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Prueba Libro de la Sangre XXIX


Mia.
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La situación se había salido de control y realmente eso no le sorprendía, los alumnos habían aprendido bastante bien bajó la presión que les colocó para que espabilaran. Evitando intervenir más de lo necesario, continuó con su caminó por el bosque, viendo como se desenvolvían, aprobando las muestras de apoyo y negando ante la presunta maldad de algunos actos. Sin duda, el libro había cobrado la coata de maldad que requería y eso le bastó para decidir que era momento de pasar a la prueba final.

Motivo por el cual, se acercó hasta ellos y con una sonrisa en los labios y un simple movimiento de su varita mágica paró todo aquel hechizo que estuviese en curso, ¿cómo lo hizo? Magia superior que los Guerreros le habían otorgado para poder llevar acabo la clase y no perecer en el intento al tratarse de un libro peculiarmente curioso. Mirándolos durante un segundo, les indicó con un movimiento de su diestra que se acercará hasta su posición.

--Vamos, es momento de que presenten su prueba final. --tras sus palabras levantó nuevamente su arma mágica-- Fulgura Nox.

Un portal se abrió en medio del bosque, el cual tenía como única finalidad la misión de trasladar a los presentes hasta el Taj Mahal, sitio un tanto trágico destinado a recordar por siempre el amor de dos personas que a pesar de haber muerto hacía algún tiempo, brillaba aún como recuerdo de su amor. Si, ese era el sitio elegido para que se llevará acabo el duelo en el que tendrían que enfrentarse para concluir con su formación y poder vincularse con los poderes del libro.

--Espero disfruten los duelos, es momento de comenzar con su prueba final. --anunció una vez que todos estuvieron frente al mausoleo blanco, exactamente en aquel andador que estaba bordeado por árboles y una fuente de gran largo y que le otorgaba un toque de solemnidad y a la vez de elegancia.

Afortunadamente al ser las seis de la mañana, el sol recién comenzaba a aparecer por el horizonte, verían un amanecer en aquel lugar y con ello, no tendrían que preocuparse por los ojos de los muggles curiosos, quienes seguían durmiendo o estarían por despertar para presentarse como turistas o trabajadores en ese hermoso destino hasta cerca de las nueve de la mañana, hora en que sin duda, ya no estarían allí.

--Se enfrentará Aaron contra Valentina. --anunció con tranquilidad-- Mientras que Eobard, lo hará conmigo, podemos comenzar cuando así lo decidan, solo recuerden que tienen un tiempo límite.

Mirando a su hijo, le dio una sonrisa y le pidió comenzar, no quería tener ventaja y para ello era mejor que el primer turno fuese de él. Por lo que mirando el anillo que conjuraba todos los amuletos y poderes de los libros que había adquirido hasta el momento, dudaba que estos no le brindarán algún beneficio extra, pero solo usaría hasta los del libro de la sangre, no sería una mala madre.



**************

@@Valentina Ricci Yaxley vs Aaron Black Lestrange // @ vs Mia Black Lestrange


**************


Pauta de la Prueba:
  • Podrán usar hasta los hechizos de Graduados. Más los del Libro Nivel 1, Nivel 5 y Nivel 7. (LINK)
  • En su primer post, la Daga de Sacrificio se activa y les produce una herida en el pecho a ambos duelistas. Deberán curarse antes de empezar el duelo.
  • En el segundo post, la Marca de Sangre actuará en ustedes y los obligará a anular su segunda acción.
  • En el cuarto post, el Juramento de Sangre les prohíbe lanzar rayos por ése turno.
  • Si el rival no responde en 24hs, se desprende una roca del techo y deberán evadirla, a las 48 hrs sin respuesta se considera abandono del duelo y por ende, se reprueba, dejando al profesor en la posibilidad de continuar con el duelo para no perjudicar a los activos.
  • La prueba tiene una duración de una semana, por lo que va del 14 de febero al 21 de febrero del presente año.
  • Las dudas que puedan surgir durante el duelo se plantearán únicamente por este tópic (aquí) fuera de este sitio, no serán respondidas.
Editado por Mia Black Lestrange
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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Todo había menguado con un movimiento de varita luego de las curaciones que nos habíamos realizado para pasar a la siguiente etapa de la clase. La loba se había desintegrado como si hubiese sido una criatura de arena que se esparcía con la última brisa del bosque antes de que Mía invocara el portal que nos trasladaría a un escenario diferente; siendo el penúltimo en cruzar, había desabrochado la gabardina para que cayera al deslizarse por mis brazos. Perderla en aquél bosque sería lo de menos, pues la misma se avejentaría como si fuera un gran tesoro escondido ante los ojos de cualquier muggle.

