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Prueba de Oclumancia #12


Aailyah Sauda
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Tímidos rayos de sol comenzaban a iluminar el cielo por el este mientras las pupilas de un par de ojos oscuros se contraían a la vez que la luz a su alrededor crecía. Llevaba sentada junto a una piedra un buen rato sin sentir, aparentemente, frío o incomodidad por la superficie rocosa que le servía de apoyo. No necesitaba mirar hacia ninguna parte que no fuera el otro lado del lago que la separaba de la pirámide que tan bien conocía para saber que su pupila aparecería pronto en aquel lugar.

 

Sabiendo que su papel en todo aquello sería meramente orientativo, se levantó con pesadez y estiró la anciana espalda con lentitud. No se había molestado en utilizar la magia para disimular su edad, así que sus arrugas e imperfecciones procedentes de la edad brillaban a la luz del sol. A pesar de todo, seguía siendo esbelta y bella a su manera. Hizo aparecer un cesto de mimbre junto a una barca que había en el lago y luego desapareció con un chasquido: Juv tendría que enfrentarse a los obstáculos hasta la pirámide ella sola.

 

Se apareció en el interior de la pirámide, junto a un bando de piedra en el que tomó asiento. Se dejó caer en él, y esperó.

 

 

En cuanto Juv llegase junto a la barca, descubriría que ésta desaparecía si no se subía a ella tras dejar su varita en el cesto de mimbre. Es decir, tendría que hacer el camino hacia la pirámide sin magia física. ¿Qué tal le sentaría aquella noticia a la Malfoy? En cuanto dejase su arma mágica en el cesto, podría subir a la barca y cruzar el lago a remo.

 

Cuando alcanzase la otra orilla, debería internarse en la jungla que rodeaba la pirámide para atravesarla. En cuanto lo hiciera, se vería afectada por un gas que le embotaría la mente y la haría olvidar el motivo por el que se encontraba en aquel lugar. Solo usando oclumancia podría deshacerse de aquel efecto.

 

Un poco más adelante, tendría que atravesar un claro lleno de demiguise parlanchines con poderes legilimánticos que la intentarían convencer de que abandonase su empeño de conseguir el anillo de la Oclumancia. Sauda se moría de ganas de ver cómo conseguía superarlos.

 

La última prueba antes de llegar a la pirámide consistía en que, justo cuando alcanzara la entrada de ésta, se toparía con una visión de sí misma que alzaría su varita contra ella, la Juv real, con intención de no dejarla pasar. Como ella iba sin varita, tendría que darse cuenta por sí misma de que no era más que un engaño de la pirámide que podía derrotar con facilidad si se concentraba y usaba los poderes que había ido a probar allí mismo. Justo tras aquella última prueba la esperaba Sauda, paciente y relajada. Contaba con que su pupila conseguiría alcanzar su destino sin ningún problema.

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Los primeros rayos del sol iluminaban las montañas que rodeaban los terrenos de los Malfoy, hilillos dorados iluminaban la superficie rocosa, dándoles toques dorados y rojizos, creando un espectácu.lo digno de admirar. Sus ojos permanecían cerrados, disfrutaba sin duda alguna de un sueño bastante reparador y revigorizante, tal vez gracias al liquido que le obsequiará Sauda dentro de un pequeño frasco. Era demasiado temprano para saltar de la cama y comenzar a cumplir con sus pendientes de ese día, pero lo mejor era que se lo tomará con la calma debida. Desperezándose lentamente se levantó de la cama, sacándose las sabanas de fina seda de encima, tocando con la punta de los dedos la frialdad de la lozas de mármol del suelo de su habitación.


—Justo a tiempo—terciando una media sonrisa en sus labios alargaba la mano, para tomar su oscura varita. Se semejaba al ala de un cuervo, destacando en ella la runas antiguas que tenia grabadas en la empuñadura, antiguo cántico que era capaz de invocar a los seres más temido que habitaban en el Inframundo. El contacto con todo aquello, le generaba una sensación de poder y superioridad indescriptible, pero cuándo estaba dentro de los dominios de Sauda, parecía que todo aquello se mutaba en extrañas sensaciones que provocaban el colapso irremediable de la mente de Malfoy. No era una persona del todo cuerda, no luego de vivir una vida atiborrada de matanzas y torturas al por mayor, pero ante todo aprendió a vivir con eso y disfrutarlo como el mayor de los placeres.


Sus pensamientos estaban centrándose en la prueba al 100%. ¿Qué sorpresas se habría ideado Sauda para plagar de obstáculos en camino de la Nigromante?. Eso era algo que le intrigaba en cierto aspecto, pero no generaba ninguna clase de temor en la Mortifaga, ya que desde que tuvo uso de razón lidio con la idea de que nada y mucho menos nadie, seria capaz de dañarle más de lo que ella le permitiera. Acomodando su cabellera dorada sobre su hombro derecho, dejaba a la vista la marca de Caín, tatuaje que le causaba un profundo dolor, aunado al que emanaba del la cicatriz ubicada en el centro de su pecho, justo sobre su corazón. Nuevamente las palabras del viejo Báleyr, “Lo que has atado no se puede desatar, lo que has matado no renacerá, ahora es parte eterna de las sombras. Tu vida y todo lo que has hecho te ha traído hasta aquí; has tomado tu decisión, Juv Malfoy. Espero que estés lista para lo que aguarda fuera del portal”. Sacudiendo su cabeza volvía a la realidad, ya era hora de ponerse en marcha e ir al encuentro con su mentora.


