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Libro de La Fortaleza XXX


Dennis Delacour
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Un nuevo mes daba inicio para la rubia, un mes que esperaba fuera un poco más tranquilo que los últimos que había tenido que afrontar, parecía que uno tras otro venían cargados de más problemas de los que usualmente estaba acostumbrada a manejar, pero aún así había salido victoriosa contra cada uno de ellos así que eso era algo que le subía el ánimo.

 

Aquel mes pensaba que no iba a tener que dar clases en el Ateneo de la Universidad, por la fecha en que estaban ya se había hecho a la idea de que no tendría que instruir a ningún alumno aquel mes pero la notificación recibida por la directora de la Universidad le dejó en claro que al menos por ese lado no iba a tener descanso alguno. Bueno al menos dar clases era algo que le agradaba sobre todo cuando sus alumnos no querían matarla cosa que ya había pasado en un par de ocasiones.

 

Su última claE había transcurrido en una cálida y luminosa isla en medio del mar llena de colores y muchas otras sorpresas, pero en esta ocasión su Estado anímico no se encontraba como para estar en una zona llena de luz y color.

 

Asi que cuando llegó la hora de marcharse se preparó con un pantalón negro, notas a juego, un suéter gris y sobre su ropa la túnica negra. Tomó su varita y todo lo que siempre la acompañaba incluidos los anillos y amuletos adquiridos hasta el momento en los diferentes libros que había cursado. Y es más hasta para divertirse un poco con su nueva habilidad cambio el color de su cabello Rubio por un azul claro como el de sus ojos.

 

Usando un fulgura Nox abrió un portal para dirigirse a su destino. Al poner un pie en el lugar no pudo evitar la nostalgia, estaba en las ruinas de una prisión en el norte de Irlanda, un lugar demasiado parecido a las ruinas de Abaddon aquella prisión de la orden del Fénix.

 

La noche estaba cayendo sobre aquella estructura y una suave llovizna se hacía presente, el frío estaba en el ambiente así como una mezcla de soledad y peligro latente. Normalmente no daba su clase de noche pero había decidido que era el mejor horario para llevar a cabo la clase en aquel lugar, ayudaria a que ese sitio se viera aún más aterrador sin contar que de noche era que las criaturas que habitaban aquellas ruinas salieran a buscar su presa.

 

Había enviado una lechuza a su alumno, el pergamino decía que la hora acordada era a las 8 de la noche y que la llave que acompañaba el mensaje era un traslador que lo llevaría al sitio donde ahora se encontraba. Observo su reloj de bolsillo, solo un par de minutos la separaban de la hora indicada así que se dispuso a esperar a su estudiante.

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Los interminables viajes para Black iban a verse relegados durante un tiempo, todo debido a su regreso a la Universidad Mágica. Curiosamente, aquel curso sobre poderes y magias guerreras no sería en el recinto tradicional, eso lo aclaraba su profesora en el pergamino que le había enviado unas horas atrás.

 

Ni un minuto más, ni un minuto menos. A las ocho de la noche en punto, una figura de telas negras y encapuchada acababa de aparecer en medio de… ruinas. Caminó unos pasos rodeado por una oscuridad que parecía palparse con las manos si uno lo deseara, sin trastabillar por la superficie irregular. Aquellos terrenos respiraban magia, una magia lejana. La capucha se levantó y el rostro pálido, con una cicatriz surcándole la mejilla, dibujó una media sonrisa.

 

La lluvia que caía como si pidiera permiso al abandonado lugar, humedeció los desordenados cabellos negros del mago, opacando en parte el brillo de sus hebras platinadas. Las botas a tono con su pelo y la capa de viaje que lo cubría, resonaban con su avance. El sonido cesó.

 

Los ojos grises y profundos de Black encontraron una figura que hasta entonces no había visto. Cabellos azules, ojos de igual tonalidad, y un aura de control que llamó su atención. Intuyó un segundo después que aquella era la profesora del Libro de la Fortaleza, a pesar de su evidente juventud.

