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Estudios Muggles


Sagitas E. Potter Blue
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No había pensado impartir clase en aquel entorno. Siempre había pensado que los Estudios Muggles se debían estudiar in situ, rodeado de ellos y dentro de sus situaciones cotidianas; pero siempre las había pensado en un parque, en un museo, en un transporte público o incluso dentro de un banco. Las situaciones vividas con mis alumnos habían sido muy variadas, casi siempre divertidas y casi nunca corrieron ningún peligro.

Mi idea para esta clase era acudir a la Feria del Automóvil, un gran certamen donde las grandes marcas automovilísticas mostraban al público los mejores coches con las últimas novedades. Así, me presenté en aquel lugar, citando allá a mis dos alumnos, sabiendo que iba a ser una experiencia maravillosa y novedosa para ellos.

Pergamino:

De: Sagitas E. Potter Blue

Para: @ + @Mia.

Asunto:

Cita a las 10'00 h en la Feria del Automóvil de BCN. Empezará la clase de Estudios Muggles. Tendréis que llegar allá en transporte público muggle, nada de técnicas y/o elementos mágicos. Me conocéis, estaré por allá dentro.

Requisitos durante la clase:
  • Queda terminantemente prohibido llevar la varita durante la clase, así como cualquier objeto mágico que pueda señalar el origen mágico de los alumnos. Cualquier infractor al que se le pille con alguno encima, será sacado de la clase y suspendido irremediablemente, al margen de las medidas sancionadoras que el Ministerio de Magia decida aplicar por la falta.
  • No se podrán usar ningún Poder Uzza o Habilidad mientras estemos en terreno muggle.
  • Cartilla de vacunaciones al día. Sin ser obligatorio, de no tenerla, el alumno aceptará de forma inequívoca que declina toda acción legal si se contagia de alguna enfermedad durante la celebración de la clase, así como que se hará responsable de cualquier enfermedad que pueda propagar a su alrededor.
  • Se mantendrá un total respeto hacia los muggles con los que se tenga contacto. Cualquier acto que desde el Profesorado se pueda considerar de menosprecio o de ataque hacia ese colectivo no mágico, será motivo de expulsión y de comunicación a la Dirección para evaluación de medidas sancionadoras posteriores.
  • Recordaros que sois invitados a este particular mundo y que nadie os obliga a cursar la clase. Si os presentáis al lugar, ser respetuosos con ellos, estéis o no de acuerdo con su presencia. Hoy seréis ellos, sin magia, sin ayuda exterior, siendo un muggle más mientras dure la clase
  • Siempre se han de seguir las indicaciones del Profesorado, quien velará por la seguridad del grupo mientras estéis en este lugar tan diferente al que estáis acostumbrados. Sólo el Profesorado puede revocar los requisitos previos con medidas extraordinarias que puedan ser necesarias durante la duración de la clase, según su criterio de:
    • anteponer la seguridad de su alumnado frente a ataques externos
    • no darse a conocer ante el mundo muggle como comunidad mágica
    • defensa del entorno muggle en el que se mueve para no generar distorsiones, siempre que no afecte a los puntos 1 y 2.

Documentación a tener en cuenta:
** "Reglas básicas de comportamiento ante Muggles", folleto repartido por la Sección de Leyes Mágicas del Antiguo Ministerio de Magia.
** "Manual de vestimenta apropiada según el acto social al que haya sido invitado", por Madame Lewoski.


Fdo: Sagitas E. Potter Blue.



Y lo iba a ser pero no de la manera que yo esperaba.

Al entrar en el centro, los maravillosos focos, los automóviles relucientes, las luces de neón... Todo era resplandeciente, la gente se movía por todas partes, los fotógrafos disparaban sus flashes de forma continuada, las altas personalidades llegaban rodeados de mil guardaespaldas... Yo iba de un stand a otro, con la felicidad de un niño que estrena zapatos, metiéndome en todos los coches (que me dejaban) y haciéndome fotos con todos, ya fuera Su Majestad el Rey (y sus mil guardaespaldas) como con las azafatas del nuevo modelo de ese coche rojo tan llamativo con un caballo de logotipo...

Sabía que mis alumnos estarían por allá cerca y que darían conmigo. Al menos hasta que aquel stand se desplomó (sí, lo vi todo; sí, intervine; sí, alguien pagaría por ello... ¿Por qué siempre pasaban cosas raras en mis clases?) Ruido, gritos, escape de los presentes... Cuando por fin el polvo dejó ver lo ocurrido, varios de los hermosísimos coches estaban destrozados, casetas tumbadas, heridos... Un policía se acercó a mí y señaló a un par de paramédicos que me recogieran. Me pidieron mi nombre para apuntarme en una lista.

