Jump to content

Libro de la Sangre XXXI


Sagitas E. Potter Blue
 Compartir

Publicaciones recomendadas

-- "Bienvenidos, bienvenidos, bienvenidos a la Reserva Mágica Newt Scamander" -- exclamó un guía, delante de la cabaña de madera en la que habíamos aparecido.

El Ministerio de Transportes nos había preparado un traslador colectivo con el que un grupo de magos habíamos cruzado la gran distancia que había entre la plaza delante del edificio mágico londinense y la isla donde se encontraba la reserva mágica. Había conseguido colarnos a varios magos conmigo ( @, @, @@Avril Malfoy y @ ), quienes eran los alumnos que este mes cursarían el estudio del Libro de la Sangre entre el grupo de turistas que habían comprado su billete para disfrutar de una visita y después gastar galeones en la tienda de souvenirs.

Yo tenía otra directriz y el impartir de nuevo aquella clase sólo era una excusa para acercarme a los dragones. Estaban en tiempo de puesta y yo tenía... cierto deseo de contactar con la zona donde eran mantenidos alejados de todos. El resto lo vería desde el Mirador, como sombras parduscas sobre el cielo. Yo... tenía otros planes, aunque para ello tenía que llevarme a esos alumnos. No les iba a poner en peligro, por supuesto; como profesora suplente, sabía que la seguridad de ellos iba (casi) por delante de todo el resto de situaciones.

Mandé una lechuza a cada uno de ellos, citándoles en la plaza del Ministerio, junto al autocar de turismo, con un ticket que les garantizaba el uso del traslador. Había tanta gente en el grupo que no llegué a detectar a mis alumnos. Tampoco les conocía, a algunos de vista, por eso les había pedido que trajeran su libro adquirido completo, es decir, con todos sus objetos, y que llevaran un pañuelo amarillo visible de alguna manera, para poder distinguirlos. Eran cuatro, seguro que los podría encontrar.

Aunque, en la cabaña, aún no había visto ninguno de aquellos pañuelos y me daba algo de miedo puesto que, sin alumnos, no tenía razón de ser allá. ¿Cómo iba a justificar mi presencia el mismo día del robo de uno de los huevos de dragón? Podría haber sido cualquiera de los turistas pero... Me quedaba sin coartada si mis alumnos no aparecían...

Les había dicho que se hicieran los remolones y que se fueran quedando atrás mientras el resto de la visita avanzaba pero... ¿Dónde se habían metido?

Editado por Candela Triviani

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El aire a esa altura definitivamente no era el mismo que el que se respiraba sobre la tierra. La morena, bien acomodada sobre las escamas de aquel Ridgeback Noruego y asida de los cuernos que le sobresalían del lomo, mantenía sus grandes ojos de un color gris añejo cerrados, disfrutando el vuelo de una manera que pocos lo harían.

 

De repente pudo oírlo gruñir de una manera agresiva y sintió como el vuelvo cambiaba. Abrió los ojos para ver notando que iba en picada. Se alguna manera habían herido a Tenebrus y la bestia caía, se desplomaba sin sentido en una carrera libre hacia el suelo. Avril no podía hacer nada para detenerlo y aún así, sabiéndose en riesgo de muerte buscaba la herida del animal, para saber si en cuestión de segundos podía curarlo o aliviarlo de alguna manera.

 

Miró sus alas, las tenía cerradas sobre su cuerpo, sin movimiento alguno. No podía ver si la herida estaba allí. Alzó sus ojos y trepó un poco sobre su espinazo para llegar a la cabeza…pero la superficie montañosa sobre la que se encontraban estaba cada vez más cerca. Pudo ver una lesión sobre sus ojos, pero tenía el tiempo cronometrado. Estaban a segundos del impacto. A cinco, como mucho. Tres. No pudo hacer el movimiento correcto para sanarlo y más nerviosa se ponía, más difícil resultaba realizar el encantamiento. Dos. Al abrir la boca para decir las palabras se coló una lechuza aleteando en su boca y se atragantó con una de sus plumas, impidiéndole inclusive respirar bien. Uno…

 

Se despertó abriendo la boca de una manera extrema como si estuviera saliendo de un lago congelado y esa fuera la primera bocanada de aire que tomaba. Su corazón hacía danzas aeróbicas dentro de su pecho y su esternón subía y bajaba como si se tratara de una pareja de jóvenes teniendo relaciones íntimas por primera vez. Un sueño. Una pesadilla. Un íncubo. No sólo pensaba en dragones sino que también soñaba con ellos.

