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*¨* Soleil Noir *¨* (MM B: 112273)


Jock
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Estar ahí me hizo pensar en Fengari, una de mis más entrañables amigas, la cual también poseía un negocio con tales características, como la librería y el té. Era fácil de detectar el sutil aroma de las hierbas siendo despejadas de sus exquisitos aromas y sabores a base de agua caliente. Definitivamente estaba decidida a pasar un buen rato de mi mañana en aquel establecimiento, el cual parecía ser de lo más popular, ya que un mago había hecho su aparición y antes de que pudiera acercarme a él al igual que al otro joven que yacía admirando el lugar el sonido de pisadas me hizo dirigir mi mirada hacia donde provenía aquel sonido.

 

Ni tarde ni perezosa la mujer que había roto el mutismo hacia su aparición, frente al mago que solicitaba un poco de ayuda, admire la soltura con la que se manejaba que sonreí al percatarme que era la dueña, sin lugar a duda, y antes de que los otros dos magos pudieran responder decidí ser la primera en hablar – buen día señorita – replique dedicándole una amigable sonrisa –es un gusto, mi nombre es Kutsy Evans –casi nunca tenía la oportunidad de recordar cuando solía presentarme en clase cuando acudía a la académica, de eso ya bastante tiempo, que disfrute de ese instante mucho.

 

Agradezco mucho su ayuda – añadí mirando a los dos hombres que estaban a nuestro lado –yo está bella mañana he amanecido con ganas de leer algo de poesía –si bien había sido un deseo surgido de la nada, no contradeciría a mi interior. Después de todo era como ahora me manejaba, dejando que esa brújula marcará mis pasos mientras disfrutaba de las aventuras que eso representaba.

 

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Sonrió con educada amabilidad a la recién llegada que ofreció ayuda a las tres personas que allí se encontraban. Era lógico y normal que una dueña, dependiente o lo que fuese esa mujer se preocupase por el bienestar de cada uno de sus clientes, pero el joven arqueó una ceja algo molesto. Nunca había sido una persona que ocultase sus emociones, tampoco un mago que quisiese quedar bien con todo el mundo. Cuando algo le parecía mal no dudaba en decirlo, no era políticamente correcto y por lo general no le caían bien aquellos que lo eran. Desde su punto de vista, ser políticamente correcto y querer caer simpático a todo el mundo era un síntoma de cobardía.

 

Creo recordar que he sido yo quien ha pedido ayuda en primer lugar... —empezó diciendo para ir dejando claro qué había sido aquello que le había ofendido. Su mente era complicada y compleja, seguramente no todo el mundo entendería su reacción, pero le daba igual lo que los demás pensasen acerca de su persona. No estaba allí para hacer amigos. Sí, si los hacía sería genial, pero no era su objetivo principal. Consideraba que la mujer debería haberse dirigido en primera instancia a él, al fin y al cabo no había escuchado a los otros dos pedir a nadie.

 

Era un hombre caballeroso y, por supuesto, de haber escuchado a la señorita Evans pedir ayuda le habría cedido el primer turno de palabra. ¡Pero no había sido así! Se cruzó de brazos esperando que terminase de hablar, después llegaría su turno de volver a tomar la palabra y ser todo lo sincero que pudiese, porque así era él.

 

¿Por qué parece que asumes que lo único que nos interesan son los libros? ¿Por qué no mencionas los tipos de cafés que sirven? —preguntó con curiosidad. Seguía ligeramente molesto por no haber sido el primero en haber sido atendido. Sus últimas visitas a otros negocios no habían sido muy buenas, había acabado discutiendo con empleados y otros clientes. En esta ocasión había intentado llegar con sus mejores intenciones, pero... ¿Qué podía hacer él si lo menospreciaban y lo trataban como a uno más?

 

La idea de presentarse, de momento, estaba descartada. No tenía sentido gastar saliva en decirles como se llamaba si era posible que no volviese a ver a ninguna de las otras tres personas nunca más. Puede que después cambiase de idea, puede que no. Era impredecible como la vida misma.

