, sintiéndose como el champán que acababa de irse por el lado incorrecto de su garganta. Al volverlos a abrir, ya Oniria había recibido a Emilia. La facilidad que tenía para sondear ciertos temas era admirable, a ella le costó un poco más responder la sonrisa de su hija.

-Emilia, me alegra que hayas podido venir -apretó la mano de Sísifo, aún sosteniendo su costado-. Pensé que vendrías acompañada, ¿dónde está tu invitado?

Se atrevió por fin a mirarlo. La pregunta flotaba en sus ojos, podía verlo pese a que había adoptado una expresión bastante neutral. Murmuró un "Luego" que Oniria escucharía también. No tenía nada que ocultar, lo cierto es que era un tema que no habían tocado jamás. Y tener que hacerlo, tanto tiempo después, le provocaba cierto apretón en las entrañas. ¿Era algo que simplemente... se le pasó? La verdad sí, pero no sabía si era una buena excusa. Le dolía la sienes. Regresó la mirada al frente.

-Bebe algo y conoce el castillo, es un placer tenerte en casa -le hizo una pequeña reverencia a la muchacha.

Ella también necesitaba beber algo, así que apuró la copa de champán.


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Guthrie se la estaba pasando verdaderamente bien, ¿la verdad que mas podía pedir? buena comida, licor, glamour y hospitalidad, ¿que mas podía pedir? Miro a su alrededor y poco a poco comenzó a ver como llegaban mas invitados a la fiesta, esta ves era una chica hermosa con un lindo vestido rojo ceñido al cuerpo, la cual parecía muy familiarizada con aquel lugar.

 

No podía negar que comenzó a aprovechar el tiempo caminando por los lugares a los que se estaba permitido en aquel enorme hogar, habían obras de arte por muchas partes del hogar, retratos de sus familiares y muchas cosas mas que al joven Guthrie a pesar de su corta edad podía reconocer y apreciar, dado que siempre tuvo atracción y gusto por las cosas hermosas!

 

Era una experiencia fascinante y sin dudas en su juventud estaba el emocionarse por estas nuevas experiencias y no era para mas, luego de haber pasado tanto tiempo en esa isla maldita donde fue confinado a causa de sus padres el no podía estas mas que agradecido al mundo mágico por la oportunidad de tener un nuevo comienzo y una nueva vida.

 

Pero bueno era hora de relacionarse, después de todo estaba en representación de su familia y quería darse a conocer en el mundo mágico, se acerco hasta la joven chica que acababa de llegar con el vestido rojo y con una reverencia le saludo y sonriso amablemente.

 

"Un placer señorita hermosa mi nombre es Guthrie Black Lestrange, es un privilegio conocerla, disculpe el abuso pero soy amante de las cosas hermosas y el arte y usted es sencillamente una obra de arte andante"

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Apretó sutilmente la mandíbula disimulando una sonrisa al ver la reacción de Sísifo y la cara de su madre, aun cuando ninguno había usado palabras la pelirroja supuso al instante que aún no conocían su existencia. A veces Leah parecía más la hija que su propia madre; Pero ya era algo normal y con el tiempo le había empezado a parecer divertido pues Ella misma también solía olvidarse de algunos detalles cuando estaba enamorada, quizás era mal de familia.

 

Volvió su mirada hacía Oniria y apretó su mano con delicadeza - Mucho gusto Oniria- dijo con una dulce sonrisa para luego mirar al caballero - Sísifo - saludándole en el mismo tono dulce - Me temo que no ha podido acompañarme desde el inicio, pero no debe tardar en llegar- correspondió a las palabras de su madre mirándola con la cabeza un poco ladeada de manera Divertida.

 

En otro momento se habría sentido ofendida por la reacción de su progenitora, pero a decir verdad desde que había bajado la guardia todo era más fácil. - Gracias por su hospitalidad, así lo haré madre – volvió a mirar a Sísifo y a Oniria - Lamento si los he incomodado con mi saludo hacia Leah, de verdad espero poder conocerlos mejor y muchas gracias por invitarme a su precioso hogar –

 

Miró de reojo a su madre la cual se llevaba la copa a los labios, un gesto que tantas veces la vio realizar en su antiguo hogar. Pasó su mirada de ella hacia el caballero que se acercó hasta ellos. - Buenas noches señor, Que amable sus palabras- Un fino rubor cubrió sus mejillas mientras correspondía a su vez aquella reverencia - Mi nombre es Emilia Ivashkov y es un grato placer conocerle – sonrió mirándole con sus zafiros

 

 

 

 

 

 

 

@Oniria @Guthrie @

Editado por Emilia Malraux

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Sísifo:

 

 

 

––No te preocupes, no nos has incomodado. ––Me apresuré a añadir. Lo último que pretendía era que aquella chica se sintiera culpable. Le sonreí amablemente. Se retiró unos metros a charlar con nuestro otro invitado, así que aproveché para mirar a Leah, y quitándole hierro al asunto, comenté:

 

––¿Un desliz de juventud?

