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Jock
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La mirada del patriarca de los Black Lestrange se encontraba perdida en el horizonte. Cualquiera podría pensar que estaba intentando observar las costas de Dinamarca desde aquel lugar y que, mientras tanto, la música que formaba parte del soundtrack de su vida sonaba en su cabeza.

Había sido una semana intensa. La gente del Ministerio de Magia se había opuesto hasta el último minuto a la utilización de trasladores para llegar a la Reserva Mágica Newt Scamander.

No entiendo la insistencia de no querer utilizar ni la Red Flú ni algunas de las salas disponibles de la Cabaña del Departamento de Criaturas Mágicas… si las instalamos es precisamente para mejorar el tránsito y el uso de cualquier ciudadano —solían escuchan Jocker y Keaton, que se habían visto en la obligación a hacer sus clases en paralelo.

Ninguno de los dos mortífagos entregaba mayores antecedentes de sus motivos, o más bien, de sus verdaderas motivaciones y se limitaban a responder lo justo y necesario frente los distintos empleados, jefes de oficina y directores con los que debían tratar. Desde la caída de la Marca Tenebrosa y la Órden del Fénix, los gestos políticos en el mundo mágico se habían vuelto delicados, y es que, con la insólita caída de aquellas antiguas y poderosas organizaciones, cualquiera otra podía sufrir el mismo destino, incluido el Ministerio de Magia.

Antes de partir hasta la Reserva Mágica, Jocker se había encargado de investigar un poco de su estudiante y le había enviado una lechuza indicándole que –como no poseía la habilidad de Idiomas- debía hacerse de uno de los libros de traducción mágica que solo era posible conseguir en la Biblioteca de Alejandría y que, al llegar al aula de Conocimiento de Maldiciones debía usar un hechizo cualquiera y que le permitiese romper el espejo encantado del tamaño de un ser humano que no reflejaba rostros y que se encontraba justo al lado de uno de los ventanales de la sala de clases.

Lo que Jocker no le había dicho a la muchacha era que, al hacer el encantamiento contra el espejo, un boggart saldría a recibir el impacto, impidiendo que el espejo sea quebrado y que, una vez haya vencido a la criatura, el espejo dejaría de estar encantado y ahora sí reflejaría su rostro.

El mortífago esperaba que la curiosidad llevara a Binfeyd a tocar el espejo, pues era un traslador que la llevaría hasta la misma habitación en donde él se encontraba, mirando el horizonte. El animago se había asegurado también de aplicar una serie de hechizos protectores al espejo, en caso que la exmiembro de la Orden insistiera en cumplir con lo asignado en la lechuza.

El gruñido de un hipogrifo le hizo salir de su ensimismamiento, haciéndole notar que la hora se acercaba y todavía no se había comunicado con su compañero Keaton. Pues, si bien habían acordado ir al mismo lugar, todavía no tenían claro si se encontrarían y harían codocencia. Después de todo, el terreno de la Reserva Mágica era muchísimo más amplia que lo que estaba declarado en los mapas del Ministerio de Magia.

«Ya veremos si salimos de excursión» pensó mientras recorría con sus ojos el espacio en donde él dictaría la clase de Conocimiento de Maldiciones, al menos la parte práctica: un aula de paredes blancas, amplios ventanales sin vidrios (aunque hechizados para que el viento no entrase y volara todos los papeles y objetos pequeños que allí habían) y un gran espejo cuyo vidrio iba y venía, pues se trataba de un raro tipo de traslador.

Jocker recorrió caminando el amplio salón que tenía solo un mesón alto en el centro, a modo de laboratorio y que tenía encima algunos pergaminos limpios, plumas y tintas; repasó los títulos de los libros que había seleccionado para una pequeña biblioteca que se encontraba empotrada en una de las paredes y se aseguró que en el armario hubiera algunos taburetes extra por si Keaton y su estudiante decidían acompañarles.

