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Libro de la Sangre XXIX


Mia.
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Los últimos destellos del sol se infiltraban por la espesura del bosque de los Álamos, el ocaso comenzaba a inundar el cielo ofreciendo un espectáculo de colores naranjas que a penas se podía apreciar por entre los árboles. Apoyada en una gruesa raíz la matriarca Black Lestrange, permitió que su mirada se perdiera entre los árboles y que su cuerpo se relajara por completo, encontrando una pequeña armonía que había pedido con la última clase que dio en la Universidad.

 

Disfrutando de esa paz que se instauro en su interior casi se olvida de que era el sitio que había elegido para instruir a los magos y brujas en el arte del Libro de la Sangre Tenía cierta esperanza para el grupo que se presentaba, debido a que conocía al menos un par de magos del mismo, uno era su hijo y otro alguien a quien también había impartido los conocimientos de la fortaleza. Mientras que los otros dos poco o nada los ubicaba, pero estaba segura de que encontraría atractivo su aprendizaje.

 

Incorporándose sacudió los pequeños restos de corteza de la túnica negra que portaba y con un hábil movimiento de su diestra hizo aparecer su varita mágica. Sosteniendo su arma con firmeza, comenzó a realizar algunas florituras por todo el sitio consiguiendo que aparecieran unas cuantas luces en los árboles para iluminar el claro durante la noche y una pila de troncos esperando por ser encendida quedó en el centro.

En cuanto iba a comenzar a preguntarse cuando llegarían, apareció el primer alumno y así sucesivamente comenzaron a llegar todos, los cuales cumplieron con su pedido de traer todos los amuletos y anillos de los libros que poseían y del que querían aprender.
—Bienvenidos, soy Mia Black Lestrange —se presentó e indicó que hicieran lo mismo con una cabezada—. Espero que todos se encuentren cómodos con su vestimenta, porque seguramente pasaremos la noche en este sitio o quizás hasta más tiempo, depende de cuánto estén dispuestos a cooperar.
Con el rostro inexpresivo, dirigió una mirada a sus alumnos y espero a que comenzaran a presentarse, para segundos después añadir una pregunta.
— ¿Saben cuántos hechizos tiene el Libro de la Sangre? Además, ¿qué significado tiene la sangre para ustedes?
Tras su pregunta, esperó con paciencia la respuesta de cada uno.
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No de nuevo, tiene que ser una broma.

 

Cerró el puño izquierdo con visible desagrado, con el tajo en la palma, resultante de una despartición al aparecerse en el lugar que se le había indicado. El no haber usado dicho medio de transporte en meses, aunado con su poca concentración para cualquier cosa últimamente, parecían haberle pagado factura. La esencia de díctamo en su bolsillo lo llamaba a gritos, pero decidió ignorarlo por el momento.

 

Era la misma que había utilizado para asistir a una clase de conocimiento; una prenda de una sola pieza, lisa y fresca, además de discreta. Aunque, no tanto como sus zapatos deportivos. Las luces, como luciérnagas en las copas del árbol, parecían indicarle el camino al punto de reunión.

 

Y grande fue su sorpresa, al encontrarse nuevamente con su madre, en una clase de ese estilo. Saludó con una ligera inclinación de cabeza, seguido de una sonrisa casi imperceptible, mientras jugaba con el anillo en forma de rayo que llevaba en el índice izquierdo, aquel que le daba acceso a todos los poderes de libros previamente adquiridos. En cuanto al libro, era tan cínico como para llevarlo en un bolsillo con hechizo de expansión indetectable.

 

Había sido el primero en llegar, pero no por mucho. Miró los pliegues de la capa gris que llevaba encima, a la par que los demás arribaban. A los otros compañeros, no les recordaba previamente; si acaso a Valentina, como organizadora de una cena de Navidad hacía años.

 

Mi nombre, ya lo sabes. se dirigió a la rubia, encogiendo los hombros, sin perder la carismática sonrisa de ironía. Para los que no, y que más tarde quedará en el aire, es Eobard. O Aldrich, da igual cuál usen.

