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Prueba de Animagia #22


Suluk Akku
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Parada a los pies de un lago de aguas claras extendió la zurda vislumbrando una fina varita de cristal. Bastó más que un segundo movimiento para que ésta adoptase prácticamente su tamaño con el pequeño detalle de las fauces de un temible lobo, Amarok. De allí provenía su fuerza, además de los espíritus de los animales a quienes encarnada como Arcano. No quería que la prueba final de Beltis fuese sencilla, aunque no se trataba de un castigo para la bruja, deseaba que la rudeza fuese la justa para que, una vez adquirida la habilidad, ella misma dijese "Ésta es mi vida, mi destino, soy quien manda".

 

De pronto, y antes de que arribase su pupila, todo se tiñó de blanco. Le producía una inmensa satisfacción el frío que acariciaba sus curtidas y arrugadas mejillas. Parpadeó cuando un copo de nieve se le metió en el ojo y con la punta de la vara rozó la superficie del lago, ésta se congeló instantáneamente. Sobre éste, o mejor dicho en medio de éste, a lo lejos, podía verse un pequeño bulto, el hielo era resquebradizo y con cada movimiento que aquella pequeña bola daba se volvía más y más inestable.

 

—Buenos días. Saludó

 

La presintió siquiera antes de que hablara. Volteó, con una sonrisa en los labios, el resto de los obstác.ulos ya estaban en su sitio, solo restaba hacer una pregunta en su dirección, para confirmar que estuviese preparada para lo que viviría, además de algunas palabras de aliento y consejos.

 

Me alegra verte ¿descansaste?— Preguntó — Todo lo que estás por vivir a continuación cambiará la forma en que ves ciertos aspectos de la vida, te ayudará a abrirte, volverás a toparte cara a cara con la tan temida libertad, por ello quiero saber ¿Estás segura de querer aventurarte a ello? Detrás de mi te esperan tres grandes depredadores.

 

Pero eso no era todo. Una vez la voz de Malfoy diese una respuesta de la nieve brotaría una caja de hielo azul, la tapa desaparecería por obra de la misma magia que le creó y Akku explicaría que allí era donde debería depositar todas sus pertenencias mágicas pues para llegar ante la pirámide y el verdadero portal sus estrategias deberían estar ligadas directamente a la habilidad, es decir, a su animal espiritual.

 

—Si es lo que deseas, adelante.

 

Agregó. Casi mediante un destello desapareció, pero no del todo. Seguía conectada a la bruja mediante una sortija que apareció en un dedo anular, sobrevolando su cabeza, graznando de vez en vez, batiendo sus alas como una pálida gaviota del ártico.

 

El viento susurró, aquel bulto en medio del lago congelado se removió saliendo de lo que parecía ser una manta térmica. Sacudió su pelaje que, entonces, no era más que una pelusilla grisácea. El hielo crujió bajo sus patas de bebé, era una cría de Irbis. El viento volvió a susurrar pero ésta vez arrastró consigo palabras de Suluk, éstas anidaron a oídos de Beltis y desaparecieron en su consciente.

 

>>El primer depredador del animal es el tiempo...

 

El cachorro emitió una especie de gemido, un chillido. Beltis debía cruzar hacia el otro lado del lago y a su vez, de querer, salvar al cachorro ¿Qué haría y cómo lo haría? existían aun personas en el mundo sin instinto protector ¿sería una de ellas?

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  • 2 semanas más tarde...
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- Buenos días, Suluk.

 

La arcana se giró son una sonrisa cálida en los labios enmarcada en una rara y blanca visión del lago congelado. Las manchas verdosas bajo los ojos de Beltis eran suficiente como respuesta así que apenas abrió los labios. Ninguna palabra haría justicia a un semblante tan serio y ensombrecido como aquel. Tenía la costumbre de hacer cualquier otra cosa en vez de dormir, y las noches previas había dedicado su tiempo a artes mucho más oscuras que aquella, en sitios mucho más lúgubres y terribles donde se había dejado algo más que el sueño. Sin embargo, aunque Suluk sonreía, la prueba a la que se presentaba podía terminar enfrentándola a la verdad que había intentado ocultar ¿Había algo más peligroso?

 

Hay algo en el agua -pensó mirando el frágil hielo-. Escuchó a la arcana y vio la caja de hielo donde debía depositar todas sus pertenencias. Fenomenal, solo llevaba encima la capa y la varita. Entrecerró los ojos y de la caja pasó a otear más allá de la blanca capa de hielo, hasta la pirámide, en la otra orilla.

