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C.R.A.A (MM B: 112191)


Jeremy Triviani
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Thomas se sintió reconfortado por las palabras de Persy. Se sentía con una deuda eterna con su tutora. Ella había conseguido que tuviera un tratamiento en el centro y un lugar en el mundo. El pelinegro empezaba a tener esperanza con respecto al futuro. Aunque sentía la separación de su gemela como un dolor físico, sabia que ella estaría bien mientras se mantuvieran alejados. La pregunta de la joven lo desvió de sus melancólicos pensamientos.

 

-Lo único que mi organismo soporta son los frutos secos. Cualquier semilla que haya nacido de la tierra, me hace bien. Todo lo demás me provoca malestar -Contesto rebuscando las pasas de uva dentro de los bocadillos para lanzarlas hacia arriba y abrir la boca, intentando que cayeran dentro -Somos vampiros diferentes, Persy. ¿Que comida te hace mal a ti?

 

El joven esperaba no estar espantando a su única amiga. Festejo levantando ambos brazos cuando una de las pasas de uva cayo dentro de su boca. Podía sentir el sabor profundo de la comida y sabia que si cerraba los ojos concentrándose, podía visualizar todo el proceso de origen de la Uva hasta que llego a su estomago. Una habilidad que traía su enfermedad o simplemente su condición de vampiro.

 

-¿Tienes habilidades extrañas? -Pregunto curioso, mirándola con atención.

 

 

@@Zoella Triviani

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Perséfone Snape.

La Snape soltó una pequeña risa observando la acción del Triviani con la uva, y por su parte tomó un trozo de red velvet para llevarlo a su boca y saborearlo. Sintió cada ingrediente en sus papilas gustativas y tragó de ellas, soltando otro sonido involuntario de placer. La bruja amaba comer, de hecho la mayoría del tiempo se encontraba engullendo cosas para sentir luego remordimiento por romper la dieta estricta a la que estaba acostumbrada gracias al fuerte entrenamiento de Adonis, su antiguo tutor.

 

Escuchó a Thomas, y lo observó, perdiéndose en el movimiento que sus labios hacían al hablar y en cómo sus ojos estaban pendientes de todo lo que a su alrededor pasaba, analizó la forma de sus cejas, frente, nariz y pómulos, paseó sus ojos por la cuadrada mandíbula y se concentró en sus ojos, que la observaban en silencio esperando una respuesta.

 

La Triviani se sintió avergonzaba, la había descubierto concentrada en él, admirando sus facciones. La mujer estuvo segura de que si fuera humana sus mejillas se hubiesen puesto más rojas que el pastel de su charola - Yo.. yo.. - comenzó a hablar con nerviosismo, intentando buscar respuestas a lo que le había preguntado. Clavó el tenedor en el pastel, con algo de lentitud y levantó la vista - No sé - solo contestó, recordando lo que le había preguntado.

 

- Realmente, ahora con Zoella es que me he aventurado a probar la comida - admitió, dejando el tenedor en la charola para rascar su brazo y colocar un mechón de cabello tras su oreja - Adonis no me dejaba comer algo que no fuera carne y sangre animal o humana - comentó, sintiendo algo de vergüenza ante aquello. No volvió a tomar el pastel, y sintió la culpa nuevamente alojarse en su sistema.

 

Tomó la charola y la empujó, alejando a un lado los trozos de pastel. Arrugó su frente y pensó en lo que Thomas le preguntaba - Creo que tengo más fuerza de lo común. Soy la única que ha logrado vencer a Zoella en combate - soltó, sintiendo cierto orgullo de aquello. Le dió una última mirada a los tres pasteles y cerró sus ojos, saboreando pero manteniendo el remordimiento en su cabeza - ¿Cuando supiste que tenías la rabia de sangre? - preguntó, un tanto incómoda por la cercanía de los pasteles que la llamaban con el olor.

 

@@Thomas Clairmont

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Thomas se rió a carcajadas antes la respuesta de Persy. Le parecía muy entretenido que ella no supiera la comida que le hacia mal. Después de ver que se ponía nerviosa e intentaba expandir su respuesta, el joven dejo de reír y hasta toco el brazo de Persy con una suave caricia para que se sintiera mas cómoda y dejara la vergüenza atrás.


