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Prueba del Libro de la Fortaleza XXIV


Mia.
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—Alguna vez lo visité, o quizás no... siendo honesta tengo la sensación de haber recorrido estos caminos al menos un par de cientos de veces —respondió con una media sonrisa—. Sin embargo, no tengo recuerdos totalmente claros, quizás en otra vida.

 

Le quitó importancia al asunto mientras continuaban con su andar, disfrutando del poco contacto que tenían con la naturaleza gracias al horrible enrejado que demarcaba el paso peatonal y la ciclopista, de un verde pasto intenso, junto a eso, el color negro de las rejas que delimitaban cada facultad eran bastante notorias. Posterior a pasar, junto a unos tacos conocidos como los nutripumas, negó con lentitud y espero que nadie muriera comiéndolos.

 

En el momento, en que se detuvieron en el sitio por el que unos cuantos estudiantes intentaban entrar para llegar corriendo a sus clases. Si, sin duda el ambiente se sentía mucho más tenso de lo que alguna vez pensó sería posible. Pequeños grupos de estudiantes se reunían en mesitas con aparados con dos rectángulos que al unirse podían abrirse en ángulo recto, concentrados en sus cosas, casi ni los notaron, algo bueno para ellos.

 

—Las dos cosas, se cuenta que algunos sucumbieron al deseo de terminar con su vida como el buen amigo Pascualín y otros, simplemente se pierden en alguna práctica universitaria y nunca más son vistos. —explicó con tono solmene, como intentando dar a conocer, que si era una problemática que solo los más fuertes podían vencer.

 

Pasando por algunos edificios, que eran totalmente extraños para ella. Decidió llegar hasta la parte principal del Anexo de la Facultad de Ingeniería, aquel conocido de manera coloquial por los mortales como Camino Verde, mientras que para los casi dioses de esa facultad, eran simplemente las trincheras. Aquellas, que los preparaba y les hacía conocer el amor y el odio que se podía guardar por una carrera en su manera más pura.

 

—Puedes elegir la parte de este anexo, que te guste más... allí será el duelo, te seguiré y puedes iniciar... no tengo problema con ello. —se dirigió al Black Lestrange con una sonrisa y espero a que tomará sus decisiones y la guiará, mientras tanto se preparó con su varita mágica.

 

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Reglas para la Prueba:

 

~Mismas reglas que un duelo común. No se pueden editar post. No se pueden agregar Off, todo eso va en el tópic de consultas.

~Si en 24 horas el rival no ha respondido se consideran los hechizos impactados, mientras que a las 48 hrs. se considerará abandono de duelo y por tanto, finalizará.
~Hechizos válidos para prueba: Hasta neutral graduado, libro de Aprendiz de Brujo y Libro de la Fortaleza.
~La prueba tiene duración de una semana (25-10 al 17-10.) Entre más constancia, más rápido se finalizará el duelo.
~Dudas y consultas en el respectivo tópic. Link
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Seríamos dos, en ese caso. Desde que llegamos, siento que...hay una parte de mí aquí. Literalmente. Como si el bueno de mi gemelo se hubiera vuelto un estudiante universitario con serios problemas de control de ira.

 

Casi podía jurar que el ambiente cambiaba en el trayecto entre la Escuela Nacional de Trabajo Social y el Anexo de la Facultad de Ingeniería. Inclusive, la facultad intermedia, parecía ser la fuente de la felicidad, pues sus estudiantes invertían su tiempo de ocio en mesas de ping pong. Y ahí, en FI, podría jurar que su doppëlganger se habría sentido cómodo, estudiando algo que día con día pondría a prueba su paciencia, por el mero placer de recibirse.

 

Un duelo. repitió, adentrándose en el cerco que separaba al complejo sur del camino verde. ¿Por qué no me sorprende? Digo, ¿cuáles son las probabilidades de qué madre e hijo se enfrenten en combate?

 

Esbozó una sonrisa burlona mientras le indica a la rubia que le siguiera. Contrario al flujo de alumnos, se dirigieron al ala oeste, que parecía más tranquila. Allí, a lo lejos, se podía ver un enorme panel solar que seguía de cerca los movimientos de sol. Se encontraban en estacionamiento de la División de Ingeniería Eléctrica. Pero no, su combate no se suscitaría ahí.

 

Avanzaron un tramo más, pasando por un edificio en forma de L, de estructura simple y con grandes ventanales, que rezaba División de Ingenierías Civil y Geomática. Cosa curiosa, pues ahí volvieron a encontrarse a Pascualin y compañía, quiénes parecían ansiosos por ingresar a una clase impartida ahí mismo. No había tiempo para más encuentros, por lo que apremió el paso hacia la zona de descanso en la parte trasera de la división.

 

No era algo excepcional, salvo los traicioneros lagos de fango que se formaban en temporada de lluvias, y la presencia de árboles que le confería el aspecto de un pequeño bosquecillo. Pero, lo que más podía destacar, era la pronunciada pendiente que se extendía a lo largo del área verde. Ahí, los alumnos se echaban a dormir la siesta, o festejaban un semestre exitoso/desastroso. Pero, no ese día, que estaba completamente desierto. Ni siquiera los troncos cortados a medio camino, que eran utilizados como puntos de referencia.

