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Libro de La Fortaleza XXVII


Dennis Delacour
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Los rayos del sol alcanzaron a colarse por las aberturas de las cortinas en la biblioteca de la mansión Delacour. La rubia había pasado prácticamente la noche en vela tratando de terminar de solucionar algunos asuntos ministeriales que habían quedado sin resolver durante su ausencia para ir a afrontar el curso del libro del equilibrio del cual había logrado vincularse con éxito, cosa que la tenía en extremo feliz pero sus obligaciones no se habían hecho esperar y más cuando la noche anterior le había llegado el anuncio de la Directora de la Universidad mágica de que era hora de dar comienzo a un nuevo curso del libro de la Fortaleza.

 

Esta vez tendría a su cargo seis estudiantes de los cuales tenía la dicha de conocer a la mayoría. Sabía que todos eran poseedores de personalidades muy diferentes así como de grandes habilidades y aptitudes, lo que de seguro terminaría haciendo de ese curso en especial algo muy interesante para la ojiazul. Solo esperaba que pudieran entenderse lo suficiente para trabajar en equipo y avanzar durante su período de instrucción para poder llegar a la fase final que era la prueba que les permitiría su respectiva vinculación.

 

Con algunos de ellos había tratado anteriormente y sabía como era su proceder antes algunas circunstancias, con otros tenía lazos que debería dejar en pausa para poder ser imparcial y justa a la hora de evaluar, pero de lo que estaba segura es que eran magos y brujas hábiles que podrían logran grandes cosas si se los proponían, así que esperaba no terminar decepcionada ante esa idea.

 

Termino de firmar algunos pergaminos que luego envió por medio de su lechuza al saw para posteriormente prepararse para partir. Después de un baño revitalizante, se preparó con un jean azul oscuro y zapatos deportivos a juego y una camisa gris, sobre sus prendas una túnica color negro. Tomó su varita y sus respectivos amuletos para partir al lugar escogido para su clase usando la aparición.

 

En esta ocasión había seleccionado un hermoso pantano, en el cual sus senderos entre matorrales confunden los sitios cubiertos por agua que es de un color verde oscuro y su aroma deja mucho que desear. El agua estancada es hogar de criaturas de todo tipo tanto mágicas como ordinarias lo que les brinda un aire de sorpresa a su paso. El lugar permanece envuelto en una bruma que a duras penas permite el paso de los rayos de sol que es lo que permite ver en el lugar.

 

— El sitio ideal — dice para sí misma mientras hace un par de florituras con su varita para enviar seis sobres informando a sus estudiantes que la clase del libro está lista para iniciar y que deben acudir a ella de inmediato al recibir esa misiva, lo único que deben hacer es tocar la pequeña rama que acompaña el mensaje y que funciona como traslador. Solo espera que terminen en tierra firme al llegar allí.

 

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Me encontraba en el Castillo Rambaldi repasando por enésima vez algunos apuntes que había hecho para la clase del Libro de la Fortaleza. Estaba muy ansiosa por regresar a la Universidad a estudiar; saciar de una vez el hambre de conocimiento que me carcomía por dentro por llevar tanto tiempo sin hacer ningún curso. Había enviado mi solicitud de inscripción para el libro en cuestión con la misma emoción con la que me había inscrito por primera vez a la Academia y con las mismas ansias con las que enviaba cada solicitud de inscripción de cada curso. Un golpe súbito interrumpió mi lectura, que de todos modos estaba a punto de terminar, y me dirigí hacia la fuente del sonido. Un sobre flotaba del otro lado de mi ventana, probablemente retenido por los muchos encantamientos que rodeaban al castillo. Abrí un poquito la ventana y lo tomé en mi mano.

 

Dentro, había una carta y una rama. Decidí primero leer la misiva; normalmente cuando había cosas dentro del sobre solían ser trasladores o tener algún tipo de uso explicado en la carta. Sonreí al ver que la carta era de la profesora que impartiría la clase. Salté en mi lugar varias veces, sin poder contener la emoción, y me zambullí en el vestidor para cambiarme de ropa. Un vestido de invierno de color oliva me cubría el cuerpo hasta las rodillas. Unas medias de red y unas zapatillas deportivas completaban el atuendo. Me dejé el cabello suelto y me coloqué una capa de viaje negra encima de los hombros. Guardé mi varita y tomé la rama en mi mano.

