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Prueba de Animagia #18


Suluk Akku
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La joven Vladimir estaba lista. Suluk lo supo cuando ésta antepuso las necesidades de un pueblo extraño por encima de su misión principal, adquirir la habilidad que le competía. Un alma tan pura resultaba difícil de conseguir hoy en día, por ello cuando Xell fuese capaz de vincularse con su anillo y dominara su animal interior, una fuerza mágica caería sobre la tribu afligida para traerles paz y nuevas esperanzas, entre ellas la resurrección del pequeño Kalev, el hijo del Jefe que hubo sido asesinado cruelmente por su hermano Singajik.

 

La Arcana le había dejado a su amigo anciano instrucciones precisas, cuando tuviese una respuesta afirmativa por parte de la rubia debía abrir un portal y enviarla a casa cuanto antes. Allí encontraría una nota sellada con su propio anillo y firma donde revelaría los libros recomendados antes de la prueba final y el sitio de encuentro, estaba a pasos más del final esperado.

 

Akku la esperaría en la pirámide, para la ocasión había utilizado mucha más magia de lo usual, se sentía renovada, divertida, innovadora. Xell le transmitía alegría.

 

A orillas del inmenso lago que todo concurrente a la Universidad conocía le esperaría una caja medio incrustada en la tierra húmeda. El objeto estaba encantado, por tanto cuando se acercase y fuese capaz de percibir su presencia, activaría una especie de imán que le desproveería de absolutamente todos sus amuletos mágicos, incluyendo la varita de bruja. Debería afrontar tres pruebas en completa armonía con su totem o no sería digna de las enormes puertas al sol de la pirámide. Más a cambio de ésta clara desventaja, se le proveería de una sortija simple, de plata, que la mantendría conectada con la Arcana en todo momento.

 

1. La sacerdotisa no lo notaría hasta subir. La enorme guía de madera que mecía el bote, móvil que necesitaba para llegar hasta la otra orilla, estaba conformado por el medio cuerpo de una esfinge encantada. Cuando tomase asiento voltearía, con una sonrisa socarrona en el rostro y soltaría el acertijo a mitad de camino, si Xell respondía correctamente continuarían sin problema alguno, caso contrario, se hundiría en el medio del lado y su vida acabaría a merced de las criaturas marítimas.

 

"¿Qué es fácil de levantar del suelo, pero difícil de aventar lejos?" Inquirió.

2. Al descender de la barcaza se encontraría por fin frente a las puertas de un basto laberinto de hierbas entrecruzadas y sombras monstruosas. Dentro, la misma magia de Suluk le haría confundir, sentirse perdida, desorientada, solamente sería capaz de vislumbrar unos débiles rayos de sol, como si repentinamente hubiese caído la noche y tras horas y horas, agotadoras, el alba estuviese besando el cielo. Sobre su cabeza, una bandada de golondrinas.

 

¿sería capaz de unirse y encontrar la salida? Todo dependía del manejo de la habilidad, de la conexión que tenía para con ésta.

 

3. Con la segunda prueba Xell habría saciado sus deseos de volar, como bien expresó al encontrarse por primera vez con Suluk, por lo que la prueba final sería la que muchos consideraban más sencilla. La joven debería pararse frente a un espejo de cuerpo entero, dispuesto en medio de los extensos pasillos del laberinto, e intentar regresar a su forma humana en un parpadeo. A veces, el cuerpo se siente tan a gusto dentro de la cavidad animal que olvida cómo es ser una persona, para los animagos resulta igual de importante convertirse como lo opuesto.

 

¿Podría? El espejo le abriría paso una vez completada la fase.

Y por fin, Suluk la aguardaba a los pies de la pirámide con una amplia sonrisa en el rostro y los brazos abiertos para envolverla en un cálido abrazo fraternal. Era una mujer de baja estatura, mullida por el ropaje y los kilos que los años se negaban a llevarse, pero una mujer feliz.

 

—Me alegra verte de nuevo ¿Estás segura de ésto?— Quiso saber —¿Completamente segura?— volvió a preguntar, los Arcanos tenían la obligación de detener a consciencia a sus aprendices para que pensasen con la cabeza fría, ya si luego de dos interrupciones, éstos, decidían seguir adelante, lo hacían bajo sus propios riesgos y las reglas del portal.

