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Libro de la Sangre XXXIII


Sagitas E. Potter Blue
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El Asesino se pasó la lengua por los labios y lanzó un gritito de placer al sentir el sabor de la sangre. No era suya. Era de su víctima. Un cuerpo desmadejado en el suelo, apenas visible en la oscuridad de aquella aula de Pociones. Le había interrumpido cuando robaba una poción multijugos. No sabía quién era; tampoco le importaba. Para él sólo era uno más en su carrera mortífaga y no iba a ser el último. Lo camufló con un hechizo de transformación. Nadie se fijaría que había una silla de más en aquella clase.

 

Se puso la capucha por encima de su cabeza calva y salió a hurtadillas. No se encontró con nadie. Sin embargo, los gritos de alerta aún sonaban por los pasillos. Los miembros de Seguridad Mágica le buscaban en aquel centro universitario y pronto darían con él. A menos que tomara un jugo de la poción y pudiera cambiar su fisonomía, tarde o temprano le encontrarían. Y aunque no le importaba llevarse por delante a cuántos pudiera, aún tenía mucho que cumplir una misión y, para ello, debía salir de aquel lugar vivo.

 

Avanzó con sigilo. Las voces se acercaban, susurros que indicaban a la gente que se alejara del campus. El Asesino vio salir a un elfo de una puerta y entró, rápido, evitando por segundos las figuras de los Aurores que giraron el recodo del pasillo y le hubieran visto. Estaba en una habitación llena de libros, de extraños objetos apilados en tambaleantes filas, de ropa variada colgada en perchas móviles con etiquetas sobre su uso... Estaba desorientado hasta que vio un cartel identificativo en la mesa, llena de cachivaches:

 

Estudios Muggles

Prof. Warlock Sagitas E. Potter Blue

 

Una voz salió de una portezuela medio escondida entre cajas de juguetes muggles irreconocibles para él.

 

-- ¿Harpo? Este mes tengo clase para enseñar el Libro de la Sangre. Manda la lechuza a mi alumna, @ y dile que nos veremos aquí, en el Ateneo, que llegue con su libro. Haremos el curso junto al lago, al aire libre. Te dejé el manuscrito encima de la mesa.

 

El Asesino se acercó poco a poco a la puerta entornada. Por la rendija veía moverse a una figura. Sus ojos se achicaron y elevó la varita, que temblaba con un ligero brillo verdoso en la punta. De repente, la puerta se abrió y una mancha de pelo violeta le lanzó una capa verde botella, que cayó sobre su varita.

 

-- Harpo, lleva a lavar la túnica, tiene un cierto olor a perfume que no me gusta, a ver si se lo quitan. Dile que tengan cuidado con la insignia de Warlock que ya he perdido tres este mes y dudo que me den otra.

 

La mujer, quien hablaba por los codos, cerró la puerta y siguió dando órdenes en la otra habitación. El Asesino estuvo a punto de lanzar al suelo aquella capa hasta que vio... un pelo. Lo tomó con cuidado y lo contempló...

 

La puerta del Aula se abrió de golpe y dos Aurores entraron con las varitas alzadas.

 

-- ¡Señorita Potter Blue! Disculpe la interrupción. Buscamos a un fugitivo. Se le busca por la muerte de tres personas y sabemos que ha buscado refugio aquí, en la Universidad.

 

La Profesora de Estudios Muggles enarcó una ceja ante la interrupción. Escribía un pergamino.

 

-- Como Warlock les ordeno que evacuen el centro. Hablen con la Dirección. Mi compañera Warlock les dará instrucciones más precisas. Si me disculpan... Tengo una clase que impartir.

 

Lechuza para Maida:

 

De: Sagitas E. Potter Blue, Profesora Suplente del Libro de la Sangre

 

A: @

 

Texto:

 

Su clase del Libro de la Sangre se iniciará a las diez de la mañana en el campus universitario, frente al lago, junto al Roble torcido. No olvide traer su libro y todos los objetos de éste y los anteriores. Espero compartir con usted una gran clase.

 

Saludos,

 

Sagitas E. Potter Blue

 

 

Sagitas salió de la clase, bamboleando su capa verde oscura cada vez que sus pasos firmes se alejaban por el pasillo. Los Aurores esperaron un momento antes de abandonarla también y cumplir las órdenes recibidas.

 

-- Espere, necesita protección. Uno de nosotros le acompañará para que no tenga problemas, por si aparece este asesino.

 

Poco después, Sagitas salió de la puerta lateral, secándose el pelo con una toalla. Llevaba un chandal gris con rodilleras y sus bambas moradas de cordones amarillos. Mientras se peinaba el pelo comprobó que la nota que había escrito a su alumna ya no estaba.

 

-- ¿Harpoooo? ¿Han enviado la nota a Maida? ¿Cuándo tendrán lista mi capa?

 

Volvió a entrar tras aquella puerta y terminó de arreglarse. Tenía que dar una clase.