Deslizando su mano sobre su vientre, percibía los latidos de su pequeño. Ambos enfrentaría una aventura que marcaría sus vidas para siempre, enfrentarse a su mente era un trabajo arduo y desgastante a la vez. Pero ya tenía las armas necesarias, para colocar barreras que difícilmente serían destruidas por sus enemigos o su mentora, desviando su vista hacia la mesita de noche, no olvidaría por nada del mundo enfundar su varita dentro de la pretina de sus jeans negros. Era diestra en el arte de mutar su ropa de cama por la casual, ataviada además con un corsé azul oscuro y unas botas de piel de dragón, atando su cabello en una coleta alta dejaba su marmóreo rostro descubierto parcialmente, luchando por acomodar un mechón que se empecino en cubrir su ojo izquierdo. Dándole un toque misterioso enmarcado por ese par de gemas lapislázulis, cubiertas por un halo de odio puro que destacaba como una cualidad imposible de cambiar o mutar en su personalidad.


—No la hagamos esperar más—echando una última a su habitación sabía a la perfección que al volver, no sería la misma mujer que la abandonaba en esos momentos. Desapareciendo abrazada por varias manos que rodearon su cuerpo de pies a cabeza, entonaba un cántico que les daba la fuerza para apresarla y provocar que desapareciera en medio de una bruma espesa que se disipó momentos después. Su destino era el Ateneo, apareciendo justo a la orilla del lago, no tuvo que recorrer el camino por donde estaba la vivienda donde habitaba Sauda, dejándose de contratiempos innecesarios observaba fijamente el cesto de mimbre, cuestionándose la idea de dejar su varita dentro de este y lanzarse a la balsa sin más arma que su propia mente y la pared blanca que era su escudo.


—Puede que sea una buena idea—extrayendo su arma de madera procedió a dejarla sobre el cesto, volcando su atención en la balsa—Lo que sea por obtener está habilidad— esbozando una media sonrisa en sus labios afianzó el remo con ambas manos comenzando a remar hacia la otra orilla. En su mente se proyectaban las posibilidades que tenía en contra y a favor, iba sin su amada varita, aquella arma que le acompaño desde siempre en todas sus batallas y andanzas dentro del mundo mágico. Ahora estaba lejos de su alcance, emplearía conocimientos alternos para franquear cada una de las pruebas impuestas por la Arcana, ya no temía a los retos que le esperaban a la otra orilla del lago. Lo enseñado por Sauda había calado profundamente en Malfoy, dotándola de una confianza que no mermaría nada o nadie—Esto comienza a teñirse de forma interesante y atrapante—siseó deslizando su lengua por su labio inferior.


Le fascinaba saborear el peligro que le aguardaba, imaginando una tanda de posibilidades que le brindaría la oportunidad de intentar defenderse de diversas formas o maneras. Chocando con la tierra descendía de la balsa, dejando dentro de ella cualquier inseguridad que deseará colarse en su mente o cuerpo, ya no era momento para eso y lo tenía más que claro. La jungla se abría paso ante los ojos maravillados y sorprendidos de la rubia, obsequiándole un paraje plagado de diversos tipos de vegetación y arboles, arbustos de varios tamaños le daban una bienvenida que la hizo avanzar sin temor alguno. Tras perderse la sombra de su anatomía, al ser abrazada por la de los árboles trastabillo un momento, sintiendo su mente pesada y embotada de forma irremediable, aferrándose a la única palabra que pudo recordar la pronunció con firmeza—Oclumens— alzando una pared blanca como la nieve, observando el rostro de pequeña oveja. Esa mujer que el acompañó desde que podía recordar, disfrutando ambas de una amanecer dentro de la biblioteca de la mansión Malfoy, escuchando a lo lejos la voz de Pain el padre de Juv, aquel hombre que se la pasaba perdido entre toneladas de pergaminos y tomos de grueso cuerpo.


Sus ojos estaban fijos en los tonos dorados y rojizos del cielo, poco a poco el astro rey desaparecía abrazado por el mando oscuro y misterioso de la noche. Era el momento idóneo para comenzar con las historias legendarias de su padre, relatos que contaban la vida del hombre más poderoso que ella conocía y recordaba, aclarándose la garganta invitaba a toda su familia a sentarse en circulo delante de la chimenea de la mansión. Sus ojos iluminados por la ilusión de ver a cada uno de sus descendientes transformados en hombres y mujeres influyentes y poderosos dentro de las altas esferas del mundo mágico, justo de eso trataría la leyenda que les obsequiaría como una vivencia más que podrían atesorar y poner en practica en algún momento de sus vidas. Continuaba con su andar por la jungla, prestando atención a cada detalle relatado por Pain, hombres de barbas prominentes iban y venían por los pasillos del ministerio de magia. Uno de ellos era su abuelo El asesino de Reyes, le gustaba decirle de se modo, porque enaltecía mucho más la presencia imponente del fundador de la estirpe Malfoy. La realeza de Londres, no necesitaban de coronas para dejar en claro que lo eran.


Sus pasos eran firmes sobre la tierra, aspirando la frescura de la jungla, no detuvo su andar por nada del mundo. Pequeña oveja acariciaba los dorados cabellos de la rubia, provocando una sensación que le confortaba, aunado a la voz de su progenitor que poco a poco arrulló a la Nigromante. Aryma estaba dentro del grupo de personas que escuchaban la charla, alegatos entremezclados con muestras de apoyo, el derrocar una dictadura no era cosa sencilla y eso era lo que buscaba el enemigo de Pain. Sacarlo del poder y terminar con lo que el catalogaba como una era de terror y desolación para el mundo mágico, pero era bien sabido que los fuertes siempre sabían como someter a los insubordinados y mantener el poder en sus manos. Llamando a la puerta de la oficina de su padre estaba Juv o eso contaba el cuento que estaba escuchando en esos momentos, abriéndose está de par en par, le dio libre acceso a un claro que le separaba de la sensación de no saber que demonios hacía buscando una respuesta a sus dudas.


