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Prueba de Parsel #8


Lawan Nguyen Thanh
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Lawan roza con la punta de los dedos la fría y escamosa piel de la serpiente cobra real que se enrosca sobre sí misma siseando de vez en vez. La cobra tiene la mirada fija en el horizonte, busca avisar a su amo sobre las mujeres que se acercan lentamente con las ropas algo húmedas por la travesía anterior, las mismas que hubieron conseguido sus hermanas reptiles le devolvieran a la superficie sin mordedura alguna. No muchos poseían la cualidad de comunicarse con las serpientes, y ninguno era el propio arcano que, con el correr de los siglos, había conseguido extender el vocablo hasta dominar casi por completo la lengua animal; pero la mayoría de sus pupilos resultaban salir aireados de la prueba final, logrando deslizar la lengua por el paladar para emitir ese silbido característico del parsel.

 

—Me alegra saber que conservan sus brazos y piernas. Potter Black, Gaunt— Sonríe, cuando lo hace sus ya de por sí rasgados ojos se achinan un poco más. Acto seguido chasquea los dedos y su fiel compañera se desliza, en zigzag, rumbo al lago de aguas oscuras que se dispone detrás, —Están aquí pues consideran justo que se les considere hablantes de parsel pero yo me pregunto ¿Lo son? ¿Están listas... y es una pregunta que le hago a ambas... para dar la prueba final?

 

La cobra real vuelve a erguirse sobre su peso, de unos casi cinco metros y escamas pardas, para susurrar algo que quizás las féminas comprenderían si eran dignas de tamaña acción. Pronto dos barcazas ascenderían a la superficie, custodiadas por dos enormes serpientes gordas y venenosas. Una de ellas resultaba ser una terrible mentirosa, la otra tendría la palabra justa y el poder de convencimiento para que las brujas le siguiesen y ayudarles a cruzar hasta el otro lado, donde el laberinto les esperaba. Era, como poco usual, un trabajo en equipo. La serpiente que mentía sería capaz de engañarlas a ambas pero existiría un mínimo detalle que la delataría, solo tendrían que interpretar cada una de sus palabras con detenimiento o acabarían siendo carnada para las criaturas marítimas.

 

Siendo optima la respuesta tanto de Darla como de Anne, cruzarían el lago, más una vez Lawan las supiese con la guardia baja, utilizaría su magia antigua para agitar a las anteriormente mencionadas criaturas de las profundidades para que intentasen hacerse con la serpiente que les guiaba y les relataba un agradable cuento sobre una expedición al África.

 

—Deberán saber quién miente y quién no— Les dice el Arcano —Y luego deberá defender a esa serpiente que os acompaña pues es la última en su especie, de no hacerlo, las consideraré indignas, pues para hablar parsel no solo se debe comprender a las serpientes, se las debe apreciar.

 

Frunce un poco el ceño al decir ésto pero rápidamente vuelve a sonreír.

 

—Si logran llegar al otro lado, una pequeña caja les aguardará, deben dejar absolutamente todas sus pertenencias allí, al pie del laberinto, de no hacerlo éste no abrirá sus puertas para ustedes y no llegarán a la pirámide— Su sonrisa se ensancha con malicia —Pero para abrir la caja deberán leer lo que en la tapa está cifrado. Una vez dentro, perdidas en los pasillos de hierba, deberán dar con el guardián y convencerlo de dejarlas pasar. Tienen hasta que el sol se refleje en la mitad superior de las paredes del laberinto.

 

Voltea y mira sobre su hombro, la sombra del laberinto le devuelve una especie de guiño. Lawan sabe quién es el guardián, ellas no. La criatura más temible, un pequeño basilisco que aun no posee una mirada mortal para cualquier ser vivo que se atreva a mirarle, les espera. Nuevamente el trabajo en equipo prevalecerá, consiguiendo así abrirse paso hasta la pirámide, donde Lawan ya aguarda de brazos cruzados, protegiéndose del sol bajo su enorme sombrero típico, para vincularse con la habilidad.

 

—Igual no os preocupéis, estaré junto a ustedes en todo momento.

 

Un movimiento de muñeca y dos finas alianzas de plata, el anillo del aprendiz, aparecen en el dedo corazón de cada una de sus pupilas.

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La pareja de brujas caminaba aún terminando de secar sus ropas y cabellos, charlando sobre la extraña experiencia vivida y preguntándose el por qué de las acciones del arcano.