 

El majestuoso templo se imponía ante nosotros, con un cielo anaranjado de fondo que denotaba como los primeros rayos del sol, bañaban los amplios y verdes jardines, con un brillo particular en el mármol de la cúpula sagrada. ¡Cuánta historia!, ¡cuánta debilidad!, frágil expresión de amor de un hombre a una mujer hace ya bastante tiempo atrás...¡patrañas!... pensé, desconociendo si la magia de los oriundos de mi clase que vivían allí, protegían aquél lugar por algún artefacto oculto que de seguro habría escondido en el viejo cuento de amor. Tenía cierto interés por la magia genuina que se escondía alrededor del mundo.

 

>>Podemos comenzar cuando así lo decidan<<...

 

Y no esperé más tiempo. ¿Qué hora sería?, no se avistaban muggles por ninguna parte, así que supuse que tendríamos todo el lugar para sortear el duelo, siendo de esa forma y al estar junto a Valentina, fijé la mirada sobre la mitad del umbral del mausoleo, allí donde la flor de loto de mármol imperaba y desaparecí conjuntamente con mi prima tras agarrar la mano de la bruja para reaparecer en lo alto sin desparticiones. Sería un terreno angosto, a varios metros de altura, pero plano. A la izquierda (como mencioné), la gran cúpula, mientras a que mi derecha un vacío de varios metros; solo debíamos ser hábiles con la varita.

 

-¿Comenzamos entonces?...- pregunté a la hija de Orión, dando uno cuantos pasos hacia atrás, cosa de quedar a tres metros de distancia, pero a varios de una caída mortal. Hice una leve reverencia, costumbre innata de un mago de alcurnia y tras latiguear una sola vez y en seco mi diestra, materialicé la varita sosteniéndola firme por el mango. De pronto la daga se invocó como por arte de magia, realizando un corte diagonal sobre la camisa de lino que se rajó un tanto, tiñéndola escarlata con el pasar de unos segundos; episkey, pensé tras una bufa de indiferencia. De aquella manera se curaría la herida. Sonreí ligero- ahora sí... adelante Valentina...

 

Tácitamente, le había cedido el inicio de nuestro duelo.

 

@@Valentina Ricci Yaxley

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Parecía como si se hubiese desatado un infierno de un momento a otro, y un segundo después, una reinante calma. Admiraba a su madre por la calma con la que solía manejar situaciones así, pero sabía reconocer que no estaba del todo contenta por cómo habían resultado las cosas. Por fortuna, aquello no terminó en una sangrienta campal entre criaturas y magos. Aprovechando la aparente tranquilidad, se había puesto la parte superior de su vestimenta de nueva cuenta, sin importarle lo ensangrentada que estaba.

 

Así que, en cuanto escuchó el hechizo que la rubia había conjurado, sabía lo que se avecinaba. Si bien, la Ciudad Universitaria le había agradado como campo de batalla, el Taj Mahal, no estaba tan mal.

 

Magnífica estructura. Debo admitir, que estos muggles, a veces hacen algo bien.

 

La luz solar, apenas y se asomaba, por lo que tenían el tiempo y la privacidad suficientes como para efectuar el enfrentamiento final que determinaría si eran aptos para ostentar los poderes del Libro de la Sangre. Aaron y Valentina, decidieron desaparecerse más allá de la posición inicial, pero el castaño decidió que en el corredor, se encontraban perfectamente bien. Sus figuras se reflejaban en la superficie del estanque que atravesaba los jardines de extremo a extremo.

 

Así son las cosas, entonces... comentó, sonriendo de lado, para indicarle a su madre que estaba listo. Ojalá esto resulte menos sangriento de lo que fue la clase en el bosque.