Un nuevo gruñido llamó su atención. Esta vez no pudo diferenciar qué animal era el que lo había hecho, pero sacó su cabeza por los ventanales para tratar de ver algo. Al hacerlo, pensó en la cara que pondría Binfeyd al darse cuenta que, prácticamente, el aula estaba casi a la altura de las nubes (aunque ese día estaba despejado y el cielo celeste se perdía con el azul del mar a la distancia), siendo sostenida solo por una muy larga vara que nacía en la tierra y que se elevaba entremedio de los árboles.

Editado por Jock

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Keaton volvía a la Universidad, y después de un tiempo considerable, lo hacía pero como docente de aquella asignatura. En opinión del italiano, era de los conocimientos que todo mago o bruja deberían de te estudiar desde antes incluso de su salida de Hogwarts, porque los dejaba más preparados para el mundo en el que vivirían, pero en fin, él no organizaba los planes de estudio de aquella instancia y solo debía de preocuparse por los valientes que se animaran a tomar el conocimiento con él.

 

El ojiverde arribó un poco más tarde de lo que él mismo había querido, por lo que de seguro Jocker ya estaba en la sala aquella en donde ambos recibirían a sus estudiantes. De allí en fuera, desconocía cómo se desenvolvería aquello, porque si bien el Ravenclaw estaba ya consciente de lo que quería para su primer clase como docente de aquel conocimiento, al llevar una clase conjunta en el mismo lugar, bueno, tampoco sabía cómo se había organizado su compañero y el destino era incierto de alguna manera.

 

—Jocker, un placer verte, hacía mucho que no nos dabas el honor de contemplar tu espléndida figura —Dijo el mortífago a modo de saludo y se colocó cerca de una de las ventanas de aquella alta estancia.

 

Antes de arribar al sitio, se había encargado de que una lechuza arribara hasta donde Heliké Rambaldi Vladimir para avisarle que debería de presentarse lo antes posible a su clase de Cuidado de Criaturas Mágicas en aquel mes de febrero. Aunque no sería tan fácil. En la nota que le llegaría solo se le decía a la estudiante "Nororiente de Inglaterra, Mar Negro. Usar ropa cómoda", junto con la figurilla en miniatura de un basilisco, que cuando la mujer pronunciara el nombre del lugar al que debía de llegar, cobraría vida, se convertiría en un traslador, y la llevaría hasta donde estaban en esos momentos Jocker y él.

 

Aquel mes era uno especialmente complicado para muchos magos y brujas de la nación británica, pues después de la caída de los dos bandos clandestinos que vivían en la ilegalidad, la gente no sabía muy bien en quién sí y en quién no confiar, sobre todo en las instituciones, porque si ya habían caído dos de las más importantes, aunque fueran ilegales, ¿quién decía que no correrían el mismo destino el Ministerio, la Universidad, Hogwarts, Gringotts o el Concilio de Mercaderes? Era por ello, que más que nunca, los docentes debían de dar esa seguridad momentáneamente perdida.

 

—Veamos que tal sale esto —Dijo el Animago con un dejo de sarcasmo en su palabras y se dedicó a observar el paisaje desde las alturas.

Editado por Keaton Ravenclaw

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Caminaba de un lado para otro, nerviosa... Iba de nuevo a la Universidad y a pesar de leer el libro sobre criaturas mágicas que había comprado hacía tiempo, estaba intranquila. En el salón el fuego de la chimenea chisporreataba dando un calor agradable a la estancia. El té encima de la mesa auxiliar y varios libros esparcidos por el suelo. Por el momento en la casa, estaba en silencio y lo agradecía. Aún esperaba que me llegase la notificación para asistir a clase y, de momento, no había tenido respuestas. Ajusté el chandal que tenía puesto (de color negro) y anudé los cordones de mis zapatillas de deporte.