 

- Estoy lista -le sonrió a la gaviota que sobrevolaba sobre su cabeza.

 

Se desató el antiguo broche que que sujetaba la vieja capa y los depositó en la caja. Hizo aparecer la varita y la dejó encima. Revisó los bolsillos del pantalón de lana azul pero solo encontró migas de galletas y alguna nota vieja llena de números. Dejó las migas y la nota y se acercó a la orilla. Podía ver la corriente bajo la fina capa de hielo. Enseguida se puso a buscar las zonas donde el hielo fuera más grueso hasta que la voz de Suluk le susurró al oído.

 

- El primer depredador del animal es el tiempo...

 

Beltis giró la cabeza a un lado y a otro buscando algún depredador o las señales de uno. Oyó el gemido desde el centro del lago congelado. Una pequeña criatura estaba en medio del lago, parecía un gato regordete y blanco. No podía ser casualidad que estuviera ahí y mucho menos rodeado de finas capas de hielo que ante cualquier movimiento, cederían. Sin varita no podía cruzar de forma segura, así que tendría que intentarlo sin magia, confiando en que hubiese sitios seguros para cruzar. Caminó por la orilla para detectar el hielo azul y claro que pudiera pisar con cierta seguridad. Si pudiese distribuir su peso sería ideal...

 

Dio un paso y otro escuchando el sonido seco que producía cada vez que dejaba caer el pie. Ante un crujido levantó el pie y lo sostuvo en el aire. Tenía que distribuir su peso y avanzar con mayor agilidad, ya que estaba obligada a cruzar. Cerró los ojos y se concentró en los sonidos del cachorro para que removiera su interior y le ayudara a cambiar. El viento frío sacudió su pelaje y alargó la cola para extender lo que más pudo su cuerpo. Las garras se clavaron en el hielo, sin romperlo. Olió la huella que había dejado su zapato y cambió el rumbo. Las grandes patas del irbis parecían ser mejores a la hora de enfrentarse a una superficie tan traicionera. Tendría que dar rodeos para cruzar, sobre todo si quería salir viva del lago.

 

El cachorro seguía gimoteando en busca de ayuda. Notó un ligero temblor bajo sus patas. A su espalda el hielo comenzaba a quebrarse y hundirse. Ahí y allá aparecían pequeños ríos de agua que iban partiendo en islas la capa de hielo. Se sorprendió dando un salto hacia adelante y volviendo a su derecha en busca del animalillo. No podía dejarlo ahí. No solo porque Suluk lo hubiese puesto por alguna razón, sino porque parecía no tener ningún sentido dejarlo morir cuando podía llevarlo hasta la otra orilla. Otro fuerte crack le indicó que cada vez quedaba menos hielo, por lo tanto, menos oportunidades de cruzar.

 

Con dos piernas no hubiese llegado muy lejos, a pesar de su excepcional agilidad y buen estado físico, sin embargo como un leopardo de las nieves parecía que su cuerpo estaba hecho para saltar de un lado a otro, equilibrándose con la cola y amortiguando las caídas con su columna tan flexible. Algo que no habría logrado ni entrenando cien años humanos. Tenía al cachorro a unos metros, en medio de un pequeño trozo de hielo rodeado de agua. De un salto llegó a él y antes de que el hielo se quebrara bajo sus pies, lo agarró con el hocico y lo alzó lo que más pudo para que no se ahogara. Dio patadas como pudo para mantenerse a flote en lo que subía nuevamente al hielo. Se dio cuenta que no era buena nadando. No le gustaba el agua. Dio un par de patadas más hasta que puedo acercarse lo suficiente como para arrojar a la cría sobre el hielo. Clavó las garras y escaló. Eso se le daba mejor.

 

Volvió a co.ger a la cría de irbis de la piel del cuello y se puso a correr hasta la otra orilla. Tenía que enterrar las garras con fuerza, el agua hacía que se resbalara con facilidad. Los cracks los seguían en cada salto pero la orilla estaba cada vez más cercana. Dio un último salto y aterrizó en arena. Firme y estable. Cálida. Depositó con cuidado al cachorro y se sacudió el agua sobrante.

 

Se dejó caer con su forma humana sobre la arena para recobrar energías.

