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Libro de La Fortaleza XXVIII


Dennis Delacour
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La rubia llevaba ya un par de horas observando por la ventana del estudio en la mansión Delacour, la lluvia golpeaba contra los cristales produciendo un rítmico sonido que hacía que se sumiera en un descanso que estaba necesitando desde hace varios meses ya. Llevaba tratando de terminar un libro por largo rato pero la verdad encontraba más relajante ver la lluvia caer mientras su sonido la arrullaba. Necesitaba todo el descanso posible antes de partir hacia su clase del libro aunque con el clima que tenían en Londres había optado por otro lugar. Eran las nueve y media de la mañana y su clase comenzaba a las diez de aquel día.

 

Sus últimas clases había optado por llevarlas a cabo en lugares lejanos y bastante singulares, los cuales le habían servido como campo de entrenamiento para que sus pupilos pudieran poner en práctica los conocimientos del libro usando sus habilidades naturales en la magia, pero para esa ocasión había decidido quedarse en Londres más específicamente en el lado muggle y ver que podía surgir, sin embargo las lluvias que azotan la ciudad ese día solo le provocaba quedarse en casa por lo que tomó una decisión de último momento para su nueva clase.

 

Tomando pergamino y pluma escribió una nota donde le informaba a su única alumna que ya no se encontraron en las instalaciones de la universidad para su clase del libro sino que se verían en el Museo británico de Londres, más exactamente en la sección dedicada a los objetos romanos, frente a la réplica del Discóbolo de Mirón y que esperaba llevará todo lo concerniente al libro. Con una floritura de su varita el pergamino se dobló salió en dirección de su destinataria.

 

Se puso en pie y tomando su varita la guardó en el bolsillo de su chaqueta negra de cuero, llevaba un jean negro con botines a juego y una blusa azul claro. En esta ocasión no portaba túnica ya que se encontrarían en un punto muggle y era mejor no llamar la atención para no tener problemas con el ministerio.

 

Usando la aparición llegó a una solitaria calle cerca al museo, se encaminó al lugar con pasos presurosos y luego de cruzar la entrada busco el área indicada. Ya cuando estuvo frente a la escultura observó su reloj de bolsillo, aún faltaban un par de minutos para la hora acordada, esperaba que su estudiante hubiese recibido el mensaje a tiempo, estaba ansiosa por comenzar su clase.

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La ojivioleta observaba cómo las gotas de lluvia golpeaban incesantemente las ventanas de su habitación. Amaba los días así, pues a pesar de ser muy temprano, el cielo se encontraba totalmente gris y el aire gélido entraba a cada punto de la mansión. Ella se encontraba de pie mientras miraba constantemente el reloj: tic, tac, tic, tac, las manecillas le indicaban que el tiempo estaba cerca, que pronto tendría que acudir a la universidad, lugar a donde tenía mucho tiempo que se acercaba. No pudo evitar lamentarse por las circunstancias, pues ella había deseado fervientemente haber dado clases allí, pero por una razón u otra no se había cumplido.

 

Suspiró. No era tristeza, eso ya había quedado atrás, más bien era una mezcla de indiferencia y quizás muy poco de resentimiento. Recordaba haber expresado su deseo a varias personas y que éstas la animaran constantemente a seguir intentándolo, pero ya había pasado el tiempo suficiente en el que la Granger consideraba que eso ya se trataba más de rogar, que de pedir una oportunidad y no era algo que iba a permitir. Ese orgullo que poseían tanto ella como los miembros de su familia, era el que muchas veces le habían traído problemas.

 

El pensar en eso, solo hizo que la joven sonriera casi de forma descarada; agradeció estar sola en la habitación para que su elfina no se preguntara qué es lo que le veía de divertido a que su familia no fuera bien vista ante muchos habitantes de Ottery. Giró sobre sí misma y se dirigió hacia el vestíbulo de la mansión. Buscó la ironía en cuanto había elegido ese atuendo: solo constaba de unos jeans, unos botines color café y un suéter amarillo que escondía una blusa de tirantes de color blanco. Quizás su atuendo no era el más adecuado para el frío que hacía, pero es que a Valeskya poco o nada le afectaban esos cambios constantes en el clima.

