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Libro de La Fortaleza XXXI


Dennis Delacour
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Era increíble ver como el tiempo pasaba tan pronto cuando se estaba ocupada. Ya más de un mes desde la última clase que había dictado en el libro de la Fortaleza a su ultimo pupilo, había disfrutado mucho de aquella clase y del duelo posterior, le había servido para practicar cosas que estaba dejando de lado debido a la tranquilidad que a veces manejaba en la oficina del ministro. Estar entre tantos documentos día a día hacían que se oxidará un poco en cuanto a sus habilidades duelisticas y eso era algo que no se podía permitir.

 

Pero después de estar de descanso durante un largo período era hora de volver a sus labores de docente de aquella clase de uno de los libros de los guerreros Uzza. El pergamino con el sello de la universidad había llegado hacía un par de días con la información de quien sería su nuevo alumno, Crowley aquel apellido le sonaba un poco aunque si su memoria no fallaba no era un mago al que conociera, creía recordar que había leído algo en el profeta sobre ese mago, al parecer estaba comprometido o algo así con la directora de Gringotts quien si era alguien con quien se había cruzado un par de veces en diferentes entornos. Por lo visto aún se puede conocer gente nueva en Londres, aunque pareciera muy grande la comunidad mágica era un círculo más bien pequeño a veces donde se encontraban vínculos con muchas personas sin querer. Esperaba llevar una clase sin tensiones con el mago aunque a veces terminaba encontrándose con hechiceros de ego inflado, esperaba esta no fuera una de esas ocasiones.

 

Con una floritura de su varita garabateo un par de líneas en un pergamino donde citaba a su pupilo a las 6 de la tarde en determinadas coordenadas, el mago era libre de llegar como quisiera, con el paso del tiempo se había dado cuenta de que a muchos no les gustaba viajar en trasladores u otros medios así que lo dejaría a libre albedrío, además tenía todo el día para llegar ya que recién despuntaba el día. Despidió aquel mensaje para que se dirigiera a su destinatario y luego se dedicó a preparar lo necesario para su clase.

 

Cuando estuvo todo listo vistió con un pantalón negro y blusa blanca, sobre su atuendo una túnica negra con el emblema familiar, en el bolsillo de la misma lo que iba a necesitar y en su diestra su varita, su cabello de color negro en ese día gracias a la metamorfomagia, digamos que había decidido que todo fuera un poco oscuro en esa ocasión. Y usando un fulgura nox abrió un portal con rumbo a su destino que no era otro que las ruinas del coliseo italiano, una magnífica estructura a simple vista y mucho más intrigante era lo que se escondía bajo aquella pila de rocas que se habían mantenido a lo largo del tiempo. El sol empezaba a ocultarse en aquel día del mes de julio y la Delacour sólo aguardaba a la llegada de su estudiante para dar inicio a su instrucción.

 

 

 

 

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La tarde terminaba de caer en el despejado cielo de Ottery y los rayos naranja del sol se desvanecían de a poco en los ventanales de la habitación del patriarca Crowley. La oscuridad de la naciente noche empezaba a envolverlo todo a su paso y las antorchas se encendían brindando su luz danzante y cretina a los pasillos del solitario castillo. León estaba listo desde casi 30 minutos antes de la hora requerida. Metió la mano al bolsillo del gabán negro que cubría su camisa vinotinto y pantalón negro y sacó el pergamino que comunicaba su clase. Sonrió. Debía reconocer que de una u otra forma le alegraba que la lección que debía aprender esa noche, no se llevara a cabo en el claustro académico.

No era fácil para el ex-director de la academia de magia y hechicería volver a los corredores y pasillos a los cuales le dedicó mucho tiempo, muchas canas. Así se llamara de forma diferente, y a las clases les hubieran cambiado el nombre, era el mismo objetivo, la misma esencia. Verificó una vez más el lugar donde la docente se presentaba. Conocía muchas más Delacour's de las que le gustaría aceptar, pero a la que se hacía llamar Dennis no la conocía. Si hacía un examen a conciencia, conocía a muy pocas personas que tuvieran un puesto en cualquier institución mágica actual. Nuevas generaciones, nuevas directivas. Ella tampoco lo conocería a él, sin duda, pero no iba ese a ser un obstáculo para aprender lo que ella deseara enseñarle. Cerró el frente del gabán y al verificar que la fiel Marié seguía en el bolsillo izquierdo de su pantalón, desapareció del lugar.

