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Leyes Mágicas + Historia de la Mágia


Marabella Rambaldi G.
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Era un día gris para la joven y a pesar de que comenzaría una nueva etapa como maestra en la universidad, no se sentía feliz. Quizás era la tristeza que sentía por la partida de alguien; que para ella habia sido un amigo, compañero de bando y como el en su momento dijo un padre ilegal. Marabella no podía sentir aquella sensación de vacío, tristeza y dolor por la perdida de alguien, era algo que solo una vez lo había sentido, hace poco más de 150 años y la sensación que tenia ahora, la hacia sentir rara.
¡Basta Kyttara! —se dijo en un tono de voz alto y molesto— creo que Ishaya no permitiría que estuvieras así, abatida y con pena, por lo que recuerdo de él siempre estaba con una sonrisa y dispuesto a ayudar, asi que es mejor cambies ese estado de ánimo, necesitas estar concentrada en esta clase y tu melancolía me pone de mal humor. —culminó la demonio esperando obtener una respuesta, pero solo hubo silencio en su mente por lo que intuyo que Kyttara prefería estar aislada por el bien de las dos.
Marabella comenzó a preparar los últimos detalles de su clase. Se habia levantado con el alba, aunque bien no habia pegado pestaña, su única alumna seria nada mas y nada menos que la nieta del recién fallecido y eso la obligaba a ser un poco mas empática de lo usual, algo que a la demonio no le agradaba en demasía.
—Bien, creo que ya tengo todo— comentó para si misma, mientras caminaba hacia el hall principal del castillo Rambaldi — ¡Naika!— gritó cuando estaba en la entrada, la pequeña elfina apareció en segundo haciendo una leve reverencia.
—Llévame a la universidad, quiero estar antes para acomodar el salón —le dijo mientras la criatura tomaba la mano de su ama y desaparecían juntas.
Solo tardaron unos segundos en aparecer delante de la puerta que conducía al salón 106 de la universidad, sitio en el que su alumna se presentaría en un par de horas. El dia anterior le había enviado una lechuza informándole la hora y el lugar donde se impartiria la clase, rezando de la siguiente manera:
Señorita Lockhart,
Junto con saludarle, le informo que su clase de Leyes Mágicas se impartirá en el salón 106 del primer piso de la universidad a las 8:00 hrs en punto, ruego puntualidad .
Atte
Profesora Kyttara Rambaldi S.

 

 

—Gracias Naika —le dijo a la pequeña criatura, la cual desapareció al instante. Marabella tenia una sensación extraña, era su primera clase como profesora de conocimientos, un puesto por el que habia aplicado hacia un par de meses atrás por mero capricho y solo para molestar a Kyttara y que por alguna extraña razón se lo habían dado y que con la partida del ex director del profeta, complicaba las cosas. No podía ser ella misma y eso era sumamente estresante, porque debía ser precavida con gente que conocía a la rubia o de lo contrario su actuación corría riesgo, y ese no era un lujo que podía darse. Llevaba más de un año fingiendo ser ella, y todo había salido bien, pero siempre había gente como Bodrik, que podía ponerla en riesgo.
— Es que no hay nadie en Ottery o mejor dicho en el mundo mágico que no tenga nada que ver contigo Kytta —dijo en voz alta mientras abría el aula— Wow como si el tiempo no pasara en este sitio —comentó recordando cuando Kyttara habia tomando encantamientos— bueno manos a la obra que el deber llama.
Marabella ese día llevaba un vestido azul que llegaba a la rodillas con un escote en v, tacos negros, una túnica negra de terciopelo que hacía juego y un pequeño maletín de ejecutiva que habia adquirido en el mundo muggle en uno de sus tantos viajes.Dejó sus cosas en el escritorio del profesor y saco de su bolso una pequeña figurita de panda, que servía para relajarse, el cual dejo en el asiento que estaba delante de su escritorio junto a un pergamino y una pluma, serían un regalo para la Lockhart, aunque era cierto que aquella figurita serviría mas adelante para su clase.
Una vez hecho eso, espero pacientemente a la llegada de la bruja.
@Bodrik
Editado por Kytta Gryffindor Rambaldi

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Vuelves a ir tarde.