-- Sagitas E. Potter Blue pero me encuentro bien.

-- Eso es el shock. Tiene la pierna herida.

Bajé la mirada y la vi, una pierna retorcida y... ¡Sangre!

-- ¡¡Aaaaah! ¡¡Sangre, sangre, sang... -- casi me desmayo pero recordé a tiempo que era profesora y que estaba dando clase. -- ¡..gre...! ¿A dónde me llevan?

-- Al Hospital de Bellvitge, no se preocupe por nada, la pondremos como nueva.

-- ¡¡ Miaaaa, Eobaaaard!! Seguirmeeeeee -- grité al aire, esperando que mis alumnos me oyeran. Se suponía que yo debía cuidar de ellos. ¿Habrían llegado? ¿Estarían bien? ¿Tendría que llamar a mi elfo para que los encontrara? ¿Podría un elfo moverse en el mundo muggle como si nada? -- Espere, un momento... ¿Qué técnica van a usar para arreglarlo? ¿Episkeys? ¿Cirugía ambulatoria, de quirófano...? ¿Vamos... a ver un quirófano por dentrooooo?

Jole, me estaba emocionando. Un hospital por dentro, eso no lo había visto nunca. ¡¡Qué emocionante son los muggles!!

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Debía admitirlo, cuando le llegó la misiva de la profesora de Estudios Muggles, citándolo a la clase correspondiente, se planteó si debía asistir, más de dos veces. Sobre todo, porque encontraba un tanto meticulosos los requisitos que se le pedían para estar ahí presente. Comenzando por el hecho de que la varita y él compartían una afinidad bastante peculiar, pues antes había pertenecido a su padre. Ya no digamos, que se le prohibiera emplear otro tipo de magia, como la de los Libros de Hechizos.

 

Confiaba lo suficiente en su excelente salud, al menos la física, como para omitir la cartilla. Y por fortuna, no se enfrentaría a todo eso solo, pues su madre lo acompañaría.

 

La cuestión era: ¿Cómo llegar a Barcelona sin emplear magia? Tuvo que desempolvar su viejo pasaporte norteamericano muggle, expedido por el gobierno de dicho país, y el cuál le había permitido emigrar a Europa en 2011 sin levantar sospechas del MACUSA. Nunca creyó necesitarlo de nuevo, pero la suerte le sonrió al no tener problema alguno con el área de migración. Así pues, al arribar a la ciudad española, bastó pedir un taxi, tan extraño para su gusto, y fijar como destino la Feria del Automóvil.

 

Esto...será divertido. repuso, una vez en la entrada, alcanzando a su madre. Esbozó una sonrisa, que parecía más una mueca de incomodidad. Me siento raro sin tener que estar escudriñando los alrededores ante alguna criatura, como es de costumbre.

 

Al menos su calzado, zapatos deportivos, era cómodo para poder recorrer distancias razonables. Sumado al atuendo que consistía en vaqueros ligeramente desgastados, y una playera polo de manga larga, parecía tan casual como cualquiera de los otros visitantes de la feria. Propuso pasearse entre los autos, aunque a los pocos minutos se arrepintió, pues el flash de las cámaras lo desorientaba cada tanto. Mientras él intentaba recuperar la vista, un sujeto se subió a una de las exhibiciones, haciéndola arrancar, para después estamparse en otro stand.

 

Escuchaba el barullo retumbando en sus oídos, agradeciendo que no estuviera del todo solo, pues su vista comenzaba a regresar de a poco. Logró enfocar, sólo para divisar una cabellera morada entre la gente, hecho que le pareció bastante raro. Se giró hacia su madre, quién quizá estaría tan contrariada como él por lo que acababa de ver. Su profesora, ¿herida de gravedad por un accidente? El grito de sus nombres sólo terminó por confirmarlo.

 

Uh, creo que se la están llevando a un hospital. Podríamos marcharnos de aquí, o podríamos visitar el lugar al que se la han llevado, por mera curiosidad de ver cómo es que se cura a la gente.

 

Subieron a Sagitas a la ambulancia, la cual mostraba el logo de Bellvigte para poder identificar la institución de la que se trataba. Estaba en un idioma un tanto peculiar, pero el Black Lestrange no parecía extrañado, gracias a su entendimiento de los idiomas. El armatoste comenzó a emitir un chillido, a la par que sus luces rojizas se reflejaban en la multitud.

 

Eran prácticamente libres de decidir su siguiente movida. Un gruñido en su estómago, a causa de pensar en la sangre, lo hizo estremecerse. Aguardó a que Mía emitiera su opinión de la situación.

