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Libro del Equilibrio XXXIX


Mia.
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La brisa del aire frío era perceptible incluso para aquellas personas que iban bien abrigadas y no era para menos, puesto que la hora en que la matriarca Black Lestrange los había citado en los jardines de la Universidad era un tanto inapropiada para muchos; las 11.30 pm. Sabía que no podía darles mucho de margen para llegar, porque contaban con el tiempo justo para traspasar el portal que crearía en algunos minutos y estarían viajando un sitio sumamente diferente a Londres y que contaba con algunas diferencias en horario que podrían perjudicar sus planes en caso de salirse del guion.

—Apuren, apuren. —fue la orden que dio, en cuanto notó como poco a poco comenzaban a llegar los cinco alumnos— Fulgura Nox —siseó consiguiendo que un portal se abriera a un costado de su posición.

El portal los trasladaría para algunos por segunda vez y a otros por primera al campus central de una universidad muggle, el cual había sido galardonado el año pasado por una revista educativa como el más hermoso de todo américa latina y que contaba con el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad otorgado por la UNESCO y eso sin contar que era considerada como la mejor universidad del país. Estaban en la Ciudad Universitaria perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México, un sitio que podía considerarse como equilibrado por todas las esferas temáticas y escenarios que la conformaban.

Cerrando unos segundos los ojos, permitió que la brisa fresca del amanecer la golpeara en el rostro. Todos los alumnos habían conseguido llegar hasta la entrada rectoría de la universidad. Sitio que permitía el disfrute de las vistas panorámicas que ofrecía el sol, la vegetación y las construcciones, parecía tan naranja y llenó de vida que supo que había elegido sabiamente el sitio y más, cuando consiguió dedicarse totalmente a observar a los murales del edificio que supuso era el de la Biblioteca Central del campus.

Era impresionante la belleza y delicadeza que se mostraba en la obra de arte que era aquel lugar. Cuatro murales hechos con piedras de colores recolectadas en todo el país para elaborarlos, cada lado representaba una parte de la historia de México, lo prehispánico que contenía algunos jeroglíficos y escenas encontradas en códices que permitían reflejar ese pasado tan lejano, el segundo era una representación de la etapa colonial, el tercero la clara muestra de la etapa de modernización tecnológica que se vivió en el país y finalmente, el cuarto lado contenía el escudo de la institución junto con pequeñas imágenes que pretendían representar todas y cada una de las actividades que realiza la universidad.

Toda esa dualidad representada en cuatro murales, le abrió el pensamiento a saber que el equilibrio era complicado de encontrar pero de alguna manera en ese sitio existía porque no solamente era un lugar reservado para los varones, sino que también acudían mujeres que practicaban en la constante transformación de ideología y educación de las masas desde diversos ámbitos, pero antes de discutir esos términos tendría que resolver la duda que se le planteaba y que esperaba que todos pudiesen responder.

—¿Qué es el equilibrio? ¿cómo consiguen mantenerlo entre sus actividades diarias? —dejando la pregunta al aire le regaló una sonrisa a los presentes, como intento de romper el hielo, aunque en esa clase eran más miembros de su familia puesto que ahí estaba su hijo, hermana y padre y dos personajes ilustres de la comunidad mágica.

Esperando a que alguno se tomará como voluntaria o voluntario a responder, desabrochó la capa que cubría unos sencillos jeans con un suéter blanco, los cuales conseguirían pasar desapercibidos para los escasos alumnos que comenzaban a vagar a algunos metros de distancia, llegando a sus clases e intentando entrar a tiempo.
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Llegó a la Universidad justo cuando Mía conjuraba un Fulgura Nox para abrir un portal. Iba vestida de forma sencilla, tejanos, camiseta, cazadora y botas de cuero. De su hombro colgaba una mochila en la que había guardado el Libro del Equilibrio y los objetos que iban con él: el Anillo antiveneno, el frasquito con las Semillas de Hielo, los Pétalos de Pensamientos y el Amuleto de la Resurección. El Libro se encontraba aún en blanco y no le era posible leer la magia, pero conforme la clase fuera avanzando, los hechizos y el uso mágico de los objetos, se irían escribiendo en él, a medida que los necesitara y, si lograba aprobar, el Libro y la magia que contenía se vincularían a ella para siempre.