 

—Mira que mi experiencia con las arcanas no fue sencilla del todo, pero hasta ahora es la primera vez en que casi me ahoga una serpiente para que aprenda bien una habilidad —suspiraba Darla mientras terminaba de trenzar su cabello aún algo húmedo —tú que lo conoces más, ¿es normal que actúe así, como si tuviera una múltiple y burlona personalidad? —había bajado el tono, consciente de que si alguna de las amigas del arcano la escuchaba se las vería con él y con ellas.

 

Lamentaba no haber visto más a Aisha, la hermosa serpiente se había convertido en su favorita, después de todo las había guiado buena parte del camino hasta llegar acá. Sus ojos observaron en ese momento hacia el lago y lanzó un silbido.

 

—Él ya está allí y no solo.

 

La pareja llegó junto a él y la pelirroja levantó una ceja, sonriendo con cierto dejo de ironía.

 

—Que bueno que se alegre —murmuró la bruja mientras la cobra reptaba hacia el lago de oscuras aguas, la pregunta se la habían hecho antes y como en otras ocasiones la bruja tenía la respuesta para él.

 

—Lo somos y, estoy segura lo digo por ambas, estamos listas —respiró profundo y miró a la serpiente que estaba unos metros tras el arcano, junto al lago —ssí lo estoy, ahora voy —fue la respuesta que le dio a la cobra que había, con sus propias palabras, desafiado a las brujas a avanzar en la prueba si se consideraban dignas y estaban listas para lo que vendría.

 

Ya habiendo el vietnamita aceptado que ambas estaban listas para la prueba que les aguardaba, les comenzó a indicar sobre la misma. Tras la cobra, la superficie del lago comenzó a agitarse como si de una fuente se tratara, que abría sus aguas para dar paso, entre chorros y pequeñas cascadas de agua, a un par de embarcaciones. La Potter Black comprendió en ese momento a quién se había referido al decir sobre quién mentía o no, primero había pensado se refería a sí mismo y la cobra, pero ahora veía que era respecto al par de serpientes que arrastraba cada una de ellas una embarcación.

 

—Una miente y la otra corre peligro —la expresión en el rostro del mago la desoriento haciéndola callar pero éste enseguida continuó explicándoles, del otro lado les esperaba una caja donde debían dejar sus pertenencias, eso ya lo había vivido.

 

Claro que lo que no se esperaba es que también tuvieran que descifrar como abrir la caja. Respiró profundo mientras escuchaba las siguientes palabras, un guardián en el laberinto, deberán ser una vez más lo suficientemente locuaces y convincentes para que él las deje pasar. Y allí iba la cuarta prueba para ingresar a la famosa pirámide.

 

*****, si mal no recordaba muchas de las pruebas las había vivido en su interior, pero ¿por qué no? Ella sería hoy su meta. Dio unos pasos avanzando hacia el lago y se volvió hacia el arcano.

 

—Nos vemos en la pirámide —sus ojos se posaron en la cobra real antes de responderle una vez más —tenlo por seguro que allí nos saludaremos una vez más —dijo a la serpiente y luego se detuvo junto a las dos embarcaciones, cuyas gigantescas serpientes, elevadas en su grueso cuerpo sobre la proa, las observaban con sus brillantes ojos y sus escamas doradas tornasoladas. Darla se volvió hacia su compañera.

 

--¿Preguntas tú o pregunto yo? –una de las dos debería hacer la pregunta fundamental para saber cuál de las dos serpientes mentía y escoger a la que decía la verdad para así llegar al otro lado del lago, o al menos intentarlo, defendiendo a la que era la última de su especie.

 

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  • 2 semanas más tarde...
El arcano, confundido, rasca su barbilla mirando al frente. Aunque no está ante sus alumnas puesto que ya se encuentra en la escalinata rumbo a la pirámide, puede apreciar, gracias a las sortijas de aprendiz, como Darla y Anne se mantienen dubitativas frente al par de serpientes que representan su primer prueba. Una miente, la otra dice la verdad, pero está en ustedes y el poder de convencimiento de las reptiles el conseguir abordar la barcaza, en equipo, y cruzar el lago de aguas negras conservando la vida de una serpiente en cautiverio para que se les considere digna de la prueba final; éstas habían sido las palabras de Lawan más sus pupilas no accionaban.


¿Qué estaría pasando por su mente?


Hubo sido claro cuando informó que tenían hasta que el sol iluminase la mitad de las paredes del laberinto, que debían recorrer para encontrarse con el guardián, para atravesar todos los obstác.ulos impuestos, sino las puertas de la pirámide volverían a sellarse y perderían la oportunidad de vincularse con la habilidad, ya no podrían hablar parsel, no bajo su permiso.


