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Leyes Mágicas


Marabella Rambaldi G.
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Era extraño no haber coincidido con la Malfoy en el Ministerio o en la mansión. ¿Era tan despistada como para no haberla visto antes? Ciertamente era una bruja que merecía la pena conocer si la mitad de lo que se decía de ella era cierto. Por su parte, Crazy seguía embobado mirando a su hija, la forma en que se relacionaban hacía del momento una postal entrañable, rara en esos tiempos, sin duda, pero dotada de una tierna intimidad y sinceridad.

 

- Yo también me alegro, Mackenzie -contestó.

 

- Señor Malfoy, no esperaba verlo por aquí.

 

No esperaba el afectuoso saludo, estaba acostumbrada a mantener las distancias incluso con sus hijas, por lo que la cercanía con extraños le resultaba poco familiar. Disimulando la sorpresa, se quitó la pesada capa de los hombros y la arrojó sobre el pupitre en la última fila, al lado derecho de la profesora, cerca de una ventana por la que entraba la fresca brisa de la mañana. Se volvió divertida hacia los demás al escuchar que Demian Luxure se refería a ella como miembro del alto consejo de warlocks. Siempre le había hecho gracia que el título que le había sido otorgado suscitara tanta reverencia y que la trataran como si jugara un papel preponderante dentro del organigrama del ministerio. Beltis, si es que tenía poder, era de una naturaleza diferente y no solamente por pertenecer a tan peculiar grupo de magos.

 

- Un gusto, Demian. ¡Oh no! -contestó a su duda- Yo estoy aquí como estudiante y no tengo previsto hacer algo diferente. Dejaré para otro momento cuestiones de trabajo. No está el día como para iniciar una inquisición.

 

Bromeó. La bruja era reticente a ver su título como trabajo o que de alguna forma implicara ejercer una clara influencia en el orden del día ministerial. Por eso, cuando escuchó que quería reunir al consejo de warlocks, la sonrisa, antes genuina, se tensó. Reconoció el libro que sostenía Mackenzie como uno de los que había traído consigo de Durmstrang y que más de alguna vez le sirvió como un posa papeles gigante.

 

- Justamente, como dice Mackenzie, hay que distinguir cuáles son las leyes propias de la magia, como las leyes fundamentales de Waffling, y cuáles son las leyes que los magos nos hemos dado, que derivan de estas leyes naturales o que sirven para nuestra convivencia. Waffling viene a hacer una descripción de lo que es, teoriza sobre la naturaleza de la magia y nos dice que existe una reacción proporcional a la gravedad de nuestros actos. La naturaleza de la magia es inmutable y no depende de lo que los magos en sociedad decidamos sobre ella.

 

Se detuvo unos segundos para repasar el libro que Mackenzie había abierto sobre la mesa.

 

- Mientras, las leyes que creamos, artificiales ¿Para qué existen? Nuestro ordenamiento, por ejemplo, el inglés, responde a una realidad social muy particular. Como estas reacciones pueden ser terribles para los magos, tenemos que decidir como sociedad si les damos o no libertad para experimentar con los misterios más profundos de la magia. Pero ¿está bien legislar simplemente para evitarles ese sufrimiento individual aunque sea buscado? No será mejor preguntarnos si debemos legislar sobre los medios que se utilizan? ¿Sobre el sufrimiento y el daño que puedan ejercer sobre otros? ¿Sobre el daño a la vida de los demás o a la propiedad ajena?

 

Hizo una pausa y vio de reojo como la profesora parecía volver en sí después de un largo rato de apatía. Beltis volvió a abrir la boca para hablar a la vez que tomaba asiento donde había dejado caer la capa, pero la voz de la profesora la interrumpió antes de poder continuar la discusión sobre algo que le parecía sumamente necesario, sobre todo en una clase de leyes. Cerró la boca y se apoyó con soltura sobre el respaldo de madera. La bruja se presentó como Kuyttara Rambaldi, a quien le parecía relevante decir que no usaba el apellido de su familia sanguínea como si aquello fuera un dato necesario para sus alumnos. Hizo aparecer frente a ella un trozo de pergamino y una pluma para tomar apuntes, inmediatamente escribió la fecha y puso el ojo en blanco al escuchar el resto del discurso que soltó sobre los cargos que ostentaban ¿Había dejado de desayunar para esto?, cualquiera diría que se sentía amenazada y necesitaba dar un golpe sobre la mesa para creer que era ella la poseedora de autoridad.

