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Herbología: plagas - Invernadero 7


Emmet Haughton Gaunt
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INVERNADERO Nº 7

La mañana había comenzado con algunas nubes que taparon el sol de ese día. El otoño ya había comenzado y se hacía notar con las bajas temperaturas y los colchones de hojas secas que se amontonaban en el gran espacio verde de la Universidad. El campus seguía en movimiento. Los alumnos iban y venían, de un salón a otro, cursando conocimientos, habilidades y demás. Los profesores, en cambio, corrían hacia sus puestos de trabajo para llegar puntuales a donde se los había citado; sin mencionar la maratón que hacían para entregar las notas de los trabajos finales de sus alumnos.

 

Estaba apoyado en el marco de la puerta del invernadero siete. Su cigarrillo se consumía con cada pitada que le daba mientras esperaba a sus dos alumnos inscritos a Herbología. Sus ojos seguían, analíticamente, cada uno de los movimientos de los estudiantes entrometidos que querían meterse en los invernaderos para hacer sus maldades; la última vez que eso pasó un alumno de segundo año quedó atrapado en una de las enredaderas del invernadero tres. No pudo evitar soltar una risita al recordar como aquél había quedado todo atrapado entre sus hojas.

 

Volvió a mirar la hoja de pergamino que tenía en su mano izquierda. Nuevamente leía el nombre del Ravenclaw y recordaba que era como la quinta vez que se anotaba a su conocimiento. Ninguna de las anteriores había podido pasarlo. Después le seguía Candela con la que había tenido tratos y charlas en algunos momentos compartidos en los que se cruzaron.

 

El invernadero siete estaba ubicado a la derecha del número seis pero encima de una de las colinas más altas de había en el terreno de la Universidad. Dentro, el lugar, se partía en dos: la parte delantera estaban algunos especímenes mágicos, mesones de trabajo y todos los materiales necesarios para poder trabajar con los alumnos allí dentro; en la parte trasera, la que solo tenía permiso de ingresar el vampiro, habían más plantas y algunas especies peligrosas. Ésta parte era la que tenía muchas más normas de seguridad.

 

Soltó la última bocanada de humo cuando comenzó a llover en finas gotas de agua que comenzaban a humedecer el suelo de la colina. Miró su reloj y sólo faltaban veinte minutos para que diera las diez de la mañana y comenzara la clase que había preparado para hoy. Las lechuzas habían salido temprano, por lo tanto, ambos estudiantes no tendrían porque retrasarse.

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Ah, sí, la clase de Herbología. Resultaba fácil olvidar algunos aspectos de su propia vida dentro de los primeros días del mes, aquellos días en los que se internaba, prácticamente, en las oficinas de la Universidad para asegurarse de que las todas las clases empezaran a tiempo. Por supuesto, era el único tiempo en el que permanecía en aquellas oficinas, el resto del mes gustaba de explorar los terrenos o irse a hacer el vago a otro lugar que no sea ese.

 

Candela ansiaba los tesoros que se ocultaban allí, pero no los conseguiría fácil, es más, dudaba que alguna vez pudiese lograrlo. Mas el sólo hecho de encontrarse como una figura de autoridad, suponía un poco más de libertad en cada uno de sus pasos. Ah, era obvia la razón de haber aceptado semejante responsabilidad, entonces. Ella no podría hacer nada de manera desinteresada.

 

No se molestó en cubrirse de la fina de la lluvia, pisaba a conciencia cada pequeño charco que iba formándose a causa del agua y sentía la libertad en sus pies con el suelo tan resbaladizo. Quitó un par de mechones húmedos de su rostro pálido y por fin subió la colina más alta, en la que se ubicaba el Invernadero 7, en la cual se llevaría a cabo la clase para la que se había anotado algunos días atrás.

 

¿Qué tal? ―saludó al ver la figura de un hombre en el marco de la puerta. Lo reconoció tras acercarse unos pasos más, Emmet. Sus ojos mercurio se pasearon hacia el interior del invernadero, sin lograr ver nada, claro; mientras arreglaba su vestido, con el dobladillo mojado y algo sucio, y cuya tela se empezaba a ceñir sobre su delgada silueta.― ¿Soy la única? Creo que no, ¿cierto? ―miró hacia atrás pero no había nadie. ― Bueno, pues cuando quieras...