 

El anciano, que hasta entonces había estado observando a su hija con una sonrisa socarrona, estuvo a punto de caer cuando ella pasó por su lado como un vendaval. Se tambaleó y soltó una carcajada.

 

¡No hace falta que me lleves puesto como los bolsos! ¡Buen día, querida!

 

— ¡Cállate de una vez, voy tarde por tu culpa! ¡Adiós, papá!

 

La mortífaga depositó un suave beso en la mejilla del anciano nipón tras girarse una última vez, haciendo que su capa oscura ondease tras de sí removiendo el aire a su alrededor. Desapareció con un chasquido ante él, que seguía riéndose entre dientes. Tal y como había dicho ella, la culpa de su atraso era suya y de la partida de ajedrez mágico que habían disputado. Había jugado presionándola hasta que la había desconcentrado y había conseguido imponerse a pesar de que ella solía ganar todas las partidas. Aquello la había enfadado tanto que habían pasado un rato metiéndose el uno con el otro hasta que había recordado que tenía que ir a impartir clase.

 

 

Anne apareció en los terrenos del Ateneo resoplando, con la capa caída de un lado y el pelo despeinado. Parecía que acababa de ser transportada por un tornado. Intentó adecentarse mientras caminaba hacia su aula y, al comprobar que su pelo no estaba por la labor de adquirir una forma normal terminó por utilizar sus poderes metamorfomagos para acortarlo a lo garçon, con un tono plateado que la hacía parecer mayor de lo que era.

 

Alcanzó su aula en pocos minutos y empujó la puerta de golpe, entrando con tanta energía que todos los personajes que aparecían en los cuadros de la sala se sobresaltaron a la vez.

 

¡Pardiez! ¡Qué susto nos ha dado, señorita Gaunt!

 

— ¿Qué tal las vacaciones de navidad?

 

— ¡Qué gusto verla de nuevo, estábamos muy solos!

 

La Gaunt solo movió una mano para que vieran que los escuchaba y se dirigió directamente hacia su escritorio, donde había un pergamino con los nombres de las que serían sus alumnas. Solo dos, chicas. Sería una clase tranquila, si es que alguna clase de Historia lo era. Se desprendió de la capa y la dejó sobre el perchero que había tras su escritorio, al frente de la clase, y luego se dejó caer en su silla pesadamente mientras suspiraba. Había llegado a tiempo... más o menos. Suponía que la dirección había avisado a ambas mujeres del inicio de la clase.

 

Yo también me alegro de veros. He pasado la Navidad en África, tenía algunos asuntos que atender allí junto con mi amigo Amadou. Así que vengo seca de ideas... ¿se os ocurre algo para proponerles a mis alumnas durante la clase? ¿O vamos a la aventura... como siempre?

 

 

@ @

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Mel no se sentía particularmente entusiasmada por Historia de la Magia pero Bel había sugerido que sería una buena idea contar con la ayuda de un experto en la universidad, así que Mel había accedido a inscribirse. En realidad, todo había tenido lugar en una apacible cena en la casa de las muchas salidas, así que Mel no se había preocupado demasiado mientras masticaba una pata de cordero. Ahora ya se lo estaba pensando mejor.

 

Jamás había sido buena en el ramo. Incluso desde su época escolar. Así que ahora tendría que necesitar mucha ayuda. No podría fingir enfermedades para justificar el sueño repentino si no prestaba atención. Empezaba a desear que la clase fuese corta.

 

La habían citado para un aula en la universidad al día siguiente y eso sólo había hundido la perspectiva de lo que tenía por delante aún más. Tampoco era que se hubiese esperado una excursión pero tal vez una amena explicación en el patio...

