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Prueba de Nigromancia #15


Báleyr
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La mañana comenzaba a alzarse sobre el terreno de la Universidad. Un nuevo día de prueba había llegado y, Báleyr, no era ajeno a ello. Una de sus últimas pupilas había completado el estudio mínimo que se requería para poder ingresar a la evaluación, pero antes, tenía que superar algunos desafíos que completaría los conocimientos adquiridos por la misma.

 

Una de las pocas mañanas frescas que iban quedando en Londres. El Nigromante odiaba el calor y, era por ello, que se lo veía rara vez fuera de las mazmorras mientras dicha estación estaba en curso. El frío, en cambio, era el clima preferido del viejo desde que era pequeño y recuerdos vagos venían a su mente del lugar de la infancia.

 

El día estaba nublado, por lo que sol no saldría en varias horas y el día seguiría algo oscuro. El anciano tomó su forma animal, en la cual muy pocas veces se lo veía y pocas personas eran las que sabía el espíritu animal que guardaba el Nigromante.

 

El cuervo negro levantó vuelo desde las finas hierbas que estaban naciendo con esta nueva estación. Cruzó el patio exterior de la Universidad, lleno de alumnos como siempre, hizo una pequeña maniobra de esquive por las ramas de un árbol y descendió un poco para pasar por entre medio de una de las torres.

 

Una leve brisa se había levantado y pequeñas gotas comenzaron a sentirse en su plumaje negro brillante. Le estaba costando un poco poder surcar el cielo pero ya estaba cerca del centro del ateneo.

 

Una vez hubo tocado tierra firme en la orilla del lago, donde su alumna había sido citada, recobró su forma humana y, al mismo tiempo, su larga vara de cristal se había materializado en su diestra. El lago estaba enfrente de él y algunas partes congeladas habían comenzado a ceder por algunas temperaturas primaverales que había hecho días atrás.

 

Una complicada floritura y algunas palabras complicadas bastaron para hechizar el lago. Las aguas cristalinas se habían vuelto negras, parecía petróleo. No sólo indicaba peligro sino, que su alumna, tenía que saber que no iba a poder cruzarlas de ninguna de otra forma que no sea en la pequeña barcaza que había amarrado a una estaca en la orilla.

 

El primer escenario estaba listo y la primera prueba había sido implantada en medio del lago. La pupilo iba a tener que embarcarse con cuidado. En la mitad del camino, una neblina densa iba a comenzar a invadir el lugar, reduciendo su campo de visión y logrando un ambiente tenebroso. La barca se detendría en seco y las ánimas comenzarían a rodearla intentando tirarla al lago negro. Estos espectros sólo la dejarían de molestar si ella lograba entender que es lo que reclamaban y, lo que querían a cambio, para dejarla continuar.

Ello iba a poder lograrlo con el anillo de la habilidad que le entregaría Báleyr.

 

Para los Arcanos no había impedimento dentro del lugar. Ellos podían manejarse y sortear estas trampas como más querían pero, no podían deshacer ninguno de los hechizos originales que se habían colocado dentro del mismo. Tomó su forma animal nuevamente y voló al hacia el otro lado del lago, donde comenzaba la vegetación de árboles con copas inmensas que indicaban el comienzo del laberinto. Una de las tantas paredes de árboles que allí había. Adentrándose más, con un vuelo pasivo y paciente debido a la lluvia que había aumentado en intensidad, volvió a retomar su forma humana en la entrada de una pequeña caverna que allí había. Una vez que su alumna superara la primera prueba, iba a tener que cruzar aquél frondoso bosque, prestando atención a su alrededor debido a que podía cruzarse con lazos del diablo, tentáculas venosas y una variada colección de criaturas mágicas que ya había hecho hogar allí. Ella iba a tener que sortearlas con los conocimientos que podía y, lo que el arcano suponía, la magia que le daban los libros de hechizo.