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Para el vampiro aquello ya se había convertido en un especie de broma personal. Jamás de los jamases se había tardado tanto en aprobar un curso en la Universidad, de hecho, ni con el Libro del Equilibrio, al que se había inscrito unas cuatro veces; no aquella vez había roto el récord, este era s quinto mes tratando de pasar el conocimiento, pero es que era el último de los conocimientos requeridos en el Concilio, por lo que se había convertido en un reto aprobarlo. Y es que el problema, tal vez, era Emmet, el cual no lograba envolverlo en la clase, pero probablemente era solo tema del italiano, porque a los demás parecía gustarles la cátedra.

 

El ojiverde bufó al llegar a la Universidad debido a que unas lluvia ligera empezó a caer del cielo, lo cual indicaba que sus ropas de aquella mañana iban a resultar dañadas. Con rapidez enarboló a Santa Teresa, su varita mágica de cerezo, y tra agotarla, una sombrilla mágica salió de ésta cubriéndolo por completo. Así pues, caminó hasta el invernadero siete, que era su destino, según indicaba la nota del Gaunt. Así pues, a las 10:00 horas el Base estaba en la entrada del invernadero aquel, donde se percibía un ligero dejo de tabaco. Observó que Candela estaba allí, ¿sería en calidad de alumna o de directora? Se encogió de hombros, le daba igual.

 

―Buenas, lamento ser último, pero creo que he llegado a la hora pactada. Suegra, un gusto verla por aquí, Emmet, el tabaco es malísimo para las vías respiratorias ―Dijo a modo de saludo ―Bueno, pues cuando quieran ―Añadió y se recargó en uno de los pilares mientras desactivaba el hechizo paraguas y con la varita se arreglaba la ropa mojada.

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- Sí, a tiempo

 

Masculló el vampiro mientras la ironía se dejaba notar entre las palabras que había soltado. Era la cuarta vez que aquel muchacho se inscribía Herbología pero jamás alcanzaba a terminar el curso, o, ni siquiera se presentaba a darlo.

 

Ambos pupilos ya estaban dentro del Invernadero por lo que la clase debía comenzar para no atrasar el programa previsto para la misma.

 

- Sean bienvenidos al Invernadero número siete, uno de los más grandes que se ubica en los terrenos de la Universidad - había dado pie a la presentación - Aquí guardamos algunos de los especímenes más peligrosos del mundo mágico por lo que, si no desean morir lenta y dolorosamente, les recomiendo que no pasen la puerta que tienen casi enfrente suyo - agregó con una pequeña risita.

 

Les hizo un pequeño gesto con su mano para que ambos se colocaran detrás del tablón de estudio. Del estante viejo y oxidado, les acercó dos ejemplares del libro "Plagas Mágicas y cómo combatirlas" y los dispuso frente a ellos.

 

- Como pueden notar, nuestra clase se centrará en el estudio de las plagas mágicas que afectan a nuestra flora, los procedimientos para combatirlas y cómo mantenerlas controladas si es que ya está muy avanzada - explicó los objetivos que pretendía para la clase del momento - Si logran salir de aquí sabiendo identificar algunas de las plagas más comunes podría dejarlos que me ayuden a podar una Tentácula Venenosa - muchos alumnos se sentían atraídos cuando se presentaba la oportunidad de estar, cara a cara, con un espécimen peligroso y trabajar con éste.

 

- En este momento ustedes son mis profesores - dijo - quiero que me digan que es un plaga y mencionen dos que conozcan.

 

La primera tarea había sido asignada. Luego, tendría que comprobar si las sabían identificar.

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Keaton escuchó con desgano las palabras del Gaunt. La verdad que siendo ya el quinto intento del italiano en pasar el Conocimiento, le daba ya un poco igual lo que aprendiera, quería hacerlo cuanto antes, además, en el Castillo Ravenclaw tenía tantas plantas mágicas como criaturas, que de cierto modo podía pasar aquello son la necesidad del curso aplicándole un simple examen, pero por desgracia, eso no se podía dentro de la Universidad, ahí o tomabas el curso o lo tomabas.

 

Emmet comentó algo de las plagas, que quería que ellos fueran sus profesores y que él aprendería de ellos. Keaton chasqueó un poco la lengua, aquello era lo que más detestaba de las clases, que el profesor se creyera el cuento de que los chicos traían algún tipo de conocimiento previo, que en el caso del vampiro, si era así, pero... Bueno, como ya había pensado con anterioridad, posiblemente aquel sentimiento solo fuera por el Gaunt y por ningún otro docente.

 

―Entonces si, nosotros seremos tus profesores, el sueldo lo tendríamos que cobrar nosotros, ¿no? ―Bromeó y a la vez no el ojiverde ―Bueno, una plaga es una colonia de organismos animales o vegetales que ataca directamente a un cultivo o plantas en específico. Por ejemplo, en el caso de una animal, podríamos tener a los gusamocos, que se alimentan de los cultivos lechugas. En el caso de una plaga vegetal, se da sobretodo en las plantas que no pueden producir su propia fotosíntesis, por ejemplo, la cuscuta, que se adhiere a una planta que si la puede hacer ―Comentó el Animago.

