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En la Universidad


Mei Black Delacour
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Los jardines que caracterizaban a la Universidad eran algo admirable, por lo menos en un sector de ellos. Le recordaba un poco a aquella esencia tan particular que tenía Hogwarts, pero el ambiente que reinaba en los ateneos era totalmente distinto.

 

La verdad es que últimamente la Universidad era uno de los lugares que más frecuentaba, anteriormente por temas de adquirir conocimientos acerca de los libros que tanto profesores como Uzza impartían, y ahora, iba dirigido a intentar hacerse con las habilidades que le interesaban que los Arcanos impartían.

 

Pero en aquella ocasión estaba allí por un motivo distinto, algo más relajado y… casual, sí.

 

La verdad es que en un principio sencillamente había decidido darse una vuelta luego de haber salido de inscribirse a su siguiente clase, pero luego de un momento, decidió llevar a cabo otra actividad. Había sacado una hoja y rápidamente había escrito un mensaje con su varita, y al instante siguiente, el papel se dobló y comenzó a flotar pacíficamente con la forma de un pájaro, esperando a que alguien lo tomara.

 

El mensaje era claro: para aquel, quien fuera, que deseara tener un duelo, tendría un contrincante allí mismo, a unos cuántos metros del edificio principal.

 

Mei llevaba un rato esperando, sentada sobre una roca que sobresalía del suelo, absorta en sus propios pensamientos, observando el cielo levemente nublado.

 

Se acomodó el abrigo. Si bien aún no llegaba de forma oficial el invierno, el frío ya se hacía sentir, por lo que había tenido que recurrir a colocarse algo por encima de la camisa y la falda que llevaba. Sus pies quedaban levemente en el aire, por lo que los zapatos de tacón no alcanzaban a tocar la superficie.

 

Probablemente habría terminado por dormirse de no ser porque oyó que alguien llegaba, a lo cual dio un saltito para quedar de pie y acercarse a quien se aproximaba. La persona tenía el papel en la mano, un gesto evidente de que aceptara el reto.

 

Sonrió levemente e hizo una leve inclinación antes de levantar la varita hacia su contrincante:

 

Sectumsempra ―murmuró, apuntando al pecho de su rival, el cual, de no protegerse se vería seriamente herido debido a las sangrantes cortadas que le produciría el hechizo.

 

Sin bajar la varita, esperó la respuesta de su oponente, siendo plenamente consciente de su alrededor, notando que únicamente tenía por detrás suyo a unos cuantos metros la roca en la que acababa de estar sentada, del resto, sencillamente lo que caracterizaba a un paisaje de jardón: ramitas secas, piedras pequeñas, flores…

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Contando el tiempo que restaba desde que se había dedicado a sentarse en un rincón alejado de las personas, sobre el césped que abarcaba una zona de los terrenos de la Universidad, el joven pensaba seriamente qué debería hacer para poder continuar con su cometido y poder recordar más acerca de sí mismo o de otras personas que decían conocerle.


Koseh había sacado su varita mágica -una peculiar varita blanca como la nieve con muescas a su alrededor como si de un rayo se tratase- inconscientemente desde el bolsillo de su túnica oscura, golpeándose con la punta de ella suavemente en su barbilla, mientras buscaba darle sentido a todos sus arremolinados pensamientos al interior de su mente. No estaba al tanto de gran información sobre aquél lugar; a decir verdad, era contado con los dedos de su mano las ocasiones que había visitado aquellas dependencias, pero en este día al mago le apetecía descansar de su habitual paseo por el pueblo mágico que buscaba reconocer.


Mirando hacia el claro cielo de verano, con un sol reluciente que encandilaba a la vista de observarlo directamente, el chico se percató de un objeto en forma de pájaro que pasaba agitando sus alas por sobre su cabeza. Repentinamente, y parpadeando varias veces, Koseh reconoció lo que podría ser. Agitando su varita, buscó que el mensaje se acercara hacia él, para luego desenvolverlo mágicamente y leer su contenido.


Una sonrisa suave cruzó por su rostro al notar de quién era la oferta amistosa de desafío. Siguiéndolo con sutileza, el mensaje en forma de pájaro había regresado volando alrededor de su dueña describiendo círculos amplios por el cielo, revelando su posición al mago: estaba mucho más cerca de lo que creía. Hacía un tiempo que no tenía un duelo por diversión. "Me pregunto qué nivel tendré en estos momentos...", pensó para sí.


El papel con el mensaje había regresado a la mano de Koseh, indicándole a Mei que aceptaba su reto con gusto. La sonrisa que a su rostro acompañaba lo decía todo.


- ¿Estás preparada? - preguntó a Mei con voz simpática a modo de saludo.


Las zapatillas suaves y de tela ligera hicieron una leve presión en la tierra donde se había puesto de pie. La túnica del joven se recogió suavemente a medida que realizaba una reverencia en respuesta a la de su oponente -revelando sutilmente unos jeans azules delgados- para luego apuntar con su varita blanca en postura de combate.


Había sido en el momento preciso: Mei había enviado una maldición Sectumsempra directamente a su posición. Abriendo sus ojos por la sorpresa, Koseh procuró pensar rápido y sentir después. Enarboló el único hechizo que se le vino a la cabeza en ese preciso momento:


- ¡Protego! - susurró, generando un escudo mágico delante de él al agitar su varita. El hechizo Sectumsempra de Mei había golpeado contra el encantamiento escudo de Koseh, rebotando levemente y golpeando el suelo cercano, donde se desvaneció.


Sabía por algún motivo que estaba frente a una oponente contra la cual el mínimo error o exceso de confianza le jugaría muy en contra, poniéndole contra las cuerdas con facilidad. También podía notar la gran diferencia de poderes que existía entre ambos; aunque eso le hacía poner los vellos de su cuerpo erizados, también le hacía brotar una emoción que no conocía. ¿Estaría tal vez en sus genes? De forma casi involuntaria, Koseh ya había recorrido en rededor unos cinco metros, formando un semicírculo lejos de la roca donde Mei se había sentado, y teniendo a la chica siempre en frente de su vista.


Sabía el riesgo que su siguiente movimiento tenía; igualmente, quería morder el anzuelo por diversión. Koseh se concentró en uno de los zapatos de tacón de Mei. Quería transformarlo en una criatura que le pudiese ayudar, la que fuese que le pudiera otorgar la masa de ese zapato. En su vista periférica pudo captar (además de flores, ramas y piedras pequeñas) un curioso y común gnomo de jardín que asomaba su cara de entre su madriguera, a cubierto sutilmente por el pasto en el paisaje que se extendía a su alrededor. Posiblemente fuese atraído ante los ruidos generados por ambos seres mágicos.


- Morphos - murmuró con firmeza el joven. De salir bien, el zapato de tacón se transformaría en una pequeña Loxosceles Laeta, nombre científico muggle de la peligrosa araña del rincón. Al volverse en una araña joven y pequeña - no mayor a 0,8 cm de diámetro contando sus patas - justo por sobre el dorso de la piel del pulgar, la criatura mordería en el acto con sus quelíceros el dedo donde habría quedado, inyectando su veneno letal en el acto.


La decisión de intentar transformar algo en una araña del rincón sorprendía sobremanera al mago. No sabía en absoluto del por qué de su decisión, así como tampoco de por qué esa transformación podría ocurrir de esa manera. No había notado que había continuado caminando en rededor de Mei, llegando ahora cinco metros más y quedando en el lado contrario a la posición inicial donde había iniciado el duelo. La roca seguía más cerca de la chica que del mago.

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