 

"Somos personas". Anotó y subrayó en su pergamino como la más grande aportación hasta el momento en una clase en la historia reciente de la universidad. Al parecer, tomar apuntes no sería necesario, menos cuando la clase parecía tener un sesgo acusado y la profesora una clara animadversión contra el empleado ministerial. En eso, una pelota de papel le dio un ligero golpe sobre la cabeza y sin querer tiró la pluma. Maldijo a Crazy en silencio cuando se agachó a recoger la pluma, uno de los tantos poderes que había adquirido gracias a los malhumorados uzzas. Si iban a ser tratados como niños, nadie se iba a salvar; a saber qué le iba a pasar al pobre ministro de ahora en adelante.

 

- ¿A qué grupos clandestinos se refiere? -comentó luego de que Mackenzie respondiera con tanta claridad- Hace mucho tiempo que las actividades que el ministerio determina que son producto de grupos organizados clandestinos han disminuido hasta casi desaparecer, y lo que ha habido han sido acciones marginales poco frecuentes.

 

¡Y sin interferencia del ministerio! podía añadir. Habían sido destruidas desde adentro, por las decisiones de sus propios miembros, pero eso era algo que no podía decir en voz alta. No era una primeriza en esas cuestiones.

 

- La actividad de este tipo de grupos está regulada por las leyes y esas leyes son ejecutadas por el Ministerio, el cual tiene oficinas destinadas a su control y erradicación. Son ilegales, es un hecho. ¿Sobre qué quiere que opine realmente? -enarcó una ceja no sin sentir una punzada en su ojo dañado- ¿Usted qué opina sobre estos grupos?

 

La pregunta la parecía sacada de una tertulia de bar por lo general. Dar una opinión sobre los grupos clandestinos podía derivar en diferentes cuestiones. Si era o no más afín a las razones y objetivos de aquellos grupos -algo totalmente irrelevante en una clase de leyes-, si declararlos como ilegales era lógico y necesario o sobre el endurecimiento de las normas contra aquellos sospechosos de pertenecer a los bandos.

 

- Sobre la magia oscura...si bien comparto la opinión de Mackenzie, me surgen otras preguntas que ya expuse antes. Si las leyes deben dar un orden armónico que proteja y dé seguridad a los ciudadanos, no hay que olvidar que debe encontrar una fórmula en la que a la vez le dé libertad a los ciudadanos para alcanzar la vida que desean. Teniendo en cuenta eso, ¿el problema legal de la magia oscura es que quien la practica sufra daños graves e irreparables? ¿O el problema es la inseguridad que provoca en la sociedad o el daño directo en otros seres? Si es el primero, hay que ilegalizar su práctica. Si es el segundo, hay que hacer leyes que limiten el poder y eviten que se dañe a terceros.

 

Se mantuvo en su sitio, de vez en cuando dando algún manotazo para espantar la bola de papel que iba de cabeza en cabeza. En breve perdería la paciencia y lanzaría algún encantamiento que la convirtiera en cenizas.

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Crazy se alegró de ver entrar finalmente a Beltis, no fue una sorpresa verla allí pero eso no impidió que se entretuviera observando su menuda figura, sorprendiéndose de que aquel parche en el ojo no disminuyera un ápice el arrollador atractivo de su rostro anguloso. Se disponía a saludarla cuando los acontecimientos se precipitaron.

 

Tras una dilatada hibernación, la chica pelirroja salió de su estupor para presentarse como la catedrática Kuytara y les deleitó con una extensa pero confusa perorata en la que les aclaró el mucho poder que tenía sobre ellos para a continuación acosar al pobre Demian, que apenas había dicho nada. Le resultó una actitud algo impostada, pero no era la primera vez que se encontraba con un profesor que enfocaba su clase como el vehículo de lucimiento de su ego.