 

Si cumplía aquello, iba a llegar a la entrada de la caverna. Apenas ingresara en ella, tomaría la antorcha con fuego eterno que Báleyr le había dejado en una de las paredes rocosas de la misma y tendría que adentrarse con cautela. Dentro, y como su segunda prueba, tendría que vencer a dos banshees que protegían un cuenco que contenía una llave plateada que le serviría para más adelante cuando pasara por el laberinto. Estas ánimas de mujeres, intentarían detener a su pupila mediante posesión y apropiación de sus recuerdos más preciados. Nuevamente, ella tendría que utilizar todo su poder mágico para vencerlas y hacerlas desaparecer. Pero, lo que Black Lestrange, no se esperaba era que la banshees eran inmunes a los hechizos tipo rayo por lo que cualquier que fuera a conjurar iba a atravesarlas sin hacerles daño.

 

Volvió a su forma de cuervo y descendió bruscamente hacia el centro del lugar. Las frondosas copas de los acres, álamos y robles, comenzaban a marcar el comienzo del laberinto. Desde las alturas podía verse la Pirámide de las Siete Puertas que estaba en medio del mismo; donde todo alumno quería llegar.

 

Cuando ella lograra salir por el otro extremo de la cueva, iba a tener que seguir el sendero descendiente, teniendo las mismas precauciones que antes, que la llevaría hasta la entrada del laberinto. El claro en donde estaba colocado, por esta vez, no había sido hechizado por el Arcano por lo que ella iba a poder cruzar tranquila.

 

El laberinto si fue encantado para que su alumna no pudiera sortearlo de ninguna manera que no fuera a pie. No podía volarlo ni surcar el aire en un escoba o cualquier medio aéreo. Si lo intentaba, de las paredes saldrían lazos del diablo a atraparla y asfixiarla hasta la muerte.

 

El recorrido sería tranquilo hasta que, antes de llegar a la puerta donde tendría que utilizar la llave que recuperó en la cueva, se topase con un cuerpo sin vida que ella seguramente iba a reconocer.

 

El cuerpo de la pequeña niña que había visto en su vuelta por Estados Unidos, ahora estaba tendido en el suelo sin vida con varios hematomas en distintos sectores, sangre coagulada en su boca y una gran herida infectada en su abdomen. Su último reto era averiguar de qué había muerto pero, la trampa estaba en el factor psicológico, ya que el Nigromante sabía muy bien que podía llegar a ser chocante para la mujer ver a aquella pequeña sin vida.

 

Una vez que averiguase la causa tendría que decírselo a la esfinge que protegía la puerta plateada que le daría paso a las escalinatas de la Gran Pirámide.

 

Báleyr la estaría esperando en la sala circular para enfrentar la prueba final de su habilidad. Sim embargo, volvió a tomar la forma de su animal - luego de haber colocado todas las pruebas - y volvió a la orilla del lago donde esperaría a la chica.

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Las indicaciones de Báleyr eran claras, tenía que presentarse en el lago a las 9 am. Sabía que no podía llegar tarde así que en cuanto notó como el reloj que se encontraba sobre la chimenea marcaba las 8.30 supo que era momento de salir de la mansión Black Lestrange. Dejando dicho que esperaba volver en las siguientes horas, soltó un suspiro y dio un medio giro, para desaparecer envuelta en una voluta de humo negro, que segundos después reapareció cerca de los terrenos de la Universidad, desde donde tuvo que comenzar a caminar porque era la única manera de llegar.

Disfrutando de la fría brisa del aire gracias a los atisbos de hielo que aún se notaban por entre medio de algunos arbustos, agradeció llevar puesta una gruesa capa de viaje que cubría su cuerpo, mientras que sus pies iban enfundados en unas bonitas botas que eran complementadas con unos sencillos jeans y una blusa blanca. Mirando el collar que contenía todos los amuletos de los libros que poseía, y el anillo en la mano izquierda con todos los poderes que también poseía y a las habilidades a las que estaba ligada, esbozó una media sonrisa; estaba lista.