 

La pregunta acerca de la sangre, pareció endurecer su estómago. No por que le hubiese calado, sino por el tinte que de repente había adquirido para el castaño. Por un momento, sintió el latir de su corazón, el líquido escarlata que recorría sus venas y arterias, de pies a cabeza, como si fuera una descarga eléctrica. Eran los detalles que le recordaban lo frágil que era en términos mágicos. Un ser humano.

 

Como ente mundano, la sangre parece hacerla de engranajes que hacen funcionar todo el sistema...un descuido, y éste decaería. Claro que, dejando de lado lo físico, también es una peculiar forma de pago.

 

Se examinó la herida, cuya sangre comenzaba a secarse y adoptar una tonalidad marrón. Aquel olor metálico le causaba repulsión; portando el amuleto de curación, le bastó un simple movimiento de la mano sana, para cicatrizar la palma, pues tampoco era un experto en sanación. No quería tener que lidiar con ello más tarde.

 

A mi entender, sólo habría tres hechizos. rememoró la lectura un par de horas antes. Nunca se había sentido tan ¿sanguinario? Claro, estoy agrupando la invocación de la daga, y los hechizos que ésta conlleva, como uno solo. Lo completarían, la Maldición y la Marca de Sangre, pero puede haber discrepancias.

 

Finalizó, dando oportunidad a que alguien más participara.

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¿Nervios? ¿Emoción? ¿O más bien miedo? Aquel torbellino de sensaciones invadía el cuerpo de Valentina. Era consciente de que, pese a los últimos acontecimientos sucedidos en su vida, necesitaría canalizar sus sentimientos antes de acudir a su cita. Pero es que, el hecho de acudir nuevamente a la Universidad para continuar su formación en algo tan sensible como los poderes y las magias guerreras hacían que su estado de ánimo se agitara aún más, si cabía.


Hacía demasiados meses que, no sólo no acudía a adquirir nuevos estudios a ese templo de conocimiento que era la Universidad Mágica de Gran Bretaña, sino que tampoco se había dejado ver por el país. Y es que, dado su temperamento, es difícil hacer que Valentina se acostumbre a instaurar su residencia en un lugar y que perpetúe por varios años. Pero ese afán por las aventuras le había salido bastante caro, y nunca mejor dicho, pues el principal motivo por el que tuvo que regresar fue precisamente el dinero. El maldito dinero. Por ello, la familia Yaxley la había estado presionando desde su regreso para que en el día de hoy, precisamente, se presentara a tomar clases junto a la bruja de renombre que sería su profesora durante la sesión.


Espero no llegar tarde —le comentaba a su micropuff rosa momentos antes de partir.


Siempre igual. Siempre justa de tiempo para cualquier ocasión. Corriendo, se apresuró a calzarse unos tenis cómodos, abrochó el botón de su vaquero y se introdujo en un suéter oscuro de lo más calentito.


¡La capa!


Cogió una capa negra y se la colocó encima de la cartera. En ella llevaba diversos objetos de su propiedad que, por supuesto, no dudó introducir en ella mediante un hechizo de expansión indetectable. Ya pagó la novatada cuando fue estudiante del Libro de la Fortaleza y no pudo tener acceso ni a su monedero de piel de moke. Esta vez no le pillaría por sorpresa.


No iba a volar. Primero, porque la oscura noche estaba a punto de llegar. Segundo, hacía bastante frío. Así, pues, desapareció de la Manor de los Yaxley para aparecer nuevamente en el bosque.


Anduvo siguiendo unos leves sonidos hasta visualizar un claro. En él se encontraba la profesora, acompañada de un muchacho bastante alto. Al momento, también se unieron a la reunión otro par de compañeros. Uno de ellos sí que le sonaba de alguna que otra lejana ocasión y otro era su... ¿hermano?


Hola a todos —saludó—. Yo soy Valentina, pero la gente me suele apodar Val.


Se acercó hacia el chico que sabía que era miembro de su familia para presentarse.


Eres Aarón, ¿verdad? El hijo de Orión, si no me equivoco. Creo haberte visto alguna que otra vez por casa, pero muy de pasada. Yo soy hija de Orión y de Gatiux, así que parece que somos medio hermanos —sonrió.


Apenas le dio tiempo empezar la conversación cuando Mia les lanzó una pregunta. Valentina se quedó en blanco intentando recordar algo de lo que estuvo ojeando por algunas hojas del Libro de la Sangre. Definitivamente, tenía que haber estudiado antes de acudir a la sesión. Por suerte, Eobard rompió el hielo, momentos que le valieron para recordar algún que otro dato.