-Mira que mis bocadillos ya no tienen pasas de uva, les van poniendo menos con el correr de los días. Debería quejarme, pero me dejarían morir de hambre-Dijo corriendo la bandeja al centro de la mesa, como su amiga había hecho. Era una clara señal de que terminaron de alimentarse.


Le había gustado ver como la joven comía placenteramente los bocadillos. Ademas sus historias con su primer tutor eran muy interesantes. Thomas quería saber mas de eso. Por lo que medito la respuesta que le habían dicho, unos pequeños minutos. Acomodando las imágenes en secuencia ordenada. Decir las palabras en voz alta, era volver a viajar a un pasado que quería olvidar.


-Lo supe hace unos años, fuimos con el circo a una presentación en un pueblo en las afueras de París. Cuando me toco el turno de salir a escena, no recuerdo nada. Solo que las luces estaban mas brillantes de lo habitual -Suspiró entristeciéndose por el recuerdo - Mate a todo el público, no pudieron pararme. Cuando retome la conciencia estaba acostado lleno de sangre, al lado de una pila de cadáveres.




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Perséfone Snape.

La bruja sintió la suave caricia en su brazo y alzó la mirada a Thomas, que la observaba con aquellos ojos que le transmitían gran calma. Tocó la misma porción que el Triviani había acariciado y prometió no lavarse aquella parte de su cuerpo jamás, quizás hasta la arrancaría para enmarcarla. Algo revoloteaba en su interior ante la mirada del Triviani y su carcajada, verle de aquella forma la ponía feliz, sonrió un poco.

 

- A mi me ha gustado el pastel - comentó, girando su rostro para observar con pesar el trozo de pastel de limón sin degustar - Adonis me sometió a una dieta estricta, limitando a veces hasta el consumo de sangre y carne. Aquello me descontrolaba y me hacía atacar brutalmente a mi adversario - agregó, estirando el dedo para tomar un poco de la crema que decoraba el pastel de limón para probarlo, al menos.

 

- No... - susurró, en medio del relato, para recargar ambos brazos en la mesa e inclinar su cuerpo, teniendo más cercanía con el mago - ¿Y luego de eso? ¿Seguiste en el circo? - preguntó, manteniendo el contacto visual con los hermosos y profundos ojos azules del Triviani, le recordaron a los ojos del hermano de Zoella y padre del mago, quien mantenía la mirada de Thomas, pero más dura y engreída. Entornó su cabeza y la sostuvo con una mano, mientras el otro brazo descansaba sobre la mesa, algo cerca de las charolas.

 

La resistencia de la Snape ante los dulces había sido poca desde su llegada a Londres, siendo aquello lo que más engullía antes de matarse en ejercicios para según ella, quemar las grandes cantidades de calorías que aquello le traía.

 