En cuanto llegó a la orilla del lago, en donde observó la barca que descansaba esperando a ser utilizada por ella. Sabía que no sería un camino sencillo y lo supo en cuanto en su mano derecha apareció un anillo de plata con algunos filamentos negros. Respirando profundamente, desató la barca y subió a ella, deseando terminar con eso lo más rápido posible, por lo que mediante el uso de su varita mágica comenzó a remar con la única intención de no cansarse a menos, no de momento.

Cuando llevaba algunos minutos remando, supo que algo iba mal porque el ambiente comenzaba a tornarse lleno de bruma, que en cuanto llegó a la mitad del lago, supo que no era solamente neblina, sino entes que comenzaron a rodearla sin siquiera ocultar sus intenciones. Intentando mantenerse tranquila, los observó y les regaló una sonrisa, notando como miraban fijamente el anillo supo que era lo que tenía que hacer, hablar con ellos.

— ¿Qué es lo que quieren? —preguntó retóricamente, puesto que creía que estaba escuchando la palabra sangre… sangre.

Podía entender la sed de sangre que tenían aquellos seres, así que negando lentamente invocó la daga de sangre, con la cual consiguió hacerse un corte en la palma de la mano y permitió que unas guantas gotas cayeran en el interior del lago, manchando se sangre el agua, consiguiendo que los espectros se alejaran de la balsa y esta pudiese seguir avanzando. No había sido tan difícil como había pensado en único atravesar el lago, pero no podía confiarse, así que aprovecho el momento para curar sus heridas y mirar lo que le esperaba delante de ella.

En cuanto terminó de cruzar el lago, se encontró con el inicio de lo que era un laberinto, ¿tendría que cruzarlo? Al parecer así era, por lo que quitándose la gruesa capa de viaje que cubría sus hombros y metiéndola a un pequeño bolso que cargaba, comenzó a caminar hacía el interior de las altas paredes de árboles frondosos que generaban que las paredes estuviesen muy amplias y con eso, la luz entraba escasamente. Y contrario a lo que alguien pudiese haber dicho o insinuado a la Black Lestrange, no le causó miedo.

Al ver como algunas sombras comenzaban a rodearla, soltó un respiro rápido, tendría que emplear algunos trucos para comenzar a cruzar ese sitio, y así fue porque se transformó en un zorro, su forma animaga- la cual a pesar de tratarse de un laberinto oscuro, permitió que comenzará a avanzar con mayor rapidez. Cruzando cada una de las bifurcaciones con seguridad, hasta que tuvo que frenar en seco, puesto que se topó con una criatura mágica que no estaba ver por allí.

Pero, al saberse animal, simplemente pensó en un rápido hechizo que le hubiese ayudar y decidió que mejor el anillo de amistad con las bestias, podía ser de gran ayuda y no tendría que recurrir a nadie más para conseguirlo. Así que con ese anillo, las criaturas comenzaron a dejarla pasar, observándola rara si pero sin darle problemas.

Cuando comprobó que no había problema, comenzó a correr y sentir como el aire entraba a cada parte de su ser, dándole fuerza y paz mental para conseguir lo que deseaba, llegar hasta la salida del mismo. La travesía no había sido tan compleja como se habría imaginado en un primer momento, pero solamente eran un par de las pruebas que aún le quedaban por realizar para volver a encontrarse con el Arcano.

—Vamos, queda poco.

Tras sus palabras logró salir del laberinto y se encontró con el camino que conducía hasta una cueva, la cual sabía que debía considerar como parre de la prueba, pero a la que no quería enfrentarse.
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Todo estaba progresando de acuerdo al plan que había trazado el Arcano. Todo lo podía ver y sentir mediante la conexión que había entre su anillo y el que le había dado a su pupila.