Bueno... para mí la sangre es como una unión con aquellos con las que se comparte, ¿no? Me refiero a la familia, a los lazos de sangre que se forman con ellos y lo que eso lleva implícito. Para todos es importante sentirse miembros de una unidad familiar y se espera lealtad y protección de los mismos, al igual que ellos esperan lo mismo de tí. Es una unión muy importante para mí.


Paró de hablar, pero la mirada de la profesora y sus compañeros le indicó que aún le faltaba una pregunta por responder.


Respecto a los hechizos, básicamente lo que ha dicho Eobard antes, aunque mi favorito es el Juramento de Sangre —y el que más nítidamente recordaba—. Soy partidaria de no romper una promesa y ese poder me parece de lo más práctico.

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Seguramente la bruja ya se había dado cuenta que había interceptado en la zona antes que un par más de quienes cursarían, al igual que yo, la clase sobre el libro de la sangre. Apoyado de costado a un grueso tronco del bosque nativo, con una pierna sobre un terrón y cruzado de brazos, me dediqué a observarle y quizás a reflejar los últimos rayos del sol que agujereaban el sombrío lugar en donde nos encontrábamos. Sereno, sentí un par de apariciones, momento en el cual comencé a caminar hasta el centro, donde se encendería la hoguera.

 

Vestía atuendos propios de magos conservadores como solía ser yo, una gabardina simple y ligera tan azabache como los botines que internaban mi parsimonioso, pero duro y decisivo andar; erguido, con un corte de cabello bastante peculiar que flaqueaba de vez en cuando por la brisa que recorría el interior del bosque. La varita, como siempre, se encontraba envainada por mi espalda en horizontal al cinto, que dejaba caer dos pliegues de la prenda por los costados. El pantalón era cómodo, al igual que la camisa de lino. Algunos anillos decoraban mi mano izquierda, mientras que un par de amuletos podían divisarse a mi cuello por las finas cadenas de plata que sobresalían.

 

Mía se presentó y en lo que esperábamos a ver quién hablaba primero, una chica se acercó por mi costado, "eres Aaron, ¿verdad?"; la misma que se había presentado como Valentina. Aún de brazos cruzados, le dediqué la indiferente mirada que me precedía como tal y llevando una mano a su mentón para subir un poco su rostro, me presenté.

 

-Tienes un parecido...- dibujé una simple sonrisa y bajé la diestra para cruzar ambas por mi espalda- la verdad es que soy ahijado de Orión, mi madre es Mahía Black, su hermana...- le expliqué casi de costado pues Eobard se presentaba.

 

Gustoso estaba de ver a aquél muchacho en éstas instancias, pues haber llegado tan lejos en poco tiempo merecía el reconocimiento, sin embargo no me reconocería ¿cómo podría? si la primera y última vez que nos vimos, yo estaba con lo que hoy era un buen recuerdo, mi máscara mortífaga. "La sangre", era de lo que hablaban, tanto de los hechizos que daba a conocer el libro, como de la importancia que tenía para nosotros. Iba a dar mi opinión, cuando Valentina se adelantó... busqué un tronco partido para tomar asiento. Dejaría que hablasen ambos.

 

-Buenas noches, Mía... muchachos, para quienes no me conozcan, Aaron Black Yaxley- desenvainé la varita y apunté a la pila de troncos- ¿me permites?...- pregunté a la bruja que impartiría la clase para encender la pira mediante un simple "incendio" que pronuncié con al notorio acento inglés- Eobard tiene razón, el libro solo comprende tres hechizos que salen de éste objeto...- sostuve con vehemencia mientras bajaba la daga del sacrificio (como todos tendrían también la suya) desde mi antebrazo para maniobrar la misma en mi mano hasta pararla en seco, sujetándola por el mango- curioso como ha ido evolucionando la magia ¿no creen? ... me pregunto que haría un muggle si pudiese utilizar éste artefacto, he ahí la diferencia de sangre y el significado que al menos tiene para mí, el cual supongo, sabrán entenderlo...