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  • 4 meses más tarde...
Mi regreso a Londres había sido de los sucesos más ajetreados y estresantes por los que pase en el lapso de tiempo en que me encontré viajando de un lugar a otro atando cabos sueltos y resolviendo detalles, algunos más pequeños que otros, para que todo estuviese listo para el momento acordado. Toda la situación que se estaba suscitando tanto en el mundo mágico como en el muggle no me sorprendía ni preocupaba para nada, las cosas se estaban saliendo de control para muchos, pero no para mi pues con el estatuto de magia levantado venían un sin fin de ventajas que se debían aprovechar y que era más que obvio que no dejaría pasar.
El plan de retornar al lugar donde pase una larga estadía se había adelantado pues recibí una carta, sin remitente, pero que poseía una caligrafía perfectamente arraigada en mi subconsciente, por lo que a pesar del escaso contenido me apresure a terminar mis asuntos y viajar a mi destino.
Así que fue esa la razón del porque me encontraba caminando por las avenidas a pesar del clima poco agradable que había decidió acompañar a la ciudad en esta ocasión, el ambiente que llenaba cada rincón era pesado y melancólico, nada que ver con la energía y emoción que antaño solía reinar por esas calles, no era de extrañar considerando todo lo ocurrido hasta ahora y sinceramente, a pesar de lo que otros pensaran, era mucho más tranquilo y relajante a mi parecer. Detuve mi caminar para sacar un pequeño pergamino del bolsillo de mi abrigo, una vez lo tuve entre mis manos procedí a desdoblarlo con cuidado, una vez mi visión logro captar el contenido repase con prisa las lineas y lineas de letras dibujadas, deteniendo mi lectura en lo que realmente estaba buscando, una dirección.
Si mi memoria no me fallaba el lugar al que me tenia que dirigir se adentraba al bosque ubicado en las orillas de la localidad, así que sin demora me aparecí lo más cerca que pude, para mi mala suerte aún debía emprender una pequeña marcha hasta lograr alcanzar mi objetivo, por lo que después de soltar un suspiro de hastío emprendí mi marcha una vez más.
No demore mucho en lograr visualizar una enorme edificación, construcción admirable, sí, pero fuera de mis gustos arquitectónicos. Sin prestar atención a nada que no fuese la puerta principal delante de mi me adentre al interior encontrándome con un lugar amplio y tranquilo, no sabia con certeza cual era la función del lugar pero debía admitir que al menos podría tener una charla decente con la persona a quien había ido a ver. No se hizo esperar la presencia de un elfo preguntando el motivo de mi visita.
– Llama a Zoella – El fastidio en mi voz fue evidente, ni siquiera yo sabia si se debía a mi recibimiento o al hecho de estar cansada – Dile que la fortuna la vino a visitar – Una suave risa escapo de mis labios sin poder evitarlo.
Durante toda la conversación no me digne a mirar al elfo ni una sola vez, me encontraba más entretenida explorando todo lugar, por lo que si no fuera por el pequeño chasquido no me habría percatado que el elfo desapareció, seguramente para informar de mi llegada.

 

 

@@Zoella Triviani

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La calva terminaba de rociar con su orina las plantas del sótano. Aún no entendía el porque, pero parece que aquella acción volvía loca a las plantas y las convertía en grandes productoras para la droga que junto a su hermano distribuía en diferentes lugares de todo Londres. Recordó la carta que había enviado hace un par de días a su mejor amiga y mano derecha, Cyrsse, con quien hace mucho no tenía contacto directo.

 

Ambas se habían encargado de mantener sus puestos dentro de la mafia a capa y espada, luego de ambas arrebatar la vida con sus propias manos de aquellos hombres que tanto daño les hicieron. Poco a poco todo se estaba tornando en una posición que la bruja no pretendía desaprovechar. La caía del estatuto mágico, producto de su padre, bueno padre adoptivo, Aaron Black el ministro inglés actual, hacía de la Triviani una pieza fundamental para las jugadas del bajo mundo londinense.

 

Sus trabajos en Italia iban de la mejor forma, en Francia parecían tomar un rumbo prometedor y en Londres luchaba por permanecer por sobre la cabeza de cualquiera. Las piezas movidas en los últimos tiempos habían sido premeditadas con gran escrúpulo, a sabiendas de que cualquier movimiento en falso de su entorno todo se caía abajo. Para su suerte, o quizás no tanta, todo estaba saliendo conforme lo planeado, hasta ahora por lo menos.

 

Sostuvo la regadera entre sus manos, y con suavidad masajeó sus cien ¿estaría haciendo todo bien para prevalecer ante cualquier cosa? La 'Ndrangheta es una organización de la que año tras año había hecho para las cabecillas una tarea difícil permanecer y demostrar su valía frente a todo miembro, sin embargo, como era de esperarse, siempre lograban incluso sobreponerse a las expectativas de todos. Siendo así, las dos mujeres más fuertes dentro de la organización.

 

Una risa brotó de sus labios, al recordar aquellos años donde ella y Cyrsse bromeaban sobre ser las mandamás de quienes en ese momento abusaban de la inocencia de dos dulces jovencitas. Suspiró al escuchar la presencia del elfo que pronunció su nombre con algo de duda. Se giró en su dirección y arrugó el ceño, hasta que lo entendió

 

- Llevala a mi oficina, en unos segundos estoy - indicó, pensando en como quizás, La fortuna era algo que la ojigris necesitaba de verdad. Se trasladó a la oficina, apareciendo sentada en su silla de escritorio con los pies sobre la opaca mesa justo cuando la puerta era abierta. Sostuvo el bolígrafo con el que firmaba un sin fin de papeles entre sus dedos y sonrió - La fortuna es como la policía - empezó a decir, alzando sus ojos - Siempre llega tarde - finalizó, alzando su mentón.