 

La lechuza estaba allí, sin embargo y se quitó la pluma de su boca dando arcadas. Asique eso sí era real. Se incorporó en el catre del altillo viejo de la Malfoy notando que el mensajero traía una carta para ella. La tomó y le dio a cambio unos granos de maíz que siempre llevaba encima, ya que la ex mortífaga vivía con criaturas de todo tipo y le sobraban herramientas para tratar con cada uno de ellos.

 

La misiva tenía como remitente a Sagitas Potter Blue, quien sería su profesora del Libro de la Sangre, recientemente adquirido. –Oh…no lo esperaba tan rápido.- hizo una mueca y revolvió sus cabellos mientras caminaba semidesnuda desde la cama hasta el armario. Allí decía que debía llevar el Libro con todo y accesorios y un pañuelo amarillo. Al abrir su armario notó que todo en él era de color negro y maldijo por lo bajo.

 

Sacó unos pantalones cargo negros, algo holgados que hacían contraste con su diminuta cintura y sus abdominales marcados por tanto ejercicio diario y se puso una camiseta sin mangas, pegada al torso, también de color negra. Se peinó brevemente dejando su cabellera lisa y suave, también del mismo color que el resto de su ropa con excepción de algunos mechones de color gris. Si, los años no vinieron solos, pero trajeron cosas mucho mejores que sus canas, le trajeron una sabiduría y una templanza que otrora la Malfoy no poseía.

 

En su morral de piel de moke, que llevaba alrededor de la cintura, tenía todo lo que necesitaba ya que el mismo contaba con un hechizo de extensión indetectable: El libro, sus accesorios, sus anteojos especiales, su escoba, sus huevos de dragón, sus otros libros y más, innumerables objetos que usaba a diario tipo rodilleras, casco, botas con clavos para trepar. La vampiro era la mujer más activa y atlética de la familia (al menos) y encontraba un tremendo placer en explorar cada cosa al máximo.

 

Con una floritura de varita creó un pañuelo amarillo que desentonaba de manera grotesca con el resto de su atuendo. Se miró al espejo y decidió usarlo alrededor de su cabeza. Alzó los hombros, parecía un personaje que los muggles amaban pero que ella encontraba altamente ridículo. Rambo, creo que lo llamaban. Pero era lo que había, atrás habían quedado los tiempos en que la morocha se preocupaba por su atuendo.

 

Con el ticket en mano y esperando que fuera el pasaje hacia donde ella creía que era, se desapareció para emerger en la plaza del Ministerio. Las instrucciones eran claras: debía rezagarse entre la multitud, quedar retrasada del tumulto de gente que aguardaba para tomar el traslador y esperar a que su instructora aparezca. Acomodó su pañuelo y se dispuso a esperar, mirando hacia varias direcciones, esperando ver a la educadora. Esto prometía, ya podía olfatearlo.

 

♦♦♦♦

 

@

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Cuando terminó de prepararse acudió a la universidad para desde allí y con la ayuda de un traslador aparecerse sin mayores problemas en la plaza del Ministerio, y dirigirse al autocar de turismo. Donde su profesor estaría esperando, junto con los demás alumnos que tomaran la clase. No eran las únicas personas que se veían por ahí. Le daba la impresión de que iba a ser una eternidad esperar, aunque eso en verdad no le importaba lo más mínimo. Le era insignificante tener o no tener que esperar, mientras lograse superar los retos y aprobar. No se le olvidaba que en su anterior clase había tenido alguna pequeña complicación que en realidad, pensándolo bien, quizá fue lo mejor. Le hizo un gesto con la cabeza a un hombre que estaba allí parado y lo paso hasta llegar a la fila.