 

Detestaba los trasladores. Aún hoy, veintiún años después, seguía odiando la sensación de tironeo debajo del ombligo. Además de la incertidumbre de dónde iría a caer al trasladarme. Era cierto que con la desaparición había un cierto riesgo de despartición si se perdía la concentración en algún momento, pero hasta ese momento no me había pasado en ningún momento. Finalmente el torbellino se calmó y, para mi sorpresa y mi alivio, aterricé en tierra firme pero sobre la orilla de una pantano. Un paso en falso y acabaría de agua pantanosa hasta la cintura o más arriba. Pude mantener el equilibrio y comencé a caminar para alejarme de aquél lugar tan peligroso. Con los pantanos nunca se sabía; no sólo porque el suelo a su alrededor no solía ser lo suficientemente firme sino por la cantidad de criaturas de todo tipo que solían habitar esos lugares.

 

El crujir de las ramas me mantenía en la realidad y concentrada al caminar, fijándome bien dónde pisaba. Finalmente, la vi. Conocía a la rubia, pero sabía que tenía que dejar los lazos de lado para que la clase se desarrollara con soltura e imparcialidad. ¿Habría más compañeros? La rubia parecía estar sola, esperando por allí. Apuré el paso sin perder de vista las ramas del suelo. Esperaba que no apareciera ninguna raíz de la nada que me hiciese tropezar y caer de bruces al suelo. Cuando llegué junto a la Delacour, la saludé con efusividad.

 

-Hola, al fin he llegado.- comenté, mientras me quedaba a una distancia prudente de la rubia pero lo suficientemente cerca para poder charlar. -¿Esperamos a más personas?- le pregunté, girando mi cabeza en todas las direcciones. No oía ruido a pasos, por lo que no podía decir si alguien más se acercaba al lugar o no.

 

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La extrema calma que Jocker mantenía después de enterarse de la reprobación que había obtenido en la clase del Libro de la Fortaleza tenía a toda la mansión Black Lestrange con los nervios de punta; y es que, si bien el patriarca había dejado atrás hacía muchos años la impulsividad y las ‘rabietas’, jamás había suspendido nada.

Aunque los elfos evitaban comentar al respecto e intentaban llevar las cosas de la manera más normal, era evidente que estaban al pendiente de los gestos y acciones del animago; y cuando llegó el sobre con el sello de la Academia y con el nombre de Dennis Delacour en el remitente, no tardaron en comenzar a impacientarse.

Debería haber insistido en la impugnación, amo —dijo de pronto Sunev, el elfo de mayor rango dentro de la mansión Black Lestrange.

El mortífago solo dedicó a su fiel siervo una mirada vacía. Parecía que intentaba ver a través de él.

Créeme, querido amigo, que he aprendido a servir la venganza en platos fríos.

Tras decir aquellas palabras, Jocker tomó la pequeña rama que venía en medio de la carta enviada por la profesora y desapareció de aquel lugar, reapareciendo en medio de un pantano cuyos colores resultaban bastante atractivos, no así su olor, que más bien, era un hedor.

Vaya gusto que tienes para escoger dónde dictar clases, eh, Dennis —siseó con una sonrisa el animago una vez que estuvo frente a la docente, quien ya se encontraba con una estudiante más.

Jocker miró con atención a sus interlocutoras; ambas vestidas como muggles, a diferencia de él, que llevaba una túnica de colores oscuros y detalles bordados en dorado. Afortunadamente, el hechicero se había preocupado de encantar cada una de sus vestimentas para que, en caso de estar en lugares como aquel, su ropa no se ensuciara nunca.

El animago llevó su mano al pecho para hacer una pequeña genuflexión a modo de saludo. Aunque lo que hacía verdaderamente era confirmar que en su cuello llevaba colgado los amuletos y los anillos que había decidido llevar como un solo collar.

«Estoy listo para la acción» pensó.