 

Se vistió para la ocasión con un pantalón hasta medio tobillo y tirantes, botines negros, un polo que llegaba más arriba de su ombligo y un saco verde que la cubría hasta poco más abajo de sus caderas. Se caló la capucha del mismo y tomó la saeta con los googles. Era un buen día para volar, como cualquier otro.

 

Se encontraba en la cabaña de los Moody que daba directo hacia Ottery St. Catchpole, así que fue suficiente salir cuando el cielo todavía no empezaba a clarear. Su cerebro estaba despejado y no tuvo contratiempos para llegar a la universidad a buena mañana.

 

Descendió con suavidad, dejó que los googles cayeran sobre su cuello y buscó ubicarse con el pequeño trozo de pergamino que le había llegado en el correo. Sin demasiada demora, se encontraba ya próxima a una puerta abierta que correspondía a lo que ella buscaba. Podía percibir voces provenientes del interior pero no distinguía del todo el contenido de las palabras vertidas. De hecho, no era porque no pudiese, si no porque se convencía a sí misma de que era de mala educación oír a hurtadillas.

 

La realidad, era que no deseaba oír nada. Estaba más bien concentrada en intentar lucir decente. Empezaba a preguntarse si no habría sido mejor traer la capa y la túnica, a pesar de lo común que resultaba ver a la gente en ropa muggle en el mundo mágico por aquellos días. Además, tenía una incómoda sensación en el estómago, como si éste estuviera vacío, esfumados sus dos desayunos.

 

Dio un respiro hondo antes de adelantarse bajo el dintel y saludar con un cordial "Buenos días". La mujer ante ella lucía bastante más imponente de lo que ella había imaginado (a pesar de que se había distraído bastante durante el vuelo, detallando en su cerebro a pequeñas viejas brujas), con ese tono de cabello y corte, a pesar de que éste luciese algo despeinado por la parte posterior. Mel sin embargo, no hizo ningún comentario al respecto, si no que se limitó a acompañar su saludo con una inclinación de cabeza para luego ir hacia uno de los pupitres en la parte delantera y esperar. No parecía que Bel hubiese llegado todavía, a menos que hubiese ido al baño.

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¿Qué tan sano era fumar nada más empezado el día? Nada sano. Todos los conocimientos que poseía sobre medimagia o las viejas lecciones muggles en la escuela elemental me lo decían.

 

Pero fumar, como tantas otras cosas, era uno de los hábitos que no pensaba cambiar, aunque fuese dañino.

 

Tras una última calada, dejé caer la colilla del cigarro sobre el piso impoluto del balcón y pisándola con el leve tacón de las botas de cuero negro que llevaba, di media vuelta, lista para partir. En el morral, junto a los viales de pociones, mi varita, y un par de libros, llevaba el mensaje que indicaba que la clase de historia de la magia empezaría ese día. P-ko esperaba en el jardín del Castillo, con la alfombra voladora perfectamente desplegada, y un pequeño pote lleno de frutos secos, que pudiera llevar para eludir al hambre en el camino.

 

No tenía ni altas ni bajas expectativas respecto a la clase, y sentía que eso era lo mejor, porque de ese modo permitiría que esta me deslumbrara. El pasado, desde pequeña, siempre había constituido una obsesión para mí, porque bastaba que revisaras lo suficiente hacia atrás para darte cuenta, de como los procesos se repetían, de cómo la gente solía caer en los mismos errores, de como surgían los líderes, como se encumbraban a lo más alto, y luego como muchos terminaban con fines bastante deplorables.

 

¿Pero qué enfoque sería el que Anne Gaunt nos presentaría? ¿La que se centraría en elogiosas revisiones de gente importante, o la otra, más oscura y compleja sobre la trayectoria de los pueblos, y los poderes visibles e invisibles que operaban para su florecimiento o decadencia? Saberlo me producía un regocijo difícil de poner en palabras, pero que llenaba de entusiasmo el corazón.