 

De solo pensar en las plantas parásito, el Ravenclaw tuvo un escalofrío que le recorrió la espalda. Y es que él mismo la había visto actuar en sus Sauces Boxeadores hacía un tiempo y de cómo tuvo que cortarlo porque la plaga estaba demasiado dentro.

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Candela arqueó una ceja a la broma de Keaton, al parecer anda de muy buen humor. Se había quedado callada para no tener que responderle a la palabra 'suegra', siendo que se había casado con su hijo sin su consentimiento. Ya tendría tiempo para arrancarle los pulgares en otra ocasión, de momento estaba más interesada en salir de ese lugar pues ya había escuchado la palabra 'plaga' y no le era muy atractiva.

 

Quizás no estaba muy concentrada ya que reaccionó tarde cuando el Ravenclaw ya había dado su respuesta, lo cierto era que le había escuchado muy a duras penas y no estaba segura de qué habría dicho. Sin embargo, la Triviani no tenía ganas de hacerse ver como una desubicada mental -claro que todos ya pensaban que lo era- así que se apresuró a agregar:

 

De hecho, ―dijo sacudiendo ambas manos, parecía haber tocado, sin querer, algo que le resultó desagradable― el concepto de 'plaga' se refiere a cualquier ente biótico que el hombre considera perjudicial para su persona o propiedad. ¿Cierto?

 

Le dedicó una mirada a ambos magos, tenía la sensación de estar hablando para sí misma.

 

Aunque claro, todo esto es enteramente relativo. Para nosotros, digo... Algunos magos, los muggles podrían considerarse una plaga. Los animales mismos, incluso, podrían considerar, a la raza humana, una plaga. Es cuestión de perspectivas y de a quién le preguntemos exactamente. Personalmente, considero algunas razas -como los vampiros- que entran en la categoría. ―terminó con una media sonrisa, sabía que ambos lo eran y que, probablemente, no se tomaran a bien el comentario.

 

La gitana se encogió de hombros y decidió proseguir.

 

― Peeeeeero, si nos referimos a las plagas mágicas... No conozco ninguna, sólo he oído hablar de los chizpurfle y... ¿Ashwinder? O los huevos de ellas, incendian casas y esas cosas. En cuanto a los otros, muchos, en algún momento, se me habrán quejado del desgaste de sus varitas por culpa de esos bichos. ¿Cuenta?

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Escuchó las respuestas de ambos e hizo caso omiso al comentario, fuera de lugar, del Ravenclaw. No habían estado tan errados en las criaturas plaga que habían mencionado pero se habían olvidado de algunas de ellas.

 

- Han estado acertados en sus ejemplos - dijo - Pero han olvidado algunas que, en estos momentos, están afectando los jardines que tenemos aquí afuera - señaló.

 

Podía notarse el enojo que tenía al haberse enterado que habían plagas en los jardines de los invernaderos. No podía concebir la idea de cómo, bajo su tutela, habían sido invadidos de gnomos.

 

- Es por ello que quiero que realicen el proceso de desgnomización - miró las caras de sus alumnos - Sí, tenemos Gnomos en el jardín trasero de este invernadero y no saben lo molesto que es - volvió a dejar en claro su molestia - Recuerden que los gnomos son algo escurridizos y, para sacarlos, deberán tomarlos por las patas, ponerlos boca abajo, darle unas vueltas y lanzarlos por encima de la verja que nos separa del bosque - les explicó - Además, recuerden que está lloviendo y habrá un poco de lodo ... no caigan - bromeó.

 

La cara de Candela se iba deformando a medida que más se explicaba mientras que el Ravenclaw no sabía que era lo que tenía que hacer.

 

- Aquí tienen su ropa especial y los guantes de piel de dragón - señaló un costado del mesón - Será mucho más práctica esta clase y, de paso, me ayudaran en dicho trabajo - sonrió - ¡Ah! Un pequeño detalle - abrió su palma de la mano enfrente de ellos - Sin varitas - soltó una risita.

