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Prueba de Animagia #21


Suluk Akku
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El reloj de arena marcó las cinco cuando Akku abrió sus ojos de golpe y sonrió. Los malamutes descansaban vueltos una enorme bola de pelos a los pies de la chimenea que aun crepitaba. El frío que rodeaba la pequeña morada de la arcano resultaba insoportable para cualquiera menos para ella que parecía disfrutarlo cada vez más. El crudo invierno parecía no querer marchas nunca de aquellos terrenos más la primavera se empeñaba en derretir todos sus encantamientos climáticos. Esa mañana tenía una agradable sensación en el pecho, se sentía tranquila y disfrutó de una buena taza de leche caliente antes de marchar rumbo al lago.

 

Minutos antes se hubo encargado de garabatear una nota que le sería entregada a Eileen Moody por un pequeño ratón, cosa poco convencional, en su hogar o donde quiera que estuviese; no estaba muy de acuerdo en esclavizar, estando en el siglo en el que estaban, a las lechuzas. La mujer estaba lista para finalizar su instructivo, el don de la animagia le sería por fin otorgado si realmente se lo merecía y todo allí indicaba que sí.

 

Cuando el reloj marcó las siete, sobrevoló el cristalino lago al que el sol vespertino le arrancaba destellos cegadores, y girando en círculos comenzó a descender. Un instante antes de que sus débiles patas tocaran el suelo pedregoso recuperó su forma humana y de un solo movimiento invocó su vara de cristal, lo bueno de aquella última instancia era que Eileen no tendría que trabajar en equipo, había aprendido a tropiezos que los Ingleses eran pésimos compartiendo.

 

Por lo que simplemente, y en lo que aguardaba su arribo, se dedicó a plantar las tres pruebas que la bruja debería surcar para poder dar con la pirámide y su tan deseado interior, en donde el portal decidiría si era digna o no de portar su sortija de animago.

 

Ésta vez no había barca, no había método humano o terrestre con el que su alumna pudiese atravesar el lago pero aquel era el primer obstác.ulo. Cuando por fin la vio sintió ganas de abrazarle, sin embargo se limitó a hablar sin tanto rodeo, en sus huesos ancianos podía percibir las ansias de aquella mujer.

 

—Bienvenida, Eileen. Me da mucho gusto volver a verte— su voz sonaba cargada de experiencia y dulzura, calma, como la propia superficie acuosa que reposaba tras de sí.

 

>Como creo que sabrás si has estudiado lo suficiente, para poder presentar la prueba ante el portal debes de sortear tres obstác.ulos que te serán provistos por mi. Para ello voy a pedirte que entregues todas tus pertenencias mágicas —dijo tendiendo una caja de madera hacia ella— que te serán dadas al finalizar la prueba, sea positivo o negativo el resultado.

 

Una vez se hizo con los aparatejos mágicos de Moody, soltó la caja, la misma golpeó el suelo haciendo un ruido seco y fue absorbida por el mismo. Todo obra de magia Arcana.

 

—La primer prueba para ti es ésta— haciéndose a un lado enseñó la amplitud del lago —deberás encontrarte conmigo del otro lado, te estaré esperando en la orilla, justo ante la puerta del gran laberinto, puerta que estará cerrada por lo que en tu trayecto hacia ella deberás encontrarte con la llave que abre el cerrojo.

 

La misma pendía mágicamente en el medio del lago. Era pequeña, dorada y brillante. Estaba dormida, pero cuando alguien intentase tocarla desenrollaría un par de alas y se daría a la fuga.

 

Dicho ésto Suluk le deseó buena suerte, palmeó su hombro y desapareció. La estaría esperando donde prometió más deseaba que antes siquiera de hacer nada, Eileen notase que en uno de sus dedos ya portaba la fina sortija plateada del aprendiz.

