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Leyes Mágicas


Marabella Rambaldi G.
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Castillo Rambaldi .


La deminio caminaban de un lado a otro por la biblioteca del castillo, su molestia lleva varios días, aunque decir molestia era muy poco comparado a lo que realmente experimentaba. Nadie de la familia se atrevía a acercarse si quiera a preguntar si necesitaba algo, los elfos simplemente no aparecían a no ser que la misma Rambaldi los llamara, por muchos días ninguno entendía cual era el motivo de aquel comportamiento de la matriarca, que a últimos días consistía en estar encerrada, maldiciendo, gritando y aventando cosas cada dos por tres. El miedo a represalias provocaba que ningún miembro de la familia, mágico o no, se animara a si quiera acercase a la puerta.


— ¡¿Qué gente tiene como empleados?!— Gritaba mientras lanzaba otro de los tantos libros que estaba a la mano "!cálmate por el amor a Merlin! Tienes a todos preocupados " le decía kyttara en sus pensamientos mientras la pelirroja hacia caso omiso y seguía arrojando lo que se encontrara lo suficientemente cerca a su persona — ¿Qué me calme? —Preguntó incrédula por la aberrante proposición —¡A caso crees que es agradable ser interrogada sin previo aviso! —La declamación de improperios y sin sabores se notaban en cada uno de sus gestos y ademanes —¡qué me sacaran de mi cátedra sin ninguna explicación! —El ambiente en torno a la mujer se volvía más denso conforme los recuerdos se presentaban ante ella — y que para colmo… —su boca se cerró de golpe, rechinó los dientes y sólo logró escupir un vocablo –¡arrogantes! —sus manos se deslizaron entre su cabello pelirrojo —, y luego me lleven al ministerio como una delincuente, me lleven a una audiencia y me interroguen por algo que paso hace ¡años! —dijo la mujer con un tono furioso. Tomó entre sus manos un pequeño pedestal de latón que lanzo justo a un ventanal el cual no resistió el impacto, de dicha obra, y se hizo trizas en mil pesados " pues sí, se tardaron en llamarte por lo sucedido en el atrio, pero ciertamente ya no tiene valides alguna, no tienen pruebas de aquello. Así que mejor te calmas que este mes tienes otra clase que dar y si te ven con esa cara pensarán que Leyes no sólo es aburrida si no aterradora” comentó kyttara tratando de no reír por lo último.


Si bien aquella situación había sido bastante irregular debido que la Rambaldi no había tenido ningún memorándum o aviso de que se le estaba investigando y mucho menos que tenía una audiencia justo el día de su clase, la cual fue interrumpida abruptamente y llevada sin explicación al ministerio , también sabia que la situación no era tan compleja , sólo que para ella las cosas que no se hacen por el conducto regular simplemente la sacaban de sus casillas y aquello simplemente la saco de quicio. Más por qué los que la interrogaron simplemente eran unos niñitos jugando a ser investigadores , no tenían pruebas , ni siquiera tenían un caso que justificara tenerla en aquella audiencia cerrada .La Rambaldi no se quedaría de brazos cruzados y claro le dieron un tema que tratar en su clase y ciertamente aquella mala jugada que paso le sacaría cierto provecho.


— Creo que mejor dejo de perder el tiempo y me alistaré, en unas horas debo estar en la universidad —inspiró lentamente para poder calmarse un poco y fue ahí cuando cayó en cuenta de que… — ni siquiera sé quiénes son mis alumnos —comento aún con cólera, la improvisación no era precisamente el fuerte de la pelirroja, sin embargo, el haber estado encerrada tirando cosas era una buena terapia. Mas su coraje siempre lo sacaba matando a cualquier cosas que se le cruzara. "Sólo no demuestres tu enojo, recuerda eres mejor que ante todo eres profesional " le animo kyttara mientras Marabella se encaminaba a su cuarto para cambiarse de ropa y salir antes que los demás miembros de la familia despertarán.


Ese día estaba nublado por lo que opto por ponerse unos pantalones de tela negro , una blusa color turquesa , unos tacos negros y su capa negra de terciopelo , se recogió su pelo rojo en una cola de caballo , tomo su maletín donde tenía la lista de alumnos que aun no revisaba y unos papeles de ministerio sobre su audiencia . Tomo su varita la cual dejo en el bolsillo de su capa y salió hacia la universidad, cómo aún no tenía licencia para aparecer llamo a su fiel elfina la cual estaba junto a ella y tras un par de segundos ambas desaparecieron del castillo.




Universidad.


Al llegar a la universidad Marabella miró a su alrededor aún era muy temprano por lo que nadie había llegado. Era de imaginarse ¿quién en su sano juicio estaría a las 6 de la mañana en la universidad? Sólo a ella se le ocurría y la razón era porque debía preparar su clase. Ya que al estar días encerrada maldiciendo a los del ministerio , tirando todo lo que tenía a su paso, había olvidado que debía preparar la próxima clase , por lo que ahora tenía el tiempo en contra "esa idea no es conveniente" dijo kyttara al observar en lo que pensaba la demonio — deja de ser aguafiestas y cállate — gruñó la pelirroja mientras entraba al aula 105 donde en pocos horas llegarían sus alumnos , se sentó por unos minutos en su escritorio , tomó su maletín sacando el pergamino donde se encontraba la lista de alumnos, la revisó mientras se tomaba un café que su elfina había dejado para ella, al observar los nombres una sonrisa de medio lado se formó en sus labios, miró una y otra vez la lista sin dar crédito a lo que veía —¡¿ Esto es una broma ?! — Dijo con un tono de sorpresa y diversión — y yo que pensé que mi mala suerte no había cambiado — comento mientras se resignaba " ¡ups! Creo que deberás comportarte si no quieres que nos manden a Azkaban " comento kyttara riéndose de la demonio mientras esta comenzaba a preparar la sala, la cual estaría dividida en dos , en cada lado habría una butaca larga con tres asientos cada una , en medio del salón, separando ambos lados una tarima en el cual cada alumno debería pasar. Si bien aún no tenía muy claro como dar el tema que había elegido, sacaría toda la ventaja posible al tener a los ministros como alumnos.


—Creo que será una clase interesante — dijo sonriendo mientras se sentaban en su escritorio " estás loca y de verdad nos meterás en problemas" — ya cállate miedosa, que ciertamente si juego bien mis cartas nadie se dará cuenta de nada así que mejor te mantienes calladita y sin quejas — se dijo a si misma mientras tomaba su café a la espera de sus alumnos que estaban citados a las ocho en punto.

