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Prueba de Animagia #20


Suluk Akku
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Las palabras ininteligibles que el patriarca de los Black Lestrange pronunciaba actuaban más que como sedante que lo apartaba de la realidad y de sus sentimientos, como un bloqueador de emociones que hacía que todo lo que observara, y que formaba parte de sus recuerdos más íntimos, no causara algún tipo de emocionalismo que contaminase nada.

A juicio de Jocker, los humanos eran seres tan extraños… los mismos muggles, por ejemplo, consideraban la magia o lo sobrenatural como rarezas tan apartadas de la lógica y el sentido común, cuando en realidad, todas y cada una de ellas recorrían el mismo camino, jugando y cantando, mientras iban tomadas de las manos. Sonrió cuando pensó en esto, al tiempo en que observaba como un grupo compuesto por 6 personas conversaban indistintamente alrededor de una fogata.

No entiendo el afán que tienen ustedes de marcharse a Londres —se quejaba una de las muchachas de cabellos plateados —Apuesto a que esto es idea tuya, Black Lestrange.

Jocker, tú eres el hijo del líder mortífago de La Marca Tenebrosa de Londres, nadie creerá que los cargos que alcancen los obtuvieron por mérito propio… ¿de verdad quieres que desconozcan tus méritos o los de Penélope? Además, no le debes nada, por lo que nos cuentas.

Claro que no le debemos nada a él —respondió el ojimiel —Ni a él ni a nadie… simplemente, creemos que allá debemos construir nuestra vida. Pero dejemos de hablar de esto…

Cada vez que nos reunimos terminamos hablando de lo mismo —añadió Penélope —En vez de aprovechar el tiempo que nos queda acá… además, exageran solo por el afán de molestar, que aún no sabemos cuándo concretaremos el viaje… podrían pasar varios años.

¿Vieron la cara de los demás graduados cuando entré volando como jilguero a la ceremonia? —rió Abbie, tras unos breves segundos de silencio —¡Como si nunca hubiesen visto un animago antes!

La cara de sorpresa no fue porque fueras animaga, cariño —expuso otra bruja que también estaba ahí —seguramente reconocieron el canto y los colores del avecilla que comenzó a cantar segundos antes del asalto en Lyon.

¡Qué va! Si apenas pueden reconocer su derecha de su izquierda…

Mientras continuaban conversando, el sol, tímidamente comenzaba a aparecer por el horizonte. Jocker y su novia, se habían limitado a hacer algunos aportes a la conversación muy pequeños, pues se habían concentrado en el historial de parientes animagos que Jocker tenía y que le daban señales claras que él mismo también lo era, aunque de momento no se había transformado nunca.

Se encuentra en lo más profundo de tu interior —siseaba Penélope —Solo necesitas la motivación correcta… Deja de pensarlo tanto y simplemente, hazlo.

Cuando los demás notaron la conversación entre Jocker y Penélope, se mantuvieron mirándole atentos; aunque Gretzinger no pudo evitar lanzar un comentario cuando el ojimiel expresó sus aprehensiones respecto del desconocimiento del animal en el que se convertiría.

Serás una linda mariposa, Black Lestrange, tranquilo.

Luego de las risas, la misma bruja se puso de pie y se dirigió hasta donde se encontraba el ojimiel; se inclinó frente a él, lo tomó de los hombros y le miró con intensidad a los ojos.

No es tan difícil, mira.

En un abrir y cerrar de ojos, aquella mujer s se volvió un jilguero que no tardó en comenzar a cantar y a revolotear por el lugar. Jocker sonrió con un poco frustración.

Hacen que parezca tan sencillo —se quejó.

Tras varios minutos más de intentarlo. Penélope se acercó al oído de su futuro esposo y susurró.

Déjalo ir… Y ni si quiera intentes responder, sólo déjalo ir, está ahí…

Con una inspiración y una exhalación profunda, pero breve, un gruñido salió del ahora hocico de Jocker, quien abrió los ojos como plato para ver el mundo desde su nueva apariencia. Sus orejas puntiagudas captaron las risas y vítores de celebración de sus amigos.