 

—Ha escogido un bonito lugar, profesora Delacour —murmuró entonces Black, aproximándose unos pasos, esquivando diferentes escombros que parecían rodearlo todo—. ¿Pero dónde nos encontramos exactamente?

 

Su mayor instrumento mágico, la varita de color marfil, se hallaba sujeta con determinación en su mano derecha. El galés sabía que no se encontraban demasiado lejos de Inglaterra, ¿pero en qué punto exactamente de la isla se encontrarían? Pronto iba a descubrirlo, aunque no fuera de la mejor manera.

 

Aguardó entonces en silencio, comprendiendo, por lo que acontecía a su alrededor, que no habrían más estudiantes que él mismo en aquella ocasión.

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El clima de aquel lugar realmente estaba ayudando un poco con el estado de ánimo que tenía, ese aire frío y las ligeras gotas que caían sobre su rostro le apaciguaba un poco la mente y el alma con respecto a tantos asuntos que tenía que resolver pero ahora al menos debía enfocarse en uno solo y era en llevar de la mejor manera su clase para el estudiante que no demoraría en llegar.

 

Cuando su reloj marcó las 8 en punto se hizo presente en aquel sitio la persona que estaba esperando, un Black era el que se encontraría ahora en su clase, se había cruzado en el ministerio con algunos miembros de esa familia y hasta el momento no había tenido ninguna dificultad con ellos así que esperaba que esta vez no fuera la diferencia. Escucho las palabras del mago conforme se acercaba a su posición.

 

— Me alegra que le guste señor Black, estas son las ruinas de una antigua prisión y nos hallamos en Irlanda si es tanto su interés, aunque la verdad no es necesario que sepa donde esta, lo que necesita es estar alerta por lo que pueda encontrar — dijo al mago mientras lo observaba, al parecer él no la había reconocido pero dado que ella tenía muy buena memoria si lo recordaba de cuando dio su examen de vuelo en el estadio de Quidditch pero de eso hacía ya al menos un año y si tal vez no pareciera mucho si lo era cuando se tienen tantos exámenes que supervisar.

 

— Estoy aquí simplemente como guía en el camino por obtener los conocimientos del libro, pero todo dependerá de que tanto quiera vincularse a él, por ahora antes de entrar a esas ruinas y ver qué nos depara el destino como lo llaman algunas personas me gustaria saber si hay alguna duda que quiera aclarar o si hay algo más que quiera decir— término para escuchar al Black, su labor estaba en dejar las cosas claras antes de enviarlos a enfrentar lo que fuera necesario en su aprendizaje.

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El nombre del lugar, recién revelado por la profesora Delacour, le trajo al mago un recuerdo muy antiguo sobre la Academia de Magia y Hechicería a la que había asistido. Aquel centro de estudios había quedado relegado tiempo atrás, con el regreso de Hogwarts. Las Ruinas de la Academia era uno de sus lugares favoritos del mundo, y lo allí explorado había sido el inicio de su amor por comprender la magia antigua. En parte, era lo que explicaba que estuviera tomando las nuevas clases de los libros mágicos.

 

Escuchando la voz de la bruja, creyó entonces reconocerla. Sin dudas había cambiado el color de sus cabellos, pero no su voz ni el resto de su aspecto.

 

Con una floritura de su varita mágica blanquecina, el Libro de La Fortaleza se materializó en su mano libre. Era un tomo de importante grosor, cuya lectura convirtió su sed por el saber en nuevas preguntas.

 

—¿Los anillos deberé portarlos todo el tiempo, una vez que acceda a ellos? —Black tenía muchas dudas, pero aquella era la primera y más importante de todas—. ¿Deberé traer conmigo el libro, o acaso puedo devolverlo a mis pertenencias?

 

Realizó un par de pasos en dirección de la profesora, dándole a entender que aquello sería todo lo que hablaría por el momento. Black clavó su mirada gris en el lugar al que irrumpirían en instantes, y lo atravesó el mismo sentimiento previo a las antiguas batallas de los bandos de la comunidad mágica. El tiempo de las batallas parecía haber quedado atrás, pero no todo lo vivido en ellas.