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El pulso y la respiración sufrían repentinas alteraciones mientras con la vista perdida en el horizonte repasaba cada uno de los movimientos de Beltis. Por un momento creyó que seguiría su ruta y dejaría al pequeño cachorro de Irbis hundirse en el gélido y mortal lago que le llevaría a su pronta muerte. Contuvo la respiración, entrelazaba los dedos, las ansias y el cansancio de una ardua semana se entremezclaban como sus propias, viejas, falanges. Hasta que por fin Malfoy tocó tierra y pudo respirar. La sabía agitada pero victoriosa.

 

Más no podía darle tregua, no ahora que comenzaba a empujarla silenciosamente hacia la tan temida libertad. Rápidamente el escenario a su alrededor volvió a cambiar. Se oyó como un silbido y tras un parpadeo de sus ojos humanos la tibia arena donde apoyaba la mejilla se transformó en una gruesa capa de nieve que amenazaba con quemarle la piel si no se levantaba de inmediato y a pasos más, lo que segundos atrás había sido un cachorro mutaba en una gigantesca bestia.

 

>>Pero el tiempo fácil se puede afrontar

 

La voz de Suluk se oyó una vez más a espaldas de la bruja pero ella no se encontraba allí, sino muy lejos aun. Dando tres pequeños golpes a los peldaños de la pirámide que aguardaba por Beltis invocó un cambio de clima sufrido, temerario. Sobre su cabello, casi del mismo tono, cayeron sendos copos de nieve sin tregua, los centímetros bajo sus pies crecían, los montícu.los hacían casi imposible que uno se moviera pero el depredador tenía los ojos puestos en la presa, le brillaban violentos.

 

>>¿Es el hombre, entonces, el verdadero peligro?

 

Un ávido cazador separó las piernas y apuntó al animal, pues involuntariamente la bruja volvía a ser un felino. De sus laterales surgieron otros dos, querían hacerse con ella a toda cosa, debía escapar, ponerse a resguardo, sobrevivir.

 

Corre. Pensó Akku. Corre

 

Solo utilizando sus agudizados sentidos sería capaz de salvarse y así dar con una especie de hueco en el suelo nevado que le permitiría traspasar por debajo una gruesa pared del laberinto hacia donde los cazadores le harían dirigirse.

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  • 2 semanas más tarde...

Poco duró el descanso. No alcanzó a recuperar el aliento cuando la cálida arena se transformó en nieve tan fría que solo al contacto quemaba como hierro ardiendo. Se puso en pie de un salto, hundiendo los pies en los copos que se iban acumulando con extremada rapidez. Se giró para otear la pirámide que se fue perdiendo en la ventisca. El clima empeoró en segundos y consigo el cachorro también comenzó a sufrir cambios ante la atónita mirada de Beltis.

 

- Ahora no parece tan buena idea desprenderse de la varita. Serás gi.lipollas -murmuró.

 

Tenía los pies enterrados en nieve fresca que le llegaba hasta las rodillas. Su altura y complexión no jugaban a su favor en este caso. Era incapaz de hacer un camino y mucho menos escapar de la bestia. Se quedó quieta, el pecho subía y bajaba con cada inhalación y exhalación. La criatura hizo lo mismo a unos cuantos metros de ella. Nada más que el viento entre ambos y un campo de nieve blanca y brillante, se observaron sin moverse durante unos segundos ¿La reconocía? El cabello blanco se le arremolinaba con cada cambio de dirección del viento.

 

La transformación fue inmediata e involuntaria. ¿Acaso había asumido que no siempre podía estar en control de sí misma? Una extraña sensación recorrió su espina dorsal, todo su cuerpo se puso en alerta, tal como la bestia que tenía enfrente; peligro en el aire y el silencio a su alrededor. Buscó el origen del ruido, de aquellas vibraciones tan molestas. Solo movió la cabeza y se agazapó en el hueco que había dejado su cuerpo en la nieve. Así apenas se veía.

 

Los hombres con escopetas estaban por todas partes y apuntaban en su dirección. La gran bestia seguía a varios metros de ellos, al parecer los hombres armados no habían reparado en él, ubicado detrás de los montículos de nieve que se habían formado. Solo la buscaban a ella, seguían sus movimientos con las puntas de sus armas. Dio un salto y corrió a través del campo nevado sin hundirse, escuchó un fuerte estallido que sonó muy cerca de su cabeza. Un pitido en un oído. Qué molesto. La nieve era blanda, todavía, estaba suelta como la tierra cuando no llueve, pero no se hundía como los humanos. Gritos, ellos no se podían mover con su agilidad, solo hacían estallar sus armas. El mal tiempo impedía ver bien.

