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Meraki Moon (MM B: 112395)


Ethan Lenteric
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Sonrió dulcemente al escuchar sus palabras, Alexander sabía que no era necesaria tanta formalidad, como la dama decía llevaban años conociéndose y él confiaba en su amiga algo que en un principio jamás imaginó, pero sabía lo tosco y torpe que podía llegar a ser, le daba algo de nervios el que pudiera lastimar con sus palabras, una mujer debía ser respetada y querida eso era lo que le habían enseñado y lo que él había casi colocado como regla en su vida.

-Supongo que soy algo terco – le respondió para verla reír, era muy disfrutable ese escenario, la joven Maida disfrutando, las estrellas apareciendo y el restaurante iluminando lo justo y necesario para que todo fuera muy cálido, le parecía perfecto, realmente todo estaba siendo una aventura mágica –La astronomía no es mi fuerte – respondió curioso para ver al detalle el telescopio que la joven había aparecido, en sus años de estudios fue la materia que más curiosidad le provocaba, por lo cual siempre leyó de ella, pero la que menos dedicó en cuestión de práctica, prefería pociones.

-supongo que podré invitarle algo de comer… - comentó cuando finalmente recordó que ellos estaban en un restaurante y como tal deberían consumir algo, pero para Alexander solo había sido colocado como excusa para caminar y sentir el agua fresca – Tenga cuidado al levan… - no logró terminar de decir la frase cuando la ola le empujó.

Cuando escuchó su risa, se contagió… estaba tan relajado que esa dulce risa fue suficiente para hacerlo reír, estaba disfrutando como un niño, ¿Cuánto tiempo había pasado para que pudiera sentirse tan libre? No lo recordaba, pero había valido la espera. – tendré que secuestrarla entonces – comentó casualmente considerando que su amiga no debía estar siempre encerrada en su oficina, nadie debería… pero parecía que cuando se metían en su trabajo, no salían… aunque no tenía demasiada moral para hablar, cuando estuvo en San Mungo era igual.

Estuvo a punto de levantarse, para intentar ayudar a la joven e ir a comer o tomar algo, cuando escuchó sus repentinas palabras, el silencio y la sorpresa fueron parte de él, no esperó una pronta confesión de aquello, y tampoco supo que contestar de inmediato, ya que su regreso tuvo una decisión demasiado similar a aquella frase y le hacía preguntarse si debían hablar de ello allí, pero su conciencia le hizo saber que debía esperar más tiempo.

-Sabe… eso es algo que no debería decirme – era una especie de regaño, pero una sincera sonrisa apareció en su rostro – muchas preguntas surgen por mi mente, pero… - le tocó la cabeza y acarició sus caballos gentilmente – no importan, la confianza que me está teniendo en estos momentos, prometo jamás traicionarla… y siempre contara conmigo, juramento de un Fox – declaró con una seriedad muy firme, siempre que hacía una promesa sabía que en el fondo él mismo podría modificarla a su gusto, pero un juramento y especial con ese apellido dado, era algo con lo cual jamás jugaría.

Finalmente Alexander se levantó y le mostró la mano para ayudarla y que el mar no le irrumpiera su camino.

Editado por Alexander Fox

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Sonrió dulcemente al escuchar sus palabras, Alexander sabía que no era necesaria tanta formalidad, como la dama decía llevaban años conociéndose y él confiaba en su amiga algo que en un principio jamás imaginó, pero sabía lo tosco y torpe que podía llegar a ser, le daba algo de nervios el que pudiera lastimar con sus palabras, una mujer debía ser respetada y querida eso era lo que le habían enseñado y lo que él había casi colocado como regla en su vida.

 

-Supongo que soy algo terco – le respondió para verla reír, era muy disfrutable ese escenario, la joven Maida disfrutando, las estrellas apareciendo y el restaurante iluminando lo justo y necesario para que todo fuera muy cálido, le parecía perfecto, realmente todo estaba siendo una aventura mágica –La astronomía no es mi fuerte – respondió curioso para ver al detalle el telescopio que la joven había aparecido, en sus años de estudios fue la materia que más curiosidad le provocaba, por lo cual siempre leyó de ella, pero la que menos dedicó en cuestión de práctica, prefería pociones.