 

La capa negra del mago nacido en Gales pesaba más de lo habitual, la lluvia se había intensificado y ya estaba tornándose molesta. Sus pasos volvieron a retumbar antes de pararse en seco y volver a contemplar a la bruja de apellido Delacour.

 

Se encontraba preparado.

 

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La que en un comienzo de la noche había sido una simple llovizna estaba empezando a acrecentarse convirtiéndose en gotas que golpeaban un poco más fuerte al caer por lo que empezó a caminar hacía aquella estructura en ruinas haciéndole una señal al mago de que hiciera lo mismo mientras escuchaba las preguntas que él tenía con respecto al libro al menos por el momento.

 

Cruzó el umbral de aquel edificio que en sus tiempos había sido imponente y de gran fuerza por lo que se veía en sus paredes de roca, las columnas que aún quedaban en pie y aquel techo que se mantenía en su mayor parte a pesar de las inclemencias del tiempo y del clima. Se sacudió un poco las gotas de agua que quedaban sobre su túnica y su cabello antes de girarse hacia el Black que estaba justo detrás de ella.

 

— Los anillos si debes portarlos todo el tiempo si quieres que funcionen, aunque no es necesario llevarlos en los dedos, tu decides si llevarlos puestos o todos en una pulsera o collar, pero debes portarlos en ti para que funcionen. Con excepción del amuleto de curación que si debe llevarse al cuello, es el único condicionante para que sea efectivo. — respondió a la primera duda del mago frente a ella.

 

— Con respecto al libro no es necesario llevarlo a todos lados, al lograr tu objetivo y vincularte a él, la magia de la cual es portador pasa a ti y puedes hacer uso de ella o de los objetos que aporta sin tener que llevarlo a todos lados — era algo muy práctico a decir verdad porque de lo contrario sería algo bastante incómodo tener que acarrear con ese y todos los demás libros a todas partes.

 

Empezó a adentrarse más en aquel oscuro edificio — En lo más profundo de este lugar hay un libro que guarda información importante de la magia de aquellos magos que pasaron por aquí, así que en este día vamos a buscarlo mientras vas poniendo en práctica lo que el libro de la Fortaleza te brinda, así que sería una doble recompensa si consigues llegar al final — Indico al mago, aunque las cosas no serían tan sencillas ya que cuando algo era importante siempre habría magia y cosas alrededor protegiéndolo así que lo mejor era estar alerta.

 

El suelo lleno de hojas secas que se habían colado con el viento se estremecía a cada pisada pero un sonido como de algo resquebrajándose fue lo que llamó la atención de la ojiazul para girarse justo en el momento que un pedazo de techo se derrumbaba justo sobre su alumno, esperaba no tener que dar por terminada la clase antes de tiempo pero confiaba en las capacidades del mago.

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Hasta el momento, Black nunca había sido de portar muchos anillos o collares, pero si el poder de los libros los requería, no dudaba en hacerlo. Se había acostumbrado a llevar pesados ropajes en sus viajes al norte de Europa, así como también una espada de gran porte en su espada, teniendo que escalar terrenos montañosos. Sin dudas, los anillos no supondrían ningún esfuerzo que le supusiera desgaste físico.

 

Siguió a la profesora Delacour, quien ya estaba sumergida en aquellas ruinas con tanta magia en su atmósfera. El mago de cabellos negros intentó acostumbrarse a la ausencia parcial de lluvia dentro de aquella edificación, y no resultó difícil, pero sus ojos tuvieron que activarse con mayor atención, contemplando cada detalle que tenía a su alrededor. Las rocas… las columnas… y de repente… el techo se resquebrajó.

 

«Salvaguarda Mágica» fue lo que pensó entonces Black, confiando en el poder que le confería el Libro de la Fortaleza. Con mucho aplomo en aquello, contempló, sin temor, como el techo desplomado iba ya a apenas unos centímetros de su humanidad. Pero no lo afectó cuando estuvo a su altura, porque lo atravesó sin causarle daño alguno.

