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Prueba de Metamorfomagia


Amara Majlis
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Esa mañana de mediados de diciembre era la más fría que habían empezado a experimentar en esa época del año. Las flores y varios arbustos del ateneo de habilidades habían quedado bajo una capa fina de nieve. El cuerpo de agua que debía cruzar, en una pequeña balsa, se había congelado. La temporada helada había dado inicio, así que mientras revisaba cada lugar para pensar nuevas pruebas tocó con la punta de su bastón el hielo del lago. Parecía frágil, por lo que iba a poner a las orillas lo que eran un par de patines para un niño de 5 años, debía lograr tomar la complexión de alguien que le cupieran esos patines o podría caer al agua y quedar como un bloque de hielo.

Tras superar esa prueba, debía correr al interior de un gran laberinto, donde justo a la mitad se toparía con un gran espejo que le iba a impedir seguir adelante, para poder deshacerse de aquel gran espejo y pasar a la siguiente prueba debía hacer lo que el espejo le pidiera. En algunas ocasiones les pedía se mostrarán tal y como eran antes de aprender a dominar la metamorfomagia, otras veces les pedía que se volvieran una figura de autoridad. El espejo era tan voluble como la capacidad del mago frente a él para cambiar su aspecto. Cuando logrará tomar el aspecto pedido, el espejo se haría añicos dejando a la vista un portal.

Dentro del portal se encontraría con una figura de autoridad, pero al mismo tiempo debía ayudar a otras personas a librarse de aquella figura de autoridad, así que seguramente sería enviada a algún lugar que ella conociera para poder hacerse pasar por aquella persona y cambiar la vida de las personas, al tiempo de ayudarlas. Cuando el portal creyera que estaba lista aparecería frente a ella. Pero antes de hacer todo ese recorrido frente a ella iba a encontrarse una cesta tejida con un pergamino adentro.

El pergamino venía escrito por Majlis, el cual indicaba que debía dejar todas sus pertenencias en aquel cesto, desde su varita hasta todos sus anillos y amuletos, la metamorfomagia debía ser suficiente para salir de manera satisfactoria de aquella prueba, al final del pergamino le deja dicho que se volverían a ver frente a las puertas de las habilidades, hasta ese momento esperaba que demostrará lo que podía hacer con la habilidad.

Editado por Amara Majlis
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Kaori.

Era muy temprano en la mañana y Kaori ya estaba lista para salir, iba vestida con ropa abrigada pues el frio era cada vez más intenso. Desapareció de la mansión Delacour sin saber que era lo que le esperaba, lo único que tenía en mente era que debía lograr su objetivo, aprobar la prueba y regresar del Ateneo con un hermoso anillo que le permitiera vincularse a la habilidad.

Al llegar al lugar designada para la prueba se topó con el primer desafió. Frente a ella estaba un tramo de agua congelada, misma que debía atravesarlo si deseaba continuar. Apenas puso un pie sobre el hilo fue consciente de que no soportaría su peso y sospechaba que el de ningún adulto. Observó a su alrededor, encontrando en la orilla un par de patines, eran pequeños. No dudó que fue la Arcana quien los dejó ahí para ella.

Sin perder tiempo empezó a modificar su cuerpo, cada célula empezó a transformarse a su voluntad y pronto Kaori no era más que una niña de no más de cinco años, de cabello rubio, ojos azules como el cielo, de piel blanca y labios rosados. Su ropa mágicamente se transformó, ajustándose a su actual estatura. No muy lejos de donde había encontrado los patines, estaba una cesta, en cuyo interior estaba un pergamino con las indicaciones de su maestra. No le agradó mucho el tener que desprenderse de su varita, pero si quería aprobar la habilidad, tenía que hacerlo.

Sacó su varita y todos los objetos mágicos que había llevado, pensando que le iban a servir y los puso en cesta. A partir de ese momento era solo ella enfrentándose a las diferentes pruebas. Cerró los ojos por un par de minutos, serenando su mente, concentrándose en su objetivo. Varios minutos después, finalmente puso el pie derecho sobre el resbaladizo hielo.

