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Prueba de Videncia #19


Sajag
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Un funeral especial...

 

El pensamiento de Sajag acudió a una de las última frases que el muchacho que hoy se iba a coronar Vidente había formulado en su clase. No le había contestado al momento y tampoco añadió mucho más después. Sólo había cumplido su deseo de compartir otro té y habían hablado de cosas triviales, aunque tal vez no lo fueran tanto... Eso tendría que valorarlo él, analizando lo que habían hablado.

 

Sobre la Vinculación con el Anillo, más que preparado según el Arcano, sólo le había dicho que intentara ver la Prueba porque no le iba a dar ninguna pista de cuándo, cómo ni porqué. No le iba a citar en el límite del lindero junto al río, en aquel destrozado muelle perdido entre las aguas tumultuosas. En algún lugar, en el fondo, donde el lodo rodeaba y ocultaba miasmas de historias perecederas, estaban los restos de las maderas que conformaron un hermoso puente lustroso y decorado con grabados y esculturas hermosas. Era la única manera de cruzar al otro lado, hacer que resurgieran. Pero... ¿Cómo...?

 

 

 

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En el aire, en cuanto él pusiera el pie en los restos mohosos y ennegrecidos de lo que quedaba del muelle, aparecería un cartel. Tendría que responderla con total sinceridad. Nadie puede engañarse a sí mismo. Si lo hacía, una parte del muelle ascendería del fondo y le dejaría avanzar un tercio del camino hacia la otra orilla.

 

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Esta, tal vez, era la pregunta más complicada, puesto que reconocer los errores de cada uno es difícil ante los demás pero, muchas veces, es peor ante uno mismo. Uno puede llegar a creerse sus propias mentiras y dejar el pasado en el olvido. Pero somos lo que fuimos y este pasado siempre nos persigue, acaba alcanzándonos. Pero Sajag confiaba en el muchacho, al fin y al cabo ya se había hecho estas preguntas y ya se las había contestado. ¿Qué podría pasar? ¿Que siguiera ciego de por vida? Más ciego es quien no quiere ver que el que no ve por naturaleza.

 

Avanzaría otro tramo para encontrarse una tercera pregunta, mucho más difícil que las anteriores. Esta vez la pregunta sería mucho más temible porque ahora debería usar bien su Ojo Interior. Si en las otras preguntas podría usar su propia experiencia para superarlas, sin mucho más esfuerzo que leer la Verdad intrínseca de su alma, ahora debía interpretar la Verdad de su futuro, sabiendo que todo puede ser real o no dependiendo de muchos factores. La respuesta correcta haría que apareciera el otro tramo que le dejaría en el otro lado de la orilla.

 

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Si en algún tramo fallaba, el puente desaparecería y Orión con él, en el fondo del río.

 

El Arcano le sintió llegar y no le miró. Saboreó el día que tenían por delante y sonrió. Avanzó hacia el río y, justo antes de desaparecer y aparecer en el otro lado, soltó una gran pregunta que le atormentaba desde hacía días.

 

- ¿Por qué el Bosque necesita personas?

 

Esperaba su respuesta cuando se vieran, en el otro lado, en la orilla de verde césped y donde se iniciaría la segunda prueba.

Editado por Candela Triviani
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Su visita con Sajag fue muy agradable. Entró como un Orión y salió como otro. Nos pongamos filosóficos un rato; la gran pregunta de esta ciencia es encontrar la unidad en lo múltiple. Cambiemos el eje, ahora, a la situación de él. ¿Cómo puede cambiar una persona y que siga manteniendo una continuidad? ¿Será que uno se puede identificar con la misma noción de cambio? Y es que, todas estas cuestiones, de alguna manera, se relacionan con la primera pregunta del puente. Su único camino para cruzar al otro lado.

 

Expliquemos un poco su llegada a la prueba. Fue bastante fortuita, la verdad. Seguía ciego, claro, su mirada completamente nublada. Pero esa mañana cuando se llevó la venda a los ojos, se sintió diferente. Pudo ver un puente. Se sorprendió, claro. Igual que en el desayuno, cuando bebió su té, sintió lodo en su sabor y casi lo tira. Al mediodía, cuando estaba aseando la Manor, sentía que se chocaba con esculturas y en las paredes habían grabados. Supuso que le había llegado su turno, para volver. Para volver a ser Vidente.

 

Por eso estaba ahí, frente al cartel preguntando quién era. Una voz le llegó a los oídos, una que no existía de verdad.

 

¿Quién eres?

 

Rodeó el cartel para seguir caminando por el límite del lago y se percató que no había forma de cruzarlo. Las maderas crujieron ante sus botas y llegó a la conclusión de que esto era parte de la prueba. Se quedó en silencio y llevó la mano al mentón. Ese tipo de preguntas siempre tenían un giro. Podía ponerse a describir quién era, de dónde había salido, a quienes amaba y en donde trabajaba. Pero eso era redundante. Hay una ambivalencia en los puntos específicos de las personas, son contingentes como a la vez no. Me refiero a que tienen un motivo, una base más fundamental.

 

- Soy Orión. Soy lo que veo e interpreto. Soy mi propio sistema de significaciones. Soy vivo y soy lo que me atraviesa. Soy mis acciones y soy, a su vez, la responsabilidad de ellas.

 

Hacerse cargo de lo que uno es termina siendo terrible. Porque pararse frente a todos lo que puede estar por encima de uno, como a su vez reconocer la falta de poder ante una realidad eterna. Es el compromiso de tomarla y transfigurarla en algo nuevo. Y para Orión, eso era volver a ser Vidente. Y eso es lo que era en ese momento.