 

Oniria estalló en carcajadas, doblándose sobre sí misma. Bebí el champán saboreando las burbujas. Percibía cómo Leah se encogía, sin saber muy bien cómo reaccionar. La apreté contra mí.

 

––No pasa nada. Nuestros dos hijos son por un descuido, lo entendemos. Querremos a Emilia como si fuese de la familia.

 

Oniria no podía parar de reír. Consiguió serenarse y contempló el salón con fascinación, imbuida de belleza.

 

––Se nota que es tu hija. ––Sentenció ella, observando sus gestos.

 

@@Emilia Malraux @Guthrie @Leah Ivashkova

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Sintió un calor muy fuerte en las orejas cuando escuchó el intercambio de palabras entre Emilia y Sísifo. De todas las veces que había pasado por una situación incómoda esa era, probablemente, la peor de todas. La vio alejarse, se relajó un poco. Observó a Guthrie acercarse a ella y enarcó ambas cejas. ¿Acababa de sonrojarse? Negó con la cabeza. Si su acompañante no se daba prisa, lo mismo acababan los dos bailando al ritmo de la banda.

Dejó los ojos en blanco con el comentario de Sísifo y vio a Oniria partiéndose de la risa con una expresión ofendida, aunque pronto su risa la contagió. La empujó suavemente a un lado, se estaba riendo de ella con unas ganas envidiables. Los tres juntos hacían de una relación atípica algo perfecto. Se abrazó a Sísifo con renovada confianza.

-Sí, fue un desliz y tocó con la mala suerte de tenerme de madre en el peor momento -lo miró-. Pero lo nuestro no fue un descuido, cariño, fue una expresión de masculinidad bastante exagerada.

Esta vez fue su turno de reír. Estiró una mano y limpió una lagrimilla que se le había escapado a Oniria.

-Es muy Ivashkov. Aunque ya se ve, ¿no? -los tres miraron la escena entre ella y Guthrie. Se le vino una idea a la cabeza-. ¿Quién va a sacarme a bailar?


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Marie

 

- Toca el muñeco de nieve y te llevará a tu destino, niña, confía en mí.

 

Marie sigue el dedo de la anciana con la mirada. En efecto, el muñeco está allí, a unos cuantos metros. La piel se le pone de gallina, baja la cabeza y cierra los ojos.

 

- Nunca he hecho esto, señora Miniver - empieza a frotar sus manos lentamente, y va incrementando el ritmo a medida que las expectativas catastróficas se acumulan en su mente - He oído de personas que acaban destripadas durante su primer viaje. Yo prefiero los trenes, los aviones..

 

- ¿Cómo llegaste a Londres entonces?

 

- Por barco.

 

La señora Miniver tuerce los ojos, la toma del brazo y la arrastra consigo. Intenta oponer resistencia, pero tiene tanto miedo que se deja llevar sin sentir las piernas. Una vez frente al traslador, la anciana le propina un último abrazo de despedida. Sujeta su delgado rostro y la ve. Marie puede percibir la melancolía de la que está cargada su mirada. Hacía dos años que no cruzaban caminos, y ambas saben que ahora ese lapso puede extenderse a ser definitivo. Por fin descubrirá su origen, lo que conlleva a una distancia plausible con su pasado si las cosas salen bien.

 

- Envíame lechuzas, o alondras. Sino lo haces en una semana, supondré que estás muerta.

 

Marie asiente. Sabe que son las palabras más cándidas que Mrs. Miniver podrá articular jamás. Relame sus labios, secos por el nerviosismo y la añoranza. Aguanta la respiración antes tocar la nariz del muñeco y, cuando lo hace, todo se nubla. Atrás queda la confusa Londres o la bella Toscana. Aparece a mitad de un círculo casi perfectamente delineado por flores invernales. Por fuera de éste el escenario es menos alentador, pues se trata de un bosque frondoso que parece más fuerte que el frío. Aun así, eso no la desalienta. Más bien, le añade misterio a su próximo paradero.

 

A medida que avanza entre los pinos y matorrales oscuros, adopta el hobbie de arrancar, cada tanto, ramas largas que va transformando en una corona de madera. Se inspira en los cuernos de un venado que salta y se aleja al escuchar el crujido de sus pasos, probablemente al pensar que ella se trata un depredador. Por lo que, cuando llega al asentamiento Snegovik, su ornamento mide más de un metro. Marie utiliza el frío que la rodea para se creen unas esquirlas de hielo que cuelguen de las ramas.

 

Trata de obviar los detalles del castillo; sabe que si se detiene a observarlos, tardará allí todo el día y se perderá la reunión que adentro, se supone, está aconteciendo. Cuando está frente a la puerta reúne la suficiente valentía para alzar la mano y tocar, pero no le da tiempo, pues ésta se abre. Marie traga grueso y empieza a caminar, fingiendo seguridad. El interior le parece alucinante, tal como se lo imaginaba de pequeña. Usando la varita hace que el vestido confeccionado por ella misma se vuelva a ceñir a su cuerpo después de estar oculto tras pieles falsas debido a las temperaturas. Se deshace del moño; ahora lleva otro accesorio.