 

Y, ¿qué te parece? extendió ambas manos, ascendiendo por la pendiente. Quedó de pie a lo que él consideró que era la mitad de ésta. Creo que es el lugar ideal, así no me golpearé el cráneo tan fuerte cuando caiga.

 

En su mano, ya llevaba la varita lista para dar el primer ataque. Era su madre, pero también era su profesora, y su compañera de bando. Claro, aquello iba a ser muy fácil, tanto como lanzarle una maldición a alguien que comparte su apariencia. Dándole la espalda a la mitad superior del montículo, del enrejado tras el cual circulaba una de las rutas del Pumabus.

 

Silencius.

 

Había dirigido su fragmento de nogal negro hacia la matriarca Black Lestrange, por lo que el efecto ocasionaría que no pudiera emitir voz alguna de sus labios, y eso incluía, la mayoría de los hechizos en su arsenal, limitándola a los no verbales. Aquello le haría ganar un poco de tiempo para pensar en cómo darle la vuelta al problema en el cual se acababa de meter. O habría cavado su propia tumba.

 

No lo sabía, pero probablemente lo último que recordaría, sería haber intentado atacar a su madre.

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—Supongo que algo bueno tiene el césped. —soltó con una risotada en cuanto observó el sitio en el cual se encontraban parados.

 

No era el lugar que ella hubiese elegido, porque sus preferencias iban más hacía el panel solar y ese espacio con escaleras de caracol y ventanales... pero, como la decisión había sido de su hijo y la iba a respetar, además no estaba nada mal. Las rejas dejaban al descubierto los trastos de metal que anteriormente habían tomado, los cuales estaba más que segura que trasladaban a los alumnos que iban a casa o estaban por llegar a clases.

 

Afortunadamente, no los podían ver. Al menos no directamente, porque por medio de un poder especial que concedían los directivos de la universidad, en momentos como aquellos, podían volverse como figuras difusas para los demás, por lo que estaba totalmente tranquila y se concentró en los movimientos de su rival, al menos de momento.

 

—Eso es traición. —alcanzó a decir antes de ser silenciada— Babosas —pensó, logrando que de la boca de su hijo comenzaran a salir pequeñas y medianas babosas, las cuales le impedían hablar sobre cualquier cosa, o conjurar hechizos verbales.

 

Por lo que no pudo evitar esbozar una media sonrisa, y levantó nuevamente su varita mágica.

 

Sectusempra —un rayo salió de su varita mágica, el cual viajaba lentamente a la dirección en la cual se encontraba parado el castaño, listo para recibirlo al menos de que se defendiera o hiciera algo para evitarlo.

 

Sintiendo el calor sobre su piel, negó con lentitud, por lo que amarró su cabello en una simple coleta, de tal manera que estuviera mucho más fresca de momento. Pero, estaba confiando en que el dios del clima, estuviera mucho más cooperativo y nublara un poco el cielo, dejando de lado ese calor húmedo.

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Debí haber convencido a Pascualin de que nos acompañara, así quizá habría servido de sujeto de pruebas, pensó Black Lestrange, mientras tenía que lidiar con las babosas saliendo de su boca. Su madre le había pagado con la misma moneda por haberla silenciado de aquella forma tan abrupta.

 

¡Y vaya que era asqueroso! La sensación viscosa de aquellos animales apareciendo en su garganta y luchando por salir a la superficie, casi lograron que haya decidido cancelar el duelo para vomitar del asco producido. No, eso no lo iba a detener.

 

Formuló mentalmente un Salvaguarda Mágica, tal como había hecho durante el recorrido hacia el Anexo. Su cuerpo se volvió intangible, permitiéndole atravesar la materia sólida como si fuera un fantasma. De esa forma, fue que se salvó del Sectusempra enviado por la profesora, un hechizo mortal que le habría causado heridas un tanto graves. Así, pues, el rayo proveniente de la varita de su contrincante, le atravesó el cuerpo como si fuera humo, e impactó en la pendiente de arbusto, sin provocarle daño alguno.

 

Bgonito cglima, ¿go?

 

Hizo una mueca, aún sufriendo de los estragos de las babosas en el sistema del habla. El efecto de la salvaguarda cesó, por lo que volvió a sentir el efecto de la gravedad sobre su cuerpo. Con el imperdonable calor haciendo de las suyas, debía hacer algo para no estar en tan seria desventaja ante la rubia, quién estaba inusualmente tranquila para tratarse de un duelo. O quizá era que ya tenia la estrategia idónea para acabar con el castaño.

 

Finite Incantatem, pensó Eobard, ocasionando que el efecto de las babosas llegará a su fin antes del plazo habitual. Recuperó el habla, frotándose con suavidad el cuello del cual un par de gotitas de sudor comenzaban a aparecer, debido al aumento considerable de la temperatura.

 

¿Sabes? Lo de las babosas también fue traición. No tenía nada en contra de esos bichos, pero ahora, no podré mirar uno en días, sin sentir la necesidad de vomitar.

 

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