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Transformaciones + Adivinación


Matt Blackner
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QUe la primavera estuviera cada vez más cerca era algo que me alegraba mucho. A fin de cuentas, significaba el fin del invierno, y qeu el buen tiempo estaba cada vez más cerca, auqneu desde luego, la vida en casa no era tranquila...en la Potter Black, siempre había algo qeu hacer, o en su defecto, siempre tramábamos algo.

 

Ahora, que volvía a tener el hábito de acudir a los terrenos del Ateneo para dar clases de Transformaciones de manera regular otra vez, tenía controlado cuando empezaba casa mes, al menos, mejor que antes.

 

Asi que esa mañana, tras una buena ducha, elegí un jersey de punto negro sobre una camisa azul claro, además de vaqueros de color negro y mis deportivas para ir a clase. bajé a desayunar, echando un vistazo a algunos apuntes y viejos libros. Ese mes, en principio, solo iba a tener una alumna, pero también es cierto qeu uno nunca sabe con lo qeu va a encontrarse

 

- Tal vez haga una pequeña excursión con mi alumna. Depende de como se me presente la clase. - eso, y si además, se nos unía más gente.

 

Me puse en pie, me despedí de mi madre, del pequeño Ithilion y de mi mujer, antes de dejar la Potter Black apareciéndome en los terrenos de la academia. Mi alumna, @@Avril Malfoy había recibido unos días atrás una nota, como solía hacer con todos mis alumnos, en la cual le informaba que la clase tendría lugar en las gradas de los terrenos de la academia, junto al lago.

 

Dejé mi bandolera sobre la mesa y me senté sobre el escritorio. Ahora, solo quedaba esperar a Avril

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La mañana había llegado y con ella, la responsabilidad del patriarca de los Black Lestrange de realizar la suplencia en la clase de Adivinación que se dictaría en el Ateneo aquel mes.

El frío característico de los meses de invierno ya estaba dando más que tregua a la incipiente primavera que se asomaba cada vez con más esplendor principalmente durante las tardes, permitiendo a los ciudadanos de Ottery St. Catchpole escoger prendas más ligeras como la túnica similar a un suriyah que había escogido el animago de cabellos negros y piel blanca.

—Espero Arya no tarde en llegar—siseó antes de desaparecer y reaparecer en los terrenos del Ateneo.

Cuando le asignaron la clase, Jocker no solo se encargó de preparar el contenido y el material de trabajo, sino también había investigado un poco sobre la matriarca Macnair para no perder tiempo con presentaciones absurdas ni tampoco tratarla como si fuese una niña que de magia no sabía nada. Pocas cosas aborrecía más que el que alguien hiciese de la experiencia del aprendizaje de la magia algo aburrido y sin sentido práctico y él no estaba dispuesto a cometer los errores que acusaba en otros.

Al aparecer en los terrenos del Ateneo, recordó las advertencias que había recibido de parte de la dirección de la Universidad y sonrió. Nadie podía estar cien por ciento seguro aquella sonrisa denotaba diversión, ironía o malicia. De hecho, ni siquiera aquel mortífago podía hacerlo.

Será mejor que me apresure —dijo en voz alta al tiempo en el que se ponía en marcha para llegar hasta el lugar en donde realizaría efectivamente la clase. El hechizo anti-desaparición se mantenía activado todavía en todo el resto del campus.

Jocker se había encargado de hacer llegar a su estudiante dos lechuzas que llegarían al mismo tiempo, ambas con un mismo pergamino firmado por él, pero que contenían distintas indicaciones. Después de todo, iban a practicar adivinación y qué mejor que el caos y la desinformación para hacer brillar aquel don en las personas.

En ambos pergaminos la cita inicial eran los terrenos del ateneo. Luego de eso, el primero de los pergaminos rezaba que debía subir hasta la 4ta torre a la derecha y el segundo, que debía ir hasta el borde del río que colindaba con la residencia de los Arcanos. Ambas misivas terminaban con la siguiente advertencia: Si usas tu varita, quedas inmediatamente reprobada.