 

Guardé la varita en el bolsillo cómo así el morral de cuero dentro del bolsillo del pantalón. En ese instante, llegó una lechuza por uno de los pasillos y me asombré... Supuse que estaría alguna ventana abierta, con lo que podía colarse fácilmente al lugar en dónde estaba. Dejó el pequeño paquetito y una nota. Suspiré nuevamente para tranquilizarme y até el pelo en una cola de caballo alta. Dejé una nota a mi marido y en cuánto recogí lo que me había traído el animal, éste se dio la vuelta para desaparecer de la casa. En cuánto deshice el pequeño paquetito vi un basilisco pequeño y me sorprendió. Seguro que, de verlo Sagitas, lo querría para él.

 

Tomé la nota y lo leí en voz alta, la magia empezó y la pequeña serpiente empezó a moverse, lo recogí con la mano y enseguida noté el tirón. Era un traslador y farfullé varias palabras malsonantes. Aterricé de bruces en el suelo y a unos cuántos metros más allá, divisé una figura conocida. Me limpié el pantalón, la camisa y la chaqueta de la hierba al darme de narices. Negué con la cabeza y con alegría me acerqué al mortífago...

 

- ¡Hola profesor! - le saludé dándole una palmada en la espalda...

 

- ¿Cómo es que me has citado aquí? ¿Alguna criatura interesante para enseñarme? -pregunté con inocencia y curiosidad mirándolo risueña y aunque ambos éramos compañeros de la Marca Tenebrosa, aún temíamos que pasara algo más. No tenía ni idea de lo que pasaría en un futuro. Una magia extraña, había barrido a los dos bandos clandestinos y, aunque a mi marido le llenaba de paz por ese hecho, yo estaba igualmente intranquila...

 

- Esperemos que no haya muchos peligros por aquí... Siento que se nos ha robado mucho poder, ¿no te parece? -pregunté ahora con una ceja alzada - pero bueno, no estamos aquí para arreglar el mundo - dije divertida- así que, profesor Ravenclaw, estoy en sus manos... espero que pueda aprender lo máximo posible contigo - le dije, guiñándole un ojo.

 

@@Keaton Ravenclaw p.d.: ¡siento la tardanza en contestar!

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Keaton pensaba en la gran cantidad de Criaturas Mágicas que se hallaban a lo largo y ancho de aquella reserva... Allí mismo estaba su Dragona, aquel hermoso ejemplar de Hocicorto Sueco que tanto añoraba poder tener en sus manos, y por el cual, estaba haciendo hasta lo imposible por llegar al poder de magia requerido para poder acreditar su manejo. Además, durante mucho tiempo, pasaba horas enteras, incluso días, caminando por aquella Reserva (y no precisamente de manera legal), motivo por el cual, conocía mucho de sus secretos.

 

Así pues, cuando Heliké tocó el mismo suelo que él y ésta lo saludó con tanta efusividad, el ojiverde no pudo evitar soltar un suspiro, porque aquello significaba que tendría que pasar a la clase, interrumpiendo así sus recuerdos sobre aquellos días de placer. Volteó el redondo a ver a su alumna, y ésta, como siempre, estaba guapa, con aquella expresión de hambre de poder, tal como siempre había sido la Rambaldi. Le sonrió, porque en verdad le encantaba poder pasar un rato con ella, bien por los viejos tiempos, bien por la conexión que ambos compartían al ser vampiros.

 

—La verdad es que esto ha sido más idea de Jocker, pero no es que me desagrade, conozco perfectamente el lugar, por lo que algo podremos aprender. Y aquí hay siempre una criatura o más interesantes —Dijo el Ravenclaw con simpleza —Y los peligros acechan a la vuelta de prácticamente cada esquina de esta reserva, pero con tus habilidades y mis conocimientos, verás que salimos de esto —Comentó —Y ten más cuidado con tus palabras, para como estamos, decir algo de más podría acarrearnos cientos de problemas —Dijo en un tono más serio al escuchar la alusión a sus poderes perdidos.

