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Prueba Libro del Equilibrio - Abril


Mia.
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El momento de iniciar la prueba había llegado, no supo en que momento se demoró de más meditando sus pensamientos y dejando a los alumnos por su parte para ver como se desempeñaban en aprender por sí mismos. No era esa clase de profesora, lo tenía más que claro pero ese mes se sentía diferente; un tanto cansada de toda la serie de eventos que se habían desarrollado a lo largo de febrero y marzo, que casi podría sentir como parte de la magia que la unía a la universidad, estaba perdiéndose por completo.

 

Negando lentamente, se concentró en el sitio en el que estaba, sus pies la habían llevado hasta la explanada del centro cultural universitario, ese sitio en donde se encontraban la Sala Nezahualcoyolt, el Museo de Arte Contemporáneo y otros recintos en donde se exhibían ciertas obras de teatro y conciertos para la comunidad muggle en general, aunque los que asistían en su mayoría fuesen universitarios.

 

Considerando que era el medio día y aquel sitio estaba un poco desértico, supo que era el elegido para la prueba y así se los hizo saber a los estudiantes por medio de un panfleto, el cual se convirtió en un traslador, el cual los llevaría hasta allí. Siendo el punto de reunión aquella estructura de metal que tenía una punta elevada.

 

—Bienvenidos. —soltó con tranquilidad— El momento de su prueba ha llegado, a pesar de no haber estado a su lado todo el tiempo, los considero preparados para esto.

 

Explicó con tranquilidad, regalándoles una sonrisa y mirando como el agua corría cerca de allí.

 

—Los duelos son uno contra uno, así que las parejas quedan así Jock contra Crazy, Juve contra Mackenzie y Eobard, hijo mío tendrás que enfrentarte a mí. —soltó sin más.

 

Sacando su varita mágica, respiró profundamente unos segundos antes de mirar a su hijo.

 

—Es la prueba final, si la superan podrán vincularse a su libro exitosamente, comiencen. —completó sin más.

 

……………..

 

 

—La prueba tiene una duración de 6 días. Comienza el 27 de abril y finaliza el 02 de mayo, ambos días inclusivos.

—Permitidos hechizos de neutrales, neutrales graduados, Libros de la fortaleza, la Sangre y el Equilibrio, con énfasis en este último.

—La prueba es corta así que se pide constancia. Si una persona no responde en 24 horas el oponente tiene derecho a atacar nuevamente (aunque solo con hechizos del Libro del Equilibrio). Como solo somos los dos, se buscará ayuda externa pues no se permiten los doble posteos.

—Tras 48 horas sin respuesta (y sin notificar a la profesora) queda automáticamente reprobado/a del examen.

—Mismas reglas que de un duelo común.

—En el segundo turno el alumno atacado por una criatura (a elección). La cual constituye una barrera netamente rolística (no consumirá acción del duelo) pero deberá ser sorteada con los amuletos del Libro del Equilibrio.

—Dudas y/o consultas en el tópic correspondiente al Libro.

 

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Ante el silencio de Mackenzie, el castaño optó por continuar explorando el campus de Ciudad Universitaria, llegando incluso al extremo sur, a aquel anexo dónde se había suscitado un duelo cuando apenas comenzaba a dar sus primeros pasos en el aprendizaje de los poderes. Lo vio dándole la vuelta a un edificio, y temió que fuera una bludger o algo por el estilo, pero al final resultó un panfleto de una exposición de artista oriental. El lugar de exhibición se definía a sí mismo como el MUAC. Pero lo que no contaba el castaño, era con que se trataba de un traslador, que al contacto lo hizo moverse de su sitio.

 

Se tambaleó un poco al poner los pies sobre el suelo, y casi termina nadando en la pequeña fuente rectangular que adornaba el recinto, pero logró mantener el equilibrio. Allí, los esperaba la profesora.

 

Forma graciosa de atraernos aquí. comentó el castaño-rubio, extrayendo la varita del bolsillo de su pantalón. A juzgar por la trayectoria en que venía el traslador, ingenuamente pensé que así hacían invitaciones los muggles de por aquí.

 

Negó con la cabeza, a manera de dejar atrás el mal chiste emitido. Sabía que era momento de ponerse más serio, sobre todo porque se trataba de la prueba que decidiría si era apto de emplear los poderes o no. Tragó saliva; siempre sentía una especie de nerviosismo cuando se enfrentaba con alguien de la familia, más aún, considerando que se estaría enfrentando a su propia madre.