 

Con todo lo que avecinaba al mundo mágico hoy en día, había que ser cauteloso en los ideales que frágiles, buscaban un soporte nato para restablecer el orden que, con mentes hábiles, podrían dejarnos nuevamente a la cabeza de la especie humana. Éramos magos, seres privilegiados con su búsqueda y uso; no debíamos estar destinados a vivir escondidos.

 

-Y ya que comentan cuál es el que mejor les sienta...-dubitativo, llevé una mano al mentón por un par de segundos- creo que la marca de sangre podría permitir cierta pincelada de lo que es la maldición imperius, ilegal por cierto...- concluí, cómplice de su uso.

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Esperó a que al menos tres de los cuatro alumnos que comprendían el grupo con el que compartiría los conocimientos del Libro de la Sangre. Prestando atención a cada uno de ellos notó cuando aparecieron con sus propias peculiaridades, situación que le agradó porque eso significaba que tenía una diversidad de temperamentos que conseguiría que la clase no fuese aburrida y diera giros que ni en la mejor de sus profecías como vidente hubiese predicho.

 

Con su mirada fija en los filamentos de fuego encendiendo lentamente la fogata que tenían en el centro del claro agradeció con un asentimiento de cabeza al Black y analizó las palabras dichas por Valentina y Eobard, comprendiendo un poco su manera de pensar e incluso compartiéndola en pequeñas fracciones, situación que se repitió con el Yaxley. Tenía clara que la similitud de pensamiento, posiblemente se debiera a que compartían la similitud de ideales y que aunque no fueran oficiales, conseguían ser identificados.

 

Tal y como lo mencionaron, la sangre es un medio de vínculo entre una persona y otra, que puede ser familiar o no —comenzó a explicar—. En este caso, será un vínculo meramente mágico que nos permitirá ejercer cierto poder con o sobre la otra persona. .

 

Levantando una daga igual a la que segundos atrás había invocado uno de los alumnos, pretendió dejar en claro que por medio de se pequeño objeto se les permitiría manejar cierto poder. Era importante que no tuviesen la menor duda, porque en breve comenzaría con la explicación sobre al menos dos hechizos.

 

Vamos a comenzar con los hechizos que podrían sernos de utilidad dentro de la vida diaria y en cuanto terminemos pasaremos con los que son usados en duelos. —caminando en círculos detrás de ellos, aprovecho que tenía la ventaja y posó su mano en la espalda de su hijo, siguió su camino para hacer lo mismo con Valentina y finalmente, se acercó a Black e hizo lo propio.

 

Su ataque fue una sorpresa puesto que ninguno de ellos se lo esperaba. Sabía que quizás no reaccionarían de la mejor manera, pero poco o nada le importó porque era momento de poner en práctica su plan por lo que esbozó una media sonrisa y se colocó cerca de la hoguera.

 

Maca de Sangre —ordenando mentalmente a los presentes que se sentarán al rededor del fuego y prestaran atención—. Este hechizo nos permite tener el control de la voluntad de las personas y si es un tanto parecido al imperius, como lo mencionó Aaron y les permitirá tener una ligera ventaja durante algunos segundos y es útil cuando se requiere causar una distracción o algo similar. [/i]

 

Pensando unos segundos, miró las luces que colgaban sobre los árboles y supo que tendría que explicar al menos los otros tres hechizos antes de permitir que los usarán y dieran rienda suelta a su imaginación.

 

La daga del sacrificio, nos permite mediante un corte hechizo en el cuerpo de alguien más y en el propio de tal manera que quedan vinculados y por ende, los daños o beneficios que sufra el invocador también lo hará el afectado. Es un poder interesante, pero que deben tener conciencia de usar porque el dolor que infrinjan será el que reciban.

 

Realizar la advertencia sabía que posiblemente no fuese la mejor idea pero necesitaba hacerlo para que comprendieran la relevancia de sus acciones.

 

Juramento de Sangre —pensó unos segundos antes de hablar— . Este les va a permitir prohibir algo o hacer que alguien realice determinada acción porque esta obligado por medio de un corte que se realiza a la víctima y que en caso de no cumplir con lo solicitado heridas de gravedad comenzarán a aparecer en su cuerpo, las que deberán ser curadas por medio de episkeys. .