 

La primera sensación fue extraña. Eso para Báleyr era extraño en sí. Pudo sentir, como pocas veces lo hizo, el miedo que había tenido la chica la encontrarse con aquellas ánimas que le habían exigido un sacrficio de sangre; nunca ibas a saber lo que te podían llegar a pedir. Los latidos del corazón de la fémina, acelerados, los sintió como si él mismo hubiese estado allí.

 

Era extraño. No le pasaba tan seguido.

 

Notó que hizo uso de la Daga del Sacrificio, aquél elemento que aprendían a usar en el Libro de la Sangre, para clamar la sed de sangre que tenían esos fantasmas.

 

Ahora que había llegado a la orilla iba a tener que ser precavida con cada paso que daba. El sendero, hasta la entrada de la cueva, iba a estar repleto de obstáculos que le podían llegar a aparecer.

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Continuando con su camino, llegó hasta la entrada de una caverna. Algo que no le dio muy buena espina, porque estaba segura de que lo que se ocultaba dentro le iba a costar un fuerte precio, ¿estaba dispuesta a pagarlo? No lo tenía del todo claro, pero lo único que si era seguro era que tenía que continuar, porque no había llegado tan lejos para nada. Así que respirando profundamente, miró la entrada e ingresó, no sin antes relajar todos los músculos de su cuerpo.

A penas unos metros después de su ingreso, se encontró con una antorcha de fuego eterno que supuso que el arcano le habría dejado para que le sirviera de guía para alumbrar el oscuro camino que le marcaba el sendero. Mirando las bifurcaciones de la cueva, se armó de valor y comenzó el viaje por la izquierda, supo que algo en el ambiente estaba mal, cuando este se comenzó a tornar un tanto más opresivo en su pecho y la sensación únicamente se incremento cuando escuchó el chillido de un ente que conocía bastante bien, y al saberlo se le heló la sangre: era el de una banshee.

Que se encontraban delante de ella, y antes de que pudiese huir, notaron su presencia y en esos momentos se replegaron más sobre un cuenco, que al parecer era el que estaban protegiendo. Al comprenderlo, supo que tendría que tomar el contenido plateado que allí estaba guardado, pero para eso tendría que vencer a las dos criaturas. Meditando durante algunos segundos, estos no fueron suficientes porque de inmediato comenzó a sentir como un dolor conocido comenzaba a recorrer su espina dorsal y esté paraba hasta el tatuaje que tenía en la espalda baja, el cual comenzó a arder lentamente.

<Rusalka> pensó, al momento de sentir como en sus brazos comenzaban a aparecer atisbos de filigranas negras que poco a poco comenzaban a adquirir un tono rojizo. Estaba tomando el control el demonio que vivía en su interior, y en el instante en que iba a comenzar a pelear para que no tomara el poder, su cabellera se tornó rojiza y sus ojos verdes cambiaron a un color negro. Sin siquiera darse cuenta, Mia había perdido el control de su cuerpo y estaba segura que las criaturas habían notado ese cambio.

—Quítense de mi camino. —admitió con voz divertida.

La súcubo estaba buscando la posibilidad de dañar a esas dos criaturas.

—No son nadie, y ustedes lo saben… ni siquiera tienen el poder suficiente. —añadió con aburrimiento.

Acercándose a ellas, soltó una risotada al sentir como estas comenzaban a eliminar también la distancia y empezaban a intentar atacarla, clavando sus afiladas uñas en la piel de sus brazos. ¿Ese era todo el daño que podían hacerle? Claro que si al parecer y ese no era daño real para ella. Porque era un ente superior y eso lo sabía, así que simplemente negó con lentitud y se concentró en la habilidad que poseía el cuerpo de la fémina. Consiguiendo de ese modo, por medio de un <salvaguarda mágica>, consiguiendo que se volviese intangible y de ese modo, los ataques dejaran de surtir efecto. Algo que consiguió que en su interior emanara una sonrisa y sintiera como el poder se amplificaba en su cuerpo.