Su completo ser se materializó en el centro de Roma, cerca de la Piazza Martín Lutero donde la tarde aún estaba un poco más demorada en terminar. Muchas veces había visitado Italia, y en ninguna de ellas se había perdido de pasar por el parco del Colle Oppio. Invisible entre los muggles que caminaban de un lado a otro destellando fotos con sus cámaras de vídeo o celulares, León atravesó el parque y tomó la Vía Labicana hasta la ruinas del Colisseo. Si, podría aparecerse al interior de la estructura en ruinas, donde seguramente Dennis lo estaba esperando, pero le gustaba darse el pequeño placer de contemplar el Anfiteatro Flavio y a los Muggles que ignoraban el origen y posterior caída de lo que ellos conocían como Coliseo Romano. La historia que les habían contado no estaba cerca de ser la realidad.

Faltaba solo una hora para el cierre del lugar y las entradas estaban atiborradas de personas ansiosas por entrar y dejarse maravillar por las ruinas de lo que alguna vez fue el centro de duelos más grande de toda Europa. Los primeros registros de duelos mágicos conjuntos datan de las reuniones clandestinas de Tito Flavio Sabino, un mago que se aprovechó de la ignorancia de los muggles y se proclamó Segundo Emperador de la dinastía Flavia, tras un robo de identidad -y posterior obliviate- al verdadero desencinte de Vespasiano. León cruzó sin mucho problema una de las puertas laterales que comunicaba el exterior con la cávea y de allí un pequeño salto a la arena. Allí, de espaldas al sitio por el cual había ingresado el pelinegro, la figura esbelta y definida de una mujer se giraba al escuchar el sonido de los zapatos de León golpeando la arena.

 

Tú debes ser Dennis —saludó al reconocer el emblema de la familia Delacour—, un placer conocerte. Soy León Crowley.

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Conforme el sol se iba ocultando en el horizonte los colores que pintaban el cielo eran realmente una envidia para la paleta de cualquier pintor que se dignara de plasmar en sus lienzos sentimientos más que imágenes o paisajes. Aquel lugar sin duda sería el ideal para estar acompañado, quién diría que cuando la oscuridad se apoderaba de ese sitio lo que se podrían encontrar serían sombras y espíritus malignos debido a tanta muerte que tuvo lugar en ese majestuoso edificio en sus épocas de lo que algunos llamarían gloria pero que la Delacour solo cree que fueron matanzas sin justificación alguna, cuando la diversión se encuentra en el dolor ajeno y la muerte de débiles cualquier cosa deja de tener un significado honroso para volverse un crimen.

 

Por eso había escogido aquel lugar, no era por lo que significara turísticamente ni mucho menos, sino por lo que estaba más allá de la comprensión muggle e incluso de la de muchos magos y brujas que no veían más allá de lo que les era conocido por algunos libros de historia. La noche sería fría, se notaba conforme la brisa iba sintiéndose cada segundo más fresca mientras aguardaba por su estudiante el cual no se hizo esperar ya que unos pasos sobre aquel sendero de ruinas le indico que ya no estaba sola en aquel recinto.

 

— Dennis Delacour Rambaldi a su servicio, un gusto conocerlo señor Crowley. Espero que mi clase pueda cumplir con las expectativas que tiene del Libro de La Fortaleza, cualquier inquietud con gusto la resolveremos de la mejor forma posible — hablaba con tono serio pero tranquilo a la vez, siempre trataba de llevarse de la mejor manera con sus alumnos aunque en un par de ocasiones no haya sido nada fácil.

 

— Me gustaria saber porque le interesa este libro en particular? algún motivo en específico lo llevó a querer aprender lo que ofrecen los Uzza en este libro? — a veces sentía curiosidad por los motivos de sus alumnos aunque no era algo que fuese a influir en el resultado final de aquel curso, todo dependería de cómo se manejara el mago con respecto a los poderes que otorgaba el libro.

 

— Bueno mientras aclaramos cualquier duda es mejor que vayamos a nuestro destino — dijo mientras abría un fulgura nox, iban a estar en el coliseo romano pero gracias a sus conocimientos de runas antiguas e historia de la magia sumados al libro del druida estarían en el año 80 a.c, exactamente después de los 100 días de juegos que tuvieron lugar por la inauguración del coliseo, en esa la presencia de fuerzas oscuras era demasiado fuerte así que la Delacour creía que sería el sitio ideal para usar los conocimientos del libro para defenderse. Le indico a León que cruzara el portal, era hora de averiguar que tanto iban a encontrar en ese sitio.