 

- Como ven, hay dos galerías con tres puestos cada una en cada lado del salón - prosiguió Kuytara - por lo que señor Luxure podría salir del lado de la señora Malfoy y venir a sentarse en mi lado derecho, señorita Beltis usted también siéntese al lado del señor Luxure, así estaran frente a frente, el señor Malfoy junto a su hija en mi lado izquierdo y la señorita Beltis y el joven Luxure en el lado derecho

 

Crazy titubeó, por un momento el galimatías de lados amenazó con confundirlo, pero se decidió rápidamente por los mismos asientos que había elegido su hija. Le gustó la situación porque así podría guiñarle el ojo a Beltis disimuladamente, aunque si ella le devolvía el gesto iba a quedar un poco extraño dada su reciente conversión en cíclope.

 

Mackenzie le habló entonces en voz baja recordando una vieja historia, y parecía muy divertida por la situación.

 

- No, desde luego no es Sorilea - sonrió él a su vez - Quizás más parecida a Nynaeve en su juventud, cuando creía tener todas las respuestas y ni siquiera conocía las preguntas

 

Entonces su hija se lanzó a responder a Kuytara, con una sonrisa traviesa y decidida que le recordó con repentina viveza la niña que había sido. Luego habló Beltis, y mientras la escuchaba atentamente algo lo golpeó en la cabeza, aunque no vio nada al girarse. Finalmente le llegó el turno.

 

- ¿De qué grupos clandestinos estamos hablando? Las leyes mágicas los persiguen desde hace ya varias décadas, y el hecho de que haga ya varios años del último ataque terrorista hace pensar que...

 

Las últimas palabras le salieron con una aguda voz de p***, de forma que se detuvo en seco. ¿Qué diablos había sucedido con su varonil voz de barítono?

 

- Decía que tras varios años sin ningún enfrentamiento violento...

 

Se detuvo de nuevo, desconcertado, no sólo su voz sonaba a ratos aguda cual cacareo sino que comenzaba a sentir una extraña sensación de succión, como si se estuviera encogiendo

 

- Papá - la voz de Mack estaba teñida de preocupación - tu cara se está llenando de granos...

 

De pronto el tema de las leyes se le antojó un fastidio, ¿A quién le importaba? Las reglas eran una opresión propia de dictadores, como aquellos tristes vejestorios allí sentados a su alrededor mirándolo con los ojos como platos... ¿Vejestorios? Entonces todo encajó.

 

- Señora catedrática - dijo dirigiéndose a la bruja opresora que había presumido de su poder un rato antes - Alguno de los presentes me ha echado la maldición del adolescente, ¿Puedo salir a fumar, digo... al baño?

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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El comentario de la viceministra me sorprendió y me hizo sonrojar. En aquel momento los interlocutores presenten manifestaban algún aporte y ello me causo intriga. Sin embargo, ese cambio de conversación por parte de la profesora me pareció curioso y llamativo ¿Acaso escondía algo? Y después siguió con su discurso fuera de lugar, no obstante como un Luxure no mostré alguna emoción de molestia y simplemente le ignore concentrándome en las conversaciones de los altos rangos de la magia.

 

“Desearía estar en Egipto y el respeto a las castas familiares, en verdad la decadencia de los británicos es impresiónate, incluso mi apellido milenario fue olvidado y bajo mi anterior cargo borre toda pista de éste. Sin embargo, adopte el Luxure algo más británico.”

 

Pensaba y terminaba de sacar mis conclusiones a las intenciones del cuestionamiento de la profesora e indicaciones, en verdad no me importo sentarme a su lado, incluso Judas sentó al lado de Jesús y como egipcio era bastante diplomático. La Malfoy con mayor cargo hablo y aclaraba el tema, solo escuchaba y meditaba mis palabras. Sin embargo, cuando pensaba en responder hablo la segunda Malfoy y el gran patriarca de aquella familia.

 

-Si bien estado todo expresado en Gran Bretaña, los egipcios tenemos otras regulaciones con lo que Ustedes llaman Artes Oscuras e incluso con las nuevas regulaciones y aprobaciones de estudio en la Universidad me parece absurdo cuestionar ciertos aprendizajes. Sin embargo, me apego a las leyes del país.- Fue lo único que comente al respecto del primer tema que había entendido, para ello evocaba ese permiso del Ministro de Magia para fumar y solo le observe, al parecer podía envenenar al mismo con su vicio, en caso que presentara un obstáculo para mis planes. –En la segunda consideración, no concuerdo con lo ya expresado, desde mi opinión las normas contra esos grupos clandestinas son muy blandas, inclusive propondría un censo del estatuto de la sangre, para así comenzar a regular los nacimientos.