No recordaba cuando fue la última vez que patino sobre hielo, por lo que en un principio estuvo un poco torpe, resbalo varias veces y se cayó de bruces contra el suelo un par más, haciendo que por un momento se olvidara de que era una prueba y se divirtiera. Varios minutos más tarde y aun con la sonrisa en su inocente rostro la joven bruja finalmente llegó al otro extremo.

La entrada a un laberinto le dio la bienvenida, Kaori, aun con la apariencia de una niña, dio un largo suspiró. Odiaba los laberintos, siempre tenía problemas en encontrar la salida. Sin mucho entusiasmo, pues sabía que tardaría mucho en encontrar lo que sea que Majilis le dejara en el interior, empezó a recorrerlo. Tarareando una canción de cuna que su madre solía cantarle antes de ir a dormir, pasó lo que le parecieron horas, antes de llegar al centro del laberinto.

“Qué bonito” pensó al ver un enorme espejo. No había indicaciones, lo único de lo que estaba segura era de que la clave para seguir estaba en el espejo. Se paró delante de él y de pronto ya no era a ella convertida en niña a quien veía. Era un mago con rasgos asiáticos, alto, de cabello blanco con alguno que otro cabello negro, su rostro estaba marcado por arrugas, Kaori lo quedó mirando y en esos pequeños ojos celestes por un momento se pudo notar un destello de resentimiento hacia ese mago.

Dio un paso atrás cuando comprendió lo que el espejo le estaba pidiendo que hiciera. Se tenía que transformar en aquel hombre, el objetivo lo tenía claro. En esa fecha se llevaría a cabo una reunión en la cual se decidiría cual sería el nuevo rango de edad para aceptar a nuevos aspirantes del simposio y la persona que reflejaba el espejo, era un punto clave.

Conteniendo la oleada de odio que corría por sus venas y la repulsión que sentía al tener que convertirse en él, Kaori volvió a cambiar de aspecto. Lo más complicado que le resultó cambiar fue la mirada. A pesar de las muchas atrocidades que la bruja había sido obligada a realizar, ella aun tenía algo de dulzura y bondad, misma que se reflejaba en sus ojos. En cambió los de aquel mago eran tan negros y fríos como el hielo, como si no tuviera alma.

―Maldición… ― susurró cuando fue capaz de recrear a la perfección la apariencia de aquel hombre ― ¿Y ahora qué? ―preguntó. El espejo se hizo añicos frente a ella, dejando ver un portal.

***

Tardó un poco en reconocer en donde se encontraba. Luego de haber atravesado el portal, todo se volvió un poco confuso, el laberinto en donde había estado se esfumó. En su lugar la tenue luz del recibidor de una importante empresa en Japón, le dieron la bienvenida. La reconoció pues en un par de ocasiones ella fue citada para recibir las misiones a las que solían enviarla.

Conocía la rutina del mago al cual estaba suplantando, le gustaba hacerse esperar. Sabía que tenía un par de horas antes de que él llegara, tenía que actuar rápido. Hacer llamar a varios de los miembros y asegurarse que su voto cambiara.

―Llega temprano … ―dijo un joven caminando junto a él.

―Llama a estas personas, una por una. Diles que deseo hablar con ellas antes de la reunión ― le ordenó al mago quien dudo por un segundó. Aquello la puso un poco nerviosa.

Hablo con cinco de los magos y brujas más influyentes del simposio, asegurándoles de que si su voto para decidir la edad de los nuevos aspirantes, no cambiaba, tendrían grandes problemas con él. Haciéndoles prometer que ninguno hablaría sobre esa reunión. Todo parecía marchar bien y nadie sospechaba que en realidad no estaban hablando con el verdadero señor Matsudaira.


―¿Está seguro de esto, señor? ―preguntó su asistente ―Su hija es la viva muestra que mientras más jóvenes ingresan, más fuertes se hacen… hay algunas bajas… pero solo cuando son débiles ― Empezó a balbucear.