El recuerdo terminó de súbito. Jocker se había visto a sí mismo, a su difunta esposa y a sus amigos, su primera transformación, pero nada nuevo había pasado. Nada nuevo, excepto por una pequeña cosa: sus pensamientos habían dejado de proyectarse en aquel extraño salón.

El patriarca de los Black Lestrange no sabía qué pensar. Estaba inmóvil en medio del lugar y solo después de algunos minutos, notó que había perdido la capacidad de hablar… o quizás, había perdido la audición… o ambas… no era capaz ni siquiera de escuchar sus propios pensamientos.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal completa y a los segundos, sintió como si un balde de agua cayera sobre su cabeza y recorriera su cuerpo entero. Cayó de rodillas, sintiendo el peso de aquello que lo golpeó y que, a simple vista, no había sido nada.

De pronto, sus oídos se destaparon y escuchó el llanto lastimoso de alguien. No fue sorpresa descubrir que era él mismo, pues, aunque se había librado del emocionalismo, sus sentimientos parecieron brotar como un manantial recién abierto. A pesar del llanto, Jocker sabía que no era ni tristeza ni dolor lo que estaba saliendo de sus ojos; sino que, más bien, un sentimiento de libertad le agobiaba.

Así, como estaba, se transformó en un zorro rojo, de pelaje rojo-anaranjado, con tintes negros atrás de las orejas y blanco bajo el cuello hasta el nacimiento de la cola pomposa que caracterizaba a los de su especie.

A los pocos segundos de su transformación, escuchó a lo lejos cómo una pesada puerta se movía. Se dirigió hasta allí y descubrió que era la salida de aquella pirámide. Y aunque le desconcertó un poco no encontrar a nadie más, se acercó a la orilla del lago a contemplar el movimiento de las olas en el lugar.

Sin duda alguna, había pasado aquella prueba.

אהבה מושלמת באה במהירות, וכל השקרים צורחים מושתקים


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> Quiso decir pero su boca permaneció cerrada, se limitó a contemplar a Suluk y a Jock que ya se internaba en la pirámide. Y no se trataba de no estar lista por falta de habilidad o destreza, se trataba de una carencia de actitud ante el posible 'peligro'. Aún le pesaba en los hombros la última prueba con otra Habilidad y, quizás por eso, temía encontrarse con algo parecido una vez cruzara el portal al que le invitaba la anciana. Dudó pues, y dudó lo que pareció una eternidad, a pesar de que, en tiempo real, sólo podría haberse tomado como un par de minutos.

 

Mas se sorprendió al darse cuenta de que su perspectiva era errada, no podría tratarse de una demora de cinco minutos si Jocker estaba ya saliendo de la pirámide. A menos que la prueba que ésta le tenía preparada al Black Lestrange fuese pensada para ser resuelta en ese tiempo. Se detuvo un instante y le dedicó una mirada ceñuda, estaba celosa, claro. Aunque el gesto sólo le acentuó el aspecto enfermizo a su rostro, a pesar de la vívida mirada gris. Elevó la barbilla unos milímetros y continuó hacia el portal que, una vez más, se abría para ella.

 

Un escalofrío recorrió su cuerpo, provocando que su piel se crispara, cuando se adentró en el monumento; y recordó que no tenía varita en el momento en el que pareció cerrarse una puerta tras de sí y quedó sumida en la oscuridad. Así pues, volvió a adoptar su forma animal para ayudarse a ver, y notó que estaba dentro de una habitación un tanto amplia, sin puerta y sin ventanas. Quiso pensar en algo que le hiciese recordar que era claustrofóbica, pero no obtuvo resultado. Así que no entendía del todo el por qué de ese habitác.ulo.

 

Optó por su forma humana nuevamente, quizás de ese modo podría encontrar una salida al tanteo, mas cuando sus pies tocaron el suelo, lo sintieron rugoso, lleno de polvo, tierra tal vez. Y el suelo se desprendió de sus pies, como si por un segundo pudiese levitar, tan sólo para caer. Cayó, a una velocidad poco creíble, mientras sus manos intentaban encontrar -sin mucho éxito- algo de qué agarrarse para que la caída no sea muy dura. Pero, contrario a sus vanas suposiciones, cayó sobre una tupida alfombra, sobre la que se sentaba, de lo más cómoda, su madre: Aland.