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Me gustan los lugares tranquilos.

Triviani se encontraba a las afueras de la Universidad, vaya saber que estaba haciendo rondando a esas horas por ahí, quizás buscaba criaturas para venderlas luego en algún mercado ilegal o simplemente tenia curiosidad por la biblioteca publica que ofrecía el campus. Su notificación sobre la clase del libro no había tardado nada en aparecer, por lo que fue un punto a favor para la profesora y un alivio para el gitano.
Ciertamente, el ambiente de un lugar deshabitado, silencioso, le parece el optimo para aprender. Sabia que no todos los perciben de la misma manera, pero al fin y al cabo deberían acostumbrase un poco a ese cambio de la mentalidad. Apenas y dura un par de horas; pensó. Después sera el recuerdo de un día de estudios.
No tenia ni idea de donde estaba parado, ignoraba el lugar y la dirección. «¿Un pantano?» no estaba ni siquiera seguro de haber llegado al punto de encuentra correcto, solo toco la pequeña rama que parecía secarse cada vez más y esta lo materializo allí. ¡Oh no! ¿Donde esta? ¿Donde esta? se exaspero un momento al ver que esta había desaparecido, no sabia si ella formaba parte de una prueba, por lo que tomo una de un árbol repleto de musgo y la limpio.
Reviso rápidamente, casi de manera obsesiva, los anillos obtenidos con ambos libros y también los amuletos, estos los llevaba colgados de su cuello junto con los primeros anillos, los segundos iban como pendientes en una pulsera en su mano izquierda. Luego de dar unos cuantos golpes desesperados, murmuros y giros inesperados, se percato que frente a él habían tres personas, y lo miraban de forma extraña...
Disculpen... Creo que... Mi nombre es Matthew se presento sacudiendo ambas manos sobre su ropa. Una extraña iguana posada sobre un árbol caído dentro del pantano lo estaba observando.

 

 

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> Pensé mientras volvía patas arriba mi habitación, la Yaxley Manor se encontraba sola, no había ni rastro de alguno de mis familiares, lo cual me era bastante agradable. Revisaba mi armario por quinta vez, cuando molesta azoté la puerta para cerrarla y una caja algo pesada cayó sobre mi cabeza - Con que aquí estás - Dije, visualizando la caja abierta en el piso.

Sobé mi cabeza unas cuantas veces, la peluca quizás hubiese evitado que el golpe fuera tan fuerte. Dejé el libro y cada amuleto sobre mi cama mientras acomodaba la peluca dentro de una gorra totalmente negra. Mi vestimenta consistía nada más que en unas mayas y una blusa deportivas, junto a unos tenis, todo de negro - A ver.... ¿Que más... - Me pregunté a mi misma, observando el gran desorden de la habitación - ¡Mi varita! - Grite, para correr al baño donde recordé haberla dejado

 

Una vez regresé, tome un bolso y metí todos los amuletos y el libro, y alguna otra cosa que creí necesaria. En la mesa de noche, se encontraba la nota enviada por mi novia. Se siente tan bien saber que ya puedo llamarla oficialmente mía.

 

Sonriendo, tomé el pergamino guardando en mi bolso, sostuve la rama unos segundos hasta qye sentí el conocido tirón en el estomago, trasladandome a donde sería la clase.

 

Humedad, era todo lo que sentí al caer. Mi bolso ya no estaba a mis espaldas, y mi cuerpo estaba empapado y con un fuerte holor a moho y tierra. ¿Un pantano? Giré la cabeza, y desde la orilla me observaban todos, exceptuando a Matthew que se partía de la risa. Por otra parte, mi bolso colgaba de una rama cerca de ellos.

 

- Demonios - Solte, levantándome y analizando mi ropa -ahogorracia- resople molesta, y caminé hasta la orilla tomando mi bolso y tirándolo en el suelo - Buenas tardes - Fue todo lo que lleguellegué a pronunciar para tomar mi varita y hacer una floritura con mi muñeca y limpiar mis prendas. La Delacour me observaba, con esos hermosos ojos oceánicos que resaltan su angelical rostro.