Entrecerrando un poco más sus ojos rasgados tomó asiento en un peldaño de granito y suspiró. La cobra real descansaba al abrasador rayo del sol y un libro yacía entre sus manos curtidas y ligeramente quemadas por un incendio ancestral, necesitaba distracción en tanto y en cuenta las féminas se ponían de acuerdo, a qué serpiente le creerían, en qué momento cruzarían ¿solo una lo haría? Potter Black parecía ligeramente más decidida a actuar. Lawan sospechaba que aquel ímpetu se debía al fuego de su cabello, mujeres así tenían solo fortaleza en sus venas, aunque quizás no lo supieran o llegasen a dudar de su valía.


—Tic Tac.


Susurró, y el viento se encargó de hacer resonar su advertencia jovial en la cabeza de Anne y Darla, como un suave siseo, como el resbalar de la lengua serpentina.
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Anne parecía obnubilada con el pasar del tiempo, ¿sería que el temor a las serpientes o a equivocarse con la elección. Pasó su mano por entre sus cabellos y observó a las dos serpientes intentando pensar cómo resolver el caso. Mientras estaba en ello un suave siseo surgió en su mente, fue un Tic Tac… Tic Tac… que se repitió como un eco, Darla supo que aquello era un mensaje del Arcando indicándoles que les quedaba poco tiempo, mordió su labio y dando una suave palmada en el hombro de Anne se decidió a avanzar.

 

—Lo haré yo —sus castaños ojos se clavaron en la primera de las serpientes, a su derecha.

 

—Mmm… bueno, vamoss a ver, dime algo, si le preguntamos a tu compañera por la Barcaza que nos llevará al otro lado, ¿qué me respondería? —Darla no estaba segura si la idea era comunicarse con las serpientes o lograr entender su forma de pensar, que una serpiente fuera mentirosa y otra no tenía sus ventajas en este caso, pero era más razonamiento aunque también era cuestión de saber escuchar.

 

La serpiente a la que había hablado hizo un movimiento hacia atrás y hacia adelante, como balanceándose, sus redondos ojos parecían clavarse en la Potter Black, estudiándola, miró a la otra serpiente en la barcaza de al lado y tras unos segundos, que parecieron una eternidad respondió primero con un siseo para luego ser más claro.

 

—Pues mi compañera diría que tomarais mi barcaza, sin dudar —y la serpiente se echó hacia atrás, como si les hiciera espacio para que subieran en ella.

 

La pelirroja pensaba que en el caso de que hubiera hablado con la serpiente que siempre mentía, ésta al decirle que la otra serpiente diría que tomen su barcaza, a estar mintiendo, les estaría diciendo que tomara la barcaza que no la llevaría al otro lado. Por otra parte, si le había preguntado a la que siempre decía la verdad ésta le habría dicho que la otra serpiente le diría que la barcaza que debía tomar era la de la serpiente a la que había hablado. Darla frotó su frente, siempre se había hecho un lío con eso, pero algo estaba segura, si le preguntaba a la mentirosa, mentiría respecto a lo que diría la otra y le diría una mentira, diciéndole la barcaza incorrecta y si se lo preguntaba a la que nunca mentía, ésta le diría lo que el mentiroso le diría, o sea, le indicaría cuál era la mentira, por ende, sería la misma respuesta de la mentirosa. Y así todo estaba claro… bueno… no… pero sí… debían tomar la otra barcaza y no la de la serpiente a la que había hablado.

 

—Muchas gracias —dijo la Potter Black inclinándose hacia la serpiente que le había respondido y luego dirigiéndose hacia la otra barcaza dijo —vamos Anne —les esperaba una nueva y larga travesía.

 

—Bienvenidas seáis, las llevaré a vuestro destino, poneos cómodas y agarraos bien, el viaje es corto, pero a veces algo agitado —la serpiente hizo una inclinación, como reconociendo la astucia de las dos brujas —soy Alṭimā y seré su conductora y defensa.

 

—Muchas gracias Alṭimā un placer conocerte y que nos guíes —respondió la bruja mientras subía a la barcaza.

 

Una vez ubicadas ambas brujas en el navío la serpiente comenzó a reptar en el agua, arrastrándolas sobre la barcaza, que sostenía a su cuerpo con una especie de arnés. La pareja de brujas permaneció en silencio mientras avanzaban, siendo el único sonido audible el agua abriéndose a su paso.