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Mackenzie se encontraba en su habitación de la Mansión Malfoy, totalmente inmersa en la lectura de un libro sobre política que le había prestado su amigo y compañero arqueomago, Sebastian Crowld, tres noches atrás. Había enarcado una ceja y ocultado una sonrisa escéptica, cuando el mago le había puesto aquel libro, compuesto de tres volúmenes, encima de la mesa de El Caldero Chorreante, donde se habían parado a charlar y tomar un café juntos.

 

- Sebastian, tus gustos por lo muggle empiezan a rayar lo inaceptable.

 

A pesar del reproche, Mackenzie tomó los tres libros en sus manos, los olió con devoción y luego empezó a ojear sus páginas con curiosidad. Estaban escritos por una muggle llamada Hannah Arendt y se centraban en los principales movimientos totalitarios que habían tenido lugar durante el siglo XX en el mundo muggle, el nazismo y el estalinismo. La trilogía se llamaba Los orígenes del totalitarismo.

 

- Bah, Mackenzie. Eso son tonterías y prejuicios de niña mimada Malfoy -Sebastian le guiñó un ojo. Se conocían lo suficiente para lanzarse puyas sin que éstas llegaran a ofender.

 

- Sabes perfectamente que eso es un cliché, querido Sebastian, así que no te lo tendré en cuenta -sonrió Mackenzie con malicia. Su gesto prometía, por supuesto, una pronta venganza dialéctica y una defensa a ultranza de su familia. - Es evidente que tu erudición es, en un ochenta por ciento, un logro de mi familia, a juzgar por las horas que has dedicado en los últimos diez años a leerte todos los libros de nuestra Biblioteca, que me reconocerás que es única en el mundo. Y, por cierto, supongo que sabrás que todos esos libros no salieron de la nada, ¿verdad? - Mackenzie bajó el tono, dando a sus palabras un tono de misterio y secreto. - Cruentas batallas, peligrosas aventuras, incontables e innombrables luchas políticas en las que mis "mimados" antepasados se ganaron su honor y su posición en el mundo, así como todos esos libros que tanto te gustan.

 

- Vale, vale, tú ganas - rió Sebastian. - Pero hazme el favor de leer ese libro, verás que te va a gustar.

 

Y allí estaba ahora, en la mansión Malfoy, todavía en bata y camisón, sin haber podido prácticamente pegar ojo durante las últimas tres noches, pues la lectura la había atrapado en sus redes y no había podido dejar de leer durante los tres días que habían pasado desde que Sebastian le prestó los tres tomos. Terminaba de leer las últimas páginas del último volumen, mientras desayunaba tortitas con miel en la cama y escuchaba el Dies irae del Requiem de Mozart. No lo había planeado, la música se seleccionaba de forma aleatoria, pero era realmente una música apropiada para ambientar el final de aquella interesante lectura. El maldito Sebastian había tenido razón. Le había encantado.

 

Recordó que aquel día tenía que acudir a un curso de Leyes Mágicas. Solían ser tediosos aquellos cursos de reciclaje, pero ella misma era consciente de su necesidad. Además se encontraba de buen humor, aunque no hubiera dormido en toda la noche. Seguro que iba a poderle sacar partido a aquel bendito curso.

 

Se levantó de la cama y se encaminó al vestidor, todavía recordando citas del libro. La acción revolucionaria, muy a menudo, fue una concesión teatral a los deseos de las masas violentamente descontentas más que una batalla real por el poder. ¡Era tan genial! Mackenzie se sonreía sin poder evitarlo, mientras descolgaba una túnica verde esmeralda del ropero. Nada demasiado elegante, sólo una simple túnica con bordados blancos en las amplias mangas, no quería parecer fuera de lugar en el curso. La calidad teatral del mundo político se había tornado tan patente, que el teatro podía aparecer como el reinado de la realidad. Esta vez, la cita le provocó una intensa carcajada. Realmente la autora muggle resultaba incisiva y hasta provocadora. El hecho es que, tanto Hitler como Stalin, formularon promesas de estabilidad para ocultar su intención de crear un estado de inestabilidad permanente.

 

Ya vestida, se miró en el espejo y se peinó con cuidado el ondulado cabello castaño claro, que ahora le llegaba hasta casi la cintura. Los primeros rayos de sol que entraban por el amplio ventanal de su habitación despertaban brillos rojizos en su cabello, al punto que era difícil definir su color, entre brillos rojizos, dorados y marrones terrosos.

 

Se disponía a salir de la habitación, rumbo a la Universidad, cuando recordó otra cita del libro y se acercó presurosa a la mesita donde había dejado los volúmenes, releyendo una última vez, antes de salir.

 

El factor inquietante en el éxito del totalitarismo es más bien el verdadero altruismo de sus seguidores: puede ser comprensible que un nazi o un bolchevique no se sientan flaquear en sus convicciones por los delitos contra las personas que no pertenecen al movimiento o que incluso sean hostiles a éste; pero el hecho sorprendente es que no es probable que ni uno ni otro se conmuevan cuando el monstruo comienza a devorar a sus propios hijos y ni siquiera si ellos mismos se convierten en víctimas de la persecución, si son acusados y condenados, si son expulsados del partido o enviados a un campo de concentración. Al contrario, para sorpresa de todo el mundo civilizado, pueden incluso mostrarse dispuestos a colaborar con sus propios acusadores y a solicitar para ellos mismos la pena de muerte con tal de que no se vea afectado su status como miembros del movimiento.

* * * * * * *

Ya en el Ateneo, se encaminó al aula 105 donde tendría lugar la clase. La profesora sería Kyttara Gryffindor Rambaldi. No la conocía, por lo que repasó las notas que había tomado previamente de los registros ministeriales. Una vampiro de unos 25 años, delgada, rubia, ojos verdes... originaria de la familia Gryffindor, pero se ve que había fundado su propia familia, la Rambaldi. Los registros oficiales no decían mucho sobre ella. Los archivos secretos tampoco eran explícitos, pero se sospechaba que, en algún momento, había formado parte de la Orden del Fénix.
Mackenzie entró en la clase. Pensaba que la profesora se encontraría allí, apenas faltaban cinco minutos para el comienzo de la clase, pero el aula se encontraba casi vacía y la única persona que la ocupaba era una chica pelirroja que no encajaba con la descripción de la profesora. Quizás fuera metamorfoga, aunque a Mackenzie no le había parecido leer tal cosa en los registros. De cualquier manera, ya fuese alumna o la propia profesora, las normas más elementales de la educación le decían a Mackenzie que lo oportuno era presentarse.
- Hola, me llamo Mackenzie Malfoy. ¿Y usted es...? - Le tendió una mano a modo de saludo a la peliroja.
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Era extraño y extraordinario las casualidades de la posibilidad que en una clases se encontrará como estudiante un personal de la Oficina del Ministro y SAW en compañía del Ministro y Viceministra, al menos era esos los rumores por tener cierta influencia en los bajos mundos conocía, pues no negaba que yo era ese personal de aquella instancia ministerial, pero me cuestionaba de ser verdad ¿Qué pudiera pasar en la misma? ¿Era posible que el Ministerio de Magia y Hechicería interviniera la Universidad? Aunque, ello no me extrañaba ante esa posibilidad de aceptar a los Guerreros Uzza de una capacidad mágica indescriptible y a esos arcanos que ahora se tomara cartas en el asunto. Ante esos presupuestos no podía descansar y aguarda el día gustoso de llegar a ese encuentro académico.