 

Llevaba su negra cabellera recogida en una coleta, mientras que un mechón caía a ambos lados de su rostro. Mientras bajaba las escaleras, vio a su elfina doméstica, quien llevaba un sobre en sus manos. Por la mirada de Breena, la ojivioleta notó que parecía un tanto desconcertada; “¿para mí?”, pensó mientras silenciosamente abría el contenido de aquel sobre. Indicaba que el lugar de reunión había cambiado y antes de poder sentirse aliviada ante tal situación, notó que sería en un museo, bastante frecuentado por muggles.

 

- Solo hay una forma de poder asimilar esto, Breena. – Dirigió una mirada a su elfina. - Es posible que no se involucre magia para poder adquirir el conocimiento. –

 

Era la única explicación que la joven bruja podía encontrar en el momento. Recogió la bolsa cruzada que era del mismo color de sus botines y la abrió, para poder comprobar que todo iba en orden. Podía ver el libro, con aquella pasta que había llamado tanto su atención y que a primera impresión creía que contenía algo mucho más profundo y que iba más allá del nombre: Libro de la fortaleza. Solo esperaba que al final, el aprender más sobre él no le resultara decepcionante, pues desde el inicio había tenido muchas dudas para adquirirlo.

 

Se despidió de su elfina, al tiempo que sacaba su varita y la agitaba para poder desaparecer de la mansión; había recordado la entrada al Ministerio de Magia y ahí había sido el lugar a donde había decidido aparecerse. No sabía si era cuestión de magia o simplemente esas calles no eran muy concurridas. Inmediatamente realizó otro movimiento de varita, para poder aparecer un paraguas y poder ir caminando hacia el museo, mientras tarareaba una canción.

 

A Valeskya poco le importó que sus jeans lucieran algo mojados por las gotas de lluvias que salpicaban mientras andaba. Vio que a pesar del clima, algunas cuantas personas estaban en la entrada. Se encargó de bajar la mirada mientras bajaba la sombrilla y la mantenía transformada, no le gustaba que la gente la quedara viendo de una forma extraña en cuanto descubrían el color de sus ojos. Maldijo por lo bajo, era una de las razones por las cuales evitaba andar en el mundo muggle; esperaba que el lugar de reunión estuviera mucho menos concurrido que la entrada.

 

No pudo evitar que su mirada recorriera de vez en cuando la transición de una sala a otra; ver que todo estaba en orden y a su vez que diversas culturas estuvieran reunidas en un solo lugar. Un museo lleno de historias, aunque la joven lamentó que no hubieran entrado al lugar que estaba destinado para los egipcios; todo en esa cultura le resultaba fascinante, desde sus costumbres, hasta las maldiciones que llevaban consigo y mucho más allá de la muerte. Sus pasos eran rápidos y no dejó de notar que hacían eco en el lugar.

 

- Buen día. – Exclamó con algo de cautela, al ver a la joven que estaba en el Discóbolo de Mirón. - Una disculpa por la demora, tuve que caminar mucho para llegar acá.-

 

No estaba segura de que se tratara de la persona que le mostraría todo lo relacionado al libro; había pasado por alto el hecho de asumir cómo poder identificarla. Inconscientemente, las manos de la Granger se dirigieron a su cuello, del cual colgaba el amuleto que venía con el libro: el collar con el topacio amarillo. Aguardó la respuesta, antes de hacer o decir algo que comprometiera a la identidad de la bruja.

 

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La rubia observaba el área donde se encontraba mientras aguardaba por su estudiante, definitivamente la cultura e historia de los romanos brindaba un amplio legado a la humanidad sobre todo en lo que tenía que ver con arte y arquitectura, se podía uno dedicar horas enteras a preciar sus esculturas así como las maravillosas estructuras creadas a lo largo de los años entre ellas el coliseo que era el vestigio de un imperio que fue grande y adelantado a su época.

 

Se preguntaba si no debio haber escogido mejor el coliseo para su clase en el momento en el que se le vino a la mente, siempre que podía le agradaba visitarlo pero ya sería en otra ocasión por ahora estaba segura de que había tomado la mejor decisión acerca de donde llevar a cabo su instrucción aquel día. Se encontraba ensimismada en sus pensamientos cuando el repiqueteo de unos pasos contra el suelo pulido del lugar le avisaron de la presencia de alguien incluso antes de escuchar el saludo de la recién llegada.