 

El trayecto hasta la universidad fue tranquilo, al punto que buena parte de él lo hice dormida, aprovechando el piloto automático de la alfombra. Luego, tras descender, y corroborar en el gastado reloj de pulsera que estaba un par de minutos atrasada en la hora, apuré el paso, hasta llegar al aula donde tanto Anne, como Melrose, se encontraban ya.

 

Quitándome la capa gris, lo que dejaba expuestos los jeans y el suéter de punto esmeralda que llevaba, tomé asiento, saludando a ambas mujeres con una inclinación de cabeza.

 

Fue entonces que noté a las personas de los cuadros que adornaban las paredes, sus ojos expectantes observándonos, y los cuchicheos que algunos de ellos, saliendo de sus marcos, hacían a sus compañeros.

 

Bien, parece que no somos solo las tres — dije con una sonrisa algo nerviosa en dirección a Anne — ¿toda la clase se llevará aquí o nos moveremos a algún otro lugar?

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Se arrepintió de su pregunta casi de inmediato. Todos los personajes de los cuadros empezaron a parlotear a la vez lanzando ideas y proyectos al aire como quien lanza caramelos en una cabalgata muggle infantil. Anne puso los ojos en blanco y chasqueó la lengua mientras la puerta del aula se abría y daba paso a la primera alumna. Melrose. No habló e iba vestida con ropas muggles, cosa que la relajó ya que ella también solía vestir así. No entendía porqué algunos magos se oponían a ello... no era cuestión de magia o antimagia para ella, sino de comodidad absoluta. Una túnica le dificultaba el movimiento. Un pantalón ceñido y elástico se lo facilitaba. Cuestión de principios.

 

Bienvenida.

 

Fue su única palabra mientras la veía tomar asiento en la primera fila. Casi de inmediato la siguió otra figura, la de Bel, que también se sentó delante tras quitarse la capa. Al contrario que su compañera, preguntó por el lugar donde darían la clase. Anne se quedó pensativa un momento, aún intentando concentrarse en lo que tenían por delante, y terminó por ponerse de pie mientras miraba de reojo los cuadros de las paredes, silenciándolos con la mirada. No quería que empezaran a contar batallitas de anteriores clases...

 

Dependerá de vosotras, por supuesto —le respondió con simpleza mientras se recolocaba la camisa de cuadros que vestía, con el bajo metido en el vaquero negro que vestía. Acababa de darse cuenta de que no había planchado la camisa del todo y que tenía una mancha de tinta negra a un lado de la cintura. Resopló y puso los brazos en jarras, tapándola con disimulo—. Creo que me conocéis pero, por si acaso, me presento. Soy Anne Gaunt, profesora titular de Historia de la Magia. Os conozco a ambas, Melrose Moody y Bel Evans, y me gustaría saber porqué habéis escogido mi materia para estudiarla. ¿Por trabajo? ¿Por interés? ¿O quizás por descarte? —añadió, mirando de soslayo a Melrose. No parecía precisamente contenta con la actividad que tenía por delante—. Respecto a lo que decías, Bel, no estamos solas pero no se meterán en la clase. Podéis encontrar a diversos personajes de la historia de nuestra sociedad mágica en estas paredes. Paracelso, Merlín y Morgana, por ejemplo. También otros como Bridget Wenlock, Ignatia Wildsmith y Haveloth Sweeting. Y muchísimos más por supuesto, pero no voy a ponerme a nombraros a todos —añadió, silenciando así las protestas que empezaban a surgir de las paredes al no escuchar sus nombres—. En cualquier caso, como te decía, la clase será para nosotras tres nada más. Una vez me expliquéis porqué estáis aquí quisiera saber... ¿qué os interesa de la Historia de la Magia? ¿Alguna época o hecho concreto? ¿Algún personaje? Solo así podremos decidir desde qué punto enfocar la clase. Prefiero conocer vuestras preferencias antes que imponer las mías, por supuesto.