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Ellie baja los escalones de dos en dos, con una gran sonrisa en su rostro y un pergamino en su mano, el cual levanta y agita triunfalmente. Por fin ha llegado el día y quiere compartir la esperada noticia con su familia. Sin embargo, la sala está fría y oscura, el gramófono de Richard apagado, y en la cocina no hay rastros de que Mel haya buscado algo que picar durante la noche. No hay nadie en casa. Una extraña sensación la invade, pero no puede permitir que esos sentimientos la afecten demasiado: no puede desperdiciar su oportunidad. Aunque no tiene mucha hambre, se obliga a comer una rodaja de pan con un trozo de queso, un par de galletas de avena y un vaso de jugo de pomelo. No tiene forma de saber qué es lo que la espera, por eso debe prepararse muy bien. A un cuarto para las siete se coloca una capa de viaje azul marino por encima de su túnica negra y se asegura de que sus botas de charol estén bien atadas, para entonces partir hacia la Universidad Mágica.

 

Es la primera vez que Ellie vive aquella experiencia, así que se ha asegurado de documentarse bien. Las pruebas para vincularse a las habilidades, como explican los textos de la Universidad Mágicas, son muy particulares y, quizás, las actividades más complejas y peligrosas que se realizan en la institución. Éstas se realizan en la Gran Pirámide, donde está el Portal de las Siete Puertas, correspondiendo cada puerta a una habilidad; el portal puede llevar a los aspirantes al pasado, al futuro, a otras realidades... pero lo que sucede en el interior, no está descrito en ningún texto. Lo único que se puede hacer para descubrirlo es vivirlo. Sin embargo, para llegar a la Gran Pirámide, hay que atravesar algunos obstáculos, quizás para que el aspirante termine de demostrarse su valía al arcano y así le haga la esperada pregunta. Ellie entiende que tomen esas previsiones, puesto que la prueba final sólo intentar superarse una vez. Tiene una sola oportunidad, la tomará y espera no arruinarlo todo.

 

La isla donde está la Gran Pirámide, está ubicada en el centro del Ateneo. La arcana Suluk Akku, una pequeña y aparentemente frágil anciana inuit, la espera frente al lago que debe atravesar para llegar a la isla. Sonríe ante el amable saludo de la mujer; debido a sus otras experiencias en la Universidad Mágica, suele esperar hostilidad por parte de los instructores, pero con la arcana de animagia su vivencia fue —gratamente— muy diferente. Por eso se asegura de disfrutar cada momento.

 

«Está comenzando, está sucediendo... —piensa, sintiendo como su respiración se acelera ligeramente— Tengo una sola oportunidad».

 

Sin miramientos, Ellie deja caer en la caja los pocos objetos que ha llevado consigo: esencia de díctamo, una pequeña botella de poción vigorizante y su varita mágica. Aunque posee muchos otros objetos mágicos, principalmente anillos y amuletos de poder, había previsto aquel escenario. Aún así, había tenido la esperanza de que le dejara conservar su varita; nunca se ha enfrentado a una situación de aquel tipo sin ella. Por supuesto, no protesta, pues debe demostrar su valía de la forma en que Suluk lo quiera.

 

—Nos vemos en el otro lado —musita Ellie. Sabe muy bien que, para lograr cualquier cosa, primero debe creer que es capaz de hacerlo. Si está ahí, es porque la arcana la considera lista así que ¿por qué dudar?

 

De nuevo, se queda sola. El cielo colorea de un vivo azul claro las aguas tranquilas y la luz clara del sol matutino se refleja en ellas. Una brisa fresca agita su túnica y su capa. Es un bonito día para convertirse en una animaga de verdad. Luego de observar la ausencia de un bote, siendo una nadadora poco hábil y encontrándose ella misma sin ningún objeto mágico, sabe que sólo hay una forma en que puede atravesar el lago y, además, hacerse con la llave que mencionó Suluk. Sin miramientos, se quita la capa de viaje y la deja caer en la arena. Lo logrará, lo sabe... Aprieta los puños con fuerza, decidida, cuando percibe algo extraño en su mano; al levantarla sobre su rostro, observa un delgado y sencillo anillo en el dedo anular, y gracias a lo que ha leído los últimos días lo reconoce como el anillo de aprendiz. Eso sólo confirma su teoría.