 

Pero bueno... como parece que se da prioridad a los libros antes que a la bebida... —dijo con un tono de voz más típico en un niño caprichoso que en un hombre adulto. —¿Podrías decirme dónde encontrar un libro en el que me indiquen cómo consigo que me sirvan un café en este local? —preguntó mirando a la señorita Lestrange fijamente con su penetrante mirada azul. —Imagino que, si tienen el atrevimiento de poner una taza de café en el cartel, el café que sirvan será de calidad y no una porquería, ¿verdad? —cuestionó finalizando con una agradable pero falsa sonrisa.

 

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La primera en hablar era una agradable mujer, la cual parecía amable y tranquila, de manera educada saludo y se presento antes de indicarme que le gustaría algo de poesía, aquello hizo que mi corazon se acelerara, siempre había tenido debilidad por aquel genero, lo cual me hizo sonreír abiertamente.

 

Uno de los magos que estaban ahí mismo, comenzó a protestar, giré la cabeza de la dama para fijarme en el, lo observe unos segundos intentando mantenerme calmada, me parecía de muy mal gusto que protestara, cuando yo me había dirigido a los tres por igual, y era de esperarse que por caballerosidad debía atender primero a la mujer. Sonreí excusándome con ella antes de responder a los reclamos.

 

--Asumo que si estas en la librería es porque querías un libro-- respondí en el mismo tono--si quisieras un café hubieras seguido los señalamientos...-- indiqué mostrando las escaleras donde había indicaciones para subir al segundo piso donde la cafetería se encontraba.-- ¿No necesitas un libro? simplemente fíjate a tu alrededor para encontrar lo que buscas, sin ser grosero y sarcástico...-- respondí algo alterada por la actitud infantil que el mago presentaba, resople rodando los ojos e intentando calmarme-- Si lo que deseas es un café, es tan sencillo como subir esa escalera y entrar por la puerta con el letrero que dice "CAFETERÍA".

 

--Disculpa, en cuanto el caballero logre su objetivo y llegar a la cafetería, te llevaré al área de poesía, donde podrás encontrar lo que deseas...-- dije a la mujer que parecía preocupada --¿Crees poder llegar solo a la cafetería o necesitas que te lleve de la mano? Y es mas que obvio que es el mejor café que jamas hayas probado, ve y yo te lo invito, quizás así te pongas de mejor humor y aprendas a ser educado-- Volvía a dirigirme al hombre, no solía perder los estribos de aquella manera, pero su actitud había sobre pasado mis modales y amabilidad.

 

 

@David James Potter @Gabriel W Diggory @Kutsy Stroud Lenteric

Editado por Sol Lestrange Black

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De forma intempestiva lo que parecía una tranquila mañana se convirtió en una tormenta, como cuando un día soleado se ha teñido de gris y el astro rey se ve relegado en el olvido, si bien en un primer instante no comprendí del todo el sentir del mago que parecía ofendido, ciertamente decidí mantenerme al margen de la situación después de todo cada uno tenemos el derecho de expresar nuestro malestar, sin embargo no compartía en absoluto la forma como lo estaba haciendo que mi gesto tranquilo paso a uno de fastidio reflejado por la forma como mordí mi labio inferior.


Por breves minutos me quedé relegada admirando la escena entre ambos magos mientras me preguntaba si valdría la pena inmiscuirme y con ello buscarme problemas que no requería. Tras deliberar aquella discusión interna y escuchar con atención las palabras que la señorita Lestrange me dedicaba, negué con suavidad la serie de deliberaciones a las que había llegado. Tenía dos caminos, entrar en la disputa y poner en claro que esa no era la forma como aquel cliente debió tomar la situación o sencillamente dirigirme a los estantes y admirar los títulos hasta que uno llamará mi atención… ¿Qué haría? Me quedé preguntándome con una expresión de preocupación.