Saco la carta desde un bolsillo interior de su ataviada capa y no había leído el requisito, un pañuelo amarillo para que pudieran ser ubicados, por lo que no tardo en hacer su magia extraña y del bolsillo izquierdo saco uno para colocarlo en su brazo izquierdo. Era un joven que no evitaba los conflictos, le gustaban de cierta manera, pero a veces también se olvidaba de las cosas y eso quizás no era conveniente en esta ocasión.


Ahí estaba él, parado con el ticket en una mano y esperando el sin fin de personas que buscaban entrar también, su mente divago por un momento pensando las posibilidades remotas de los lugares a los que podría llevarnos. Reviso en su bolso de Moke si tenia todo dentro de el y efectivamente si, hasta sus amuletos, los cuales ocultaba ante los ojos de los demás curiosos, para evitar preguntas sobre ellos.


Sin mas se volteo, esperaba a su hermano, al menos era al único que conocía y seguramente tendría otra oportunidad de matarlo, para heredar toda su parte de la fortuna familiar.



x2YiSbT.png

HdDMuO2.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

La misiva que daba las instrucciones exactas para el encuentro de la clase, llegó tarde. Bueno, no tarde, pero Maida últimamente todo parecía llegar, al menos, cinco segundos tarde. No podía permitirse tanta desidia de sí misma, y sin embargo, día sí y día no, le costaba hasta respirar. ¿Por qué se había metido en una clase? Ah, claro, el reconocimiento del mundo mágico, ¿le importaba ya algo de eso? No.

 

Frunció los labios mientras desaparecía de la Manor en dirección al lugar pactado, una vez ahí, uno el pañuelo amarillo en la muñeca izquierda, sin dejar las puntas libres, sino escondiéndolas en lo que se había formado como una pulsera. Se rezagó de los turistas, y sonrió cuando observó a una chica con una pañoleta amarilla en la cabeza, al menos, no sería alumna única. Siguió observando entre la gente y vio un rostro, más que conocido, querido. Su sobrino, una de sus personas favoritas, estaban ahí, y él también parecía estar anunciando que pertenecía al grupo de estudiantes este mes.

 

— ¡Fav fav! —chilló acercándose en cuánto pudo y lo tomó del brazo—bueno, acabo de aumentar las posiblidades de salir viva de esto. ¿tienes alguna idea de qué vamos a hacer?

 

Y lo decía un poco en serio. Es decir, tanto misterio y recomendaciones, disparaban sus alertas. No sólo traía su libro, sino que además, traía algunas pociones más que lo regular, todo, finamente escondido en prácticos bolsillos de su túnica.

T7GHFlv.gifUseiaum.gif

c2ixJhD.jpg

oPH1dye.gif- kBtusEd.gif-

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Jeremy quería gritar bien alto con toda la capacidad que le dieran los pulmones. Pero no podía hacerlo. El trabajo de Gringott era tan tedioso que tenía ganas de decirle a su novia que regresara el tiempo atrás para eliminar su solicitud de cambio de empleo. ¿En qué estaba pensando cuando la hizo? En galeones podría ser o más posiblemente en el puesto que su madre había desempeñado correctamente. Tenía que haber un Triviani en el banco y en aquellos momentos a pesar de todo, lo había. No era el mejor de la familia para eso, pero era el único que había pensado que era una buena idea. Iluso.

 

Cuando estaba haciendo el recuento en las bóvedas más profundas, llegaba a perder el sentido del tiempo y ya llevaba muchas horas en aquella aburrida rutina de llenar la planilla con números de galeones depositados por otros duendes. Esperaba que no hubiera ningún error porque sería aún más papelerío por hacer. Para la fortuna del mago cuando terminó su horario laboral no había aparecido nada extraño. Y pudo irse de Gringott sin saludar. Como había empezado a hacerlo hace muy poco tiempo.