 

Se giró al escuchar las palabras de la bruja y cuando posó sus ojos en ella se iluminó un poco su memoria, había reconocido el nombre de su estudiante cuando lo vio porque ese mismo nombre había formado parte de la plantilla de empleados del Saw aunque nunca llegaron a cruzarse antes de que la joven pidiera su cambio a otra dependencia lo cual nunca supo a qué se debió. Pero su rostro lo recordaba de otra ocasión y momento, la recordó cuando la vio conversando con su amigo Garry en una velada en el bosque en una de las tantas reuniones del bando.

 

— Buen día, lamento los inconvenientes que cause al cambiar de locación pero creo que es mejor el lugar a donde iremos que el aula en la universidad — dijo con una sonrisa, —Mi nombre es Dennis Delacour Rambaldi y seré la encargada de guiarte durante este aprendizaje — se presentó formalmente para que no quedara duda de que sería su profesora.

 

Observó los alrededores, por ser tan temprano el museo contaba con pocos visitantes y aún nadie más se hacía presente en aquella sala — Es mejor darnos prisa antes de que alguien se acerque — indico señalando hacia el discóbolo que empezaba a tener un tenue brillo azul dando señales del traslador que representaba, se acercó a la escultura para tocar aquel disco esperando que su estudiante hiciera lo mismo, cuando lo hizo sintió el jalón que la llevaría a otro punto el cual si sería su destino final para la clase.

 

Cuando puso los pies sobre aquel terreno lleno de polvo y algo oscuro, respiró un poco para recomponerse del viaje y alzando su varita pronunció un — Incendio — en dirección a una antorcha antigua que estaba en la pared a un par de metros de su posición. — Bienvenida a las catacumbas de Roma ubicadas bajo la gran vía Apia— dijo a su estudiante, estaban ubicadas en medio de algunas fosas excavadas tanto en el piso como en los muros de roca y tierra del lugar. Aquel sitio era una fuente de diferentes arquitecturas, túneles, cuevas y hasta laberintos que servirán como entrenamiento para probar los conocimientos del libro.

 

— Y antes de comenzar nuestro recorrido, quisiera saber porque te interesa vincularte a este libro? — pregunto a la oji violeta, tenía curiosidad por conocer sus motivos ya que a veces podían ser las cosas más sencillas o esconder detrás de sus motivos algo realmente interesante.

 

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Su mirada se mantenía sobre la joven rubia, quien se lamentó por haber cambiado de lugar para la clase; Valeskya dejó que se presentara para poder despejar todas sus dudas y saber que se trataba de la persona adecuada. Conocía a los Delacour, claramente, aunque no recordaba si alguna vez había tenido algún tipo de conversación con ellos; de lo único que estaba segura era de que se trataban de buenas personas, sabía que varios de sus miembros habían formado parte de lo que había sido la ahora extinta Orden del Fénix.

 

“La Orden”, repitió una voz dentro de su cabeza, la voz que siempre se encarga de recordarle el bando al que había formado parte por tan poco tiempo, sus recuerdos del pasado, la gente, lo que representaba para ellos. Todo se había ido, como si se hubiera tratado de un sueño ¿Era acaso el fin de la guerra mágica? ¿Los mortífagos también se habían dispersado? Sabía que no eso no era del todo cierto, pues si bien el bando ya no estaba formado como tal, aún quedaban las personas que continuaban aferradas a sus ideales, así como ella y seguramente muchos otros, esperando a que hubiera una señal mínima de que no todo se había esfumado y seguramente todo volvería a la normalidad.

 

La joven se vio obligada a volver sus pensamientos al momento actual: su mirada violácea se dirigió hacia los alrededores al escuchar las palabras de la bruja. “¿A dónde iremos?” Pensó, teniendo en ese momento el impulso de expresar su pregunta en voz alta, pero decidió quedarse en silencio mientras Dennis señalaba la estatua que estaba frente a ellas. Un leve destello le hizo saber a la Granger que el museo no sería el punto final de reunión. Con curiosidad, tocó la estatua, no sin antes esbozar una sonrisa al ver que, de cierta manera, infringía una de las normas del museo: el no palpar ninguna de las exposiciones que se mostraban en ese lugar.

 

- ¡Vaya! – Exclamó al ver cómo se iluminaba el lugar. - Interesante lugar… - Fue lo único que atinó a decir.