―No habrá más niños… ―Sentenció Kaori dejándose llevar por los recuerdos. ―Retírate…ve a casa, ya no te necesito ―Le ordenó.

Observó el reloj y faltaba poco para que su padre llegara a la reunión. Sabía que su padre tarde o temprano la descubriría, pero lo conocía muy bien y sabía que trataría de arreglar el problema sin llamar la atención de los demás miembros del simposio. Tarde o temprano Kaori tendría que enfrentarlo, pero por lo pronto se conformaba con saber que por un tiempo el Simposio no pondría sus cochinas manos en más niños y niñas con potencial.

Con esa certeza el portal nuevamente se abrió frente a ella. Estaba de regreso a donde la Arcana o al menos eso creía. Estaba agotada psicológicamente y aun tenía la apariencia de su padre, se sentía muy incomoda así que sacudió y al hacerlo volvió a adoptar su verdadera forma.

―¿Arcana? ― Preguntó deseando ver a la mujer que le había dado clases.

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  • 2 semanas más tarde...

Amara se encontraba de pie a la entrada de la pirámide donde se albergaban las siete puertas de las habilidades cuando Kaori salió del portal después de haber cumplido con su tercer reto antes de enfrentarse a la gran prueba de metamorfomagia. Le sonrió como lo hacía con todas las personas que salían de la tercera prueba, para ella, la mayoría salía con un poco de miedo en el rostro. Majlis intuía que era algo como precaución al hecho de quizás ella podía decirles que habían fallado, pero ella no era la que lo decidía, era el mismo portal que los traía frente a ella.

No dejaba de mirarla mientras buscaba entre los pliegues de su vestido una bolsa pequeña, el contenido de aquella bolsa era un anillo de cristal sin ningún color o forma que al momento de que la misma Delacour entrará a la puerta a presentar la prueba adoptaría la forma del anillo de Metamorfomagia.

Bienvenida Kaori, vamos, caminemos hasta las puertas. —dijo mientras le daba la espalda y comenzaba a caminar esperando a que la joven coreana le siguiera hasta detenerse frente a la puerta con el logo que indicaba su habilidad. —Todo lo que has pasado fue completamente sencillo a comparación de lo que se viene ahora, es por eso que vuelvo a preguntarte. — hizo una pausa y apareció frente a ella los pergaminos que hablaban de lo que ocurriría si ella entraba a la puerta y fallaba la prueba. —¿Quieres realizar la prueba de la habilidad?

Si la joven de cabellera negra aceptaba realizar la prueba le entregaría el anillo para que pudiera estar en contacto con ella mientras realizaba la prueba. Amara simplemente esperaba la respuesta afirmativa para dar un paso de costado y permitirle que empezara con la prueba.
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Kaori.

Por un momento la joven bruja pensó que hizo algo mal y que no pasó a la siguiente parte de la prueba y es que no distinguió de inmediato la figura de la Arcana, más cuando lo hizo suspiró aliviada y se acercó sin dudarlo a la mujer, que en ese momento buscaba algo de entre los pliegues del vestido.

—Gracias… por un momento pensé que no lo había logrado —comentó caminando junto a Majilis.

Caminaron hasta que se detuvieron frente a una puerta con un logo en ella, observó con cuidado y entonces lo reconoció, era el de la Metamorfomagia. Si atravesaba esa puerta se enfrentaría a la gran prueba y si las otras tres eran sencillas como su maestra le decía, no quería imaginarse que era lo que le esperaba ahí dentro. Se sintió nerviosa una vez más, pero ya estaba ahí y debía controlarse y seguir.

—Si Arcana, ya he llegado hasta aquí y se que puedo pasar la prueba… confió en mi habilidad — dijo con seguridad a pesar de que por dentro estaba luchando contra los nervios. —Cuando usted guste, podemos empezar. —añadió.