Al llegar al lugar, el animago se apresuró en hacer aparecer unos cuantos frascos e ingredientes para realizar algunas pociones que no tardarían en estar listas para la llegada de Arya. Jocker sabía que la primera tarea asignada no iba a ser ningún problema para alguien con la habilidad de la videncia, por lo trabajó en silencio hasta que su estudiante llegó.

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Despertó, había tenido otra vez aquel curioso sueño.

 

El sol se filtraba por entre las cortinas mientras éstas danzaban presas de una cálida brisa de primavera, el sonido de fuera, tan fértil y alegre le producía un extraño regocijo y por las carcajadas que se oían en los pisos inferiores Ámbar ya se encontraría desayunando en la cocina con sus primos. Desde que Sybilla había vuelto al mundo de los vivos, amén de respirarse un aire tenso y extraño, todo había vuelto a su sitio. Ya no se veía en la obligación de velar al cien por la familia completa y desde hacía varios días tenía tiempo para analizar sus sueños, pues desde que consiguió dominar el don de la videncia así era como las premoniciones se presentaban ante ella, como sueños.

 

En éste se encontraba caminando por un sendero pedregoso siguiendo su instinto, no existían bifurcaciones ni letreros pero siempre aparecía éste pequeño animal que, cuando las cosas se tornaban difíciles, le enseñaba el camino. Se trataba de un zorro de pelaje rojo anaranjado con peculiares zonas oscuras, como detrás de las orejas, y blanco desde el cuello hasta su cola pomposa. Él saltaba y correteaba entre sus piernas casi haciendo que tropezara, guiándola hasta el borde del río que colindaba con la residencia de los Arcanos.

 

Luego, despertaba. Extraño

 

Bebía café sentada en la mullida alfombra de su cuerpo, acariciando el pelaje de su huargo, cuando dos lechuzas aparecieron ululando en el alfeizar de la ventana. Ambas con una nota sellada por el ateneo. Posiblemente fuese la notificación correspondiendo a su próxima clase de conocimiento más le resultaba extraño que fuesen dos. Confundida se hizo con las cartas y le pidió a uno de los criados que llevase las lechuzas hasta la torre para que pudiesen reponerse y luego regresar a su hogar o de donde quiera que hubiesen partido, para, con mayor concentración leer los instructivos y saber qué estaba sucediendo.

 

Al comparar las notas no pudo sino más que sonreír, quizás fuese un engaño de su Profesor, a quien no conocía aun, pero sin pensarlo demasiado supo hacia dónde tenía que ir. Era cuestión de instinto, y claro, de seguir al zorro una vez más. Y así fue como apareció en los límites del terreno correspondiente al ateneo, pero no como usualmente los magos y brujas lo hacía, sino más bien del modo tradicional.

 

Sobrevoló con su escoba siguiendo con la mirada el filo sendero que en sus sueños también veía y girando en círculos comenzó a descender hasta que sus pies tocaron tierra. Minutos después, escoba en mano, cabello recogido, divisaba lentamente a Jocker ocupado en sus quehaceres de profesor, mientras ella se quitaba la fina capa de viaje y la dejaba caer a los pies de un árbol grueso donde también apoyó su medio de transporte ordinario.

 

—Ejem— carraspeó —¿Profesor...?

 

Si Jocker Black Lestrange iba a impartirle clases de adivinación, moriría allí mismo ¡Era una leyenda!

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Era agradable permanecer alli, en los terrenos del Ateneo. desde el principio me había hecho con aquella zona, y la había adaptado para mis clases. me gustaba mucho más que pasar el tiempo entre muros, pero aun asi, alguna vez había ido al interior de la academia mágica.