 

Aguardó entonces por una respuesta. Recordaba sus inicios en la materia, hacía ya muchos años, cuando ella escogía el momento histórico que estudiarían. Era provechoso, sin duda, pero todas las clases en las que había permitido a sus alumnos escoger habían sido muchísimo más entretenidas y posiblemente se debiera a que estos aprendían sobre temas que les interesaban realmente, no escogidos al azar.

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En realidad, no tenía fuerzas para asistir a ninguna clase, pero se había inscrito en la misma mucho antes de la pérdida de su abuelo y sentía que era su deber asistir al curso en el que habida planeado participar como parte de su formación mágica, pese a que en su empleo, ella no necesitaba ese conocimiento en particular, pero más de una vez se vio a gatas con ese tal Demian Luxure que siempre le citaba leyes y la cuestionaba en su trabajo hasta que ella termino queriendo aprender un poco más.

 

Muchas veces se le cuestionó por su edad y el cargo que sustentaba. Quería defenderse y obviamente aprender más en el proceso y quien quita, terminaría gustándole el tema de la ley mágica, aunque su pasión era la medicina, sin duda.

 

La fecha de inicio de su clase había llegado y pese a que se mantenía de luto por la muerte de su abuelo se tomó su tiempo para prepararse con lo necesario para verles al menos limpia y decente. Una simple túnica de color gris oscuro hacía parte de su vestimenta, además de unos zapatos tenis de color negro para estar cómoda. El cabello lo mantenía con una trenza sencilla que Heyda le ayudo a hacer pues sus fuerzas no daban para mucho y aunque Martelac se ofreció. Su elfo no tenía idea de cómo hacer una trenza.

 

En su bolso tenía muchas cosas importantes siempre. Su kit médico, libros Uzza, objetos valiosos como su monóculo especial, amuletos y todo lo que podía cargar como un catalejo. El resto lo mantenía en su cuello, los amuletos Uzza que podía llevar allí, el Fénix que Adriano regalo el día de su graduación, el escudo de armas de la familia Felagound-Evanik que le regalo su madre, el atrapa Ángeles regalado por Alexander Slytherin y el prendedor en forma de W que le regalo Adriano para que sirviera de intercomunicador entre los tres: Adriano, Cye y la princesita, como el la llamaba.

 

La misiva decía aula 106 y Bodrik apareció en la universidad cerca de la hora prevista para darse la tarea de encontrar el lugar sin demora y una vez encontró el lugar no tardó en ingresar.

 

Allí está Kytta esperándola en el aula y Bodrik exhalo con fuerza no por quien era su maestra, aunque hacia mucho no la veía, sino porque tenía bastante tiempo sin recibir clase dentro de un aula pues hasta las clases de Hogwarts se dictaban en lugares fuera, aunque a decir verdad historia de la magia también la habían dictado en un aula, no obstante, recordaba que Sagitas le hacía viajar dentro de imágenes todo el tiempo.

 

-Buenos días Kyttara-saludo a la Rambaldi intentando sonreír, aunque fuera un poco.

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Piensa en qué debería decir pero por un instante, se queda en blanco. Luego, comienza a tranquilizarse pues las sugerencias de la propia Anne suenan bastante lógicas. Decide agarrarse de ellas, para no quedar como una persona altamente influenciable, que sólo fue allí guiada por la opinión de una amiga:

 

—Trabajo.