 

La puerta se abrió. Un oscuro hueco en el granito dorado de la pirámide, dentro la oscuridad las engulló como un monstruo hambriento. Las puertas que correspondían a cada habilidad comenzaron a girar en cuanto sintieron la presencia de Xell Vladimir pero solo una desprendía un brillo cegador, atrayente, el porta de animagia le llamaba. Y cuando la joven sacerdotisa estuviese decidida a lanzarse dentro, éste le llevaría directo al primer momento en su vida en que el don despertó repentinamente para sumirse en un profundo sueño que ella misma debería erradicar.

 

Debía activar su habilidad mediante emociones.

 

—Buena suerte, joven Vladimir. Alentó

 

 

 

 

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Me había pillado de sorpresa el cambio espacial. Estaba con aquel amable anciano y el zorro que era sus ojos, recogiendo su taza del suelo, diciéndole que estaba dispuesta a ayudarle... Ahora estaba en mi cama, tumbada de lado con las manos bajo la blanca almohada... Había sido todo tan rápido que apenas recordaba que aquel hombre me había sorprendido con la creación de un portal que me había alejado del frío.

 

Ahora sudaba. Sobre la cama, llevaba puestas las ropas para soportar el perenne invierno de aquella zona polar. Aún un poco aturdida, me quité la capucha de un manotazo. Cuando me incorporé, el cabello se pegaba a mi piel, el calor me hacía jadear y deseé urgentemente desnudarme de aquella ropa pesada. Cuando, por fin, me saqué todo aquella ropa de encima, necesitaba una ducha.

 

No tardé en encontrarme mejor, con una ducha recuperadora que me había dejado como nueva. Salí de la ducha con el pelo recogido en una toalla. Busqué mi varita para secarlo. Bajo ella, una nota con un sello extraño me sorprendió pues no recordaba haberlo visto antes.Lo abrí y, al leerlo, volví a sentirme turbada. Era una nota de la Arcana, donde me recomendaba unos libros y me citaba en un sitio al que no había ido nunca. Me senté frente al tocador y comencé con la rutinaria tarea de peinarme. Era una rutina agradable, pasar el cepillo una y otra vez a lo largo del pelo. Me permitía pensar.

 

¿Por qué me había tirado del lado del cieguito? ¿Habría fallado en mi respuesta? ¿Tanta lectura era un castigo por ello, por no saber encontrar la respuesta correcta? ¿O sería lo contrario, un premio estudiar libros de Animagia que no hubiera conseguido de otra manera? ¿Había aprobado o suspendido? ¿Qué era esa prueba final que citaba? ¿Por qué... ? ¿Por qué...? ¿Para qué...? Demasiadas preguntas rondaban mi cabeza mientras seguía dando tirones en un cabello enredado, tanto como mis pensamientos.

 

Lo mejor sería acudir a la cita con la amable anciana y preguntarle sobre el significado de todo aquello. Por curiosidad, me pasé el día leyendo aquellos libros recomendados. La lectura se hizo tan interesante que recorría la casa con un libro en la mano y con la otra limpiaba, comía, adornaba los jarrones, ordenaba la cristalería... Ni al irme a la cama descansé, acabé dormida con el último en la mano.

 

Al día siguiente, acudía a la cita llena de esperanza. Aún no tenía claro si lo había hecho bien o lo había hecho mal en nuestro encuentro anterior, pero estaba segura que hoy lo haría genial y ella me ayudaría en mis ansias de volar, además que había prometido al ancianito que le iba a ayudar, por lo que preguntaría por él a la Arcana.

 

Mi gozo en un pozo... O más bien en un enorme lago... Nunca había llegado tan lejos en mis paseos por la Universidad y todo aquel territorio era totalmente desconocido para mí. Era maravilloso pasear entre la maleza, entre los árboles, entre los animalitos que me acompañaban en aquel trayecto... Todo parecía ir muy bien y las ganas de encontrarme con la Arcano iban creciendo. No fue así, sin embargo, lo único que encontré fue una cajita que parecía llamarme.