 

El aire gélido recorría el interior de aquel lugar que, aunque estaba vacío, tal vez era producto de la historia que aguardaba. Valeskya se preguntó si quizás había fantasmas, andando eternamente de un lugar a otro, recorriendo aquel enorme laberinto, formado por aquellas fosas excavadas en el piso, en los muros, las rocas, la tierra. Pudo notar que a un lado de cada excavación, había escrituras en un lenguaje que ella no entendía por completo. Descendió con cuidado hacia el interior de las catacumbas, mientras su mano recorría la pared, dejando una estela de polvo al pasar.

 

- ¿Mis motivos? – Dijo la joven un tanto sorprendida por la pregunta que le acababa de hacer la Delacour. - La verdad es que… Es algo complicado. – Tomó un poco de aire. - Había escuchado hablar de estos libros y la magia que guardan cada uno de ellos; creo que quizás esos rumores son algo exagerados y quise averiguarlo por mi propia cuenta. – Se detuvo unos instantes, antes de continuar.

 

- Lo cierto es que no solo quiero averiguar cuál es el alcance que tiene este libro, sino también deseo poder aprender la magia que éste contiene, porque … - Carraspeó un poco. - Nunca se sabe cuándo podría ser de utilidad el realizar cualquiera de estos hechizos ¿no lo crees? – Sus manos alcanzaron el colgante que traía y bajó la mirada para poder observarlo mejor. – Independientemente de lo que este amuleto sea capaz, hay que reconocer que es muy bonito. – Murmuró.

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La rubia escuchó atentamente cada una de las palabras dichas por la Granger, la verdad es que palabras más o palabras menos había muchas similitudes en sus respuestas con lo que en algún momento ella misma había pensado al decidirse tomar el aprendizaje de ese libro. Su primera razón para querer ampliar sus conocimientos no era por querer tener más poder que otros magos o brujas, simplemente sus motivo radicaban en estar más preparada para cuando llegara el momento poder defender a su familia y amigos de ser necesario, ahora que tantas cosas habían sucedido en su vida y que habían afectado al bando sentía que aún le faltaba mucho por aprender.

 

— Los guerreros Uzza han decidido compartir sus conocimientos y poderes con nosotros y lo han querido hacer por medio de varios libros, de los cuales este es el primero que necesita de una instrucción para poder saber si la persona que desea adquirir sus conocimientos es lo suficientemente digna de poseerlos. — dijo con un tono ligeramente serio, este era el primer paso de lo que sería un camino largo pero con grandes recompensas si la bruja decidía seguirlo.

 

No pudo evitar esbozar una sonrisa ante sus ultimas palabras — Bueno me alegra que al menos te parezcan bonitos los amuletos — dijo manteniendo la sonrisa. — Ese es el amuleto de curación y puede ser de gran valor para ti o alguien que quieras si resultan heridos en alguna batalla o duelo así que no solo tiene valor por lo lindo. — Continuo diciendo mientras empezaba a caminar a través de las catacumbas y le hacía una señal a la bruja para que la siguiera.

 

— Además de ese el libro te otorga tres anillos que pueden ayudarse en variedad de situaciones, el anillo de escucha, detector de enemigos y de salvaguarda contra oídos indiscretos, no se si has leído acerca de alguno o tengas dudas acerca de ellos? — preguntó a la oji violeta. Conforme avanzaban en algunas de aquellas catacumbas se iban encendiendo antorchas de fuego azul, lo cual solo era señal de que la magia se había hecho presente en aquel lugar y si eso era así significaría que iban a cruzarse con varias sorpresas.

 

En su recorrido de pronto sintió que un muro se movía y de el salían un par de flechas en dirección de la rubia quien iba a la delantera, de inmediato pensó — Salvaguarda mágica — volviéndose intangible haciendo que las flechas la atravesaran sin causarle daño alguno. — Y eso también es algo muy valioso que te brinda el libro — dijo cuando volvió a su estado normal. Por lo visto el sitio estaba minado de trampas por lo que se dedico a observar alrededor. De pronto el anillo detector de enemigos en su mano comenzó a brillar, las buenas noticias seguían llegando por lo visto. Al parecer su estudiante tendría algo de actividad muy pronto.