 

Los Uzza le habían hablado de pasada de aquel libro, cuando los conoció por primera vez en Oriento Medio, en su primer viaje a la Tierra de Uzza. Aunque ahora no podía recordar gran cosa de los hechizos de aquel libro, sí permanecía en ella la impresión general que le había causado el mismo y lo mucho que le había gustado. Un libro balanceado, con hechizos tanto ofensivos como defensivos. Tenía algo de poesía aquel libro, eso no lo había olvidado. Se sentía particularmente atraída hacia aquellos hechizos, que cuando el Uzza se los nombró, le parecieron increiblemente hermosos. A veces, la belleza era poder, por más que aquel Libro pudiera ser usado por magos de bajo nivel.

 

Le habían contado también su historia, pero apenas unas breves notas. Algo tan nimio que casi lo había olvidado. ¿Un altercado durante unos Mundiales de Quidditch? No estaba segura, pero creí recordar que los Uzza habían conseguido el conocimiento de aquel libro en pago a unos servicios muy secretos durante una Copa del Mundo y, por lo que recordaba, no había tenido lugar hacía tanto tiempo. Era uno de los últimos conocimientos adquiridos por los Guerreros Uzza.

 

Mackenzie atravesó el portal conjurado por Mia y se encontró en un lugar en el que nunca antes había estado. Consultó su brújula para saber dónde estaban y se llevó una grata sorpresa al comprobar que estaban en la Universidad Nacional Autónoma de México. Era un lugar muy hermoso. Estaba admirando los bellos murales, mientras escuchaba a la profesora y, cuando hizo la pregunta dirigida a la clase, respondió por impulso, abstraída aún en la belleza de aquel lugar.

 

- El equilibrio es la armonía de la vida -respondió sin pensar mucho. - Todo está conectado, particularmente, los seres vivos. Pero las conexiones deben ser armónicas y perfectas, para que la vida fluya y la magia con ella. La belleza es la manifestación del equilibrio y la sabiduría su mejor consecuencia.

 

De pronto, dejó de admirar los murales y volvió la vista hacia Mia, pensando que responder en unas pocas palabras a la cuestión del equilibrio, provocaría un discurso ininteligible. El equilibrio era una de esas cosas, que se dejaban apresar mal por las palabras.

 

- Te diría que suelo respirar hondo ante problemas difíciles para no perder mi equilibrio personal, pero siendo sincera, respirar hondo en momentos difíciles es algo que siempre se me olvida. Lo que mejor me funciona es concentrarme en la belleza. Cualquier cosa que a mis ojos me parezca bella.

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Uy, creo que no voy a llegar. puso los pies en polvorosa en cuanto notó la apertura de un portal a un par de metros de su posición. Corre, Eobard, corre.

 

Él, apenas se había aparecido justo fuera de los límites de la Universidad, para poder llegar al punto de reunión establecido por su madre, quién fungiría para efectos de tal clase, como su profesora. Era una clase bastante más numerosa que la anterior, cosa que le causaba un cierto conflicto. Pero, ¡vamos! Que entre los presentes, estaban su propio abuelo, y la señorita Malfoy, con quién ya había compartido una clase anteriormente.

 

Y corrió, como lo habría hecho Barry, su osito mediador. Sintiendo que no lograría cruzar el portal antes de que este se cerrase, el castaño tomó impulso y se lanzó como si fuera un taladro hacia el agujero espacio-temporal, cayendo sobre el adoquín que coronaba el suelo dónde se alcanzaba a ver la Rectoría, la Biblioteca Central, e incluso algunas facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Adoptó una posición de meditación, ahí en pleno suelo, dejando que el aire matinal entrara a sus pulmones. Ningún lugar le producía tanta tranquilidad, como aquel en el que se encontraban. Ya lo había visitado antes, aunque debía admitir que el extremo sur parecía un tanto ajetreado a comparación del campus central. Apoyándose sobre las botas de caza que le llegaban a media pierna, se levantó para saludar con una ligera cabezada.

 

La pregunta de la rubia, tenía bastantes respuestas posibles, todas ellas válidas desde la perspectiva de cada persona. Escuchó la propia opinión de la viceministra de magia, mientras pasaba el índice por el anillo en forma de rayo que almacenaba todos los poderes obtenidos hasta la fecha por el castaño; conforme necesitara los del libro que cursaba en ese momento, se irían desbloqueando.

 

Encogió los hombros, decidido a hacer su intervención, para así continuar maravillándose con el paisaje que ofrecían las Islas en tan perfecta mañana. Dio un largo respiro, antes de separar los libros.

 

Lo vería como un estado del individuo, en el que se encuentra totalmente conectado consigo mismo y con lo que le rodea. tamborileó su barbilla con el índice, pensando en qué más agregar. Quizá eso fue un tanto espiritual, pero así lo concibo. En cuanto a la forma en que lo mantengo en mi vida...Bueno, creo que no soy el mejor ejemplo.

