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Libro de la Sangre XXXII


Sagitas E. Potter Blue
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Asentí ante las explicaciones de la Warlock, repitiendo en mi mente las palabras de ella "Una Maldición bien hecha impide que el contrario pronuncie bien su siguiente hechizo con lo que no funcionará en absoluto." Ideas se formularon en mi mente en como usar dicho hechizo sobre mis hermanos, sobretodo en Jeremy con quien más hacía bromas y jugarretas.

 

El regaño de Sagitas hacia Xell me pareció gracioso, y una silenciosa risa fue lo que solté tras la burla de la profesora hacia quien se veía era su familiar. La situación me parecía graciosa, sin embargo, la pelivioeta tenía razón, el mundo no era como la joven mujer pensaba, y me gustaría encargarme de mostrarle lo despiadado que se puede ser a veces. Las siguientes palabras de la profesora llegaron a mis oídos, el siguiente hechizo llamó más mi atención. Y recordé lo que en el libro decía del mismo "Inmediatamente ésta persona cae bajo el control de su voluntad, convirtiéndose en un siervo de la misma durante unos pocos minutos". Sonreí preparada, mientras sostenía mi varita esperando el siguiente movimiento de la rubia.

 

Unas fechas fue todo lo que salió de su varita, y justo segundos antes de que las mismas llegaran a mi cuerpo sonreí pensando en el Salvaguarda Mágica volviéndome intangible ante las flechas y cualquier otra cosa que la mujer quisiera lanzarme, al menos por unos segundos. Su protesta se hizo presente una vez el efecto culmino, y yo intacta me acerqué un poco más al par.

 

- ¿Podríamos comenzar ya con nuestra practica? Ancio usar la daga del sacrificio - Una sonrisa algo desquiciada brotó de mis labios, el olor a sangre aún estaba presente en mis fosas nasales, y deseaba olerle más de cerca mientras brotara de aluna herida del cuerpo de Xell.

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A punto de darme otro golpe en la frente con la reacción de Xell. No lo hice pero enarqué una ceja de forma muy crítica.

-- ¡Demonios, Xell! ¿En serio no sabes un hechizo más cruel? -- Aunque había decepción en mi pregunta, tenía que reconocer que esto demostraba que mi sobrina era muy buena persona. Tal vez necesitaríamos más como ella en el mundo para que fuera mejor. Pero tenía claro que iba a tener más de un problema en nuestra sociedad, si seguía siendo así. -- Si no sabes algo más fuerte, no vas a sobrevivir en esta sociedad tan bélica.

Sí, era una queja inútil, cuando alguien es bueno por naturaleza no puede cambiar su esencia. Xell aprendería los hechizos y sabría usarlos, de esto estaba segura. De lo que no estaba tan segura era de si querría usarlos o preferiría seguir siendo una buena persona toda su vida, sin levantar su varita.

-- No seas melodramática. La maldiciones imperdonables son eso, imperdonables pero, alguna vez pueden ser necesarias para sobrevivir y eso es lo más importante, seguir vivo para poder defender a los tuyos. ¿O no matarían por salvar a Akira, tu hermanito? Es matar o morir.

Era una pregunta inútil porque seguro que ella me diría que no, que no mataría nunca y buscaría una tercera solución. Y tal vez tuviera razón. ¿En qué momento había perdido yo mi muchidad en la que pensaba más en el bien de todos y no en el mío? Tal vez la vida me había dado muchos golpes que me habían dejado así, esquiva y a la defensiva. Aún así, Xell debería aprender todo. El uso posterior ya era cosa suya.

-- El Obedire es muy útil aunque te entiendo. El día que Matt lo utilizó contra mí... -- La rabia contenida hizo que dejara de hablar y apretara las mandíbulas. Miré al techo sólo para evitar las miradas de las dos muchachas mientras mi mirada se oscurecía. Entendía perfectamente lo que sentía Xell, aún así debía aprender que algún día le podría ayudar. -- No me odias. Se te pasará.