 

Comienza a caminar hacia el agua, aumentando la velocidad poco a poco, hasta que se encuentra trotando; entonces, cierra los ojos con fuerza, concentrándose, y salta por encima del agua. No hay ningún chapuzón. Ellie agita sus alas blancas para volar por encima del lago. Lo cierto es que nunca se había imaginado haciendo esa clase de magia y, mucho menos, transformándose en un ave. ¿Cómo no lo había hecho? Aquello se siente tan natural, tan correcto. «Perfecto —se dice, al ver brillar bajo la luz del sol la pequeña llave dorada—. Aunque... ¿no es demasiado sencillo?». En efecto, cuando está por tomar la llave con su pico, las cosas se complican. La llave también puede volar, como una snitch de forma curiosa. Parece que la arcana tiene un buen sentido del humor.

 

Lo cierto es que no entrenó de aquella forma, pero comienza a agitar sus alas con más fuerza y más prisa, y comienza a seguir a la llave. Como una snitch, vuela de un lado a otro, queriendo confundirla, marearla, hacer que la pierda de vista. Sin embargo, ella tiene ahora una visión muy aguda y es un ave rapaz, así que es perfectamente capaz de hacerse con el fastidioso objeto, sólo debe esforzarse y concentrarse. Por un momento, deja de pensar en la presión de la prueba, en el hecho de que la arcana la está observando; lo único por lo que debe preocuparse, es por cazar esa llave. El objeto vuela en zigzag en patrones que ahora es capaz reconocer, pero sólo intenta cansarla y no perderá tiempo en ello, pues debe guardar energías para algo más importante. Así que, si bien es capaz de seguirlo con la mirada, vuela en línea recta, rápidamente, pues indudablemente tendrá que toparse con la llave... y, naturalmente, así sucede. Cuando logra atraparla en su pico, como si de una presa se tratase, las alas desaparecen y ya no hay forma de que pueda seguir escapando.

 

Entonces, recuerda lo demás. Luego de ubicarse a sí misma, vuela en dirección a la isla donde se alza la Gran Pirámide, rodeada por altos setos y un extenso laberinto. En la entrada del laberinto, la espera la arcana, puede ver su silueta. Con seguridad, aterriza en la orilla de la isla. Ahora sobre sus pies, sintiendo el abrazo de su túnica y el peso de sus botas, camina hacia la anciana, que está ante la puerta del laberinto.

 

—Aquí está —musita, levantando la pequeña llave de oro frente a ella. Aquella prueba fue bastante movida, pero no se siente cansada, sino vigorizada. Está lista para lo que venga.

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—¡Vaya, eso ha sido excitante!

 

Suluk aplaudió emitiendo eco, sonreía como una niña pero los años se hacían notar en las arrugas formadas a los lados de sus ojos y haciendo paréntesis en sus labios. Una mujer cargada de experiencias y conocimiento para heredar. Tomó rápidamente la llave entre las manos de Eileen y la acercó al candado que sostenía cientos de cadenas doradas, éste absorbió dentro de la cerradura el pequeño objeto y tras emitir un fulgor seguido por una ligera vibración, hizo desaparecer las cadenas abriendo paso hacia el corazón del laberinto.

 

Dentro todo resultaba confuso, los sonidos se mezclaban, las paredes (hechas de hierba) susurraban, en la lejanía cualquiera juraría que se podía oír un rugido ¿Estaría Moody preparada para lo que sucedería a continuación?

 

—¿Estás completamente segura de dar éste paso?— Inquirió Akku enarcando una ceja y colocando una mano a modo de barrera ante el pecho de la bruja. Cuando ésta le hubo respondido explicó brevemente con lo que se encontraría con cierta trampa y omisión.

 

>Ten mucho cuidado con las paredes —explicó, pero no le dijo que si las tocaba éstas podían atraparte como lazo del diablo— es muy probable que te encuentres con muy amigos míos, algunos simpáticos otros no tanto, si sabes llevarlos quizás te ayuden a encontrar la salida porque esa es tu nueva misión, encontrarla para llegar a la pirámide.