En ese momento se dio cuenta de que lo que había estado buscando la mujer seguramente se trataba del anillo de la habilidad que le permitirá estar en comunicación con la Delacour. Con la mirada fija en la puerta, esperó a que su maestra le diera las indicaciones para poder entrar.

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El tiempo, en el portal transcurría tan rápido o tan lento como las personas lo decidieron. Un día dentro del portal podría ser un minuto fuera o bien podía ser un mes. Pero el tiempo fuera de este transcurría de manera normal, así que la Arcana esperaba que las elecciones fueran tomadas con rapidez. Habían pasado pocos minutos desde que le hizo la pregunta a Kaori hasta el momento en que Amara miro a la Delacour aun fuera del portal, todo indicaba que, aunque su boca decía que sí, su cuerpo se negaba a entrar a enfrentarse a la gran prueba.


Pasa algo, Señorita Delacour, ¿está completamente segura de continuar? —preguntaba una segunda vez si la joven frente a ella deseaba entrar al portal, igual no era la primera vez que alguien se había quedado esperando frente al portal sin elegir si dar un paso al interior o seguir fuera.


¿Necesita algo más? —pregunto sin dejar de quitarle la vista de encima. Quizás la había juzgado mal y aun no estaba lo bastante lista como para seguir adelante. ¿Sería el momento de negarle el paso o de alentarla a que cruzará? La verdad era que, para la argelina, aquella mujer estaba lista para vincularse con el anillo. Así que esperaba que se decidirá y se enfrentará con la prueba que el portal le tenía.
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Kaori.

Al estar en frente del portal la bruja por primera vez sintió algo de miedo. No sabía a lo que se enfrentaría ahí dentro y si era capaz de superar esa prueba. Tan sumida en sus pensamientos estaba que cuando la Arcana le hablo dio un pequeño respingo. No recordaba haber tonado el anillo que estaba ya en su mano y que con algo de torpeza se lo coloco en su dedo índice.

—Lo siento Arcana, creo que mi mente me juega una mala pasada —se disculpó y luego añadió —Supongo que nos veremos al salir — acto seguido atravesó el portal.

 

 

******

Cuando abrió los ojos no sabía en donde estaba, todo a su alrededor era confuso. Había mucho ruido a su alrededor, eran las voces de niños jugando ¿Dónde estaba? Un parque quizá, con su mano hizo un poco de sombra sobre sus ojos para poder apreciar mejor el lugar ¿Una escuela? ¿Qué hacia en una escuela? Se preguntó y al hacerlo sintió una punzada de dolor.

Recordaba que tenía que hacer algo, pero, ¿qué? Bajo la mirada confundida y tan solo en ese momento se dio cuenta de que era una niña no mayor de 7 años, usando un uniforme como todos los niños a su alrededor. Se sintió rara, como si ese no fuera en realidad su cuerpo, pero no sabía como explicarlo, su respiración empezó a acelerarse, estaba entrando en pánico, algo iba mal.

—Mary… ¿te sientes bien? ¿Por qué no juegas? —preguntó una mujer que a juzgar por la ropa que llevaba puesta, debía ser alguna maestra.

—Yo… no tengo ganas — respondió sin saber que mas decir. Esa no era su vida, su cuerpo, su nombre, o al menos eso era lo que sentía, pero entonces ¿Quién era? ¿Qué hacía ahí? ¿estaba loca? La niña suspiró y unas cuantas lagrimas rodaron por sus mejillas, se sentía perdida.

El día transcurrió “normal” a pesar de sentir que esa no era su vida, se dejo llevar por el ambiente a su alrededor, pronto se vio rodeada de una familia que para ella eran extraños y no le quedaba más que interpretar su papel lo mejor que pudo. Al llegar la noche se acostó a dormir deseando que todo fuera un mal sueño, en su mente antes de caer profundamente dormida, el rostro de un joven de cabello castaño le sonría.