 

Así sintió el ruido de maderas golpeándose y de cómo un viento que soplaba detrás suyo lo invitaba a seguir caminando. Una porción del puente se había construido. Iba, de todas maneras, con cautela. Tomado de la baranda. Llegó hasta un nuevo cartel, y una nueva voz aparente.

 

¿Quién fuiste?

 

- Uff… Clever… ¿Fui? ¡Un idi***! Bueno, en parte lo sigo siendo. Y es que, nunca dejamos de ser lo que fuimos de alguna manera. Fui una versión más pequeña que ahora. Fui quien no podía vivir sin utilizar su ojo interior, como además el que tuvo que aprender a vivir sin él. El pasado se mezcla en el presente y lo que fui, lo sigo siendo, pero desde otro punto. Todo lo que soy y puedo ser está en potencia dentro de mí. La creación no es generar algo nuevo desde la nada, es la mezcla y la nueva interpretación de la realidad y mi realidad.

 

Volvió a escuchar el mismo sonido de maderas y el viento que lo impulsaba a seguir caminando. Continuó pasando sus manos por la baranda. El patrón se repitió por tercera vez. Salvo que ahora, se le puso la piel de gallina.

 

¿Quién serás?

 

- Seré el que estoy siendo ahora, pero dif…

 

Una madera se escapó por debajo de su pierna haciendo que perdiera el eje.

 

- ¡Rayos! Veo que respuestas englobantes no lo satisfacen. Está bien. Elaboraré algo más específico.

 

Con cuidado y alejándose del hueco que había causado con su primera respuesta, buscó un lugar dónde sentarse con las piernas cruzadas. Puso las palmas hacia arriba e inspiró profundo. Exhaló concentrando toda su magia en la misma acción. Era como si estuviera exteriorizando la magia que tenía en su interior. Un aspecto de sacar de él mismo las respuestas a su pregunta. Una visión nueva.

 

Se vio Warlock, lejos de todas las obligaciones que podía llegar a tener y armando políticas por el bien de toda la comunidad mágica. Se desconoció, él no era así, y negó con la cabeza alejando esas imágenes. Se vio como Sajag, esperando al otro lado del puente y susurrando una respuesta que no había entendido en ese momento. Ahora movía la muñeca como si le pidiera a su propia mente que continuara. Se vio Director de Aurores y se espantó. Se vio desempleado y retirado de todas las batallas y guerras mágicas leyéndole a sus nietos cuentos para dormir. Se vio durmiendo en una hamaca en la Polinesia Francesa. Eran flashes que podían durar centésimas de segundos pero que él las captaba en su totalidad. Ahora se veía vestido de explorador con machete en mano haciéndose paso por la selva. Tenía que ir más allá. A su alma, qué decía ella, qué Verdad ocultaba. En todas, él estaba con una sonrisa en sus labios.

 

- Y la verdad, seré feliz en cualquiera de mis destinos. Si estoy feliz, no me tengo que preocupar mucho. Después de todo, acabo de ver muchos futuros y sólo hubo una cosa en común en todos ellos. Futuros que hoy por hoy veo imposibles, pero ¿qué es lo imposible si no la medida de lo que está fuera de nuestro pensamiento hoy? Hace un mes me era imposible estar ciego. Hace años me era imposible ser vidente. Lo que seré va en contra de toda noción de lo imposible

 

Se paró cuando el mismo puente, como si lo hiciera a regañadientes, terminaba de construirse. Se rascaba la nuca. Sabía que estaba girando en un círculo de nociones volátiles. Ideas de la imposibilidad iban en contra de cualquier especificidad en una profecía. Pero era lo que podía ver y lo que podía interpretar con sus herramientas. Mañana verá las cosas más claras, claro.

 

Bajó del puente con cuidado, encontrándose con Sajag nuevamente. Recordó la pregunta, sobre el bosque.

 

- Gusto en verlo, maestro. El Bosque necesita personas porque son ellas las que hacen que el bosque, sea un bosque. El bosque es bosque en tanto las personas lo reconocen como bosque. Y la persona es persona en tanto puede reconocer que el bosque sea así. Es un doble juego, construimos conocimiento y el conocimiento nos construye a nosotros.

 

No, no era una forma de elevar a la persona por encima de la naturaleza. Pero, el espíritu racional iba más allá de un juicio analítico o de las matemáticas. Iba encontrarle sentido algo externo suyo.

 

- Si el bosque no tiene personas, ¿nos estaríamos preguntando sobre el bosque? ¿podríamos saber de él?

Editado por Orión Yaxley

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A Sajag no le hacía falta ver lo que sucedía para saber lo que sucedía. La ceguera del muchacho era recurrente y, sin embargo, no temía nada por él. Sajag Sabía...

 

Apenas tuvo que esperarle en la otra orilla. Orión era sincero consigo mismo, una de las bases más importantes de toda Habilidad, conocerse a sí mismo por encima de todas las mentiras y las elucubraciones con las que disfrazamos nuestro Yo al mundo. Ser Uno, ser por sí mismo, Ser, simplemente... Algo que parecía tan sencillo pero que podría llevarte a un punto incoherente si te mentías, porque le puedes mentir a los demás, o al menos hacer el intento... Pero a uno mismo nunca se puede mentir, el caos en el que te quedas inmerso puede destruirte.

 

Y eso había hecho Orión, confesarse todo para poder seguir adelante, aliviado del peso de las cargas innecesarias que vamos asumiendo a lo largo de nuestra existencia. Pronto no le sería necesaria esa venda. Pronto, sabría verse como era sin necesidad de apagar sus ojos.