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—Ama, ama —el sonido de la voz de la elfina doméstica llegó hasta sus oídos y girándose lentamente le prestó total atención a sus palabras—. conseguí lo que me pidió, no fue tan fácil pero en el Callejón Diagón a un buen costo, me entregaron lo que me pidió.

Realizando una seña con su diestra, le indicó a Marie que se acercara y le entregara lo el bolso. Mirando el rectángulo negro en el que estaban ocultos, esbozó una media sonrisa al abrirlo y revisar que efectivamente dentro contenía cuatro objetos que necesitaba para cumplir con las exigencias de la Potter Blue para la clase de Estudios Muggles, la cual si era completamente honesta consigo misma, no le generaba mucho interés. Sin embargo, al ser el único conocimiento que aún no dominaba, supo que no tenía más alternativa que intentar aprobar el curso.

Cambiando la túnica verde esmeralda que portaba, decidió usar unos jeans de color negro con unas botas del mismo color y una playera blanca que era cubierta por una chamarra de cuero. Un atuendo totalmente acorde con el sitio al que irían para la clase. Mirándose una última vez en el espejo de cuerpo completo de su recamara, sonrió al fijar su vista en el anillo de compromiso que descansaba sobre su dedo anular. Aprovecharía justamente que cursaría la clase con uno de sus hijos, para comunicarle de la buena nueva.

Invadida con ese pensamiento, tomó la bolsa y salió de la mansión Black Lestrange, para encaminarse hasta la parada del autobús Noctámbulo el cual nunca en la vida había usado, pero que para su fortuna la traslado rápidamente hasta la estación de tren más cercana, para poder usar ese transporte no mágico para llegar hasta España, lugar por el que había entendido en la misiva de la profesora era elegido para la clase. ¿Temía el idioma? No, porque gracias a las diversas lenguas que manejaba se sentía cómoda y segura en cualquier parte del mundo.

—Un boleto a Bacelona. —pidió sin muchas ganas, para en cuanto tenerlo abordar el tren del tercer anden y comenzar con la aventura.

Tras pagar el boleto con dinero del pequeño bolso que traía en las manos, subió en el segundo andén de la estación al tren y se sentó en uno de los vagones. Afortunadamente, el viaje fue bastante rápido y sin contratiempos, por lo que una vez que arribo a la ciudad española, comenzó a caminar por los alrededores. Necesitaba un transporte para llegar a la exhibición y sin estar completamente decidida a usar lo que su elfina había sido tan amable de conseguirle, comenzó a caminar por las calles apelando a su sentido de ubicación.

Aunque afortunadamente no tuvo que caminar mucho porque un chico se acercó hasta su posición y se ofreció a llevarla en su automóvil hasta la Feria del Automóvil, lugar en donde quizás Eobard y la profesora ya estuviesen esperándola. Así que regalándole su mejor sonrisa, le pidió que se diera prisa y el joven de a penas unos 20 años de edad, no dudo siquiera en aceptar la petición de la rubia. Estaba llegando a su destino, mediante el famoso aventón. Quizás el hecho de que la edad que aparentaba en esos momentos era la de una mujer de unos treinta años de edad, justo la que antes de salir de su casona se le hizo la correcta.

Cuando llegó a la feria, agradeció al joven y comenzó con su camino. Debía encontrar a su hijo y lastimosamente no podía usar la magia, cuestión que comenzaba a causarle cierta molestia. Usando el ritmo de sus pasos, sacó de su mente cualquier ruido externó y en cuanto encontró al castaño lo saludó con un rápido beso en la mejilla y caminó a su lado durante algunos minutos, disfrutando del espectáculo hasta que el tumulto de voces la sacó de su ensoñación y la regresó a la realidad.

—Me siento rara por estar rodeados de tanta gente, vamos mejor a conocer un poco más el sitio —iba a comenzar a indicar a donde quería ir, cuando los gritos de una mujer la hicieron girar.

Era su profesora, y la estaban llevando hasta algún lugar extraño. ¿Dónde o qué era ese carro en el que la subían? No tenía ni la más remota idea, así que simplemente le pidió a su hijo que la siguiera y ya buscarían la manera de encontrar como llegar hasta el Bellvigte. Al momento de llegar al estacionamiento del lugar, negó con lentitud y sacó de su bolso un teléfono móvil, uno muy similar al que le había visto usar a Mackenzie durante la expedición al Desierto del Zahara. ¿Le sería útil? Según su elfina si, porque podía usarlo para pedir un transporte.

—¿Sabes que es el Uber? —preguntó a su hijo mirándolo con curiosidad.