Me fijé en la luna, se iba desplazando hacia el horizonte. Se acercaba el amanecer. Di dos palmadas y después señalé el espacio libre de la exposición donde nos encontrábamos. Era un cuadrado relativamente amplio, de unos 17 metros de lado, delimitado por tres paredes con parterres de las variedades de tan extrañas rosas negras. A los ocho metros justos un parterre de 1m dividía el espacio en dos con una delicada variedad de rosas moradas oscuro que, con la luz verdosa artificial, parecían lanzar destellos a su alrededor. La cuarta pared no existía y era la entrada a la cámara, donde me situaría yo para contemplar como se movían ambas. En las paredes, pantallas pixeladas daban información sobre el origen turco de estas plantas tan bellas.

-- Venga, practicar entre vosotras y no rompáis ni una sola de las plantas o tendréis problemas gordos. Nos vamos enseguida de aquí, antes que la luz del Sol aparezca.


Normas del duelo:

  • Tenéis 48 horas para empezar el duelo. Leer bien los roles del otro porque para mí es muy importante el rol tanto como el duelo en sí.
  • A las 24 horas sin respuesta, se considerará impactado el ataque del contrario.
  • A las 48 horas sin respuesta, se considerará abandono.
  • Cada cuatro turnos rozaréis una de las rosas, que desprenderá una de sus hojas y se activará el Juramento incumplido, estaréis heridas y tendréis que curaros sin consumir acción en este turno. Atención,curarse en ese momento no consume acción; no hacerlo obligará a un hechizo de sanación que SÍ consumirá acción en el siguiente posteo, para seguir vivas.
  • El duelo se hará en este topic, siguiendo la línea de rol marcada. Se cerrará el topic dentro de una semana, 25/05/2019.
  • Ganar el duelo no es lo importante, sino saber usar los hechizos y seguir el rol marcado. Ganar o perder no es importante, lo será para aprobar el saber seguir el rol dentro del duelo y saber aplicar la teoría de los hechizos del libro dentro del duelo.

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Sabía que Sagitas me estaba intentando enseñar, a su manera, que la magia había que aprenderla en todos sus ámbitos, fueran buenos o malos según nuestra mentalidad de la situación. Alguien podía considerar un hechizo maravilloso aquel "Obedire" cuando, para mí, era una violación total de los derechos alienables de todo individuo de ser libre para decidir por sí mismo sin presiones ajenas. Era un pensamiento maravilloso que eso se pudiera dar porque la libertad de acción de uno acababa donde empezaba la de otro y eso siempre generaba conflictos. Por ello, aquel nuevo hechizo no era, para mí, tan maravilloso como lo pintaba la tía Sagitas.

 

En realidad, todo aquel libro me parecía equivocado pero, al final, era lo que la tia Sagitas intentaba enseñarme: si lo conocía, sabría contrarrestarlo. Usarlo me era más dudoso; como bien decía ella, nunca sabes lo que puede depararte el futuro, incierto en cuanto a los sucesos que pueden provocar reacciones inesperadas. Nunca usaría una maldición imperdonable, eso lo sabía ahora, en este momento. ¿Y si intentaban matar a Akira o a cualquiera de los niños de mi guardería? Seguro que sería capaz de cualquier cosa por defenderlos, incluso de...

 

No, quería seguir creyendo que nunca sería capaz de hacerlo...

 

Su comentario sobre que llegaba el día me obligó a mirar la luna. Lucía hermosísima, ya lo había dicho antes pero indicaba que aquello llegaba a su fin. Y tenía muchas ganas de que así ocurriera. La luz verdosa parecía brillar ahora mucho más. Me di cuenta que la tía se alejaba hacia la pared inexistente que hacía de entrada al rinconcito de la exposición. Aunque llevaba horas allá, ahora me fijé mejor, ya que iba a ser el escenario del duelo de prácticas. Suspiré algo enfadada. Odiaba los duelos.

 

Me moví y pegué mis piernas lo máximo que pude a los parterres del final de la pared entrando a la derecha, con sumo cuidado de no tocar ninguna de las flores oscuras y brillantes.

 

- Silencius - le dije a Zoella, amenazándola con la varita.

 

No me gustaba usarla contra las personas que no me habían atacado pero quería acabar aquello y el Duelo debía comenzar. La tía Sagitas no parecía tener compasión. Parecía diferente. Algo había cambiado en ella desde hacía unos meses, parecía más dispuesta a defenderse y defendernos, a la familia, cayera quien cayera. No era tanto la mujer ligera que había conocido hacía años, ahora parecía más a la defensiva y dispuesta a no perder lo que había conseguido en el pueblo. Aunque no podía extrañarme, después de lo sucedido en la Boda Roja de su hijo, por mencionar lo más reciente.