El aferrarse a recuerdos de su pasado, parecí estarle siendo de suma utilidad y más ante el gas que intentó mermar su mente. Poco a poco la claridad volvía a ella, luchando por obtener la respuesta tan anhelada—¿No tienes nada para decirme, Pain?le cuestionaba con dureza—La única orden que me diste es matarlo, pero no más que eso. Quiere decir que puedo emplear el método que mejor me parezca y matarle como me plazca o ¿no?. Cumpliré con esa misión, no volveré sin obtener lo que tanto anhelo y deseo—observando el asentimiento de la cabeza de su padre, desapareció de la oficina. Estaba dentro de la jungla aún, pero ya no sentía la cabeza pesada o confundida, ya tenía de nueva cuenta el control de sus pensamientos y la firme de idea de que no saldría de ahí sin llevarse consigo el anillo que le vinculará con la habilidad de la Oclumancia. El claro se extendía a lo largo del camino que le tocaba continuar, respirando profundamente se aventuró a retomar su andar.


Pequeños demiguises se extendía por todo el claro, intentando colarse en su cabeza con la firme idea de echar por tierra su deseo de hacerse con la alianza que le otorgaría la habilidad de la Oclumancia. Nuevamente una pared oscura se proyectó en su mente, aquel manto rodeaba todo lo que estaba cerca de la Nigromante, desde su ropas hasta la silueta de las personas que le acompañaban, mostrándose francamente agradecida con cada una de ellas. Aunque dos de ellas vociferaban que era necesario que ella abandonará sus creencias y fidelidad a lo que creyó desde que tuvo uso de razón. El llevar una vida llena de sinsabores y matanzas, no era lo más adecuado para una mujer de su porte y personalidad, ¿por qué no optaba por ser nuevamente alguien influyente dentro del ministerio de magia?, ¿quizás viajar por el mundo y sacarse la idea de la cabeza de dominar al mundo mágico bajo un yugo de sangre y muerte'. Eran insistentes las peticiones que lanzaban para que ella optará por alguna de ellas, pero para la mala suerte de esas personas, la crianza a la que fue sometida, le impedía desviar sus pasos del camino que su padre destino para ella justo antes de nacer.


—¿Por qué no ser una monja?, ¿Por qué no ser una emisaria de la buena voluntad o una trotamundos que va salvando a los desvalidos?—arremetía ella con esas preguntas retando a sus detractores—La respuesta es simple, señores. Nací para destacar de otra forma dentro del mundo mágico, no dándole la mano a los que menos tienen o han nacido en la más franca y desagradable miseria. Soy la hija de un hombre que tiene muy bien cimentados sus objetivos y metas, yo misma he sido adiestrada y educada de ese modo. Yo estoy aquí para obtener lo que muchos desean poseer y no pueden, ya sea por miedo o porque no tienen las agallas suficientes. Díganle como quieran, pero yo no pienso dar un solo paso al costado o retroceder, poco me importa lo que se piense o diga de mi, yo no vivo de eso y jamás lo haré. Pueden cuestionarme todo lo que gusten o manden, pero la decisión la tome desde hace mucho tiempo, no ceder ante nada y menos ante propuestas que no me darán ninguna clase de satisfacción o beneficio que pueda aprovechar al máximo—mermando poco a poco la voz de esos dos que gritaban con más fuerza se iba apagando en su cabeza. Pensaba que ahí terminaría todo, pero no era verdad, nuevas voces se dejaron sentir lanzando nuevas propuestas a la rubia.


Casarse, viajar, tener una familia, abandonar todo lo que conocía o creía conocer. Aferrada a la idea primaria de todo aquello, endurecía más y más la pared que protegía su mente y sus pensamientos—¡¡¡ No !!!, jamás me harán cambiar de idea. Ya he tomado la decisión y me mantendré firme en ella—hasta su madre intervino en todo el desaguisado y no consiguió hacer cambiar de opinión a su pequeña—No lo siento, porque si lo sintiera, entonces te escucharía y dejaría de lado todo lo que anhelo obtener y sabes que me ha costado bastante llegar hasta ese punto. No madre la respuesta siempre será no...—alejando las manos de su progenitora la dejaba de lado. Para avanzar por el pasillo que le llevaba hacia las escaleras que conducían a la salida de su hogar, volvería ahí una vez que logrará todo lo que se había propuesto desde siempre.


Los demiguise, ya no le afectaban en lo más mínimo, ya no detectaba ni una sola voz, ni el más minúsculo sonido. Estaba sola en pleno silencio caminando aún por el claro, llegando casi a la entrada de la pirámide parpadeó un par de veces, para intentar salir de su asombro. ¿Qué demonios era todo eso?, ella ahí delante con la varita dispuesta para atacarla, fijando su atención en el pecho de Malfoy. Esa mirada fría y displicente la reconocería en cualquier lugar, carentes de toda vida en ellos, salvo por la vida que les obsequiaba el odio que emanaba desde su corazón—Esto no es verdad, ¿Cómo puedo tener mi varita, si la deje en el cesto que estaba cerca de la barca?—siseó sin sacarle los ojos de encima a su símil. Era como estar delante de un espejo, admirando cada rasgo y detalle con suma atención, la sonrisa desprovista de toda emoción por lo que estaba por hacer contra ella misma. No se lanzaría ninguna clase de maldición, no si no tenía un arma que respaldará dicho ataque.


—Inténtalo, no lograrás dañarme con nada—señaló con fiereza su sien. Su mente estaba protegida por una pared blanca como la nieve, enarcando una ceja se acercaba poco a poco a la otra Juv—Sería tan sencillo desarmarte, pero para que hacerlo. Perdería mi tiempo en nada y la pirámide me espera, recuerdas cuando eramos pequeñas la mirada cargada de satisfacción al recibir esa varita—decía acortando más y más la distancia—La dejamos dentro de un pozo profundo, abandonada por mucho tiempo. Decisión que ambas tomamos en conjunto, no la tenemos con nosotras, no en este momento, porque decidimos que era mejor afrontar las cosas con las capacidades y habilidades físicas que poseemos, recuérdalo—agregó manteniendo su mente serena y reguardada en todo momento—Voy a entrar a esa pirámide, no necesito la varita para quitarte de mi camino. Porque no representas mayor amenaza, yo no lo considero así, ahora seguiré mi camino y tu te quedarás donde estás, recordando lo que te dije—parpadeando con fuerza se disipaba poco a poco la otra Juv.