Se acercó hasta el cuenco y con una de sus manos, tomó lo que ahora sabía que era una llave. Sin duda, eso estaba siendo más sencillo de lo que pensó, porque a pesar de que las míticas criaturas intentaban entrar a la mente de Mia, ella se los impedía, porque la mente, cuerpo y voluntad de la matriarca de los Black Lestrange era solamente de Rusalka y no permitiría que ningún ente se apropiara o siquiera lo intentará.

Pensando en dejar a las criaturas solas, negó con lentitud y recordó que la bruja de la que tenía el control poseía ciertos conocimientos mágicos superiores para cualquier mago. Era poderosa en su mundo mágico así que aprovecharía esa ventaja para dejarle claro a las dos banshees que ella mandaba en ese sitio y que nadie le impedía hacer lo que quería, además de que ella misma podía sentir como las capacidades de Mia se habían agudizado para tener mayor facilidad de contacto con aquel fino manto que separaba la vida de la muerte.

Vara de Cristal —invocó consiguiendo que la varita mágica de la bruja comenzará a cambiar de forma, esta comenzó a crecer considerablemente hasta convertirse en un báculo que parecía a simple vista de cristal en una tonalidad de verde oscuro. El cual, contenía el poder suficiente para convertir cualquier hechizo de cualidad rayo en un efecto y eso fue precisamente lo que pretendía en ese momento.

Mirando a las criaturas, les regaló una sonrisa en cuanto intentaron arremeter una vez más en su contra. —Se los advertí. —siseó con tranquilidad, levantando el arma mágica.

Semillas de hielo —siseó, consiguiendo que el hechizo que originalmente era un rayo, se convirtiera en un efecto, el cual consiguió congelar a las criaturas en cuestión de segundos. Quedaron petrificadas con hielo al vuelo, impidiendo que continuarán con su intención de hacerle daño.

Guardando la llave en el interior de la túnica que cubría el cuerpo, sostuvo con fuerza la antorcha con fuego eterno que segundos antes había dejado caer y tomó con la otra el báculo que era la varita mágica en esos momentos. Continuando con su camino, uso la bifurcación por la que ingresó y consiguió salir de la cueva. Era momento de regresar, seguramente tendría que hacerlo por el laberinto, siendo consiente de que antes lo había atravesado con la forma animaga, en esos momentos se negó a hacerlo y supo que había sido una buena elección, porque ninguna criatura más se interpuso en su camino.

En cuanto salió del laberinto, giró el rostro y supo que tenía que ir hasta la puerta que estaba cerrada con llave y que era la que le impedía continuar con su camino para llegar hasta la pirámide. Sabía también, que no podía permitir que Rusalka siguiera en el control de su cuerpo, así que empleando toda la fuerza de voluntad que le quedaba, empezó a luchar mentalmente con el demonio para volver a utilizar su cuerpo.

Pasaron algunos minutos, antes de que lo consiguiera, y lo supo porque el cabello rojizo que antes había tenido estaba volviendo al tono rubio de antaño y sus ojos, quedaron verdes. Sin brillo. Tenía que agradecer a la súcubo su ayuda con las banshees, pero no la necesitaba más de momento, ella tendría que continuar con las pruebas. Por eso, en el instante en que recupero el control total de su cuerpo, sintió como las líneas antes negras se abrieron, emanando sangre a chorros, tenía que curarse o podría morir desangrada. <curación> pensó, consiguiendo que las heridas dejaran de sangrar.

Se sentía débil y no podía hacer más hechizos de momento para curarse, así que empleó la metamorfomagia para cubrir los rastros de heridas y convertir la maltrecha piel en algo sano. Aunque, debajo de eso, era obvio que estaba herida y requería de atención. Pero, de momento no podía dársela y eso era algo que le pesaba, pero tendría que recuperar la fuerza que segundos antes había perdido.