Finalmente tras recordar a mi madrina, una mujer a la que le debía demasiado, decidí honrar su memoria y hacer lo que Bel Evans haría en una situación similar. Saque de mi chaqueta una liga y ate mi cabello en una alta coleta, para después dar un par de pasos y quedar frente a que mago que ni su nombre conocía –ciertamente no me conoce y segura estoy de que ni siquiera querrá eso después de esto – jamás me había caracterizado por una mujer violenta y no comenzaría en ese momento sin embargo a veces los buenos modos no eran suficientes –pero considero ante todo que el respeto es lo primordial cuando expresamos nuestro enfado ante algo que consideramos nos ha afectado de forma deliberada -.


Mi expresión era serena que me permití esbozar una sonrisa conciliatoria –no es de sorprenderse que la señorita responda de este modo –quizá algunos pensarían que se trataba de una pelea de géneros, pero conocía tan poco de aquel mago que no me aventuraría jamás a dar un juicio sin más, –mire quizá usted no vino aquí para entablar conversación con nadie y sólo quiere un café a solas para pasar un tiempo a solas, no obstante, creo que olvida que es parte de un sistema –. Esas fueron mis últimas palabras hacia él. Gire mi cabeza un poco para mirar a la dueña y decirle –su librería es preciosa.




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Me había acercado a una de las mesas centrales, ojeando un par de libros de magia avanzada que había sobre él y otros de hechizos protectores. Sospechaba que pronto los iba a necesitar pero la voz femenina que resonó en el local me hizo levantar la vista de mi lectura. Estudié a la morocha esbelta que acaba de ingresar, algo abrigada para la época, pero no se podía negar que las botas resaltaban sus piernas. Parecía que amaba la lectura por su expresión, no pude evitar sonreír divertido, me gustaban los libros, pero no es que fuera un fan total.

 

Definitivamente a los extranjeros les gusta hacerse notar en Inglaterra, pensé cuando no había pasado mucho tiempo e ingresaba un mago a los gritos saludando y buscando ayuda para algo que no terminó de explicar, estaba del lado opuesto a la puerta de entrada, por lo cual había quedado oculto a los ojos de los dos recién llegados. Quizás eso fuera lo mejor, porque seguro el par pensaba que yo estaba allí para atender y me vendrían a pedir asesoramiento si no tenía cuidado. Aunque no era un mal plan con la morocha pero no así con el otro gigante con tonada extraña.

 

Una suave voz me descubrió, o al menos al hablar a los presentes en plural y por un momento fijar sus ojos en mí antes de pasar a observar a los otros me hizo dar cuenta de que había notado mi presencia. Obvio, la bruja venía desde una escalera lateral y quedábamos todos a la vista de ella, sobre el mismo pasillo.

 

La bella morena fue la primera en hablar y el siguiente fue el útimo en llegar, que descaro, yo había sido el primero en ingresar al local y el tipo se creía con derecho por abrir primero la boca, a los gritos. Lancé una carcajada al escuchar las réplicas, más infantiles que las mías, lo cual era asombroso. Miré hacia arriba y lancé un resoplido, señalando las escaleras hacia el nivel superio, donde alcanzaba a ver algunas mesas en el piso superior, pero ya la bruja que nos había atendido indicaba lo mismo que le hubiera señalado yo.

 

--De verdad caballero, para quejarse el derecho me asistiría a mí, que fui el primero en llegar y no a usted que llegó al final --dije mientras me acercaba al grupo con el libro de hechizos que había escogido.

 

--Creo que tranquilamente puedo ceder a la dama, que llegó antes que usted, y como dijo la dueña del lugar, puede usted seguir la cartelería, claro que si solo reconoció el lugar por la taza de café quizás no sepa leer, mejor siga el aroma a café que baja por las escaleras y llegará a un mejor lugar para usted --le guiñé un ojo y pasé a su lado sin darle mayor importancia mientras me dirigía hacia otra de las islas de libros en el que había visto un cartel referido a deportes mágicos.

 

--Espero a que se desocupe --dije a la dama al pasar a su lado.

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~ Muchas gracias Mi Reina ~

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Se encogió de hombros mientras escuchaba a la señorita Lestrange. Estaba acostumbrado que se le dirigiesen con ese tono que ella utilizaba, a fin de cuentas era el mismo que el joven mago solía usar. Pero había una diferencia entre ambos, uno era un humilde cliente que quería pasar el día en un bonito lugar y ella parecía ser una empleada sin mucha paciencia. Estar con esa actitud de cara al público no era aconsejable.