Exhalando profundamente encaminaba sus pasos hacia la imponente edificación, ahí sin duda alguna le esperaba Sauda. Estaba preparada para lo que le diría su mentora, estaba segura que su desempeño había sido el optimo, pero la última palabra siempre la tenía la mujer delante de ella—Aquí estoy, espero no haber errado en nada—le dedicó una reverencia en señal de respeto. Aguardando el veredicto de la Arcana, dijera lo que dijera, Malfoy no flaquearía por nada del mundo en su objetivo principal. Hacerse con el anillo de la Oclumancia, no importaba el mundo de pruebas que tuviera que sortear para obtenerlo.

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  • 3 semanas más tarde...

Vio cómo desarrollaba su avance, se sentía orgullosa de lo que había conseguido. Era cierto que no habían estado en sintonía desde el principio, pero Juv había alcanzado un punto de habilidad en el que se le hacía bastante más fácil utilizar la oclumancia. De hecho, Sauda aprobó para sí su avance en el camino hacia la pirámide y auruguraba una excelente Prueba. Solo esperaba que el Portal no fuera demasiado duro con la mujer, pues era evidente que aún tenía mucho que aprender.

 

Le sonrió con cariño cuando la vio llegar. Había superado sus últimas lecciones.

 

Bienvenida, Juv. Me ha encantado ver tu avance en el camino. ¿Estás lista para lo que viene a continuación? —le preguntó, indicándole con un gesto de la mano que la acompañara. La llevó hasta el lugar donde iniciaría la prueba y la hizo parar a su lado, mirándola fijamente—. Juv, te lo voy a preguntar solo una vez más. ¿Estás segura de enfrentarte al Portal, crees poder hacerlo? Si la respuesta es afirmativa... escúchame. Tengo algo para ti —hizo aparecer en su mano un anillo muy similar al que ella mismo llevaba, aunque su forma y color no era definitiva. Era un anillo de aspirante, y se transformaría en el anillo de oclumancia si la Malfoy conseguía pasar la prueba. Se lo dio con una sonrisa dibujada en los labios—. Éste te ayudará durante la prueba y, si todo va bien, cuando salgas se transformará en tu anillo de habilidad y adquirirá un aspecto totalmente acorde contigo y tus aptitudes. Mientras estés en el Portal... bueno, podrás sentirme a través del anillo, pero yo no podré hacer nada por ti. A esto debes enfrentarte sola. Suerte, mi querida pupila, confío en tus habilidades.

 

Dio un par de pasos atrás, atenta a los siguientes movimientos de la mujer. Cuando vio que iba a atravesar el portal sintió que se le aceleraba ligeramente el pulso.

 

Protege tu mente, querida —susurró, expectante. No le quedaba más que esperar a ver qué tenía el Portal preparado para ella.

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La aprobación por parte de Sauda para con el desempeño de Malfoy, no hizo más que reforzar y avivar sus ganas por enfrentarse a la pirámide de nueva cuenta. Esa sería la cuarta vez que se vería, cara a cara con el portal, aquel que le probará en el pasado con obstáculos y pruebas que le arrancaron parte de su ser. Pero que sin lugar a dudas, le brindaron la enseñanza que tanto anhelaba obtener, poder y sabiduría que estaban reflejadas en las tres alianzas que llevaba en su surda.


—Estoy más que convencida, no tengo la menor duda. Confió en lo que me ha enseñado y se que tengo la fuerza, el poder y la determinación necesaria para afrontar con éxito las pruebas, que el portal tenga preparadas para mi. Aprendí demasiado de usted en tan poco tiempo, justamente eso me alienta, para demostrarle que la confianza que ha depositando en mi dará sus frutos y cada uno de ellos será más valioso y perdurará por siempre en la memoria de ambas—sonrió al notar que una sortija aparecía en el dedo indice de su mano derecha. El color de la piedra era transparente de momento y la tonalidad de la madera tampoco estaba definida, las incrustaciones de Onyx eran un misterio que poco a poco, le sería develado a la vampira.


—La protegeré, tal y como usted me lo ha enseñado. Nos veremos pronto, no lo dude, querida mentora—asintiendo con una mirada inundada de confianza y certeza, avanzó dentro del portal. Era una sensación nueva para Malfoy, verlo desde otra perspectiva mucho más intima y personal, ahora estaba en juego su mente y lo que dentro de ella guardaba celosamente a piedra y lodo—Oclumens—siseó alzando una barrera blanca como la nieve, percibiendo como la misma poco a poco se iba endureciendo más y más. El viento soplaba con fuerza dentro de un inmenso paraje desconocido para ella, jamás se vio dentro de un sitio tan cargado de paz y serenidad.


Posiblemente era el preludió de lo que su destino dentro de esa prueba, le tenía reservado. La obstinación de la Nigromante, no conocía limite alguno y casi siempre le conducía por la senda correcta—Estoy lista para lo que sea—aguardó respirando profundo el primer golpe lanzado contra su mente. Oscuridad emanaba de lo más profundo de la tierra, quemando poco a poco la serenidad que se empeñaba en mostrar a toda costa, pero así era ella la mayor parte de tiempo una muralla infranqueable y difícil de mermar. Sauda estaba con ella en parte, pero no le podría brindar una mano amiga y menos salvarle el pellejo, si se encontraba enfrascada en algún predicamento—No me iré de aquí sin la habilidad, no me importa perder la vida en el proceso—soltaba con más fuerza que despreocupación en su voz.