 

Los amigos a los que la arcano se referían eran, un Colacuerno Húngaro que estaría custodiando la puerta de salida hacia la pirámide, enroscado sobre sus enormes patas y cola, de momento dormitando. Un Erumpent, que de por sí ya estaría algo molesto, gracias a que Pevees se hubo metido en el laberinto. Y por último, o en realidad para comenzar, con lo primero que Eileen se toparía, un Augurey que cantaría lastimeramente sin parar.

 

—Buena suerte, te estaré esperando.

 

Hizo aparecer un libro en su mano y abriendo una grieta en el espacio dejó completamente sola a la fémina.

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—Sí —responde con un hilo de voz y aquello para ser suficiente para que la arcana baje la mano y le explique lo que la espera a continuación. Lo cierto es que no suena muy complicado: evitar las paredes, ser consciente de que se topará con los "amigos" de Suluk y buscar la salida al laberinto, que si está en lo correcto la conducirá a la entrada de la Gran Pirámide. Sin embargo, recordando que ya la arcana le dio una sorpresa en esa ocasión, piensa que probablemente las cosas no sean tan sencillas como se le ha dejado ver. De todas formas, se despide de la arcana con una leve sonrisa, pues no quiere demostrar preocupación. A pesar de que técnicamente todavía tiene la oportunidad de retroceder, aquella no es una opción para Ellie.

 

Entra al laberinto con pasos cautelosos. De las paredes de arbusto parecen salir susurros, sonidos salvajes, pero en lo que leyó no hubo ninguna mención a vida animal dentro del Ateneo, así que seguramente sea un truco para intimidarla y confundirla. Con su experiencia, le parece lo más lógico asumir eso. Por fortuna, gracias a su entrenamiento como oclumante, le es fácil mantenerse concentrada en lo verdaderamente importante: encontrar la salida. Con su varita mágica, aquello habría sido pan comido... con razón Suluk le exigió que la dejara con ella. Le quitó todas sus otras herramientas, para quedarse solo con una. «No hay tiempo que perder, entonces».

 

Cada vez, aquello le parece más sencillo, más natural. Deja de sentir sus pies y sus manos para descubrir que tiene alas. No sólo puede ver con más claridad en las sombras del laberinto, sino que comienza a percibir más sonidos: una respiración profunda y lenta, rugidos y, el más alto y el más molesto de todos, un cantar lastimero. No se trata de un fénix, se da cuenta inmediatamente. Ese canto es peor. Aún así, suena como un fénix... «El fénix irlandés», piensa, pues ella misma es dueña de un Augurey, una criatura temida e incluso rechazada, pero cautivadora para ella. Su nido en forma de lágrima está en una esquina, y aunque Ellie vuela hacia éste, se mantiene a una distancia prudente, recordando las palabras de la arcana.

 

«Si sabes llevarlos quizás te ayuden a encontrar la salida», viene también a su mente otra de las cosas que le dijo.

 

Así que esos "amigos" —que, supone, deben tratarse de criaturas mágicas— serán lo que le ayude, pero ¿cómo se supone que lo harán? «¿Hacia dónde tengo que ir?», piensa para sus adentros, comenzando a sentirse nerviosa pues el laberinto parece ser muy grande y ella apenas ha avanzado. El augurey sigue cantando, cada vez más fuerte, y extrañamente sale de su nido. Ese comportamiento no puede ser natural, pero si son "amigos" de la arcana, quizás sea normal ¿o algo así? De cualquier forma, cuando el augurey comienza a volar, Ellie decide seguirlo. Puede percibir cómo su canto rebota contra las paredes, ayudándola a orientarse, y también los otros sonidos le parecen más cercanos. El que parece ser más próximo, es aquel rugido glutural y unas ¿carcajadas?