Al encontrar llegar a los pies de la puerta, algo en su interior se removió. El cuerpo de la pequeña Eloise estaba allí, ensangrentado y con diversos moretones, si la impresión inicial le causó casi soltar un gemido y querer cobrar venganza, pero su ser racional lo impidió, porque comenzaron a venir recuerdos a su mente, consciente de que era imposible que la niña siquiera tuviese esa edad. No, esa era la visión que ella misma había creado de la rubia.

—Eloise murió siquiera antes de nacer, fue un abortó. —soltó en voz alta. Dejando en claro que no podía afectarla realmente esa imagen— Y su cuerpo esta aquí, para recordarme lo frágil que es la vida, y como esta puede terminar en cualquier momento y por eso, no debemos temer a la muerte, a todos aquellos espíritus que nos esperan.

Sin siquiera darse cuenta, notó como la esfinge se apartaba. Había dado la respuesta al acertijo que al parecer debía enfrentarse y no se había percatado. Dejando caer la antorcha sobre el cuerpo inerte de la que pudo ser su hija, este comenzó a arder, algo en su interior se contrajo, pero sabía que era la imagen que habría querido que la pequeña tomará; su vivo retrato, una mini Mia. Eso era lo que siempre había querido con una de sus hijas, pero lamentablemente eso no había sido posible y en esos momentos notó nuevamente la presencia de Rusalka susurrando <lo es, solo falta que quieras niña miedosa>.

Negando lentamente, tomó la llave que guardaba en la túnica y la metió en la cerradura. Consiguiendo que esta se abriera, consiguió ingresar a la escalinata de la pirámide, en donde comenzó su ascenso y al instante en que llegó a la sala circular se encontró con Báleyr. Al mirarlo, le regaló una sonrisa, sintiendo como su cuerpo se sentía más débil pero había conseguido llegar hasta allí.

—Arcano, conseguí superar los obstácu.los. —soltó con tranquilidad.

Tras eso, sintió como en su interior comenzaban a encajar algunas piezas que antes no lo habían hecho. La nigromancia no era una habilidad sencilla de manejar, requería de un costo alto y que pocas personas estaban dispuestas a pagar, porque podía ir apagando lentamente el interior de cada persona, pero también sabía que era de vital importancia, porque mantenía ese velo entre la vida y la muerte presente, que solo los elegidos eran capaces de controlarlo. Entender cuándo y en que momento era correcto usarla, era otra responsabilidad difícil de tomar, pero que gustosa estaría tomando.

Mirando al arcano, continuó creando ese proceso de reflexión, lista para continuar con lo que suponía sería la última fase de la prueba.
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Había llegado en una sola pieza. Había sido impresionante la manera en la que había pasado las banshees y de como resolvió aquél "acertijo" que le había colocado dentro del laberinto. La esfinge le había dado el paso cuando la bruja le contestó a la pregunta que le realizó.

 

- Debo decir que eres una bruja muy habilidosa, Lestrange. Y eso es de valorar.

 

Báleyr no solía dar cumplidos a sus pupilos. Es más, rumores en la Universidad decían que se lo conocía por ser algo amargado con cada uno de los que los que se presentaban en su morada. Pero, era de reconocer que cuando se trataba de ser testigo del buen manejo de la magia y todos sus límites, debía dar crédito por ello.

 

- Pero ahora ha llegado el momento - carraspeó un poco para aclarar su garganta.

 

El anciano se paró en medio de la sala. Con su vara de cristal dio dos pequeños golpecitos en el centro y las puertas comenzaron a girar hasta desaparecer y quedar la que pertenecía a la habilidad. Era una puerta robusta de madera negra y con el símbolo de la Nigromancia tallado en dorado en el medio de la misma.

 

Cuando terminó, se dirigió a la muchacha, tomó un ejemplar de anillo similar al suyo y se lo entregó.

 

- Te hago entrega de este objeto legendario. Este anillo ahora está vinculado al mío. Yo podré ver, sentir y oír todo lo que pase del otro lado pero no podré intervenir porque tú serás la que tendrá que superar aquella prueba - comenzó con los últimos detalles - He de recordarte que, cuando sientas que no puedes seguir, puedo sacarte de allí pero no podrás volver a intentar la prueba ya que se considera abandono - dijo.