Desbloqueando el móvil que tenía entre sus dedos, comenzó a buscar entre la pantalla la palabra uber y en cuanto la encontró, esbozó una sonrisa y supo que algo más tenía que hacer. Descifrando un poco su funcionamiento se tardaron al menos cinco minutos. Pero después de mucho trabajar, consiguieron colocar el destino al que querían ir y el sitio en el que estaban esperando por el transporte. Vaya que eran rápidas las aplicaciones, porque no demoró ni diez minutos en pasar a traerlos un vehículo de color negro, justo como el de la foto que le había salido en la pantalla.

—Esperemos llegar a tiempo, creo que estaba herida. —fue lo único que dijo, porque subió y estaban transitando tranquilamente por una de las avenidas más concurridas de Barcelona-

Los accidentes ocurrían en cuestión de segundos, justo como lo descubrieron los Black Lestrange en esos momentos. El coche que los transportaba había sido embestido por un trailer, el cual generó que su transporte quedará volcado en una de las mallas de contención. Los daños causados a los dos, eran significativos o al menos para Mia, quien se golpeó con el espejo y uno de los asientos, ocasionando que su rostro quedará herido y su cuello adolorido, así que al instante en que intentó incorporarse cayó inconsciente.

No supo que más fue lo que pasó y menos con su hijo, porque los ojos le pesaban cada que intentaba abrirlos. Era momento de rendirse, porque al estar limitada a no usar la magia, poco o nada podía hacer, así que todo dependía de los muggles y eso fue justamente lo que ocurrió, porque un automóvil justo como el que se había llevado a Sagitas, apareció para llevarlos hasta el inmueble, denominado hospital. ¿Qué era eso? No tenía ni idea, pero se llamaba igual al sitio al que habían conducido a la Warlocks.

—Me duele. —fue todo lo que pudo articular en cuanto la bajaron en una camilla de la ambulancia y notó la presencia de su hijo cerca de ella, pero ya no estaba dormido y queriendo levantarse, volvió a perder el conocimiento.

Estaban en el hospital, pero no como conocidos de la Potter Blue para recogerla y llevarla a casa o a donde sea que tuviese que ir, no sino como pacientes, que dramas podían resultar en la vida pensó.
Editado por Mia.
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He de reconocer que soy algo tramposilla. En mi clase era muy estricta con los alumnos, los Estudios Muggles se han de estudiar tal como son ellos, sin magia. Sin embargo, la premisa de no llevar varita no la aplicaba para mí misma. Por ello, en cuanto la puerta de la ambulancia se cerró y la sirena empezó a generar ese ruido tan molesto como rítmicamente atractivo, actué. Aunque la idea de ver un quirófano por dentro me atraía mucho (y aún no la descartaba del todo), tenía dos alumnos a los que proteger porque la Dirección no me iba a dejar perder (de nuevo) a más chicos a mi cargo.

 

Mi varita actuó primero sobre mi pierna. Fue lo más difícil que había hecho porque esos muggles se habían empeñado en atarme a la camilla por si me caía. ¡Demonios, qué bien apretadas estaban las correas! Creo que pensaron en un ataque epilóptico o algo así murmuraban, al ver mis contoneos para librarme de aquellas ataduras. En cuanto pude tocar mi varita en la punta de los dedos, la herida de mi pierna dejó de dolerme. Vi la sorpresa en uno de los doctores, sanadores, peramédicos o como se llamaran. El resto estaba demasiado ocupado con la paciente del otro lado, que parecía estar mal a juzgar por los pitiditos de la máquina que estaba a su lado. ¡Qué molesto pero qué manera más interesante de los muggles de saber el sonido del corazón!

 

-- Juraría que... -- sólo logró musitar aquel pobre hombre. Era guapo, me dio algo de pena tener que manipular su mente para que no recordara la gravedad de la herida. -- Vaya... Sólo parece un rasguño. ¿Quién metió a esta tipa en la ambulancia.

 

-- ¡Eh, tú, de tipa nada...! Señorita Potter Blue. ¿Me coserá la herida...? ¿Unos puntos...? Me encantaría tener una cicatriz de guerra...

 

Lástima que estuvieran todos tan liados con mi acompañante; parecía que se moría... Así que, en cuanto abrieron la puerta y la evacuaron corriendo, yo salté del vehícul0 y me dirigí, con la ropa llena de sangre pero sólo con un rasguño en la pierna. Por cierto, que me habían roto la pernera y hacía un poquito de fresco, así, con la piel expuesta a la temperatura ambiente.