 

Mientras esperaba sobre mi escritorio, una nota me llegó. La atrapé al vuelo, y cuando leí el mensaje, sonreí. Venía desde la dirección de la academia, y era para confirmarme que en la clase, finalmente, tendría no una, sino dos alumnas. A @@Avril Malfoy se uniría finalmente @@Monica Malfoy Haughton, que, por cosas de la vida, había faltado en la clase del mes anterior.

 

Suspiré y me estiré, mientras hacía aparecer una pequeña ficha de póker, roja, de plástico, y comenzaba a hacerla pasar entre mis dedos. Hacía muchos años desde que había adquirido aquella costumbre, sobre todo, cuando quería distraerme mientras esperaba. la hacía aparecer y desaparecer, y me había dado cuenta que era algo que llamaba mucho la atención a los niños, aunque solo fueran juegos de manos y habilidad.

 

Dirigí la vista hacia mi derecha, para observar una tela roja que cubría un objeto, alto y oculto. A veces lo utilizaba para mis clases, y otras no. Siempre dependía del ánimo del grupo, o de mi propio ánimo, o de las situaciones. porqeu si das la clase fuera del ateneo, no puedes utilizar los elementos del propio lugar.

 

Pero si...esta clase podría servirme para utilizarla...Tal vez podríamos ir de excursión.

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—Shhhh…

El patriarca de los Black Lestrange dejó escapar suavemente el aire por entre los dientes, sin hacer vibrar sus cuerdas vocales para hacer que su estudiante se percatase de la importante labor que estaba realizando a sus espaldas.

Con un pequeño gesto sobre su hombro, le indicó a Arya que diera le diera la vuelta y se acercara hasta el mesón en donde él se encontraba terminando de mezclar dos esencias incoloras en un vaso de vidrio con forma de bulbo que los muggles conocían como matraz.

Aquella maniobra requería concentración total por lo que prefirió guardar silencio hasta terminar de verter las medidas exactas necesarias. Después de todo, ambos beberían el resultado de la mezcla para hacer más profundos y significativos los aprendizajes de aquella clase.

Videncia y adivinación es una combinación poderosa —dijo a modo de saludo el animago, al tiempo en que señalaba un mortero listo y dispuesto para ser utilizado, esperando que la muchacha no solo se explayara al respecto de su comentario sino también colaborara en la producción de aquello que, de momento, solo Jocker sabía qué era —Yo tengo pendiente una visita a Sajag.

El patriarca de los Black Lestrange no pudo evitar buscar la reacción de Arya; tenía genuina curiosidad, pues, aunque sabía que la muchacha no dominaba el conocimiento de pociones, sí tenía experticia en herbología y seguramente se daría cuenta rápidamente del poder alucinógeno de lo que le había pedido moler.

Jocker se limitó a sonreír de manera misteriosa. Tomó su varita, realizó unas cuantas florituras y la mezcla que había preparado pareció cobrar vida pues comenzó a saltar desde donde estaba y a realizar piruetas en el aire para volver a caer en el vaso y repetir. Mientras aquello ocurría, el animago dispuso de tres nuevos recipientes de vidrio sobre el mesón y le dio la indicación a Arya que se detuviese, pues debía disponer lo molido en tres medidas distintas.

Observa —dijo con fascinación el mortífago al tiempo en que golpeaba con varita suavemente en el costado del vaso que contenía la sustancia con aspecto plasmático.

La sustancia dio un último salto que resultó ser más espectacular que todos los anteriores, se dividió en el aire y se dejó caer sobre los recipientes que al instante comenzaron a entrar en ebullición. A los segundos, tras fragancias distintas comenzaron a salir.

Jocker sonrió. Sabía que Arya podía usar la videncia por lo que no sería sencillo hacer que la adivinación surgiera como conocimiento independiente de la habilidad. Había decidido, entonces, usar una misma poción muy volátil para que, en caso de que ella usara la videncia, se mareara con el sinfín de imágenes que recibiría.