 

- Coexistimos vinculados, entonces, ¿no crees...? - respondió a su respuesta. Sajag no solía afirmar nunca, buscaba que fuera el pupilo quien lo hiciera, que lo sopesara. - Sin esa capacidad para recoger reacciones de lo que nos rodea no somos nada, y esas reacciones que recibimos nos modifica de alguna manera, ¿es así? Por tanto, toda experiencia, nos enseña, sea cual sea el resultado. ¿De todo aprendemos...?

 

Delante de ellos, se abría una senda pedregosa en medio de una vegetación que cada vez se iba haciendo más densa y más peligrosa. En un momento, aquella senda se dividía en tres simples caminillos en las que pasar de lado apenas era posible, arañándose y siendo golpeado por las ramas, animales que en los árboles habitaban, impregnándose de la Muerte que le llegaría inevitablemente.

 

- Los tres caminos matan. Los tres son la muerte. Los tres te harán llorar, de alguna manera. Recuerda qué día es hoy, muchacho. Eso te ayudará a llegar a la entrada del Laberinto. Sigue hasta el final, escoge el camino correcto. Allá tendrás el antídoto para sobrevivir a lo que sufras ahora.

 

Sajag desapareció de su vista (no de su control, sabía que lo iba a lograr pero siempre quería estar allá hasta el final por si tenía que intervenir; por desgracia, algunos de sus discípulos se habían quedado en el camino y él había tenido que devolverlos a sus casas, completamente ignorantes de lo sucedido). En su lugar, tres pájaros volaban por encima de él, en círculos.

 

- Elige el del centro: morirás rápidamente. No sufras, la Muerte te alcanzará dulcemente.

 

- ¡No! Elige el de la derecha, será duro y difícil pero puedes tener esperanzas que la Muerte te respete, tal vez mueras, tal vez no. Ten Fe, tal vez no mueras...

 

- Elige el de la izquierda. Has de morir igualmente pero podrás reflexionar sobre la Vida y la Muerte durante el camino. Elige aprovechar esta experiencia... Elige bien...

Editado por Candela Triviani
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- Exacto, de todo aprendemos. Pero esas experiencias no son independientes. Esas experiencias se forman en base a lo que recibimos por nuestros sentidos y cómo lo procesamos. A eso llamaríamos experiencias, por esa razón, dos personas viviendo la misma situación tendría… puntos de vista diferentes.

 

Orión caminó junto con el arcano. A su lado, él sentía que podía ver y su andar era más suelto del que lo fue en el puente. Su nariz pudo apreciar el cambio de aroma y sus pies el cambio de relieve. Sentía piedras y un frondoso bosque. Tuvo que incluso bajar un poco la cabeza porque se había comido varias ramitas y hojitas en el transcurso. De repente se paró en seco porque Sajag lo había hecho.

 

Lo escuchó atentamente y asintió antes de que el indio desapareciera.

 

Tres pájaros sonaron. Tres caminos qué tomar. Orión bajó con cuidado y se sentó cruzado de piernas. Su espalda encorvada y su mirada hacia el suelo. Acá había que usar la razón espiritual. Pensar lo que cada uno de los pájaros decía y ponerlo en análisis.

 

- Los tres caminos conducen muerte. Y sí. Es obvio, todos moriremos en algún momento. Y esta elección entre los tres caminos es en cierta forma una metáfora de cómo elegimos nuestro camino hacia la muerte. Sajag no deja de sorprenderme, la verdad.

 

A veces Orión pecaba de buscarle un significado a todo. Bien podía ser simple la cuestión, elegir el de la derecha y si tenía suerte iba a morir. A ver, eran los pájaros hablando. De todas maneras, el tipo siguió procesando toda la información que tenía a mano. La noción del antídoto se hizo presente de repente. ¿Un antídoto para la muerte? Negó con la cabeza. Re pensó todo lo que escuchó hasta ahora.

 

- “Elige el del centro: morirás rápidamente. No sufras, la Muerte te alcanzará dulcemente”. Es una buena opción, ¿a quién le gustaría morir con dolor? A nadie. Sin embargo, será duro y difícil, pero puedes tener esperanzas que la Muerte te respete, tal vez mueras, tal vez no”. Si de algo estoy seguro y que no necesito al Videncia es que moriré. Indudablemente. La muerte respeta a todos, porque se encarga de buscarnos cuando llega nuestro momento. No se saltea a ninguno. Por último, “podrás reflexionar sobre la Vida y la Muerte durante el camino”. ¿Qué es reflexionar sobre estos temas, más que vivir, directamente?

 

Si tuviera su varita y sus antiguos poderes, hubiera blandido rápidamente su arma para crear un camino entre los tres. La muerte iba a llegar, no importara cual elegía.

 

Se paró, sacudiendo un poco el polvo de su trasero y comenzó a palpar las entradas cada uno de los senderos. Se lastimó un poco, pero logró localizar el izquierdo. Suspiró. Puso un pie delante y luego el siguiente. Cambió su postura y fue caminando de costado porque ya no entraba en el ancho del sendero. Vamos a marcar dos tipos de realidades, la primera que es la real real y la otra que es la real Orión real. Sí, muy claros los nombres, pero tienen su explicación. La real real nos cuenta un Orión sufriendo los pinchazos de las espinas, las ramas y garras de animales silvestres que lo atacaban al pasar. La real Orión real era un poco diferente, no lo veía como raspones, si no como… cosas propias de un camino. Para sintetizar, Orión había cambiado su perspectiva en el camino. No estaba sufriendo per sé. Es más, el mismo viento que lo empujaba a avanzar en el puente, se hizo presente en ese recorrido.