 

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“Ser digna…”, esas fueron las palabras que se formaron dentro de la mente de la ojivioleta; eran una de las cosas sobre la magia que le gustaban y a la vez no ¿qué tan digno podía ser alguien que ocupara los poderes albergados en un libro antiguo para hacerle daño a la gente? O si ella en ese momento no tuviera malas intenciones y más adelante cambiara de opinión con respecto a quién seguir, a quién proteger. Al final era una percepción muy ambigua que tenía con respecto a los poderes que albergaba el libro.


Se contuvo de preguntar acerca de los guerreros Uzza, aunque en realidad tenía poco conocimiento acerca de su procedencia. Había vuelto al mundo mágico, y el haber estado tan alejada de todo, le permitía ver las cosas desde una perspectiva distinta al resto, aunque no siempre era para bien y tenía que reconocerlo. Desde su llegada había escuchado algo acerca de esas personas que se encargaban de impartir conocimientos de magia muy antigua procedente de otros libros de hechizos que la Granger esperaba poder adquirir en un futuro.


El escuchar acerca de la función del amuleto, hizo que la joven llevara una de sus pálidas manos hacia el colgante que llevaba puesto. Recordó que en el pasado había tenido un dije, regalo del día en que se había graduado; había significado tanto en ese momento, pues se había tratado de su transición de la antigua Academia hacia a la Orden. Sacudió la cabeza e intentó concentrarse en lo que estaba por venir; metió la mano entre su bolsa para sacar los anillos que cuidadosamente había guardado y no pudo evitar comentar:


- He de suponer que los anillos igualmente hay que portarlos para poder hacer efectivos la función que tiene cada uno... - Dijo pensativa mientras se los mostraba a Dennis. - He leído sobre ellos, pero aun no comprendo si el anillo de oídos indiscretos, por ejemplo, solo hay que ponérselo e inmediatamente surte el efecto descrito en el libro. ¿O es que hay que pronunciar algún hechizo en especial? - Al final recordó que no había leído todo en el libro e hizo la aclaración. - Tal vez venga descrito en el libro, pero soy algo distraída y quise aprovechar ahora que...-


No terminó la frase. Un muro parecía moverse de la nada y salieron un par de flechas dispuestas a herir a la Delacour, quien utilizó uno de los hechizos que provenían del libro. “Qué conveniente” Pensó la ojivioleta con desgana, al ver que podía convertirse en un fantasma solo por unos instantes; no pudo evitar pensar en las cosas que podría hacer ante el hecho de poder atravesar paredes, ya se imaginaba en la mansión, tratando de arruinarle la vida a su familia al darles unos sustos de muerte. “Interesaanteee”, pensó la Granger con malicia.


- Eso significa problemas ¿cierto? - Exclamó de repente al ver el anillo de la joven rubia. - Creo que debo utilizar los míos también. - Se fue poniendo una a una cada sortija mientras iba avanzando. - ¡Listo! - Alcanzó a decir al tiempo que escuchó un “clic”.


Había colocado su pie en lo que parecía una piedra suelta, lo que provocó que la joven de ojos violáceos mirara a su alrededor, esperando alguna clase de ataque similar al de las flechas, pero nada ocurrió. Iba a decir algo cuando de repente el suelo se abrió bajo los pies de ambas brujas, lo cual ocasionó que al menos la Granger cayera bruscamente por lo que parecía ser una rampa sin fin, hasta que finalmente hizo que su cabeza chocara contra algo al final de aquel sinuoso camino. Sintió un horrible dolor, seguido de una serie de palabras, maldiciendo todo a su alrededor, hasta que recordó que no estaba sola.


- ¿Dennis? ¿Estás bien? - Alcanzó a murmurar.


Tardó unos instantes en darse cuenta de que a donde fuera que se encontraban, la visión era nula. ”¡Maldición! ¡Lo que faltaba!” Pensó con fastidio, al tiempo que buscaba a tientas su bolso, para poder sacar la varita. A lo lejos creyó escuchar unas voces, pero no lograba descifrar qué era lo que decía; de lo único que estaba segura, es que creyó escuchar unos pasos que se aproximaban hacia donde ellas estaban.