 

Le quedaba un hechizo y era el más sencillo de explicar así que simplemente dejó que su vista viajará por el rostro de cada uno de los presentes y les regaló toda su atención.

 

¿Alguna vez han tenido un día de mala suerte? —la pregunta era retórica por lo que continuó— Pues maldición, podría ser la culpable de que lo sufran puesto que tiene la facilidad de generar una suerte nefasta.

 

Aprovechando que estaban sentados, miró al cielo y notó como la oscuridad comenzaba a cernirse por todo el bosque. Sí, sin duda sería interesante, así que únicamente se acercó a las raíces salidas de un árbol y sin pensarlo mucho se dejó caer en una de ellas y se puso cómoda.

 

Van a probar cada uno de los cuatro hechizos que les mencioné recientemente. Tienen vía libre con sus compañeros, y para evitarlos pueden correr por el bosque y cuando los efectos pasen, volverán conmigo. —al terminar de dar la orden, cerró los ojos y permitió que su oído tomará el control de la situación, dejando que las actividades encargadas comenzarán.

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Sólo existe el poder, y aquellos demasiado débiles para buscarlo...

 

Indudablemente, las palabras de Mía referentes al poder que confería el libro que se encontraban aprendiendo a usar, le daban un matiz interesante. Sumado a las aportaciones de Valentina y Aaron sobre los vínculos familiares, cuya interacción dio a entender que estaban emparentados de alguna forma, y la hoguera que rodeaban, aquello ya tenía la pinta de ser una especie de campamento tétrico en familia.

No era la primera vez que su madre intentaba tomar control del castaño; curiosamente, también había sido durante una clase, por lo que decidió no oponer resistencia, y tomar asiento en torno al fuego. Parecía que deseara seguir las órdenes de la rubia, como si su vida dependiera de ello; y no había sido la excepción para los Yaxley, quiénes se unieron a la brevedad. No podían hacer mucho, más que escuchar a su profesora conforme explicaba el funcionamiento de los poderes del libro.

 

Es curioso. como un objeto tan pequeño, puede ocasionar tanto daño. terció el castaño, sosteniendo la daga que había invocado de forma no verbal. Por un momento, le vino a la mente cierto libro de cómo marcar a los muggles. Hay tradiciones que actualmente se considerarían ilegales, tal como la maldición Imperius que mencionaba Aaron...aunque algunas, puede que sea deseable conservarlas.

 

Se puso de pie, balanceando la daga entre dos dedos, como si planeara lanzarla a uno de sus compañeros. En la diestra, llevaba la varita de arce que había recuperado de otra persona. Si iban a hacer pruebas entre ellos, era mejor comenzar con los poderes inofensivos. Dirigiendo el objeto mágico hacia el hombre alto, pensó en Maldición de forma no verbal; el proceder inmediato de Yaxley sería un tanto desafortunado tras dicho hechizo. Volvió a posar su atención sobre la matriarca de los Black Lestrange, quien parecía bastante en calma.

 

Tres de nosotros, nos faltaría un sujeto de pruebas, creo yo. Y, ¿qué mejor forma de proteger a alguien, que si es de la familia? Inmolo ad protegendum.

 

Pronunció el sacrificio para proteger en latín de forma perfecta, fruto de su experiencia con las lenguas muertas y otros idiomas. Si alguno de los presentes, decidía atacar a Mía, el Black Lestrange recibiría el daño en su lugar. Comenzó a tomar distancia del fuego crepitante, lamentando por un momento el no haber traído sus botas de siete leguas, pues habría sido de gran ayuda para echar a correr.

 

Así que, apelando a sus limitantes como humano, emprendió la marcha hacia uno de los árboles más distantes, varita y daga en sus manos, con la intención de poner algo de distancia entre sus compañeros.

 

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Vaya, parece que entonces me equivoqué con el parentesco. Si Mahía es tu madre, entonces nosotros somos primos —provocó una sonrisa forzada, intentando ser de su agrado al otro Yaxley de la reunión, pero éste no parecía demasiado interesado en hacer amigos.

Sus dos compañeros habían hecho una intervención muy buena. Ambos parecían hombres decididos y seguros de sí mismo o, al menos, esa era la sensación que pudo entreleer tras sus respectivos discursos. Únicamente faltaba una tercera persona por pronunciarse: un muchacho joven, alto, quizá más alto que sus compañeros, moreno y de complexión neutra. ¿Por qué todos los jóvenes magos de su quinta eran tan parecidos?