 

Salió de ese pasadizo con las ropas llenas de sangre y raspones. Inclusive moretones en los hombros. Las manos las tenía llenas de ampollas y quemaduras. Pero no sentía dolor. Es como si fuese vivir. Todos tenemos días buenos y malos, pero no signifique que no podamos ser feliz en una situación general

 

Y el antídoto era el pasar mismo por esa situación.

 

Ninguna botellita esperaba a Orión al final del recorrido. El antídoto de todo lo que pasó es la esperanza de un futuro mejor y del aprendizaje de las situaciones rasposas, con pinchos y de las garras de animales.

 

Y Orión así se dio cuenta, tanto que siguió caminando.

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El Arcano indio sonrió, con una expresión de satisfacción que expandió su sonrisa. Hasta sintió que se elevaba unos centímetros por encima del suelo de la entrada al Laberinto. Ese levitar del ser lo había producido la capacidad de raciocinio de su alumno. Sajag sabía que pocas veces un pupilo era tan grande o más que su maestro. Esa humildad de reconocerle como un igual, como un superior, era otra de las características que hacían humano a un Sabio y Sabio a un ser humano; era el siguiente paso que debía reconocer Orión.

- "Mantente humilde; así cada vez serás mejor porque no dejarás de aprender", -- dijo el Arcano al muchacho, cuando éste pasó a su lado. No habría más comunicación entre ellos. Sajag avanzó hacia el siguiente punto de encuentro, el interior de la Pirámide, en el centro mismo del Laberinto, donde se dibujaba en el centro, el Ouroboros. En ese Portal de las Siete Puertas, él le esperaba para hacerle la gran pregunta para su vinculación.

La entrada al laberinto era un sencillo arco de hiedra en medio de un muro altísimo de vegetación espesa que impedía ver el cielo. Orión no podría verlo, aunque se quitara la venda. En algún momento, esa venda caería. Sajag estaba seguro que el Portal le haría Ver, en todos los sentidos, de manera que su venda desaparecería para siempre. Pero, en el fondo, esa era una decisión privada del muchacho. La venda estaría mientras él necesitara que estuviera. No por ello, él le iba a tratar como un ciego, porque no lo era. Tenía la Videncia a su lado, no necesitaba tratos de favor.

La Hiedra le curaría los aspectos físicos que traía de la prueba anterior. Sus raspaduras, heriditas, sangre... Todo quedaría mágicamente reparado. Sólo lo que había aprendido de aquella situación quedaría latente en su memoria y ese sería su mejor antídoto ante las situaciones de la vida. Recordar...

Y recordar le sería importante en aquel laberinto. En cada cruce tendría una profecía de sí mismo en el futuro, tal como lo había visto en el muelle. Para hacer esta prueba necesitaba llegar desnudo al lugar, sin nada terrenal que le atara al mundo exterior, antes de subir la escalinata de la Pirámide. Iría perdiendo la ropa a medida que fuera adquiriendo conciencia de lo que hacía y hacia donde iba. Cada profecía le mostraría a él mismo tal como sería en unos años, tras aquella visita a la Pirámide. En cada uno de los cruces que debiera decidir qué camino seguir, una profecía le indicaría cual le llevaría al centro. Si confundía el camino correcto, éste le llevaría hacia el exterior, al borde del río antes de comenzar, habiendo olvidado todo, sintiéndose indeciso y sin saber qué hacía en los terrenos del Ateneo, vestido de nuevo.

No pasarás pero serás feliz al lado del amor que te espera en casa.

Pasarás la Prueba de la Videncia pero te convertirás en un amargado, aislado en una cueva a las afueras del pueblo, viviendo de las hierbas que tú mismo cultivas.

 

No amarás.

 

Amarás demasiado y te convertirás en un tirano de tu familia.

 

Matarás a tu hijo y a su madre.

 

Tendrás nietos y le contarás cuentos.

 

Ganarás el puesto de Primer Ministro.

 

Seguirás ciego toda tu vida...

No pasarás, morirás en el Portal. Nadie se acordará de ti en un año.



Orión necesitaba enfrentarse a sí mismo y reflexionar sobre estos futuros, saber que la Videncia no era la ciencia exacta que se pretendía y era la más exacta de todas, que todos los caminos llevan a Roma aunque no quieras, que el futuro está ahí, queramos o no...

Cuando llegara a la escalinata, su último yo, vestido con una forma muy similar a Sajag, con el anillo rosa brillando en sus dedos, le dejaría subir tras una última reflexión:


"Te convertirás en el Arcano de Videncia y estarás allá arriba, recibiendo a otros que, como tú,

subirán la escalinata desnudo...

Para ser Arcano se requiere gran sabiduría y coraje, además de una capacidad mágica extraordinaria.

Si crees que esto es cierto, sube."

Arriba, Sajag, esperaría para comprobar si la humildad del muchacho le permitía ver si estaba preparado para el reto de la vinculación. Era su decisión. Como todo.

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- “Mantente humilde; así cada vez serás mejor porque no dejarás de aprender”.

 

Y un escalofrío pasó con una lentitud extraña por la espalda de Orión. No malinterpretemos esa señal como algo negativo, por favor. Resulta que, para él, todo lo que se iba encontrando en la prueba eran situaciones que lo descolocaban de alguna manera en su propio pensar. Soltó un bufido. Había que seguir. El principio de la humildad, para el Yaxley, yacía en un corazón tan abierto como la mente. Si su mismo ser se expandía con el tiempo, ¿por qué no podía hacerlo él mismo con sus conocimientos?