 

A su lado, pasó un joven que parecía apurado por llegar a su clase, por lo que le propinó un empujón que casi lo hace caer de bruces. El castaño se sostuvo por muy poco, procurando distribuir su centro de masa alrededor del estómago para no tropezarse, y volvió a su posición inicial. Había mantenido el equilibrio, por así decirlo.

 

Supongo que haciendo lo que me gusta, tanto como lo que no es de mi total agrado, así se mantiene una cierta lógica..

 

Invocó la daga del sacrificio de forma no verbal, balanceándola sobre la yema de su dedo índice, hasta que ésta se quedó inmóvil. Era fácil hacerlo con magia, pero serenar el cuerpo de esa forma, hasta lograr transmitir ese balance hacia el objeto, podía complicarse un poco.

 

En perfecto equilibrio, como todo debe ser. susurró.

 

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Llegó a los terrenos de la universidad justo cuando los últimos participantes se disponían a cruzar el portal. Hubiera llegado más rápido desapareciéndose pero por algún motivo hoy le había apetecido hacer el trayecto en su vieja saeta de fuego. Siempre se había sentido cómodo en las alturas, ya fuera en escoba o en su forma animaga, volar le ayudaba a concentrarse y tomar perspectiva.

 

Se había vestido con una cómoda túnica de color azul oscuro con runas mágicas bordadas en espiral a lo largo de sus mangas. Llevaba los objetos mágicos requeridos en un maletín de piel de moke, y la varita escondida en un pequeño bolsillo del interior de su manga. Observó el fulgura nox con desconfianza antes de cruzarlo, recordando lo inestable que podía llegar a ser aquella magia. Confiaba en que no muriera nadie esta vez.

 

No reconoció el lugar al que lo transportó. Parecía uno de esos centros de estudios en los que los muggles se esforzaban denodadamente en abandonar el estado de ignorancia perpetua al que estaba condenada su civilización. Se percató de que muchos de ellos se quedaban mirando sus ropas, extrañas para ellos, con una expresión de burla. Empuñó la varita con la intención de aplicar un hechizo desilusionador que lo convirtiera en un muggle más, pero se detuvo. ¿Qué importaba? No se avergonzaría de sí mismo ante los necios.

 

Observó el extraño lugar largamente, fijándose especialmente en una horrenda construcción vertical y acristalada que denominaban rascacielos. Se habían reproducido a tal ritmo y de manera tan voraz, que los muggles se habían convertido en una auténtica plaga y por lo tanto se veían obligados a apilarse los unos sobre los otros para dar un sostén arquitectónico al paradigma cultural de reproducción y consumo que caracterizaba su decadente sociedad. Sintió, y no por primera vez, lástima por ellos.

 

Agradeció la pregunta de su anfitriona y las respuestas de sus compañeros, aunque solo fuera por la oportunidad de abstraerse durante un instante de su entorno.

 

- El equilibrio es la consecuencia del caos -dijo cuando finalmente le llegó su turno- Las piedras de hielo en una bebida parten de un estado de sólido equilibrio y se inicia en ellas un proceso de entropía que deriva en su liquidificación, culminando en un nuevo estado de equilibrio que logra una armonización no solo del estado líquido de todo el contenido del vaso sino también su temperatura uniforme

 

Mientras decía esto, no pudo evitar mirar de reojo al rascacielos y a la riada de muggles que entraban y salían de él como una marabunta.

 

- Hay belleza en el equilibrio, desde luego, pero también un peligro de decadencia, pues la vida requiere evoluciones y transformaciones que no serían posibles en un estado de equilibrio inmutable. Comprender, por tanto, el equilibrio como una parte de un todo, ayuda también a comprender el funcionamiento mismo de la magia.

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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Este sitio está atestado de muggles —siseó con un tono despectivo el patriarca de los Black Lestrange apenas y cruzó el umbral del portal mágico que abrió su hija para dar inicio a la clase.

A pesar de ser un purista de la sangre, Jocker sabía que la sociedad contemporánea en la que vivía estaba más que emocionada por compartir y fraternizar con personas no mágicas de todo tipo, llegando incluso al punto de formar agrupaciones en pro de derogar el Estatuto Internacional del Secreto de la Magia, aunque los muggles no tenían idea de la existencia de seres mágicos. Jocker también estaba a favor de esto último, pero por motivaciones opuestamente distintas.

En aquella ocasión, Jocker vestía un kurta de color marrón, con un diseño de plumas en patrón, de color negro, de cuello mandarín, salwar azul marino y sandalias café. Tenía tanto la varita como el libro del Equilibrio y los demás amuletos y objetos en bolsillos de piel de moke, ocultos en su vestuario; aunque tenía ansias de probar en él mismo un poco de los pétalos de pensamientos para estimular su agilidad mental.