 

Tus palabras pueden tener su lógica, pero no… Yo no quiero el café en la cafetería, lo quiero aquí y mientras lo tomo mirar qué libros hay y ver si alguno me interesa —contestó pensativo mientras echaba un rápido vistazo a los libros más cercanos que había. Claro que, si finalmente tenía que ir a la cafetería no se quejaría, él era de la clase de personas que se conformaba con pocas cosas y nunca se quejaba. No, mentira.

 

Escuchar lo que los otros clientes le decían le parecía hasta divertido. Entendía que se pusiesen al lado de la mujer que se llamaba Sol. Pero vamos, le daban exactamente igual sus opiniones. Le entraban por un oído y le salían por el otro, sus visiones diferentes no le harían cambiar de opinión ni lo más mínimo. Normalmente él no era el que estaba equivocado, era el resto.

 

De la manita, por favor —dijo con un tono de voz triunfal, como cuando un niño consigue lo que quiere después de una rabieta. Acto seguido estiró el brazo acercándolo a la mujer para que le agarrase de la mano. Se había ofrecido a guiarlo de esa forma y ahora esperaba que así lo hiciera. ¿Por qué aprender a ser educado si así también se conseguían las cosas? —Espero que tengas unas manos suaves y cuidadas

 

Como había logrado lo que quería y encima parecía llevarse un café gratis su actitud mejoraría de inmediato. Era la primera vez que se hacía con lo que quería tan rápido, desde luego le gustaba ese sitio. Allí donde aceptaban sus caprichos siempre volvía.

 

¿Tienen también pastelitos? ¿Me invitarías a uno? —preguntó pensando qué pastelito le apetecería más. Seguro que alguno que llevase limón o un sabor parecido le entraría muy bien en el estómago. Su pregunta, ahora, fue en un tono afable y educado. Por las buenas, el antiguo miembro de Gryffindor era la persona más encantadora que uno se podía encontrar.

 

Mientras esperaba que la dependienta se decidiese a agarrarlo y a llevarlo a la cafetería miró para los otros dos clientes alternando la mirada del uno al otro.

 

¿Tú sí ha venido a entablar conversación, señorita Evans? —cuestionó recordando las palabras que antes le había dedicado. —Si es así, ven. Estaría encantado de escuchar los fascinantes temas de conversación que seguro una mujer como tú tiene —dijo con amabilidad enviándole aquella oferta de mantener una diálogo que quién sabe lo interesante que podría llegar a ser.

 

Y por último pero no menos importante, y al fijarse en qué zona se encontraba el otro hombre de la escena, decidió llamarle aunque no tenía ni idea de su nombre. Tampoco se había presentado, o si lo había hecho no lo había escuchado.

 

Caballero, venga también para la cafetería, si le gustan los deportes seguro que tenemos mucho en común —finalizó.

Editado por David James Potter

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Escuché a los magos que estaban nuestro alrededor emitir su opinión , que obviamente era la misma que la mía, la manera infantil que el hombre que no había ni siquiera tenido la educación de presentarse dejaba mucho que desear y comentar, como era de esperarse utilizo el método que ya había mostrado, escudarse en sarcasmos para hacerse notar, aquello me provoco una suave y cantarina risa, finalmente el tipo podía ser un mal educado y egocéntrico pero si lo veías por el lado amable era divertido.

 

--Es usted un caballero...ojala otros tomaran su ejemplo-- dije dirigiéndome al segundo hombre que paciente había dicho que esperaría por mi atención, aquello le dio un punto a su favor, al igual que al joven Evans que miraba la escena entre consternada y afligida, para mi aquello era cosa de todos los días, estaba demasiado acostumbrada a ello. El hombre a mi lado invito a ambos a tomar un café por lo que amplíe la invitación.