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El escándalo en la universidad era inevitable, todos se habían enterado de una manera u otra lo sucedido en el campus. En el caso de Maida, porque ese día tenía que llegar a clases con Sagitas. Se había decidido a intentar una vez más el Libro de la Sangre, aunque la verdad no estaba muy convencida que su camino en la vida iba por el de las batallas mágicas. Por otro lado, acababa de comenzar carrera en el Cuartel de Inquisidores y parecía que pronto tendría más problemas de los que le gustaría admitir. Sacudió la melena mientras acomodaba sus libros en el bolso y enumeraba mentalmente todos los accesorios que llevaba para la clase, resopló incómoda viendo a los alumnos caminar raudamente hacia la salida, y ella claro, yendo al lago como si nada.

 

¿Llegó tarde? A lo mejor un poco sí, no podían juzgarla, todo estaba de cabeza ese día.

 

Perdona Sagitas, he tenido un bloqueo mental camino aquí —dijo a modo de saludo cuando por fin la tuvo cerca—, ¿sabes si ya los aurores o inquisidores han sabido algo del atacante? Me llegan rumores de algún mortífago, pero no se les ve por el pueblo hace demasiado tiempo.

 

Y aunque pareciera chisme de pueblo chico, Maida sabía de lo que hablaba, aún tenía escondida entre la pie el tatuaje que tanto había protegido meses atrás, durante al menos tres años. Los mortífagos estaban disueltos y ni siquiera se tocaba en tema cuando dos personas que se sabían ex magos oscuros, se veían en la calle. Ella misma ignoraba el tema, aunque los ideales seguían siendo los mismos, la Marca Tenebrosa estaba fundida en su pasado como algo que la ataba a alguien, a alguien de quien necesitaba desprenderse. Suspiró sin darse cuenta, ¿quién tenía esa clase de pensamientos con respecto al bando oscuro? Sólo Maida Yaxley. Se aclaró la garganta y regresó al presente.

 

Sus ojos se perdieron un poco con el lado y le regaló una sonrisa a Sagitas.

 

No sé que tan seguro sea estar aquí justo ahora —comentó tratando de despejar la mente. Si quería aprobar de una vez por todas, necesitaba concentrarse en lo que realmente importaba ahora.

 

El libro de la Sangre no le daba mayor miedo que el que había tenido con la Fortaleza, después de todo, sacrificarse si era la persona adecuada no le parecía malo. Contrario a las creencias de algunos, para ella era sencillo desprenderse de su seguridad para proteger a sus seres queridos. Quizá eso era lo que había sucedido la última vez, o quizá tendría que verse obligada a hacer cosas ajenas a su voluntad para probar que podía vincularse. Como fuere, tenía que desarrollar el trámite de una vez por todas, para regresar a Londres con el certificado en paz y el alma más contenta. Sus logros académicos siempre cumplían con la función de distraerla a la perfección.

Editado por Maida I. Yaxley

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La Sagitas con la capa verde caminó deprisa, intentando alejarse de aquel par de Aurores. De uno consiguió deshacerse, aunque era porque iba a obedecer sus órdenes. Sin embargo, el otro la seguía y le costaba mucho deshacerse de él. No lo consiguió. Torció por uno de los corredores y le sujetó por el brazo.

 

-- Señorita Potter Blue. Su clase es por el otro lado.

 

Asintió sin pronunciar palabra. Por mucho que lo intentó, acabó llegando junto al Roble Torcido, al pie del lago de agua cristalina. Sagitas enarcó una ceja, contrariada. Una muchacha la interpelaba. Apretó con fuerza su varita, la mano dentro del bolsillo de aquella capa que le era ajena.

 

-- Señorita... Maida I. Yaxley, supongo... -- Aquella Sagitas no podía saber que la verdadera Sagitas ya la conocía pues la había tenido en su clase la etapa anterior. -- Encantada... Así que viene a... clase...

 

El Asesino podía ocupar el cuerpo de aquella mujer pero no podía acceder a sus recuerdos ni a sus conocimientos. Ni idea de qué clase tocaba. Pero el Auror estaba cerca, manteniéndose a una distancia prudencial para no interrumpir la clase pero no demasiado amplia para escarparse de él. Dentro de los terrenos de la Academia, nadie se podía desaparecer, así que tenía que salir lo antes posible para hacer uso de la Aparición.

 

-- ¿Atacante? -- murmuró, mirando por encima de su hombro hacia aquel "guardaespaldas" que no podía quitarse de encima. Su rostro sufrió un rictus de rabia y masculló sus siguientes palabras: -- Los mortífagos siguen estando ahí, esperando el momento. No dude que aparecerán cuando menos se lo espere, señorita, no son sólo rumores.

 

Después se dio cuenta de lo que acababa de decir e intentó recobrar la calma, echándose un poco hacia atrás y manteniendo la compostura que se supone de una profesora de... lo que fuera.

 

-- Alerta Permanente, señorita Yaxley, Alerta Permantente. Están acechando ahí fuera, estoy segura. Veamos... ¿Ha traído su libro de... de la clase? Espero que lo haya leído... ¿Tiene alguna duda sobre lo que hay que aprender?

 

¿De qué había dicho aquella mujer que daba clase...? ¿De un libro de la... Sangre...? Si querían sangre, eso tendrían. Con el mero pensamiento en ella, se pasó la lengua por los labios, como si estuviera saboreándola de nuevo. Como ansiaba matar a todos los presentes, aunque para ello tendría que acabar con el Auror primero.

 

-- Bueno, venga, no tengo todo el día, ¿tiene dudas o no?

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