Equilibrio es armonía —dijo cuando llegó su turno.

Un grupo de muggles soltó una carcajada de pronto, a lo lejos; estaban rodeando un aparato rectangular de color blanco que tenía un símbolo gris brillante con forma de manzana mordida y que proyectaba en una pequeña pantalla imágenes que causaban mucha gracia en el grupo de jóvenes.

Y lo interesante es que es mucho más grande que nosotros —dijo haciendo alusión directamente a la respuesta de su nieto Eobard a la segunda pregunta—porque puede que nosotros estemos “desequilibrados” de alguna forma, pero el universo se encarga de “desequilibrar” la balanza en otro para que haya armonía total.

En cuanto terminó de hablar, una muchacha de melena negra pasó corriendo por el costado del grupo de magos y brujas, presionando sobre su pecho un par de libros y unos cuantos apuntes. No iba atenta de su trayecto, pues estaba más preocupada de contener el llanto que se desbordaba sin control alguno, por mucho que lo intentase.

¿Y cómo consigo mantenerlo en mis actividades diarias? No me preocupo por mantener el equilibrio… es natural llevar una vida equilibrada cuando alcanzas la madurez… la vida te hace equilibrar sí o sí.

Un nuevo pensamiento cruzó la mente del patriarca de los Black Lestrange cuando terminó de hablar. No lo verbalizó, sin embargo, pues seguía analizando con detalles sin entender del todo aquellos manuscritos que lo habían hecho tomar la decisión de volver a Ottery después de perder a Ainé.

«No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso. ¿Por qué has de destruirte?»

אהבה מושלמת באה במהירות, וכל השקרים צורחים מושתקים


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—Jamás me libraré de los molestos muggles —poniendo sus ojos en blanco, se alistaba para cruzar el portal. Conocía a su hermana Mia y no le extrañaría que les sorprendiera con una grata aventura. Black Lestrange se calzó una chamarra de piel, acompañada por unos jeans azul rey y un corsé negro como el ala de un cuervo. Echándose una mochila al hombro, recorría con la mirada los terrenos de su familia, extrañaría ese paraje que se plasmó en su memoria como lo hace una huella digital sobre el papel. Su cuerpo se vio seducido por una ligera ventisca que comenzó a soplar, brotando del suelo de los jardines un grupo de manos, aquellas danzaron como un grupo tribal rodeando a la rubia, poco a poco envolvieron por completo toda su anatomía.


Era una forma practica de viajar, dejando de lado los trasladores y la molesta sensación al caer de bruces contra el suelo. Era más intenso para ella emplear las artes del bajo astral, justamente por eso la Nigromancia era su habilidad favorita y tener el control sobre esta, no hizo más que revivir la parte más nociva y tóxica de la rubia vampiro. Poco a poco su anatomía desapareció de Ottery y le condujo hacia donde le esperaba su hermana, no le gustaba ser la última en llegar, pero la puntualidad no le había jugado a favor en esa ocasión.


Respirando hondo cruzaba el puente, dándole la bienvenida un sitio que recordaba haber visto en algunos tomos. La Universidad Autónoma de México o mejor conocida como UNAM. Un recinto academizo reconocido mundialmente por la excelencia educativa que ofrecía a los estudiantes muggles. Perdiéndose un breve instante en el cielo, intentaba acoplarse a todo lo que le rodeaba, no era adepta a tener cerca a los muggles y no intentar matarlos. Creo que ahí radicaba su falta de equilibrio y control muchas veces, porque le era más sencillo lanzarse a matar sin pensar en las consecuencias que eso acarrearía.


Saludando con una ligera reverencia a su padre y sobrino, les dedico el mismo gesto al Ministro y la Viceministra—Para mi el equilibrio es poder salir a cazar para alimentarme, aunque creo que a veces pierdo los papeles y no logró encontrarlo dentro de mi. Lo considero una cualidad, pero no he descubierto donde se esconde o en que parte de mi radica —no se extendería demasiado en su explicación. Aprendió a ser concisa y directa, agradeciendo ese rasgo obsequiado por la Arcana Sauda.


—El universo puede darnos un ligero empujón y desequilibrar nuestra existencia, pero creo firmemente que algo dentro de nosotros. Ya sea la madurez o experiencia que nos dan las vivencias que hemos enfrentado en nuestra existencia, permiten que vivamos en un equilibrio medianamente real, pero no del todo —agregaba desviando su vista hacia la profesora. Confiando en que ella le ayudaría a descubrir la mejor forma de enfrentarse cara a cara con el equilibrio, dándole la oportunidad a este de residir en su vida y regir una parte de esta. Conocer y reconocer era el mantra que se repetía en su cabeza, resonando como lo hacen las campanadas que llaman al encuentro de una batalla decisiva con ella misma.