 

Sostuvo el fragmento de álamo temblón con dirección a la rubia, y pensó en la Arena del Hechicero, realizando el hechizo de forma no verbal. De la punta de su varita fue emitido un polvo proveniente de los huesos cristalizados de un mago fallecido a través de fuego mágico. Fácilmente podía ser impulsado por el viento; aquel polvillo iría a parar directo a los ojos de la matriarca Black Lestrange, cegándola por un tiempo e impidiendo la realización de magia que requiriera puntería.

 

Está muy tranquilo, incluso para ser mediodía. ¿Se habrán ido todos de vacaciones, o quizá hay una especie de epidemia? inquirió el joven mago, echando un vistazo a los alrededores.

 

Nada, ni siquiera una bola de paja, como esas que aparecían en las películas sobre el Viejo Oeste. Lo que sí le parecía intrigante, era la sombra que proyectaba la curiosa escultura a unos cuantos pasos de la fuente. Tenía la apariencia de ser una torre con un ojo vigilante. Sin duda, el famoso campus mexicano tenía de todo y valía la pena visitarlo.

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—Cineade.

Las palabras del patriarca de los Black Lestrange no se hicieron esperar para cuando Mia terminaba de dar las indicaciones de cómo se realizaran los duelos de la prueba final.

El gas venenoso comenzó a cubrir a Crazy con rapidez, ingresando a su sistema respiratorio para pasar posteriormente a su torrente sanguíneo. Jocker sabía que difícilmente su padre se dejaría vencer, no que le daría ni la más mínima oportunidad de causarle daños, por lo que el animago estaba decidido a utilizar todas sus habilidades para no solo ganar la vinculación con el libro sino también para ganarle al Malfoy.

Para cuando Jocker había atacado, Eobard había hecho lo propio contra Mia. Le recordó las veces en la que él mismo había entrenado a sus hijos en la sala de duelos de la mansión Black Lestrange y sonrió.

No pudo no notar que aunque estaban ellos en aquella sala, no había otra presencia humana. Seguramente Mía había arreglado todo para que el Estatuto Internacional del Secreto Mágico no fuese violado, aunque Juv se había desbordado hacía algunas horas atrás y había atacado a algunos muggles.

«Ya veremos qué pasa» pensó Jocker sin dejar de observar a su padre.

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Después de que el Anillo Antiveneno de Eobard les salvara a ambos de una indigestión o algo peor, Mackenzie ya no le tenía muy en cuenta que casi le derramara la asquerosa bebida por encima.

 

Definitivamente lo del troll había sido algo muy fácil, estaba claro que aquella universidad debía de contener muchos secretos. Si Mia la había elegido para practicar, seguramente que aquella aparente inocencia muggle que parecía impregnarlo todo, era sólo una mera fachada.

 

Eobard se alejó después del incidente y Mackenzie aprovechó para curiosear un poco, hasta que oyó que Mia los llamaba.

 

Escuchó con atención sus palabras y se alegró de que estuvieran ya en la prueba final del libro. Tenía ganas ya de que el libro quedara permanentemente vinculada a ella.

 

No sabía muy bien qué pensar de que su pareja fuera Juve, apenas había dueleado con ella, ni siquiera años atrás, cuando Mackenzie había coincidido con ella en la marca tenebrosa. Se la tenía por una experta ya en aquellos tiempos. Mackenzie, en cambio, estaba muy oxidada en aquel aspecto. Había abandonado la primera línea de combate muchos años atrás.

 

Fuese como fuese, tendría que tratar de recordar como era aquello de batirse en duelo con alguien. Y afortunadamente, su memoria no era mala.

 

Notó que todos los hechizos del libro se habían terminado de activar al momento en que Mia los convocó para la prueba final del libro. Le encantó la sensación de conocimiento desvelado, a Mackenzie le apasionaban los misterios, pero más aún descubrirlos, darles forma, despejar las incógnitas que ellos suscitaban, deleitarse con el placer de la verdad más allá de las cosas, con el conocimiento de su esencia verdadera.

 

A su mente acudió rápidamente uno de los hechizos que aún no había utilizado. La magia con la que los Uzza habían dotado aquel libro era poderosa, pues no sólo conocía el hechizo y sus efectos, sino también la forma en que debía tocar la varita, con una fuerza sutil, dejando que la energía de su interior penetrara en ella.

 

Así lo hizo, mientras miraba hacia Juve, que debía ser su contrincante en aquel duelo.

 

- Arena del Hechicero -pensó.