 

Según su experiencia con Animagia seguía el… laberinto. Tragó saliva mientras se llevaba una mano a una de sus recientes heridas profundas. El mismo viento que lo venía acompañando, esta vez, sonó unas tímidas hojas. Orión confirmó que estaba frente al laberinto. Inspiró profundo, se armó de valor y puso el primer pie pasando el arco de hiedra. Lo cruzó completamente, sintiendo como las plantas acariciban su cuerpo.

 

Y así, de repente, no sintió más la necesidad de tomar sus heridas. Ya no las tenía.

 

Sus pasos sonaron sobre el camino de piedras. El aire se sentía viciado y la luz del sol no lo abrazaba. Se sintió, de alguna manera, sólo. Se abrazó así mismo y daba pasos con cautela. No es porque tuviera miedo, sino porque la magia de los Arcanos no era poca cosa y él ya lo sabía a primera mano. Continuó caminando hasta que se chocó de bruces con la pared de arbusto, soltó una risa ante su torpeza y palpó la señal. En todos los cruces con los que pasaría, se encontraría con un letrero de flechas que indicaba hacia dónde ir. Todos estos adornados con una bola de color. Una profecía.

 

No pasarás, pero serás feliz al lado del amor que te espera en casa.

Fue caminando de un lado al otro mientras se ponía a pensar de a dónde ir.

 

- ¡Esto es ridículo! Si llegué hasta acá, me parece tonto que falle la prueba. Pero, ¿fallar? No, no, aprendí. Bah, “aprendí” Aprender es diferente a entender. En cierta medida. Entiendo dónde estoy parado, sí, eso es mejor.

 

Hablaba en voz alta y sin querer queriendo, se decidió por una de las direcciones mientras seguía absorto en el pensamiento. El orbe de color gris, explotó.

Pasarás la Prueba de la Videncia pero te convertirás en un amargado, aislado en una cueva a las afueras del pueblo, viviendo de las hierbas que tú mismo cultivas.

 

 

- ¿Eh? Pero si ya soy amargado. Y los osos viven en las cuevas. Supongo que es un buen futuro… No bueno, me gusta la comodidad rústica de la manor y… ¡el Ministerio! No, no es un futuro que yo quiera este. Diría que está en un… 60% correcto. ¡No! ¿A quién engaño? Un 65%. Mejor

 

La esfera naranja en el nuevo letrero volvió a romperse. Era un destino que él no terminaba de aceptar de alguna manera. Era como si la propia motivación para seguir en el laberinto era encontrar un futuro que sí se asemejara a lo que él realmente quería hacer. Sin embargo, verse en esos diferentes trajes lo movía un poco. Siguió caminando, completamente inmerso en sus pensamientos.

 

No amarás.

 

- ¿Cómo? ¿Eh?

 

Y se desorientó. Es más, se sintió mareado de un momento al otro y tuvo que sostenerse sobre el letrero. Al mismo tiempo, otra profecía se activó.

 

Amarás demasiado y te convertirás en un tirano de tu familia.

 

Aun tomándose del letrero fue descendiendo su trasero poco a poco hasta sentarse. De alguna manera, elegir cualquiera de las dos direcciones era aceptar esos dos destinos. Sentía que estaba entre la elección terrible de extremos y cualquiera de esos futuros era uno más feo que el otro. Por un lado, no amar era en sí mismo una maldición, ¿qué tuvo que haber sufrido para no sentir más lo que sentía con Gatiux, con su familia o con sus amigos? Y por el otro, la misma pregunta ¿qué diablos sucedería para convertirse en aquello que más odiaba?

 

Puso las dos manos en el letrero e hizo fuerza para subirse, sólo para volver a encontrarse en el camino de piedras y el objeto roto en sus manos. Su respiración se aceleró cuando se dio cuenta que lo único que tenía para guiarse lo había perdido.

 

- ¿Tienes que romper siempre todo Orión? Al menos lo podría haber prendido fuego.

 

Lanzó la madera a Merlín sabe dónde. Puso un pie hacia delante y seguido de otro. Pensaba que se iba chocar, pero el camino seguía ¡Claro! No tenía que decidir por ninguno de los dos, había una tercera opción. Seguía con el corazón en la boca ya que no sabía qué decisión había tomado al final.

Matarás a tu hijo y a su madre.

Tendrás nietos y le contarás cuentos.

 

- Esta es fácil. No quiero matar ni a mi hijo, ni a su madre. Bah, salvo que sea necesario y estuviéramos en un apocalipsis de inferis. De igual manera, es más probable que tenga nietos. Uno los cría y les enseña métodos anticonceptivos y… ¿qué es lo primero que hacen? Rebeldía. Luego llegan a la casa de uno esperando a que el viejo los cuide. Y sí, les contaría historias, de cómo sus progenitores son una vergu…

 

Tragó saliva, estaba sonando como Fernando.

 

- Mejor les cuento cómo saltarse la ley. Sí, eso sería más educativo.

 

Siguió caminando, tomando el camino de la esfera amarilla. Las dos se rompieron a su espalda.

 

Ganarás el puesto de Primer Ministro.