 

La expresión de camaradería que se asomaba en su rostro analizó a la bruja en cuestión. Llevaba unos cuantos años sin verla pero recordaba aquella traviesa mirada como si hace un par de horas se hubiesen visto. Unos profundos ojos verdes con sutiles tonos azulados, mismos ojos que fueron su acompañante en la misma tortura diaria se encontraban ahí, ahora frente a ella.

 

@@Cyrsse Zaphyr

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El elfo no tardo más que unos cuantos minutos para volver a aparecer frente suya indicándole que le esperaban, por lo que sin decir una sola palabra se dispuso a seguir a la criatura al interior del inmueble. Los pasillos que recorrían era similares entre sí y la rubia estuvo tentada a reprender a su guía cuando el pensamiento de ser guiada en círculos asalto su mente, pero se contuvo pues lo que menos quería en ese momento era desperdiciar energía en algo tan insignificante, así sin más se dejo guiar hasta llegar frente a una puerta bastante diferente del resto y fue en ese momento que sus pensamientos comenzaron a tranquilizarse.


Una vez el elfo abrió la puerta la rubia entro a paso lento mientras su vista enfocaba el rostro de la bruja frente a ella. Un rostro bastante conocido perteneciente a las pocas personas en las que confiaba. Fue por ello que la suave risa no se hizo esperar de su parte al escuchar sus palabras. La nostalgia la embargo al comprobar que a pesar de los años en que no se habían visto ese sentido del humor tan característico de su compañera seguía intacto, lo que la hacia sentir viajar a épocas pasadas, recuerdos tan dolorosos como satisfactorios.


–En eso te equivocas querida– los ojos de la rubia brillaron en diversión sin dejar de regalarle una sonrisa divertida a su acompañante –La policía siempre es inepta e inoportuna mientras que la fortuna llega en el momento justo y a la persona indicada– dicho aquello una mueca de fastidio se dibujo en su rostro, mostrandole a la chica frente a ella que no se encontraba demasiado feliz.


Se encamino con paso rápido al escritorio frente a ella y sin elegancia, rasgo predominante en ella, se dejo caer en una de las sillas, no basto mucho para que encontrar una posición cómoda, posando ambas piernas sobre el reposabrazos y por primera vez, durante todo el reencuentro, le miro con una seriedad casi abrumadora.


–Entiendo que me extrañaras, suelo dejar ese sentimiento en las personas– un atisbo de burla ilumino por unos segundos sus facciones, pero tan rápido como apareció también se esfumo –Pero ambas sabemos que tu carta no me llego por esa razón– se conocían lo suficiente como para que Zoella supiese los pensamientos que se arremolinaban en su mente por lo que no se preocupo en decir más.


No era mentira decir que Zoella fue el único soporte de su estabilidad mental, he ahí la razón del porque esta cayo en picada cuando se decidió que ambas debían separarse para llevar a cabo los planes que tenían entre manos. Después de ello ambas vivieron experiencias personales que seguro ninguna sabia de la otra, y no malinterpreten, que existieran cosas que ambas mantenían en "secreto" no significaba que la confianza que la rubia le tenía hubiese disminuido, al contrario, pues posiblemente esta se había reforzado e incluso incrementado con el tiempo.


–Tengo la esperanza de que al fin me digas que el baile va a empezar– sin apartar la mirada de su interlocutora espero por alguna repuesta que la satisfaciera lo suficiente como para no terminar por desesperarse de una vez por todas.



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La bruja frente a ella comenzó a contestarle con el mismo brillo que tenían sus ojos durante la juventud. La diversión que su rostro mostraba cada que se encontraban era algo que ambas ocupaban al hablar. Finalizando su discurso, Zoella se percató en el cambio de la expresión, por lo que bajó los pies del escritorio y recargó sus codos de la madera, escudriñando a Cyrsse con la mirada.

 

- La fortuna puede llegar a ser un arma de doble filo, querida - contestó, observando cómo sus pasos la llevaron hasta la silla frente a su escritorio. Colocandose de la forma más cómoda para la bruja, Zoella se levantó y caminó al minibar a su espalda. La seriedad en la expresión de su socia era abrumadora, colocando los vellos de punta a Zoella.