 

Respiró.

 

- Allí dentro todo puede ser igual o distinto. Lo que depara el otro lado de la puerta toma forma aleatoria cuando el mago que la cruza está listo para enfrentar el último peldaño de la habilidad - explicó.

 

- ¿Estás lista?.

 

Debía preguntar por última vez. Ella sola debía enfrentar la prueba sin la guía del arcano. Cuando se dignara a cruzar la puerta, Báleyr, sabría que la respuesta de la chica había sido positiva.

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Llegar a la cima de la pirámide, tuvo un costo dentro de su interior y lo sentía, por lo que simplemente esbozó una media sonrisa al momento en que estuvo en la sala de las siete puertas y observó como el arcano dejaba únicamente abierta y lista para ser traspasada la perteneciente a la habilidad de nigromancia. Sabía que al ingresar, estaría casi completamente sola, puesto que no era la primera vez que se encontraba en ese sitio y también conocía las consecuencias de salir sin lograr vincularse, así que medito unos segundos su respuesta, a pesar de tenerla lo suficientemente clara.

—Si, si quiero enfrentarme a la prueba. —tras su afirmación, tomó el anillo que le tendía y se lo colocó en su diestra.

Ese anillo, era el único vínculo que tendría con el exterior así que esperaba no perderlo en el interior y recordar en todo momento quién era y cuál era el motivo de su visita al sitio que fuese que la mandará el portal. Esperando que al volver, este se fusionara con el de las habilidades que ya manejaba en su totalidad, simplemente le regaló una última mirada al sitio y supo que era momento de entrar y así lo hizo, perdiéndose por completo en la luz cegadora que la envolvió cuando se cerró la puerta detrás de sí misma.

Inicialmente, no sabía donde se encontraba. Era un sitio mucho más cálido y soleado de lo que le hubiese gustado y eso lo comprobó cuando la arena comenzó a cubrir las botas que usaba, así que decidió quitárselas porque la perdida de sangre y la debilidad que comenzaba a sentir en su cuerpo la hizo quitarse la pesada capa de viaje y se quedó únicamente con unos jeans y una blusa de color blanco. La arena era de color tostada y el reflejo del sol sobre el agua, le permitió comprender que necesitaba eliminar el color blanco de su piel y lo convirtió en apiñonado así como su rubia cabellera se aclaro un poco más.

Mirando el sitio y viendo como como unos lugareños comenzaron a acercarse hasta su posición, les regaló una sonrisa y espero a que le dirigieran alguna palabra para poder saber su idioma y hablarles en él.

—Bienvenida, la Tata la esta esperando. —soltó uno de ellos.

Al identificar el idioma español, supo que debía estar en alguna de las islas pertenecientes a américa latina.

—Nganga, nos advirtió de su llegada y estamos listos para el ritual del Nkimba. —añadió uno mirándola con respeto.
No entendía del todo a lo que se referían o no quería entenderlo, porque en cuanto escuchó el nombre de Nganga se le vino a la mente la corriente religiosa del Palo Mayombe, surgida en el continente africano y llevada a América Latina por medio de la compra y venta de esclavos, siendo Cuba y Haití, los dos principales países que la practicaban y de ese modo consiguió saber que se encontraba en el primero de los dos que se le vinieron a la mente.

Poco después, conforme fue caminando y siguiendo a los lugareños, en su mente comenzaron a aparecer ciertos retazos de información que había leído antes en libros por curiosidad. El Palo Mayombe, era la religión de los muggles en la cual creían en la existencia de los espíritus de los muertos, siendo esta la que les permitía tener cierto contacto con ellos y precisamente, el rito que le mencionaron era el elegido para conferir a una persona la capacidad de usar su don y aceptarlo.