 

@@Candela Triviani

@@Keaton Ravenclaw

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¿Desgnomizar el jardín? ¿Acaso Emmet creía que Candela y él eran sus sirvientes o qué cosa? Keaton no se imaginaba a sí mismo en el lodazal atrapando a los gnomos, tomándolos de las patas y lanzándolos. Aquello francamente no eliminaba el problema, solo hacía que las criaturas se alejaran un tiempo, pero estas volverían, no había duda de ello, porque si el Ravenclaw fuera un gnomo, el invernadero sería lo más parecido al paraíso con todas aquellas plantas. Entendía el malestar del Gaunt, pero ¿mandar a sus estudiantes a hacer el trabajo que era de él? Cuanta desfachatez.

 

Lo peor fue que al hombre se le había hecho divertido su comentario acerca de que no podían usar varitas, lo cual al ojiverde le caló aún más, porque en lo particular, él iría más a matar a los malditos bichos esos que a sólo lanzarlos lejos. Así que si no podían usar las varitas eso no implicaba que el italiano no pudiera emplear otro método, porque de hecho, Emmet no lo había dicho, solo dijo sin varitas, pero no sin magia, lo cual alegró al vampiro, porque rápidamente se transformó en una pantera (bendita Animagia), después de entregar su varita, y se fue a por los gnomos.

 

Aquello era divertido, los Animagos poseían las grandiosas habilidades del animal en el cual podía mutar, pero con la gran diferencia que podían conservar sus pensamientos humanos. Aquello era, sin embargo, de los más divertido, porque el Ravenclaw, cada que mutaba, le encantaba jugar como un gato casero lo haría. Se fue a varios de los escondites de los gnomos, y después de rugir con fuerza, las criaturas salían asustadas y Keaton aprovechaba para matarlas con la fuerza de sus colmillos y afiliados dientes. La sangre de las criaturas mágicas era un deleite, y lo sabía por ser vampiro también. así que recordó un poco las palabras de Candela sobre que a veces los vampiros eran una plaga, y coincidió, porque realmente lo eran.

 

Para cuando Keaton hubo acabado con la triste vida de muchos gnomos, sencillamente se decantó a tomar sus pequeños cadáveres en su hocico y los llevó hasta el otro lado de la verja, donde los dejó de tal manera de que los gnomos que vivieran en el bosque vieran aquellos cuerpos desmembrados y se la pensaran dos veces antes de entrar a los invernaderos. Eso sí, al terminar, estaba todo lleno de lodo, y sólo para molestar al profesor, aún convertido en pantera, se le fue a restregar al Gaunt embarrándolo de lodo al él también. Al cabo de unos minutos, volvió a su forma humana y, con agrado, vio que la magia funcionaba de tal manera, que no tenía ni una mancha de lodo en sus ropas.

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Candela frunció el ceño, ligeramente. No creía haber sido usada jamás como empleada, aunque si consideraba el hecho del trabajo que tenía ,pues mejor no hizo ningún comentario. Claro que no le gustaba la idea de tener que agarrar gnomos con sus manos, detalle que alivianó el que le dieran ropas más cómodas y guantes de piel de dragón. Se quedaría con todo, obviamente, si iba a hacer de elfo, al menos sacaría algún beneficio. Además, ella tenía un mejor plan para deshacerse de aquellas criaturas, uno que no haría muy feliz al Gaunt, pero sería efectivo.

 

― Vale, manos a la obra. ―dijo mientras se ponía a buscar en uno de los bolsillos internos de su vestido, pues todavía no se había puesto el traje.

 

La Triviani quedó perpleja al ver el método de Keaton, y se le ocurrió que ella, maldito animal que para lo único que servía era para ser una molestia, no podría hacer nada como murciélago. Excepto chirriar.

 

― ¿Se supone que esto es normal? ―preguntó con el gesto descolocado, fijo, en Emmet.

 

Negó con la cabeza un par de veces y se sumió en la búsqueda de lo que necesitaba para su propio 'método'.

 

― Yo estaba pensando... ―dijo, apenas entrecortadamente, como si la búsqueda suponiese un esfuerzo físico― Que para terminar con las plagas... Habría... ―extrajo del bolsillo, con algo de dificultad, un lanzallamas― Que sacarlas... De raíz. ―para cuando terminó de hablar, ya había sacado un bidón de gasolina.

 

Sonrió de oreja o oreja, ante la mirada horrorizada de Emmet, y caminó entre medio de las plantas buscando los escondites que quedaban de los bichos, mientras echaba un poco de gasolina a cada uno. No se había molestado en advertirles que debían salir del invernadero, pues prendería fuego el lugar.

 

― Si no hay lugar donde ser una plaga, pues entonces la plaga no existe. ―le hizo una seña a Keaton para que no le estorbara― Anda, sé buen perro y quita de mi camino. Aunque claro, no me importaría prenderte fue también.

 

@@Keaton Ravenclaw @@Emmet Haughton Gaunt

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