 

--Oh vaya de la mano como niño pequeño y con pastelito claro-- dije en tono burlón-- te puedo jurar que en toda tu vida nunca has tocado mejores manos que las mías...- dije pagada de mi-- No se con quien estés acostumbrado a tratar...-- afirmé rodando los ojos--Creo que podemos todos ir a beber algo, es lo mejor que ha salido de la boca del señor, para compensar este mal momento cortesía del desconocido caballero, y después volver a la librería...Me acompañan por favor...-- dije sonriendo abiertamente.

 

-- Como las personas que sabemos leer notamos, la cafetería esta en el primer piso...-- dije mirando con una sarcástica sonrisa al hombre que seguía con la mano extendida -- del niño me encargo yo, pasen adelante por favor...-- dije cediéndoles el paso escaleras arriba-- Y tu pequeño camina --dije tomando su mano, para prácticamente arrastrarlo con poca ternura hacia las escaleras.

 

 

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Estoy de acuerdo, últimamente hay mucho mal educado que no sabe comportarse como debe —comentó con mucha caradura. Sabía perfectamente que aquella indirecta había sido para él, pero no se dio por aludido. A fin de cuentas, se consideraba todo un caballero. Siempre lo había sido y siempre lo sería, pero no era un caballero así porque sí, solamente lo era cuando la ocasión lo requería y cuando la otra persona se había ganado que la tratasen así.

 

Sonrió con tranquilidad. El tono burlón de la señorita le parecía divertido y para nada ofensivo. No solamente los niños pequeños iban de la mano de otras personas, así que si esperaba una reacción negativa de su parte no lo conseguiría. Además estaba contento, también iba a poder hacerse con un pastelito que con un poco de suerte sabría muy bien. De lo contrario, se encargaría de quejarse como era lógico.

 

La verdad es que posiblemente lleves razón —comentó acerca de sus manos, pero no era del todo un piropo y se lo iba a aclarar. —Pero no tiene mucho mérito, hace tiempo que no me agarraba de la mano de nadie —dijo con sinceridad. Imaginaba que la última vez que se había agarrado de la mano con otra persona había sido con su última ex-novia, pero ni lo recordaba. Tampoco recordaba quién había sido su última pareja, había tenido bastantes pero llevaba tiempo sin tener ninguna clase de relación sentimental y no tenía prisa por encontrarla. Ahora, buscaba a una princesa rosa y no se conformaría con cualquiera, a diferencia de antaño.

 

Esperaba que las otras dos personas aceptasen la invitación de subir a la cafetería para tomar algo y mantener una conversación que interesante o no, seguro era entretenida. Con él, seguro que algo pasaba. Cuando la situación estaba demasiado aburrida siempre se encargaba de poner su toque personal para que todo se volviese más loco y divertido.

 

¡Anda! Además de tener unas manos suaves sabes leer... —comentó con falsa admiración. —Ya no quedan mujeres como tú, ¿eh? —habló sarcásticamente. Pero no lo hacía por ser mala persona, solamente se estaba defendiendo de su ataque, de su sarcasmo. Todo el mundo estaba en su contra y no tenía claro el motivo, él era un trocito de pan recién hecho.

 

Se quedó junto a ella esperando que los otros dos avanzasen primero. Y cuando les llegó el turno a ellos se quejó. ¿Por qué? Porque esa mujer no tenía nada de tacto, nada de cuidado.

 

Oye, no hace falta que me arranques el brazo —se quejó mientras la miraba intentando no quedarse atrás. Quizá no había sido una buena idea dejar que ella se encargase de guiarlo de esa forma. —Como me rompas el brazo vas a tener que invitarme a cafés hasta que me canse —le advirtió intentando no tropezarse con las escaleras. Sólo faltaría que además de un posible dolor en el brazo se cayese y se hiciese daño en otras partes de su cuerpo.

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Instantes…. Ese había sido mi único pensamiento mientras el mago que parecía alejado de toda la escena era incluido en un momento que aunque irreverente, había sido suficiente para que aquellos tres extraños, y yo, nos pusiéramos a deliberar sobre los buenos modales. Y tras lo que parecía una escena de caos finalmente terminó por ser una mala jugada de la suerte para claudicar ante lo inevitable, interacción humana.