 

Ya sostenía la varita, listo para lanzar el primer golpe; se sentía algo nervioso, pero intentaría disipar esa sensación conforme fuera avanzando el duelo. Lo que no contempló, fue la invocación instantánea de la Daga del Sacrificio que, veloz como una flecha, fue a parar a su pecho, y le infligió un profundo corte en su pecho, ocasionando que su vestimenta quedará más maltrecha de lo que ya estaba. Pero no fue el único, pues Mía también había recibido dicho corte.

 

Pensó en un Curación de forma no verbal, ocasionando que la herida en el pecho fuera sanada como si nunca hubiese sido efectuada, debido a la equivalencia que tenía con un Episkey. Aunque se trataba de un hechizo de uso limitado, el Black Lestrange lo había utilizado como una forma de no perder la ventaja inicial.

 

Creo que hablé demasiado pronto, como siempre. ¡Maldición!

 

Mantuvo la sonrisa previa al inicio del duelo. Dicho ataque, produciría que el siguiente hechizo de la profesora, sufriera un efecto de mala suerte, siendo más una versión ridícula, que lo que fuera que tuviera planeado lanzarle.

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Al parecer su hijo estaba actuando rápido y ella se quedó un segundo resagada por lo que sin siquiera pensarlo demasiado, levantó su varita mágica y pensó un sencillo pero efectivo <curación>, de tal manera que el corte que le había producido una daga del sacrificio en el pecho quedó completamente curada.

 

Estaba ilesa y era momento de ponerse en marcha o eso era lo que pretendía Porque al escuchar las palabras de su hijo, le regaló una sonrisa y esperó su siguiente movimiento, sin duda estaba siendo una buena maestra y eso era lo único que podía generar cierto orgullo hasta algún punto. Así que aprovechó unos segundos de tranquilidad para desviar su atención hasta lo que estaban haciendo los otros dos alumnos,

 

Su duelo estaba bastante tranquilo y relajado. Solamente Aaron había logrado espabilar porque Valentina seguía en un estado total de shock, al parecer sin comprender como era que alguien de su propia familia: Yaxley, era capaz de atacarla sin problema alguno, ¿le sorprendía? No, pero esperaba que al menos de esa manera tuviese la posibilidad de esforzarse por conseguir algún conocimiento más en la clase.

 

Mous... --soltó molesta al notar que su hijo había usado el hechizo maldición en su contra. Si, la versión de un morphos que había intentado hacer ahora era una burla. No le molestó, pero si le sorprendió un poco.-- Silencius --siseó logrando que el siguiente hechizo de su hijo quedara mudo, porque no podría articular palabra alguna.

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La aventura nocturna en el bosque había sido de lo más desafortunada, causando diferentes estragos entre los tres miembros de la lección. Ataques, heridas y hechizos de guerra se sucedieron durante las horas de oscuridad, consiguiendo que los muchachos pensaran que sería una noche infterminable. Estaban cansados, pero se mantenían a salvo por el momento. Lásteima que aquella serenidad fuera a durar tan poco tiempo.


El portal invocado por Mia trasladó a los jóvenes hasta el mismísimo Taj Mahal, monumento funerario de lo más apreciado en la religión hindú tanto por magos como por muggles. ¿Cómo iban a luchar en tan pacífico lugar? Pues así debería ocurrir: Valentina tendría que vérselas contra su primo Aaron, y más le valía quedar en buena posición si quería obtener el certificado de Bruja de Sangre cuando terminara su prueba.


Hubiera preferido estar en el grupo contrario enfrentándose bien a Eobard o bien a Mia, pero estaba claro que aquello iba a ser un enfrentamiento entre familiares, quizá para mayor disfrute de la profesora, pues siempre es más interesante ver a gente cercana teniendo que luchar entre sí. Mientras se colocaban en sus posiciones, el amanecer se hacía presente. El sol entonaba colores desde el dorado hasta el naranja, haciéndose presente tras la oscuridad nocturna. Las paredes del monumento cobraron estos mismos colores al reflejarse la luz sobre las paredes de blanco pulido, como si de un espejo se trataran. Asímismo, el castillo se mostraba de manera inversa sobre las aguas del jardín enmarcadas entre los árboles, produciendo una estampa digna de recordar en sus memorias.


Aaron fue mas rápido que ella. Nada más tocar su mano, ambos se aparecieron en la parte de arriba del mausoleo. El duelo se produciría a varios metros de la planta baja.


Caray, Aaron, ya podías haber elegido un terreno con menos caída libre.