 

—Adoro la magia —murmuró por lo bajo, aunque fue más un pensamiento que otra cosa.

 

Dio un par de pasos hacia adelante, pisando algunas hojas que se habían introducido de contrabando al interior del edificio olvidado. Sin ni siquiera un rasguño, podía darse por satisfecho en la primera de muchas pruebas que aquella noche le depararía.

 

—Me hubiera resultado muy provechoso haberlo sabido tiempo atrás —confesó el mago nacido en Gales. «Hubiera quedado con unas cuantas cicatrices menos de las que tengo hoy en día.» El pensamiento lo divirtió internamente, pero ni el pálido rostro ni sus ojos grisáceos y profundos, mostraron signos de nada.

 

Continuó el andar de Dennis, esperando la siguiente prueba; anhelando, además, encontrarse con el tan ansiado libro que ella había mencionado unos instantes atrás.

 

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La ojiazul estaba a la espera de la reacción del mago ante aquel percance que obviamente sospechaba no había sido ningún accidente, de seguro la magia y demás cosas que resguardaban aquel libro estaban detrás de todo aquello, solo esperaba no tener que brindar primeros auxilios tan pronto o en dado caso posponer aquella clase para otro día, pero para su suerte el Black al menos parecía tener idea de lo que le podía brindar el libro o lo había estudiado lo suficiente para aprovechar uno de los hechizos que ella consideraba más útiles en momentos como ese.

 

No pudo evitar sonreír ante el comentario del mago sobre lo valioso de aquel hechizo, la Delacour misma debía reconocer que a pesar de ser un hechizo sencillo la había salvado en innumerables ocasiones de terminar herida o aplastada así que sabía lo relevante de saber usarlo. Como bien decía a sus alumnos a veces era el libro más básico de los Uzza pero no por eso el menos importante.

 

— Bueno supongo que si haces las cosas bien te sera muy util de ahora en adelante, así que no temas usarlo cuando veas la ocasión — dijo al mago para continuar su recorrido al interior del lugar, tenían algo que buscar y su instinto le decía que lo hallarían yendo al corazón de aquel sitio y para ello debían bajar a los calabozos subterráneos que formaban parte del sitio. Cuando bajó al primer nivel su anillo detector de enemigos empezó a brillar en su mano lo que le indico que debía estar alerta a cualquier peligro.

 

De pronto de las sombras de aquel lugar surgieron unos espectros que parecían más demonios que hombres si es que alguna vez lo fueron con garras afiladas y colmillos, levantando su varita dijo — Sectusempra — y de su varita salió un rayo contra aquel ser pero para su sorpresa el rayo rebotó regresando contra ella — salvaguarda mágica — pensó justo a tiempo para que el rayo la atravesara sin causarle daño, si los rayos no funcionaban directamente en aquellas criaturas debían encontrar la forma de vencerlos de otra manera.

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El mago nacido en Gales comprendió que algo no estaba del todo bien cuando uno de los anillos de su profesora se iluminó de forma intensa. No supo exactamente qué podía esperar de aquello, pero su atención se multiplicó por diez a partir de aquel momento. Sostuvo su varita mágica, firmemente sujeta, a la altura de su pecho y descendió por la escalera, de estado decente, a pesar del evidente abandono de la prisión.

 

Entonces fue cuando sintió un sonido extraño y Dennis se adelantó, atacando a las figuras que se aproximaban a ellos. Black entornó los ojos y vio cómo, en un abrir y cerrar de ojos, la profesora utilizaba el Libro de la Fortaleza para transformarse en incorpórea durante unos segundos. «Eso estuvo cerca», el pensamiento surgió de forma automática.

 

Dio un paso hacia adelante, para quedar a la par de la bruja de ojos azules.

 

—No sé si funcione pero… —levantó su varita y agitándola como si de un látigo se tratase, murmuró a viva voz— ¡Incendio! —Una llamarada de aproximadamente tres metros surgió del extremo de su elemento mágico; en la mirada plateada de Black se reflejó, así como también la figura de aquellos aparentes demonios indestructibles.