 

El sol estaba en lo alto y anunciaba un día precioso. No fue hasta que llegó al Castillo Gaunt en la habitación de la matriarca, que se dio cuenta que debía cursar el libro ese mismo día. Recordando eso, el vampiro se dio cuenta que tenía sólo unos momentos para compartir algo con Anne. Tal vez hasta le podía decir lo que hacía mucho rato llevaba rondando por su mente y aún lo postergaba por temor al rechazo. ¿Le diría que no? Pues había porcentajes empatados. Él debía confesar ciertas cuestiones pasadas.

 

-Mor…-La llamó acostándose a su lado en la gran cama - ¿Te dije que eres preciosa cuando duermes? -preguntó acercando su rostro al oído de la peliblanca para decirle todas las cosas que quería hacerle antes de empezar el día. Sintió su sonrisa en la mejilla antes de volver a verle el rostro e hundirse en aquellos ojos grises que le hacían palpitar el corazón a ritmo desenfrenado.

 

Fueron las mejores horas de su día. Mucho más tarde, luego de haber usado el traslador de la Plaza del ministerio hasta la Reserva, el Askar se mezcló entre el gentío. Su objetivo era encontrarse con su profesora y compañeros de cursada. No quería parecer un ridículo usando un pañuelo amarillo, así que se puso un piloto de lluvia de aquel color tan llamativo. Era imposible que no lo vieran. Debajo de aquel impermeable, llevaba una camiseta de mangas cortas del West Ham y un jogging con zapatillas deportivas blanca. Extremadamente relajado en vestimenta y espíritu, nunca se quedó atrás de las personas, siempre estaba dos pasos por delante de todos y luego de levantar miradas sospechosas por tantas vueltas que dio, se dio cuenta que encontrar a Sagitas era mucho más difícil que a Wally.

 

Cuando saco el monedero de Moke para pagar las palomitas de Maíz, noto que el libro de la sangre y los accesorios que venían en su adquisición, estaban por caer a lo más profundo del recinto que había creado con su hechizo extensor y casi se pone a gritar. Logró controlarse cuando metió el brazo hasta el hombro logrando rescatar anillos, amuletos y libro. Con todo eso ya a la vista siguió recorriendo el lugar hasta que reconoció más pañuelos amarillos.

 

- ¡Al fin los encuentro! Se dan cuenta que llevo aquí mucho tiempo dando vueltas como idi*** -Les dijo a Maida, Matthew y una mujer a la que no conocía - ¿Quieren? -Les ofreció la bolsita con el maíz dulce - ¿Dónde está la profesora? ¿Viajaremos en el autobús para turistas?

Afm5XYH.gif         Team Caldero 2bRpcep.gif

12.png

cc6JooJ.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

-- ¿Pero dónde se han metido? -- exclamé de nuevo, esta vez no para mis adentro sino un poco más alto de lo preciso. Algunos de los acompañantes se giraron para verme. No me importó. Ninguno llevaba pañuelo amarillo.

 

¿Pero cuánta gente era capaz de viajar en aquel autobús mágico? La respuesta era obvia. Todos los que quisieran, para eso era mágico. Me puse de puntillas y, de repente, vi varios amarillos dispersos entre la multitud. Hacía un momento que no estaban. Sonreí y así un pañuelo amarillo que agité en el aire para que se juntaran conmigo.

 

Conocía a algunos, a otros no, pero no teníamos tiempo de presentaciones.

 

-- Shhhh... Venir hacia mí. Vamos a disimular un poco y vamos a dirigirnos por aquel sendero. Con sumo cuidado, el Guía nos intentará prohibir ir por ahí si nos ve, así que hemos de retrasarnos hasta que esté demasiado ocupado con el bulto de visitas para darse cuenta.

 

Miré por encima del hombro y noté que un hombre con un sombrero amarillo no me hacía caso, así que le tomé del brazo y le zarandeé un poco.

 

-- Vamos, hombre, que te perderás la excursión al páramo de los dragones.

 

Todos reunidos, les sonreí para darles y darme ánimos. Aquella visita iba a ser excepcional.

 

-- Espero que todos hayáis traído los libros. -- Aquel hombre blandió ante mí el mapa de la Reserva y le hice un gesto de asombro. ¡Así que ahí teníamos al listillo de la clase! No le hice caso en ese momento puesto que el guía apremiaba a todos a seguirle por la pasarela que llevaba a los animales de 3XXX. -- Vamos, ahora está de espalda, corramos...