Una nueva floritura de varita hizo que los vidrios tomaran colores distintos: azul, verde y rojo.

Podría darte lecciones teóricas, pero tú y yo nos aburriríamos en demasía —dijo satisfecho —Así que vamos a practicar primero y después, si nos alcanza el tiempo, buscamos en los libros de la Biblioteca de Alejandría algo que nos pueda ayudar. Escoge y bebe.

Jocker no dijo nada más. Había omitido información importantísima y lo había hecho a propósito; aunque en su ser más profundo, sabía que debía decirle que en el peor de los casos, escogiendo la mezcla equivocada, podía caer muerta al instante.

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La presentación que tenía planeada se vio destruida por un siseo. Los músculos de los hombros se le tensaron por un segundo y poco a pocos e fueron relajando hasta la zona baja de la espalda. Cualquiera diría que aquella sensación se podría traducir en miedo pero realmente era cautela, la bruja no era tonta, sabía mucho sobre aquel hombre aunque no estaba del todo segura por qué. Se limitó a bordear la silueta de Jock y el mesón donde se encontraba trabajando, sin emitir sonido alguno, casi como si flotara, hasta quedar del otro lado, frente a él y poder comprobar qué era lo que hacía con tanta avocación.

 

¿Pociones? Se creería que Macnair no tenía el más mínimo conocimiento respecto a cosa semejante pero tantos años como médico le enseñaron las nociones básicas. Prestó atención, siguió el movimiento de sus manos con la mirada y por algún extraño motivo intentó prever qué era lo que Black Lestrange haría con todo aquello; no era en sí su intención pues casi se consideraría trampa en la propia clase, pero su habilidad era mucho más poderosa de lo que se pensaba, incluso ella en ocasiones no podía controlarla. Más todo lo que conseguía era sentir nauseas, aun y cuando las pociones no emitían gases.

 

—¿Cómo es que usted sabe que yo...?— Jock la volvió a interrumpir colocando un mortero entre sus manos.

 

Arya frunció el ceño, la pregunta se respondía sola, adivinación, información, si ella sabía mucho sobre él por qué no podía ser a la inversa también. Aunque se consideraba insignificante a su lado. Lo siguiente fue moler, como lo hubo hecho en San Mungo cuando las heridas requerían de pastillajes especiales con hojas y hierbas, con cierta desconfianza pues comprendía lo que tenía entre manos, hasta que con un simple movimiento él la hizo detener ¿Buscaría matarla y que ella lo advirtiera?

 

Seguía siendo imposible prever sus movimientos a futuro, ahora que las pociones habían hecho efervescencia, cada vez que lo intentaba sentía que las mismas burbujas subían por su garganta hasta su cabeza y le mareaban.

 

Parpadeó. Azul, verde y rojo. Era como intentar desactivar una bomba ¿Confiar en un desconocido o reprobar?

 

Dejó de lado los cuestionamientos, extendió la diestra y tomó el recipiente con contenido azul, contuvo la respiración y bebió hasta el fondo como el Profesor de lo pidió. Como todo ser humano desconfiaba, pero su mente racional explicaba que estaba terminantemente prohibido para todo educador, de cualquier conocimiento o materia, el poner en riesgo mortal la vida de sus aprendices, por consiguiente Jock tendría permitido dejarle inconsciente pero no matarla o acabaría en Azkaban.

 

Volvió a parpadear, le dio calor, se sentía extraña. Lo miró

 

—¿Usted no beberá?

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La pelinegra estaba enfrascada, como siempre, en las afueras de los terrenos de la Reserva Mágica Newt Scamander. Estudiaba, desde hacía un largo tiempo ya, como le daría vida a los huevos de Dragón que había adquirido hacía poco más de dos años.