 

― Tengo hambre. ―dijo de pronto, apenas la vio. No tenía idea de por qué fueron esas palabras las que salieron de sus labios, cuando había un torbellino de frases vulgares y nada amistosas para la mujer que le dio la vida.

 

― Es natural, llevas una semana sin probar bocado. ¿Acaso eres hija mía? ―cuestionó la mujer antes de darle un bocado a una pierna de pollo asado.

 

¿Acaso era hija suya? Se preguntó también Candela pues, ¿qué clase de madre dejaba a su suerte a su única hija 'viva'? No podía esperar nada de ella, por supuesto, ya que nunca fue del tipo maternal y ya la gitana estaba más que acostumbrada a eso, y a la sensación de abandono cada que la tenía frente así. Se sentó frente a Aland y la observaba con curiosidad, se animó a tomar un pedazo de pollo para sí y le dio un bocado. Tenía un gusto tan extraño que le resultaba agradable. De pronto la sala se llenó de muebles, objetos y elfos, que conformaban una réplica de la cocina en el castillo Triviani.

 

Permaneció en silencio mientras engullía la comida que le era servida, se concentraba nada más que en no atragantarse y lo que fuere que estuviese por pasar. La experiencia le dictaba que debía estar atenta, sus sentidos se mantenían alerta, sólo por las dudas.

 

― Pareces ansiosa. ―observó Aland. Sus ojos gris, fiel reflejo de los de su hija, se fijaron en la mirada de la joven matriarca.

 

― Precavida, quizás.

 

― ¿Por qué no te relajas? Llevas demasiada tensión encima. ―se acercó a la bruja y puso ambas manos sobre sus hombros. Y por mucho que a la ojigris le hubiese gustado sentirlo cálido, un escalofrío volvió a recorrer su cuerpo.― ¿Quién eres?

 

La pregunta la tomó desprevenida.

 

¿Qué eres? ―cuestionó nuevamente, la voz de su madre.

 

Candela miró de refilón las manos de quien parecía ser Aland, pero lejos de ser aquellas manos pálidas, eran negras, semejantes a haber sido carbonizadas. Otro escalofrío.

 

¿Qué quieres?

 

¿Qué eres? ―esta vez era Candela quien hacía las preguntas. Pero para cuando quiso enfrentar a la figura que tenía el rostro de Aland, ésta ya no estaba. Creyó haber escuchado un '¿tú qué crees?' en el aire, pero no podía estar segura al cien.

Editado por Candela Triviani

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Suluk apresuró el último sorbo con un nudo en la garganta. Sus palabras habían sido llevadas por el viendo, vaya uno a saber dónde, pero imitaban el susurro de Penélope. Una muchacha tan sabia ¿Qué habría sido de ella? curiosidad que le picaba las entrañas más por las reacciones de su pupilo había preferido no hacer mención. Cada Arcano se entendía con las distintas habilidades vecinas, pero por sobre ello, teniendo una conexión muy profunda con su propia alma, Akku era capaz de empatizar con Jocker cada vez que le miró a los ojos desde su arribo.

 

Extrayendo de su capa de pieles gruesa la varita mágica que le fue provista arribando a Inglaterra, invocó la estilizada vara de cristal, y desapareció rumbo al lago. El laberinto intrínseco había desaparecido dejando en su lugar una gran explanada que el zorro bien pudo haber recorrido en lugar de quedarse tieso observando su reflejo en el agua. Pero la Inuit comprendía razón.

 

Entonces, con cautela y en silencio se sentó a su lado, un movimiento rápido de la oreja derecha del animal le dio a entender que se había percatado de su presencia y sonrió. Jock tenía los sentido agudizados por demás, era uno con la habilidad, por ese gran motivo era que cuando volviese a su forma humana la sortija de aprendiz, un simple lazo de plata, mutaría en la joya que él soñase.