 

Había visto alguna vez como ellos. Con ese clima no verían tan bien como ella ahora. Ella ahora veía todo. Dio un salto, extendió la cola y le dio un zarpazo a uno de esos hombres en el pecho. El arma cayó y él también. La nieve se oscureció con líquido cálido que brotaba de la herida. Podía irse, atravesar el campo hasta el laberinto, solo quedaban dos cazadores y habían descubierto a la gran bestia. Volvió la vista atrás, los disparos no cesaban y el rugido de la bestia hacia retumbar al cielo. Volvió sobre sus pasos. Ella conocía a los humanos y a sus armas de fuego, la gran bestia no. Sorprendió a otro cazador por la espalda dando un salto varias veces el tamaño de la felina. Más gritos, más disparos. El único que quedaba apuntaba con el arma hacia ella, pero la gran bestia lo alcanzó justo cuando el arma estalló. El objeto pasó rozando su oreja. Otra vez un pitido.

 

Antes de que la gran bestia fuera a por ella, se giró y corrió. Había visto el hueco entre la nieve al huir de los cazadores, así que se coló por él con suma agilidad. En el laberinto no abandonó su forma felina. En el suelo, en las paredes habían rastros, olor, iban en todas direcciones, algunos más frescos que otros. Decidió seguir en el sentido en que fueran más rastros. Sus pisadas apenas se oían, iba alerta, esperando una sorpresa en cada esquina, en cada encrucijada. El camino se fue despejando, abriendo hasta ver al final las escaleras hacia la pirámide. Olió a Suluk.

 

Cuando llegó, volvió a su forma humana y subió las escaleras hasta la arcana. Le sangraba un poco una oreja, nada serio. Otra cicatriz más para la colección.

 

- Siento haberte hecho esperar.

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  • 2 semanas más tarde...

Akku contuvo la respiración, era consciente de sus creaciones humanas más no de la bestia que surgió segundos después. Lo curioso y peligroso de un escenario óptico donde no sólo su magia fuese creador sino también la mente sensible de quienes lo transitan era aquello, la sorpresa; al parecer la bruja se sentía, en su forma animal, amenazada por algo más que el hombre y sus armas. Aquella entidad oscura con apariencia salvaje que acechaba entre los nevados arbustos estaba lista para atacar a todo cuanto se le pusiera en el camino. Más Beltis fue rápida, calculadora, analizó minuciosamente el paisaje y actuó, sólo entonces Suluk dejó escapar el aire de sus pulmones en forma de pequeñas nubes de vapor, hacia frío incluso para ella.

 

 

Así mismo no consiguió salir aireada. La bala se hundió en la nieve, metros más allá de donde el felino decidía huir. Pero antes se llevó consigo un trozo muy fino de oreja. El pelaje blanco se manchó en carmesí, la carne ardió, el roce casi podría haber cicatrizado la herida. Cuando Malfoy se escabulló por fin en el camuflado hueco que la arcano había predispuesto como túnel, por debajo de unas de las paredes del laberinto, hacia la inmensa y dorada pirámide, sus ojos grises quedaron impactados con la ferocidad de la bestia que acababa con el último hombre en pie ¿sería aquel el espíritu salvaje de la mujer? ¿tan feroz e imparable? Quizás por ello Beltis temía la libertad, sin parámetros uno no se controla, no hay normas que acatar.

 

 

Un instante después estaban juntas. Mientras su pupila subía la breve escalinata ella frotó cariñosamente el collar de cuentas cristalinas que descansaba sobre su pecho hasta desprender una translucida joya y volverla añicos en su puño. Cuando Beltis llegó a ella una fina lluvia helada cubrió su cabello platinado y sus hombros cansados para curar las heridas externas e internas. La Inuit sonreía, por fin había logrado llegar tan lejos como se lo había propuesto aquella última vez, y aún así se sintió en la obligación de preguntar.

 

 

--Mi estimada joven, la pirámide lleva tiempo esperando por ti. Que el calor de su interior cubra tu espíritu en ésta nueva travesía ¿estás lista?