 

Era curioso. Un efecto que casi tenía la forma de una invocación, pues al momento de pensar en el hechizo, se formaba en el aire una finísima y casi imperceptible arena que Mackenzie sabía que no era otra cosa que los huesos cristalizados de un mago después de morir mediante fuego mágico. No quiso pensar en cómo era que tenía lugar todo aquel proceso. Demasiado complicado para aquel momento. Prefería concentrarse en su duelo y en el hecho cierto de que aquel efecto no verbal dejaría a Juve cegada y sin posibilidad de lanzar hechizos que requirieran puntería durante dos turnos.

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Antes de poder responder a la pregunta de su hijo, sintió como pequeños fragmentos de lo que parecía ser polvo cubrían sus ojos causando que perdiera un poco de la visión que normalmente poseía. Negando con diversión, supo que había sido víctima de la arena del hechicero, algo con lo que lamentablemente poco o nada podría hacer y más al recordar aquellas veces que también habían puesto en apuros a su padre en la casona, cuando intentaba mostrarles a usar la varita mágica, casi como ahora le había ocurrido con su hijo.

—Nadie nos verá, si estamos solos porque oportunamente una alarma de bomba en el Campus fue dada, de tal manera que todos han desalojado la universidad. —respondió con tranquilidad, puesto que sabía que su hermana había perdido un poco los estribos anteriormente y había causado un pequeño caos, que se había visto obligada a resolver— Cineade —siseó con tranquilidad.

Una fina nube transparente de gas comenzó a aparecer alrededor del cuello de Eobard, consiguiendo de esa manera que sus vías respiratorias comenzarán a sufrir estragos y su cuerpo quedará completamente envenenado. Era un hechizo sencillo y muy útil que traía consigo el Libro del Equilibrio y estaba contenta de poder usarlo en esos momentos.

Mirando su varita mágica, supo que tendría la oportunidad de hacer algo más pero quizás más tarde. Tenía que analizar de la mejor manera sus armas y la estrategia que seguiría porque sabía que el Black Lestrange, siempre terminaba saliendo de los aprietos en los que era colocado en los duelos de la manera más ingeniosa posible, algo que le agradaba y la hacía sentir orgullosa.

Maldición —pensó tranquilamente, de tal manera que el siguiente hechizo que el también hijo de Hivolt pronunciará se convertiría en una burla del original, algo que le dejaría un poco de ventaja— ¿Qué te pareció esta segunda parte del tour? —preguntó por curiosidad, siendo consciente de que poco o nada le había mostrar en esa ocasión.
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—No es divertido si no respondes a los hechizos —dijo Jocker, en un tono amenazante al tiempo en que azotaba la varita en el aire un par de veces.

 

Producto de esta acción y que, juntamente pensaba en Fechas de Fuego, un andanada de filamentos de fuego salió disparada hasta Crazy con la intensión de quemar su ropa y su piel, produciendo heridas sangrantes gravísimas que requerirían de su atención inmediata.

 

El patriarca de los Black Lestrange alzó una ceja a modo de reproche. Si su padre se negaba a ver lo que estaba ocurriendo en el duelo, entonces le daría un argumento para que no viera absolutamente nada por espacio de varios minutos.

 

«Arena del Hechicero» pensó y al instante, Crazy quedaría imposibilitado de atacarle, al menos en 2 turnos más.

 

Jocker bajó la guardia. Sabía que no tenía la necesidad de ganar el duelo para lograr la vinculación. De hecho, hace unos meses atrás no había logrado la vinculación aunque había ganado el duelo que lo había enfrentado a una vieja amiga. ¿Qué estaba pasando? ¿Su padre, el reconocido por miles como el más grande líder mortífago de todos los tiempos después de Voldemort, perdía de manera tan humillante?

 

Algo más debía de estar ocurriendo.

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Crazy se sorprendió de la rapidez con la que se precipitaron los acontecimientos. Tras bastante tiempo esperando indicaciones, la profesora los lanzó a un enfrentamiento con unas exigencias verdaderamente estrictas. Tampoco dejó que aquello le desanimara, pues estaba acostumbrado a que no se lo pusieran fácil. "La vida es una selva, o comes o te comen", le habría dicho su padre.

 

Con rapidez y decidido a sacar toda la ventaja posible de la situación, Jock lo atacó con cierta saña reflejada en el rostro, al tiempo que gritaba:

 

- Cineade

 

Crazy enarcó una ceja, divertido por el hecho de que su hijo hubiera pronunciado mal el hechizo. Al parecer no se había estudiado demasiado bien el libro, aunque le extrañaba verlo cometiendo un error tan infantil.