—Tal vez, pueda aplicarlo en el día a día o solo en situaciones especificas, pero creo que eso lo descubriré cuando sepa que es realmente el “Equilibrio”, porque puede tener diversas definiciones. A mi me interesa conocer la más real y certera, espero que comprendas mi punto —asintió cruzándose de brazos permitiendo que la catedrática continuará con la clase. Despertándose en ella un interés insaciables por ver que era lo que les esperaba a continuación.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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La mañana comenzaba a avanzar rápidamente y ellos continuaban parados a un costado de la asta bandera que ondeaba orgullosa la bandera de México. Un bonito adornó que permitía recordar a todos los que ingresaran a cierta área de la universidad, el sitio donde estaban y la posición que representaban delante de la sociedad nacional e internacional. Algo que innegablemente, les obligaba a encontrar un equilibrio entre todas las responsabilidades que representaba ser estudiante, hijo, esposo, esposa, madre, padre, empleado o demás; todo sobre una misma balanza, aunque en diferentes rubros.

Aunque más que rubros, eran esferas las cuales afortunadamente o desafortunadamente eran compartidas por los magos y brujas presentes, porque todos intentaban mantener cierto grado de distribución de tiempos que para ella podía fungir como equilibrio, pero que de acuerdo a lo que estaban diciendo los presentes, podía interpretarse de diversas maneras. Había acertado al iniciar con un cuestionamiento de ese tipo, porque le permitiría tomarlo como base para explicar algunas cuestiones relacionadas a los poderes que guardaba el interior del libro que estaba segura habían traído todos para poder estudiarlo durante el transcurso de la clase.

—El equilibrio es un estado que permite que todo este acomodado de cierta manera para que fluya correctamente, como bien lo han dicho o he logrado interpretar de sus respuestas. —tomó la palabra— Asimismo, es importante saber y comprender que toda acción tiene una reacción y para mantener el equilibrio entre las mismas, este libro contará casi en su totalidad con hechizos que contrasten uno con el otro, como lo es el calor y el frio.

Levantando su diestra hizo aparecer su ejemplar del Libro del Equilibrio y lo abrió en las primeras páginas, dando a entender de ese modo que debían sacar el propio los demás. Era momento de comenzar a leer los hechizos que se guardaban en él, siendo cuatro los primeros que el libro les permitiría encontrar, aprender y analizar. Regalándoles una sonrisa, leyó mentalmente los hechizos flechas de fuego y semillas de hielo, justo los que había mencionado segundos antes que podían ser duales y enseguida el cineade y el anillo antiveneno. Esos cuatro, eran los únicos que podrían leer y analizar.

— ¿Tienen alguna duda de lo que esta apareciendo en las páginas de sus libros? ¿Comprenden un poco mejor mis palabras anteriores? —soltó de manera retórica.

Girándose y dándoles la espalda, observó detenidamente el flujo constante de estudiantes sobre una superficie cubierta de pasto y algunos árboles que eran conocidas como las islas, ¿por qué? Quizás porque era un espacio que parecía no encajar con todo lo que lo rodeaba, que eran las entradas a diversas conexiones con edificios de tramites universitarios y otros, con las facultades. Considerando, la posibilidad de comenzar a explorar ese sitio, se encaminó hasta las escaleras que los llevarían a ese sitio por debajo del nivel de la torre de rectoría.

 

—Sino tienen dudas, se van a dividir en tríada y dupla, con la intención de practicar un poco los hechizos. —explicó con tranquilidad— El primer grupo será Mackenzie y Eobard, y el segundo Crazy, Juv y Jock. —mirándolos, se detuvo a pensar, si les comentaría el hecho de que uno de ellos se enfrentaría a una criatura mágica en una facultad y el segundo a una bebida que contenía veneno.

No, lo mejor sería no comentarles nada. Quería ver como se desarrollaban con los hechizos y estaba segura de que esa era la mejor manera para conseguirla, así que mirándolos una vez más, les abrió los brazos, indicándoles que estaban en su espacio y podían comenzar con su proceso de aprendizaje, el cual estaría siguiendo de cerca y estaría dispuesta a orientar cuando fuese necesario o lo quisieran. Le gustaba que los alumnos guiarán su conocimiento y usarán su creatividad, porque era la mejor manera de que aprendieran y se interesaran por su formación o al menos, anteriormente había sido lo que le funcionó.