 

@León Crowley

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¿¡Rambaldi!? —los ojos del pelinegro se abrieron de par en par y su cabeza giró enérgica mirando el rostro de la docente.
Una oleada de recuerdos se apoderó de León y lo dejó frío, inmóvil por un momento. Un desfile de nombre e imágenes se atravesó por su campo visual, que ya no eran las ruinas del coliseo. Chomsky, Milo, Prosperina. Deiwan. Su hermano. Le era imposible no maldecir los tiempos que lo obligaron a partir sin avisar, sin advertir. La extinta academia de magia y hechicería no había conocido nunca un director fenixiano más dedicado que él, el único con el que pudo decir que trabajó a gusto. Quien le inculcó el amor por la enseñanza pese a las horrorosas decisiones que estaban por encima del entendimiento de ambos. León sonrió con todo el gusto del mundo a la gigantesca ironía del destino que ponía a una pariente de su hermano a darle una clase de duelo.
Abandonó sus memorias y volvió de lleno a la realidad que lo reclamaba. La noche se había puesto ya y las luces de la arena se habían apagado finalmente. El brillo de la reluciente luna de Julio era lo único que les permitía a ambos distinguirse en la penumbra. La brisa apenas se sentía en la piel, el calor inclemente de la tarde se había penetrado tan profundo en la arena que de no ser por el invaluable sentido de la vista, sería muy difícil atinar a la hora del día. La pregunta de Dennis cayó como una gran roca sobre una mesa de vidrio. Estaba preparado para sacar la varita y practicar algo del viejo noble arte de la tortura, pero no lo estaba para esa pregunta. No tenía muy claro porqué había decidido adquirir el libro, o tal vez si lo sabía, pero era demasiado testarudo para reconocerlo.
La curiosidad de aprender de lo desconocido podría ser la razón —respondió a la mujer con una sonrisa—. Lamentablemente no estuve acá cuando la Universidad Mágica empezó a impartir este tipo de conocimientos. Y bueno, nunca es tarde para aprender.
Tarde era poco para los 15 años que habían pasado desde que la mutación de la academia había dado paso a dos entidades independientes. Guerreros Uzza, libros de hechizos, consumibles. Todo era una completa novedad para él y no había cosas que le disgustara más que ignorar un tema que parecía ser de dominio público. ¿Cómo poder establecer una conversación con su prometida sobre los nuevos alcances de la posible amnistía a los llamados bandos mágicos si no tenía ni la más #$#%#& idea de lo que estaba hablando? Lo había estado pensando por algunos meses, pero no fue sino hasta el almuerzo con Arya, que se sintió como un quintaped en un consejo de veelas, cuando ambas empezaron a debatir el tema. Obviamente era una explicación una tanto mundana y banal para usarla de justificación, así que optó por una versión un poco más maquillada.
Dudas si, tengo algunas —comentó avanzando hacia el portal—. ¿Qué son exactamente los libros? Es decir, ¿Por qué ahora y no antes? ¿De donde vienen los Uzza?
El destino elegido por la profesora no era precisamente un donde, sino un cuando. El portal al cual le invitó a seguir lo llevó a un momento que en principio no supo identificar. La arena seguía caliente, la luna seguía brillando pero algo había cambiado. El ambiente. Un sutil olor se movía entre la brisa que acariciaba su cara. Un aroma que conocía pero no lograba identificar del todo. A lo lejos no se escuchaba el barullo de los claxon de los Fiat 500 o de los Kia Ceratto que volvían a los hoteles o a la Vía del Quirinale a los bares y discotecas de la ciudad. No. A lo lejos se escuchaba la algarabía, la fiesta burda y artesanal del pueblo, los gritos, las cuerdas. El aroma en el ambiente al fin lo reconoció. Sangre. La sensación ferrosa podía sentirla en la boca, en los pulmones. La arena esta caliente y roja. Escudos agrietados, espadas enterradas en torsos y yelmos aún con su contenido, desplegados a diestra y siniestra. La muerte bailaba a su al rededor.
—Interesante elección, señorita Delacour.

Editado por León Crowley
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La Delacour escuchaba atenta las palabras del mago con respecto a los motivos que lo habían llevado a querer cursar aquella clase, entendía totalmente su punto de vista ya que ella misma siempre había sido alguien de personalidad curiosa, siempre en busca de cualquier conocimiento que la ayudara a avanzar en sus aspiraciones por tener grandes poderes para proteger a su familia y ayudar a su bando, por eso siempre se encontraba tratando de adquirir nuevos conocimientos o habilidades, todo con el fin de seguir creciendo.