 

Ella y Bel parecen más bien entusiasmadas por todo el asunto y Mel no quiere interrumpirlas por un buen rato. Sin embargo (uno de los magos de los cuadros de arriba se había quedado mirándola y eso la distraía mucho) pronto se da cuenta de qué es aquello que se ha quedado en la punta de su lengua. En realidad, son dos cosas separadas y muy concretas: la primera, que el hombre del cuadro que no para de observarla es ni más ni menos que Marlowe Forfang y que a Mel le encantaría oír sobre él; la segunda, que las preguntas de Anne también disparan una serie de pensamientos en cadena que terminan guiándola a otra parte de información muy puntual sobre la que desea oír. De hecho, calza perfecto con la mentira que se ha montado apenas, pues es medio cierto que esta relacionado con el trabajo (al menos, eso sospecha Mel, debido a un caso con el que esta lidiando en el departamento) a pesar de que no ha sido lo que pensó al inicio.

 

—Pues —su voz suena muy bajita, por lo que decide alzarla hasta alcanzar un tono regular y sin darse cuenta, se inclina también un poco hacia adelante, con un interés nuevo—, a mí me gustaría oír sobre Marlowe Forfang —dice echando un rápido vistazo al cuadro antes de devolver la vista a Anneo quizá... —se detiene antes de soltarlo al fin porque quizá sonará un poco extraño— las revueltas de los duendes.

 

No se atreve a decir por qué quiere oír sobre ello porque no se supone que ande divulgando información confidencial de su departamento. Además, hasta donde recuerda, nadie se ha tomado el caso muy en serio excepto ella. Mel esta segura de no equivocarse y desea ahondar aún más en el asunto, de forma que si es posible aprovechar su clase para empaparse de algo que en su vida ha leído (es decir, las clases de Hogwarts no han sido ni de lejos el mejor de los referentes) pues tanto mejor. Esta segura que se sentirá mucho mejor si Anne tiene a buen grado explicárselos que si se hunde en una montaña de libros. De seguro Ellie pensaría de otra manera pero Mel no tiene el estilo intelectual de su prima ni de lejos. Así que oír lo que tenga para decir un experto es mejor.

 

—Tengo entendido que existieron muchas pugnas —añade con el ceño fruncido en una mueca suave. No quiere pasar por ignorante mas quizá sea mejor ser honesta— pero la verdad es que no tengo muy claro el orden o todas las causas ¿uso de la magia quizá? ¿Marginación como en el caso de los no-humanos? Como sea, creo que sería un tema importante.

 

Es probable que se haya pasado de honesta pero decide no retractarse luego de soltar aquello. Es cierto que piensa que tal marginación existe en la sociedad británica, aunque semejante postura sea siempre controversial en las tertulias inglesas.

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Si depende de nosotras, pues salir del aula podía ser un gran incentivo.


Como profesora de conocimientos que también era, sabía que era parte fundamental para poder llevar adecuadamente la clase conocer los intereses de los alumnos. Tras una breve presentación Anne no dudó en hacernos varias preguntas que indagasen en nuestras motivaciones para estar allí, y con cada mención a los personajes de los cuadros que daba, lanzaba miradas fugaces a ellos. Era bastante cómico ver como el asunto tan simple comenzaba a generar pucheros en los rostros de los que no habían sido nombrados.


Era bueno saber que ella apoyaría y sería guía para profundizar en los temas que anhelábamos saber.


Melrose, ciertamente, estaba allí porque yo le había convencido de tomar el curso, pero me sorprendió gratamente que sí tuviese un tema propio de ella: Marlowe Forfang. Lo otro que mencionó para Anne era el motivo que yo tenía también para estar allí. Un caso que había empezado con la aparición de una chica casi en harapos ante mi castillo, que había destapado una perfectamente entramada organización delictiva.


A mí también me interesan la revuelta de los duendes — expresé en voz alta, en cuanto Melrose terminó su intervención— se tienen fechas y datos, pero me interesa poder tener una perspectiva comparada de todos esos sucesos ¿de qué manera la sociedad mágica los incluyó en ese entonces para alcanzar un frágil equilibrio? ¿Se respetaron los acuerdos? ¿y cómo repercute ese hecho en nuestros días?