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Mientras evitaba aquellas flechas había escuchado las palabras de su alumna, — Si efectivamente debes portar los anillos y el amuleto para que funcionen, no importa si es en tus dedos o en un colgante o pulsera todos juntos, con excepción del amuleto de curación que si debe portarse al cuello para que funcione — dijo mientras observaba alrededor previniendo cualquier otro ataque. — El anillo salvaguarda contra oídos indiscretos protegerá tus conversaciones, solo es necesario que pienses en activarlo y ya, no es necesario que lo digas en voz alta o que recites algún hechizo para ello al igual que el anillo de escucha que permite escuchar en un radio cercano lo que este sucediendo sin embargo hay una excepción, si ha sido activado el anillo contra oídos indiscretos no tendrá efecto alguno — termino de decir a la ojivioleta.

 

— El anillo detector de enemigos te avisara de un ataque en tu contra o contra un familiar, se puede manifestar diferente en cada mago o bruja, tal vez como una sensación de calor o un brillo que emita — dijo mientras el anillo que portaba empezaba a brillar así que solo le quedo confirmar lo que la Granger le preguntaba. — si así es, significa que es mejor estar alertas — respondió cuando escucho un sonido hueco de algo activándose.

 

Fijo su mirada en la bruja cuando sintió que el piso bajo sus pies cedía y termino cayendo por lo que parecía una rampa detrás de su alumna, antes de llegar al final de ese camino uso su amuleto volador para planear un par de metros antes del final y tocar el suelo con suavidad evitando un golpe. La oscuridad cubría todo pero escucho las maldiciones de la Granger — Si estoy bien y si estas herida es mejor que uses el amuleto, necesitas estar bien para lo que pueda venir — dijo al tiempo que tomando su varita pronunciaba un —Lumos— para tratar de identificar de donde venían los ruidos.

 

Entonces vio como en su dirección se aproximaban lo que parecían ser cuatro personas, pero a diferencia de una persona normal se movían más rápido y portaban máscaras negras de las que sobresalían largos y afilados colmillos y por manos tenían era garras, se notaba que lo que los controlaba era magia oscura y ellos estaban ahí con intención de lastimarlas, el porque? aun no lo sabían pero si querían averiguarlo era mejor defenderse y sobrevivir.

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“Curación”, pensó la ojivioleta mientras veía que un pequeño destello iluminaba la oscuridad casi total que reinaba en algún lugar de las catacumbas en donde ambas brujas habían caído. Sintió que aquel intenso dolor que había sentido al caer había cesado de forma casi instantánea; sus pálidas manos comenzaron a palpar alrededor de donde había sido el golpe, sintiendo solamente algo que supuso que sería un poco de sangre. Comenzó a sacar los anillos del bolso, mientras Dennis iluminaba un poco, tratando de identificar el origen de los pasos.

 

Lo más rápido que pudo, trató de colgar los anillos junto con el amuleto, haciendo más práctico el hecho de andar portándolos en la mano; le resultaba sumamente incómodo traer ese tipo de accesorios y más en una situación como esa. Se puso de pie y notó que estaba llena de arena, mientras su mirada recorría los alrededores, los cuales no poseían la misma iluminación que en la parte donde se encontraban al llegar; la única diferencia es que el piso era un camino de piedras, negras, o eso le pareció a la joven.

 

- ¡Lumos! – Exclamó.

 

Las paredes también tenían varios cuadros, algunos yacían huecos, donde alguna vez habían estado ocupados, Y otras parecían estar selladas, o al menos esa fue la sensación que tuvo la joven, al levantarse y ver que en la pared rocosa, solo había una línea muy delgada que delimitaba lo que parecía ser un bloque de tierra. Los pasos parecían acercarse y a la vez alejarse, como que parecían no llegar nunca; “¿Y ahora qué?” Se preguntaba Valeskya mientras veía que la rampa donde habían caído, ya no estaba, a ambos lados solo había camino para continuar y debían hacer algo rápido.

 

Un nuevo destello, ahora más intenso y de un color azul, se iluminó en el cuello de la joven Granger, aunque era demasiado tarde. Se contuvo de soltar un grito de sorpresa al ver que los que provocaban aquellos pasos habían llegado hasta donde ellas estaban. No pudo determinar qué clase de criaturas eran, pero era evidente que no se trataba de algo bueno; su aspecto inicial era como una especie de dementor, con la diferencia de que estos podían caminar, sin contar con el aspecto tenebroso de sus colmillos o garras.