 

Furioso por el gatillazo mágico, Jock volvió a la carga invocando una lluvia de flechas de fuego, pero Crazy lanzó mentalmente una salvaguarda mágica que lo transformó en intangible al momento e hizo que las flechas traspasaran su cuerpo sin causarle daño alguno.

 

Sin cejar en su empeño de cobrar ventaja de la situación, Jock le lanzó encima la arena del hechicero, pero Crazy comprendió al instante que estaba sucediendo y a pesar de la ceguera contraatacó al instante pronunciando:

 

- Cinaede - invocando al instante un gas venenoso en torno a Jock -

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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Esbozó una sonrisa casi imperceptible al ver su ataque tener éxito. Sabía que aquello, más que detener a su madre, probablemente la motivaría a emplear hechizos más peligrosos en su contra, aún sabiendo que se enfrentaba a su propio hijo. Si se ponía a pensar en su experiencia con los duelos, Hivolt siempre había optado por lanzarle maldiciones a diestra y siniestra, por lo que experiencias así como en la que se encontraba ahora, eran de lo mejor para aprender a dar batalla.

 

¿Una bomba? inquirió el más joven de los Black Lestrange, incrédulo, y divertido ante la idea. Estos muggles y sus tendencias autode...

 

No pudo terminar la frase, pues en ese momento, un veneno invisible en forma de gas invadió sus vías respiratorias. De momento, sintió que la cabeza le daba vueltas, y temía desplomarse debido a lo que fuera que le había lanzado la profesora. Debía actuar rápido, por lo que no dudo en emplear la magia no verbal, más efectiva y quizá menos problemática. Pensó en un Anapneo, el cual hizo que sus vías respiratorias quedaran libres de cualquier intrusión adicional.

 

Si te soy sincero, me ha gustado más esta segunda parte. El extremo sur está un tanto poblado de gente, ¿no crees? Allá, se estaba tan tranquilo, que bien podría quedarme dormido en cualquier parte de ese amplio espacio verde.

 

Carraspeó, pues la garganta, después de haber sufrido semejante hechizo, aún le molestaba un poco. Sabía que tenía que curarse del Cinaede, debido al nivel de poder de su madre, pero primero tenía que contraatacar. Su madre le había echado Maldición, un hechizo del Libro de la Sangre, pero por suerte, había aprendido cómo darle la vuelta. Dirigió la varita hacia ella.

 

¡Flechas de Fuego!, formuló sin mover los labios. De la punta de álamo temblón, salió una andanada de filamentos de fuego, uno tras otro, con dirección a la rubia. De impactarle, le causarían severas quemaduras que requerirían más que un solo hechizo de curación. El castaño-rubio aprovechó el momento para pensar en un Curación, que tenía la función similar al Episkey y actuaría como tal para curarle los efectos secundarios del Cinaede.

 

En eso, Eobard sintió que algo más estaba presente ahí. Lo escuchó en la pequeña fuente a un costado de donde se desarrollaba su duelo. Al principio pensó que sólo era el borboteo del agua, pero no fue hasta que vio un par de tentáculos emerger de la superficie, que reconoció de qué criatura se trataba, puesto que era un experto en ellas. Un grindylow.

 

¿Y qué hacía una criatura así, tan lejos de mar abierto? Él no tenía idea, pero sin duda el ente quería ir a por él. Sin dudarlo, le apuntó con la varita, invocando de forma no verbal, el hechizo de Semillas de Hielo. Una ventisca emanó de la punta de la varita, congelando al pariente del pulpo en su sitio, junto con un pequeño radio de agua que le rodeaba. Aquello sería suficiente, de momento, para tener la situación controlada.

 

A su alrededor, el resto de sus compañeros, en dos casos, sus familiares, desarrollaban sus duelos con sus respectivos oponentes.

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El equilibrio que medianamente mantuvo dentro del aula, quizás no era lo esperado por el resto de los alumnos asistentes a esa clase. Pero era una realidad palpable y abrumadora, no estar ahí para encantar a nadie en particular, salvo a la profesora que se tomo la molestia de idear un sitio tan peculiar como ese. Atacar a los muggles, no parecía estar dentro de los planes de la Black Lestrange, pero para la Nigromante las reglas pocas veces cobraban una importancia que eran menos que nada.