Para muchos, la fuente en el Atrio del Ministerio de Magia, con el mago en la posición privilegiada, por encima del resto de seres, era la afirmación simbólica del orden injusto que todavía prevalecía. En mi tiempo en Criaturas lo había notado también: Desde los formularios con que se diligenciaban trámites, una sutil (otras veces no tanto) discriminación era ejercida. A veces con una naturalidad que me dividía entre el temor y el asco.


Creo que la historia es cuanto más valiosa cuando en lugar de solo contar los sucesos que ocurrieron en el pasado, aprendemos de ellos para no repetir los errores en el presente ni a futuro. Pero más allá de figurar en cromos de ranas de chocolate ¿hemos dado su lugar por ejemplo a los duendes que lideraron varias revueltas? ¿existen autores que hayan hecho balances respecto a la justicia de las demandas que enarbolaron en ese entonces? La verdad admito que soy ignorante de estos hechos. Suele suceder que una no es muy consciente de sus privilegios hasta que te topas con gente que te lo hace notar— el recuerdo de la muchachita ex prostituta de la mafia acudió a mi pensamiento— así que mi esperanza es que esta clase pueda abrir mi perspectiva, por ahora reducida, de una parte de la historia que siento que la mayoría de los magos en Ottery se niegan a ver.

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Yo nunca permanezco toda la clase aquí en el aula, Bel. Si a vosotros os aburre, que solo venís una vez (o dos, si alguien reprueba la materia), imaginaos lo que es para mí que vengo cada vez que hay clase —le respondió, con una sonrisa burlona. Pero no quería hablar más del tema hasta que supiera algo más de los intereses de sus pupilas.

 

La primera en responderle al respecto fue Melrose, que se interesó por un campo que ella había explorado tiempo atrás.

 

¡Marlowe Forfang! Curioso —comentó, pensativa. Había leído e investigado tanto sobre su propia raza que ya le asqueaba incluso escuchar la palabra "licantropía", pues aunque aceptaba su condición... jamás había terminado de acostumbrarse a ella del todo. El otro interés de la Moody era algo muy distinto—. Los duendes, sí... es un buen tema. Escabroso, pero interesante.

 

Luego miró a Bel, que apoyaba la opinión de su compañera e incluso dio un poco más de avance a lo que le interesaba. Su mirada se fue haciendo más intensa conforme la mujer iba hablando.

 

Cada vez me interesa más vuestro punto de vista. Esta bien, entonces nos centraremos en los duendes y su historia. ¿Lleváis ropa cómoda? ¿La varita y demás enseres mágicos que soláis llevar encima? Si queremos ver un poco más sobre este tema... siento que necesitaremos ir bien equipadas. Así que, mientras yo dispongo el viaje, vosotras id preparando lo que necesitéis —les indicó.

 

Acto seguido se dirigió hacia un lateral de la clase, más allá de su escritorio y opuesto al lado de los ventanales. Asió la varita con la mano izquierda y conjuró el poder de los portales, que solía usar tan a menudo. «Fulgura Nox». El simple susurro de su mente bastó para que el aire pareciera vibrar de forma extraña frente a ella. Al hacerlo, un punto brillante apareció a la altura de su pecho y luego comenzó a crecer como si una sustancia acuosa se expandiera por el espacio. Tardó tan solo unos segundos en convertirse en un portal blanquecino que lanzaba destellos brillantes. Cuando estuvo segura de que se había abierto en su totalidad, miró a sus dos alumnas.

 

¿Listas, chicas? En cuanto atravesemos el portal, apareceremos en el Londres del siglo XVII. Fue una época convulsa por diversas razones, y una de las más importantes fue precisamente la batalla constante que había entre magos y duendes. ¿Quién llevaba razón y quién no? No lo sé, y no creo que lo sepamos nunca porque seguramente ambos llevaban su parte de razón. Pero, en cualquier caso, creo que el viaje será provechoso. Además, si nos vemos en apuros... siempre podemos volver aquí, y avanzar o retrasar años. Vamos. Y recordad: pase lo que pase, no debemos mezclarnos en lo que veamos u oigamos. No podemos alterar la historia, porque las consecuencias pueden ser catastróficas.