 

Destapó la botella de diamante donde mantenía añejando el mismo Whiskey por años, sirvió dos vasos y colocó un par de cubitos de hielo dentro de las bebidas. Tendió una suave mirada cuando el tono de burla brotó naturalmente de sus labios, iluminando su expresión por cortos segundos. Una risa suave vibró en su garganta mientras tomaba ambos vasos. Se acercó al frente del escritorio, tendiendo uno de ellos a la Rambaldi y recostandose del escritorio que ahora estaba en sus espaldas.

 

Bebió de su trago en silencio. Su interlocutora ya había pronunciado todas las palabras contra la carta enviada, y la última frase aún flotaba en los pensamientos de la Triviani. Observó con suavidad como los hielos se derriten en el viejo y amargo Whiskey que Ghettava fabricaba de forma artesanal desde el inicio de su adultez. Suspiró con pesadez mientras dejaba el trago reposar a un costado de su cuerpo. Cruzó los brazos por sobre su pecho, y empezó a analizar la figura de la rubia, los cambios que los años habían infligido en su mirada, en su expresión, en su hablar.

 

- Esperaba que me dejaras con las ganas de verte, he de admitir que me sorprendió que llegaras tan rápido incluso - empezó a decir, con suavidad en su tono de voz - El baile está por empezar, la caída del estatuto nos cayó como anillo al dedo para mover nuestras masas dentro de las comunidades enemigas - se detuvo ahí, indecisa de si soltar uno de los más grandes secretos, su puesto dentro del bando.

 

En cambio, se quedó callada buscando las palabras para continuar - Tengo a la ministra Francesa de mi lado, el ministerio Italiano no está muy contento conmigo pero los Alemanes y el ministro Inglés me apoyan. Podemos sacar mucho provecho de los sucesos que ocurren a diario dentro y fuera de la comunidad mágica. Pero te necesito a mi lado, dos cabezas piensan mejor que una, y eres a la única quien le confío mis negocios y vida a ciegas - el discurso soltado vibraba en el aire, el silencio de la ojiazul indicaba que los engranajes en su cabeza estaban actuando, maquinando a mil por hora.

 

La calva tomó su vaso de nuevo, tomando un trago más profundo que el anterior. Las vivencias del pasado al lado de su socia la habían hecho confiar plenamente de ella, aún con los secretos que ambas se guardaban.

 

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Sus ojos observaron con detenimiento la espalda de la mujer con la que compartía aquella conversación y no pudo más que esbozar una sonrisa sombría, después de todo el sobrenombre de Bella Fortuna le había sido entregado por aquel hombre. Y después de todo aquella frase dicha por su amiga había sido como el karma en su más pura expresión para su mente.


Miro con atención los movimientos de la chica sin saber realmente que era lo que estaba haciendo, poco después el olor tan característico del Whiskey pareció inundar la habitación, una inexplicable tensión se apodero de su cuerpo cuando por un momento escucho la voz de sus terrores nocturnos decir su nombre.


El vaso que apareció repentinamente en su campo de visión la regreso a la realidad mientras lo tomaba entre sus manos agradeciendo de paso con un sutil momento de cabeza. No tardo mucho en dar golpecitos con sus uñas al cristal haciéndolo sonar. Una manía bastante arraigada en su persona.


–La fortuna spesso ci fa pagare un prezzo elevato per quello che ci ha dato– por primeara vez desde su llegado enfoco su vista en algo más que no fuera su compañera, posandola en el vaso con aquel liquido ambarino.


La habitación se sumió en el silencio instantáneamente después de sus palabras, un suspiro amenazo con escapar de sus labios más no paso de ello pues la rubia lo hago con un trago de la bebida en su vaso, odiaba el silencio. No es que aquella situación fuera incomoda ni nada, con Zoella lo menos que Cyrsse podía sentir era incomodidad, era simplemente que detestaba el silencio en general. Abrió sus labios dispuesta a decir algo, lo que fuese, ya no le importaba, pero su acompañante se adelanto y una vez más le miro con una sonrisa llena de diversión. Era algo frustrante ver que la seriedad pasaba a segundo plano cuando se trataba de su compañera de vivencias, pero era una cosa que no podía evitarse, no desde de tantos años.