El día que tanto esperaba llego, salía corriendo de mi habitación portando mi traje usual de trabajo, añadiendo al mismo una larga capa oscura que rosaba contra el suelo, mi elfo doméstico y en conjunto de unos duendes que me servían como esclavo en mi morada, termine de alistarme con un gran libro sobre las leyes, pues a fin y acabo en su momento me toco redactar algunas de ellas, pero ahora resulta que debo profundizar en las mismas ¿Acaso esto tenía algún sentido? Sin embargo, debía ser obediente y con la posibilidad de ascender en mi trabajo, debería cubrir mi conocimiento implícito con algo más tangible y que mejor que el reconocimiento de la Universidad en este arte.


Al llegar a la Universidad mi paso era más apresurado de lo usual, pensaba que llegaría tarde y en clase en lo personal soy muy impaciente, por tal motivo debería optar por conseguir donde sería. Algunos de mis estudiantes de Maestría en la Escobas se encontraban observando extrañado como un chiquillo que va por primera vez al colegio, sin contar que se sorprendían al verme un día en donde se impartía mi cátedra, quizás suponía que me iría a una reunión en claustro o venía por un asunto de mi trabajo. No obstante, la realidad era otra y debería admitir que me encontraba algo perdido.


Estando en el ateneo, indague que mi clase sería en el salón 105 y con prisa me encamine, en verdad los rumores de la vista de un familiar de los Malfoy en los pasillos era extraño, al parecer se decía que una mujer de increíble belleza había llegado. En caso de ser posible se debería alertar al profeta, pues sería una ocasión que inclusive mis superiores en la oficina se deberían enterar, dado que esto era algo muy extraño. Y fue así con algo de sudor en el rostro por el agite que tenía y con la respiración agitada ingresaba al salón, apenas si podía creer el nombre que escuchaba a una de las estudiantes y mirada se clavó en ella.


“¿Acaso es ella Mackensie Malfoy? ¿En verdad no es una broma de mal gusto? ¿Sería prudente la utilización de hechizos y contra hechizos para ver si es ella en verdad?” Era lo que pasaba por mi mente al verla. “No puedo creer que estoy en su presencia, incluso no puedo creer que sea ella una de mis compañera de clase. En verdad estoy dichoso que comience.”


Quizás fue cuestión de segundos cuanto me encontraba en shock, pero luego postre la mirada con cierto desagrada a la instructora, a ella no la conocía en persona, pero si la tenía fichada en mis expedientes personales como simpatizantes de los sangre sucias, de los muggles y sobre todo de una posible existencia de la igualdad de condiciones para los trabajos con los elfos domésticos, solo saber que ese ser me daría algún conocimiento me repugnaba, no obstante, respire profundo y tome asiento. Espere un poco para centrarme y meditar que decir, allí al abrir nuevamente los parpados mis orbes demoniacos (oscuro como la noche) se clavaron en todos los presentes.


-Luxure, Demian.


Hice pausa. Mientras la Malfoy se presentaba con la pelirroja, solo con mi voz interrumpí la posible conversación y ante ese presupuesto calle. Por lo que concentre en leer mi libro, el cual se encontraba con anotaciones y reformas según lo discutido en la oficina en la parte del marco legal.


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La pelirroja se tomaba su tiempo en responder. Mientras tanto, Mackenzie seguía con la mano tendida hacia ella, esperando que le devolviera el saludo y la presentación, pero los segundos pasaban y la puerta se abrió para dar paso a un chico alto, de unos veinte años, de aspecto tosco, pero sin duda atractivo. Él sí se presentó y Mackenzie supo que trabajaba en la Oficina del Ministro y en los Servicios Administrativos del Wizengamot. Era Demian Luxure.

 

- Hola Demian. Me alegro de verte. ¿Tu también te apuntaste al curso?

 

Mackenzie se sentó en un pupitre al lado de Demian y sacó un cuarderno y una vuelapluma para tomar notas durante la clase.

 

Junto a la puerta, en un tablón de anuncios, estaban escritos los nombres de los alumnos que tomarían la clase. El nombre de Demian estaba allí, junto al suyo. Pero también vio el nombre de Beltis, una misteriosa Malfoy que había llegado a ser Warlock, y cuyas influencias parecían ir mucho más allá de lo aparente. Y lo más increible, allí había también otros dos nombres que a Mackenzie la dejaron tan estupefacta que tuvo que volver a releerlos tres veces, antes de darles crédito. Su padre, Crazy Malfoy y su infame esposo Boss también atenderían la clase. O eso, al menos, era lo que rezaba aquel cartel.

 

- ¿Cómo van las cosas en la Oficina, Demian?

 

Intentó entablar conversación con el chico, mientras esperaba a que llegasen el resto de los alumnos y a que comenzara la clase. No sabía muy bien cómo tomarse el hecho de que Boss fuera uno de los alumnos o de que su padre y él tuvieran que volverse a encontrar precisamente en un curso de leyes mágicas. Aquello prometía, cuando menos, diversión.

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El viento le azotaba la cara con fiereza mientras surcaba el cielo como una flecha en su saeta de fuego, trazó un arco descendente para esquivar una bludger que se dirigía hacia él como la bala de un cañón. Vio pasar sobre él al golpeador, que parecía un armario al que le hubieran crecido brazos, gritándole algo tan malsonante que haría sonrojarse a un marinero.

 

- ¡Eso es ha sido muy rudo de tu parte! -gritó sabiendo que no lo escucharía-

 

Voló dibujando un amplio círculo rozando el césped con la punta de sus botas, escrutando el cielo, buscando... ¡Allí! Un destello dorado delató la Snitch aleteando muy cerca de las gradas. Se abalanzó hacia ella, acelerando al máximo su escoba hasta que las caras de los espectadores que lo observaban admirados se convirtieron en un borrón difuminado. Ya casi la tenía...