 

Habían llegado a lo que parecía la mitad del camino cuando la Potter Black finalmente habló.

 

--¿Haz cruzado a muchos? —era una sonsera preguntar eso, pero ir tan en silencio le ponía los nervios de punta, además de que el agua parecía producir sonidos como de chapoteo sin que ella supiera bien por qué.

 

—Casa prueba es distinta aunque similar, cada hablante de Pársel es distinto y en esencia igual… —había comenzado a responder la serpiente cuando de pronto el sonido del chapoteo del agua fue más cercano y un revuelo se produjo cuando seres del agua les atacaron.

 

El anillo detector de enemigos había comenzado a vibrar en su mano con los primeros chapoteos y ella había aparecido su varita inmediatamente en su mano en forma disimulada. Por eso cuando la primer criatura acuática apareció ella se puso de pie de un salto apuntándole.

 

Orbis Bestiarum, el anillo dorado tuvo un efecto automático, rodeando al grindylow y controlando, la criatura comenzó a defender a la serpiente de las otras bestias que la acompañaban.

Darla se alegró de que no hubiera kelpies ni kappas, mientras lanzaba entre dientes algunos oppugnos y aplicaba un protego frente a Alṭimā. Si no fuera peligroso la defendería con un detritus, pero si su arcano las estaba observando de alguna manera, no podían revelarse, solo utilizar los poderes de las magias guerreras y los que estuvieran a su alcance como neutral graduado. Sabía que muchos de sus compañeros no aprobaban su sobre protección, pero a ella no le importaba.

 

--¡Relashio! —chilló cuando una de las criaturas se acercó demasiado a Alṭimā y casi ella misma se tira entre la el grindylow y la serpiente. No recordaba haber utilizado ese rayo antes pero había leído que las criaturas eran vulnerables al hechizo y por eso apuntó con la varita y a corta distancia salieron chispas y la segunda vez un chorro de agua caliente, logrando en ambos casos desmayar a las criaturas atacantes.

 

—Sigue nadando, falta poco —animó a la serpiente mientras ella y Anne seguían defendiéndola contra los locos ataques de aquellas criaturas del agua.

 

Al otro lado, ya a un par de metros, podía vislumbrarse la costa como un embarcadero y sobre el extraño muelle al que se llegaba como por una especie de rampa que surgía desde el agua, se distinguía la figura de una pequeña caja sobre una piedra. Darla se estremeció, pensando que ahora, antes de atravesar el laberinto, tendría que dejar allí todos sus anillos, amuletos y a su querida Edelweiss.

 

 

 

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Allí estaba, a punto de iniciar una vez más el camino hacia la pirámide que albergaba en su interior el Portal de las Siete Puertas. Había pasado por él hasta cuatro veces, aquella sería la quinta. ¿Qué le depararía en aquella ocasión, si es que sobrevivía a él?

 

No le había dicho nada a su familia, no quería volver a escuchar lo que pensaban sobre aquel tipo de magia. Su padre la detestaba; ¿para qué quieres más poder?, le decía. Sus hijos, en cambio, querían acompañarla para poder aprender también. ¡Pero jamás se internaría en aquel lugar con ellos! Bastante tenía con mirar por sí misma como para tener que proteger a nadie más mientras durase la prueba. O lo que había antes de la prueba.

 

Miró a Darla cuando escuchó que ella conocía más a Lawan.

 

¿Quién, yo? Para nada, no lo conozco más. Es un... —se calló por respeto. Bueno, en realidad guardó silencio por miedo a que la escuchase y condicionase la prueba de alguna forma, impidiéndola superarla. Sería la gota que colmara el vaso.

 

Alcanzaron el punto donde el arcano las esperaba. Se mostró amistoso a su manera, pero Anne prácticamente ni le miró a los ojos. ¿Para qué, después del trato que les había dado casi desde el principio? Todas las clases con los arcanos habían sido difíciles pero, hasta la fecha, las arcanas habían sido muy buenas a su manera. En el caso de Lawan, el único arcano hombre que había conocido y tratado...

 

Se mordió el labio cortando el hilo de aquellos pensamientos. Al final terminaría metiéndose en un problema.

 

Por supuesto que estoy lista. Lo misssmo te digo —dijo, primero para Lawan y luego para la serpiente que les había dirigido sus siseos. Siguió a su ahijada, que parecía resuelta a recorrer el camino que tenían por delante sin vacilar, y quien tomó la palabra para averiguar cuál de las dos serpientes sería la que las transportara hasta la otra orilla. Tras unos instantes de silencio en los que la Potter Black pareció devanarse los sesos para comprobar cuál sería la barcaza correcta, le indicó que la siguiera y subieron a la que pertenecía a la serpiente con la que no habían hablado. Anne parpadeó, confusa por un momento—. Excelente deducción, ahijada.