 

En fin, que el mortífago no estaba para reprender a nadie, así que lo mejor sería poner manos a la obra con la clase. Se volvió a asomar por la ventana de aquella sala y se giró en redondo a la mujer y le guiñó un ojo y le indicó que le siguiera. El vampiro tal cual si fuera un murciélago, se arrojó por la ventana hacia el vacío. La caída sería de más de cincuenta metros de altura, pero al poco tiempo de llegar al suelo, empleó el Amuleto Volador otorgado por el Libro de la Fortaleza, y planeó aquel último tramo hasta aterrizar. Esperó a que Heliké lo imitara, o al menos, hiciera algún otro movimiento, pero teniendo en cuenta el hechizo antiaparición que tenía toda la isla, no veía otra manera.

 

—Bueno, querida alumna, dime, ¿qué sabes de la Reserva Mágica "Newt Scamander"? ¿qué sabes de las distribución de la misma? ¿tu cuentas en estos momentos con alguna criatura que no puedas controlar que esté aquí o en algún momento tuviste alguna criatura aquí? —Empezó a invadirla con cuestionamientos justo después de que se posara a su zurda.

 

En aquellos momentos estaban muy cerca del lago Alkali, se podía escuchar ciertos chapoteos que venían de allí... ¿un kelpie tal vez?

 

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- ¿Ah sí? -pregunté sorprendida- bueno igualmente es un lugar fascinante... creo que no puede haber sitio mejor para aprender sobre todo tipo de criaturas - le dije con una sonrisa.

 

- jejeje bueno, yo sólo espero estar a la altura de las circunstancias Keaton -asentí con la cabeza, pero al escuchar sus últimas palabras, fruncí el ceño y negué con la cabeza - venga vamos, no creo que por aquí haya magos que nos espíen. Estamos en confianza, ¿o no? -sonreí ahora, más abiertamente- pero descuida, que de mi boca no saldrá nada - hice un gesto de cierre de cremallera con el dedo índice y pulgar- aunque por supuesto, no deja de ser... -suspiré- inquietante todo lo que ha pasado...

 

- ¡eh! -le dije, asustada por lo que iba a hacer. Pero en cuánto me asomé negué con la cabeza. El mortífago estaba esperándome ahí abajo y comprendí enseguida, el gesto que me había hecho con la cabeza. Suspiré. No me gustaba para nada hacer eso, pero no me quedaba más remedio que imitarlo y llegar a su altura. Bufé otra vez.

 

- Pues, no queda de otra - susurré y saqué el morral de cuero que estaba guardado en mi bolsillo y de él extraje el Amuleto Volador, puse el colgante con forma de alas en mi cuello y "armándome" de valor me subí a la ventana y me tiré al vacío. Tras una ligera caída vertiginosa descendí suavemente hasta planear y aterrizar de forma suave en el suelo. Guardé el objeto nuevamente dentro del morral y de ahí, otra vez, al bolsillo...

 

- Espero que no tenga que volver a pasar por ésto -murmuré enfadada. Aunque supuse que si lo había hecho así el profesor era porque no se podía hacer de otra forma. Menos mal que había conseguido obtener el Libro de Aprendiz de Brujo en su momento. Internamente me alegré de conseguirlo. Había sido una buena inversión y, me alegraba de tener ese objeto en mi poder.

 

- ¿Eh? -me quedé un poco desconcertada ante tanta pregunta. Pero intenté serenarme y organicé las respuestas en mi cabeza antes de decir cualquier burrada. Por supuesto, había leído muchas cosas de animales y sobre todo el del tan autor conocido Newt Scamander pero tampoco esperaba que me hiciera decir todos los bichos en los que estaban clasificados...