 

Me alegraba que hubiese aceptado ser mi pareja, lo cual me mantenía bastante contenta. Le regalé una sonrisa y le lancé un beso sin que los demás se percataran, para luego guiñarle un ojo y meter la varita en mi cola de caballo cubierta por la gorra.

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—Por fin —musitó Apolo al leer la carta.


Con toda la aprensión que tenía, y frente a todos sus principios, había accedido a participar de una de las clases de la Universidad más peligrosas a su parecer. Los libros arcanos de los guerreros Uzza eran, a su parecer, herramientas antiguas de magia barbárica. No había ningún beneficio de aprender de ellos, y sin embargo su sed de conocimiento lo obligo a comprar uno. Iba a hacer el intento de aprender, y si descubría que no eran para él al menos ya no gastaría tanto dinero en comprarlos, lo cual era un alivio estos días.


Lo había ojeado lo suficiente para saber que no sería tan fácil como esperaba, y por recomendación de sus familiares y amigos, llevaba el libro a todas partes con él, oculto dentro de su mochila negra. El llamado de su profesor sería muy inmediato, por lo que cuando vio la lechuza aparecer frente a él esa mañana, y darle dos vistazos a la carta, sabía que por fin había llegado el momento.


Lo cual no lo dejaba más tranquilo.


El tirón que sintió del traslador lo impulso por sí solo, y cualquiera que se hubiese fijado en su llegada vería un alto joven de pelo azul oscuro aterrizando precariamente. Llevaba unos jeans bastante cómodos (gracias a los dioses) y una chaqueta oscura, y solo por precaución, antes de acercarse al variopinto grupo que se estaba formando, se colocó el cinturón para varitas en la pierna derecha. Lo que menos necesitaba era sentirse poco preparado contra quien sabe qué cosa.


Y es que solo cuando empezó a avanzar se percató de donde se encontraba. Evitando pisar el barro que se formaba en el pantano, lamento estar usando unas zapatillas cualquiera. Pero nada que un encantamiento sellador no pudiera solucionar, mientras avanzaba hasta la joven rubia, que daba toda la impresión de dirigir la clase.


Lo acompañaban dos hombres y dos mujeres de distintas edades, por lo que él se volvía el… ¿quinto estudiante? Intento saludarlos a todos educadamente, pero no estaba seguro de que lo hubieran escuchado. Tampoco estaba seguro de conocer a nadie, y tampoco quería fisgonear demás. Desde donde estaba difícil era poder verle la cara a los demás.


Intento meditar porque es que estaba ahí en primer lugar. Y es que, valga decirlo, no es que fuera el mayor fan de los Guerros Uzza. Si, eran un grupo importante dentro de la Universidad, y jamás se le habría ocurrido cruzar palabra con uno de mala manera, pero todo lo que había leído sobre ellos lo hacía tener sus dudas, de qué tan legítimo era este tipo de magia.


Se quedó atento a cualquier instrucción que pudieran darle, repasando mentalmente como había accedido a meterse dentro de toda esa locura.



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La ojiazul aguardaba impaciente la llegada de sus alumnos, si bien era cierto que aún estaban a tiempo la ansiedad de dar inicio a su clase era lo que la tenía un poco impaciente. Siempre la llenaba de entusiasmo el tener que impartir una clase y poder interactuar con aquellos magos y brujas que como ella en su momento querían lograr la vinculación con aquel libro.

 

La primera en aparecer fue su sobrina Mia, el parecido con su madre era innegable al igual que la alegría que siempre la caracterizaba. La rubia se había alegrado al ver su nombre entre la lista de estudiantes porque sabía que era una bruja hábil. — Bienvenida Mia, y me temo que sí aún tendremos que esperar un poco — y es que con el número más alto de estudiantes que había tenido hasta el momento aún deberían esperar un poco más a ver cuantos iban a aparecer.

 

Un par de minutos después fue el turno para el Black Lestrange con quien había tenido la oportunidad de cruzarse hace poco, sabía que el mago vendría más motivado que nunca y dispuesto a lograr su objetivo sin importar que. — No se me puede juzgar por no darles escenarios variados señor Jocker — dijo al recién llegado con calma y serenidad. Si bien sabía que tal vez no le era del todo del agrado del mago no dejaría que eso le afectara.