 

Correr era un decir. Lo que quería decir es que nos diéramos prisa pero el hombre corrió, literalmente, hacia el camino de tierra, algo enlodada por las últimas lluvias de los días anteriores. Le seguí, maldiciéndolo por lo bajo por su ímpetu, pero al menos conseguimos escaparnos de la visión de los otros turistas. Caminamos hasta llegar bajo un puente de aguas cristalinas y pedí el alto.

 

-- Bien, primer ejercicio de la clase: vamos a hacer un Juramento de Sangre. Con mi Daga del Sacrificio, haremos el Juramento de guardar total silencio sobre el contenido de esta clase. Quedaréis atados a esta única promesa. Si incumplís lo que juráis, sentiréis un gran dolor y sangraréis. Y os prometo que será cada vez más profundo si insistís en romperla de forma continuada.

 

Sí, era una amenaza que seguramente Candela me impediría hacer si lo supiera pero... ¿Por qué iba a enterarse la Directora? Saqué mi Daga, de empuñadura de plata y les pedí la mano para hacerles una herida, mínima, en la que quedaríamos vinculados los cinco. Espera... Una, dos, tres, cuatro, cinco... y yo seis. Pues eso..., que los seis quedaríamos vinculados a esta promesa.

 

-- Venga, quién es el primero... -- pregunté, abriéndome una herida.

 

El hombre del sombrero amarillo me dio su mano y la rajé un poco, después juntamos nuestras manos.

 

-- Prometo no decir nunca nada de esta clase a nadie, ni por voluntad ni de forma obligada.

 

Él lo repitió y sonreí.

 

-- ¿Quién es el siguiente?

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Giro sobre sus pies y observo a su tía Maida acercándose, gritando.


Lo tomo del brazo y el gitano sonrió tras su comentario, parecía ser que no tenia fé en que saliera ella sola con vida, pero bueno, ahora sus posibilidades habían aumentado considerablemente... Aun que... Tenia entendido que irían a la reserva, y quien sabe que cosas podría haber estado preparando la profesora para ellos, quizás, si se aburría de ellos los ofrecería como alimento para las quimeras, ¡o aun peor! los obligaría a cuidar mandrágoras.


Cerro los ojos por un segundo y se calmo, rodeo el cuello de Maida por sobre sus hombros con el brazo derecho y beso su frente. Le regalo una sonrisa, algo no muy común del gitano, pero que a veces aparecía. Creo que es momento de evaluar nuestras opciones... murmuro ¿Sabes volar un dragón? podríamos robarnos uno, después de todo sus huevos valen muchos galeones. ladeo su cabeza levantando ambas cejas de manera conjunta y volviendo a su lugar.


No creo que se te quite. le respondió a Jeremy riendo.


No se había percatado de que habían más personas con artículos amarillos en la fila, aun que a decir verdad, la nota decía que debíamos llevar pañuelos y aquel sujeto tenia un sombrero algo extraño y llamativo... No le dio mucha importancia, y tomo un par de lo que el rubio les estaba ofreciendo, no presto atención a lo que era, pero solamente los tomo porque le gustaba fastidiar a su hermano.


Matthew no comía dulces... Ni cosas con demasiada azúcar, no le gustaban; por lo que se dio vuelta disimuladamente y escupió varias veces para sacarse los trozos que le habían quedado en la lengua.


Un sonido llamo su atención, era la profesora. Una mujer con cabello en tonos violetas les hacia señas y murmuraba que fuéramos hacia ella. Ignorando la multitud de personas que esperaban por entrar e intentando burlar al guardia que se encargaba de ellos, hicieron tiempo hasta poder pasar, ante la pregunta de su profesora, Triviani reviso su bolso para comprobar que el libro estuviera ahí y si, estaba ahí, donde lo había dejado. (?)


Al decir que debíamos correr el hombre de sombrero amarillo lo hizo, literalmente y cayo sobre el lodo, su gélida mirada se clavo en él y solamente siguió caminando sin darse oportunidad a decir nada sobre lo sucedido.