-Si se los doy a ella…- rumiaba las palabras para sí misma, refiriéndose a la impetuosa Longhorn rumana que sobrevolaba el lugar -…pues si se los doy, ya nunca podría volver a recuperarlos. – dijo tajante mientras se sacudía el polvo de las manos. Era inútil, toda la tierra estaba en su vestimenta de cuero color negro, ya que se había echado al suelo por horas analizando la situación. –Si no se los doy en cambio, jamás van a nacer ¿O sí?-

 

Lo había probado todo: la primera opción fue ponerlo en un caldero y cocinarlo durante semanas. Nada. El agua se evaporaba cada tres o cuatro horas y los huevos seguían intactos. Luego pensó en llevarlos en contra del cuerpo todo el día, así ideó una especie de mochila que llevaba los huevos siempre pegados a su piel, para trasmitirles un calor “más vivo”. Pero claro, ella nunca tendría la temperatura que posee un dragón y más cuando están incubando su propia cría.

 

-Solo me queda…- ¿Transformarse en dragón para incubarlos ella misma? ¿No sería mucho? Tenía algunos conocimientos sobre Transformaciones pero realmente no tan avanzados. De cualquier manera si transformaba lo que fuera en un dragón, a los huevos tampoco se los devolvería la criatura. Ya no tenía más ideas.

 

Sin embargo tomaría esas clases para poder discutirlo con un experto de las Transformaciones, a ver si tenía mejores ideas que ella. De hecho había guardado la nota en su riñonera con hechizo de extensión, en donde guardaba todos sus artilugios para usar con las bestias, y estaba cortando sus actividades en la Reserva para asistir ya mismo a las gradas del Ateneo. No le importaba tener que interactuar con personas, sólo estaba enfocada en saber más.

 

Tomó la larga cabellera de color negra, con algunas hebras de gris por el arduo paso de los años, y se la recogió en una cola de caballo alta. Sobre su frente, arriba de la mata de cabellos despeinados, descansaban los Anteojos Alfa que también había adquirido hacía ya un tiempo y utilizaba para todo tipo de cosas, pero ni siquiera se percató de llevarlos. Tan acostumbrada estaba que los sentía parte de su cara. Anudó los cordones de sus botas todo terreno y se desapareció, para aparecerse en las afueras de las gradas donde la habían citado.

 

Vio un par de personas mientras avanzaba, nadie que conociera por suerte, hasta que llegó a un escritorio donde un muchacho vestido super formal esperaba. Supuso que era su profesor y se adelantó, con la nota en la mano. Sobre su ojo derecho tenía un manchón de tierra, el cual tampoco había notado, pero estaba dentro de todo decente. Y si no lo estaba tampoco le importaba, ya había dejado de ser la superficial mortífaga que usaba vestidos para las galas y que acompañaba a su padre, el ministro Crazy Malfoy, a los eventos de renombre.

 

-¿Es usted el profesor de Transformaciones? – le preguntó al joven sentado en el escritorio. Notó de soslayo una tela roja que parecía estar cubriendo algo y metió la mano en su bolso, chequeando que ambos huevos estuvieran allí. –Yo soy Avril Malfoy, vengo para la clase- y antes de extender la mano para saludarlo se la limpió en su pantalón, para eliminar el rastro de tierra.

 

 

•••

 

@Matt Blackner

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Abrió los ojos de golpe cuando su cuerpo reaccionó súbitamente a la falsa sensación de que se iba a caer de la cama. Nada más espabilarse sabía que estaba acostada en su habitación y que solo había sido un acto reflejo, aunque durante unos segundos más tuvo el susto en el cuerpo... De hecho le solía pasar bastante a menudo, pero no por ello terminaba de acostumbrarse a despertarse de una forma tan brusca.

 

Aquella mañana había empezado igual que muchas otras pero prometía ser algo diferente a las demás. Llevaba pendiente un tiempo del aprendizaje de un nuevo conocimiento mágico y, aunque había recibido la invitación para recibir el master el mes anterior, no había sido hasta entonces cuando había podido aceptarla. Los dos primeros meses del año habían pasado como un terrible huracán por su vida y Marzo se presentaba ante ella, no sólo lleno de nuevas y mejores posibilidades, si no acompañado de un tiempo primaveral que animaba a cualquiera.