 

Extrae de uno de los pliegues la máscara veneciana color lila que compró en Italia la noche que partió. La mano con la que sujeta el cilindro que mantiene el antifaz sobre sus ojos empieza a temblar cuando divisa a los presentes. Se pregunta, de repente, si todo ha sido en vano, si se reirán de ella o peor, la ignorarán.

 

- Hola - es lo que se le ocurre decir, enseñando el Trisquel en su hombro.

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Tras aquella reunión con su nuevo círculos de amigos, la habían invitado a una fiesta de mascaras. Seria una pequeña reunión de aquellos nuevos conocidos, seria una buena oportunidad para conocer su nuevo entorno. Había decidido desde el primer momento que cogió un libro sobre el mundo al que pertenecía.

 

Había llegado a su habitación de hotel cargada de bolsas. Las tiro al suelo y suspiro:- Debería de buscar un elfo que haga todo esto- Seguía en el hotel, de momento no había conocido a nadie para ir a vivir a algún castillo o mansión. Estaba acostumbrada al lujo, habitaciones grandes y sirvientes no a ir cargada de bolsas.

 

Aunque aquel hotel tenia unas habitaciones bastante cómodas, amplias y con un agradable olor a jazmín y mandarina. Dejándose llevar por aquel delicado olor, se quito el vestido negro que había llevado a la reunión y en su lugar se puso un vestido de un color plateado que resaltaba sus ojos violetas.

 

Llevaba un corpiño que dejaba sus hombros al descubierto y unas pequeñas piedras que lo adornaban. El corpiño terminaba en su cintura para dejar paso a una falda que caía gracilmente sobre sus piernas, dejo su pelo caer sobre sus hombros, estaba lista solo faltaba coger la mascara que había comprado, el evento exigía la utilización de aquel complemento. Negro, de encaje con reflejos plateados, se ajustaba bien al atuendo que llevaba.

 

No tardo mucho en llegar al castillo con aquel nombre tan raro, Snegovik. Al entrar en las inmediaciones, justo en la puerta, había un hombre de etiqueta con una sonrisa demasiada forzada como para pensar que estaba disfrutando de estar bajo aquel frio que acababa de llegar a Ottery. La acompañó hasta la sala donde ya había una concentración de personas a las que no conocía.

 

Estaba algo abrumada, las fiestas que su padre solía dar en el ducado eran completamente diferente, todo el mundo la conocía y nunca había tenido la necesidad de acercarse a conocer a nadie. Bajo su mascara miro para todos lados, necesitaba una copa con urgencia.

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- Siga el muñeco de nieve en Ottery ... Lo que pasa en Siberia se queda en Siberia -

 

Volvió a leer. La última frase era lo que más le llamaba la atención. Le hacía recordar a aquellas largas fiestas irlandesas donde pasaba de TODO.

 

Levantó su vista intentando buscar el muñeco de nieve que decía la invitación. Miró hacia un lado y hacia el otro pero no encontraba nada por lo que se dispuso a caminar hacia el centro de Ottery: una pequeña plazoleta donde se ubicaba un croquis del lugar que indicaba donde se encontraba cada castillo.

 

El vampiro iba vestido con un traje único, hecho a medida. El azul lo volvía a acompañar esa noche junto con una camisa blanca y zapatos negros, lustrados y brillantes, todo para la ocasión. Llevaba el cuello de la camisa abierto, que dejaba que ojos ajenos exploraran el pecho blanco y frío de Emmet.

 

El mechón azul también estaba con él en esa noche.

 

El muñeco de nieve estaba donde había supuesto. Era algo tétrico y más con el paisaje que lo rodeaba aquella noche. Se acercó lentamente, lo miró unos minutos para descartar que no fuese alguna trampa y posó su mano en la cabeza. Apenas lo hizo sintió como entraba en aquella especie de bucle tan conocido: el de un transportador. Solo bastaron unos minutos para caer en tierra firme.

 

El clima era completamente distinto. El suelo estaba todo nevado, el cielo se podía ver todo gris - amenazando con una nueva nevada - y una gran estructura edilicia que se alzaba frente a los ojos del inmortal. Se acomodó un poco. Esta vez supo como aferrarse para no caer en la nieve. Hizo aparecer a Nix en su diestra y la misma lo ayudó a impermeabilizar su vestimenta y alumbrar el camino hasta donde comenzaban las antorchas que lo marcaban.

 

- Buenas noches. He recibido la invitación de la Señora Snegovik -

 

Dijo mostrando la invitación al Squib que estaba en la entrada. Podía identificarlos desde kilómetros por el olor repugnante de su sangre.

 

El hombre se quedó mirándolo unos segundos y luego comenzó a guiarlo hacia el lugar. Mientras llegaban se iba colocando la máscara escogida para la ocasión.

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Crazy Awards 2018:

7F1CpeC.gif "El Romeo"

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