Parecía ser que se necesitaba de un pacto con una daga extraña, aquella que la mujer había echo aparecer y aun desconocía su nombre... ¿Por qué debíamos confiar en ella? si, era nuestra profesora, pero su madre era la Directora, y un sin fin de veces ha querido matar a sus hijos de formas engañosas... ¿Que la hacia diferente? en fin, le gustaban los retos y las cosas peligrosas. Matthew miro a los demás y avanzo en voz alta:



Yo lo haré. comento dubitativo. Pero aun asi estiro su diestra y la bruja la tomo... Su piel era suave, y eso lo distrajo por un momento hasta que sintió la hoja de su daga cortar la palma de su mano. ¿Y aho...? antes de que pudiera terminar, le indico las palabras que debía repetir y solamente asintió con su cabeza.


Prometo no decir nunca nada de esta clase a nadie, ni por voluntad ni de forma obligada.


Miro a su tía y le guiño el ojo... Todo estaría bien, por ahora.

x2YiSbT.png

HdDMuO2.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

-Siempre tan gracioso. Algún día mataras a alguien de la risa, hermano -Respondió irónicamente el vampiro.

 

Continuó comiendo sus palomitas de maíz como si aquella fuera una visita turística de lo más normal. Es que Jeremy jamás había pisado la reserva y todo le parecía muy nostálgico. Los animales y la vida salvaje eran como un imán para él recordándole sus primeros años de vida. Le gustaba mucho aquel estilo de vida salvaje. Rememorando aquello, sonrió a los buenos modales de Matthew comiendo de su comida.

 

Entre el murmullo general del gentío, escucharon que Sagitas los llamaba moviendo un pañuelo amarillo. Del color que debían llevar y que el vampiro no se había puesto nunca. Esperaba que esa prenda no fuera la base de la clase, sino debería de volver a buscarlo. ¿Dónde lo había dejado? ¿Entre las sabanas de la Gaunt o en el Refugio Askar? Imposible de saber.

 

El hombre del sombrero amarillo no le gusto al vampiro apenas sus ojos lo interceptaron. No sabía que hacia ahí y desconfiaba de él. Esperaba que a donde fueran el primer herido y tuviera que desaprobar la materia. Su creciente animosidad tuvo su primer fruto cuando el hombre se cayó al suelo en medio de la corrida. Se veía que no tenía muchas luces, y eso llevó al vampiro a tenerle un poco de compasión.

 

La compasión no fue a más. Sagitas propuso cumplir una promesa con sangre. Y Jeremy empezó a sentir que debería haberse quedado con Anne en su castillo. El libro era de la sangre, con la vorágine de su día a día, nunca se había puesto a pensar lo que aquello significaba o que sería de forma tan literal. Pero si lo era.

 

Pudo oler la sangre en la superficie de la mano de la profesora, y segundos después en la del hombre y Matthew. “Concéntrate en otra cosa no en la sangre” se decía internamente, repitiendo las palabras que alguna vez le dijeron a principio de su conversión. Pero su cuerpo contaba otra cosa, las pupilas de los ojos empezaban a expandirse cubriendo el color azul con el negro. Los colmillos no tardaron en descender con hambre. Ya no había punto de retorno. La sed se disparó y el Askar tuvo que apelar a su poco autocontrol para no lastimarlos a todos.

 

Dio su mano temblorosa para el corte, tratando de concentrarse en otra cosa, pero los oídos le zumbaban como si alguien gritara. El corte pequeño fue indoloro, o sería que los nervios no lo dejaban prestar suficiente atención al dolor en la palma de la mano, porque la garganta reseca aullaba de necesidad.

 

-Prometo…- Empezó a replicar sin encontrar el sentido a lo que hablaba y cerrando los ojos para no ver, aunque los sentidos estaban agudizados y ya podía sentir donde estaba cada uno- No decir nunca nada de esta clase… ni por voluntad ni de forma obligada.