 

Poco más de hora y media le bastó para restablecerse; un buen desayuno y una ducha podían revivir a un muerto y Mónica se parecía bastante a uno últimamente. Aún no había podido recuperar todos sus recuerdos, aunque al menos sí los que asentaban los pilares de su vida como su identidad y la mayor parte de su familia. Aún era extraño cuando alguien se dirigía a ella por su nombre o incluso de una forma afectiva y no era capaz de recordar de quien se trataba, pero se había acostumbrado.

 

Cuando llegó a los terrenos de la universidad se alegró de estar allí. Había pasado mucho tiempo desde que hubiera tomado alguna clase para aprender o mejorar alguno de sus conocimientos y aunque mucho antes lo había hecho en innumerables ocasiones, seguía sintiendo cierto nerviosismo. Quizás se debía a la misma falta de recuerdos o era su aún olvidada personalidad, lo único que podía decir era que estar allí la hacía sentir bien. Era como volver a una vida pasada.

 

Se puso la mano en la frente, formando con su mano una visera que la protegiera para que el sol no la deslumbrara mientras caminaba. Hacía calor, como era normal allí, y el largo cabello que le caía sobre la espalda no ayudaba en absoluto así que lo recogió en una coleta alta igual que hacía cuando estaba con sus criaturas. Vestía una blusa blanca de una tela casi etérea y un pantalón verde botella cuyo largo no le sobrepasaba la mitad de las canillas, dejándole parte de las piernas y los tobillos al aire. Unas botas en gris algo sucias y una fina túnica sin mangas del mismo color completaban el conjunto, de cuyo cinturón colgaba un pequeño bolso de piel marrón.

 

A lo lejos, en las gradas, divisó el lugar de encuentro con quien haría las veces de profesor. No perdió mucho tiempo en acercarse a pesar de ser aún temprano, pero le gustaba ser puntual al menos en esa etapa de su vida. Cuando llegó junto al aún desconocido mago hizo un leve gesto con la cabeza en señal de saludo antes de decir nada y luego se presentó, sin perder de vista el bulto cubierto que había dejado a un lado.

 

- Soy Mónica Malfoy Haughton ¿Usted es Matt Blackner? - le preguntó simplemente para asegurarse de que había acudido al sitio correcto. Había otra mujer pero como se mantenía de espaldas a Mónica, no la había reconocido.

Editado por Monica Malfoy Haughton
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Hacía desaparecer la ficha en la mano derecha y, justo cuando volvía a "encontrarla" entre los dedos de la mano izquierda, alguien se me acercó. Alcé la vista para encontrar a una mujer qeu me era desconocida. En realidad, no era tan raro que un mago o bruja en Ottery me fuera desconocido, ya que era bastante poco dado a las relaciones sociales más allá de la familia o el trabajo...no se me daban demasiado bien.

 

Asi que, cuando preguntó si era el profesor, hice desaparecer por última vez la pequeña ficha de póker entre mis dedos y asentí, poniéndome de pie y estrechando la mano de @@Avril Malfoy, encontrando qeu también hacía acto de presencia mi segunda alumna, @@Monica Malfoy Haughton. Las miré a ambas con una sonrisa y asentí.

- Soy, soy Matt Blackner. Pero por favor, no hace falta que me tratéis de usted. - extendí los brazos y las invité a tomar asiento, mientras volvía a apoyarme contra el escritorio, mirándolas a ambas.