 

Sonreí de medio lado, me quite la chaqueta y la coloqué alrededor de mi brazo derecho. Con forme analizaba si las palabras dichas por el mago que deseaba un café eran del todo sinceras decidí sencillamente asentir y caminar detrás de la bruja, llamada Sol, y el mal educado que en definitiva había obtenido lo deseado. Inspire profundamente mientras cerraba los ojos y desataba mi cabello, guardaba la liga en una de las bolsas de mi pantalón negro y admiraba la arquitectura del lugar.

 

Trataba de no escuchar el diálogo que la pareja de enfrente tenía pero resultaba imposible al estar sólo a un par de pasos de ellos que tras escuchar que le arrancaría el brazo, reí con suavidad y me coloqué al lado contrario de Sol, le ofrecí mi brazo al caballero y dije con tono divertido -si me lo permite yo misma lo escoltare -me sentía como esos viejos caballeros de antiguas usanzas -le aseguro que conmigo nada malo le ocurrirá -le dediqué la más cálida de mis miradas mientras le sonreía en espera de su siguiente movimiento -además acertó al declarar que me gustaría entablar una conversación-.

 

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Estaba prestando atención a su mano, temiendo que en cualquier momento se despegase del resto de su cuerpo por la falta de ternura de la empleada del negocio. Con todos sus sentidos puestos en esa única misión, se sorprendió al darse cuenta de que la otra mujer se había colocado a su lado. Al principio no entendió bien qué estaba sucediendo, pero cuando lo comprendió la sorpresa empezó a ser grata, muy buena.

 

¡Eres un encanto! —exclamó aún con tono de sorpresa al enterarse de su ofrecimiento, que como no podía ser de otra manera, aceptaría. —Es usted una dama... ojalá otras tomaran su ejemplo —dijo con una amable sonrisa. No solamente era un halago, era una indirecta para la otra mujer. Y si a alguien esa frase le resultaba familiar es porque se la había copiado a la señorita Lestrange, pero cambiando la palabra caballero por dama. Incluso llegó a plantearse imitar su voz para dejar más obvia la referencia, pero sabía que no le saldría bien.

 

Trató de soltarse de la mano que lo agarraba y cuando lo logró, se sujetó al brazo de la otra mujer, aquella que se había ofrecido a guiarlo con la promesa de que no le ocurriría nada malo. Esperaba que fuese cierto y no un engaño, a fin de cuentas no la conocía de nada y podía ser una mentira piadosa para hacerle más daño que la otra persona, pero no lo creía, se le veía buena persona. Claro que, su radar para detectar a los buenos y a los malos solía fallar a menudo.

 

Será todo un placer conversar. Se la ve interesante —añadió con sinceridad y una amplía sonrisa bien agarrado a su brazo. Y sí, ahora lo decía con sinceridad y no como antes, que en realidad había sido más amable que de costumbre para que todos fuesen con él a la cafetería y así no estar solo. Cuando lo trataban bien, correspondía con creces.

 

Su capacidad para ser el más insoportable del mundo, pero también el más encantador del mundo hacían que nunca fuese indiferente. Era odiado por algunas personas, pero también querido por otras. Normalmente no había intermedios respecto a su persona, todo eran extremos. O blanco o negro, casi nunca gris.

 

¿Te gusta la poesía, verdad? Te puedo asegurar que yo soy todo un poeta —comentó con cierto orgullo. Quizá exageraba, o mejor dicho, estaba exagerando. Pero no mentía del todo, en alguna ocasión había escrito algún poema y si pensaba un poco, seguramente se le ocurría alguna rima bonita que poder recitar. Hablar de poesía podía ser un buen comienzo para la conversación.

 

Solamente una persona de las tres, Kutsy, se había ganado el derecho para conocer su nombre, pero decidió decirlo para todos y que así tuviesen una forma más correcta de referirse a él.

 

Me llamo David y os aseguro que, por un motivo u otro, lo recordarán para siempre —no era una amenaza, solamente una promesa de que intentaría dejar huella en cada uno de ellos. No necesariamente por algo malo.

 

 

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