 

- Esto, sí... -no supe porqué pero me puse nerviosa... Sólo esperaba que no nos atacara ningún animal peligroso- pues de lo que sé de ésta reserva es que hay brujas y magos que tienen aquí animales que, con su poder, no podrían controlarlos de la misma forma que si se fuese una categoría alta, como la de la Órden de Merlín. Y creo que puede haber especies que, si están en peligro de extinción por cualquier causa, éste es un buen lugar para protegerlos... ¿Distribución? -sonreí con un gesto burlón - querido, no tengo ni idea de cómo está ésto distribuído... No sé si es lo mismo que en el Magic Mall. ahí si he comprado montones de criaturas, todas estaban en una especie de rediles y con su clasificación pertienente... creo... y es más, cada una con una categoría diferente... según yo recuerdo -fruncí el ceño, pensativa.

 

- La verdad es que no... no poseo animales fuera de mi propio poder. Sé que mi prima Xell, creo que tiene un dragón por aquí, pero no estoy segura del todo... Si te soy sincera, es la primera vez que vengo a éste sitio - elevé mis hombros- yo sólo he comprado animales según podía subir de categoría social -le dije con una sonrisa- aunque mi esposo, Matt, el director de Accidentes - le aclaré- tiene un dragón en casa, aunque creo que es más de Sagitas y un fénix... Pero si estoy segura, pertenecen más a la mansión Potter Black.

 

No sabía si estaba dando información demás o insuficiente. Pero eso ya me lo diría él. Era cierto que no tenía mucha idea así que, esperaba que él me fuese dando las pautas para tratar con criaturas mágicas.

 

- Imagino que, si apruebo ésta asignatura... ¿podré venir en otra ocasión? -le dije con cierta inocencia. Sabía que podía hacerse, pero otra cosa es que el tutor de la clase en esos momentos, diese el permiso- cuando tenga tiempo, últimamente en el Ministerio siempre hay problemas - bufé.

 

- Y bueno, espero que me guíes por aquí, desconozco por completo éste sitio - sonreí ahora, más abiertamente y esperé la respuesta del profesor.

 

@@Keaton Ravenclaw

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Cuando Helike llegó hasta la sala que habían acondicionado para dictar la clase, el patriarca se encontraba revisando uno de los libros que había seleccionado de su biblioteca personal y que hablaba del concepto hebreo “dabar” que iban a conversar como primera actividad de la clase.

Jocker no se dio por aludido ni cuando la muchacha llegó ni cuando ambos se lanzaron por los ventanales del lugar. Era evidente para él que ninguno de los dos estaba cometiendo un acto suicidada, por lo que siguió concentrado en el inicio de su clase que se estaba viendo retrasada por la tardanza de Binny.

Sunev —dijo de pronto, en tono seco, haciendo que su fuel elfo doméstico hiciera su aparición en el salón —¿Recuerdas mi investigación sobre Urim y Tumim? Necesito que traigas los archivos que dejé en la mansión… aprovecharé de hacer una visita a aquel lugar cuando Binny aparezca.

El elfo se limitó a escuchar las instrucciones de su amo y desapareció. Había visto a su amo trabajar horas y horas en aquellos documentos y sabía a la perfección dónde encontrarlos. El elfo se preguntaba, eso sí, si era buena idea que su amo arriesgara la vida de su estudiante para conseguir aquel par de piedras que, según parecía, no eran muy distintas de las runas.

Jocker cerró el libro y se sentó a esperar. Cerró los ojos para escuchar la música que seguía sonando en su cabeza y continuó esperando.

Editado por Jock

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Era más que lógico que la Rambaldi se molestara un poco por la forma en la cual el ojiverde la había hecho bajar, pero es que había que ser sinceros, un poco de emoción a las cosas siempre venía bien. Sonrió entonces cuando la mujer se relajó y empezó a contestar sus preguntas. Sin embargo, el Ravenclaw, al ser precisamente miembro de esa casa, se sentía un poco defraudado por el poco conocimiento de la mujer acerca del lugar en el que estaban, y es que vaya, tampoco era un lugar tan ajeno a la vida de los magos británicos, de hecho, era una de las más grandes reservas mágicas del mundo, pero bueno, se relajó, no todos podían tener esa sed de conocimiento como la tenía él.

