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Ático Munter (MM: 112932)


Tauro M.
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Familia Munter



Historia de la Familia

La distinguida familia Munter, la más pura de las familias escandinavas, ha dejado un legado de muerte y práctica de las Artes Oscuras. Fieles seguidores de la oscura tradición familiar que se remonta siglos atrás en la historia del norte de Europa. Uno de sus patriarcas más celebres fue Harfang Munter, fundador y director de Durmstrang. Desdeñan a los muggles, hijos de muggles y traidores a la sangre, siendo parte de estos últimos todo aquel que vaya en contra de los ideales Mortífagos o personas que guarden un vínculo cercano con los que se hacen llamar La Orden del Fénix.

En su afán de preservar la pureza de la sangre, los Munter no temen mezclarse entre ellos, por lo que resulta difícil elaborar un correcto árbol genealógico que explique sus orígenes. Debido a esto, muchos miembros Munter se encuentran distribuidos alrededor del mundo mágico, manteniendo un perfil bajo para poder hacer y deshacer a sus anchas, manipulando e intimidando, recurriendo a cualquier acción que sea necesaria para seguir gozando de los beneficios y placeres a los que están tan acostumbrados.

La mala hora y los malos hábitos han unido a tres miembros recientes reconocidos de la Munter, quiénes están dispuestos a llevar la pureza de la sangre hasta las últimas consecuencias. Cualquiera que quiera ser parte del linaje deberá cumplir ciertos requisitos exigidos y las consecuencias por el incumplimiento de ello es el repudio y la muerte. Sin embargo, existen diferencias notables entre los miembros de la familia. Algunos se caracterizan por ser personas influyentes en el Ministerio y del mundo Mágico en general, viven de las riquezas acumuladas por sus antepasados, la cual es suficiente para que dos generaciones más puedan vivir cómodamente. Otros, por el contrario, consideran el lujo como algo secundario y prefieren inmiscuirse en la magia oscura y en nuevas formas de recuperar la grandeza de los magos y brujas que los simpatizantes muggles han ido deteriorando.


HYDE PARK PLACE 13 4/3

El edificio ubicado en el barrio de Kensington, con vistas parque Hyde Park en Londres, se extiende desde la esquina hasta el número 12. Había sido construido varias décadas atrás en un punto neurálgico de la ciudad desde el cual los Munter habían ejercido su influencia y manejado negocios en suelo inglés. La fachada es de estilo clásico, como la mayoría de los edificios señoriales del barrio que rodean tanto el parque como el palacio. El portal se encuentra en medio de la fachada que da al parque, luego de una escalinata aparece la puerta de entrada de doble de cristal y hierro. La gente no mágica -muggles- solo verán el portal 12.

Se entra a través de un amplio hall circular con suelos de mármol. El conserje, un squib sexuagenario siempre bien vestido, no deja pasar a desconocidos sin antes hacerles un exhaustivo interrogatorio, con un dedo puesto en el botón de alarma. Los inquilinos del edificio eran magos aristócratas y millonarios, su trabajo era brindarles seguridad vestida de buenas maneras, algo que se toma muy en serio, sobre todo cuando les debe la vida y lealtad a los Munter. Una vez el conserje permite el ingreso se puede subir a las viviendas. Al finalizar el hall circular, unas escaleras de mármol y hierro ascienden en forma de espiral hasta el quinto piso. En total, eran diez viviendas que los Munter alquilaban con sumo cuidado y a precios elevados.

A la sexta planta solo se puede acceder a través del elevador de hierro y cristal que se encuentra en medio de la escalera circular y que sube sin cables hasta la propiedad principal, hogar de la familia. Solo los familiares e invitados pueden hacer uso de él. Un viejo elfo, conocido por quedarse dormido mientras trabaja, maneja el ascensor. El ático de Londres es una de las varias propiedades que los Munter tienen en Europa, como cualquier familia de su importancia y estatus.

ÁTICO

El elevador ingresa desde el suelo, por una trampilla, en medio de un amplio recibidor circular al que dan siete puertas de madera. La madera de roble recubre el suelo y las paredes están tapizadas de verde, donde crece un exiguo árbol familiar. De las paredes cuelgan solo tres cuadros con retratos de los patriarcas actuales y un oso de piedra resguarda una de las puertas. El techo está coronado por una cúpula de cristal que da al cielo londinense. Por lo general, la puerta que da la sala se encuentra abierta. El salón tiene amplias ventanas que van a dar a una extensa terraza con vistas al parque. Amplios sofás y sillones orejeros se acomodan en torno a una mesa de ébano, cerca de la chimenea. Los muebles son de corte clásico, de madera, y varios artilugios de las colecciones privadas de la familia decoran el lugar. Tras una doble puerta de madera se encuentra el comedor, con una mesa redonda.

El ala para visitantes y otros familiares se encuentra detrás de una de las puertas. Consta de un pequeño vestíbulo y cuatro habitaciones cada una con baño privado. Varios retratos observan a los invitados y familiares desde sus cuadros y conducen hasta una terraza techada con piscina con hermosas vistas panorámicas.

Otra de las siete puertas da a un pasillo que rodea un gran jardín botánico circular, iluminado por una cúpula de cristal. Su doble altura permite que las aves y las plantas tengan espacio suficiente para convivir, un viejo cartel de madera previene de las plantas venenosas y carnívoras que habitan junto a animales mágicos que podrían ser peligrosos. A primera vista, el invernadero y hogar de las mascotas de la familia no parece tan grande, pero una vez se ingresa a él, se despliegan una serie de recovecos y zonas laberínticas que fácilmente ocupan todo un bloque en la ciudad; aquí se ha perdido el rastro a más de algún visitante poco deseado. El pasillo que rodea el jardín interior va a dar a la biblioteca y la sala estar privada, utilizada para jugar y beber por los miembros de la familia.