 

- Bien...por curiosidad, por qué habéis elegido Transformaciones? Muchos magos y brujas la consideran un arte sencillo por el mero hecho de qeu, casi cuando tomamos una varita, aprendemos un hechizo básico qeu nos ayuda a transformar los objetos a nuestro alrededor. Pero esto va mucho más allá. - comencé, observándolas. - Requiere concentración y decisión. Un despiste, una duda y lograrás, en lugar de una hermosa copa de vino, una especie de vaso con plumas que grazna cada vez que lo tocas. - reí imaginándolo. Debía decir que, en mi primera clase, una de mis alumnas había transformado unos libros en ratones, pero estos no habían salido del todo bien, y algunos aun conservaban palabras sobre el pelaje.

 

- Bien, antes de entrar en materia más profunda, debéis saber qeu nos regimos a partir de las leyes de Gamp. Por eso....alguna de las dos podría decirme sobre qeu tratan? - pregunté, mirándolas.

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¿Usted no beberá?

Jocker esbozó una leve sonrisa a modo de respuesta, aunque por su mente había cruzado una respuesta sarcástica que prefirió guardar, aunque se reflejó en un destello que cruzó su mirada.

Sin dejar de sonreír, el patriarca de los Black Lestrange hizo una floritura con su varita y media docena de bezoar hicieron su aparición sobre el mesón junto con un par de branquialgas en donde todavía reposaban los vasos verde y rojo. Los necesitarían ambos en algún momento de aquella clase.

Hay tres cosas importantes que debes saber respecto de la Adivinación —comenzó a explicar al tiempo en que el poder de su Anillo de Salvaguarda contra oídos indiscretos que le colgaba en el pecho, bajo la túnica —La primera, es que la videncia es mucho mejor para ver las opciones del futuro que la adivinación, pero la adivinación es muchísima mejor herramienta para tomar las decisiones que te llevarán al futuro que puedes ver en tus ¿sueños? ¿visiones?

El mortífago agarró uno de los branquialgas y tres bezoar. Se apartó del mesón, esperando que Arya imitase sus movimientos y se acercara con él hasta el borde del río, que sería donde continuaría la clase.

La segunda es que, la mayor parte del tiempo tendrás que saber interpretar señales de todo tipo para poder adivinar: gestos, colores, ubicación espacial, decisiones... Es mucho menos místico de lo que muchos tratan de hacer ver este conocimiento. Lo siento.

Jocker se había detenido en el borde del río para decir lo último que había dicho, pero una vez acabado comenzó a ingresar al agua.

Y lo tercero —continuó diciendo mientras caminaba hasta donde el agua le subía hasta cubrirle el abdomen —es que sí hay un elemento místico. Por eso tomaste lo que tomaste hace un rato. Ahora te voy a sumergir bajo el agua y tendrás un encuentro con… esto místico que te digo.

El animago no esperó la reacción de su estudiante para darle las siguientes instrucciones. Quería aprovechar todo el tiempo disponible para que la matriarca Macnair pudiese experimentar en carne propia situaciones que despertasen en ella el don de adivinar.

Entre las indicaciones que Jocker le había dado se encontraba que debía dejarse llevar por el agua, aunque él la estaría vigilando y sosteniendo, listo para cuando viese que requiriese un bezoar o algún otro auxilio, que se dejara llevar por las visiones y las voces que escucharía, pero que tuviese especial atención con estas últimas puesto que habrían 3 que intentarían darle indicaciones: su propia voz, las voces de las sociedad que tratarían de encuadrarla y que muchas veces adoptaría el mismo tono que su propia voz, y la voz de su consciencia más profunda, aquella que estaba en conexión directa con Aquel que había creado todas las cosas y que había dejado su huella digital para que todo aquel que tuviese intención de buscar, lo encontrase.

Entonces, ¿quieres tener dominio de la adivinación o no? —expuso extendiendo sus brazos para recibirla y luego sumergirla por los minutos que fuesen necesarios.

 

A esas alturas, Arya estaría comenzando a sentir la influencia alucinógena del líquido que había bebido de aquel vaso azul.

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