 

El vestíbulo de Urgencias estaba abarrotado, como si hubiera una fiesta en ciernes, aunque no parecía fiesta sino preocupación. Los médicos y enfermeras corrían y evaluaban heridos y dividían a los más graves en diferentes boxes. Gruñí un poco y pensé en que me perdía la oportunidad de que me cosieran la pierna pues me mandaron directamente a la sala de espera para que me revisaran "por si acaso" al no tener heridas visibles.

 

Por supuesto, la sala de espera no es para la muá, pues soy muy curiosa y, hasta ahora, no había tenido tiempo de ver un hospital por dentro. Me levanté, me metí en el lavabo como una paciente ensangrentada sin heridas visibles y salió una enfermera de pelo violeta, con cofia y toda de blanco, inmaculado. Me había transformado un poquito con la Metamorfomagia, lo suficiente para que no me reconocieran si me buscaban para la revisión o para tirarme del hospital. Yo iba a meter por todas partes. Tenía un pase alargado con mi foto que me dejaría entrar en todas partes. Me sentía orgullosa de mí misma...

 

Ahora quedaba la siguiente pregunta: ¿Dónde estarían mis alumnos? ¿Seguirían por la Fira del Automóvil o habrían venido a buscarme? Tomé un carpeta con un historial y me acerqué al micrófono del mostrador de atención al usuario.

 

-- Pacientes de Sagitas Ericen Potter Blue, acudan al mostrador de Urgencias, por favor.

 

Sonreí a la Administrativa que me miraba raro. Nadie se levantó. Nadie se acercó, nadie acudió a mi llamada. Enarqué una ceja, contrariada. Como estuvieran de picos pardos aún por la Fira, se iban a enterar. Bufé. La puerta se abrió y entraron varios enfermeros arrastrando una camilla y hablando a gritos. Se movilizaron varios sanadores hacia ella.

 

-- Mujer, blanca, accidente de tráfico cerca de aquí, ha sufrido traumatismo craneoencefálico y, a juzgar por la palidez que presenta, necesita transfusión inmediata. Hemos efectuado...

 

Abrí la boca, completamente anonadada. Aquella rubia ensangrentada que traían intubada se parecía mucho a la Directora del Banco de Gringotts. Bufé y me puse las dos manos en jarras en mis caderas.

 

-- ¡Ya estamos, robándome protagonismo...! -- Murmuré por lo bajo pero la administrativa me robó el micrófono y me dirigió una mirada muy extraña. Corrí tras la camilla. -- ¡Esperen, esperen, voy con ustedes! ¿Venía sola o acompañada?

 

Caray, pues sí que eran movidos los días en urgencias de un hospital muggle.

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Qué nombre tan curioso para referirse a un medio de transporte. el castaño sacudió la cabeza ante la interrogante. No había visto a un ser mágico usar el objeto denominado teléfono móvil antes, salvo a Mackenzie en aquella expedición. Quizá a es lo más cercano que tienen a lo que, para nosotros, sería cierto autobús morado.

 

Confiando en que Mía entendería la referencia, abordó la unidad que llegó a la brevedad, con el sujeto que conducía autodenominándose el conductor designado, e intentando hacer conversación con los dos familiares. Eobard se distrajo con el tráfico durante unos minutos, mirando por la ventana cada cierto tiempo. Podía observar reacciones variadas en otros autos, desde expresiones de aburrimiento, hasta facciones que juraban aplastar al peatón que se plantara frente a ellos.

 

Un destello a su lado le hizo girar la cabeza.

 

¿Qué es es... pero no logró terminar la pregunta relativa al anillo, puesto que el Uber fue embestido por un vehículo de grandes dimensiones.

 

No...Nora, cinco minutos más.

 

Estaba delirando, pues toda la cabeza le daba vueltas. Estaba acostado, pero no era la acera; intentó mover sus piernas, pero sólo logró hacer que la derecha se moviera, pues la sensibilidad en la otra, era nula. Al parecer, sus huesos habían quedado pulverizados. Por otro lado, le ardía la cara, así como casi toda la extensión de sus brazos, habiendo recibido cortes gracias al quiebre de los cristales. Oía las sirenas, similares a las que se habían llevado a la docente. ¿Acaso ya habían llegado?

 

Alcanzó a distinguir una melena rubia a su lado, antes de sucumbir a un anestésico que le aplicaron unos sujetos en pijama blanca, llamados enfermeros o algo así escuchó. Cerró los ojos; se deslizaba al delirio de nueva cuenta, cuando notó cierta ráfaga morada entre la borrosa luz del pasillo por el que transitaba.

 

Sagitas había aparecido para llevárselos, eso le parecía.