 

Toc toc toc

 

El sonido de golpeteo a su espalda le hizo girarse para descubrir estupefacto que en la cola de su escoba se había posado un pájaro carpintero que taladraba alegremente la madera.

 

- ¡Qué diablos!

 

Alargó una mano furiosa para agarrarlo del gaznate pero se detuvo al ver el color de la manga de su túnica. ¿Rojo? No se había vestido de rojo en su vida. Se miró la pechera y el león dibujado en ella le indicó que llevaba un uniforme de Gryffindor.

 

- Por las barbas de Merlín, que no tenga una cicatriz en la frente...

 

Crazy se despertó jadeando en su laboratorio. Se había quedado dormido sobre su escritorio con la cabeza apoyada en un matraz y la mano todavía agarrando una botella de whiskey vacía. Toc toc toc. Unos golpes furiosos resonaban en la puerta y hacían eco en su cabeza resacosa. Hizo un gesto con la varita para levantar el encantamiento de cerrojo y un pequeño elfo doméstico de piel negra irrumpió en la estancia.

 

- ¡Te has quedado dormido otra vez! - gritó Teach - ¡Pero si dejamos puesta la alarma en el reloj de....!

 

El elfo se detuvo, observando con su rostro surcado de cicatrices el montón de astillas que la noche anterior habían sido un reloj de pared.

 

- Sonaba muy fuerte - se excusó Crazy -

 

- Ese reloj costaba más de lo que me pagas en un año

 

- No te vas a creer la pesadilla...

 

- No tenemos tiempo para pesadillas - lo interrumpió el elfo, carente de la habitual disciplencia de aquellas criaturas - Llegas tarde a clase

 

¿Clase? - el mago se calló, repentinamente retrotraído a su infancia - ¡Maldita sea, la clase! ¿Porqué no lo has dicho antes?

 

Se levantó como un resorte mientras se alisaba la enmarañada melena de pelo blanco con un gesto de varita. Se acercó a una estantería y empujó suavemente el lomo ajado de un libro negro, provocando que todo el mueble se desplazara a un lado para dejar al descubierto un hueco en el muro que contenía frascos de todo tipo de formas y colores. Eligió una poción herbovitalizante y la apuró de un trago, sintiendo al instante como su cabeza se despejaba y recuperaba las energías. Acto seguido eligió una túnica de viaje azul con runas de color oro bordadas a lo largo de toda su superficie, la cual contenía menos hechizos protectores de los que solía usar pero a cambio llevaba imbuidos otros que podrían llegar a serle útiles.

 

- Teach -dijo arrojando un puñado de polvos flú en la chimenea- pídele a Borgin que nos envíe otro reloj

 

Y dando un paso desapareció en el fuego.

 

 

******

 

 

Al entrar en la clase sonrió aliviado, viendo que finalmente llegaba a tiempo. Sólo había en ella tres personas, un joven mago, una bruja pelirroja que parecía ensimismada en hablar consigo misma y su hija Mackenzie, que lo recibió con una gran sonrisa. Había comprobado los registros a través de un amigo inefable, así que no le sorprendió verla allí.

 

- ¡Hija, qué maravillosa sorpresa! - dijo sin embargo -

 

La abrazó y le dio un beso en la mejilla, sintiendo como de costumbre un cálido orgullo de padre por la mujer en que se había convertido.

 

- Te veo más alta - dijo - Estás creciendo

 

- Padre, si nos vimos ayer

 

Crazy se encogió de hombros y se giró hacia el joven mago que la acompañaba, algo en él le sonaba vagamente familiar, como si lo hubiera visto en algún sitio.

 

- Disculpa mi mala educación - dijo tendiéndole la mano - Soy Crazy Malfoy

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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-¡No, Beth! - la voz del elfo se quebró mientras llevaba una fuente con tostadas en una mano y en la otra un libro -. No le pasa nada ¿verdad?

- Vale

 

La bruja contestó de forma automática sin levantar la vista de la página, tampoco prestó atención al elfo mientras vertía té recién hecho sobre las tostadas.

 

- ¿Qué es escarlatina?

- Mmmm tienes razón.

- No puede ser ¿encuentran una poción? ¿Podemos hacer algo?

- Más tarde, tal vez

 

La fruta fue a parar al fuego que crepitaba en la chimenea de piedra y un trozo de madera acabó con mantequilla en el plato frente a la bruja. Beltis pasó de página y el elfo desapareció tras la puerta de la cocina. Por las ventanas comenzaba a entrar la primera luz del alba, fría y brillante, lejano sol de invierno.

Afuera, el froallo parecía danzar al compás del viento, dejando diminutas gota de agua sobre los cristales y las paredes de piedra de su actual refugio. Lo que en principio iban a ser unos días alejada de la comunidad mágica habían acabado por convertirse en semanas, y ese refugio en su hogar. Como de costumbre despertó antes del amanecer y, como hacía un par de semanas, luego de la ducha se hizo una curación en el ojo dañado con la esperanza de recuperar la vista o, al menos, no quedar con una cuenca vacía.

 

La casa que había elegido era pequeña, insignificante si se la comparaba con las construcciones de Ottery. Y en mucho peor estado. Desde el exterior parecía estar a punto de caerse a pedazos, con el techo de pizarra hundido y helechos creciendo a sus anchas sobre las láminas de piedra antigua, pero el interior era inmejorable. Por dentro la casa era cálida y acogedora, una habitación, bañera y una sala llena de libros con una chimenea que cobraba vida frente a las olas del atlántico que se apreciaban desde los ventanales.

 

Un grito angustiado rompió el silencio. El elfo volvió a la sala con los ojos llenos de lágrimas gimiendo, apretando el libro contra su pecho, buscando en Beltis una respuesta que lo consolara ante el horrible desenlace.

 

- ¿Qué-qué po por qué?¿Qué le pa-pasa-sa? ¿Qué-qué es esca -tomó aire- escarlatina?

- Tienes que investigar. Te enseñé a leer justamente para que dejaras de hacerme tantas preguntas.

 

Esta vez la bruja se incorporó en el sofá y dejó el libro de Günther Jakobs de lado deseando comer algo antes de irse a clases. Miró la bandeja con el desayuno con desconcierto, tomó la leña enmantequillada con una mano y finalmente miró sin entender las tostadas desechas en té especiado.