Ambos comenzaron con la reverencia, llevando su diestra contra el pecho, varita incluida, para después inclinarse hacia delante. Lo primero que ocurrió fue la invocación de la Daga del Sacrificio, que rajó el pecho de la muchacha, rompiendo así tanto su epidermis como parte del jersey que llevaba vistiendo durante toda la sesión. Sabía que debería curarse cuanto antes.


Rápidamente, pasó su varita sobre el pecho y pensó en el hechizo curativo "Episkey". Enseguida la herida revirtió, haciendo que dejara de sangrar y que los restos de sangre formaran una costra a modo de cicatrización de la herida. Así, se curaría en salud de posibles infecciones o complicaciones, nunca mejor dicho.


Pensaba en intentar a Aaron lo más sutilmente posible, ya que no tenía intenciones de hacerle daño, cuando un enorme temblor hizo que el piso comenzara a moverse. Sus piernas empezaron a temblar, provocando que la joven cayera de bruces contra el suelo.


¡Demonios! ¿Esto es un terremoto?


No pudo ver muy bien si Aaron cayó también al suelo, pues en unos instantes, vio cómo una roca se desprendía del borde de la cúpula y caía rodando hacia ella. La agilidad mental de su cerebro fue clave para evitar ser aplastada por la misma, ya que sus dimensiones eran lo bastante grandes como para dejarla aplastada cual insecto pisoteado por un zapato.


Cerró los ojos, apuntando hacia la roca, y el hechizo "Salvaguarda Mágica" se pronunció en su mente. Su cuerpo se volvió intangible, casi como si se hubiera desaparecido del lugar justo en la milésima de segundo en la que la roca debía impactar sobre ella. La atravesó, rodando hasta colocarse justo detrás de ella y frenar en seco contra la barrera que separaba el piso del abismo.


Lástima que la roca no me diera, te hubieras librado fácilmente de mí, ¿eh, primo? —dijo esperando su reacción.

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Aquello parecía haber resultado bastante bien, más el Black Lestrange no bajó la guardia. Su madre desvió la mirada un par de segundos, para observar cómo iban los otros dos duelistas. Él, por otro lado, prefirió no hacerlo, pues quizá se trataba de una trampa para tomarlo con la guardia baja. Y aún así, poco o nada pudo hacer contra el Silencius que le había aplicado.

Podía mover los labios, gesticular y tal, pero ningún sonido provenía de su boca. Bien jugado, madre, pensó, manteniendo su sonrisa habitual.

Siendo así, conjuró un Embrujo Punzante de forma no verbal, disparando dicho rayo desde la punta de su varita mágica. Era una táctica poco inteligente, sobre todo porque no era un hechizo tan dañino, según él. De impactarle a la profesora, le causaría severas deformaciones en su rostro, lo cual conllevaría a que tuviera problemas de puntería debido a la posible obstrucción en sus ojos.

Tragó saliva un par de veces. Había recuperado el habla.

-Eso ha sido muy malo, aunque me alegra que no me hayas atado la lengua. -terció el castaño, encogiéndose ligeramente de hombros. En vista de que su primer ataque había funcionado tan bien, pensó en repetirlo de nueva cuenta. -¡Maldici...

No terminó de pronunciar el efecto, pues una sensación de ardor en su hombro comenzó a molestarle. Era la Marca de Sangre, que estaba resurgiendo, aún después de que la profesora lo hubiese anulado en el bosque. Funcionaba casi igual que la maldición Imperius, aún después de librarte de ella, aún eras un poco susceptible, sobre todo en horas posteriores.

La voz en su interior, le susurraba que anulara el hechizo, que no lo lanzara. Por lo que, al no haber completado las palabras, del fragmento de álamo temblón, sólo salieron un par de chispas. Casi de inmediato, el dolor cesó, dando a entender que la Marca simplemente había elegido ese momento exacto para arruinarle la estrategia. Quizá, cuando le fuera otorgado dicho poder, podría hacer lo mismo con las personas. Tal como Mía lo había hecho con ellos.
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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Dibujé una sonrisa torcida bajo la indiferente mirada ante la curación de Valentina, pues como era de esperar ella también parecía ser hábil con la varita, y la verdad es que no esperaba menos de un Yaxley. De pronto el mausoleo pareció cobrar vida, o al menos eso creí, ¡estaba temblando! ¡tenía razón!, ese lugar escondía algo y había respondido a los hechizos que nosotros tan solo practicábamos a esas horas de la mañana, creyendo que estábamos intentando dar con algún artefacto mágico... debía recordar este momento; ya lo analizaría más tarde en el pensadero.