 

Me acerqué a ella, curiosa por saber el contenido. Nunca lo supe pero sí supe el que tenía ahora. Al intentar tocarla, medio escondida en la tierra, una fuerza mágica me envolvió y sentí como si unas manos inquisidoras me tocaran por todas partes, buscando algo. Intenté defenderme contra lo que no veía pero mi varita salió de mi guarda-varitas de la muñeca y levitó delante de mí. Aunque intenté agarrarla con mis manos, un par de veces se escapó de mi alcance y acabó, al fin, introducida dentro de aquella caja. Me palpé para encontrar algo con que abrirla y descubrí que todos mis objetos mágicos también habían desaparecido.

 

- ¡Oh, no! Caja mala, devuélveme mis cosas - imploré varias veces pero aquel objeto no hizo señal de abrirse.

 

Por algún motivo, se había quedado con mis cosas y sin ellas, me sentía desnuda. ¿Sería una broma de los jóvenes estudiantes de Hogwarts? ¿O sería algo más serio, de parte de la Arcana? ¡Pero si no iba a atacarla! ¿Por qué me hacía prescindir de mi varita? Supuse que me lo diría pero sólo encontré el enorme lago con aguas calmas pero imposible de cruzar.

 

Si pudiera volar... Como en mis sueños, que era capaz de desplazarme sintiendo el viento en la cara...

 

- ¿Arcana...? ¿Sabe porqué no tengo varita? - no quería parecer descortés ni recriminarle el acto, si había sido ella. Si lo pensaba, una Arcano era miembro del Consejo de la Universidad, alguien importante y de gran poder. ¿Qué le llevaría a quitarme mis objetos mágicos si no era por algo calculado y necesario? - ¿Arcana, está por aquí?

 

Juraría que era el punto de encuentro. O tal vez era cruzando el lago... Si aquí no la encontraba, es que estaría en la otra orilla. O esa fue mi lógica cuando encontré aquella barquita tan linda que se mecía, dócil, en sus aguas. Supuse que, como yo no podía usar la magia, aquella barca sacada de un lindo cuento de hadas me llevaría en ruta hasta el otro lado.

 

Así parecía, pues se puso a navegar ella sola en cuanto estuve bien acomodada. Aquí cambió. Lo que parecía una bonita barca de madera se convirtió en una amenaza. Miré la orilla y no podía acceder a ella. Se movió de forma violenta, acercándome demasiado al agua por ambos lados. Grité con miedo al ver aquella cara deformada por una sonrisa falsa. ¿Por qué la Arcana me había quitado la varita? ¿Era verdad entonces que aquello era un castigo por algo que no había hecho o había contestado mal? ¿Por qué quería que muriera?

 

- ¿Qué...? ¡Oh! No sé...

 

El agua estaba peligrosamente cerca como para preocuparme por acertijos. Aquella esfinge parecía dispuesta a que le contestara porque volvió a hacer bandeos que por poco me tiran al agua. En uno de los virajes, caí hacia arriba y me di un golpe en la cabeza con la madera del asiento. Vi las estrellas...

 

No es cierto. En realidad vi una bandada de pájaros. Los ojos vidriosos no me dejaban ver con claridad pero juraría que eran gaviotas. Si pudiera volar como ellas... El movimiento de la barca era insostenible, sabía que iba a volcar y algo me decía que, si tocaba el agua, moriría ahogada. El golpe había sido tan fuerte que sentí el olor a la sangre junto al dolor de la piel rasgada.

 

Si pudiera volar como ellas... Aquellas aves... Por un instante, mientras parecía que iba a perder el conocimiento, vi los pájaros batiendo sus alas, las patas hacia atrás, planeando en el cielo. Sentí, sí, yo lo sentí como si me pasara a mí misma, que el aire pasaba entre mis plumas, despeinándolas como mi pelo aquella mañana. Sonreí un poquito al respirar el aire fresco; allá quería estar yo, no en aquel mar (o lago) revuelto.

 

- La pluma... - lo dije flojito, apenas me salía la voz en aquel momento en que sabía que la esfinge iba a hundirse hasta el fondo. Al menos habría visto aquellas hermosas aves volando por última vez. - La pluma es muy fácil de levantar del suelo porque es liviana pero es muy difícil de alejarla si no está unida a unas alas hermosas que te dan fuerza para vencer al viento. La pluma...