 

La dama rubia venía con un acompañante. escuchó que era señalado. El paramédico se acercó con una especie de lámpara para cerciorarse de que estaba consciente. Diría que es su hijo, aunque se ve demasiado joven. Él tiene traumatismo en la pierna izquierda, además de múltiples heridas en extremidades superiores.

 

No supo de dónde encontró la fuerza para hacerlo, pero finalmente se sentó sobre el borde de la camilla, en cuanto los ajenos a la clase salieron de la habitación. Se sostuvo la cabeza con ambas manos, antes de lograr enfocar decentemente. Dio un largo respiro y, balanceando su pierna lastimada, se dirigió a la Warlock.

 

Parece que por fin le alcanzamos. asintió con suavidad, a manera de saludo. Acto seguido, la palidez cubrió su rostro al ver el estado de su madre, con aquel tubo conectado a ella. ¿Pero qué...qué fue lo que le pasó? Escuché algo de transfusión, ¿sabe qué es?...No soy experto en primeros auxilios, pero, si requieren algo de mí, con gusto lo brindaré.

 

Sin varita, y con una jaqueca terrible, poco podía hacer. El paramédico que lo había examinado antes emitió un grito de desesperación al verlo sentado, por lo que corrió, raudo, a obligarlo a recostarse. Llevaba consigo una especie de molde blanquecino, como si fuera una protección. Le explicó al castaño que su pierna estaba rota, y que requería llevar en ella esa cosa, llamada yeso, para no agraviar el estado de su extremidad.

 

Vale, ponlo, pues, pero cuida de no dejarme peor de cómo me trajeron.

 

No confiaba mucho en los médicos, ni siquiera en los medimagos de San Mungo. Esbozó una mueca de molestia mientras el sujeto le colocaba el yeso en la pierna, pero poco a poco, sintió un ligero alivio, como si aquello le sirviera de apoyo. Ahora, le preocupaba el destino de su madre, si bien, eran seres mágicos, sin su varita, debían depender de la medicina no mágica.

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Alguien me detuvo al decir que la paciente no venía sola. Titubeé. ¿Su hijo? ¿Mi otro alumno era hijo de la Directora de Gringotts? Aunque eso no fue lo que me paró sino la relación de sus heridas.

 

-- ¿Múltiples heridas en las manos? ¿Podrá asir una varita? -- ¡Dioses desdentados, que no me hubiera cargado la prometedora (lo suponía) carrera de uno de mis alumnos o la Dirección de la Universidad me mataría. Noté la expresión extraña en el rostro de aquel hombre y rectifiqué al instante: -- Una varita, un palo, o lo que sea, con tal de que no pierda el movimiento de las manos. ¿Perdió el pulgar? Sin eso no podrá coger cosas.

 

Era una excusa barata pero esperaba que funcionara. Eobard me habló y lo intenté agarrar porque me dio miedo aquel movimiento de su pierna.

 

-- ¡Cuidado! Esto... ¿Te duele? -- Dudé si usar la varita y ayudarle; ahora no me veía nadie pero el paramédico se volvió y me gritó, como si yo tuviera la culpa de que él se hubiera incorporado. -- ¡Ay, demonios! No fue culpa mía. ¿Por qué no le ató con esas correas que usan ustedes?

 

Me incliné hacia mi alumno para explicarle:

 

-- Sus correas son como nuestros Incarcerus y se atan en las piernas y en los brazos, para inmovilizar al paciente. Son listos estos muggles, ¿verdad?. Aquí vamos a aprender mucho de ellos, ya verás.

 

Sí, yo admiraba a esta gente que sabía sobrevivir en el duro día a día sin usar la magia. Sus instrumentos eran realmente mágicos, no en el estricto uso dialéctico pero sí en su funcionamiento. La pregunta que me hizo ahora me excitó y casi aplaudo delante del paramédico, quien quería que se estirara de nuevo en la camilla.

 

-- ¿Le han hecho una transfusión? ¡Vaaaayaaaa, qué suertuda! -- Sí, la cara de aquel hombre volvió a ser extraña y noté que miraba mi acreditación de una ojeada. -- Es decir, debió perder sangre y le metieron sangre de otra persona para salvar su vida. Los m... médicos son geniales, ¿a qué sí? -- Otra vez me acerqué a él para evitar que aquel cotilla me escuchara. -- Los muggles tienen un sistema peculiar de hacer que recuperes la sangre. Como no disponen de nuestras Pociones Reabastecedora de Sangre, lo hacen de forma manual, sacando sangre de uno y poniéndosela a quien lo necesita. ¡Tardan cuatro meses en permitir que vuelvan a ser donante de sangre! ¿Te lo crees? Nosotros en tres días máximo ya hemos regenerado por completo el nivel de sangre del cuerpo. ¡Son magníficos! Su lucha por conseguir aumentar la supervivencia del paciente sin usar la magia es algo excepcional. ¿No crees lo mismo?