 

-supongo que podré invitarle algo de comer… - comentó cuando finalmente recordó que ellos estaban en un restaurante y como tal deberían consumir algo, pero para Alexander solo había sido colocado como excusa para caminar y sentir el agua fresca – Tenga cuidado al levan… - no logró terminar de decir la frase cuando la ola le empujó.

 

Cuando escuchó su risa, se contagió… estaba tan relajado que esa dulce risa fue suficiente para hacerlo reír, estaba disfrutando como un niño, ¿Cuánto tiempo había pasado para que pudiera sentirse tan libre? No lo recordaba, pero había valido la espera. – tendré que secuestrarla entonces – comentó casualmente considerando que su amiga no debía estar siempre encerrada en su oficina, nadie debería… pero parecía que cuando se metían en su trabajo, no salían… aunque no tenía demasiada moral para hablar, cuando estuvo en San Mungo era igual.

 

Estuvo a punto de levantarse, para intentar ayudar a la joven e ir a comer o tomar algo, cuando escuchó sus repentinas palabras, el silencio y la sorpresa fueron parte de él, no esperó una pronta confesión de aquello, y tampoco supo que contestar de inmediato, ya que su regreso tuvo una decisión demasiado similar a aquella frase y le hacía preguntarse si debían hablar de ello allí, pero su conciencia le hizo saber que debía esperar más tiempo.

 

-Sabe… eso es algo que no debería decirme – era una especie de regaño, pero una sincera sonrisa apareció en su rostro – muchas preguntas surgen por mi mente, pero… - le tocó la cabeza y acarició sus caballos gentilmente – no importan, la confianza que me está teniendo en estos momentos, prometo jamás traicionarla… y siempre contara conmigo, juramento de un Fox – declaró con una seriedad muy firme, siempre que hacía una promesa sabía que en el fondo él mismo podría modificarla a su gusto, pero un juramento y especial con ese apellido dado, era algo con lo cual jamás jugaría.

 

Finalmente Alexander se levantó y le mostró la mano para ayudarla y que el mar no le irrumpiera su camino.

 

 

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Editado por Alexander Fox

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Pocas veces había escuchado reír al Lockhart pero dadas las circunstancias no hizo más que alargar el momento de tribulación que había pasado Maida al caerse tan torpemente sobre la arena. Estaba más relajada que de costumbre, de hecho, estaba más relajada de lo que generalmente siempre estaba, siempre se andaba con cuidado, mirando por encima del hombro, desconfiando hasta de su sombra y saltando al techo por cualquier ruido. Quizá lo único grandioso de tener amigo era esa sensación de no estar jamás haciendo el ridículo con ellos. Quizá fue por eso que decidió ser indiscreta en cuánto a su posición como mortífaga, los tiempos de medias tintas se habían terminado y estaba segura que su primo estaría más que encantado de dejar su rostro sin máscara delante de toda la Comunidad Mágica.

 

Sus palabras no hicieron más que corroborar que le había contado uno de sus mayores secretos a la persona correcta, aunque hubiera esperado años para sentirse así de cómoda frente a alguien. Aceptó su mano para levantarse luego de un momento meditando las últimas acciones de ambos en un lugar tan lejano a Londres y sus boberías.

 

Jamás dudaría de su palabra, Alexander siempre me ha demostrado —dijo sacudiéndose un poco la túnica antes de sacar la varita y apuntarse a sí misma para lanzar un hechizo desecador, no podía ingresar así a ningún sitio público— ser un caballero —culminó.

 

Ya más decente, tomó el brazo de su amigo y caminaron de regreso hacia dónde estaba más iluminado, ya se podía escuchar como se mezclaba la música del local, con la que hacían las olas chocando en la arena. Sus pies aún estaban descalzos y pretendía mantenerlos así lo máximo que pudiera, se preguntó en secreto, ¿qué hora era? Por otro lado, tenía ganas de preguntarle a Alex si finalmente había encontrado la pareja que ella tanto le había instado cuando se conocieron, después de todo un chico como él era difícil de mantenerse soltero. Su fuerza de voluntad era algo que siempre había admirado, aunque de un tiempo hasta que se marchó, dejó de molestarlo con el tema.