 

- Bueno, no te enseñé a leer para morir envenenada

 

Mengo, su fiel y extrañamente curioso elfo, se abalanzó sobre las estanterías antes de que acabara la frase, en busca de la respuesta que anhelaba. Beltis puso un ojo en blanco y resopló. Reconocía una batalla perdida en cuanto la veía.

 

- Hoy volvemos a la mansión, ahí encontrarás lo que buscas, aquí no creo que encuentres nada sobre bacterias - dijo mientras se calzaba.

- ¿No sería más fácil que me explicara lo que es? ¿Po-por favor?

- Fácil, sí, pero ¿Qué gracia tendría?

 

La criatura se encogió de hombros y se limpió los mocos con el reverso de la manga. Beltis se arropó con una capa de paño de lana roja oscura y se puso un parche de cuero negro sobre el ojo herido. Salió y desapareció bajo la ligera llovizna.

 

Apuró el último puñado de almendras de camino a la clase y bebió un trago largo de té caliente antes de abrir la puerta. Volvería a tener hambre en media hora, estaba segura. Por eso iría a la mansión unos días, para re-abastecerse de comida y bebida; entre sus inexistentes habilidades culinarias y las de su elfo, iba a morir de hambre en un abrir y cerrar de ojos. Las maldiciones se le daban fenomenal -o casi, dado el estado de uno de sus ojos-, pero preparar un sándwich podía acabar en una explosión.

 

- Buenos días - saludó al entrar en dirección a la que parecía ser la profesora.

 

Se detuvo en seco y miró los rostros de los magos con cierta sorpresa, una media sonrisa apareció en su rostro. A alguno no esperaba encontrarlo en esa clase, ni en ninguna otra clase o edificio de Londres. No solía revisar el listado de alumnos de las clases a las que asistía, no tenía sentido si la mayoría de las veces se encontraba con los mismos magos una y otra vez. Aunque esta vez era diferente; esta vez la clase no decepcionaba. Interesante se quedaba corto.

 

Llegó justo en el momento de las presentaciones. Se acercó con la capa colgando de un brazo y la mano libre extendida hacia la bruja que hablaba con Crazy y otro hombre.

 

- Creo que no nos conocemos -dijo dudando de su memoria - Soy Beltis.

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La situación me congelo la Viceministra de Magia me dirigía unas palabras y además conocía mi nombre ¿Acaso alguien de su poder podría conocerme? En verdad ello me dejo mudo y solo la observe, al poco tiempo ingreso el mismo Ministro de Magia y seguido una Warlock, en verdad esta situación era inusual y casi extraña ¿Qué motivo podría causar para que los dioses causaran este encuentro? Al parecer los dados del destino se comenzaban a mover a favor o en contra de la Universidad y ante la ausencia del Director de la oficina a la cual laboraba o quizás a días del nuevo nombramiento del cargo, esto implicaría que me encontraba frente a frente a la máxima autoridades de Gran Bretaña.

 

En ello respiraba profundo y en leves instante daba la respuesta, intentado no mostrar cierto nerviosismo ante esas autoridades, inclusive quizás por la presencia de los mismos la pelirroja no había respondido. Aunque, en mi caso solo me hizo fijar mirada en todos y regresaban la tonalidad de mis orbes a la normalidad.

 

-A raíz de mi ausencia puede decir que fue grato no conseguir a quien antes conducía la Oficina del Ministro y SAW. Sin embargo, Viceministra Malfoy me sorprende verle en persona, al igual que al Ministro.- Desvié mirada en la Warlock. –Y a ese integrante del alto consejo, me cuestiona si mis funciones en este lugar es de estudiante o algo relacionado con mi trabajo.- Al final término presentándome ante la Warlock y el Ministro de Magia, que por razones comunes mi nombre no jugaba en su memoria. –Soy Luxure, Demian.

 

Quizás mi respuesta revelo mi lugar de trabajo, ocultando para el ojo de ellos mis funciones como docente en la Maestría de la Escoba y así no tener que pagar impuestos por tener un ingreso extra. El estudiante ausente me causaba intriga, dado que era de mi conocimiento como antiguo jefe de mi sitio de trabajo la relación entre Boss y la Malfoy, a pesar que ahora no contaba con esos permisos, así también cierta información personal de todos los presentes y ello era por esa instancia de poder revisar esos expedientes.

 

“Un egipcio entre tantos británicos aparentes, en verdad esta clase deberé tener cuidado de no revelar mis intenciones, inclusive si pudiera causar el arresto de la docente y así revocarla de su cargo me será un gusto. Sin embargo, no comprendo como las medidas dada por nuestra oficina solo quedan en papel y los aurores e inquisidores no arrestan a esos ocultos criminales de la Orden del Fénix y más a esos declarados en el atrio.” Ello lo meditaba pensado que me encontraba en la clases de leyes.

 

-Supongo, que si la clase no comienza sería interesante tema.- Observe a los otros estudiantes. –Indagar sobre los temas relacionados con los criminales, al parecer las medidas creo que deben ajustarse y comenzar a ser más severos con los simpatizantes del caos y desorden.- En referencia esos grupos clandestinos. – No puedo dejar de escuchar reportes de mafias, de seres con ansia de poder y determinar que su visión de mundo es la justicia divina, entre otros. Por ello, propongo discutir esos artículos y comenzar aplicar medidas, igual tenemos la presencia de las máximas autoridades presentes, por lo que segundo sería convocar al jefe actual del departamento legal de la Oficina del ministro y SAW y los otros integrantes del consejo Warlock.- Aunque, en esta reunión estaría sobrando, pero si me gustaría oscurecer ciertos procedimientos y favorecer con ello el uso legal de las artes oscuras.

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Estaba feliz. La clase aún no daba comienzo, pero la presencia de su padre siempre provocaba en ella esa dulce sensación de protección, cariño y seguridad. Daba igual que lo hubiera visto el día anterior, no era añoranza ni nada parecido. Era un efecto que producía su presencia en ella, con independencia del tiempo que llevaran sin verse.

 

- ¿Crees que aprenderemos cosas interesantes en esta clase, Padre? Parece que la profesora no tiene mucha prisa por enseñarnos.

 

Justo en ese momento se abrió la puerta y apareció una mujer con aire enigmático, vestida con una capa y con un parche en el ojo. Mackenzie la esperaba, pues había visto las listas de los asistentes al curso, pero aún así no pudo contener un gesto apreciativo.

 

- Creo que no nos conocemos -dijo la recién llegada - Soy Beltis.

 

- Encantada, Beltis. Yo tampoco creo que hayamos coincido en persona nunca antes. Me alegro mucho de conocerla -respondió Mackenzie estrechándole la mano, a la vez que le daba un beso en la mejilla.