 

Contemplé de lejos el parterre que hacía de medianero y lo comparé con las pistas de tenis muggle. Era una red muy bonita y florida. Esperaba que no se rompiera ninguna de las rosas, me daba algo de miedo saber qué podía sucedernos si eso sucedía.

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Nuevamente la pelivioleta reprendió a la joven bruja, quien amenazaba con supuesto odio a su familiar. Pobre, quizás debería yo enseñarle a la fuerza que no todos somos buenos en esta vida, o mostrarle con acciones una probadita de aquellos que no tenemos piedad de los demás. Una sonrisa creció en mi rostro al pensar en como usar los nuevos hechizos del libro sobre el pequeño cuero de la bruja, aún a sabiendas que me llevaba algunos centímetros de altura, pero eso no era impedimento alguno, al menos no para mi.

 

Mientras seguían las reprimendas miré el cielo, comenzaba a amanecer, lo que anunciaba el pronto fin de nuestra clase. Y con ello, saber si aprobaría o no... Una creciente ansiedad apareció en mi estomago, ¿que pensaría Dennis si supiera todo lo cruel que he estado pensando en hacerle a Xell con estos hechizos? Poco me importaba lo que creyera cualquiera, pero un mero pensamiento de la Delacour era mi mayor perdición. Los ojos azules perdidos de ella, justo luego de nuestra conversación en los terrenos Yaxley aparecieron en mi mente, debía ir a verla, debía ir por ella.

 

Las dos palmadas de Sagitas me hicieron volver a la realidad, donde nos señalaba nuestro lugar de practica. Un espacio cruadrado, de aproximadamente 17 metros, con tres paredes a su alrededor, y un sin fin de panterres, lleno de todas las especies inimaginables de flores que guardaba la exposición - mi**.... - Solté por lo bajo, pensando lo difícil que sería el no dañar alguna flor con nuestro duelo. En el único espacio donde no había pared se situó Sagitas, quien nos observaba con una gélida mirada, indescifrable ante mis ojos. Me situé en el extremo contrario al de la rubia, quedando casi en medio de mi espacio de ataque, teniéndola a ella a unos 10 metros aproximadamente. Sostuve mi varita, y acomodé mis anillos, en espera de su ataque.

 

Y vino, el movimiento de su varita junto al efecto que pronunció, quise pronunciar un hechizo, a sabiendas de que posiblemente lograría intercalar el de ella, hechizo que lancé en vano. Mi varita se movió pero no logré pronunciar nada, un silencius había ocasionado eso. Fruncí el ceño, pensando que hacer y maquiné velozmente uno no verbal.

 

Recordé el reciente hechizo no verbal que habíamos usado, y sonriendo brevemente pronuncié mentalmente "maldición". Las cosas comenzarían a salirle mal, haciendo que su suerte se vuelva nefasta, y cualquier hechizo que lanzara saldría mal pronunciado y derivaría en una versión ridícula del original, sin ningún efecto real.

 

- ¡Sectusempra! - Pronuncié cuando el efecto finalmente se desvaneció de mi cuerpo. El rayo que lancé hacia Xell, provocaría múltiples heridas sangrantes y profundas en todo su cuerpo, haciendo así que deba curarse de emergencia y dándome más tiempo para seguir atacándola.

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Supe al momento que mi hechizo había funcionado. Zoella movió su varita y sus labios parecieron decir algo, supongo que algún hechizo contra mi persona, que no oí. El Silencius había sido muy efectivo y solté un suspiro de alivio al saber que, de momento, no iba a ser agredida. Era un alivio momentáneo, estaba segura, así que me aproveché para invocar la Daga del Sacrificio mentalmente. En la mano opuesta a la de mi varita, que asía con la derecha, apareció aquel pequeño cuchillo que, en un movimiento muy rápido, clavé en el muslo mientras decía en voz alta el "Immolo oppugnare". Cuando me di cuenta, la sangre corría por la pierna y un dolor lacerante se reflejaba en el temblor del músculo rajado.