Editado por Mia.
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- Ninguna duda, de momento -respondió automáticamente sin alzar mucho la voz. Estaba absorta en los hechizos que habían comenzado a escribirse mágicamente en el libro que tenía entre las manos. Justo en ese momento descubrió que recordaba claramente aquellos cuatro hechizos que Mia había hecho aparecer en el libro. No sólo recordaba los hechizos, también las explicaciones de los Uzza cuando les entregaron aquel libro a su padre y a ella y las conversaciones posteriores con su querido padre, entre fuego de chimenea y whisky de dragón, analizándolos, viendo sus posibilidades y estudiando sus efectos.

 

Siguió a Mia, que ahora avanzaba hacia unas escaleras. Mientras bajaba por ellas, le parecía curioso el grado de parentesco que muchas familias tenían en el mundo mágico. Allí estaban ella y su padre, Crazy Malfoy, junto a la familia Black Lestrange, que no era otra que la familia de su propio medio hermano, Jock, hijo también de Crazy, pero no de su propia madre, sino de Animaga, la primera esposa de su padre, aunque pocos conocían a aquella poderosa bruja por su antiguo nombre. Ya hacía mucho tiempo que era conocida como Amber Black. Apenas conocía a Mia o a Eobard, pero eran la hija y el nieto de su medio hermano, lo que de alguna manera los convertía también en sus propios familiares. Incluso estaba también Juv, que además de ser miembro adoptivo de la familia Malfoy, era al mismo tiempo Black Lestrange, al ser la hija de Jock y, por tanto, también medio sobrina de Mackenzie.

 

Llegaron a un lugar en un nivel más bajo del que habían estado antes y Mia les indicó que se dividieran. Ella debía unirse a Eobard para practicar los hechizos. Concretamente, eran cuatro hechizos, flechas de fuego, semillas de hielo, cineade y el anillo antiveneno. Lo curioso es que en el libro de Mackenzie habían aparecido dos hechizos con el mismo nombre, semillas de hielo. Uno de ellos estaba difuminado y confuso, pero lo suficientemente visible para que Mackenzie lo recordara a la perfección de sus conversaciones con los Uzza y con su padre, hacía ya tanto tiempo.

 

- ¿Hacia dónde vamos? ¿Conoces este lugar? - Le preguntó a Eobard, separándose del grupo. - Tal vez deberíamos explorarlo un poco.

 

Mackenzie avanzó hacia uno de los edificios. Muchos estudiantes se dirigían también hacia allí. Iba vestida con tejanos y parecía una estudiante más, lo que le permitía libertad de movimientos. Entró por unas amplias puertas y muy pronto pudo ver el cartel que anunciaba los estudios que se cursaban allí: Facultad de historia. Avanzó por los pasillos hasta encontrar un lugar alejado de los muggles, en donde pudieran empezar a practicar, tal y como les había indicado Mia.

 

- ¿Qué tal este lugar? - Le preguntó a Eobard. - Tiene pinta de estar bastante escondido para que no nos interrumpa nadie.

 

Mackenzie se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y abrió el libro. Se colocó el Anillo Antiveneno en uno de los dedos y el frasquito con Semillas de hielo, una diminuta arena plateada, en un colgante del cuello. Luego invocó las Flechas de Fuego, sin necesidad de pronunciar palabra alguna y observó como disparaban una andanada de filamentos de fuego. No había ningún objetivo cerca, así que las dirigió hacia la pared. Allí no podían producir heridas sangrantes, pero el fuego incendió una zona y abrió un pequeño boquete ennegrecido en la pared.

 

- ¡Vaya! Parece que esto funciona. Pero tendremos que reparar los destrozos antes de irnos, no vaya a ser que los muggles se nos echen encima -comentó con una sonrisa divertida. -Semillas de hielo -pronunció, apuntando contra la pared quemada. Quería probarlos todos. El boquete ennegrecido se cubrió ahora de hielo.

 

De pronto se dio cuenta de que necesitarían un objetivo si querían apreciar bien los efectos de aquellos hechizos. Contra una pared, las flechas de fuego no producirían sus heridas sangrantes, las Semillas de Hielo no paralizarían nada y el Cinaede no haría nada de nada, puesto que era un veneno gaseoso creado con Pétalos del Pensamiento.

 

- ¡Ey, Eobard! ¿Crees que sería muy loco raptar a un muggle para practicar?