 

Un grotesco hombrecillo está flotando en el aire, con muchos globos de agua a su alrededor. Abajo, está la bestia que ruge: una especie de rinoceronte, pero con un cuerno exageradamente grande... Un erumpent. Parece estar a punto de atacar a Peeves —¿se habrá mudado de Hogwarts a la Universidad Mágica?— y Ellie sabe que eso puede terminar terriblemente para todos. Podría fácilmente ocuparse de él con algún maleficio, pero de nuevo se da cuenta de que esa no es una opción.

 

Rápidamente, comienza a recordar lo que ha leído de las lechuzas y lo que Hobb le ha contado de ellas. Los sonidos que hacen son fantasmales, terroríficos, y para defenderse de sus depredadores pueden hacer sonidos similares a los de una serpiente para confundirlos y espantarlos. No tiene la menor idea de cómo resultará eso, pero debe actuar rápido. Lo que alcanza a hacer es emitir un grito, un chillido extremadamente agudo y rasposo que la sobresalta incluso a ella misma. Cuando Peeves está a punto de lanzar los globos de agua contra el erumpent, se sobresalta, saltando sin darse cuenta hacia una de las paredes. Los lazos del diablo lo rodean y lo encierran en las paredes. Ahora Ellie entiende por qué debía mantenerse alejadas de ellas.

 

El erumpent parece todavía alterado y por eso lo mejor es que se mantengan lejos, pero también parece dispuesto a salir del laberinto. Ellie se pregunta qué tan bien conocerán ellos ese lugar, pero ahora la mejor opción parece ser simplemente confiar. Vuela siguiendo a la criatura y el lamento de augurey los acompaña. Toman direcciones tan contrarias que Ellie comienza a dudar que aquella haya sido una buena idea, hasta que escucha cada vez más cerca esa respiración profunda y pausada. Entonces, observa de qué se trata. Es un dragón dormido.

 

«Nunca le hagas cosquillas a un dragón dormido», piensa. El erumpent se queda quieto el augurey deja de cantar. ¿La están ayudando o es temor a la criatura? Quizás ella debería estar asustada, también... pero al otro lado la espera Suluk Akku, lo sabe. Sólo debe volar con cuidado. Es capaz de hacerlo, pues sabe que las lechuzas prácticamente no hacen ruido al volar. Intenta mantener esa idea, aunque no puede evitar el temor de despertar al dragón y que éste la devore. «Gracias», dice para sus adentros, aunque quizás sea en vano.

 

La lechuza blanca vuela sordamente sobre el dragón, que se agita, a veces exhala un poco de fuego, mas no despierta. Y de cualquier forma, se asegura de volar muy arriba, para por lo menos ser capaz de evadirlo y llegar a su destino. Cuando está frente a la puerta, se ve obligada a volver a transformarse. Entonces, lentamente, la abre y sale del laberinto. A sus espaldas el dragón parece agitarse, pero la puerta se cierra en silencio y el follaje de las paredes la envuelve. Al darse la vuelta, observa a Suluk. Tal y como lo dijo, la espera frente a la Gran Pirámide.

 

—Aquí estoy —musita, intentando sonreír, aunque todavía su corazón late con fuerza. No es para menos, tras haber estado frente a un erumpent y un dragón en el mismo día, y sin ser ella una domadora de criaturas peligrosas—. Y estoy lista.

 

¿Qué será lo que deberá enfrentar ahora?

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Akku volvió a sonreír, su aprendiz había surcado el mar tempestuoso hacia ella sin siquiera parpadear, tenía nervios de acero dirían algunos aunque Suluk estaba convencida de que realmente Eileen Moody lo que tenía era corazón, espíritu, valentía. Era una persona, ante sus ojos, completamente digna de vincular su esencia con el don de la animagia pero sería la pirámide quien diese la última palabra. Por consiguiente pero no preparada para dejarla pasar aun, cerró el libro que le descubrió leyendo —sobre cocina inglesa— y la miró fijamente a los ojos. Luego habló.

 

—Fácil puede resultar soltar tu alma y permitir que vuele ¿Pero es realmente sencillo regresar a tu verdadera esencia?