 

—Bueno, si, tienes razón, aunque la verdad tienes un concepto muy básico de lo que es la Reserva. Verás, dentros de las funciones de este lugar se encuentran, desde luego, las dos que ya has mencionado: resguardo y protección; sin embargo, también hay aquí expertos magizoologos que se dedican a la curación y tratamientos de todas nuestras criaturas. Por ejemplo, supongamos que regresan las batallas y podemos al fin controlar la magia que nos permite invocarlas al campo de batalla, si llegaran a morir o a ser heridas, este sería el lugar idóneo para traerlas a resurrección o rehabilitación —Comentó el italiano.

 

Ahora, desde luego, iba la explicación de la distribución al Heliké no conocerla, pero de pronto, se escuchó una fuerte detonación a unos kilómetros de ahí, y a los pocos segundos, una densa nube humo se vió desde la poción en donde estaban. Algo había pasado en el hábitat de los dragones. Por un momento se le vino a la mente su Hocicorto Sueco, pero aquel era capaz de defenderse si lo atacaban, lo que le preocupaba era que el hechizo que mantenía a todas las criaturas sin depredarse las unas a las otras, se hubiera roto.

 

—Creo que vamos a tener que dejar esta plática más adelante, Heliké, y vas a conocer por ti misma la la distribución de la isla —Masculló con algo de nerviosismo —¡Lancy! —Llamó a su elfo doméstico, el cual, tras un chasquido, apareció a su diestra —Dile a Jocker que necesitaré su ayuda, si la Reserva está en peligro y estamos nosotros dos dando clases aquí, seguro el Ministerio nos echará la culpa. Dile que nos vemos en el ala Oriente de la isla, en las faldas del sistema montañoso —Dijo con rapidez.

 

Keaton sacó su varita y concentró toda su energía en ella, y tras pronunciar quedamente «¡Fulgura Nox!» se abrió delante de él un portal hacia aquella ala de la Isla. Con una señal le indicó a la Rambaldi que cruzara el portal junto con él, y lo dejó abierto por si el Black Lestrange lo necesitara (o su alumna), para llegar hasta donde ellos. Al llegar a esa parte de la isla, Keaton no pudo dar crédito a lo que veía. Un enorme Ridgeback Noruego, un Opalaye de las Antípodas, una Longhorn Rumano y un Ironbelly Ucraniano estaban teniendo una batalla bastante violenta, las detonaciones eran, desde luego, producto de sus lanzallamas.

 

—Bueno, Heliké, supongo que te ha tocado venir en un buen momento, tu clase será de dragones. Dime ¿qué Libros de Hechizos tienes en tu haber? Me será de muchísima ayuda si tienes los poderes del Libro del Druida y del de los Ancestros —Dijo son más.

 

Aquello era hermoso, desastroso, pero hermoso. La pelea entre cuatro diferentes especies de dragones era algo que no cualquier mago podía ver. El problema sería si entre cuatro magos (suponiendo que que llegara la alumna de Jock) podrían contra aquellos monstruos, porque en circunstancias normales, se necesitaba a mínimo diez magos para controlar a un solo dragón.

 

@Jock @Helike Rambaldi Vladimir

Editado por Keaton Ravenclaw

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- No lo había pensado -murmuré pensativa al escuchar la primera parte de las explicaciones de Keaton. Pero también era cierto que, no tenía ni idea a dónde iban a parar los animales que eran invocados en batallas. Ahora tenía la respuesta y sonreí asintiendo con la cabeza. Bueno, al menos no sufrirían los cuidados de los medimagos, reí por lo bajo y seguí atenta a las explicaciones del Ravenclaw.

 

- la verdad es que es un buen sitio para recuperarse -le dije con una sonrisa- imagino que también se ocuparán no sólo de animales, sino también de plantas mágicas y todo lo demás -comenté, elevando mis hombros. Volví a asentir con la cabeza y esperé las siguientes indicaciones del tutor de la clase. Éste llamó a su lo que debía ser su elfo y le dio varias indicaciones. Imaginé que compartiríamos el lugar con Jocker y hasta con otros alumnos del cuál, desconocía por completo su nombre.