 

¿Qué podríamos cenar? ¿Langostinos? ¿Pasta? —dijo cuando ya faltaba poco menos de diez metros para el restaurante.

 

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Las palabras de su amiga le hacían sentir feliz y hasta un poco apenado, esa confianza que le estaba dando lo llenaba de una gran calidez, pocas veces en su vida se había sentido de esa forma, porque a su parecer no era algo superficial, se trataba de unas palabras sinceras y aunque en ese momento él prefirió no confesarse, sabía que tendría el apoyo de la hermosa dama, algo de lo cual había estado preocupado, el tomar la decisión de aspirar a estar en ese bando lo había llenado de ciertas dudas, después de todo era posesionarse en una guerra, enfrentarse con personas que posiblemente eran preciadas para él.

 

-Gracias… - susurró con mucha tranquilidad para imitarla, necesitaban estar secos para ir al restaurant aunque realmente no lo había pensado, quizás hubiera sido tan descuidado para entrar mojando todo – vamos – mencionó para mostrarle el brazos y al ver que era aceptado sonrió con naturalidad para avanzar.

 

-Una pasta suena delicioso – respondió mientras escuchaba la música sonar y apreciaba el bello lugar en el que se encontraban, habían elegido muy bien el sitio del reencuentro – ¡junto a un vino! Aunque eso es muy italiano ¿no? – Preguntó divertido, Alexander disfrutaba experimentar tanto con la bebida como la comida, pero cuando algo encontraba algo que le gustaba, estaba encantado de repetir

 

Deberíamos probar algo tradicional de aquí salir de la zona de confort, es una aventura así que hay que experimentar cosas diferentes – comentó con una sonrisa traviesa – igual seguro todo será delicioso – acotó pensando en que el menú tendría variedad de platos típicos de Grecia, quizás encontrarían algo de su gusto y que fuera diferente de lo habitual.

 

Al llegar fueron recibidos por el mesero, que le observó extrañado, quizás había pensado que ya se habían ido o era porque estaban descalzo, Alexander avanzó sin darle importancia él solo deseaba seguir disfrutando de la noche y de la cena que tendrían, llevó a su amiga a una de las mesas con mejor vista, aunque hubieran estado largo rato observando el delicado paisaje quería seguir en ello, le parecía perfecto.

 

- Quizás podríamos también darle uso a esa música y bailar más adelante – le comentó con una sonrisa mientras le sujetaba el asiento para ayudarla a sentar – seguro baila hermosamente – agregó curioso.

 

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La comida fue estupenda, el delicioso sabor le quedo gratamente en el paladar, aunque tomo aquella bebida para mitigar su sed y se quedo observando el agua.

Definitivamente el día había avanzado, su alegría se retiro al igual que la luz del sol...ya pasaban de las dos y aunque el cielo no tiene nubes, se ha vuelto algo gris, un contraste con la luminosidad de hace unas horas...peligrosamente su mente vuela a días lejanos...

 

El Ryvak recarga su brazo sobre la mesa en una escuadra de 90 grados, sostiene su cabeza pensativo mirando al infinito, en un principio miraba el ir y venir de las olas, ahora con dificultad podía apreciar la belleza de la playa, su mano derecha sostiene la copa sin animarse a terminar su contenido, un elfo acude solicito y el peliverde pide le llene la copa...es como si quisiera alargar el tiempo de sobremesa..."si estuviera Cindy, estaríamos hablando..."

 

Un suspiro escapa de sus labios mientras entrecierra sus ojos miel...el deseo de sentir la arena en sus pies se va desvaneciendo y se pregunta sobre lo que debería hacer...las aves marinas cruzan el aire, parecen gaviotas, las mira mientras sigue sintiendo indesición sobre su siguiente acción....

                  Picsart-22-02-23-05-13-30-507.jpg  

 

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