 

- jaaaaaaaa. Cierto, ¡CIERTO! Lo había visto en el Puente. Diablos. Sería grandioso. Podría, desde primera mano, malgastar los recursos de un estado

 

Se llevó las manos a la cintura cuando notó que algo andaba mal. Tocó si piel. Su camisa no estaba, al igual que sus pantalones y su calzado. Pero, aun así, no podía señalar específicamente qué era lo que andaba mal. Estaba demasiado concentrado en la imagen de él, con todas túnicas finas, en la oficina de quien fuera primer ministro inglés, explicándole cosas importantes sobre la vida mágica. Y tomando té, por supuesto. Para que esa misma noche sea él el que estuviera incendiando propiedad ajena.

 

Siguió caminando mientras mágicamente sus botas desaparecían en el aire.

Seguirás ciego toda tu vida...

- Ya sabemos que eso no es tan grave, ¿verdad? Ciego es el que no quiere ver. Además, entendimos al final que esta era la forma…

 

No pasarás, morirás en el Portal. Nadie se acordará de ti en un año.

 

-…

 

Se quedó callado. ¿Realmente necesitaba ser Vidente? No, era un título que no le llenaba, en sí. Ese letrero no mandaba a ninguna dirección, sino que solamente apuntaba a la salida del laberinto, donde estaba la pirámide con Sajag esperando. Sabía que él no le molestaría si al final decidiera volverse a su casa. Cuando dije que él mismo se veía afectado por esos futuros, me refería específicamente a que alimentaban su duda. Ya murió una vez para su familia, tampoco tenía ganas de repetirlo tan pronto.

 

Sintió la brisa correr por sus cabellos. Se levantó, decidido. Ese cambio de perspectiva nació al aceptar esa ambivalencia que tenía dentro suyo. ¿Tenía dudas? ¡Claro que sí! ¿Quería hacerlo? ¡También! Poder aceptar ese límite que se tenía como humano, como persona, era lo bello de ser. De ser humano. Y así, desprendiéndose de su ropa interior –convenientemente una rama de parra cubrió sus partes privadas- salió del laberinto, hacia la última reflexión.

 

"Te convertirás en el Arcano de Videncia y estarás allá arriba, recibiendo a otros que, como tú,

subirán la escalinata desnudo...

Para ser Arcano se requiere gran sabiduría y coraje, además de una capacidad mágica extraordinaria.

Si crees que esto es cierto, sube.

 

- Woah.

 

Osó a usar la imaginación. Se vio con lo que parecía ser una vara de cristal y el anillo de cobre con la piedra rosada en su dedo corazón de la mano izquierda. Se veía abriendo un portal, orgulloso de sus alumnos, dejándolos pasar hacia la prueba final. Sin embargo, eso significaba dejar atrás tantas cosas para abrazar una nueva realidad. Las imágenes comenzaron a golpear y se cayó de rodillas abrumado por todo lo que estaba sintiendo en su cuerpo. Veía la profecía a través de él. Sólo el viento que sopló toda esa tarde lo hizo levantarse y volver en sí.

 

Ahí fue cuando de a poco ese trapo, ya sucio, que llevaba en los ojos fue cayendo lentamente. Brilló y se transformó en una túnica que cubrió su cuerpo parecida a la de Sajag. Abrió los ojos y veía. Los seguía teniendo gris, obvio, físicamente seguía ciego. Veía a través de las cosas. Es decir, no estaba completamente vacío, si no que el desligue material venía desde un problema de perspectiva. A través de la prueba fue acostumbrándose a ver más allá de lo que tenía en frente, inclusive de lo que tenía, en general.

 

Y así, fue caminando con los pies descalzos hacia la pirámide.

 

- Maestro, ya puedo ver. Puedo tocar la vista. Sin embargo, no es suficiente y creo… Creo que hay más…

 

Guardó silencio mientras palpaba con la planta de sus pies el diseño del Ouroboros que había en la sala.

 

- Nunca me fijé en la imagen la primera vez que estuve aquí. Creo, corríjame si me equivoco, que la idea del eterno retorno de lo mismo no significa que volveremos a vivir lo mismo en sí, si no que todo ya existió y va a existir. Es como, aceptar la posición que tenemos de alguna manera en todo esto...

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El Arcano mantuvo la calma hasta casi el final de la prueba. Cuando Orión iba sorteando las diferentes profecías sobre él mismo, una sonrisa iba surcando su rostro y el indio iba adquiriendo cada vez más la fe en el muchacho. Muchos habían pasado por aquella sala circular pero pocos serían llamados a la Gran prueba de la Tabla Esmeralda. Sólo uno lo pasaría, tras su muerte. Sajag sabía que aún le quedaban muchos años de vida pero también era consciente de los años que se tardaba en ser considerado apto para asumir el cargo de Arcano de una habilidad y, lo sabía, su muerte acaecería en algún momento. Se acercaba el momento de tomar nota de quienes podrían llegar a ser su sucesor.

 

Y allá tenía a un claro candidato para sucederle. Con él notaba una afinidad que con pocos otros videntes había sentido. Tal vez aquel chico rubio de principios de siglo o la bruja de pelo violeta que alocaba por el pueblo. Pocos números aún en el tablero...

 

Por ello, cuando le vio cuestionarse si necesitaba ser Vidente, aguantó la respiración hasta que se dio cuenta que se hacía viejo, que ya no aguantaba tanto sin aire, como antes. Respiró aliviado, al ver que su venda caía. De repente, deseó tener una gran tinaja de té de flores de azafrán con gotitas de jengibre. No se detuvo a rastrear el origen de ese antojo aunque recordaba bien quien tomaba ese bebedizo y cuando fue la última vez que lo hizo. Dejó de lado todo recuerdo del pasado y se giró hacia la entrada de la Sala para recibir a Orión.