 

No quería verlos, bueno si quería, pero tenía miedo de comérselos como un tentempié de media mañana. El libro se le cayó al suelo y ahí quedo abierto a la mitad manchándose de tierra.

Afm5XYH.gif         Team Caldero 2bRpcep.gif

12.png

cc6JooJ.gif

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Mathew era un joven mucho más dinámico de lo que a él mismo quizá le gustaría admitir, la tomó del brazo y de pronto, la bruja sintió que algo de los genes de su primo había heredado, porque se calmó, y el monstruo de nervios que habitaban en su estómago se decidió a tomar una siesta. Aunque claro, casi despierta con el tema de los huevos de dragones, entre las pocas costumbres que tenía la ojiazul, no edtaba el contrabando de animales peligrosos, jamás. Pero antes de decirle algo, o intentar quitarle esa idea, se les unió Jeremy Askar al grupo, asombrándola, ¿hermano? Como si de matemáticas mentales se tratasen, Maida intentaban buscar las ramas o las raíces que unieran el árbol genealógico de los Yaxley con los Askar, sin éxito alguno. Tosió en cuanto notó que su distraimiento ya había tomado al menos, dos minutos con cara de póker. Sonrió a Jeremy y le hizo una ligera reverencia con el rostro.

 

Supongo que cada quién da vueltas como mejor pueda —bromeó la Yaxley, saludándolo y aferrándose un poco más al brazo de su sobrino—, espero que no tengamos que viajar demasiado, soy una bruja de tierra y prefiero caminar a cualquier...

 

Pero no logró terminar la frase, pronto, una mujer que difícilmente pasaría desapercibida en cualquier lado, se puso a darles indicaciones, por lo que supuso que era la profesora. De algún lado la había visto, aunque no estaba convencida del tono. Esa cabellera sólo le recordaba a una persona, pero claro, si Gatiux usara algo así como la metamorfomagia para pasar desapercibida seguramente lo primero en cambiar sería el color del pelo, ¿o no? Chasqueó la lengua, estaba equivocada, no podía ser su tía, demasiada distancia entre las imágenes y... no estaba prestando atención lo suficiente porque ni siquiera terminaba de elucubrar la teoría y ya estaba viendo que la bruja estaba cortando la piel de su sobrino. ¿Qué? ¿Y en qué momento se soltó? Resopló intentando recordar palabras que, honestamente, había silenciado, ¿Juramento de Sangre?

 

Iba a reclamar algo, cuando vio que Jeremy ponía cara de pocos amigos y un poco distante a la situación, hacía y pronunciaba una especie de juramento, mientras la daga también lo hería a él. No eran heridas de muerte ni mucho menos, pero todo aquello le pareció tan de chamanería que por un momento, se arrepintió de no pasar la clase cuando debió, con Aaron, al menos él, le habría hecho tener un poco más de respeto por sacrificios y maneras tan obsoletas de magia. Estiró la mano, evitó mirar a sus compañeros de clase y se sometió al mismo procedimiento. La sangre de Maida brotó suave, de color oscuro, espesa. Ella, se quedó embelesada por el contraste con su piel pálida.

 

Prometo no decir nada de esta clase, a nadie...ni por voluntad, ni de forma obligada —dijo de un sólo tirón y retiró la mano para limpiarse con la pañoleta amarilla—. Si, me parece que las opciones para salir vivos de aquí se reducen con el paso de los minutos —culminó mirando a Mathew y Jeremy—, que mi cuerpo se entierre bajo la fuente Yaxley, por favor.

 

Pronto, además de todo, comenzarían a aparecer pruebas relacionadas al Libro de la Sangre, lo sabía, porque ese nivel de maestrías requerían que uno se vinculara con los libros de los que pretendía comprender sus poderes y usarlos, así que seguramente no sería nada relacionado con la fuerza interior del anterior libro, esté reclamaría más de cada uno de los presentes y Maida no se sentía cómoda con la idea de ver a su sobrino en dificultades y estar imposibilitada de ayudarlo.