 

Sus palabras quizás parecerían huecas pero el movimiento que realizó a continuación las complementaron. Su vara de cristal se volvió un enorme báculo con tan solo un ademán de la zurda. Su anillo de animaga centelleó, la arcano farfulló unas cuantas palabras en idioma Inuit que posiblemente la bruja no comprendería y desprendió una especie de fina lluvia cristalina sobre sus hombros. Eileen, contra su voluntad, volvería a transformarse en una lechuza, sentiría la imperiosa necesidad de extender sus alas y acabaría viendo su reflejo en un espejo que se formaría tras una ventisca gélida.

 

Allí sus pequeños ojos de ave rapaz contemplarían las maravillas de ser un animal libre, una criatura que no tenía ataduras para con nada ¿Sería capaz de mantener la compostura y regresar a su forma humana sin ser tentada por la libertad? Y mientras ello sucedía Suluk hablaba una vez más.

 

—Si deseas realmente vincularte con la habilidad, está en tus manos. Si consigues que el portal se abra para ti, Eileen, la prueba final te espera dentro. Buena suerte

 

En el interior de la pirámide todo era oscuridad, todo excepto las puertas que girarían a su alrededor, aunque solo una se detendría ante sus ojos y sería la que la llevase a conectarse con sus recuerdos, con la primera vez que experimentó la animagia en primera persona pero que su memoria delegó a los confines de la mente como un sueño o una vivencia ajena.

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Ellie abre la boca para responder a la pregunta de Suluk, pero cuando observa cómo un báculo aparece en su mano, se da cuenta de que no espera una respuesta. De cualquier forma, no tiene oportunidad de decir ni una palabra. Su visión se nubla levemente cuando una fina lluvia cae sobre ella y, de repente, vuelve a estar en el aire. Sin embargo, ésta vez es diferente, aunque no sabría explicarse a sí misma por qué.


Se pregunta si la arcana tendrá algo que decir, pero su visión de la anciana se ve interrumpida. Frente a ella, hay otra lechuza. Un animal libre, sin preocupaciones, sin ataduras. Esa lechuza no se preocupa por trabajar y asegurarse de que su salario dure todo el mes, pues lo único que debe hacer es abrir sus alas y buscar una presa para alimentarse; no se preocupa por tener una gran casa, por amueblarla, por limpiarla, pues lo único que posee es un cálido escondrijo y no necesita nada más. Esa lechuza no sufre la soledad, pues los secretos de la noche son sus compañeros. No extraña a su familia, a su persona querida, a sus amigos de la infancia. No le debe nada a nadie y nadie puede atarla a ningún lugar.


No, no es otra lechuza. Es ella misma… Es decir, ella podría ser esa lechuza, libre de las banales preocupaciones humanas.


Es tentador, pero…


«Esa no es la vida que me corresponde», dice para sus adentros. Si bien puede tomar la forma de una lechuza, ella sabe muy bien que no es un animal. Sigue siendo Ellie y tiene una vida. Sí, quizás a veces se siente cansada y aburrida, pero es su vida y hay personas que esperan por ella en casa, en el callejón Knockturn, en la novena planta del Ministerio de Magia. Le gustaría ver un poco más el espejo, a sabiendas de que probablemente no pueda volver a percibir lo que se siente ser una criatura libre, pero no cree que sea bueno retar su suerte. Cierra los ojos y se concentra, para volver a su cuerpo humano. ¿Su verdadero cuerpo? No sabría decirlo, pero es de todas formas, una apariencia y una vida que no desea perder.


―Sí, estoy segura de que es mi deseo ―dice Ellie, dando un paso hacia adelante. Por fin, llegó el momento: no más barreras, no más trampas, no más ilusiones… Por fin, enfrentará la verdadera prueba―. Y sé que estoy lista ―ya lo ha dicho varias veces, lo sabe, pero ahora siente más seguridad que nunca.


»Gracias por todo.