 

La conversación siguió mientras esperaban que la clase empezara y tomara su rumbo. Boss aún no había llegado, pero Mackenzie dudaba mucho de que apareciera. Probablemente no se habría atrevido a enfrentarla de nuevo. Mackenzie suspiró y siguió escuchando la conversación. Ahora era Demian quien hablaba. Se sobresaltó al escuchar las palabras del empleado ministerial. ¿De verdad pensaba que podía expresar en voz alta y clara todas aquellas ideas sobre las artes oscuras?

 

- Mi querido Demian, esto es un curso, no una revolución. -Rió Mackenzie guiñándole un ojo y tomándose a broma las palabras del empleado ministerial. No podía permitir que nadie considerara ni por un momento que aquello podía llegar a estar dicho como una petición directa al Ministro de Magia para legalizar las artes oscuras. - Pero dado que la clase no comienza, bien podríamos comenzar a estudiar nosotros las leyes mágicas y, en ese sentido, resulta muy interesante su proposición de estudiar si, a un nivel teórico, resulta o no resulta adecuado prohibir las artes oscuras o si, por el contrario, debería estar su uso regulado.

 

Mackenzie esperaba haber derivado el tema lo suficiente, de forma que todo el mundo tuviera claro que aquello sólo era una discusión teórica sobre leyes mágicas. Con ánimo de sacar partido de aquel curso, además de llevar la pregunta de Demian al plano de la erudición, sacándola de cualquier contexto revolucionario que alguien le hubiera podido dar, se acercó hacia un estante de libros que había en la clase y tomó en sus manos uno que conocía muy bien.

 

- Supongo que conocéis este libro, Teoría Mágica de Adalbert Waffling -dijo abriendo el grueso volumen y releyendo algunos pasajes que conocía bien. -Adalbert formuló las Leyes Fundamentales de la Magia y son precisamente de estas leyes fundamentales de las que emanan, en sucesión, todas las demás. La primera ley dice lo siguiente: Métanse con los misterios más profundos - la fuente de la vida, la esencia de uno mismo - sólo si está preparado para las consecuencias de la forma más extrema y peligrosa. A mi modo de ver, antes de abordar la cuestión teórica de si las artes oscuras deberían seguir ilegalizadas o, por el contrario, si sería conveniente legalizar su uso, deberíamos realizarnos dos preguntas. ¿Están todos los ciudadanos preparados para afrontar consecuencias extremas y peligrosas o no lo están? ¿Deben las leyes proteger a los ciudadanos de dichas consecuencias extremas y peligrosas? Si juzgamos que no todos los ciudadanos están preparados para afrontar dichas consecuencias y, a la vez, que las leyes deben proteger a los ciudadanos, a mi modo de ver, legalizar las artes oscuras, que en muchos casos inciden sobre los misterios más profundos, incumpliría la Primera Ley. ¿Qué opináis?

 

Mientras lanzó su pregunta, dejó abierto el libro de Teoría Mágica encima de un pupitre y se acercó a la biblioteca de la clase, extrayendo varios tomos sobre leyes mágicas, que dispuso encima de las mesas, para que todos pudieran consultarlos. Ella misma comenzó a tomar notas de varios de ellos.

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La joven Rambaldi miro la hora aún faltaba al menos una hora para que comenzarán a llegar sus alumnos, por lo que sacó de su bolso un libro muggle que compró en uno de tantos viajes que hacía de vez en cuando, al mirar la tapa con atención notó que el título era bastante curioso, porque la primera palabra rezaba en grande "Dictadura", la cual era tan poco común y a su vez tan peligrosa, porque para muchos significaba para dolor, sufrimiento, tortura, vulnerabilidad y transgresión a los derechos humanos. Pero ¿por qué una palabra significaba tantas cosas en el mundo? Era bastante sencillo saberlo, por que sólo bastaba buscar en las entrañas de la historia muggle y por qué no también mágica para comprenderlo un poco mejor. Justamente aquel libro que tenía en su poder hablaba sobre las dictaduras en Latinoamérica, pero le interesaba una en específico, quizás por el hecho de haber vivido en una etapa de su vida en aquel lugar y esa era la dictadura Chilena, la que había sido una de las dictaduras más crueles de las cuales tenía memoria Latinoamérica, en ella no solo se impuso un régimen militar, sino que también se violaron todo los derechos humanos y civiles.

Entrada completamente en la lectura, recordó que alguna vez alguien le comentó que para entender qué era una dictadora debía saber cuál era su significado y según el libro que consultaba la definía como ''una forma autoritaria de gobierno, caracterizada por un solo líder o grupo de líderes sin partido o partido débil, poca movilización de masas y pluralismo político limitado". Y fue aquella frase la que le provocó recordar el mundo mágico y situación que estaba viviendo en la actualidad ¿Acaso eso era lo que se vivía en esos momentos? El sólo hecho de pensarlo, le causó gracia y no solo a ella sino que también a la rubia. "—Tienes razón, si lo analizamos puede que vivamos en una dictadura disimulada—" comentó en su subconsciente Kyttara a Marabella. —Pues muy disimulada no lo creo querida, viste lo que a pasado con tu madre adoptiva y no solo con ella-—si se analizaba muy bien la pelirroja tenía un punto a favor—Nadie sabe realmente que paso o el motivo real y ciertamente las exiliaron de su propio país ¿Eso no es un acto de dictadores? — se preguntó a sí misma mientras Kyttara en su subconsciente analizaba lo que la demonio le decía.

Al revisar su reloj notó que aún faltaba para la llegada de sus alumnos, por lo que siguió leyendo y se percató que antes de hablar de lleno sobre la dictadura de Chile, aquel capítulo comenzaba con algunas citas importantes de especialistas del tema, las que lograron captar su atención, como las siguientes «"Para la mayoría de los norteamericanos, fue un tipo diferente de golpe"», dijo a la BBC Mundo el canadiense Kristian Gustafson, director del Master en Inteligencia y Seguridad de la Universidad de Brunel en Londres. «"El hecho clave es la manera en la que Allende llegó al poder"», puntualiza. «"No era un caudillo, no era un dictador que era reemplazado por otro, era un líder socialista electo que estaba siguiendo la vía pacífica. Por eso fue más impactante y la desilusión más fuerte. Esa gran esperanza fue derrocada con un golpe"». Aquella cita le hizo mucho sentido puesto que tenía escarcha relación con lo que estaba pasando en la actualidad.