 

Cerré los ojos. Seguro que me moriría.

 

 

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Editado por Sagitas E. Potter Blue

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—Abre los ojos Xell

 

Al estar conectada con su pupila, la voz de Suluk rebotó en la cabeza de Vladimir. Ésta quizás no comprendería qué estaba sucediendo hasta que fuese capaz de mirar sus manos desprovistas de varita u objetos mágicos, como las sortijas de los Uzza, y se encontrase con una simple alianza de plata. La barcaza, guiada por una brisa fresca que erizaba la piel, recorrió el trayecto requerido hasta las puertas del laberinto y encalló en la tierra, húmeda por el beso del agua que por poco ahoga a la joven sacerdotisa, avisando con un movimiento brusco el arribó.

 

Las puertas de hierba le esperaban, también, y al final de la segunda y tercer prueba la propia Arcano, con una sonrisa en el rostro, sabiendo que la bruja sería capaz de superar todo el transcurso sin problema alguno y con creces pues su corazón era mucho más puro de lo que ella creía. No necesariamente debía dejar de ser novicia para que, a ojos de alguien tan antiguo y conocedor como Akku, se notase la nobleza del alma y la esencia clara. Estaba convencida.

 

Una vez atravesado el linde del laberinto, todo daría vueltas a su alrededor, debido a la magia de Suluk, y en cuestión de segundos no sabría qué hora era, qué día era o si llevaba años vagando por aquellos pasillos. Resultaba imperativo encontrar los rayos del alba, a las golondrinas, quienes anunciaban el verano y el día, bellas aves de colores vivos, como el azul y el verde, para poder salir de la burbuja perimetral encantada y dar con el espejo que representaba la prueba final.

 

Más antes de continuar, una brisa gélida trajo sobre sus cabellos dorados una fina llovizna, las gotas casi parecían diamantes diminutos, que curó por completo la herida producto del golpe en la frente. Akku cuidaba de sus aprendices como una madre lo haría con sus propios pequeños.

 

—Vuela, Xell

 

Susurró, y su susurro se perdió con la misma brisa.

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Mi mami siempre dice que la esperanza es lo último que se pierde. Supongo que, por eso, permanecía con los ojos cerrados, aferrándome a la madera de aquella barca para evitar la caida inminente. Sin embargo, no llegó. En su lugar, una suave voz que reconocí como la de la Arcana, me pidió que abriera los ojos. Así lo hice para ver un cielo azul precioso y limpio, sin rastro de las gaviotas que había visto antes. Me incorporé de forma lenta y con una sonrisa complaciente en mis labios. No sé cómo había sucedido pero la esfinge circulaba por las aguas, ahora calmadas, hacia la otra orilla. Sólo recordaba la libertad que había sentido al volar junto a los demás pájaros.

 

Y no estaba loca, en realidad, había sentido esa sensación de volar a su lado. Llegamos con un movimiento brusco y no tardé en bajar. Prefiero la tierra firme. Me agaché para acariciarla y noté que llevaba una sortija que no era mía. Parecía plata. La toqué... Era cálida, como suave la hierba y dulce la mañana. Me encogí de hombros en un gesto muy sutil. A estas alturas, me daba cuenta que nada ocurría porqué sí, que todo tenía un motivo desconocido que debía aceptar.

 

Caminé un poco para buscar dónde estaba la arcana. Supongo que la emoción había sido muy fuerte porque, de improviso, me sentí confusa. Un leve mareo se acentuó en intensidad y me apoyé en un seto. ¿cuándo había entrado en aquel laberinto? Supongo que mis pasos llevaban minutos siendo in certeros porque estaba en un lugar desconocido parapetado por altos muros que impedía la visión a los lados. Era un maldito laberinto.

 

¿Qué hora era? ¿Llevaba mucho tiempo en el interior? ¿Cómo podría estar tan confusa sobre dónde estaba y cómo había llegado allá? No parecía de día, todo eran sombras monstruosas que me asustaban. Allá arriba, en el cielo que apenas vislumbraba, el sol parecía brillar sin llegar al interior de aquel sombrío lugar. Necesitaba salir, nunca había sufrido un ataque de claustrofobia pero entendía que aquella ansiedad intensa, la falta de aire, las palpitaciones, el mareo... Todo pasaría si pudiera salir de aquellos pasillos estrechos de hierbas entrecruzadas.