«Y, de verdad, espero poder a verla» añade para sus adentros, cuando se da cuenta de que sus palabras suenan como una despedida y aquel no era su deseo.


Con pasos seguros, entra por fin a la antiquísima pirámide de la cual leyó tanto y la atraviesa hasta alcanzar el salón circular. Bajo sus pies hay una estrella de siete puntas inscrita en una circunferencia, que no es un simple aro sino una serpiente que muerde su propia cola, un ouroboros. El ciclo eterno. A su alrededor, coincidiendo con cada punta de la estrella, hay una puerta. Ellie camina frente a ellas y casi ha recorrido toda la estancia, cuando una se abre ante ella; lo que hay al otro lado, no puede verlo todavía. No tiene pruebas, pero tampoco dudas, de que es ésa la que la conducirá a la prueba de animagia. Sin pensarlo dos veces, cruza el umbral.


Se sumerge en aquella oscuridad, donde algunas estrellas brillan, cada vez con más intensidad. Es un portal, lo sabe, pero ¿a dónde la llevará? ¿Hacia adelante, hacia atrás, a otra dimensión? La incertidumbre la atormenta, pero a medida que las estrellas se hacen más brillantes, su mente se despeja. «No son estrellas, son puertas, a otros momentos, quizás a otros mundos… y, ahora, atravesaré una de ellas. ¿Viviré para contarlo?»


─── ・ 。゚☆: *.☽ .* :☆゚. ───


Bajo la tempestad, Ellie tiembla de frío y de temor. La lluvia cae con fuerza, empapándola, y los truenos hacen que se estremezca. El cabello se le pega a la cabeza, y la túnica negra al fofo cuerpo; sus botas de charol están inundadas en el interior, llenas de fango y follaje en el exterior. Sin embargo, ya es muy tarde para arrepentirse. Tanto tiempo invertido no puede ser en vano. Conteniendo un sollozo, controlando ese viejo y quizás infantil temor por el terrible clima, levanta la varita mágica de sicomoro y con el extremo se toca el pecho, justo encima de donde está su corazón. Al principio lo marcaba, pero ya conoce bien el lugar. Entonces, separa los labios y pronuncia lenta y cuidadosamente: amato animo animato animagus. Y por fin, destapa el frasco y, sin si quiera a atreverse a ver la poción, la toma de un solo trago.


Por un momento, está segura de que morirá. Todo se oscurece y siente que comienza a caer.


«Algunas veces, te despiertas. Algunas veces, la caída te mata. Y algunas veces, cuando caes, vuelas».


Su cuerpo desaparece, pero ella sigue ahí. Sabe que ahora es algo diferente, pero sigue siendo ella misma. Quizás más tarde, cuando reviva lo sucedido, no sea capaz de entenderlo… pero en ese interminable momento, aquello tiene todo el sentido del mucho. Ya no hay marcha atrás. Es Ellie Moody, humana y pájaro, y jamás podrá ser una cosa sin ser la otra. Pero ese pensamiento no le asusta, pues aquella es la forma en la que siempre debió ser. Es natural, es su destino. Sus alas se agitan silenciosamente y la lechuza blanca, un fantasma en la tormentosa noche, se eleva y deja atrás las luces del pueblo de Luss, para adentrarse en la oscuridad del bosque.


Durante un mes entero Ellie siguió al pie de la letra los pasos, pero siempre temiendo la noche en que recitaría en conjuro y bebería la pócima. Hace unos momentos, de pie en la colina bajo la implacable tempestad, estaba tan asustada que a ella misma le sorprendió haber completado el ritual de animagia. Sin embargo, ahora se siente como una tonta por haber sentido esos temores. Se siente dan dueña de ese cuerpo como si siempre hubiera sido suyo, se siente dan dueña del vuelo como si siempre hubiera sabido cómo hacerlo y simplemente hubiera estado esperando el momento adecuado.


Las tinieblas de la noche se ciernen sobre el bosque y ella se siente segura volando a través de ellas. Puede ver con claridad en la oscuridad, con sus ojos de ave de presa; puede ver todo lo que está oculto en las sombras, lo secreto, incluso lo prohibido. Es capaz de ver donde el resto están ciegos.