 

El Paramédico se acercó a él para ponerle una vía.

 

-- Usted se va a quedar quietecito y no se volverá a levantar o usaré las correas que ha sugerido la... Doc... Enferm... Hum... -- otra mirada.

 

-- Enfermera Sagitas Ericen Potter Blue para ayudarle en lo que precise, Señor -- le saludé aunque... ¿eso era sólo para el ejército o también para los cargos en hospitales? Había médicos en el ejército, también hospitales mililtares... Hum... Mira que eran complicados los muggles a veces...

 

Le puso un goteo en la mano y yo metí mi cabeza en todas partes que pude, hasta el extremo que me gruñó. Le sonreí. Mi sonrisa era la mejor arma en aquel momento antes de usar la varita para que siguiera su trabajo sin molestarme la clase. ¿Cómo pretendía que le enseñara todo aquel mundo a Eobard si no paraba de interrumpirme.

 

-- ¡Tienes una gran suerte, por Merlín! ¡¡Te van a poner un yeso!! Fíjate, es un perfecto trabajo de albañilería. ¿Puedo ponerle potingues en las heridas de las extremidades superiores, señor Médico? Mientras usted usa la paleta y la plomada -- Espera, eso no era, eso no era... -- Era una broma, mientras le pone eso a mi am... a mi paciente. Nuestro paciente.

 

No esperé respuesta y metí las narices en aquellos cajones soltando muchos "¡aaaah!" y muchos "ooooh".

 

-- Mira, Epirefrina, algodones, pomadas, vitaminas, ¡aquí hay de todo tipo de poc.... de medicina! Guala, inyecciones... ¡Ay, sí! ¿Me dejas ponerte una inyección? Siempre he querido poner una, andaaaa, Eobaaaard... Dí que sí...

 

Aquel sujeto, ahora sí, me lanzó una mirada incrédula y algo amenazadora. Moví la varita desde dentro del bolsillo de mi bata de enfermera y suspiré.

 

-- Siempre me pillan, leñes. Y mira que pongo cuidado pero es que me emociono. ¿Sabes lo que ha hecho este médico? Te ha aplicado una Ferula en versión muggle. Esta tendrás que llevarla cuarenta días. Pero no te preocupes, un par de Episkeys y listo. Pero lleva ese yeso hasta que salgamos de aquí, para disimular. Una de las primeras reglas de convivir con los muggles es comportarte como ellos así que disimularás hasta el final. ¿Entendido?

 

Suspiré de nuevo y apliqué de nuevo la varita hacia el paramédico, anulando mi hechizo paralizador.

 

-- Bien, muchas gracias por atender a este enfermito. Y ahora... ¿Qué nos dice que tiene la otra mujer, la rubita?

 

Miré de reojo a Eobard y volví a susurrar.

 

-- ¿En serio es tu madre?

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Se miró los brazos de reojo, como esperando ver lo peor. Por fortuna, apenas y eran cortes ocasionados por el vidrio de la ventana del auto Uber que los había intentado llevar al hospital. Y con un poco de suerte, apenas concluyeran la clase, una botellita de esencia de díctamo le esperaba para sanar los cortes. De hecho, se preguntaba qué transporte emplearían para salir de ahí.

 

Me duele cuando intento apoyarme sobre algo. respondió a Sagitas, quién parecía un tanto contrariada por los daños a sus alumnos, quizá no se lo esperaba. Notó que la profesora hablaba casi a susurros cuando le explicaba, debía estar cumpliendo la premisa de no emplear magia. ¿Atarán a las personas, porque en el pasado se les habrán querido escapar? Aunque creo que nosotros solíamos hacer lo mismo en su momento.

 

Y por "nosotros" se refería a la comunidad mágica, desde luego. Desconocía mucho de las prácticas en San Mungo, edificación que no tenía el gusto de conocer. Mientras estaba recostado, en parte en contra de su voluntad, para que el enfermero le colocara el yeso, pensó en ese aparente afán que tenían los muggles de hacer hasta lo imposible para preservar la vida de sus pacientes. ¿Acaso no era una característica que compartían con sus homólogos mágicos? Quizá tenían más en común de lo que lo decían.

 

Aunque no pudo evitar estremecerse al escuchar todo el proceso relacionado con las transfusiones de sangre.

 

Es interesante ver cómo se las arreglan para hacer todo eso por su cuenta. Digo, si de por sí es peligroso, arriesgan sabiendo que quizá no haya solución. Sin duda, motiva saber que no somos los únicos.