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  • 3 semanas más tarde...

La determinación de Juv era envidiable. En cierto modo, Sauda se veía reflejada en ella. Cuando era joven, por supuesto, antes de saber lo que iba a depararle la vida. Su mente voló entonces por los recuerdos de su juventud hasta que notó que la Malfoy se movía cerca de ella. Le tocaba hacer frente al Portal.

 

Era imposible no sentir un repizco de tensión en su estómago cada vez que veía a uno de sus pupilos introducirse en aquel sitio. Sabía a lo que se enfrentarían porque ella también había tenido que pasar por él mucho tiempo atrás, y sabía lo difícil que solían ponerse las cosas en cuanto se traspaba el portal. Pero la rubia irradiaba determinación y valentía, por lo que la arcana se sentía ligeramente cómoda en aquella ocasión. Sí, lo conseguiría. Estaba prácticamente segura.

 

A pesar de todo, miró de reojo su anillo de habilidad y centró todo su poder en él. Necesitaba estar en contacto con ella por si la necesitaba en algún instante. No le había ocurrido en muchísimo tiempo, pero si uno de los aspirantes a oclumante se encontraba en apuros era su deber interrumpir la prueba para rescatarlo. Aunque aquello signficase que jamás podrían adquirir el anillo de habilidad. No podía imaginar algo más duro que eso a nivel académico. Solo esperaba no verse en esa situación en mucho tiempo. A ser posible nunca.

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Nigromancia, Animagia y Videncia pasaron delante de sus ojos, visualizándose en su memoria tres películas diferentes. Conocía la dureza con la que la pirámide solía tratar a los que aspiraban obtener alguna habilidad y Malfoy no era la excepción a la regla. Tuvo que enfrentarse al Inframundo descendiendo a lo más profundo de esté y atreverse a desafiar fuerzas que eran mucho más poderosas que ella y le podían haber arrebatado la vida en un suspiro. Animagia no fue menos benevolente y le arrancó litros y litros de sangre, aquellos que forjaron dentro de ella una muralla resistente a toda clase de dolor, volviéndola un ser capaz de enfrentar la adversidad sin temor a las consecuencias. Y Videncia, le enseño a ver más allá de lo que los ojos físicos son capaces de apreciar a simple vista, adentrándose en las más oscuras y secretas visiones de la Nigromante.


Ahora la Oclumancia, le daba el poder de alzar una barrera mental imposible de penetrar. Oclumens era la palabra clave en todo aquello, pronunciarla le daba el poder de resguardar a piedra y lodo sus pensamientos—Gracias querida mentora, Sauda—se despidió de ella por un instante. Quizás para ella sólo pasarían segundos, posiblemente minutos, pero en realidad eran horas lo que se avecinaba para la vampiro. Sus ojos estaban fijos en ese halo brillante y deslumbrante, el semblante de la rubia de endureció, apagando poco a poco las pocas emociones que la Arcana pudo despertar en ella. No olvidaría el momento tan especial que le brindaron, pero no estaba en ella dejarse dominar por sensaciones como esas—Es mejor así—deslizando su dedo indice sobre la cicatriz que descansaba en su pecho justo encima de su corazón, desapareció abrazada por lenguas de fuego que le llevaron a otro plano donde la prueba había dado comienzo.


—Oclumens—musitó con determinación y arrogancia. Pequeño defecto que destacaba en ella a todas luces, aunque Malfoy lo consideraba una cualidad invaluable para ella. Avanzando por un extenso pasillo, alcanzaba a escuchar lo que parecía era una acalorada discusión. Teniendo como protagonista central a la Vidente, irremediablemente era el momento en que su abuela materna decidiría su destino sin pensar en lo que deseaba realmente la hija de Pequeña Oveja. Siempre acatando las ordenes que le daban sin chistar, guardándose para ella un cumulo de odio y resentimiento que tarde o temprano estallaría como lo hace una bomba atómica—Nueva Zelanda es el sitio idóneo para ella, no puede irse a Rusia o Italia. No estamos en condiciones de cumplirle los caprichos a nadie y menos para hacerle de contentillo—balbuceaba la mujer de mediana edad. Era como escuchar a su madre, pero empleando otras palabras para trazar el camino que debía andar Juv.


Sus hermanos, ya no estaban dentro de la residencia familia y eso volcaba toda la atención en la mujer de cabellos dorados y orbes lapislázulis. Aryma Hei estaba con ella en todo momento, no se despegaba de su lado y era simplemente por el temor de verla desvanecerse poco a poco, hasta desaparecer absorbida por las demandas de Dark Night. No existían más nombres que los de siempre, Pain se perdía en medio de la encrucijada que lo hacia cuestionarse sus decisiones con respecto a cada uno de sus descendientes, enviados a diferentes partes del mundo para sembrar el bien o eso intentaba la madre de su esposa. ¿En que cabeza cabía tal locura?, ¿Quíén se imaginaría a Juv realizando causas benéficas para los seres más desvalidos del mundo mágico?, perderse en un mundo ajeno al que le vio nacer aquella noche de tormenta.


—Lo siento, pero no—interrumpía la charla abriendo la puerta del despacho de par en par. Su mente estaba protegida por aquella pared negra como el ala de un cuervo, preparada para evadir todo lo que se le colocaría delante como un obstáculo imposible de franquear—No abuela, yo no puedo hacer lo que tu deseas.Ya no soy una chiquilla de 5 años, ya puedo decidir que es lo mejor para mi. Y si romperme la chisma contra el suelo mil veces es lo que me permitirá llegar a ser más fuerte que ahora, no dejaré pasar esa oportunidad de oro—susurros se colaban por sus oídos como el zumbido de abejas, intentando frenar su concentración—No, ya dije que no—la barrera mental se mantuvo intacta. Pensando en los años que paso dentro de la Universidad, desarrollándose como toda una conocedora en diversas artes. Puntura, escultura y teatro, aquel que le dio la pauta para aprender como manipular un poco a las personas que le rodeaban.