******


Una explosión lo hizo abrir los ojos de golpe y simplemente corrió al igual que las demás personas que estaban a su alrededor, por inercia. Cuando se detuvieron al fin se puso a pensar en donde estaba y porque corría, ¿era solo una niña no? Bajo la mirada y no, ahora era un soldado, con uniforme y todo. ¿Qué le estaba pasando? ¿Cómo es que su cuerpo cambiaba, pero conservaba recuerdos? Con disimulo se piñizcó el brazo izquierdo, como si deseara cerciorarse que no era tan solo un mal sueño.

—En que estaba pensando soldado…—Empezó a reclamarle quien suponía era su superior, no sabía que le reclamaba pues estaba un poco perdido ante esa situación por lo que simplemente dejó el otro hombre se desahogara.

Cuando su turno de dormir llegó el soldado, que había estado muy torpe ese día, se sintió aliviado de que eso fuera a terminar. Cerró los ojos y al hacerlo el mismo rostro del joven castaño le sonrió.



******

Ya había perdido la cuenta de las vidas en las que había estado, todas tan variadas y complejas y en ninguna se sentía ella o él mismo, a estas alturas ya no sabía quien era. Su aspecto cambiaba continuamente y lo único que podía recordar o más bien percibir era que esa no era su vida, que no se sentía ella, que las únicas veces en que se sintió un poco a gusto habían sido cuando podía usar magia, se había sentido tan natural.

Suspiró al darse cuenta una vez más que había perdido su brújula y su ancla, se sentía perdida. Lo único que tenían todas en común era aquel chico que le sonreía, pero ¿Quién era? Con algo de dificultad, pues su avanzada edad la hacían moverse con dificultad, la anciana se acostó, esa noche se durmió pensando en él.

 


******

A la mañana siguiente ya no se sorprendió ser una persona diferente, su piel era blanca, sus ojos negros al igual que su cabello, su rostro tenía cierto aire asiático, aunque no tan marcado, era pequeña. Por primera vez luego de semanas y semanas se sentía a gusto en ese cuerpo ¿Ahora quien soy? Se preguntó sin mucho entusiasmo, estaba cansada.

—¿Qué haces despierta? —La voz de un hombre la sobresalto. Instintivamente estiró las sabanas para cubrirse hasta los hombres —Todavía no sale el sol… ven —continuó dando golpecitos en el lugar de la cama que hasta hace poco había estado ocupando.

—Agua… iba por agua —dijo con voz entrecortada. Era él, el joven que en sus sueños siempre le sonreía.

El corazón de la joven empezó a latir con fuerza, mientras en su mente un millón de imágenes le llegaron de golpe. Cerró sus ojos y llevó sus manos a la cabeza en un vano intento por hacer que se detuvieran y como si los separara mucha distancia escuchó al mago llamarla por su nombre, Kaori.

 

 

******


Cuando al fin fue capaz de abrir los ojos, esperó encontrarse en la misma habitación, sin embargo, todo estaba oscuro. El cuerpo de la mujer estaba cubierto por un vestido blanco de una tela tan fina que cada rose parecía una caricia. No sabía en donde estaba, pero tenía que encontrar la forma de salir, muy lejos de donde ella se encontraba se podía ver un resplandor que procedía de lo que parecían ser un espejo.

Cuando la Delacour se paro en frente de él y en el vio reflejado no su cuerpo sino el de la primera niña que había visto, todo fue más claro. Siempre había sido ella y tan solo con pensarlo y desearlo, cada célula del cuerpo de la bruja cambió y ahora era igual a la niña, sonrió.

Podía ser quien ella deseara, pero siempre debía tener claro quién era y hacía donde iba. Ahora lo sabía y aquel joven que siempre veía, en ese entonces era su ancla, era a él a quien siempre quería regresar, quien le recordaba quien era y a donde iba. Debía tener en claro que tomara la apariencia que tomara y aunque tuviera que actuar un papel siempre que lo hacía. Siempre iba a ser Kaori Delacour.

Tomó nuevamente su apariencia real y tocó el cristal con su mano, esta se hizo añicos frente a ella dejando a la vista el portal que había atravesado hace mucho tiempo o al menos eso era lo que la joven bruja sentía.

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