Pero Mia no tenía ganas de seguir esperando y comenzó a hablar, completando la explicación sobre los diferentes poderes que caerían sobre la mano de aquellos manos una vez completaran su entrenamiento. La explicación de la profesora se sucedía mientras las piernas de Valentina prácticamente la obligaron a tomar asiento en uno de los troncos situado junto a la hoguera. Atendía con todos sus sentidos a toda la información que estaba recibiendo.

Significa eso que... ¿debemos herirnos entre nosotros? —preguntó atónita— ¿Pero qué tipo de clase sádica es ésta?

No quería parercer tonta, ni mucho menos, pero eso de clavarse dagas entre sí para herir a los propios compañeros eran palabras mayores.

Yo creía que...

«Que la prueba se haría experimentando con animales», terminó mentalmente la frase. Sabía que rechistar era lo último que podía hacer en esa situación. Ya no sólo por respeto a la profesora, sino por no ser una deshonra para su familia, y menos teniendo a su primo justo al lado. ¿Qué dirían sus padres si se enteraran?

Eobard, por su parte, tomó la iniciativa, cosa que agradeció bastante. No tenía ganas de ponerse a acuchillar sin necesidad a ninguno de los presentes... a no ser que le dieran un buen motivo. Sólo alcanzó a verlo acercarse a su madre y pronunciar no se qué de la familia y, una vez terminó se fue hacia un árbol, momento que aprovechó para iniciar una nueva conversación.

Oye, Aarón... —comenzó algo dubitativa—. Ahora que Eobard no nos escucha. ¿Qué te parece si...? Bueno, si hacemos un pacto de no agresión entre nosotros —sentenció—. Ya sabes, un Juramento de Sangre —susurró acercándose a su oído—.

No le parecía mala idea, en absoluto. Y es que, puestos a tener que elegir a quién beneficiar y a quién perjudicar, Aaron sería su persona estimada. Como bien dijo al inicio de la clase: entre los miembros de una unidad familiar se espera lealtada y protección. ¿Qué sería de sus principios si los traicionara a la primera de cambio?

Esperó la reacción de @ allí sentada. En el caso de que contestara afirmativamente, harían uso de sus respectivas dagas para hacer la promesa de no herirse entre sí. Mientras tanto, aprovechó para hacer uso de algo que poseía desde hacía ya tiempo pero que no le había dado la importancia que realmente tenía... hasta hoy. Así pues, introdujo la mano en la cartera para sacar cierto Anillo Detector de Enemigos y colocárselo en el dedo índice de su mano izquierda. Esperaba que realmente aguardara el poder para el que había sido confinado.

«Igual el pobre Eobard sale un poco mal parado de ésto.»

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Solamente su hijo había seguido sus indicaciones, en otro momento le habría sorprendido pero en ese momento no era de ese modo debido a que sabía que pocos estaban preparados para enfrentarse a poder usar y aprender a controlar nuevos poderes. Con una sonrisa en los labios negó lentamente y se acercó un poco a la fogata, decidiendo que era momento de comenzar a poner manos a la obra y pensando en que el hecho de estar protegida por el hechizo del Black Lestrange, le confería un poco de ventaja pero desventaja a él.

 

Maldición —soltó de manera mental con un movimiento de su varita mágica a Valentina, la cual de ese modo tendría la mala suerte de que su siguiente hechizo no fuese efectivo y por lo tanto quedará convertido en una burla del original.

 

Era un medida un poco drástica, pero necesitaba que la bruja comenzará a espabilar, así que aprovechando ese momento levantó nuevamente su varita mágica y consiguió que de las sombras del bosque comenzarán a emerger algunas criaturas mágicas, con las cuales tendrían que enfrentarse y encontrar la manera de defenderse porque los comenzarían a arrinconar y únicamente irían abriendo el círculo de presión cuando comenzaran a usar los hechizos del libro.

 

No los hagan enojar. —admitió a los Yaxley.