 

 

Si la respuesta de su aprendiz era afirmativa las puertas tras de si se abrirían, Suluk debería darle paso inmediato y le acompañaría hacia el oscuro interior. Allí el suelo estaba marcado con la característica serpiente que persigue su cola en una carrera cíclica e infinita, en medio una especie de altar y girando alrededor las correspondientes puerta de cada habilidad. Aunque la futura animago fue de capaz de verlas todas en acción, en éste caso, sólo una dé detendría ante ella con un brillo exótico y le permitía entrar, la llave, por ocasión especial, la tomaría del altar de granito negro.

 

 

Una vez el portal la absorbiera sólo Beltis sería capaz de comprender qué pasaba, dónde estaba y por qué la prueba le había llevado allí. Normalmente se trataba de recuerdos que incurrian a emociones reprimidas ¿quizás y por última vez el por qué se negaba a ser libre? ¿qué habría sido de ella si hubiese vivido la misma vida de manera inversa?

 

 

Akku la acompañaba en espíritu.

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- Estoy lista.

 

Entró a la sala del uróboro rodeado de puertas que comenzarona girar en cuanto la bruja puso un pie dentro. Se dirigió al altar y tomó la llave. La puerta de animagia al fin se detuvo ante ella a la espera de la llave. Volvió a la vista a la arcana y tocó el anillo que llevaba en el dedo. Abrió la puerta que llevaba tanto tiempo deseando explorar y atravesó el portal. Una luz cegadora le obligó a cerrar los ojos.

 

Cuando los volvió a abrir se encontró frente al mar con unas vistas que hacía muchísimos años no presenciaba. El agua calma, los árboles verdes rodeando la orilla, un brillante cielo azul. Estaba en una isla en el golfo de Finlandia, un sitio que no había vuelto a pisar desde su infancia. Se giró para ver la antigua casona que esperaba ver totalmente deteriorada por el abandono y el paso de los años, con la roca envejecida y los hermosos techos afilados podridos y derrumbados. Sin embargo, estaba impoluta. Las vigas de madera pintadas, los arcos de las ventanas en perfecto estado, las hiedras creciendo por las paredes, recortadas, el tejado en pendiente acabado en puntas de hierro y madera. Era como si no hubiese pasado un solo día sin cuidado, tal cual la recordaba en su memoria. Tres pisos, cristaleras en las terrazas y un torreón circular en la esquina norte acabado en un techo conopial.

 

- Debería haber quemado este lugar -suspiró.

 

Se acercó a la puerta de entrada, supuso que era lo que debía hacer. No había mucho más en una isla boscosa como esa. Abrió la puerta con un empujón y se encontró con la sala de lectura del torreón. En vez de ingresar al hall y a los salones, la casa la había desplazado hasta una zona que siempre le estuvo prohibida.

Comenzaremos por aquí…

Subió las escaleras de madera que iban dando paso a pequeños laboratorios. En las murallas de piedra se veían las huellas de la explosión, aunque la zona había sido magistralmente reconstruida. Podía escuchar las notas del viejo gramáfono mientras ascendía. ¿Ella escuchaba música? No lo recordaba. En su memoria solo tenía imágenes oscuras y frías de una mujer que apenas conoció.
La encontró sentada en una poltrona de terciopelo con un libro en la mano y una copa de vino al alcance de la otra. Llevaba unas gafas de montura metálica iguales a las que Beltis usaba para leer; eran las mismas, Beltis las robó cuando se fue de casa, una de las pocas cosas que se llevó. Pelo rubio largo, largo, pálida. De piernas largas incluso sentada. Enarcó una ceja al verla aparecer.

 

- Espero que no hayas venido para exigir que te pida perdón -dijo en finlandés con una voz que era de hielo.

 

Esos ojos azules se clavaron con desdén en Beltis y luego volvieron a las páginas del libro. Le entraron ganas de reír. Su madre hablaba en finlandés y su padre en ruso, nunca habían hecho ningún esfuerzo por hablar el idioma del otro, así que se comunicaban lo justo a través de los sirvientes.

 

- No soy est****a -le contestó a su madre en su mismo idioma.

 

- Eso es discutible -dijo la mujer sin levantar la vista.

 

Beltis se acercó para verter vodka en un vaso de cristal tallado. Miró alrededor, la habitación era acogedora, el cielo de madera, las velas encendidas en los candelabros, la música, la vista al golfo y los cientos de libros que apenas dejaban sitio en las paredes. Era un espacio que nada tenía que ver con el resto de la casa, donde la opulencia barroca era la norma.