 

La travesía inició pacífica, aunque pronto empezaron los problemas. Darla comenzó a protegerlas con maestría, y Anne pronto se unió a la contienda. ¡Tenía que espabilar si quería llegar al Portal!

 

¡Protego! —exclamó. Una criatura rebotó hacia atrás con tanta violencia que pareció que iba a tirar a la licántropo por la borda, pero ésta consiguió estabilizarse justo a tiempo. Se giró en redondo para cubrir las espaldas de ambas. Se concentró al máximo, silenciosa y con los ojos entornados, procurando que los ruidos a su alrededor ni el vaivén de la barcaza la distrajesen. «Aura de Confusión», invocó en silencio. Una niebla grisácea las envolvió y detuvo al instante los ataques enemigos, todos afectados por aquel extraño poder del pueblo uzza. Anne supuso que Lawan estaría enfurecido al comprobarlo, pues conocía la enemistad entre unos y otros... pero le había parecido la mejor opción en el momento.

 

Llegaron al otro lado, sanas y salvas.

 

Gracias, Alṭimā. Ha sido increible —le agradeció con una leve inclinación que le salió espontánea. Cuando se enderezó, frunció el ceño con confusión. ¿En qué momento había apreciado la "ayuda" de uno de aquellos seres? Se sorprendió de cómo había superado su miedo... al menos parcialmente. Y allí estaba la caja donde debía despojarse de sus objetos personales. Se detuvo a su lado, confusa—. ¿Cómo desciframos ahora esto, a ver? Uhm...

 

Las grafías eran extrañas. Oscuras, sinuosas... serpenteantes.

 

¿El pársel puede escribirse o transcribirse de alguna forma, Darla? —le preguntó, sin estar completamente segura. Rozó las letras allí grabadas con la yema de los dedos y sintió que algo sonaba en el interior de la caja. «Ábrete», susurró en pársel, mirando fijamente las grafías que parecían pedirle aquello a gritos. Y ésta se abrió—.Voilà, estamos más cerca.

 

Dejó su varita, amuletos y anillos allí. No le quedaba más remedio.

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Aún estaba algo desorientada por la niebla grisácea que las había protegido, obviamente los poderes de Anne eran mayores a los de ella, por lo cual Darla se alegró en realidad, aunque no lo habían hecho tan mal hasta el momento. Acaricio sin pensarlo las escamas de la gruesa serpiente, sintiendo que todo aquello valía la pena. Mientras descendían en el “embarcadero” la Gaunt agradecía a Alṭimā su ayuda para cruzar y ella misma repitió las palabras e inclinación ante la última serpiente de su especie. Estaba segura que con ayuda de la magia y quizás de algunos estudios muggles, la serpiente podría reproducirse y hacer sobrevivir a su especie. Se propuso hablar de ello luego con el arcano, quizás él aceptase la propuesta por el bien mayor.

 

Siguió a Anne y observó sobre su hombro la caja en la que debían dejar sus pertenencias, no esperaba que tuviera que descubrir cómo abrir la caja en realidad. Se puso a pensar si las dos arcanas le habían requerido eso, las pruebas habían sido ambas muy particulares. La pregunta de Anne le llamó la atención y se acuclilló a su lado, observando la grafía.

 

—Supongo que los humanos podemos haberle dado forma, dudo que las serpientes necesiten escribirla, a menos que ahora descubramos que tienen su historia y prehistoria escrita en algún templo faraónico —la loca idea se le acaba de ocurrir, o quizás no fuera tan loca, ¿por qué no querrían las serpientes dejar grabada su historia? Quizás porque no eran tan orgullosas ni engreídas como los hombres.

 

El susurro en pársel de Anne la trajo de vuelta a la realidad, dándose cuenta que ese susurro era la palabra clave.

 

—Siempre creí que era ábrete sésamo —bromeó mientras se despojaba contra su voluntad de sus pertenencias mágicas, colocó los anillos y amuletos dentro del bolsito de piel de moke incluso su varita —tiene hechizo agrandador —comentó como en el aire mientras colocaba el monedero mágico dentro de la caja. Una vez que tuvo todas sus cosas dentro junto a las de Anne la caja se cerró por su propia cuenta —para mayor seguridad —volvió a bromear para descargar su tensión interior la pelirroja.