 

Cerraba los parpados y respiraba profundamente. -¿Acaso olvido que soy empleado de los que aquí se encuentra presente? Vale, entonces también deberé acudir a los acuerdos internacionales y convenios que existen con mi país de origen, para mi protección. ¿Acaso también deberé renunciar a esos fundamentos para estar en la clase?- Y abrí los parpados y centrando la mirada en el libro que había traído. Admitía, en mis adentros que esa última alusión fue para ser algo chocante con la profesora, esa miserable sangre sucia.

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Suprimió la sonrisa de satisfacción e hizo como que no se había dado cuenta del cambio de personalidad de Crazy, extendió el pergamino y fijó la vista en los supuestamente interesantes patrones que formaban las fibras de papel, a la espera de que la profesora interviniera. Antes no había podido evitar mirar a Crazy ni mucho menos había podido mantener las distancias y dejarlo en paz. No, era una tentación con la que no podía (más bien no quería) luchar.

 

Sin embargo, se limitó a esa maldición para que fuese una trastada que quedase entre ellos. Beltis prefería guardar las apariencias a tener que responder preguntas sobre cuándo, cómo, por qué o tener incómodos encuentros con sus hijas Anne o Tauro. Hacía esfuerzos monumentales para quitarle los ojos de encima, algo que logró durante los primeros minutos de la clase pero de pronto se sorprendió deseando deslizar sus dedos por el cabello blanco y

 

Dio un respingo cuando Crazy pidió, con todo el desparpajo típico de un quinceañero, salir.

 

-Yo también quiero ir al baño ¿Haremos un descanso de quince minutos para desayunar? La atención sostenida dura pocos minutos y dado que llevamos esperando tanto rato a que la clase empiece...

 

Se puso de pie. Debía recordar terminar la maldición al acabar la clase, no quería llevarse a un adolescente a casa.

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El Ministro de Magia fue el primero en salir o quizás no, seguidamente la Warlock, en verdad no sabía que pensar de la clase, a lo máximo de mi interés fueron los aportes de mis compañeros ¿Acaso esto era toda la clase de leyes? En verdad los británicos son extraños en el arte de transmitir un conocimientos, evocaba cuando era el catedrático que deseaba mis secciones con mis estudiantes fueran algo más práctico, en verdad el Ministerio de Magia y Hechicería debería tener nuevas promulgaciones en cuanto al área educativa.

 

“Al menos, espero quizás subir con este curso a jefe o director.”

 

Pensaba y notaba con cierta molestia a la directora, quizás si fuera lector de mentes pudiera saber que pasaba por su mente, pero no sé, me encontraba algo aburrido y fue por ello cerraba los parpados, tocaba mi sortija de la nigromancia e invoca a un fantasma, al menos este me pudiera orientar en cuanto a leyes.

 

-Si no me equivoco, vos eres el primer Jefe de la Oficina legal, me preguntaba si me pudieras explicar algo sobre la importancia de las leyes, inclusive profundizar en los estatutos que prohíben las artes oscuras.- Le cuestione y el fantasma me comenzaba a responder en ingles muy primitivo, inclusivo en ocasiones mencionaba términos en latín o griego.

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La profesora había vuelto a ponerse a hibernar, y estaba inmóvil en su asiento mirando a un punto indeterminado del otro punto de la sala. De forma que Crazy se encogió de hombros y sonrió, sin profesora no había reglas, y la ausencia de reglas eran su leitmotiv vital. Con un gesto de la varita hizo aparecer un cigarrillo, que encendió presionando la punta con el dedo pulgar. La primera bocanada le hizo toser, pero disimuló convirtiéndolo en un carraspeo.

 

Observó de reojo a los ancianos opresores que lo rodeaban. Varios lo miraban ojipláticos, pero había una que parecía divertida.