T7GHFlv.gifUseiaum.gif

c2ixJhD.jpg

oPH1dye.gif- kBtusEd.gif-

 

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Me sentí satisfecha cuando el segundo de los alumnos hizo el juramento de Sangre. El hombre del Sombrero Amarillo se frotaba la mano, apretando la herida. No dije nada a su atuendo lodoso; tal vez no le pareció importante limpiarse tras la caída o tal vez sabía bien la mejor manera de pasar desapercibido entre las criaturas que iban a ver en la Reserva y había usado un camuflaje improvisado; sucio pero efectivo, seguramente. El caminar por el lugar nos diría si funcionaría.

 

-- Muy bien... hem..., alumno. -- Me acababa de dar cuenta que no nos habíamos presentado. Nada cordial por mi parte pero, en mi defensa, no me había dado tiempo huyendo del guía del grupo de turistas. Ya lo haríamos más adelante, cuando viéramos los dragones. -- ¿Ahora tú, Jeremy?

 

Era importante que aquel muchacho hiciera bien la promesa porque... Vamos, era el novio de mi amiga Anne y no podía permitirme que le dijera que paseaba por la Reserva sin control del Ministerio, que sus funcionarios eran fáciles de burlar y que me gustaban los huevos de dragón. Así que soplé levemente con alivio cuando le vi juramentar.

 

-- Bien, el siguiente. Lo que estamos haciendo es uno de los nuevos hechizos del Libro de la Sangre. Como veis, la daga que contiene es muy adaptable a la mano. Es sencilla pero su empuñadura la podéis modificar como os parezca, no afectará su poder. Ahora usted, señorita.

 

Hice un ademán a la mujer, esperando que lo hiciera sin protestar. De todos los presentes, ella era la que más dudas tenía reflejada en la cara, aunque no llegara a expresarlo con la voz. Su expresión corporal era más que suficiente para mostrarme que no le parecía nada bien el cortar su piel. Tendría que tener cuidado con ella, algo me decía que iba a ser la parte díscola de la clase.

 

-- Este libro os arrancará dolor y sangre para aprenderlo. Es una magia relacionada con el líquido que recorre nuestras venas, suponiendo que seáis humanos y no de otra raza. Pero es lo mismo. La sangre es el elemento que os vinculará a su conocimiento. Esta Daga que habéis tenido en vuestras manos conecta a las personas para sufrir el mismo dolor que sufra cada uno. Ahora estáis obligados a defenderos los unos con los otros de cualquier peligro, pues lo que uno sufra, lo hará el otro. Así que me siento feliz ya que me protegéis todos de que me pase algo malo, al menos que seáis masoquistas...

 

Sonreí de forma bonachona y miré hacia el horizonte. Tras el puente, una gran verja de alambre y magia impregnada les separaba del territorio de los dragones. Moví los labios en un gesto de desagrado aunque ello no iba a detenerme, por supuesto.

 

-- La Daga sirve para atacar tanto como para defenderos. Podéis jugar en ambas direcciones, sabiendo de antemano el daño que va a sufrir el contrario. Si conseguís usarla bien, podéis hacer que el otro sufra mucho, aunque vosotros también. Supongo que, como dije antes, depende del grado de soportar el dolor de cada uno. También sirve para proteger; suele ser usado por el cuerpo de protección o guardaespaldas para sacrificarse en caso de necesidad pero eso ya es cuestión de lo que quieran implicarse en su trabajo.

 

Señalé la verja con un leve movimiento de la mano.

 

-- Bien, hemos llegado. Tenemos que pasar al otro lado y estaremos dentro del territorio de Dragones. Ahora tenemos que defendernos los unos a los otros. Así que vamos a practicar antes el Hechizo de Maldición. ¿Lo habéis leído antes? ¿Sabéis como funciona? A ver, tú, el Sombrero-Amarillo, ¿lo conoces?

 

Para mí sorpresa, el hombre negó con la cabeza. ¿Es que no había tenido la sensatez de leerse el libro antes de venir a clase? Gruñí por lo bajo y me acerqué más a la barrera. Tampoco era tan difícil atravesarla...

 

-- ¿Alguien se arriesga a usarlo? Y pensar como cruzar todos al otro lado, venga, que no tenemos todo el día...

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.