 

-¡Eso parece!- grité a la bruja tras oírle; quise ver si Mía y Eobard estaban bien pero en ese minuto luchaba con mi equilibrio. Observé a la bruja que tenía por rival mientras notaba como parte de la cúpula se desprendía, cayendo algunos escombros hacia mi prima. "Seguramente Maida me regañaría por ésto pero yo sabía que no era un tipo de fiar", sostuve platicando conmigo. En un santiamén invoqué la daga y me la clavé en el muslo al mismo tiempo que me hincaba con la otra rodilla- Immolo oppugnare...- susurré con una mueca de dolor, manteniendo la vista fija en la bruja para cerciorarme que el daño fuese certero en su muslo; ¡y así fue!. Ella ahora se volvía intangible para sortear la roca, pero debería curarse del daño, sin contar que ahora estábamos ligados- eres la hija de Orión, no espero librarme de ti con una roca...- le dije al cabo que reía mientras me ponía de pie a duras penas. Pensé en "curación", y la herida en mi pierna sanó sin problemas; moví las hombros de forma circular un par de veces para acto seguido tronar el cuello y volver a mi posición de combate.

 

"Maldic..." quise concentrar el hechizo en mi mente pero no pude, al contrario, sentí un ardor en aquél lugar donde había cortado la daga a principio del duelo, herida que por cierto ya estaba curada; ¡barreras!, pensé, ¡malditas barreras!...estaba molesto, observé a Valentina, ahí con su pierna ensangrentada; corte que seguramente le dolería bastante y le incomodaría para el apoyo y seguridad de un duelista promedio.

 

-So...¡solo ataca!- exclamé llamando su atención. Un mechón castaño cruzaba mi frente flameando al compás de la brisa matutina...

 

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Su pierna sangraba a borbotones, tomando un color bastante feo. En esos momentos, se estaba acordando de todos sus antepasados, que también eran los mismos que los del rival que tenía enfrente. Intentó llevarse las manos hacia aquella raja para intentar hacer un tapón o algo similar, pues cada vez sangraba más. Pero un corte realizado por un Mago de Sangre no se curaría usando un simple torniquete o taponándolo. Y es que las heridas hechas con magia, a base de magia han de ser curadas.


Maldito Yaxley... —gruñó— Teniendo familiares así, ¿para qué quiero enemigos?


Esperaba que tanto Eobard como Mia hubieran corrido mejor suerte que la de su pierna. En esos momentos deseó haber cursado la maestría de Primeros Auxilios, pues tal y como recordaba tras haber estudiado el libro predecesor a aquel del cuál se estaba examinando, de ser así podría haberse valido de un amuleto para cesar su desgracia. "Ahora sé por qué es tan importante estudiar", pensó para sus adentros mientras intentaba buscar una mejor solución. Pero no era momento de quejaese o de retorcerse en el fallo, sino de actuar.


Valentina sabía que lanzar un hechizo de rayos no sería fácil, pues no aguantaba tan siquiera a quedarse mantenida sobre sus piernas. El peso, haciendo presion en el punto de dolor, hacía que se venciera en cuanto intentaba alzarse, aunque lo intentara sujetándose contra la barrera del precipicio. Así, pues, pensó en cambiar la suerte del muchacho mediante el efecto de Maldición, conjuro que acababan de aprender. Lo visualizó en su mente, provocando que el siguiente hechizo de su competidor se emitiera como una parodia del original y sin causar ningún estrago sobre la chica.


Siento mucho haberte cortado ese hechizo —se mofó con cierto aire de superioridad en su comentario.


Pero aún le quedaba arreglar el corte de su pierna. Pensó en Curación y sintió como la sangre paraba de salir a borbotones del lugar más profundo del corte. Esto le hizo sonreír.


Bueno, querido. Ahora que estoy mejor, me toca a mí, ¿no crees?. Sectumsemprrrrrr.


Pero una fuerza sobrenatural hizo que no pueiera pronunciar el hechizo, como si de repente alguien le hubiera robado la voz y hubiera inmovilizado el movimiento de su varita.