Alejando poco a poco, el mal recuerdo de su juventud, retratándose a ella misma como una dama de la alta sociedad influyente y muy poderosa—Hay veces que eres demasiado débil—le acusaba sin reparó su hermana Blue. Esa mujer que pocas veces mostraba compasión o lo que ella simulaba que lo era, empeñada en forjar a toda costa a Malfoy como una asesina sanguinaria y despiadada—Necesitas cambiar o te acabarás destruyendo tu misma—volvía con la misma cantaleta de todos los días. Cada persona que se cruzaba en su camino, deseaba imponer su santa voluntad y que fuera la piedra angular sobre la cual la rubia erigiría todo su destino, sinsabores, amores, traiciones e infinidad de situaciones que ahora descansaban dentro del baúl de sus recuerdos.


—¿Débil?, ¿Quieres ver que tan débil puedo ser?—tomándola por el cuello oprimió este con fuerza—¿Puedes sentir eso?, percibes el miedo que corre por tus venas. Jamás he sido débil, si lo fuera no me sentiría más que orgullosa por haber matado a nuestro querido hermano. Justamente por eso tenemos está marca en el cuello, captas la maldad que brota de mi agarré, asimila eso como una lección de por vida— susurró aquellas palabras cerca del rostro de su hermana—Recuerda quien te condeno a ser lo que eres, creo que la debilidad pesa un poco más de tu lado de la balanza. No me hagas revivir lo que fraguamos para acabar con la vida de Kan—saboreaba el veneno que brotaba de sus labios, saciando poco a poco sus pensamientos deseosos de tomar todo lo que deseaban de sus memorias.


Sabía a la perfección que Sauda, le observaba analítica e imperiosa, demandante por momentos y Malfoy, le percibía gracias a la alianza que llevaba en su dedo corazón en su surda. El poder de la Arcana cuidaba de forma silenciosa y maternal a la Nigromante, no necesitaba ser salvada de momento y eso dejaba a ambas con una calma medianamente apacible. Tendría que saltar de un recuerdo a otro, guardando en la pequeña caja oscura que era su corazón uno a uno los trozos que quedaban de estos. Los defendería tal y como lo hizo cuando intento saber del bando al cual pertenecía la Vidente. Nadie solo ella era capaz de abrir esas puertas selladas, clavando la llave en la cerradura y dando libre acceso a la parte más secreta y celosa que preserva desde que tuvo el placer de formar parte de tan distinguida dinastía.

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  • 2 semanas más tarde...

Tras agradecer algo que, para Sauda, no merecía ningún tipo de reconocimiento porque adoraba trasmitir su sabiduría a otros, vio cómo su pupila se internaba finalmente entre las corrientes mágicas del Portal. La puerta se cerró tras de la mujer y allí se quedó la anciana, con los labios apretados, mirando el lugar en el que había visto por última vez a Juv. Ahora podría acompañarla a través de su anillo de la Oclumancia, unido para siempre al de aprendiz de la mujer que, si todo iba bien, se transformaría en un anillo de habilidad para ella. De hecho, sabía que así sería: confiaba totalmente en la Malfoy.

 

Notó cómo el ánimo de Juv se alteró al verse mezclada en una discusión familiar; el Portal sentía especial predilección por los momentos más escabrosos en la vida de los magos y brujas que se arriesgaban a mezclarse con su magia para demostrar que eran dignos de conseguir las habilidades que los arcanos enseñaban. Parecía que era la forma que tenía de comprobar hasta qué punto eran merecedores de llevar un anillo de habilidad.

 

La mente de la Malfoy se mostró entera, fuerte. Decidida. No dejó que las palabras de sus familiares, todo creación del Portal, consiguieran hacerla perder de vista su objetivo. Sauda asentía con la cabeza de vez en cuando desde la puerta, parecía que Juv lo tenía todo bajo control.

 

Enseguida sintió que su pupila acababa de superar la primera barrera del Portal y contuvo un soplido de estrés: estaba un paso más cerca de poder pasear el anillo de la Oclumancia por todas partes. Pero... ¿cuántas pruebas le esperaban aún antes de eso? ¿Qué le depararía el Portal a partir de ese momento? ¿Bastaría con un único obstáculo o aún faltarían más? Rozó su propio anillo con la yema de los dedos, como si así pudiera pasar un poco de ánimo a la mujer que luchaba por alcanzar sus objetivos. «¡Ánimo, mi querida Juv! Estás más cerca... ¡adelante, protege tu mente!», pensó, sabiendo que sus palabras llegarían hasta la mente de la muchacha.

 

Y esperó. No podía hacer mucho más.

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  • 4 semanas más tarde...
Su mente se quedo en blanco como un lienzo listo para ser atacado con pinceladas certeras y desafiantes, el pincel era sujetado por una mano enemiga del pasado. Jamás se cansaría de azorar a la Nigromante, persiguiéndole ahí donde fuera, escudriñando cada uno de los pasos que la rubia dejaba plasmados en al tierra, atacándola con el peor de los recuerdos que le quemaría como brasas ardientes la piel. Sus ojos verde esmeralda eran una luz cansina, apabullante y lastimera. El portal sabía donde atacar a la Vidente, asestándole golpes que le dejaban con nuevas ansías de salir bien librada de todo aquello, ayudándola a encaminar sus pasos por una senda conocida por ella y que ando más de una vez en su pasado.