—No existe el equilibrio absoluto, no como lo pensamos o creemos que lo conocemos —lo soltó como el viento alza una inmensa ventisca gélida dentro de la Antártida. Mackenzie era astuta, pero no tanto como para lograr que la vampiro trastabillará dentro del terreno donde estaba bien cimentada. Conocer al oponente, no era una tarea sencilla, pero la sola idea de tomarlo como un nuevo reto, ensalzaba como nunca antes sus ganas de demostrar que el libro del equilibrio quedaría bajo su control en poco tiempo.


—Cinaede — pronuncio la rubia rodeando a su contrincante con un gas venenoso, aquel que entro de lleno en su sistema y le impedía respirar con facilidad. La muerte estaba a nada de abrazar con su manto el cuerpo de la Malfoy, no le desagradaba la idea de matar, pero hacerlo de una forma tan precisa, si que lograba despertar sus más sádicos instintos.


—Daga del sacrificio —invoco el afilado objeto punzo cortante, infringiéndose un corte en su antebrazo izquierdo— Immolo oppugnare — agregó sacrificándose para agredir, Mackenzie sufría los mismos daños que la Animaga. Ella no necesitaba ver donde estaba su rival, sólo se dejaba llevar por sus instintos y esos casi siempre le conducían por la senda del triunfo. Fuera cual fuere el resultado, no se podía negar que las cosas se estaban tornando demasiado emocionantes entre ambas hechiceras.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Así que Juv empezaba fuerte. En el fondo, no le resultaba extraño. Si se paraba a recordar otros tiempos, así había sido la Juv que ella había conocido. Impetuosa, peligrosa, sin miramientos, si había una pelea por medio. Mackenzie se sonrió, a pesar del gas que notaba en sus vías respiratorias. El duelo se ponía muy interesante.

 

- Flechas de Fuego - pensó Macknzie, viendo como un instante después, una andanada de filamentos de fuego salían disparados, uno tras otro hacia Juv. Los filamentos de fuego incendiaron la piel de Juv, produciéndole ademas heridas sangrantes.

 

Eso tendría bastante ocupada a Juv, mientras Mackenzie se quitaba el gas de encima.

 

Iba a lanzar otro hechizo cuando notó algo extraño a su alrededor, impregnando el ambiente. ¡Qué extraño! Con excepción de los magos y brujas que participaban en la prueba final del libro, diseminados en la explanada, según los contrincantes asignados en cada duelo, no se veía un alma. Los estudiantes muggles habían desaparecido. Y, sin embargo, Mackenzie notaba una sutil presencia, algo, un olor, un suave siseo, una premonición...

 

Un rugido feroz llenó el aire y al instante una criatura enorme se abalanzó hacía ella. Mackenzie dio un salto, movida por sus bien entrenados reflejos, y el frasquito que contenía las semillas de hielo se derramó alrededor de la enorme bestia. Mientras la criatura se convertía en hielo, Mackenzie pudo apreciarla con detenimiento. Nunca antes había visto una bestia igual. Era parecida a un dragón, parte ave, parte reptil y no dejaba de tener un cierto parecido al Occamy. No obstante, sus colmillos estaban hechos de un cortante acero, que al quedar congelada la criatura, habían quedado señalando a Mackenzie en un gesto amenazante. Visto así, totalmente congelado, era capaz de reconocer a la criatura, por los libros que había leído y las fotos que había visto de ellas. Se trataba de un Snallygaster.

 

Sacó su frasco de Pétalos de Pensamiento y buscó el concentrado exacto que envenenaría la sangre de la criatura y le provocaría alucinaciones. Esperaba que la bestia se marchara despavorida de aquel lugar en cuanto se pasara el efecto de las semillas de hielo, presa del pánico y dolor que le provocarían aquellos pétalos.

 

Sus vías respiratorias seguían perjudicadas y cada vez eran más notorios los efectos del primer hechizo de Juv.

 

-Anapneo -Mackenzie sintió que sus vías respiratorias se abrían de nuevo. Aún así, el cinaede de Juv había sido muy fuerte, la bruja era poderosa y Mackenzie necesitaría un episkey a no mucho tardar. Pero aquello podía esperar todavía.

 

Justo un poco antes de realizar el hechizo, había visto a Juv invocar su daga del sacrificio y cortarse. Bien, no importaba. Eso la iba a tener muy ocupada durante su siguiente turno, entre Aguamentis y Episkeys. Claro que Mackenzie iba a estar en una situación parecida, aunque no igual - pensó con una sonrisa no disimulada.

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