¿¡Qué demonios!? —exclamó.

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Aaron Augustine Black Yaxley

 

Y aún estaba ligado a dañarme para liar a Valentina en aquél duelo, sin embargo buscaba el momento oportuno para otra cosa. Le observé gruñir con muecas que seguramente me maldecían por haberle ocasionado aquél corte en su muslo, pero eso no debía ser un gran lío para la bruja- guiñé un ojo e hice una reverencia en modesta ironía, sujetando la varita cuán maestro de orquesta- al contrario, yo no podía bajar mi guardia ni confiarme de que la persona en frente fuese o no un familiar. Lo había aprendido con el pasar de los años.

 

Embrujo punzante, fue lo que concentré en mi mente mientras enarbolaba mi varita en su dirección con un movimiento elegante y seco que soltó el rayo atravesando el trayecto en lo que a ella le afectaría la misma barrera que me afectó a mí; ocupar la fuerza en contra; también era alguna de las cosas que había aprendido en el arte de enfrentamientos con varitas. Aquél hechizo lograría impactar en la bruja de tal forma que a su rostro le afectaría alérgicamente, provocando hinchazones en los pómulos y otras partes para impedir una visión certera y con ello la dirección de algún ataque en mi contra.

 

-Si lo hubiese cortado...-le dije, pero me contuve un par de segundos y le oí >>¡¿qué demonios?!<<- ¿te paso un espejo?- reí y me encogí de hombros para menguar mi culpa. acto seguido blandí la varita nuevamente en su contra, ésta vez, para realizar el juramento que tanto había esperado. Mi daga le había cortado, por lo tanto tenía la opción de ligarla a mí, tomarla como objetivo- ¡Yo juro!...- exclamé para luego mirarle como quién acecha a la presa-...prohibir lanzar rayos...

 

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Había salido airosa de aquel tajo recibido en la pierna. Por desgracia, tanto Aaron como Valentina continuarían unidos por la daga del sacrificio, ya que hacía poco tiempo que su profesora los había obligado a utilizar los hechizos de sangre entre ellos. Aaron había sido más rápido y perspicaz que ella y, valiéndose de esta conexión, la utilizó a su favor antes de que a ella misma se le pasara por la cabeza la más remota intención de hacerlo. Pero dado que él estaba demostrando que, a la hora del duelo, poco o nada importaba respetar la integridad física del otro, no se iba a quedar atrás. Eso sí, siempre dentro de unos límites, como era de esperar. Tampoco se trataba de un duelo a muerte, más bien de dejar al otro un poco en la estocada.


Parece que te hayas propuesto llegar a la Manor airoso por vencer a tu prima en clase, ¿no? —preguntó enarcando una ceja—. No sabía que fueras tan gallito —sentenció.


Pero el chico no debió tomarse el comentario demasiado bien, ya que se limitó a esperar a que Valentina terminara de pronunciar aquella “inocente” frase para continuar poniéndola a prueba. El embrujo punzante que le propinó empezó a hacer que se le deformara la cara, casi como si hubiera bañado su rostro en zumo de piña, fruta de la que padecía alergia.


¡Ah! —exclamó.


Le dolía. Notaba cómo su piel ardía. Incluso el tejido de los párpados comenzaba a hincharse, haciendo que no pudiera apenas ver nada. Sabía que tendría muy difícil utilizar un hechizo que necesitara apuntar, así que, valiéndose de su daga del sacrificio, pronunció:


Immolo oppugnare.


Pasó con sumo cuidado la daga por el pecho, abriendo la herida que justo al principio del duelo se provocó con el mismo objeto. Eso sí, ahora la complicación la tendría Aaron, pues la sangre emanaba de su pecho a la par que del de la joven. Enseguida, notaría un enorme dolor que le impediría moverse del suelo, a no ser que se curara.


Él le contestó con un juramento de no poder lanzar rayos. Tampoco lo iba a hacer, teniendo en cuenta el estado de su rostro, pero eso terminaría pronto. Sabía que dicho hechizo no podría durar demasiado activo. Así que, con cuidado, acercó su varita a su propio pecho, justo en el lugar que acababa de rebanar con la daga y pensó en “Episkey”. Al momento, la herida cesó.

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