 

- ¡Ay, lo siento! - dije, al darme cuenta de lo que había hecho. ¿Por qué lo hice? No lo sé, supongo que apremiada por las palmadas de la tía Sagitas, a quien notaba con ganas de acabar la clase antes de que el sol nos descubriera de aquella forma ilegal dentro del Museo.

 

Sabía que Zoella, a quien veía detrás del parterre de las rosas, habría sufrido el mismo dolor, la misma herida lacerante que yo y que, seguramente ya que las flores me impedían la visión, también tendría un reguero de sangre discurriendo a la largo de su pierna. Fue cuando recordé que debía curarme. Pronuncié un Episkey y esperé a que el dolor cesara.

 

No lo hizo. ¿Cómo no lo iba a hacer? Todo el mundo sabe hacer un Episkey, es el hechizo más fácil y más usado en el mundo de la magia. No entendía y fruncí el ceño hasta que me di cuenta que había pronunciado otra cosa.

 

- ¿Epicuro? ¿Cómo qué...? ¡¡Ooooh, vaya!!

 

Aquello me había pillado de sorpresa. Mientras me disculpaba por haberle hecho partícipe de mi hechizo "dañar" con la daga, mi contrincante había aprovechado para lanzarme una maldición; y no una maldición cualquiera, gitana, vudú, de magia oscura... Había sido una Maldición , ese efecto que te da sin evitarlo y con la que sueltas palabras sin sentido.

 

Gemí por el dolor, si no me curaba, iba a tener serios problemas pero las leyes de cortesía del Duelo me obligaban a esperar a que ella se moviera antes de volver a usar la varita. ¡Seguro que me desangraba antes! Y entonces recordé un hechizo que me había enseñado mi amiga Dennis en el Libro anterior, algo que podía usar sin tener que esperar el turno de Zoella. Pensé en un Curación, cuyo efecto fue inmediato; mi pierna se curó al instante y volvía a estar como nueva, a la espera del siguiente movimiento de ella.

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Sentí un repentino y fuerte dolor en mi muslo, Xell había usado la Daga del Sacrificio. Un grito salió de mis labios y sentí como poco a poco la sangre iba cayendo por mi pierna empapando mi pantalón. las cosas se estaban tornando complicadas, mi muslo dolía horrores y el olor a sangre que desprendió Xell me desconcentró por algunos segundos. Agité mi cabeza "Zoella, concentrate ¡ca***o!" pensé. Había llegado el momento, usaría eso que tanto había esperado por pronunciar. En mi mente invoque la Daga del Sacrificio, apareció fría en mi mano, fría y deseosa por probar una gota de sangre por primera vez. La emoción creció en mi interior, había esperado largos días para infundir daño con esta pequeña daga con grabados únicos en su ojilla. Grabados que significaban algo que esperaba pronto descubrir.

 

- Immolo oppugnare - Pronuncié fuerte y claro para luego clavarme fuertemente la daga en el otro muslo. La sangre comenzó a correr y sentí como mis piernas poco a poco iban cediendo contra mi peso, desequilibrandome totalmente. Sentí como mi cuerpo iba cayendo y señalé mi piernas herida por Xell mientras pensé en un Episkey que inmediatamente paró la sangre y cerró la herida. Calmando un poco todo mi dolor.

 

Cuando me di cuenta había caído sobre uno de los panterres de rosas, magullando algunas flores en el proceso. Abrí mis ojos con algo de sorpresa, había roto el juramento de sangre. Una sonrisa algo macabra salió de mis labios, deseosa de saber que pasaría con mi cuerpo después esto. De un momento a otro, un escozor fuerte apareció en mi espalda, la herida estaba siendo causada sobre mi escapula debido al rompimiento de mi juramento de sangre.

 

Como pude me levanté, mi otra pierna sangraba pero la daga aún se mantenía ahí conteniendo la sangre que deseaba brotar de entre el corte. Un Curación fue pensado, curación que sanó mi herida en la espalda. Giré mi rostro y las hermosas rosas negras estaban dañadas, gracias a mi.

 

Relamí mis labios mientras me incorporaba totalmente, manteniendo todo mi peso en la pierna ya curada a esperas del próximo movimiento de Xell.

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