 

Los alumnos continuaban llegando y fue el turno para un mago un tanto excéntrico a su parecer, bastante nervioso se le veía sobre todo cuando empezó a limpiar una rama que tomó de un árbol. Cuando se presentó entendió el porqué. Matthew Triviani pensó al escuchar el nombre, según su ficha de estudiante era algo paranoico e inestable a veces así que sería mejor estar atenta para evitar que se pusiera en riesgos innecesarios, además del hecho de que era hermano de alguien valioso para la rubia, así que mejor vigilarlo de cerca antes de que hiciera alguna locura.

 

De pronto el estruendo de algo cayendo al agua pantanosa o en este caso alguien llamó su atención. Debió prever eso pero esperaba que sus alumnos pudieran llegar sin problema alguno hasta el lugar, debió tener en cuenta que cierta persona nunca aterrizaba bien con trasladores o parición. La próxima les mandaría su elfo personal. Un gesto de preocupación surco sus facciones al ver salir a la bruja del agua, menos mal que la magia evitaria que pasara el resto de la clase en esas condiciones porque de lo contrario ni ellos se aguantarian ese hedor. Al menos el humor no se había alterado en la Triviani que seguía tan divertida como siempre por sus gestos.

 

El siguiente era un joven de cabello azul que dado que solo faltaban dos estudiantes y la otra era una bruja supo de quién se trataba. Lo observó acercarse y mantener silencio ante el grupo. Espero unos minutos más pero al no llegar la estudiante que faltaba aún decidió ir dando inicio.

 

— Bienvenidos a su clase del Libro de La Fortaleza. La mayoría aquí presente ya me conocen y para los que no mi nombre es Dennis Delacour Rambaldi y seré quien guíe su aprendizaje durante el curso para saber si son aptos para pasar a la prueba de vinculación. El libro de la Fortaleza es uno de los libros básicos de la magia entregada por los guerreros Uzza para ser compartida a un exclusivo grupo de magos y brujas — dijo mientras observaba a sus alumnos, los libros que vendrían después de ese serían mucho más complicados y lo sabía por experiencia propia.

 

— Ustedes en este momento están en el camino para vincularse al libro, cosa que no todos pueden lograr. Y el hecho que sea el primer libro en una lista de varios libros poseedores de gran poder de los Uzza no lo hacen nada sencillo. Dependerá de su compromiso y esfuerzo el lograr la vinculación al mismo — su tono era serio sin llegar a ser presuntuoso, solo quería que tuvieran claro que si bien ella trataría de llevarlos de la mejor manera en su camino eran ellos quienes al final tendrían que mostrar ser dignos.

 

— Para empezar como algunos ya sabrán este libro trae consigo tres anillos y un amuleto que usados de sabia manera pueden brindarles mucha ayuda en momentos difíciles. Así como dos hechizos que podrán salvarles incluso la vida si son bien ejecutados — hablaba pasando la mirada de uno a otro, tratando de captar su atención. — Si tienen alguna inquietud hasta el momento bien puedan hacerla saber y sino me gustaria que alguno de ustedes me hablara de los amuletos y los hechizos si tienen idea de ellos, de no ser así no se preocupen que ya tendrán tiempo de conocerlos durante la clase — terminó diciendo con una sonrisa. Ese lugar no lo había escogido precisamente por su aroma así que esperaba pudieran meterse de lleno en todo lo que el entorno les traería para su aprendizaje.

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Poco después de llegar al lugar donde la clase se llevaría a cabo, un chico con aspecto de pocos amigos se hizo presente. Iba impecablemente vestido, pero se veía extremadamente serio. Di un paso al costado; por su mirada parecía no tener buena relación con la Delacour, por lo que asumí que conmigo las cosas no cambiarían demasiado. En seguida y sin mucho lugar para mediar palabra, otro muchacho apareció. Se veía un poco excéntrico y distraído, y se presentó como Matthew. Hasta ahora, la única cara conocida por allí era la de mi tía Dennis.