 

Comenzando con su camino por el bosque empezó a buscar a su hijo, necesitaba hacer algo para que continuara demostrando si realmente estaba listo para enfrentarse a la clase. Esperaba que fuese así, porque en cuestión de minutos estaría comenzando a usar algún hechizo en su contra, como lo había hecho con Valentina.

 

Después de algunos metros y varios minutos, lo encontró ocultó entre la maleza del bosque. Negando lentamente, se acercó hasta a él y lo tocó por la espalda, en esta ocasión únicamente para hacerle notar su presencia y cortarlo con la daga del sacrificio y poder cumplir con su siguiente hechizo.

 

Yo juro lanzar invocaciones. —con esa prohibición tendría que usar algún otro tipo de hechizos para defenderse del centauro molesto que se acercaba hasta su posición para atacarlo directamente— ¿Crees poder con él? —preguntó retóricamente.

 

Mirando el corte que le había ocasionado el herir a su hijo, pensó en un curación, logrando de esa manera curarse y quedar nuevamente como nueva. Mirando que su acción, había ocasionado dos cortes en él, por el hechizo de protección que le había ocasionado negó con lentitud y pensó en un episkey, para curarle una de ellas y que él, puede lanzar sus curación restante y defenderse de la criatura que lo amenazaba.

 

De esa manera, esperaba ponerle un poco más de acción a la clase. Porque, de lo contrario esa no terminaría de manera satisfactoria.

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¿Has visto eso? —preguntó sobresaltada.


No estaba segura si la imagen que se estaba produciendo a su alrededor era producto de su imaginación, de un hechizo o algo real. Cruzó los dedos deseando que la respuesta correcta fuera la última opción pues, si no, los muchachos allí presentes tendrían ciertos problemas.


Pero el movimiento de ramas fue más que evidente para confirmar las sospechas.


¿Lo has oído?


El comentario de la profesora le dio mala espina. Mia abandonó la cercanía de la fogata para dirigirse hacia el interior del bosque, probablemente en busca de su hijo. Desde que la rubia desapareció de su vista, empezaron a aparecer ciertas bestias procendentes del bosque. Tres lobos de aspecto sarnoso, seguidos de otros tantos, tomaban carrerilla para rodear a los primos. Por el tamaño de sus cuerpos, parecían más bien osos.


Por favor, Aaron. O actuamos, o podemos salir mal parados de aquí.


Rápidamente, sujetó la daga y, remangando la manga de Aaron, apretó lo justo sobre el trozo de piel que quedó visible hasta que provocó un corte no demasiado grande. La raja se teñía de rojo conforme la hoja de la daga recorría la superficie.


Yo juroOoOoOoOoOo***.


¿Qué demonios había sido ese berrido? Se quedó paralizada. Miró a Aaron buscando alguna reacción, pero él tampoco parecía entender por qué en vez de su voz, lo que había emanado de su boca había sido algo semejante al lenguaje de las cabras. Tragó saliva y volvió a conjurar el hechizo, aún con la punta de la daga en el brazo de su primo.


Yo te prometo que bailaré toda la noche a la pata coja vestida con un albornoz.


Su cara se volvió más roja que la sangre. ¡Valiente estupidez acababa de soltar! Miró alrededor, esperando que su profesora no hubiera escuchado nada o probablemente la echaría de clase por burlarse fuertemente de la magia de sangre. ¡Pero es que no había podido evitar decirlo!


Fuera como fuese, de repente estaban rodeados por una decena de bestias pardas que enseñaban sus enormes colmillos en busca de carne fresca. Sabía que , en cuanto hiciera algún movimiento, se lanzarían a por ella, y Aaron no parecía muy dispuesto a cooperar. Tendría que ser más ágil que aquellos seres. Pensó en desaparecerse, pero obviamente eso hubiera sido de una deslealtad mayúscula hacia su primo.


Gruñían. Ella se concentraba en mantener la posición y evitar que olieran el miedo.


«Orbis Bestiarum». Las palabras se sucedieron por su mente y, al tiempo que terminaba de pensarlas, un anillo dorado envolvió a una de las bestias que, por orden de la ejecutora, se lanzó sobre el lomo de uno de los lobos de aquella jauría. Parecía que aquel movimiento los había desconcertado un poco, pero un lobo color cobrizo aprovechó para lanzarse sobre la muchacha, placándola de forma que ambos cayeron rodando por los suelos.