 

- Sr. Yaxley... Siempre ha podido Ver. Sólo le faltaba la confianza de que sabía Ver. Ahora la tocas. Te falta olerla, gustarla, disfrutarla con todos tus sentidos. Estás empezando a vivir la Videncia como el Todo que es y la parte que implica.

 

Le invitó a adentrarse, que viera todos los detalles desde esa perspectiva nueva que tenía. Sonrió levemente.

 

- ¿Sabe que hice mi prueba de la Tabla Esmeralda con las manos atadas y con una venda en los ojos? No me culpe, el Portal es una prueba única que te atormenta de todas las maneras para descontrolar tu habilidad. Te prueba. Te hace daño. Te maltrata si es necesario para que le demuestres que eres capaz de vincularte. Así que te haré la gran pregunta. ¿Quieres pasar por el Portal y vincularte al anillo rosa?

 

Sajag le enseñó un punto en el aire, un diminuto punto que esperaba su respuesta. Si era positiva, crecería hasta convertirse en una línea que se amoldaría en su dedo y se coloraría en un rosado muy pálido, hasta conformar el anillo provisional que le acompañaría en su camino en el interior de aquel Portal.

 

Al Arcano no le hacía falta oír su respuesta. Ya la sabía. Caminó lentamente siguiendo los nudos de la serpiente que el muchacho mencionaba. Elevó la cabeza antes la profundidad de su pregunta. Era un honor estar delante de semejante mente.

 

- Somos, fuimos, seremos uno, en cada uno de estos pasos, todos representamos un punto en la Historia. Pocos saben buscar su hueco. Casi todos pasan de largo de este suelo en el que se escribe el relato del Mundo. Pocos ven la importancia de entenderlo antes de cruzar por esa puerta. Vaya, Sr. Yaxley, y regrese convertido en mi Hermano, en mi sucesor, en mi futuro.

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Orión se mostró sorprendido cuando Sajag le contó lo de la Tabla Esmeralda. No tenía mucha idea, en realidad, así que simplemente asintió. Si él había hecho algo así con los ojos vendados y las manos atadas confirmaba en parte su teoría. Para él, la prueba del portal no era más que una proyección misma de la persona. Una suerte de proyección sobre todo lo que había aflorado durante el entrenamiento de la habilidad y la prueba misma del arcano.

 

- Sí, estoy listo. Daré un paso más allá de mis límites y buscaré expandirme en este complejo tejido que llamamos espacio y tiempo.

 

Extendió su mano hacia el punto que le había señalado Sajag y lo rozó con sus dedos. Un anillo comenzó a formarse de la misma luz y encontró reposo en el dedo corazón de su mano izquierda. Nostálgico, acarició con las mismas yermas de los dedos la superficie del anillo. Levantó la cabeza decidida mientras el rostro se iluminaba con el portal que se iba armando de frente. El mismo viento que lo fue acompañando en toda la prueba lo impulsó a dar un paso. Luego el otro. Así llegó al portal de nubes rosadas que tenía en frente.

 

Y entró.

 

Se había olvidado de cómo era esa sensación. Cuando pasó por la prueba de Animagia. Sin embargo, el gancho era más suave. No se sintió cayendo, si no volando. Y abrió los ojos para que ese azul profundo se mezclara con el cielo. Estaba viendo.

 

Y lentamente fue flotando hacia un acantilado de tierra rosada, seca. Al fondo había un mar, también rosado. Un firmamento del mismo color y un sol que se iba poniendo. Era como un atardecer infinito. Era la segunda vez que se encontraba allí. Y se acercó al borde para ver lo que tenía abajo, el mar golpeando lentamente las rocas. Estaba completamente solo. Aun así, sintió una mano que le golpeaba el hombro. Se giró y esta vez no se sorprendió tanto.

 

- Tardaste un poco más. –dijo el viejo Yaxley.

 

- Y tú en el momento exacto.

 

- Deja de ablandarme –le golpeó el brazo a Orión- ven, vamos a sentarnos en el borde. ¿O tienes miedo de caerte? ¿Eh? Te diré auror.

 

- Que no son más aurores, ahora son “fenixinos”. Aunque ya no existimos más, ni ellos, ni nosotros.

 

- Vaya, vuelves y destruyes todo. Y seguramente te han culpado por ello ¿verdad?

 

- No tienes idea. La gente piensa que porque uno le gusta quemar cosas quiere ver el mundo arder.

 

- ¿Y eso no es verdad?

 

- A ver, sí. Pero no es el caso.

 

Se sentaron en el acantilado. El Orión joven tenía una cierta mirada de seguridad y despreocupación. Verán, en la Prueba de Animagia, él se encontró con sí mismo, siendo el otro la parte salvaje de él. Así, el tipo estaba seguro que encontrarse con una versión joven de sí mismo estaba ligado a cuando era vidente, de alguna manera.

 

El Orión-joven estiró sus extremidades y se recostó sobre la árida tierra. Suspiró mientras veía las nubes rosas surcar por el cielo rosado.

 

- Eh, viejo, ¿por qué crees que estoy aquí? –inquirió el joven mientras le metía el dedo en las costillas.

 

- ¿Para recordarme qué tan idi*** era? –le respondió mientras lo miraba por encima del hombro. Con un suspiro se recostó a su lado.

 

- Piensa mejor, no te puedo dar todas las respuestas.

 

- Tengo una teoría un poco loca.