 

Lo que parecía un peligro de sospecha por parte del enfermero que me atendía, fue creciendo a medida que Sagitas se emocionaba con cada mención al método que emplearía para curarle la pierna a Eobard. Se acentuó, cuando hizo mención a las inyecciones, cosa que si bien despertó la curiosidad del castaño-rubio, no pudo emitir palabra alguna hasta después de que la profesora inmovilizara al muggle. Él se había intentado poner de pie, ya con el yeso, y se sentía desproporcionado, debido a que era como si en un pie trajera una bota y en el otro, zapatos deportivos.

 

Si vamos a disimular, adelante, puede ponerme una inyección...Pero, esto, ¿cómo funciona, son como un brebaje? inquirió, al ver que se refería a unos pequeños tubos de plástico con aguja.

 

Mientras Sagitas devolvía en sí al enfermero y le preguntaba acerca del estado de Mía, el castaño comenzó a desplazarse por la habitación, con el afán de acostumbrarse al yeso. De momento parecía que tendría que ir arrastrando el pie, pero de a poco, la molestia en la pierna lastimada se redujo considerablemente. Aprovechó para husmear su "expediente" exprés, que detallaba la naturaleza de la lesión. Un compendio de terminología médica que poco entendió.

 

Mira, me han sacado una foto de mis huesos. ¿Cómo lo hicieron, con eso que llaman "teléfono móvil"?

 

Sostuvo lo que era una placa de rayos X, específicamente de la zona de su pierna, dónde se mostraba que el fémur se había quebrado de forma razonable. En cuanto la Warlock le interrogó acerca de la relación que compartía con la directora de Gringotts. Y es que, aunque le habían hecho la transfusión de sangre y aparentemente se encontraba fuera de peligro, no había despertado, razón por la cual había decidido no ir a molestarle con su instinto de hijo preocupado.

 

Así es. Quizá no me parezca, pero soy su hijo. señaló el cabello, que en cierta forma, era más oscuro que el de Mía. Creo que tuvimos suerte. Pero parece que el sistema de transporte es un peligro.

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Las reflexiones en voz alta de Eobard me causaban curiosidad ya que no todo el mundo sabe reaccionar bien ante las diferencias pero también similitudes entre los muggles y la comunidad mágica.

 

-- Naaa, no hace falta que te ponga una inyección, al menos que tengas mucha curiosidad. El pinchazo duele. Un poco. -- No quise decir ni en qué momento ni cuántas veces había probado aquel tema. -- El contenido es lo que debe preocuparnos porque a saber qué te puede suceder con lo que te metan. Así que lo dejamos para otro momento.

 

Mientras comentaba esto con él, iba ojeando todos los brebajes muggles de aquel box. ¡Me encantaba! Lástima que no hubieran operado a Mia porque me hubiera encantado ver un quirófano por dentro. Esta experiencia aún no la había podido conseguir en mi curriculum y sentía mucha curiosidad. Excepto por la sangre, claro, que me tiraba para atrás. El paramédico estaba confuso (¿por qué sería?) y murmuraba sobre el estado de mi alumna. Aunque no entendía ni la mitad de lo que decía, supuse que no era nada bueno.

 

-- Sí, tienen un aparatejo que hace fotos de los huesos pero no usan un móvil. El móvil es para hablar con una persona que esté lejos. Se oye la voz de la persona aunque ella está muy lejos. Y como si estuviera aquí al lado, estirando la mano pero no... Muchas llamadas son internacionales e incluso inter-oceánicas.

 

Le miré levemente y me di cuenta que sostenía una radiografía.

 

-- ¿Has visto como te rompiste la pierna? ¡Es genial como ven por dentro!, ¿verdad? ¿Te la quieres llevar de recuerdo? Nos vamos. Me parece que Mia no está para seguir la clase. Aýudame.

 

Tomé su expediente y el de la rubia que descansaba en la camilla y empecé a garabatear letras casi ilegibles en ellos. Después se lo di al hombre.

 

-- Me llevo a los dos pacientes al Hospital de San Mungo. Ya he firmado los informes para el traslado. Todo está en orden. Continúe con su trabajo y felicidades, lo ha hecho genial.

 

Movía mi varita mientras le "ayudaba" a entender que mis alumnos necesitaban irse ya, cuanto antes.

 

-- Ayúdame con la camilla, Eobard. En cuanto entremos en la ambulancia, os curaré a los dos en un momento y podremos volver a Londres en mi traslador. Por cierto. Estás aprobado pero no le cuentes a la Dirección que... ejem... tuvimos ciertos inconvenientes. ¿Hace?

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