 

Tal vez con más tiempo hubieran tenido la oportunidad de planear algo más elaborado, como decidir si escaparían juntas o se dividirían y se reunirían en algún punto, lo cual era muy poco probable, ya que al menos la ojivioleta no tenía ni idea de dónde se encontraban con exactitud. Lo cierto era es que era un laberinto y después de haber caído, las probabilidades de encontrar la salida se veían más alejadas, ya que el primer intento por huir, había sido el intentar desaparecer, sin haberlo conseguido. Un rugido que hizo retumbar las catacumbas, hizo que la joven se sobresaltara y tratara de pensar con rapidez.

 

- Salvaguarda mágica.- Dijo la bruja con seguridad, mientras le dirigía una mirada a Dennis, como si estuviera preguntándole con la mente lo que ella tenía planeado, al tiempo que veía que una de las criaturas se abalanzaba contra ellas. Valeskya cerró los ojos, esperando el impacto…. Que nunca llegó; sintió un terrible escalofrío, hasta que escuchó un golpe seco: el hechizo había funcionado y la criatura había atravesado a la joven, hasta chocar con el suelo.

 

- ¿Vienes? – Le preguntó a la rubia con ansiedad, al tiempo que comenzó a retroceder y darle una patada con toda sus fuerzas a la criatura que intentaba ponerse de pie. - ¡Incárcerus! – Exclamó, apuntándolo con la varita hacia el suelo, haciendo que unas cuerdas lo amarraran de las garras y pies. Empezó a correr, sin saber qué dirección tomar con exactitud, solo sabía que comenzó a tomar el mismo patrón: llegaba al final del pasillo y vuelta a la derecha, una y otra vez, hasta que perdió la cuenta.

 

Valeskya sabía perfectamente que el hacer eso, no iba a resolver nada, ni los monstruos esos no iban a desaparecer; solo había conseguido alargar más el tiempo en que podían encontrarlas. Pensó en el anillo de salvaguarda contra oídos indiscretos y creyó que podría ser útil en ese momento: al menos confiaba en que la chica Delacour hubiera tomado el mismo camino de ella, y así poder elaborar un plan, sin preocuparse de que alguien a su alrededor pudiera escucharlas; aunque eso no las resguardaría de los ojos rojos llameantes que las observaban a su alrededor, sin que ninguna de las dos brujas pudiera darse cuenta de eso.

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Aquellas criaturas que habían aparecido en medio de la oscuridad se abalanzaron contra el par de brujas con la intención de herirlas gravemente con sus garras, pudo ver como la joven Granger esquivaba con éxito a uno con ayuda de los hechizos del libro lo que le generaba una clara satisfacción. La Delacour había estado tratando de mantener a raya a aquellas criaturas con hechizos paralizantes debido a que estaban en un espacio muy cerrado para usar algo más.

 

Escuchó las palabras de la ojivioleta sobre si venia cuando la vio alejarse del lugar, se disponía a seguirla cuando varias criaturas la alcanzaron causándole algunos rasguños cuando intentaban sujetarla, como pudo se liberó y alejándose en lo posible pronuncio — Incendio — de su varita salio una llamarada que alcanzó a aquellas criaturas provocando que se empezaran a quemar entre ellas, aprovechando el caos salió en busca de su alumna.

 

Este sitio resulto ser un sinfín de recovecos, un laberinto y se había separado de la Granger, activo su anillo de escucha pero no logro percibir nada, si la bruja estaba cerca había activado su anillo contra oídos indiscretos y ella no podría escucharla, al menos tampoco las criaturas. Trató de dejarse guiar por su instinto siguiendo los caminos que confiaban la llevaran a la bruja para luego poder salir de allí, definitivamente ese lugar guardaba algo importante si tantas criaturas dominadas por magia oscura estaban presentes. Mientras caminaba pensó — Curación — y las heridas en su brazo sanaron sin problema.

 

Con un poco de suerte con la poca luz que iluminaba su varita logró llegar hasta su estudiante — me alegra que estés bien — dijo antes de percibir que una distancia detrás de ella parecía que una feroz criatura la observaba lista para lanzarse sobre ella. Apuntó su varita y gritandole a la Granger — Cuidado — la dirigió al techo de piedra donde estaba esa bestia de ojos rojos pronunciando — Confringo — y la roca explotó lanzando piedras en todas direcciones y cayendo sobre aquella peligrosa criatura. Algunas rocas la alcanzaron pero pensando rápidamente en un — Salvaguarda mágica — las esquivo sin problema, solo esperaba que Valeskya se hubiese puesto a resguardo.