Estaba tan sumergida en su lectura que por poco no se da cuenta de la hora —¡Demonios! —vociferó mientras cerraba el libro y comenzaba a ordenar su escritorio, en poco minutos llegarían sus alumnos para comenzar la clase asi que debía estar presentable-—"Eres una distraída, te dije que te pillaria el tiempo" —comentó la rubia en su mente mientras la demonio solo emitía un leve gruñido en forma de molestia. Solo faltaban unos minutos para las ocho y una mujer fue la primera en llegar, Marabella la reconoció enseguida —"Así que la viceministra es la primera en llegar, se cortés y amable, ni se te ocurra mostrar tu antipatía"—le advirtió Kytta a la demonio quien solo se limitaba a observarla mientras se presentaba ante, como era de esperarse los registros ministeriales la describían como una fémina de rubios cabellos, así que suposo la demonio que siendo viceministra la investigaria antes de verla personalmente y claro ahora estaría preguntadose quién era esta pelirroja la cual no concordaba con la descripción oficial , antes que pudiese contestar ante la interrogante de la Malfoy sobre quien era, un joven el cual para su desafortunada suerte conocía bastante bien ingresó, al mirarlo se dio cuenta inmediatamente como estaba encantado de estar frente a tan importante personaje y claro llegando comenzó sus adulaciones a la viceministra. "que fastidio es este hombre" pensó mientras solo los observaba, esperaría hasta la llegada de todos sus alumnos para presentarse, seguramente la duda de la Malfoy seguiría rondando su cabeza, pero espero unos minutos más y conforme pasaba iban entrando los alumnos, luego de la llegada de Luxure fue el turno de nada mas y nada menos que el propio ministro " Y yo que pensé que ambos Malfoy eran un mito" pensaron a la par la demonio y kyttara mientras los observaba desde su escritorio sonriendo mientras sacaba el pergaminos donde estaba la lista y comenzaba a darle un tic en cada apellido de los presente, solo le faltaba dos alumnos más: La jefa de Warlock y el ex líder de la orden, aquel tipo que lideraba el bando cuando Kyttara había tomado la decisión de formar parte, los minutos seguían pasando y ninguno de los dos llegaba solo daría hasta las ocho y cuarto, quien no hiciera acto de presencia, simplemente estaría fuera, y fue justo en ese momento que su otra alumna apareció. "Bueno al menos habrá cuatro y será parejo el debate" pensó mientra miraba la puerta para mirar si llegaba el Evans , pero nada, por lo que decidió comenzar la clase, se paró con delicadeza de su asiento y en frente de las dos galerías que ella misma había colocado, miro a los presentes que conversaban muy animadamente y carraspeó para que prestaran atención.

Una vez que había logrado el silencio y la atención que necesitaba comenzó a hablar calmadamente -Buenos días. Me alegra tener a tantos alumnos en esta cátedra, debo confesar que fue una sorpresa ver la lista esta mes, no siempre tengo tantos alumnos -comentó la pelirroja mientras observaba a cada uno de los presentes—Primero que nada me voy a presentar para disipar dudas hacia mi persona, Mi nombre es Kuyttara Rambaldi, aclaró que no uso el apellido de mi familia sanguínea por decisión propia —evidentemente todos los presentes ahi habian visto sus archivos, puesto que todos tenían acceso a el aun en forma clandestina— antes de comenzar nuestra clase, quisiera dejar unos puntos claros para que no haya problemas a futuro -dijo mientras miraba a Luxure quien claramente mostraba su desagrado hacia la pelirroja sin disimuló—En esta clase no existen los cargos ministeriales, ni rangos, ni poder alguno que ustedes tengan. Lo que quiero decir con esto, es que acá todos son simples magos y brujas dispuestos a tomar una cátedra de leyes que seguramente saben de sobra y que no necesitan pero que deben acreditar ante el ministerio, así que señor Luxure su intento de adulación hacia los ministros lo puede dejar para otra ocasión, acá ellos simplemente son personas igual que usted y no creo que lo tomen en cuenta o estén pensando en usted para luego ver si merece el cargo que usted postula, le recuerdo que los cargos se dan por el trabajo y aptitudes mostradas -no pudo evitar decirlo, era claro que el joven intentaba caer en gracia con los ministros para que ellos le dieran el cargo de director de SAW, pero quien en su sano juicio le daría aquel cargo a alguien que en vez de trabajar usaba sus cargos para fines propios- en mi clase todos somos simples personas dispuestos a retroalimentar los conocimientos que poseemos con mas conocimientos, la unica con algún grado de poder en estas cuatro paredes soy yo —dijo en un tono de voz calmado y relajado- Bien aclarado esto, quisiera comenzar tomando en consideración la conversación que tenía Luxure con la señora Malfoy respecto a los grupos clandestinos como lo llama el ministerio y las artes oscuras, me gustaria saber que piensan ustedes al respecto y así acorde a lo que me digan podré comenzar con la cátedra. Por porque cada uno de ustedes me dará su opinión y antes de comenzar haré unos cambios de lugares -dijo mientras se acercaba un poco más dónde estaba sus alumnos - cómo ven hay dos galerías con 3 puesto cada uno en cada lado del salón, por lo que Señor Luxure podría salir del lado de la señora Malfoy y venir a sentarse en mi lado derecho, señorita Beltis usted también siéntese al lado del señor Luxure, asi estaran frente a frente, el señor Malfoy junto a su hija en mi lado Izquierdo y La señorita Beltis y el joven Luxure en el lado derecho- sonrió al ver la cara de Demian , claramente no le gusto lo que le había dicho y mucho menos que lo sacará del lado de la viceministra— Bueno ya pueden comenzar a dar sus opiniones, uno por uno me dirán que piensa sobre los dos temas que le comenté , tendrán quince minutos y luego les comentaré que haremos ¿Quién comienza? —pregunto la pelirroja, dándoles la palabra.

 

 

 

Off

 

Primero disculpen la tardansa, cosas Muggle me mantuvieron ocupada debido a mi regreso a la universidad, bien en el rol les dejé en sí como la pauta de lo que se vendrá está semana , espero poder avanzar un poco más rápido ahora que estoy de vuelta al ritmo .Por otro lado quiero dejarles una tarea off ( si así como nos hacían hacer tareas en la antigua academia jajaja )

 

La tarea consiste en que cada uno me mandará un mp con las leyes mágicas del Canon de Harry Potter o sea las que JK acredita que son del mundo mágico y me hara una breve explicación de cada una ( son pocas así que sera fácil encontrarlas ) tiene hasta el otro martes para mandarla ;)

 

Ahora a disfrutar del rol :3

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¡Así que la pelirroja que a quien su saludo había dejado en trance o estado catatónico, más bien, era después de todo la profesora! Mackenzie enarcó una ceja. Aquello no empezaba bien. La educación era un principio básico para ella y ningún estado catatónico, ni siquiera uno tan patológico como intuía que era aquel, justificaba no devolver el saludo. La Malfoy se acarició la mano que había tendido y que la pelirroja se había negado a estrechar y al instante sus ojos cambiaron de color al violeta intenso. Cerró los ojos, respiró hondo y evitó que los poderes arqueománticos la asaltaran sin control, fruto de una de las cosas que más la crispaban. La falta de educación.