 

Corrí, atemorizada, buscando la salida. Creo que sólo conseguí perderme más y más. Al final, acabé tumbada en el suelo de tierra, llorando e implorando una salida para no morir en aquel laberinto. Creo que era la segunda vez ese día que pensaba que mi muerte estaba cerca. Sentí escozor en la frente y, al tocarla, noté que tenía sangre reseca.¿Cuándo me había dado aquel golpe? Por eso estaba tan aturdida...

 

Entonces, algo me hizo sentir paz. Un piar continuado, un ulular del viento, un pájaro que sobrevolaba los setos... Me incorporé y busqué en lo alto. Hasta que vi una bandada de gaviotas. Hice una mueca hacia el aire. Me atraía... Ojalá fuera tan fácil volar como ellas. Si sólo pudiera elevarme por encima de los muros de hierba, sabría cómo salir de aquel horrendo lugar.

 

- ¿Quién habla? - pregunté al aire.

 

Juro que sentí una voz, un susurro, un llamado hacia la libertad, mi nombre danzando entre las gotas de agua fina que caía en aquel momento. No me sentía triste. Al revés, una felicidad innata sacudió mi cuerpo y me estremecí. Pero no era frío o miedo. Era... movimiento. Elevé los brazos por encima de mi cabeza para alcanzar la cima de los muros. Aleteé con fuerza como si de esa manera llegara más alto y pudiera trepar y escapar y huir y...

 

Pero sobrepasé los muros. Pensé que había escalado pero no, traspasé la frontera y crucé el aire, sin miedo. Si me preguntaba qué estaba pasando, caería al suelo desde aquella altura, así que no lo pregunté y seguí volando...

 

Volaba...

 

- ¡Vuelo, Arcana, vuelo! - grité al aire pero sólo un agradable piar salió de mi pico. Jugueteé con el viento y aleteé para unirme a la bandada. Me gustaba la sensación de ser libre, de haberme librado del maldito laberinto. Volé, volé, perseguí mosquitos y fui feliz, muy feliz, hasta que vi un reflejo allá abajo, Quise seguir volando pero aquel reflejo de luz era muy llamativo, tanto que dejé a la bandada de gaviotas con las que sobrevolábamos el laberinto y bajé hacia él.

 

Era un espejo. Un espejo grande, demasiado para una gaviota. Llegué al suelo y caminé a patitas cortitas. Dejé huellas triangulares que se reflejaban en aquel espejo. Aleteé un poco y le pié con fuerza. Una hermosa ave negra con una mancha rojiza en el cuello me pió a mi. Me hizo reír. Aquella gaviota era tan divertida... Salté a la pata coja y ella me imitó. Aleteé primero con una ala, después con la otra, después con las dos y ella se empeñaba en imitarme. Seguro que podríamos ser amigas. Aunque lo intenté varias veces, ella nunca me contestaba, sólo imitaba mis gestos.

 

Eso llegó a molestarme un poco. Tanto que le picoteé un poco para hacerla reaccionar. Ella me picoteó a mí. Era extraño, no le alcancé ni ella a mí. Estábamos separadas. Eso me puso triste. Era una pena que aquella gaviota estuviera encerrada en aquel...

 

Volar, volar, dejarla, abandonarla, volar bien alto, no hacer caso de su presencia. No volver a verla...

 

Era tan grande el deseo de volar que aleteé las alas y empecé a ascender. Ella también lo hizo pero dejé de verla en cuanto traspasé aque... Algo que había visto antes de perder su imagen me hizo regresar y, al hacerlo, ella también descendía a mi vez. Una de sus plumas de la ala derecha era amarilla, era...

 

"Es rubia como la luz del sol", pensé. Ese pensamiento tan poco animal me hizo parpadear. Las gaviotas no tienen esos pensamientos.

 

"Porque yo soy humana" volví a pensar. Alcé el ala y contemplé el penacho rubio. "Soy Xell, la gaviota humana", pensé.