 

Abrió un portal con un hechizo que conocía perfectamente. Lo que me sorprendió en un momento... ¿porqué no había usado ese conjuro antes de saltar? No tenía ni idea, pero suponía que, era por las protecciones del lugar, que hacían inviable ese tipo de encantamientos. No dije nada y seguí al profesor para cruzar el portal, tal y cómo él me había indicado. Aunque no podía estar preocupada. Antes habíamos escuchado una detonación y no sabía por dónde se había producido... Pero al cruzar la puerta oscura me sorprendí... varios dragones estaban luchando y tanto el humo como el fuego estaban bastante presentes en la zona. Ahora sabíamos de dónde venía ese ruído ensordecedor que habíamos escuchado antes.

 

- ¿Estás de coña? -pregunté un poco estupefacta- aunque tenga muchos libros no sé si nos servirán para...

 

Me callé, en ese instante una llamarada lanzada por un dragón vino directamente hacia a mí, abrí los ojos y pensé rápidamente en un 'salvaguarda mágica'. Me volví intangible y el fuego me traspasó cómo si no hubiese estado ahí. Volví a mi estado natural y miré a Keaton...

 

- Tengo hasta el libro de los Ancestros y aún así, no sé qué piensas hacer con todos esos hechizos. Dudo mucho que un orbis bestiarum consiga dominar a un animal de semejante poderío -le susurré al profesor con los ojos abiertos, no podía evitarlo, estaba asustada- y hasta dónde yo sé ni con cuatro magos podríamos controlar a un dragón de nivel medio. Es decir, uno de una especie más pequeña de los que estamos viendo. ¿Seguro que es buena idea? -inquirí, mirando al mago con ojos temerosos...

 

- Y si me lo preguntas, sí, tengo miedo... no voy a dejar de ser menos bruja por decirlo en alto... Jamás me había enfrentado a una situación de éste estilo y, la verdad es que pone los pelos de punta... Hasta mi marido con el dragón que tenemos en casa, lo obedece por ser patriarca... Y otra cosa... ¿no deberían de estar en lugares diferentes? Se supone que son muy territoriales... Quizá por eso tengan ésta pelea...

 

@@Keaton Ravenclaw

 

No sé porqué, pero no me salió tu mención o.ô para la próxima sepáralas, supongo que sería eso... generalmente me suelen funcionar T_T

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—¡Oh, vamos! No seas aguafiestas, Rambaldi —Espetó el Ravenclaw al escuchar las palabras de su alumna y soltó una risa divertida.

 

En el Cuidado de Criaturas Mágicas, siempre, o casi siempre, se corría algún tipo de riesgo, y para las clases, aún más, pues el ojiverde no se imaginaba dando a sí mismo una clase con gusamocos o micropuffs, no, él siempre iba a buscar mayores retos, porque así, como ya lo había hecho en las anteriores clases que dictó, sus estudiantes aprendían más y sería poco probable que olvidaran lo aprendido.

 

—Y no digas bobadas, desde luego que los libros van a servir, y si no para atacar, si para defenderte. Piensa, ¿cuál de los libros que tienes te da un hechizo y un objeto para protegerte del fuego? —El problema era que la mujer estaba tan asustada por aquella escena, que se quedó muda, porque el Triviani dudaba que fuera tonta —¡Heliké, vamos, reacciona! En el Libro del Druida tienes el polen de los lirios de fuego y el Ignea —Dijo con un poco de frustración.

 

Igual él estaba acostumbrado a tratar con criaturas, en el Concilio, cuando llegaban las criaturas de cuatro o cinco x, él solía ser el que las acomodaba en sus hábitats temporales, y no era culpa de Heliké no saber cómo lidiar como lidiar con cuatro dragones. Le sonrió para que se animara. El ojiver sacó entonces su varita y se apuntó a sí mismo para que el hechizo funcionara de la manera correcta.