 

 

Frente a ellas lo que parecía una pared de ligustros se abrió, era como si la sombra hubiera mantenido siempre oculto aquel pasaje, Darla se acercó y observó desde un ángulo y desde el otro, efectivamente, aunque de plantas, la entrada jugaba una broma a la visión, ocultándola a la vista de los que estaban más alejados de ella.

 

—Por aquí está la entrada —dijo la Potter Black volviéndose hacia Anne mientras comenzaba a avanzar, por instinto había pensado en tomar su varita, recordando que no la tenía.

 

La pareja recorrió un par de pasillos, que llevaban en una sola dirección y llegaron unos metros después, a su primer encrucijada, los ojos de Darla se abrieron de par en par y se giró, retrocediendo un paso mientras tomaba por los hombros a Anne, haciéndola girar hacia un lado.

 

—Es un basilisco, hay un basilisco en el camino del laberinto —un pequeño escalofrío recorrió su espalda mientras pensaba qué podían hacer —¿tú nos entiendes? —preguntó sin mirar sobre su hombro, aunque por su mente pasaba que le parecía haber visto a la serpiente, pero no sabía si a los ojos.

 

Esperó en silencio la respuesta, no quería ser mal educada, pero la idea de quedar congelada no le hacía gracias. Se mordió el labio, debían socializar con la serpiente para pasar también, pero ¿por qué Lawan les ponía en el camino un basilisco? No tenía miedo, sabía que si las volvía piedra Lawan las sacaría y las reviviría, pero dudo cuál sería la mejor opción en ese momento. Quizás debería dejar que Anne, tomara la posta de esta parte del viaje.

 

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Ante sus ojos una pequeña pero letal criatura. El Basilisco bebé siseó, la llegada repentina de las féminas le hizo sentir amenazado, resultaba confuso el por qué su tan querido amigo y protector, Lawan, le hubo dejado allí a la intemperie, en un laberinto que acabó por marearlo, custodiando una puerta que, según él, nadie que no fuese digno podría pasar. Todavía no tenía la madurez necesaria para volver a Darla piedra por lo que le resultó hasta cómico que no se atreviese a mirarle, en cambio, si su madre estuviera allí, no solo las petrificaría sino que se las comería. Todo mundo mágico sabía de ante mano que la mirada de aquella criatura resultaba letal al instante.


De todos modos buscó asustarlas. Siseó mas fuerte y reptó hacia en frente, en dirección a ambas brujas, con aquel par de pequeños ojos amarillentos fijos en ellas, su boca no era tan grande como para comérselas, pero quizás probase su carne de un solo mordisco. Separó sus elegantes fauces, enseñó los venenosos colmillos y reclinó su cuerpo para tomar impulso y abalanzarse sobre Anne. Pero algo lo detuvo en seco, sus colmillos chasquearon, se mordió la lengua. Sacudió un poco su cabeza escamosa y la voz del Arcano resonó en su pequeño cráneo, solo debía ponerlas a prueba, no volverlas su cena.


—Ssolo ensseñaré a aquelloss que tengan asscendencia pura...— Masculló, en parsel, recelosa —Ssi pueden decirme de quién ess éssta frasse, lass dejaré passar...



Lawan aguardaba ansioso del otro lado, el sol casi llegaba al centro de las paredes, el portal se abría del todo y paulatinamente, con el correr de los segundos, comenzaría a cerrarse. Sería mejor que se dieran prisa. Él, por su parte, cerró el libro que lo mantuvo entretenido y lo dejó sobre las escalinatas de granito dorado, la cobra real lo acompañaba, todo era cuestión de tiempo.

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La Potter Black sentía que estaba actuando como una niña, pero el no tener una varita con el cual poner un escudo protector entre ellas y el basilisco la había puesto incómoda. Sus ojos se posaron en la nuca de la bruja que había obligado a girar y se mordió el labio mientras murmuraba.

 

—Lawan dijo que tendríamos un guardián ¿acaso será este basilisco? —el movimiento rápido tras ella hizo que volviera a dar un paso cubriendo a su madrina, pero aquello era ridículo, el arcano había hecho que varias serpientes interactuaran con ellas, algunas parecían más agresivas que otras, pero nunca las había puesto en verdadero peligro o eso creía.

 

Sin dudarlo esta vez dio un paso al costado y se giró, con la vista baja ,dudando, ella tenía conocimientos sobre algunas serpientes, había estudiado sobre ellas, pero, lamentablemente no había hecho tanto hincapié en los basiliscos, no por despreciarlos, sino por considerarlos algo más que una serpiente.