—Kay, no lo hagas—la voz ahogada de Hei, le suplicaba bajar la afilada arma que empuñaba contra el pecho de Juv. Su propia hermana, le atacaba de un modo por demás artero y ventajoso, nunca le perdonaría haber asesinado a Nick y arrancarle de las manos el poder que desde siempre le fue negado a la joven. El amor no tenia cabida en la vida de la Animaga, pero eso no quería decir que dejaría que pasarán por encima de las personas que ella apreciaba o consideraba valiosas para ella. Su cuerpo era una maquina impulsada por la adrenalina y los ojos de Pain, permanecían sobre ella, obligándole a defenderse de dicho ataque.


—No te considero mi hermana, sino una desgracia para nuestra familia—arremetió contra ella, deslizando su lengua por su labio superior. La señal que denotaba la malicia en ella, absorbiendo poco a poco toda la ponzoña que radicaba en el fondo de su ser, infestando cada uno de sus sentidos, apoderándose de ella una locura demencial. Saboreaba la sangre que brotaba de sus labios, néctar engendrado en las entrañas del infierno, lava ardiente que arrasaría con todo a su paso. Desatándose dentro de su mente una encarnizada batalla entre dejarle ir libre de toda culpa o arrancarle la vida poco a poco, arañando con la frialdad que habitaba en sus ojos la blanquecina piel de su contraparte.


Aquello era una lucha interna, pero no entre el bien y el mal. Sino entre lo que debía dejar de ser y no volvería a repetirse jamas, borrar del todo ese capitulo de la vida de ambas e intentar no agrandar más la herida. Nick era un estigma en la vida de todos los hijos de Pain, conquistador desquiciado que empleaba métodos medievales en contra de sus propios hermanos, torturas inhumanas que no marcaron sus cuerpos, pero si sus recuerdos y psique. Uno a uno los pensamientos de la Black Lestrange, despertaban en ella un inmenso odio y resentimiento—Oclumens—bloques blancos como la nieve se apilaron uno sobre otro, alrededor de la mente de la rubia. Era una muralla impenetrable y certera, nadie en el mundo perturbaría de nueva cuenta ninguno de los recuerdos de la vampiro.


—¡¡¡ Morirás !!!—exclamaba sujetando con fuerza su oscura varita, apresando dentro de ella la mirada ausente de la castaña—Lárgate al infierno—apareciendo en su mano una daga con la punta labrada con la madera de un roble blanco. El material que era temido por los vampiros, sólo ser apuñalados con este en el centro del corazón, acabaría con su existencia reduciéndolos a un puñado de cenizas que serían arrastradas por el viento. La presión de su padre era máxima, advirtiéndole con una sola mueca que el tiempo se le estaba agotando, matar o dejarse matar. No había otro camino, no teniendo delante de ella a la única persona que sintió un afecto verdadero por Nick, aquella mujer que le veía como algo más que sólo su hermano.


—Lo haré, no me presiones—sintiendo el pasto húmedo bajo las plantas de sus níveos pies, respiraba el aire que se colaba por sus fosas nasales. No tenia vida como el resto de los seres humanos, dentro del pecho no le latía un corazón y menos bombeaba sangre, solamente su cerebro se mantenía con vida, dándole el poder de mantenerse medianamente cuerda dentro de todo ese entuerto. Sus músculos se tensaron como vigas de acero, girando un poco su cuello de un lado a otro lograba que tronará, destensándose sacándose con esa acción parte de la su rabia contenida—Hasta nunca, Kay—clavando limpiamente la daga en el centro del pecho de su hermana, terminaba con su suplicio. La piedad no era un rasgo en su personalidad, pero hizo lo necesario por mantener sepultado el secreto más oscuro y tétrico.


Ahora en su memoria reposarían las almas de sus dos hermanos, aguardando el momento justo de cobrarle esa cuenta pendiente de la Black Lestrange. Un dolor intenso le taladraba la cabeza, quemando una a una las neuronas de la rubia, provocando que se inclinará doblándose irremediablemente sus piernas—¿Qué demonios está pasando?—la muralla que protegía su mente se afianzó más y más, transformándose en un metal reforzado que revivió otro pasaje que permanecía dormido en su memoria. Una noche estrellada acompañada con una promesa plagada de deseos y anhelos que rayaban en lo irreal, obsequiándole la idea hueca de un cuento de hadas. Su interés por las novelas color de rosa era prácticamente nulo e inexistente, pero ese par de ojos pardos, si que supieron colarse en los pensamientos de la neozelandesa.


Solía decirle amore, pero no porque estuviera enamorada del francés, sino porque le quería de un modo por demás especial. Tenían una historia tatuada en la piel, además de secretos que se ocultaban en sus labios y miradas, no existía nada que dejará a la vista el afecto que ambos se profesaban, al menos no de la forma tradicional. Con el típico coqueteo y las conquistas que están engalanadas con flores y serenatas, para ella sólo había bastado un relato que le permitió apreciar en todo su esplendor el lado sensible de black cat. Una sonrisa lóbrega se dibujaba en sus labios, intentando alcanzar con ese gesto sus orbes lapislázulis, pero la maldad que habitaba en ella, impedía que cualquier atisbó mínimo de amor o sentimientos que estuvieran ligado a esa palabra aflorarán en ella. El portal estaba siendo demasiado curioso, rebuscando en sucesos específicos de la vida de Juv, provocando que ella se aferrará con más fuerza a mantener todo eso resguardado a piedra y lodo.


Sabia que Sauda estaba pendiente de su desempeño dentro de la prueba, esperaba estarlo haciendo bien y conseguir vincularse al anillo que portaba en su dedo corazón. Ansiaba con todas sus fuerzas ser toda una bruja oclumanante y no dudaba que lo conseguiría a cualquier precio. Las dos pruebas anteriores habían sido demandantes para la vampiro, pero eso no frenaba su empeño por demostrarle a su mentora que la confianza que depositó en ella, no se vería defraudada por nada del mundo y saldría del portal sana y salva, además de llevarse con ella la habilidad de oclumancia.


Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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El Portal siguió haciendo gala de su magia para poner a Juv contra las cuerdas. Ésta se desenvolvía muy bien, haciendo uso de sus recientes aprendizajes sobre oclumancia y esquivando todo lo que el portal le iba poniendo por delante. Como en casi todos los casos, la magia del lugar la hacía vivir escenas de su pasado, con familiares y situaciones anteriores al momento que vivían actualmente.

 

Parecía que el Portal aprovechaba esas cosas para intentar hacer flaquear los ánimos de los aspirantes, aunque estos solían utilizar sus poderes de forma correcta para salir airosos de la contienda mágica. En el caso de la Malfoy, intentó sacar al exterior sentimientos y recuerdos que tenía guardados en lo más profundo de su ser, pero Juv consiguió que el Portal no pudiera hacer mucho con ellos. En un momento dado, cuando consiguió vencer la segunda prueba, la arcana soltó una suave expresión de emoción entre dientes, con ambas manos cruzadas sobre su pecho.

 

Se dio cuenta de que su pupila esperaba algo... pero el Portal ya no respondía. Entonces Sauda se concentró en su anillo. «¡Juv, vuelve querida! Mira tu anillo de... habilidad!», le dijo mentalmente, utilizando la conexión que existía entre su anillo de la oclumancia y el que había sido el de aprendiz de Juv hasta el momento. Ahora éste había cambiado para ser el de la oclumancia, con la apariencia que mejor se adaptaba y relacionaba con la Malfoy. Ahora Juv había superado la prueba...

 

En cuanto la vio salir, Sauda la abordó con una amplia sonrisa en su oscuro rostro.

 

¡Felicidades, mi querida Juv! ¡Eres una bruja oclumántica! —sin poderlo evitar y sin saber bien si Juv sería dadas a tales muestras de cariño, se acercó para abrazarla durante un breve instante. Luego se separó, sin perder la sonrisa—. Tu estudio conmigo ha terminado, puedes irte y lucir tu magia oclumántica como mejor lo desees. Pero recuerda, la oclumancia no es algo que se aprenda sin más... aún puedes perfeccionarlo mucho más, ¿de acuerdo? Simplemente practica. Y si en algún momento dudas o tienes algún problema... no dudes en acudir a mí. Ya sabes dónde y cómo encontrarme. Además, —añadió, señalando su anillo— siempre estaremos conectadas a partir de ahora, mientras lleves tu anillo contigo. Ve, Juv. Descansa y celebra tu triunfo. Lo mereces.

 

Dicho aquello, le dio la espalda y comenzó a alejarse de ella. Una nueva oclumante salía de la pirámide luciendo sus poderes, dejando a la arcana un poco más cansada pero infinitamente feliz. Aún tenía dos pupilos en pleno aprendizaje, y ambos necesitaban de su guía para poder alcanzar el punto que acababa de obtener Juv.

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Ni una sola intromisión más se hizo palpable o presente dentro de su mente, ya no sentía o experimentaba el poder del portal sobre ella. La barrera blanquecina permanecía intacta e inamovible, endurecida por sus ansias de alzarse con el triunfo por todo lo alto, poco a poco la serenidad retornaba a su cuerpo, aligerando el peso que llevaba sobre sus hombros y mente. La voz de Sauda llegaba como un remanso de paz y alivio, aquel que pudo sanar en parte el letargo mental que sufrió antes de llegar al bosque donde habitaba la mujer. Era la misma rubia obstinada de siempre, altanera y arrogante, pero ahora le calzaba en su dedo corazón un anillo que le ligaba por el resto de su eternidad a la habilidad de Oclumancia y a la fémina que impartía dicha disciplina.


Volvía a estar dentro de su zona de confort, pero eso no le daba la certeza de que el aprendizaje concluyera al salir del portal. Una nueva prueba le esperaba fuera de ese sitio, aquella que le haría comprobar que lo aprendido se había quedado arraigado profundamente dentro de ella—Ha terminado —bajaba un poco la dureza de la protección que levantó al rededor de su mente. El escudo resplandecía como si fuera una piedra preciosa, diamante recién extraído de una mina— Gracias Aryma, Gracias Black Cat—apareciendo en sus labios una lóbrega sonrisa, agradecía a los otros protagonistas de cada una de sus vivencias. El baúl de sus recuerdos volvía a sellarse a piedra y lodo, sepultando de ese modo todo lo que consideraba sumamente valioso para ella.


El portal abrió sus puertas de par en par, dejando salir sana y salva a la vampiro. Una reverencia cargada de sumo respeto y admiración fue dedicada a la mentora de la Black Lestrange—Desde el primer momento confié en mi, jamás dude que podría aprender de usted todo lo necesario y más —recibiendo de buena gana el abrazo de la Arcana, no le negaría que demostrará la emoción que le provocaba ver a la nueva bruja oclumante frente a ella—La visitaré, no tenga duda de eso —observaba con sus orbes lapislázulis la alianza que reposaba en su dedo. La negrura que brotaba de ella, infestaba toda la anatomía de la germana. Dejando un imperceptible roce en la mano de la mujer, ella también encaminó sus pasos hacia la salida de la pirámide.


La oclumancia había sido un reto desde el comienzo, pero su férrea personalidad, jamás le permitió flaquear o poner en duda sus capacidades. Ahora le esperaba un merecido descanso en Francia, ya era hora de dedicarle tiempo a Black Cat y concluir el asunto que les quedo pendiente—Es hora —deslizando sus dedos sobre su pecho brotaron de este varias manos oscuras, danzando alrededor de la ojiazul oscuro la envolvieron de pies a cabeza. Desapareciendo en el acto dejaba detrás de ella una bruma espesa que poco a poco se disipaba, pero sin dejar un solo rastro de la presencia de la Black Lestrange.

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