 

— El conocimiento es un don o un tesoro, como lo quieras ver. Quien deja de buscarlo simplemente esta negandose a averiguar que hay más allá de lo que ya sabemos o de lo que simplemente vemos día a día. Y como dices nunca es tarde para aprender, en cambio se hace infinitamente tarde para avanzar cuando se opta por estancarse en lo fácil y conocido — dijo al mago mientras observaba la escena que había cambiado ante sus ojos aunque se encontraban aún en el coliseo. La muerte embriagaba el ambiente con tonos de sangre y gritos ahogados de dolor que el viento se encargaba de traer una y otra vez así ya estuviera vacío esa noche, pero cuando tantas vidas se han perdido por nada el dolor y la pena quedan atrapados entre esos muros y sellados bajo la arena.

 

— El pueblo Uzza es originario del Desierto del Sinaí, y ahora nos ofrecen sus conocimientos debido a un contrato que existe con el gobierno de magia ingles, por eso tenemos la oportunidad de aprender de ellos. El Libro de la Fortaleza es uno de los primeros en una larga lista pero no por eso hay que menospreciarlo ya que ofrece poderes que pueden llegar a ser muy útiles en diversas circunstancias. — y no podía estar más en lo cierto, aquellos hechizos le habían salvado más de una vez.

 

— El libro además de los hechizos aporta tres anillos cuyas características pueden resultar valiosas así como un amuleto que te permitirá ayudar a otros si están heridos. Los anillos de Salvaguarda contra oídos indiscretos, de escucha o el detector de enemigos bien usados pueden darte ventajas en situaciones laborales o del día a día, incluso te pueden avisar cuando estás en peligro.— que era justo lo que iba a suceder ahora ya que el anillo en su mano derecha que era el detector de enemigos comenzaba a brillar con intensidad, algo se aproximaba a su ubicación muy rápidamente.

 

De las sombras frente a ellos se irguieron tres criaturas que tomaron forma de leones como los que a veces luchaban en esa arena, solo que estas eran el triple de su tamaño, de color negro como la noche y de ojos rojos como la sangre, sus colmillos y garras proporcionales a su tamaño se enfilaban en su dirección con la única idea de despedazarlos. De esa manera aquel coliseo de sangre y muerte les daba la bienvenida y eso que ni siquiera empezaban a descender a las mazmorras bajo aquel lugar donde la magia oscura se percibiá solo con respirar.

 

@León Crowley

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Había sabiduría en las palabras de la rubia que impartía la clase, a lo cual el holandés solo atinaba a mover la cabeza arriba y abajo aprobando cada una de las afirmaciones de Dennis. Era una mujer joven, o al menos eso era lo que parecía, pero demostraba estar dotada de un gran conocimiento en la materia. La mención a los libros que tenía por delante generaron una extraña mezcla se sentimientos. Adquirir conocimientos era algo siempre apasionante y nunca iba a dejar de hacer lo posible por aprender más, pero, por otro lado, lo que implicaba los libros era algo un poco tedioso. Solo esperaba que todas las clases fueran tan amenas como la que llevaban en el momento. La mención de los anillos y amuletos llamó mucho la atención del ojinegro. Eso podría significar porque nadie en la BL escuchaba absolutamente nada de lo que pasaba en los aposentos de la matriarca. Sin duda alguna necesitaría su anillo en la Crowley.

 

¿Algo así? —preguntó levantando el anillo que llevaba en la mano derecha y que brillaba como una gema del infinito.

 

El piso temblaba de forma incremental, León bajó la miraba y podía ver como los granos de arena comenzaban a danzar y saltar como si fuera un Rave de Ibiza. El anillo cumplía la función de alertar, y lo hacía bien, pero no indicaba de donde. Por un momento el pelinegro recordó la recordadora: Te dice que olvidaste algo, pero no te dice que olvidaste. El temblor se hacía cada vez más intenso y la oscuridad del lugar no hacía nada fácil la tarea. Recordó entonces la información del libro. Haciendo uso del poder especial de Salvaguarda Mágica su entero ser se volvió intangible en el momento exacto en que tres descomunales criaturas se lanzaban hambrientas contra su ya de por si demacrado cuerpo.

 

Volvió la mirada a Dennis temiendo que le hubiera pasado algo pero estaba intacta y su expresión parecía tener cierto grado de complicidad con el repentino ataque. Si él fuera profesor también podría pruebas. Era mejor estar atento. Cambió de mano a marié y quedó atento a cualquier otra criatura que pudiera sorprenderlo.

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Su alumno había comprobado por el mismo como funcionaba el anillo detector de enemigos justo antes del ataque de aquellas criaturas salidas de las sombras, mezcla de sangre y muerte, diseñadas por la magia oscura que habitaba en aquel lugar producto de tantos sacrificios de sangre sobre aquel terreno, vidas perdidas de algunos inocentes y otros que poseían un mal tan profundo en su interior que todo eso fue absorbido por aquellas arenas, muros y pilares del coliseo.