 

—Lawan nosss envía… —comenzó a decir pero el basilisco había realizado un chasquido y Darla se atrevió a elevar la vista, sorprendida un poco por la pregunta y porque en ese momento supo que la serpiente aún no era letal, no sabía bien cómo pero lo supo.

 

—Podríass dañarnosss pero no matarnosss ¿verdad? —preguntó con una mezcla de curiosidad y reverencia a la vez hacia el joven basilisco, cuyo aspecto adolescente notaba ahora. A su lado Anne le dio un codazo en las costillas y le susurró algo, que la hizo asentir y mover su mano pidiendo calma —ssí sssí, por ssupuessto, disssculpa la pregunta —dijo al basilisco —mi compañera me dice, y concuerdo con ella, que quien dijo la frasse ess Salazar Slytherin , uno de loss cuatro fundadoresss de Hogwartss.

 

Aún no podía creer que estuvieran hablando en pársel, levantó unos segundos la vista por sobre la serpiente, el sol llegaba casi a reflejarse en la parte superior de las paredes del laberinto.

 

—Te ssuplicamoss que noss dejesss passar, ssolo busscamoss ssaber máss y podernoss comunicar con usstedess —solicitó la pelirroja haciendo una suave inclinación hacia el basilisco, el tiempo corría y ellas no podían fallar. A su lado Anne volvía a hablar dirigiéndose también a la serpiente y reiterando la respuesta a su pregunta y la solicitud de poder pasar para así poder llegar a la pirámide.

 

Les faltaba tan poco para llega al otro lado y los ojos de la Potter Black se clavaron en los dos únicos anillos que aún llevaba en sus manos, el de lapislázuli que le había entregado su madre y el más importante, que acarició, el anillo de compromiso con Seba, por él debía llegar al otro lado y no estaba dispuesta a quedar en un intento fallido, se lo debía a su amor que la apoyaba en todo incondicional. Darla levantó la vista, esperando lo que el joven basilisco tenía para decir.

 

 

 

 

off: lo siento, no pude esperar más ._.

 

 

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  • 2 semanas más tarde...

El Basilisco no habló, todo hubo sido dicho por las dos pupilas de Lawan. De haber podido sonreír, incluso, lo habría hecho. Simplemente se deslizó siseando, sin decir nada demasiado relevante y les permitió pasar. Detrás de su débil cuerpo, que algún día sería de temer, una puerta se materializaba sobre las paredes iluminadas por el sol, pronto se agotaría el tiempo, las brujas deberían correr, cosa que seguramente divertiría un poco al arcano que ya había subido los peldaños necesarios hasta la el acceso de la pirámide y allí les aguardaba, en un nuevo punto.

 

Dentro de ésta se encontraba expectante la sala de los Ouroboros, aquella serpiente que marcaba un ciclo infinito, fluido, que se comía su propia cola, dibujada en un suelo negro como el resto del interior. Allí el clima resultaba agradable, puesto que no ingresa ni una sola gota de luz o sol, el calor no existía, el aire estaba fresco y ambas féminas podrían respirar luego de la carrera final.

 

—Es mi deber hacerles ésta pregunta— soltó, cuando las tuvo en frente, sin titubeos, en un perfecto castellano —¿Esstán preparadass para la prueba final?

 

El parsel regresó a su lengua, les sonrió, esperaba que las respuestas fuesen afirmativa porque tanto Darla como Anne hubieron demostrado desde el principio ser dignas de la habilidad más él como Arcano solo tenía el 50% de la palabra; la firma, el sello de sangre, la vinculación, todo eso correspondía a la magia del portal que ahora les llamaba. La puerta se iluminaba, de entre tantas que giraban a su alrededor, una única llamaría la atención de las Mortífago.

 

Una vez cruzado el portal perderían total conexión con el mundo que conocían y con el propio Lawan y su sombrero llamativo. Sería absorbidas desde el naciente del ombligo, como si alguien las jalara y aterrizarían de mala gana en medio de amazonas. Únicamente se encontrarían con una nota clavada a un árbol ¿cómo sabrían que resultaba relevante para su supervivencia? pues la nota pendía de un anzuelo de pesca, como los que el hombre utilizaba en sus momentos de relajación. Separadas, Anne y Darla deberían encontrar la forma de dar con un traslador, en forma de cobra de piedra, en medio de semejante monstruo vegetal, inmensamente vivo y con una cantidad peligrosa de criaturas tanto mágicas como muggles, para regresar a casa.