 

Kyttara Rambaldi ex Gryffindor siguió hablando y explicando cómo iba a ser la clase. Poco a poco el enfado de Mackenzie fue esfumándose y hacia el final de aquella exposición de intenciones tuvo que hacer serios intentos por contener la risa. Cuando terminó, los ojos de Mackenzie chispeaban llorosos de tanta hilaridad contenida, apenas podía reprimir la carcajada, cuando la profesora se empeñó en tener a dos su derecha y dos a su izquierda. Era tan absolutamente divertido que la Malfoy sintió que los años desaparecían de ella y volvía a estar en Hogwarts. Pero, ahora, podía compartir las travesuras con su propio padre. Aquello era genial. Pocas veces se le había presentado en la vida una oportunidad igual. Sin poderlo evitar, tomó un papel de su cuaderno de notas, lo encantó para hacerlo una bolita, y luego lo hizo flotar para que fuera dando en las cabezas de todos los presentes, incluida la profesora.

 

Ping, Pong, Ping, Pong .... la bolita de papel recorría el aula de una frente a otra, provocando manotazos para apartarla, risas escondidas y también, como era de esperar, algún gesto de enfado. A Mackenzie no le preocupaba, el encantamiento era de arqueomagia, totalmente inrastreable. Por mucho que la profesora quisiera saber de quién había partido aquella travesura, no tendría modo alguno de averiguarlo.

 

Muy pocas veces en la vida a Mackenzie la habían tratado como una niña. Desde muy joven tuvo tantas obligaciones y responsabilidades que su niñez se vio truncada. El que alguien la tratara como una niña para ella era el mejor regalo que podían hacerle, porque le daban permiso para comportarse como tal.

 

- Papá, ¿te acuerdas de cuando las sabias le pusieron las trenzas a Egwene, sin darse cuenta de que en lugar de ningunearla, en realidad, bajo las costumbres de Egwene, la estaban ensalzando? Esta clase me lo ha recordado jajajaja -rió Mackenzie, mientras consultaba y estudiaba atentamente sus notas para responder a la profesora-. Qué pena que nuestra profe sea la antítesis de Sorilea.

 

- ¿Qué es el poder, profesora? ¿Se lo ha preguntado alguna vez? - Inquirió Mackenzie a la Rambaldi, mientras seguía tomando notas sobre leyes mágicas. Prefería ir repasando mentalmente todas las leyes, para hacer la tarea lo antes posible y, de paso, daba tiempo a responder a los demás a la última pregunta de la profesora. Al fin y al cabo, ella ya la había respondido, durante el estado catatónico en el que se había sumido la peliroja.

 

Mackenzie seguía sin poder contener la risa. Pero se mordió el labio y siguió con sus notas. En serio, era genial. Aquella cara que había puesto la peliroja, mientras miraba a Demian que, hasta donde Mackenzie había visto, no había hecho un sólo gesto todavía. Pero la profesora parecía haber deducido alguna emoción inexistente en el pobre empleado. A saber lo que le esperaba al pobre, si la profesora torcía el gesto ante él, sin que éste le hubiera dirigido palabra o mirada alguna. Le hacía tanta gracia y le provocaba pensamientos tan divertidos, que si no hablaba ya, iba a empezar a reír sin descanso, así que finalmente decidió ser la primera en responder.

 

- Pues empezaré yo, si nadie más se anima a romper el hielo -anunció Mackenzie. En realidad, yo no he nombrado en ningún momento a los grupos clandestinos y el Señor Luxure, si mis sentidos no fallan, tampoco. Él habló de los simpatizantes del caos y desorden. A mi modo de ver, ladrones, extorsionistas, proxenetas, asesinos y, en definitiva, todo tipo de criminales. En cuanto a las artes oscuras, tampoco el Señor Luxure las mencionó, aunque yo sí. Como ya dije, desde mi punto de vista, legalizar las artes oscuras iría en contra de la Primera de las Leyes Fundamentales de la Magia, dado que, en mi opinión, el sentido de las leyes es crear un orden armónico que proteja y de seguridad a los ciudadanos. Legalizar el uso de las artes oscuras sólo provocaría atentar contra dicho orden de las cosas y causar la desprotección de los ciudadanos. Y, en cuanto a los grupos clandestinos, que usted cita, no el Señor Luxure, ni yo misma, le diré que, si tiene pruebas de la existencia de dichos grupos clandestinos, las presente en el departamento ministerial correspondiente. E igualmente, si tiene conocimiento, de magos y brujas que hacen uso de magias prohibidas por ley, hágalo saber a las autoridades ministeriales. Eso es lo que siempre han dicho las leyes mágicas que hay que hacer.

 

Evidentemente no iba a caer en una trampa tan burda. Mackenzie era mortífaga, su familia era mortífaga y las fuentes de Mackenzie decían que la profesora era miembro de la Orden del Fénix. ¿Qué absurda trampa era aquella? ¿Acaso pretendía aquella mujer que el Ministerio cayera sobre todos los presentes por decir a viva voz que todos ellos pertenecían a grupos clandestinos? Desde luego, no tendría ninguna gracia que todos los allí presentes acabaran en Azcabán por pertenecer a la Orden y a la Marca. Al menos, ahora estaban en clara ventaja. Hubo un tiempo en que sólo los mortífagos habían sido un grupo prohibido, mientras que la Orden del Fénix, -aurores se llamaban entonces, por más que no fueran empleados ministeriales-, operaba a cara descubierta y bajo la protección de toda la sociedad mágica. Después la Orden había insistido en ser también un grupo clandestino. ¿Porqué? Mackenzie jamás se lo había explicado. Pero para los mortífagos era mucho mejor así. Ahora ya no eran sólo los mortífagos los perseguidos por la justicia. Desde hacía varios años, todos los miembros de los grupos clandestinos eran eso, clandestinos, fuera de la ley. Una situación altamente interesante de la que Mackenzie, la primera, había sacado grandes beneficios. Que así fuera. No movería un sólo dedo en contra de los bandos. ¡Larga vida a los grupos clandestinos!

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