 

Pasó la primera para comprobar que aparecían en un lugar seguro. Cuando emergió del otro lado del portal se dio cuenta de que estaban en un pueblo, no demasiado grande, pero con casas bonitas a pesar de la época. Y había bastante ruido a un par de calles de distancia. Algo le decía que estaban en Hogsmeade, pero no podría saberlo sin investigar un poco. Sacó de su bolso, que siempre llevaba colgado y mágicamente alterado para aumentar su capacidad, una capa de color negro y se la echó sobre los hombros. También cambió a su color castaño oscuro natural. Lo mejor era no llamar demasiado la atención.

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Mel había venido preparada para una excursión pero no para un viaje en el tiempo. Se quedó un buen rato sentada, pensando en cómo debería prepararse para ello y decidió despedir a su abrigo. En su lugar, transfiguró una túnica en base a éste lo mejor que pudo, negra, para que cubriera la ropa muggle que llevaba debajo. Luego, tan sólo extrajo la varita del morral que cargaba y tomó su escoba. No estaba segura de si le resultaría de utilidad pero le costaba despegarse de ella. Además, siempre podría contar con los cachivaches Uzza, que sacaría de su morral con encantamiento de expansión si es que llegaba a necesitarlos. Un accio bastaría.

 

Meows estornudó y Mel se aproximó más a Anne. El fulgura nox era un hechizo que también había aprendido a usar, prácticamente el único que manejaba con regularidad de entre los muchos hechizos Uzza pero abrir portales al pasado estaba todavía más allá de sus capacidades. Observó con curiosidad la consistencia del mismo antes de asentir hacia Anne y adentrarse.

 

Cuando arribaron, Mel enseguida alzó la naricilla de forma inconsciente, olfateando el aire. Había rastros débiles de humo por lo que el fuego no podía estar tan lejos. El aire era a la par más límpido pero con pestilencias cercanas. Una contradicción. Había muchos más árboles alrededor de los que cabría esperar en dicho pueblo (¿Acaso... tal vez Hogsmeade?) pero las personas parecían tener hábitos de higiene francamente defectuosos. Era la única explicación que llegó a su cabeza. Pudo identificar además un tercer olor, algo que no supo definir pero que no se detuvo a descifrar.

 

¿Dónde estamos? masculló, indecisa.

 

Parecía haber alguna clase de pugna, no muy lejos. Al igual que su nariz, sus orejas se movieron apenas, por cuenta propia, separadas del movimiento del resto de su cabeza, atentas. No todos los humanos o licántropos hacían eso pero para Mel era algo natural; lo que oyó, sonaba como una discusión a demasiados metros de distancia como para poder captar las palabras pero sin duda a gritos y con creciente animosidad. Su rostro mudó entonces a una expresión extrañada ¿Se suponía que esos eran los duendes o habían ido a parar a una discusión de magos?

 

¿Vamos a averiguarlo haciendo preguntas o hasta qué punto es mejor tan sólo observar desde cierta distancia en lugar de intervenir?

 

No tenía idea de cómo podían proceder a continuación y prefería preguntar, antes de meter la pata y cambiar el curso de la historia de forma involuntaria. Había personas que decían que cambiar hasta el más mínimo detalle podía hacerlo y otros que opinaban que debían tratarse de cosas realmente gordas como para que realmente tal curso se alterase. Mel por su parte, todo lo que sabía era que su inglés informal con un marcado acento escocés sin duda no sería bien recibido. Si era mal visto en la sociedad inglesa actual... no esperaba que fuese mejor en la de hace casi cuatro siglos atrás.

Editado por Melrose Moody

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