 

—Les deseo suerte.

 

Lawan inclinó la cabeza en señal de respeto y realizó un movimiento extraño con sus manos que hizo refulgir la sortija fina de plata que sus pupilas portaban, quizás sin notarlo aun, en sus respectivas manos.

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Darla observó al basilisco, por primera vez con menos temor, quizás debería estudiar más sobre ellos. Hablaría con Seba para al fin tomar esa clase de Cuidado de Criaturas Mágicas y así aprender, ya que de pronto había sabido, ya fuera por los siseos de la serpiente o porque de alguna manera Lawan se los había plantado en la cabeza, que siendo tan joven no podía hacerles daño.

 

La criatura se desplazó y ella hizo un gesto hacia Anne para seguirla, tras recorrer el camino que las separaba, sobre la pared del laberinto se había hecho visible la puerta, abierta, sí, pero al llegar el sol al cénit comenzaba a cerrarse.

 

--¡Vamos! —gritó Darla casi jalando de una mano a su madrina, no tendría su varita y no podría abrir portales, pero aún conservaba su velocidad vampírica y con ella se ayudó para apresurarse a cruzar al otro lado y llegar a la pirámide, por tercera vez en cuatro años. Definitivamente debería re ver sus prioridades educativas.

 

La carrera hacia la pirámide y de allí a la sala de ouroboros interior fue corta y a la vez larga, con todo lo que habían vivido la pelirroja sentía que aquello nunca acababa y de pronto la idea de que aún faltaba la prueba final la hizo entrar en pánico. ¿Cuánto más necesitaba pasar para demostrar que sí era digna de portar el anillo de Hablante de Pársel y que a pesar de la irracionalidad con el joven basilisco sí se sabía comunicar con las serpientes a quienes respetaba?

 

Agradeció de todo corazón cuando estuvo frente a Lawan que éste no pudiera penetrar sus pensamientos, ocultos tras oclumancia, pues cuando les volvió a hacer la pregunta sobre la prueba final, tuvo ganas de sacudirlo y decirle que ya estaba lista hacía rato y que ya de una vez reconociera que ellas podían hablar con las serpientes y hacer de ellas sus pares en la charla. Sonrió, asintió con la cabeza y luego dijo en voz alta con convicción y casi en forma automática.

 

—Sssí essstamosss lissstasss y preparadasss para la prueba final —en Pársel había respondido y las había mencionado a ambas, juntas habían llegado hasta acá, colaborando una con otra y compartiendo sus experiencias de una forma muy particular, ahijada y madrina.

Darla esperó y tras la respuesta de Anne junto al arcano atravesaron el portal hacia la sala circular de las siete puertas, no necesitó entregarles el anillo porque el mismo se materializó en los dedos de cada una de las aspirantes. Una puerta cubierta por serpientes entrecruzadas cobró brillo y las brujas se acercaron a ella.

 

—Graciasss —dijo ante las palabras del vietnamita y se giró una vez más hacia la puerta.

 

A la pelirroja le recordó el ingreso a la cámara secreta aunque ésta era vertical y las serpientes que parecieron cobrar vida se deslizaron una sobre otras para luego dar lugar al ingreso a la cámara de la prueba. Sin dudarlo la bruja atravesó la misma, había llegado la hora de la prueba final, difícil de creer, una vez más, tras menos tiempo se enfrentaba a la prueba final.

 

—Un traslador… —jadeó al sentir el tirón desde el ombligo hasta que al llegar finalmente a lo que parecía su destino observó asombrada —mira Anne —comenzó a decir cuando descubrió que estaban nuevamente en una selva, pero aunque la Gaunt había atravesado junto a ella la puerta debía de haberla llevado a un distinto lugar.

 

En su dedo el cristal comenzaba a vibrar en una tonalidad verde y marrón formando pequeñas líneas que aún no se definían. Se acercó a un árbol, de una rama colgaba una tanza, de la cual pendía un anzuelo en donde una nota estaba clavada. Dio un tirón y lo arrancó, leyendo su contenido, entre asombrada y perpleja. ¿De verdad debía atravesar por ese camino la selva para llegar hasta un antiguo templo cubierto de vegetación? Suspiró. ¿Y por qué no? Seguir buscando era su destino. Envolvió el anzuelo en el improvisado mapa que le dejaran, recordándole de memoria, como si las líneas allí escritas y dibujadas fueran tan complicadas.

Editado por Darla Potter Black
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