 

Jugaba con la varita entre las manos mientras esperaba a que la clase diese inicio. El hedor en el pantano era fuerte pero luego de un rato parecía que mi nariz se había acostumbrado a él por lo que no me molestaba demasiado. En eso estábamos, yo jugando con las ramitas del suelo con la punta de mis zapatillas cuando un fortísimo splash me hizo girar por encima de mi hombro. Alguien había caído en el agua con el traslador. Esperaba que estuviese bien; en las aguas de un pantano podían aparecer muchísimas cosas desagradables, sin hablar del olor que éste emanaba.

 

Cuando la bruja se acercó al grupo limpiándose las ropas pude ver quién era. Le sonreí apenas ya que no teníamos tanto trato pero de todos modos me caía bien. Un mago peliazul fue el siguiente en aparecer y la Delacour que estaba a cargo de la clase comenzó a hablar y darnos la bienvenida, por lo que asumí que la clase estaba dando comienzo. Al fin. Jugué un poco con el amuleto colgado de mi cuello, el que venía con el libro, y el que me moría de ganas de aprender a utilizar.

 

La rubia presentó los objetos que venían con el libro y vi que el chico que había llegado primero los tenía todos colocados en forma de un amuleto, colgados de una única cadena. Pensé en lo conveniente que resultaría, pero regresé mi atención a la clase mientras extraía los anillos de un bolsillo y me los colocaba. En el dedo anular llevaba otro anillo que nada tenía que ver con el libro pero que no pensaba quitarme. Cuando la Delacour pidió que alguien le hablase de estos objetos mágicos, alcé la mano derecha.

 

-El libro viene con tres anillos: el Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos, que permite mantener una conversación con otra persona sin que nadie fuera del rango pueda oírla; el Anillo de Escucha, que sirve para escuchar conversaciones que no estén protegidas y el Anillo Detector de Enemigos que, como su nombre lo dice, avisa a su portador de un peligro inminente.- hice una pausa, repasando en mi mente la información que había estado estudiando antes de la clase. Me aclaré la garganta antes de continuar. -Por último, el Libro contiene el Amuleto de la Curación que permite curar a cualquier persona siempre y cuando ésta no esté muerta.- miré a mis compañeros mientras sentía el calor subir por mi cuello. En parte extrañaba esa sensación en clase.

 

-Sobre los hechizos, el Libro contiene dos. El hechizo Salvaguarda Mágica, que vuelve intangible al mago o bruja que lo conjure, evitando así cualquier tipo de coalición, ya sea de hechizos o de materia sólida. El segundo hechizo es el de Curación que, bueno, creo que es bastante obvio lo que hace...- añadí, refiriéndome en mi mente al último párrafo de la descripción de cada objeto y hechizo del libro que se encontraba en mi pergamino.

 

Miré fijamente a mi tía y le dediqué una sonrisa algo tímida. Esperaba que no se notara lo ansiosa que me encontraba por tomar aquella clase.

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Los demás estudiantes de la clase que buscaba enseñar y dominar al Libro de la Fortaleza no tardaron en hacer su aparición en aquel pantanoso lugar. Todos y cada uno saludaron a la profesora y a sus demás compañeros con al menos un gesto.

Jocker, por su parte, se mantenía apartado a unos cuantos pasos por detrás de todos. No tenía la intensión de interactuar con los demás miembros de la clase, pero tampoco estaba buscando pelear con nadie… aunque sí comenzaba a formarse en lo más profundo de sus vísceras el anhelo de un poco de caos.

Cuando Dennis anunció la actividad de la clase, no se apresuró en contestar. La muchacha sabía que él conocía los antecedentes que pedía. O al menos, eso esperaba Jocker, pues había sido el primero en responder en la clase anterior.

Una pequeña sonrisa de burla apareció en el rostro del animago cuando @@Mia Zoeh respondió. La exmiembro de la Orden del Fénix no había dejado nada en el tintero, nada que los demás pudiesen responder, nada que pudiese demostrar que tenían el conocimiento suficiente como para ser dignos de pasar a la prueba en que se verían enfrentados con posterioridad.