 

No pudo evitar sonreír al ver que el mago había usado la magia del libro para evitar un daño que hubiera sido considerable teniendo en cuenta el tamaño de las garras de aquellas criaturas, eso era lo que la Delacour quería, que su alumno aprendiera por medio de práctica lo que podía brindar el libro de la Fortaleza. Y contrario a lo que pudiera estar pensando el mago ella no tenía nada que ver con las cosas que podrían pasar en aquel lugar, simplemente había escogido el destino sabiendo que era un foco de magia oscura por lo que había ocurrido allí pero no tenía control alguno sobre lo que pudiera pasar simplemente el uso de su varita y sus habilidades.

 

Las bestias enfocaron de nuevo su atención en ellos y trataron de embestir nuevamente, la ojiazul alcanzó a divisar un pilar cercano a ellos de donde solían atar los leones que tenían al espectáculo, así que apuntando su varita dijo — Confringo — aquella columna voló en pedazos llevándose consigo a la criatura más cercana lanzando piedras a todos lados, las cuales algunas alcanzaron a rozarle la cabeza haciendo que un pequeño hilo de sangre recorriera parte de su rostro. — Curación — pensó cerrando aquella herida sin problema alguno.

 

Aún quedaban dos de aquellas criaturas las cuales simplemente daban rondas alrededor de ellos orillandolos a que tomaran la compuerta para bajar al subsuelo donde se ubicaban las mazmorras donde mantenían a los gladiadores que usaban de carnada para los grandes héroes o animales. Trataban de llevarlos hacía esa zona por alguna razón, solo esperaba que el averiguar que había en ese lugar no fuera terminar dañandolos seriamente.

 

@León Crowley

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Las piedras volaron por todo lado luego del hechizo de la rubia que salió afectada por una de las rocas. Su herida se cerró casi al instante que se produjo, dejando el hilo de sangre seco en la frente. ¿Era ese el verdadero poder de los libros? no había escuchado ningún episkey o que hubiera tomado alguna pócima o algo. Ya no estaba tan seguro de si todo lo estaba causando ella, de ser así no se habría dejado impactar por la roca o tendría que ser un poco despistada para permitirlo. Se decantó por la primera opción. La sombras seguían apareciendo de todas partes, menos de una, de la zona de acceso a las mazmorras. Era el último lugar en el cual los recién conocidos querrían estar si las sombras seguían proyectándose.

No creo que tengamos más opción que bajar

No habría forma de saber lo que les esperaba, si era bueno o malo. Estaba muy lejos de tener el nivel de magia que tenía Dennis, por lo que alegar a la caballerosidad y dejarla bajar primero era contraproducente con la lógica de la supervivencia. Si a él le pasaba algo, ella estaría en condiciones de socorrerlo, pero si a ella le pasaba algo al bajar ¿Podría el pelinegro ayudarla? Lo dudaba demasiado. Bajó entonces de primero por la plataforma que estaba compuesta por una rampa en un angulo de casi 25° y un par de escalinatas en madera. Paso a paso, el holandés avanzó en la completa oscuridad la cual desterró al invocar un lumus con su varita. A lo lejos, se veían sombras, moviéndose de un lado para otro, susurros que viajaban con el aire tibio.

Recordó entonces los poderes recien adquiridos. Apretó su mano derecha y el anillo de Escucha le permitió al pelinegro escuchar con más claridad los susurros. Voces claras y definidas, pero roncas, repetían una y otra vez "Sono qui, vengono per salvarci" No tenía muy fuerte su italiano, pero alguien necesitaba ser salvado. En el momento en que se giró para verificar que Dennis viniera tras él, el anillo detector de enemigos.

 

¿Todo bien all ¡¡¡AGH!!! —las palabras de León fueron interrumpidas por un alarido secó que salió de sus labios antes de caer y rodar precipitoso por las escaleras de madera.

 

Algo había atravesado el espacio en completo silencio y había hecho un corte significativo en la base de su talón, rasgando el talón de Aquiles. La sangre era escasa pero el daño no. Al intentar ponerse de pie fue imposible hacerlo sin volver a aterrizar sobre la arena. Recordó la curación de Dennis momentos antes y apretó el amuleto de Curación que traía consigo en el cuello. No sabía si debía hacerlo o no pero el efecto fue el requerido: la herida cerró y sanó el tendón casi de inmediato. Se alegró, pero solo por un momento, ya que aún con la protección de ambos anillos, el ataque le había llegado sin poder hacer nada al respecto. Lo que lo hubiera atacado era increíblemente rápido.

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