 

Parpadeé y, reflejado en lo que ahora recordaba que se llamaba espejo, mi imagen añoraba a aquella gaviota que había desaparecido. Ahora volvía a mi yo original, era Xell, rubia, humana. Y había volado.

Editado por Xell Vladimir

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Y por fin, Suluk la aguardaba a los pies de la pirámide con una amplia sonrisa en el rostro y los brazos abiertos para envolverla en un cálido abrazo fraternal. Era una mujer de baja estatura, mullida por el ropaje y los kilos que los años se negaban a llevarse, pero una mujer feliz. Por un momento hubo temido que la Sacerdotisa se perdiese entre sus propios pensamientos animales, sus ansias de volar saciadas y el sentimiento de libertad, más respiraba tranquila una vez ésta cruzó el portal que se sabía de buenas a primera como un espejo simple.


—Me alegra verte de nuevo ¿Estás segura de ésto?— Quiso saber, acto seguido palmeó sus manos con dulzura, con la dulzura de una madre.


—¿Completamente segura?— volvió a preguntar, los Arcanos tenían la obligación de detener a consciencia a sus aprendices para que pensasen con la cabeza fría, ya si luego de dos interrupciones, éstos, decidían seguir adelante, lo hacían bajo sus propios riesgos y las reglas del portal.


La puerta se abrió. Un oscuro hueco en el granito dorado de la pirámide, dentro la oscuridad las engulló como un monstruo hambriento. Las puertas que correspondían a cada habilidad comenzaron a girar en cuanto sintieron la presencia de Xell Vladimir pero solo una desprendía un brillo cegador, atrayente, el porta de animagia le llamaba. Y cuando la joven estuviese decidida a lanzarse dentro, éste le llevaría directo al primer momento en su vida en que el don despertó repentinamente para sumirse en un profundo sueño que ella misma debería erradicar.


Debía activar su habilidad mediante emociones.


—Buena suerte, pequeña. Alentó, dentro, ya no podría guiarla, solo observar sus pasos y confiar en ella.
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Cuando vi a la Arcana, me sentí muy orgullosa de mí. Ahora entendía lo que me había dicho que aquella prueba serviría para volar. ¡Lo había hecho! Sus palabras eran animada cuando me saludó y dijo que se alegraba de verme de nuevo.

 

- Yo también me alegro mucho de verla, Señora Arcana.

 

Su pregunta no me pilló de sorpresa y, aún así, me tomé un minuto para reflexionarla. No me gustan las prisas, medito las decisiones todo lo que puedo y no cedo a la presión de mis deseos sin antes darme el tiempo suficiente para comprobar que es lo correcto. Ahora, el miedo al fracaso, de perder la vida en la prueba chocaba con la sensación de vida que había sentido al sobrevolar aquel laberinto. No debía hacerlo por ese sentimiento animal que todos teníamos; debía hacerlo porque estaba preparada y podía controlarlo. ¿Realmente podría?

 

- Sí, Arcana, estoy segura.

 

Sentí una gran dulzura en sus ojos, un deseo de protección que me halagaba. Volvió a preguntar y volví a repensarlo, no tanto como antes.

 

- Completamente segura, Arcana.

 

Se abrió una especie de portal. Permanecí quieta, esperando una indicación sobre lo que tenía que hacer. No llegó, la Arcana sólo me deseó buena suerte. Una velocidad hacia girar las puertas, parecían todas iguales, pero una parecía más brillante que las otras.

 

- Completamente segura - me dije a mi misma antes de saltar.

 

Rodé por el suelo y quedé a gatas en aquel espacio desconocido. Bueno... No del todo... Me resultaba algo familiar...Había camas cuadruples en aquel espacio, con doseles pardos recogidos, las sábanas deshechas, varios tocadors y mesitas... Y una ventana de arco gótico con unas hermosas vistas a una campiña francesa.

 

Era el internado en el que había vivido mi niñez hasta los 10 años. Respingué al reconocerlo y caí desmayada.

 

Soñaba...