 

El fuego no duró demasiado tiempo y el mago no estaba del todo seguro de si había hecho o no un efecto positivo. Cuando sus ojos volvieron a acostumbrarse a la oscuridad, pudo percibir que la primera figura yacía en el suelo. «Buen indicio, ¿pero será suficiente?» Miró de reojos en ese momento a Dennis Delacour, como esperando una respuesta.

 

—Son muchos y creo que podríamos eliminarlos a todos pero… ¿es eso lo que necesitamos? —Su vara mágica estaba preparada y en posición para continuar escupiendo fuego a todo ser que se les metiera en el camino. Entonces se le ocurrió una extraña idea—. Morphos —murmuró, dirigiéndose al pedazo de techo que segundos antes casi acaba con su vida. Un fornido y musculoso toro se encontraba ahora junto a ellos, dispuesto a embestir hasta el cansancio a aquellos espíritus mágicos.

 

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El Black había logrado eliminar una de esas criaturas con el fuego, al menos eso no lo había rebotado como los rayos comunes, y luego creo una criatura para enfrentar los ataques de aquellos seres y protegerlos a ellos. — Necesitamos seguir descendiendo al centro de este lugar que es donde se supone está lo que buscamos, ese tipo de criaturas esta aquí para evitar que logremos eso así que la única forma de seguir es acabando del todo con ellos o al menos dejándolos fuera de combate el tiempo necesario para continuar el camino — indicó al mago mientras se mantenía alerta.

 

Aquellas criaturas se replegaron al ver que el ataque de su alumno había tenido efecto contra uno de los suyos, pero al poco tiempo lo que se hizo presente frente a ellos era una especie de cuervos más grandes de lo normal, como si simplemente los anteriores atacantes se hubiesen marchado pero para dar paso a lo que ahora estaba ante sus ojos, esta especie de aves de ojos rojos con cada graznido lanzaban fuego hacía ellos.

 

No sabía como habían sido creadas aquellas criaturas así que probaría si alguno de los hechizos en su haber funcionaban en ellos —Semillas de hielo — pensó al tiempo que dos de esas aves enfilaban en su contra logrando paralizarlas y cubriendolas de hielo haciendo que cayeran al suelo, esperaba que su estudiante no saliera herido, al menos no más allá de lo que pudiera manejar. Hasta el momento había mostrado gran habilidad así que esperaba saliera de ese problema usando lo que estaba a su disposición.

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Black escuchó lo que acababa de decir Dennis y asintió, con la determinación plasmada en su pálido rostro. La aparición repentina de los pájaros con fuego los detuvo en otro momento de desconcierto. El hechizo realizado por la bruja fue efectivo, y entonces el mago pudo avanzar corriendo hacia las escaleras que los conduciría un piso más abajo. Pero eran muchas las aves que los acechaba, y una de ella, terminó quemándolo en uno de sus hombros. Sintió la quemadura con un dolor intenso, pero sabía lo que tenía que hacer.

 

Curación —pensó, recordando las indicaciones del Libro de la Fortaleza.

 

La quemadura que lo había dejado con la piel de un color rojo bastante feo, pareció no existir de repente. Black no sintió más la molestia y giró su cuello, viendo cómo Dennis continuaba cerca suyo. Las aves no pararían de molestarlos hasta que no bajaran por las escaleras.

 

Salvaguarda Mágica. —El pensamiento volvió a resultar. La sensación de invencibilidad se apoderó de su cuerpo y las llamas ya no le afectaban. Contaba con unos pocos segundos mientras durara el efecto de aquel hechizo, y sin preguntárselo dos veces, empezó a correr; su vida dependía de aquello, y alcanzar el tesoro escondido, también.

 

Casi sin aire, bajó de tres en tres los escalones antiguos, gruesos y algo desgastados, de la escalera. Cuando se detuvo para recuperarse, entendió que el peligro de los ¿animales? había pasado.

 

—Supongo que estamos más cerca que antes —bramó en un suspiro, por lo bajo, pero lo suficientemente sonoro para que Delacour lo escuchara.

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