 

Mackenzie se puso de pie. Suponía que Eobard le quitaría esa loca idea de la cabeza, pero al menos tenían que encontrar un gato o un perro o cualquier cosa con más vida que una pared. La bruja realizó un encantamiento que, sin duda alguna, atraería a algún ser vivo hacia ellos. Muy pronto se oyó el ruido de unos pasos, pero para sorpresa de Mackenzie, sonaban con mucha más fuerza que las pisadas de un animalillo, incluso que las de un muggle.

 

- ¿Has oido eso? Parece que tendremos nuestro objetivo a mano -sonrió con malicia.

 

La pared que ahora estaba maltrecha por el boquete ennegrecido cubierto de hielo estalló de golpe. Mackenzie abrió los ojos desmesuradamente pues lo que su encantamiento había atraído no era, en modo alguno, lo que ella había esperado. Un enorme trol de montaña, de piel gris pálida y sin ningún cabello en su horrible cabeza los miraba amenazante y empuñaba un garrote hacia ellos. Mackenzie sabía que los troles podían ser todos peligrosos, pero los troles de montaña eran especialmente peligrosos.

 

- Semillas de Hielo - En su pensamiento se formó el hechizo que más recordaba de aquellas conversaciones con los Uzza y su padre. Fue algo instintivo y no pudo por menos de replicar en su mente una respuesta que años atrás había repetido mil veces: Sí... ya lo sé, papá, las Semillas de Hielo no paralizan ofuscables. Pero esto no era una ofuscable, así que funcionaría.

 

Tal y como esperaba, el rayó produjo un viento helado y el Trol quedó recubierto de hielo y paralizado en menos de un suspiro.

 

- Ahora es tu turno, Eobard. Acaba con él. - Sonrió Mackenzie satisfecha, mientras esparcía también unas pocas Semillas de Hielo por el suelo, alrededor del Trol, de forma que la diminuta arena plateada, al contacto con la superficie, convirtió el suelo alrededor de la criatura en hielo puro. Al trol le resultaría ahora complicado moverse con facilidad, pues resbalaría cada vez que intentara desplazarse hacia ellos. Teniendo en cuenta que además los Troles eran muy torpes, Mackenzie confiaba en que acabar con él fuera sencillo.

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Le pesó menos el sacar el libro de uno de los bolsillos de su pantalón, pues tenía un hechizo de expansión indetectable integrado. Era como traer un mundo de artilugios al alcance de la mano. En cuanto su madre comenzó a recitarles de la dualidad que tenían algunos de los poderes de ese libro, lo relacionó inmediatamente con la razón por la que se le daba el título del Equilibrio a tales páginas; no podía existir blanco sin negro, así como tampoco existía el bien sin el mal, eran como simbiontes. Sólo así se mantenía el balance.

 

En cuanto sus ojos, fríos como el mercurio, se encontraron con la descripción del Cinaede, resplandecieron con cierta malicia, como solían hacerlo durante su breve tiempo como mortífago. Sin duda, aquellos hechizos serían interesantes de poner en práctica. Así que, siguiendo las indicaciones de la profesora, se separó del grupo inicial para acompañar a la viceministra de Magia; se entendía, al ser un grupo numeroso, lo ideal era que los alumnos aprendieran por cuenta propia para que fuera más dinámico.

 

Estuve aquí una vez, sí, pero de eso hace tiempo. respondió el castaño-rubio, mientras se aproximaban a la entrada de la Facultad de Filosofía y Letras, en el ala del Departamento de Historia. Me recuerda un poco a Ilvermorny, que quizá es la escuela con los pasillos más caóticos en horas de descanso.

 

Resopló con cierto fastidio ante la idea de meterse en medio de un tumulto de personas que forcejeaban por salir o entrar; le gustaba su espacio personal, sobre todo cuando no era invadido por mil personas a la vez. Por fortuna, el jardín aledaño a la biblioteca parecía desierto. Tan tranquilo, que casi parecía que que lo habían desalojado para que ambos alumnos practicaran con los poderes. Sin más, Black Lestrange tomó asiento en el fresco césped, observando cada uno de los intentos de Mackenzie, mientras jugaba con el frasquito que contenía las semillas de hielo.

 

Siendo sincero, creo que un sujeto de pruebas vivo sería lo mejor...Pero, no sé qué tanto se pondría en juego el Estatuto Internacional del Secreto. No me gustaría ser vetado de otro país.

 

Rió con cierta ironía, hasta que el sonido pesado de unas pisadas lo hicieron preocuparse. No era normal, dado el lugar en el que se encontraban, percibir ese tipo de movimiento. Ahogó un grito en cuanto el boquete que había generado Mackenzie momentos antes, fue reabierto por ese bruto. ¿Qué hacía una criatura así en una escuela? Seguro el Departamento de Regulación de Criaturas tenía algo que ver. Instintivamente, su anillo en el índice izquierdo se transformó en el de amistad con las bestias. Pero, recordó que los troles eran entes con los que difícilmente se podía razonar, por lo que se contuvo.