 

- Entonces, ¿por qué has venido?

 

Buena pregunta ¿por qué la prueba de animagia era volver a hablar con su madre? ¿Volver a la isla?

 

- No sé, dímelo tú, has aparecido de la nada.

 

- Si te lo tengo que decir no creo que vayas a llegar muy lejos en esta prueba.

 

Desde que reconoció la isla se había preguntado la razón de que la prueba fuera ahí. Se asomó a la ventana. ¿Qué tenía que ver su madre con la transformación en animal? Bebió. No era una situación para afrontar sobria.

 

- Entiendo lo que hiciste -dijo al fin luego de beberse todo el vaso-. Nunca he sentido la necesidad de ajustar cuentas o que me pidieras perdón. Tal vez cuando niña sentí rencor, pero porque no era capaz de ver más allá de mi ombligo. Con el tiempo comprendí que somos iguales.

 

Beltis miró la copa de vino vacía sobre la mesita junto a una botella casi vacía. Los libros, la soledad reinante y la distancia con los propios hijos. La bruja tampoco había sido una madre ejemplar.

 

- Nos parecemos pero no somos iguales. Yo soy capaz de reconocer cada una de mis sombras y abismos, de consumirme en la locura y dejar que reine la razón. ¿y tú? Te has ablandado, te has domesticado, te has vuelto plana. Un desperdicio de magia -bebió de la copa.

 

- ¿Pero qué **** dices?

 

Sobre la alfombra de lana aparecieron varios cuerpos. Reconoció el uniforme de Durmstrang en uno de ellos. Hizo una mueca con los labios y negó con la cabeza. La luz fue desapareciendo poco a poco y las sombras se tragaron los muebles y las paredes. ¿Qué le quería decir? ¿Qué era una asesina? ¿O que ya no lo era? Volvió la vista hacia su madre pero ahora quien sostenía la copa era ella misma, una copia perfecta que le devolvía una sonrisita socarrona, en su brazo izquierdo la marca tenebrosa ardía como si estuviera hecha de fuego y una placa de plata con una "w" sobre el pecho.

 

- Es mejor así. Esos magos necesitaban una ayuda-entre los cuerpos fueron apareciendo más y más rostros, algunos que recordaba haber visto con vida no hace mucho-. Un puesto importante, sin llamar la atención, en las sombras para no tener que sacar nuestro peor rostro. ¿Miedo? ¿Excesiva precaución?

 

Beltis cerró ambos puños.

 

- Dejemos la tontería del animal de lado, no lo necesitas. Es una habilidad que no te aporta poderes especiales. ¿De qué te sirve convertirte en un gato salvaje? Es mejor que sigamos las normas, escondidas, las normas de madre, que paguemos con nuestra libertad la culpa que sentimos por habernos dejado llevar en el pasado. Las abandonamos para no ser malas madres. ¿lo recuerdas? Abandonamos toda idea de felicidad personal porque sabemos lo que somos. Monstruos. Y necesitamos control. Pensar, no sentir.

Lo había intuido clases atrás, pero ¿ahora qué debía hacer?

 

- No voy a dejar el animal.

 

- Tienes que hacerlo. Toda nuestra adultez ha sido perfecta, tranquila, sencilla.

 

- Aburrida.

 

-Comedida.

 

- Insignificante.

 

Le atizó con las garras en el pecho. Estaba harta de escucharse tan pusilánime, tan ajena a sí misma. Las palabras sobre bandos, nombres de personas a las que había ayudado se fueron apagando hasta que el único sonido que llegaba a sus orejas era el de la carne al romperse. Se abalanzó con todo su peso y la tiró al suelo. La sangre cálida brotó entre sus garras y colmillos mientras desgarraba con una furia indomable.

Acabó envuelta en la oscuridad y cubierta de ese líquido pegajoso. Rodeó el lugar sintiendo su corazón galopar en su pecho oliendo el aire buscando amenazas. Sacudió la cabeza. El peligro se había ido, no lo sentía. El aire volvía a estar limpio, fresco. Se tumbó en el suelo helado y rodeó su cuerpo con la cola. Cerró los ojos sintiendo cómo se iba calmando hasta llegar a una sensación de paz que no había sentido nunca.

Cuando despertó, solo vio los ojos de la arcana sobre ella.

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