 

—¡Ignea! —De inmediato, una nube de polvo de lirios de fuego para que el fuego no le hiciera nada. Esperaba que la Rambaldi lo imitara y le siguiera —Sobre los dragones, debes de saber, querida, que su punto débil siempre serán los ojos. El resto de su cuerpo, por más que lo ataques, jamás va a recibir ningún daño, a menos, claro, que tenga alguna escama rota que permita el paso a su carne —Explicó con la voz agitada pues en ese momento una llamarada del Ironbelly Ucraniano le tocó, pero al estar protegido por aquel hechizo, no pasó nada.

 

Aquello era un desastre, no sabía cómo era que iban a poder, pero al menos deberían de intentarlo, porque debían de restaurar el hechizo que los mantenía sin pelear, ya que si no, las demás criaturas deberían correrían peligro de ser quemadas o comidas por los dragones.

 

—Bien, trata de cegar al Longhorn Rumano y al Opaleye de las Antípodas, yo iré a por Ridgeback Noruego y el Ironbelly Ucraniano. Un hechizo de conjuntivitis podría funcionar, pero si eres más creativa y sabes otro modo de dejarlos ciegos, perfecto —Dijo el vampiro y se fue a su posición.

 

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- ¡Qué! -exclamé yo- ¿acaso tú, nunca has sentido miedo? -pregunté ahora, burlona mirando al Ravenclaw- y los dragones si no te conocen bien, pues... pueden pensar que estás intentando usurpar su territorio -murmuré yo.

 

Me había quedado pensativa. ¿Cuál de los hechizos mencionaba el profesor? Intentaba hacer un repaso, hasta que la voz de Keaton hizo que diera un salto del susto.

 

- Si pretendes que me de una parada... ¡no vuelvas a darme otro susto! - le sonreí de medio lado- y no soy tonta - no sabía lo que pensaba el mago, pero no quería que dudara de mi propia magia o del poder que ostentaba - es que, sólo de ver éstas criaturas, conmociona a cualquiera... no sé cómo hay magos que les gusten esas bestias - negué con la cabeza- está bien, está bien -asentí con la cabeza al escuchar la información que me proporcionaba - pero, cómo comprenderás no prentedas que me acuerde de todos los conjuros protectores al momento, ¿no? -le comenté, alzando una ceja.

 

Negué con la cabeza, imperceptiblemente. Y me apresuré a decir el conjuro:

 

- ¡Ignea! - en esos instantes, la invocación surtió efecto. Una lluvia de polen de lirios de fuego que roció mi parte delantera y que al menos si una de esas bestias lanzaba una llamarada estaría protegida por ese fuego infernal- pues, si siguen así, ten por seguro que algún pedazo de escama se saldrá de su sitio...

 

- ¿cegarlo? Lo único que se me ocurre... es volar... porque aunque sea alta y aunque tengamos esa protección extra. Ten por seguro que esos dragones intentarán atacarnos a la menor oportunidad... y da la casualidad de que por aquí en el monedero, tengo un par de escobas -le dije con una sonrisa abierta. Rebusqué dentro del morral y justo con la mano, me topé con una nimbus 3000. Se la pasé con el mango al profesor para que la cogiera. Yo aproveché a rebuscar y me topé con mi 'Saeta de Fuego'.

 

- Son las mejores escobas del mercado. Espero que sepas manejarla -le dije burlona- hace años que no juego a quidditch pero, no creo que sea tan difícil cómo evitar que una blugger te invista -cogí la nimbus la puse entre mis piernas y di una patada al suelo. Enseguida me elevé unos cuántos metros y esperé la mejor ocasión para cegar a los dragones que me había dicho el Ravenclaw.

 

- No sé si las escobas están permitidas en la clase, profesor. Pero creo que es la mejor táctica si no queremos correr mayores riesgos - le dije yo, en voz alta.

 

@@Keaton Ravenclaw

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