 

—Bienvenido de regreso.

 

Musitó, cruzó las piernas a la altura de los tobillos y fijó la vista en el horizonte, Black Lestrange lo había logrado. Quebrantar una barrera emocional tan dura no era sencillo, mucho menos si eres el propio creador, pero él lo había conseguido.

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Y volvió a caer.

 

La sensación de vértigo había sido reemplazada por la inseguridad. De pronto ya no sentía náuseas conforme su cuerpo se acercaba cada vez más a lo que sea que la estuviese esperando allá abajo, pero quería parar, quería detenerse. Sus alas no habían acudido a su llamado por lo que no podría evitar aquella caída transformándose en el animal que, por alguna razón, eligió su alma mullida.

 

Sí, había querido volar muchas veces. La ansiada 'libertad' eran tan atractiva que la había buscado en múltiples ocasiones, como todos, como sus compañeros, como los que alguna vez fueron sus amigos. Había tenido amigos, sí. Había tenido familia, también. Pero nada de eso lograba conectarla de tal forma al mundo como para querer quedarse en él. Los escenarios cambiaban una y otra vez, las personas, las experiencias; mas el sentimiento de libertad pululando por salir seguía presente.

 

Para cuando su cuerpo chocó con otra superficie rugosa, se había rendido totalmente y dejado llevar por lo que la pirámide quisiese hacer con ella. Sin embargo, al ponerse de pie volvió a encontrarse con el montícu.lo de cadáveres del que intentaba escapar siempre, aquel que encabezaba el pequeño cuerpo de su hijo, muerto por su propia mano. Primero se le crispó la piel, luego comenzó temblarle el cuerpo, parecía que la temperatura había bajado varios grados de lo normal.

 

No, no iba a llorar. Ya lo había hecho una vez y, si bien le resultaba chocante la escena -dolorosa también, pero quizás era lo último que reconocería-, quería salir de allí. Sus brazos estaban entumecidos, no respondían bien a los deseos de la bruja. Tardó tantos minutos, se le apeteció una eternidad en esa cima poco atractiva, en reaccionar.

 

La última pregunta de Aland le hacía eco. Candela quería salir de allí, quería ser libre. No. No era libertad lo que buscaba exactamente. Ya se había hecho a la idea de que no podría serlo jamás con la cantidad de sangre que guardaba en sus manos. Era culpa, quería escapar. Tal vez sus elecciones no habían sido las mejores, pero al menos su animal interior era aquello que necesitaba para 'liberar' un poco su carga. El murciélago le daba libertad, sí, pero siempre en medio de la oscuridad.

 

De pronto chocó con un muro y cayó sobre un par de escalones. La pirámide se abrió filtrando pequeños rayos de luz que iluminaron el pelaje castaño del quiróptero. Había terminado.

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~ Mosquito ~          Ianello 

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Por fin su día hubo culminado. Jocker abandonaba los terrenos del Ateneo para regresar a casa o quizás hacer una parada técnica en un bar ¿bebería? los Ingleses eran personas extrañas a la hora de lidiar con emociones fuertes, todo lo acallaban con alcohol. Que triste. La soledad le hizo compañía por un momento y tras de sí la puerta se abrió pero no emitió chirrido alguno, sino más bien, un sonido rasposo, a arena siendo arañada por una pesada roca.

 

Se giró, muy levemente, parpadeó y la vio caer o más bien lo que presenció fue el surgimiento de una criatura oscura, pequeña y agotada. El corazón del murciélago latía por demás, quizás el portal hubo empujado a Candela hacia algún sitio en su memoria que ella intentaba evitar día tras día, pero así era, para dominar la animagia tocaba conectarse con cada rincón de uno.

 

—Joven Triviani

 

Akku se paró, deshizo la distancia para con la mujer, ahora convertida, y la tomó sin asco entre sus manos, ella amaba a todas las criaturas por igual. Le sonrió y volvió a dejarla en el suelo, sobre un escalón de granito dorado para que volviese a su forma humana, anhelaba espiar la forma de su anillo.

 

—Bienvenida de regreso.

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