 

- Así que tú me lanzaste la maldición -dijo con una sonrisa torcida-

 

Puso los pies sobre la mesa y observó con descaro a Beltis, debía reconocer que tenía una bonita sonrisa, y una figura estilizada y elegante... Se forzó a mirar hacia otro lado, porque sentía las hormonas a punto de entrar en ebullición.

 

- Las leyes son las cadenas con las que los poderosos constriñen a los oprimidos - echó una vaharada de humo al techo - La única regla válida es la preeminencia del más fuerte, debemos hacer lo que nos plazca, y si nuestra fuerza o nuestro mayor número nos permiten obrar nuestra voluntad, no deben ser reglas basadas en valores caducos las que nos lo impidan

 

Agitó la varita, provocando que unas sillas al fondo del aula se incendiaran con un brillante estallido de fuego verde.

 

- De la misma forma no existe la magia buena o mala, la magia es un poder y carece de moralidad intrínseca, es una herramienta a la que no se puede juzgar por sí misma. ¿Está mal utilizar una maldición imperdonable para salvar una vida? El hecho de que parezcáis considerar que sí marca la clara decadencia en que se ha sumido nuestra civilización mágica

 

Se detuvo, hastiado y aburrido. Tenía la irritante sensación de que su actuación de enfant terrible no le estaba reportando toda la atención que había planeado.

 

- Las reglas solo deben respetarse en la medida en que a uno le convengan

 

Y dicho esto, se levantó y se fue. El hecho de que Beltis también se levantara para salir había sido sólo una coincidencia.

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En el camino a la salida se detuvo a la altura del "joven" Crazy, quién le sonreía con ese gesto hormonal y divertido que ponían los jóvenes que no se encontraban en control de su cuerpo.

 

- Oh no, Ministro, yo no lancé la maldición, tal vez fue tu hija -con un movimiento de la cabeza le indicó a quién se refería. Mackenzie parecía escribir algo sin prestar mucha atención a lo que ocurría a su alrededor, al menos alguien se tomaba en serio la clase-, o tal vez la misma profesora...

 

Le descubrió en una misma frase que ni era joven ni estaba a merced de los poderosos como pensaba en su más ingenua faceta adolescente. Aún con la maldición seguía siendo el Ministro de Magia con todos los poderes y responsabilidades que ello conllevaba. Acomodó la capa a sus hombros mientras las sillas en la parte trasera se consumían en fuego verde. Demian, por su parte, había invocado un fantasma para consultar sobre leyes y la profesora había regresado a su usual estado de apatía.

 

Inspiró y cerró los ojos por unos segundos para poder abstraerse del Malfoy. Tal vez la profesora no tuviera mucho más que aportar a la clase, pero a lo mejor el pasado sí...

 

- Fulgura Nox

 

Acompañó el sonido con un movimiento de la varita, y allí donde había pasado la varita un pequeño circulo dorado se abrió sobre el espacio. Se comenzó a expandir cada vez más hasta que finalmente el portal suplantó la puerta de salida.

 

- Nos quedan todavía unos minutos de clase, podemos aprovechar para asistir a algún evento del que podamos aprender algo -le guió un ojo. Era una forma de abandonar la clase con mucho estilo, tenía que admitirlo-. Mackenzie, Demian ¿vienen?

 

Hizo un gesto con la mano para invitarlos a pasar. No se iba a quedar perdiendo el tiempo ahí, se iría al pasado sola o acompañada.

 

- Ah, pero tú no vas a ir así a ninguna parte pirómano rebelde. Ya tuve que soportar a mis hijas adolescentes y fue suficiente -apuntó a Crazy-. Finite Incantatem.

 

Miró dentro del portal para cerciorarse que no era el inframundo lo que veía entre las sombras al otro lado. Quería regresar pronto, antes de la cena, algo que no podía controlar de ir a parar al inframundo por error. Bastante difícil era hacer un portal estable para que pasaran cuatro personas como para que a la vez fuera al sitio deseado.

 

- Perfecto. Les advierto que no podemos intervenir, no podemos cambiar nada para evitar desastres en el futuro. Solo podemos ser observadores.

 

Supuso que ninguno querría provocar un desastre en el futuro y que serían magos responsables. Supuso, pero aún así cruzó los dedos al pasar al otro lado.

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