–Tenía planeado hacerte esperar dos o tres días antes de venir– la frase fue acompaña por un guiño juguetón –Pero sabía que tendrías buenas noticias, de esas que son mis favoritas– se encogió de hombros mientras le restaba importancia de la situación.


Contemplo a su compañera y enarco una ceja ante la pausa tan evidente, llevaba años atormentando gente a diestra y siniestra por lo que la duda en una persona ya le era fácil de leer, más no dijo nada ante ello, solo chasqueo la lengua con fastidio antes de echar su cabeza hacia atrás y mirar el techo como si este fuese la octava maravilla dejándola seguir con sus palabras, no era momento para preguntar sobre aquello, no mientras se trataran asuntos importantes.


Después del discurso que le fue proporcionado, ahora entendía porque había sido tan relativamente fácil moverse por aquellos dos países en comparación con los demás, sabía que por el ministro italiano no había necesidad de preocuparse pues era fácil de manejar si sabias los puntos exactos a presionar, así que la situación era favorable para todo aquel que la supiera aprovechar, lo que significaba que era posible que existiera "competencia" para ellas.


–Escuche algunos rumores interesantes mientras viajaba hacia acá, no pude evitar pensar en una o dos maneras para divertirse– su mirada brilla con un sentimiento indescriptible –Ya sabes, nuestra situación no necesita que adoptemos una postura en especifica– se incorporo en la silla para poder mirar de frente a su socia –Seguro que los muggles tienen su lado divertido también, digo, por algo se arriesgaron a venir por bebés ¿No?– puede que Zoella ya lo hubiese pensado pero quería estar segura de que ambas pensaban similar aún después de tanto tiempo.



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Triviani realizó un sutil movimiento con sus cejas mientras escuchaba a la bruja hablar, revolvió su vaso con licor suavemente por unos cortos segundos. Tomó otro trago, saboreo el licor con sus papilas y trago lentamente, le encantaban los silencios dramáticos dentro de las conversaciones importantes, pero era de su basto conocimiento el desagrado por el silencio de su interlocutora. Relamió sus labios y sonrió con suavidad, viendo a la bruja que se encontraba incorporada en la silla.

 

- Sono disposto a pagare ciò che è necessario affinché la fortuna sia dalla mia parte - contestó, alzando su vaso en señal de brindis por la Rambaldi. Repasó los acontecimientos, y supo que aquello era oportunidad para involucrar más a su otra cabecilla en los acontecimientos que ocurrieran durante los meses siguientes.

 

- ¿Que clase de rumores? Por las calles se escuchan muchas cosas de muchas personas, te recuerdo que nunca fui fan de lo que dicen las lenguas ajenas - comentó, relajando sus hombros con suavidad. Sabía que Cyrsse la estaba analizando, buscando lo oculto entre las expresiones que Zoella mostraba frente a ella.

 

- Buenas noticias, dependerá de cómo lo tomes. La venta de esclavos muggles ha sido lo más nuevo en lo que he empezado a explorar - comentó, levantándose del borde del escritorio. Con suavidad caminó, regresando a la silla donde estaba con anterioridad - Como podemos divertirnos, soy toda oídos - la curiosidad y la emoción llegó a su expresión. Alzó una ceja y se reclinó sobre la silla - Los muggles descubrieron que la magia viene de un gen, gen que muta en cada uno de nosotros y ellos no lo tienen. Sea o no cierto aquello, que robaran los bebés fue un movimiento bastante atrevido, atacar Hogwarts fue muy arriesgado, estuve ahí y muchos no sobrevivieron. Incluso ir al MACUSA podría tomarse bastante estratégico. Debemos aprovechar cierta superioridad que aún tenemos, en mi laboratorio me he dispuesto a encontrar alguna forma de potenciar ese gen que nos hace ser mágicos - terminó de tomar lo que en su vaso quedaba de un solo trago.

 

La calva recostó su espalda de la silla giratoria que disponía, la tensión que su cuerpo albergaba desde los acontecimientos era totalmente notoria a pesar del humor raro que aún mantenía. Alzó la mirada, observando a la rubia y pensando ¿cuando habían madurado tanto? Desde su último encuentro las dos no podían aguantar las risas entre cada palabra ¿Será aquello señal alguna de envejecimiento?

 

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