 

Me lo dejaste demasiado difícil, espero no sea un problema. replicó el Black Lestrange, aproximándose con cuidado a la zona donde la criatura luchaba por no resbalarse, debido a que su alrededor era una elegante superficie de hielo. Muy bien, grandulón. Tú no deberías estar aquí, así que te mandaré a dormir.

 

Hizo un movimiento involuntario de desplazarse hacia la izquierda que, gracias a las botas de siete leguas, lo salvó de morir aplastado por el garrote del trol. Aún con el poco equilibrio que le quedaba, aún podía lanzar golpes con su arma, por lo que con lo resbaladizo del piso, era doblemente peligroso. En cuanto el pedazo de madera tocó el suelo, Eobard dirigió su varita hacia éste y pronunció ¡Semillas de Hielo!, emitiendo un rayo gélido de su varita que congeló el brazo completo en el que el trol empuñaba el instrumento.

 

¿Es una broma, aún no te rindes?

 

Con el cuerpo semi-congelado, la criatura seguía empeñada en hacerles la vida imposible, por lo que sin pensarlo, el joven dirigió la punta del álamo temblón a la nariz de tan horrendo ser. Era consciente de que quizá no lo mataría, pero de menos, le produciría un malestar suficiente para incapacitarlo.

 

Cinaede.

 

Un gas invisible se dispersó desde la punta de la varita del estudiante, introduciéndose con mayor facilidad a las vías respiratorias de la criatura, debido a la cercanía a la que se encontraban ambos. Comenzó a estornudar, como si hubiese captado un poco de polén y fuese una simple alergia. Acto seguido, comenzó a convulsionarse ligeramente, similar a quien se ahogaba con un pedazo de comida, y finalmente se desplomó. El Black Lestrange colocó su mano sobre el cuello para cerciorarse.

 

No, no está muerto, pero tampoco podemos dejarlo aquí. hizo una mueca. En realidad, no podría importarle menos, pero aquello saltaría la alerta de la Universidad. ¿Se te ocurre algo para deshacernos de él?

 

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Cuando Mía hizo aparecer su libro, todos los estudiantes la imitaron, pues sabían que con aquella acción sus libros se activarían, al menos temporalmente para dejar ver sus hechizos, descripciones y secretos.

Era curioso cómo funcionaba la magia de los Uzza en aquellos textos, puesto que habían logrado que nadie no autorizado pudiese siquiera ver una línea de los escritos. Y aunque se podían compartir verbalmente con otros, nadie podía hacer nada sin tener el libro escrito en su poder.

Fascinante —había expresado el patriarca de los Black Lestrange en su época de Warlock cuando tuvo en sus manos el primero de sus ejemplares, sin poder ocultar una sonrisa, mientras las letras de los hechizos y aplicaciones iban apareciendo progresivamente.

Había pasado mucho tiempo desde entonces.

Sino tienen dudas, se van a dividir en tríada y dupla, con la intención de practicar un poco los hechizos. El primer grupo será Mackenzie y Eobard, y el segundo Crazy, Juv y Jock.

El grupo completo había seguido a Mía hasta las escaleras y se disponía a seguir recorriendo aquel lugar lleno de muggles que parecían estar tan concentrados en sus propias vidas, que no les era extraño ver a gente con apariencia extraña.

Jocker tomó la iniciativa y comenzó a caminar en dirección opuesta a la de Mackenzie y Eobard. Crazy y Juv no tardaron en seguirle.

Mientras caminaban, Jocker se apresuró a entrar a un salón lleno de mesas y sillas. Escogió una y con el libro extendido sobre una de las mesas, sacó de bolsillo una poción que había preparado con antelación y un frasco que contenía Pétalos de Pensamiento.

Alguno de ustedes tenga a mano el anillo antiveneno y el amuleto de la resurrección, por si falla esto —sentenció dirigiéndose a su padre y a su nieto.

En aquel mismo instante, el patriarca de los Black Lestrange molió con la mano un par de pétalos y los dejó caer sobre la poción que traía. Con un pequeño movimiento de la botella, sonrió y se tomó el contenido casi completo.

Jocker no estaba atento a las reacciones de los demás, simplemente quería comprobar hasta qué punto su agilidad mental se vería beneficiada.

Editado por Jock

אהבה מושלמת באה במהירות, וכל השקרים צורחים מושתקים


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