 

- Estás en un acantilado rosa, en un atardecer rosa y con un mar rosa. Encima de todo eso, estás hablando con una versión más joven, sexy y hasta podría decirte más poderosa, de ti mismo. Prueba tu suerte.

 

- No te golpeo porque tengo miedo de que me duela.

 

- ¿Entonces?

 

- Creo que eres la personificación de mi videncia.

 

- Sí y no.

 

- ¿Eh?

 

Orión joven no contestó. Suspiró nuevamente y se levantó, tendiéndole la mano para que el viejo se levante. El Orión puesto a prueba quedó de espaldas al mar.

 

- Es que, ¿acaso ninguna de las palabras de nuestro maestro no tiene sentido? No soy la “personificación”, porque yo soy… tú. Somos lo mismo. Vengo de ti como tu vienes de mí. Soy tu pasado y eres presente, como yo soy presente y tú eres mi futuro. Soy videncia porque tú lo eres, porque yo lo fui. Soy videncia porque yo lo soy, y lo seré, siendo tú videncia.

 

Orión viejo comenzó a enderezarse y girando la cabeza una poco confundida, a lo que el joven reaccionó. Puso sus dos manos en la cara del viejo y la atrajo a la suya.

 

- Pero, el viento…

 

- ¿Qué viento? ¿En tu prueba? Ése era yo. Que a su vez eres tú. Nunca existió ningún viento. Está todo en tu hermosa cabecita con canas –dijo, al final entre diente y le pegó una cachetada.

 

- Entonc…

 

- Y no, no estás loco. Si ya sabes tu presente. Y yo que soy tu pasado. Es hora que conozcas tu futuro.

 

El joven sonrió maléficamente. Orión viejo estuvo a punto de objetar cuando vio que las manos de su interlocutor pasaron de su cara a su pecho. Lo empujó.

 

Lo sintió como cámara lenta, cómo el rostro del joven se partía de la risa. Orión viejo le dedicó el dedo del medio, donde tenía el anillo de videncia.

 

Abrió lentamente los ojos al ver cómo se iba hundiendo en una masa de agua de color claro. No necesitaba respirar, ni siquiera soltar las burbujas. Un haz de luz se formó en el fondo de aquel mar. Orión identificó un portal y fue como si el mundo se hubiese dado de vuelta que reflotó en la superficie de un mar transparente. Era como… era como si hubiera aparecido en el suelo de una escena.

 

Se vio así mismo vistiendo las túnicas que llevaba al llegar a la pirámide, pero, oscuras. Estaba rodeado de otras personas. Eran seis. Una mujer jovial con cabello rojizo. Un asiático con mirada severa. Un tuerto de barba gris. Una mujer alta y semblante sereno. Una señora con un largo bastón y túnicas que rodeaban su cuerpo. Por último, reconoció a Suluk. La visión se volvió de pronto borrosa. Los seis levantaron las varitas resultando un zumbido extraño para él. Un rumor de pasos se dio cuando toda la multitud comenzó a caminar hacia la salida de lo que parecía ser un templo. Finalmente, una letanía monocorde de campanas dictó que Orión no pudiera ver más allá de eso. Sintió dentro suyo una melancolía comparada al canto de un Augurey.

 

Su anillo brilló y apareció un fino hilo rosado que comenzó a tirarlo por donde había venido.

 

- Me ha dicho, maestro, que la prueba te daña, juega contigo. Te maltrata si es necesario. Pero, ¿será que se puede aprender con amor?

 

Esa fue su última reflexión tras haber visto el funeral de Sajag.

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No tardó en volver. Era normal. El Vidente que había sido, que era, que sería, que será..., eso hacía que el Portal le reconociera y le aprobara apenas había entrado en su interior. Sajag ya sabía, antes incluso de que saliera, que la prueba sería un éxito. El vínculo que tenían con el anillo rosado de aspirante se iba fortaleciendo poco a poco, a medida que la prueba en el Portal se iba desarrollando, a medida que el joven aprendía que Ver era un Don y una Maldición que debía valorar de la misma perspectiva.

 

Orión tenía mucho que aprender de esta Habilidad pero el Arcano no le podía enseñar nada. Lo que necesitaba era ejercerla y la experiencia le haría avanzar, en lo bueno y en lo malo que le trajera el Destino. El Portal parecía pensar igual que él (¿o es que ambos tenían los mismos pensamientos?) y abrió la luz para que saliera casi al momento. Tal vez a Orión no le pareció. A veces, el tiempo no pasa ahí dentro.

 

Sajag, sin embargo, pensó que era la prueba más corta de todos sus tiempos.

 

Se sintió viejo.

 

- El Amor es el arma más misteriosa al alcance de todos, muggles y magos. La más poderosa. La más imprevisible. La menos estudiada por el mundo de los Sabios. Los inefables lo intentan pero aún no han conseguido descifrarlo. El Amor, querido Hermano Vidente, puede salvar al Universos de su autodestrucción. Puede enseñar mucho más que mil bombas, que la magia oscura, que los hechizos destructores. El Amor es el arma más infravalorada cuyo alcance es impensable.

 

Suspiró un poco y se detuvo en aquella imagen de la jovencita con un vestido amarillo azafrán. No sabía porqué recordaba. Hacía mucho tiempo que aquella púber había fallecido víctima de la edad, una edad que no terminaba de alcanzarle a él.

 

- Aprende de lo que has visto y, prométemelo, ven a visitarme a mi casa. No me gustaría que mis últimas horas fueran tan solitarias como preveen mis profecías - el anillo ya propio del muchacho brillaba más rosa de lo normal.

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