―Las lechuzas son las guardianas del conocimiento sagrado ―le contó Hobb una vez, en el bosque de Castle Combe, cuando escucharon un agudo grito que sobresaltó a Ellie. Había pensado que era una especie de criatura sobrenatural, hasta que él le contó que era simplemente algo que hacían esas aves para asustar a sus depredadores. Luego de unos momentos, la lechuza había volado hacia él y se posó en su mano―. Tienen sentidos muy agudos, así que pueden ver a través del engaño y las ilusiones, y encontrar las verdades ocultas.


―Tú sabes que las criaturas mágicas no son mi talento ―le respondió Ellie. En aquel momento, él coloca el ave sobre su hombro―. Pero me agradan ―añade con una sonrisa.


―Supongo que tienen un par de cosas en común.


Tenía razón. Ahora lo sabe, aunque no sabe si podrá decírselo ya.


Sintiéndose vigorizada por la noche, por la sensación de descubrimiento, vuela cada vez más alto, acercándose al cielo, a las estrellas… ¿eso es posible? ¿Podría una lechuza volar hacia las estrellas? Sabe que es una locura, pero la idea es divertida y refrescante.


«Pero no son estrellas. Son puertas, ¿lo recuerdas?».


Sus pies encuentran el sueño y el recuerdo sigue vívido en su mente. Sólo ahora se da cuenta de que había olvidado lo que ocurrió aquella noche, durante su entrenamiento con Suluk no se había molestado en pensar en eso, pero está segura de que no volverá a suceder; si el portal la llevó de regreso, es porque es algo importante. No puede evitar pensar en su camino para dominar la animagia, como un perfecto círculo: terminó justo dónde comenzó. Sin embargo, ¿lo habrá hecho bien? Con la mirada, busca el ouroboros, las puertas, quizá hasta el rostro de Suluk...

Editado por Eileen Moody

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Fue paciente pues en ningún momento sintió dudas respecto a Eileen. Regresó a sus aposentos el tiempo suficiente para dejar todo listo ya que pronto acudiría un nuevo alumno a ella, bebió una buena y reconfortante taza de té y descansó los pies, no podía engañarse demasiado, en ocasiones los años que cargaba sobre sus hombros le pasaban factura. Aun así, cuando en su corazón sintió esa calidez familiar que solamente puede producir la alegría, se paró sin quejarse, besó a los enormes malamutes y caminó tranquilamente rumbo a la gran pirámide en donde una confundida Moody estaría asomando las narices.

 

Sabía en carne propia que la vista tardaba en acostumbrarse luego de la prueba final al exterior, así como la mayoría de los sentidos, quienes no sabían hasta pasados algunos minutos qué era real y qué no. Por lo que esperó que la bruja la buscase unos instantes más y apareció de la nada, como si siempre hubiese estado allí, con una enorme sonrisa en el rostro y los ojos entrecerrados marcando varias arrugas a los lados.

 

—Bienvenida de regreso joven Moody, me complace decirle que el portal la considera digna de vincular su alma, esencia y espíritu con la animagia. Habilidad que a partir de hoy deberá desplegar con sapiencia y responsabilidad o lo sabremos.

 

Pensaba extender sus brazos y demostrar cuán orgullosa se sentía, cosa que no siempre sucedía para con sus alumnos ¿Cuándo había sido la última vez? ¿Quizás con Nymphadora? sería posible, aquella intrépida Black Lestrange le había sacado de quicio hasta el final. Pero prefirió tomar una de sus manos entre las suyas y desearle buena suerte en el camino de la vida.

 

—Espero volver a verte, estoy segura de que cierto lobezno estará deseando agradecerte algún día.

 

Dijo, permitiendo que Eileen fijase la vista en lo que antes había sido la sortija de aprendiz y que poco a poco comenzaba a tomar la forma que ella desease, la de su verdadero totem, la esencia animal.

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