Mediante gritos de esfuerzo, Valentina intentaba evitar que las fauces de la bestia le hicieran daño a base de desviar su cabeza y de patadas en el estómago, pues la varita se encontraba en el suelo. Durante el forcejeo, aceleró para poner su palma derecha sobre el lomo del animal antes de pronunciar:


O... ¡Obedire!


En seguida, la bestia acometió la orden de dejar a Valentina en paz y, casi por arte de magia, las bestias que los rodeaban bajaron su grado de intensidad. Seguían gruñendo, pero sin atacar e incluso abrieron un poco el círculo casi invitándolos a abandonar el lugar.


Ahora o nunca, ¡corre!


La muchacha cogió carrerilla para correr hacia el interior del bosque. Esperaba que su compañero corriera tras ella.

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Como si no hubiese tenido suficientes sorpresas en ese día. En su búsqueda por un sujeto de pruebas, el Black Lestrange había terminado en lo que parecía un callejón sin salida. Encontró entre los arbustos el escondite perfecto, mientras intentaba distinguir entre la niebla. Naturalmente, la presencia de su madre le causó un sobresalto, pues su silenciosa aproximación era suficiente para erizarle los cabellos.

 

Ni siquiera tuvo tiempo de preguntar, pues recibió un corte por parte de la rubia, como si quisiera averiguar que era humano, pues el semihumano hizo su aparición. Parecía decidido a defender su territorio, por lo que prácticamente tenía intenciones de matarlos a los dos.

 

Bueno, esto es muy conveniente. Eobard estaba notablemente debilitado por los cortes recibidos a manera de sacrificio por su madre. La sangre le goteaba del cuello y el tobillo. Se me ocurre algo, pero no te gustará. ¡Crucio!

 

Rompiendo el juramento de sangre, e ignorando las heridas infligidas, dirigió la varita hacia el centauro, quien lanzaba flechas a diestra y siniestra; situado delante de Mía, de menos podía servirle a manera de escudo humano. El rayo salió disparado del objeto mágico, golpeando de lleno al cuadrúpedo, que se desplomó emitiendo un chillido desgarrador. Siendo el castaño un experto en las Artes Oscuras, aquel ataque incapacitaría el tiempo suficiente al ente, para que pudieran moverse.

 

Debido a sus acciones, en el cuerpo de la profesora se habían formado nuevas heridas, que a la postre fueron transferidas a su cuerpo. Flaqueó por unos instantes, ante las consecuencias que suponían la pérdida de tanta sangre para un humano. Aprovechando los poderes del Libro de la Fortaleza, pensó en Curación, hechizo que ayudó a curar parte de las heridas en sus extremidades.

 

Hey...tu brazo. Creo que una de esas cosas, después de todo, sí te alcanzó.

 

Con una cabezada, señaló el antebrazo derecho de la rubia, en el cual había una flecha que lo atravesaba de lado a lado, como si se hubiese adherido a sus músculos. Quizá ella había estado tan concentrada, que ni lo había notado. Se le ocurrió una idea para quitarle la flecha, sin tener que necesariamente recurrir a hechizos que no fueran invocaciones, ni a hacerlo de forma no mágica.

 

Lamento esto, me dolerá más a ti que a mí. Immolo oppugnare. tomó la daga del sacrificio con la mano libre, y se hizo daño en el punto exacto en el que yacía el proyectil.

 

Inmediatamente, los mismos cortes aparecieron en la piel de la matriarca, causando que la carne se desgarrara lo suficiente como para que la flecha fuera expulsada de su brazo. Debido a su sacrificio de protección, el castaño recibió otra penalización de daño en el mismo lugar del corte, como si hubiese sido víctima de un Sectumsempra. Ahora, le parecía curioso que sus otros compañeros no estuvieran en los alrededores.

 

Esto se está poniendo interesante, así que de ninguna forma pienso irme sin ver el final. Juro no desaparecerme.

 

Habiendo cortado a Mía con la daga previamente, ahora ambos estaban sujetos a permanecer en dicho lugar, al menos hasta el final de la clase. Sólo quedaba esperar la siguiente instrucción de la docente, y que el centauro continuara lo suficientemente adolorido como para moverse y atacarlos.

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