Los pensamientos del patriarca de los Black Lestrange se vieron interrumpidos de pronto por causa de un par de ojos que aparecieron en el agua. El conocido por los muggles como pantano de los fantasmas era el hogar de cocodrilos gigantes que aterraban hasta al más valiente de los hombres y mujeres no mágicos.

«Orbis Bestiarum» pensó y al instante el animal no mágico dio un golpetazo con la cola que llamó la atención de todos los demás.

 

Innevitablemente todos los presentes se pusieron alerta, algunos incluso tomaron sus varitas a modo de reflejo. Jocker fue uno de los últimos, aunque sabía que no había absolutamente nada que temer. Después de todo, o nada, él tenía el control del animal.

 

Rayos... —dijo de pronto.

 

El latigazo que el cocodrilo había dado, además de llamar la atención de magos y brujas, había llamado la atención de una treintena de cocodrilos más que comenzaron a aparecer uno a uno. Cualquiera de los presentes podría haber dicho que todos aquellos animales sonreían mientras se hacían visibles.

 

Jocker levantó la varita y apuntó a uno de los animales que apareció cerca de él. Mentalmente había dado la orden a la otra bestia que se diera media vuelta y atacase a uno de los suyos. De esa manera, al menos 2 de los 30 estaban bajo control.

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Cocodrilo que se duerme, es cartera. (?)

 

Matthew mostró más interés e intento ignorar a los cocodrilos que jugaban en el pantano. Quizás debería preguntarle primero si los anillos tenían un limite de duración al ser usados, temía que se les terminara la actitud tan pacifica en la que se habían sumido ambas bestias respecto a el hombre misterioso. Sin embargo, y pese a su ligero esfuerzo por concentrarse en esa pregunta, las dudas que decidió presentar iban en orden de... Importancia, o al menos la que él les daba.

 

Escucho las palabras de la femenino de manera atenta, y se dio cuenta de que la ultima de sus cuestiones había resultado algo ambigua, cosa que confirmo cuando escucho la declaración de Dennis. Pero una ultima pregunta, o quizás no la ultima, se presento en su mente. Levanto la mano para esperar su turno; muy pocas veces el gitano tenia buenos modales, solo por ser ella, los tendría y sin más, solo pregunto.

 

¿Podemos preguntar sobre el libro de aprendiz de brujo también? en ese caso. Respiro ¿Que tan efecto es el espejo de niebla? inquirió con lo que parecía ser una sonrisa. ¿Cuanto tiempo tienen los efectos en una Batalla?

 

Muchas preguntas en un solo instante, esperaba que sus compañeros también tuvieran dudas sobre ellos y al menos lograran obtener respuestas con ellas. Un joven peliazul también formaba parte de la clase, lo recordaba de su anterior curso de Encantamientos, esperaba que no tuviera frió, como la ultima vez; seria una buena excusa para incinerar todo el pantano... Triviani jugo con la punta de sus dedos mientras imaginaba todo en llamas.

 

Toco su dedo anular de mano izquierda el Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos y se acerco a su hermana de forma tranquila, toco la punta de su cabello, lo que parecía ser una peluca que encontró en alguna oferta en un escaparate extraño. Levanto una pequeña superficie y le beso la calva, luego murmuro; ¿Que opinas? ¿Montamos aquellos cocodrilos y luego nos hacemos un lindo juego de carteras? sonrió con malicia y divertido a la vez. Pero no, sin lastimar a nadie... Recuerda, eso es cuando nadie nos esta observando. (?? O podríamos invitar a la chica señalo con su dedo pulgar con discreción. Se ve algo tímida, ¡pero apuesto 1000 galeones a que le parecerá divertido!

 

Se giro sobre sus talones y fijo la mirada en Dennis, esperando que respondiera sus dudas, a su vez que Zoella reaccionaba.

 

 

 

 

 

Libros:
Hola compañeros, en vista de que no están los hechizos de los libros (al menos no los he encontrado.) les dejo los Links de los mismos que están en el Mall, en sus descripciones tienen los hechizos y tal. Espero les sirva :)

 

 

sorry la doble mención, olvide añadir esto xD

 

@

@@Dennis Delacour

Editado por Matthew Triviani

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