 

Escuchó un ruido provenir de uno de las salidas de aquellas cavernas, sonaba como una corriente de agua que fluye cerca — Vamos rapido por aqui — indico a su acompañante con prisa, era mejor buscar la salida de aquel lugar donde al menos pudieran usar la aparición para alejarse de allí.

 

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- ¿Esto también estaba en los planes dentro de la clase? - Exclamó, con el claro tono de alteración en su voz, ahora que estaban bajó la protección del anillo de salvaguarda, ya no importaba que ella pudiera gritar, al menos no las podrían escuchar.

 

Era inevitable preguntar algo así, aunque no lo había hecho con la intención de tener una respuesta, más bien era una forma de desahogarse ante todo lo que estaba pasando. Estaba segura que las catacumbas no eran lugar para poner trampas, pues no guardaban nada de valor... salvo que quizás hubiera algún personaje que fue de suma importancia, pero lo cual dudaba, pues ese lugar era algo que se había utilizado en una época anterior a la que se encontraban.

 

Lo que había quedado claro, es que esas criaturas que habían aparecido no eran obra de la casualidad. A lo mejor era mucho más peligroso de lo que ambas pudieran suponer, ya que dudaba mucho que el caer dentro de una trampa bajo sus pies, fuera algo de lo que estuviera planeado dentro de la clase. “¿Y si hay más gente acá?”, fue el pensamiento que llegó a la mente de la joven Granger y no pudo evitar sentir un escalofrío que recorría su cuerpo.

 

Alzó su varita, dispuesta a luchar, aunque con una clara angustia al no recordar la última vez en que había tenido un enfrentamiento de ese tipo. Ese pensamiento la hizo sentir insegura por primera vez en muchos años. Aunque las palabras de Dennis la sacaron de ese pensamiento al advertirle de algo que no se había dado cuenta:

 

- ¡Salvaguarda mágica!- Exclamó Valeskya, intentando resguardarse con los brazos de forma instintiva, ya que sabía que el hechizo la protegería de las rocas que caían en diferentes direcciones. Escuchó un chillido proveniente de la criatura que estaba observándolas minutos antes de la explosión: estaba cubierta bajo una montaña de piedras, pero no pudo dejar de observar una de las garras que sobresalían, eran de un rojo intenso y parecía que estaba cubierta por llamas.

 

- ¿Habías venido antes a este lugar? -

 

Preguntó la ojivioleta, al tiempo que seguía los pasos de la que era su profesora; ese ruido del agua proveniente de algún lado no era algo que le agradara escuchar, no si se trataba de un lugar del que probablemente estuviera diseñado para no dejar salir a la gente que se aventuraba a entrar más allá de lo que estaba permitido.

 

- En caso de ahogarnos... ehm... quiero decir ¿el hechizo de salvaguarda mágica podría ser de utilidad en una situación de ahogamiento? - Soltó de repente. - Si nos volvemos intangibles... no sé. -

 

De vez en cuando volteaba para ver qué tanto era el alcance o el impacto que tendría sobre ellas el inundarse. El agua si bien no subía tan rápido de nivel, al menos ya había llegado hasta donde ellas avanzaban, el piso ya estaba cubierto, aunque no lo suficiente como para dificultarles el paso. Observó que el agua aún se mantenía cristalina, aunque no quería quedarse el tiempo suficiente como para comprobar que solo se trataba de agua común y corriente.

 

El anillo detector de enemigos comenzó a emitir un destello ya característico: algo que avisaba que el agua no sería solo el único problema, sino que casi inmediatamente se escuchó ruido en uno de los pasillos: los cuadros que parecían estar sellados comenzaron a removerse, algunos otros parecían romperse súbitamente, dando lugar a una serie de esqueletos, literalmente saliendo de las tumbas esparcidas por todo el lugar.

 

- ¡Mas rápido, más rápido!- Exclamó, dirigiéndose más para sí misma. - Algo debe haber escondido en las profundidades de este lugar.- Dijo tan rápidamente como pudo. - Es la única explicación. – Concluyó.

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