La estaban llevando a una ceremonia de rayamiento. Con la cual, darían por terminada su preparación para comunicarse con aquellas energías del plano entre lo vivo y lo muerto, ¿estaba nerviosa? Un poco, pero confiaba en que todo saldría bien, porque incluso ella misma había descubierto que tenía el poder y que podía usarlo sabiamente. Con ese pensamiento, escuchó las indicaciones que le estaban dando y fue cuando reaccionó.

— ¿Rito? ¿Están seguros qué me esperan a mí? —preguntó con cierta curiosidad en la voz.

Esperando una respuesta, se quedó parada y esperó una respuesta, porque a pesar de que sabía que se podía defender de aquellos muggles, tenía cierta curiosidad.

—Si niña, te estábamos esperando a ti. —soltó la voz de una mujer negra de edad avanzada— Soy la Tata y Nganga me advirtió que una elegida por él para hablar con los muertos se presentaría lista para ser rayada en la isla y completar su integración a su iglesia.

En cuanto escuchó la explicación, sintió como el ambiente comenzaba a tornarse un tanto más pesado, era obvio que una manifestación se estaba presentando.

<<—La Tata tiene razón Mia, estas lista para vincularte al anillo… acepta el ritual. >>

Las palabras le llegaron y supo que la mujer también las había escuchado, así que simplemente asintió dando a entender que cooperaría y aceptaría que hicieran el ritual. De ese modo, la trasladaron hasta una pequeña choza, la cual tenía dentro ciertos elementos que se iban a requerir durante el ritual como algunas navajas y sangre de algunos animales. ¿Qué iba a pasar? No estaba segura pero quería continuar con aquello, algo en su interior le decía que estaba bien y como tal, confiaba en su intuición.

<<—Mia es mi nueva protegida, solo falta pasar el ritual… me ha demostrado su valía como hablante de los muertos y la capacidad que posee. —habló Nganga a través de la voz de la Tata.>>

Esas fueron las palabras que bastaron para que un par de mujeres comenzaran a quitarle los jeans y la playera, para dejarla únicamente en ropa interior y en cuanto eso ocurrió, sintió como su cuerpo se desconectaba de su mente para comenzar a viajar a aquel plano astral de la vida y la muerte. En donde se encontraban los espíritus. Al escuchar como estos le hablaban a la vez, sintió como su cuerpo comenzaba a ser tatuado con algunos símbolos con la sangre de las criaturas, mientras que segundos después la daga remarcaba cada uno de los tatuajes.

Su cuerpo, mente y alma estaban siendo fusionadas en un mismo espacio astral, su energía estaba vibrando aceptando aquella proyección y protección. Aceptaba ese don que tenía de hablar con los no vivos y no le daba miedo, porque confiaba en que la usaría de la mejor manera. De ese modo, sintió como su mente terminaba totalmente de asimilarlo y fue en ese instante en que abrió los ojos y sintió como estaba un poco mareada.

—Es impresionante, un ritual puede hacerte entender un poco más el don. —soltó sin pensarlo, mirando a los presentes y dejándose caer en el suelo de la choza.

Al sentir su cuerpo sangrando, pensó en un <curación>, consiguiendo que sus heridas dejaran de sangrar. No podía usar más magia, porque no contaba con su varita mágica pero después podría curarse o eso esperaba, porque en cuanto le pusieron una manta negra que cubriese su semidesnudes, sintió como el anillo que la vinculaba con Baléyr se calentaba un poco y comenzaba a abrir un portal; era momento de regresar.

En cuanto se puso de pie, sintió su cuerpo débil y cansado, necesitaba descanso. Pero más adelante lo tendría así que regresó de esa manera a la habitación de las siete puertas, cubierta por una manta negra y con el anillo color plata que antes le había dado el arcano convertido en uno negro.

—Arcano, ha sido una experiencia única. —soltó con sinceridad, mirando su mano y después fijando su vista en el hombre, esperando a ver como su anillo recién adquirido se fusionaba con el que ya tenía de las otras habilidades.
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