 

El invierno estaba siendo muy largo en aquel lugar. Mis padres habían decidido que el fin de semana largo no iría a visitarles. Había pasado unos días muy solitaria en los dormitorios del internado, sólo la cocinera y una sirvienta me había acompañado. Fueron horas muy largos que invertí en la hípica, esgrima y algo de estudios. Pero las noches fueron muy largas y las pasé sin dormir, como si intuyera la noticia que estaba por venir. El último día de fiesta, la Directora me anunció la muerte de mis padres en un accidente.

Esa noche la pasé mirando por la ventana. Al día siguiente me iba a casa. No podía llorar. Creo qque me dormí, os siempre había pensado eso. Soñaba con mi madre, paseábamos entre los árboles y ella me acariciaba, para decirme que fuera valiente, que afrontara la nueva situación con firmeza y confianza. Yo le decía que les echaría de menos y que siempre sería invierno para mí. Huí de su lado y me di cuenta que mis piernas no me alejaban lo suficiente de ella. Lloré, ahora sí, deseando ser otra cosa que me hiciera escapar de aquel lugar. Y fue cuando vi las nubes en mi pelo recogido, el frescor de las gotas del agua en mis plumas, la velocidad del viento en mi piel...

Volé, rauda, agotándome todo lo que pude, hasta que salió el Sol y la claridad me hizo pensar que mi madre estaría triste porque la había dejado sola. Así que regresé a su lado, viendo las copas de los árboles a mis pies. La vi, pacientemente me esperaba en un banquito de madera, con una sonrisa triste. Me posé en su regazo y ella acarició mis plumas.

- Las gaviotas anuncian la primavera, querida Xell. El buen tiempo diluirá el invierno y nos olvidarás, cariño...

Sé que fue un sueño, un sueño triste, un sueño esperanzador, pero un sueño... O al menos eso creí hasta hoy....

 

Desperté en el suelo. Estaba blanco. ¿Me había desmayado al cruzar el portal? Me levanté y caminé un poco. No pasaba nada, sólo recordaba aquel primer momento en que me había convertido en gaviota, que había quedado en el olvido para siempre. Recordaba ahora lo triste que estaba en aquel primer vuelo y las palabras de mi madre. Me sentí algo triste. La recordaba a menudo pero no había recordaba sus palabras sobre mi transformación hasta el día de hoy, en aquella prueba que me había impuesto la Arcana.

 

Avancé hacia la salida, donde estaba la luz y salí.

 

- Las gaviotas anuncian la llegada del buen tiempo, Arcana - la miré con preocupación. - ¿He fallado la prueba, Arcana?

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Akku había vivido momentos demasiado intensos con sus últimos pupilos y la prueba de Xell no pudo sino que ablandar, su ya, tierno corazón. El portal le había recordado a la bruja el primer encuentro cercano con la habilidad de la animagia, con su madre fallecida, y con momentos demasiado tristes para ella pero los había sabido sobrellevar hasta quedarse con las dulces palabras de su procreadora. Para el portal aquello había sido suficiente, al igual que los obstác.ulos que había tenido que atravesar hasta llegar a los pies de la pirámide por lo que una luz cegadora la devolvió al comienzo, como si solo hubiesen pasado unos minutos, confundida y desorientada.

 

La Arcano le aguardaba con los brazos abiertos y una amplia sonrisa en el rostro, mucho más amplia que la de minutos atrás. Pronto le abrazó acariciando su cabellera dorada y ,guiando sus pasos fuera de la pirámide, abrió un portal con su larga vara de cristal para devolverlas a su jardín nevado, donde los malamutes corrieron a recibirlas.

 

—Felicitaciones joven Vladimir— Suluk tomó la mano de Xell y la alzó hasta que ésta fue capaz de vislumbrar el anillo en su dedo corazón. Éste brillaba y había adoptado la forma que desde un principio tenía en la mente de la bruja —Lo has conseguido.

 

Estaba feliz, feliz por ella, por la comunidad de Animagos que adquirían un nuevo miembro y por la propia Sacerdotisa que ahora sería capaz de volar cada vez que quisiera, podría sentir la libertad y el viento en sus alas, graznar a la primavera, como bien su madre le hubo dicho en antaño, en sueños. Luego, la invitó a tomar una taza de leche antes de partir pues debía poner su atención nuevamente en los demás pupilos.

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