Tras una de las puertas del recibidor está el ala de las habitaciones de los patriarcas, las que se reparten en tres niveles a los que se accede a través de una escalinata de hierro. Las habitaciones dan a sendas terrazas con vistas al parque.

Una de las siete puertas del recibidor solo se abre a los patriarcas, pues está sellada con magia oscura, magia de sangre. Detrás se puede encontrar tanto sus respectivos despachos como el laboratorio de pociones, una pequeña y muy completa biblioteca con tomos prohibidos, ambas añadida por Beltis, y otras habitaciones para diversos usos.

El ala del servicio que contiene la cocinas, bodega y habitaciones del personal se encuentra tras otra de las puertas.

La séptima puerta la suelen llamar la salida. Es la puerta para enemigos, la única que se abre en caso de ataque y que va a dar al vacío, una caída libre de ocho pisos de altura.

La planta se distribuye de forma mágica en un espacio aparentemente reducido y no sigue el plano lógico del edificio, pues se va abriendo en diferentes alas y estancias funcionales.
El ático no solo tiene la característica de tener espacios útiles para sus habitantes, sino que además sirve para proteger los secretos que guarda la familia. El vestíbulo circular ante cualquier intruso gira sobre su eje hasta presentar solo las puertas que dan al ala de servicio, al jardín botánico, y si el peligro es mayor en caso de un ataque, a una puerta que da al vacío sobre el río Támesis. Haciendo casi imposible el ingreso a las otras secciones a cualquier mago o muggle ajeno a la familia.


Matriarcas: Beltis - Bóveda, Taurogirl Lavigne - Bóveda


Árbol genealógico

Beltis - Bóveda



Hijas de Beltis


Taurogirl Lavigne - Bóveda


Anne Gaunt - Bóveda


La Britney de la familia:


Pik Macnair - Bóveda

Pikito el más bonito


Prometido de Anne


Jeremy Askar Triviani - Bóveda


Hija de Anne


Sophie Haughton - Bóveda


Hija de Anne y Pik


Mery Gaunt- Bóveda



Servicios Ministeriales


Conexión Red Flu: Sí

Mascotas: --

Objetos y Pociones: --


Bóveda de Gringotts:
Bóveda Nº 112932


Link al resgistro: Registro Familia Munter Editado por Taurogirl Lavigne

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Roció las hojas de una extraña enredadera con un líquido rojizo que contenía una botella de cristal. Hizo varias veces flus flus sobre sus hojas, que recibieron el tónico extendiéndose y enroscándose varias veces sobre sí mismas. Acomodó la tierra y se puso en pie para ir saliendo del pequeño jardín interior. El elfo la siguió, llevando en sus manos calas y lirios recién cortados. Siguieron el curso de un pequeño canal alumbrados por la luz del sol que entraba por el techo acristalado. Beltis se detuvo varias veces, frente a algunas trepadoras para aplicar el líquido que había preparado poco antes en el laboratorio. Flus flus por aquí y por allá. Así, hasta llegar a la entrada. El elfo que iba detrás respiró aliviado una vez alcanzó la puerta en una sola pieza.

 

- Al fin. Las criaturas de la señora Tauro esta vez no han perseguido al elfo.

 

- Eso es porque están satisfechas, han comido esta misma mañana.

 

- ¿Le llevaste la nota a Anne? -se quitó los guantes.

 

- Sí, a primera hora de la mañana.

 

- ¿Se la entregaste personalmente?

 

- Sí, era tan temprano que me recibió medio dormida -dijo hinchando el pecho de orgullo por su eficiencia.

 

- Bien.

 

La nota era una invitación para esa noche. Había llegado el momento de decirle a Anne la verdad. En cuanto cerró la puerta, en una zona del jardín comenzó a llover. Se quitó las botas impermeables y se fue descalza por el pasillo. El elfo desapareció con las flores. Todavía no se acostumbraba a una casa tan grande. No era como las mansiones de otras familias, mucho menos era un castillo. Pero tampoco se parecía en nada a su pequeña cabaña en las montañas, con solo dos ambientes. El ático, si algo era, era funcional. Aunque a veces le parecía que las habitaciones y pasillos cambiaban de lugar sin que se diera cuenta, y en vez de encontrar el baño llegaba a la biblioteca. Atravesó el pasillo hasta la sala, donde esperaba encontrar a Tauro. Tenía algo importante que decirle, algo que probablemente no le sentaría bien a la bruja.

 

- Que bueno que estás aquí. Tengo algo que contarte.

 

Le dijo a su hija al entrar. Cruzó la habitación hasta alcanzar el bar. Abrió una botella de cristal tallado y se sirvió whisky de fuego. Ninguno de los vasos y copas que había allí eran iguales. Todos pertenecían a distintos juegos que se habían ido rompiendo generación tras generación. Algunos tallados en cristal, otros de metal, pequeños, grandes, grabados en oro, en plata, pintados. Una variopinta colección que contaba, a su manera, los vaivenes de la familia. Tomó su vaso y se dejó caer en un mullido sofá. Los ojos de su hija no dejaron de seguirla por la habitación. Bebió. El sol comenzaba a ponerse a lo lejos, el cielo se tiñó de rojo y las paredes de la sala se bañaron con la luz cobriza que entraba por los ventanales.

 

- Tienes una hermana.

 

 

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Editado por Beltis

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La vida en su nuevo hogar no podía ser mejor. Tenía todo lo que necesitaba a su alcance, un lugar privado para hacer y deshacer con sus experimentos en pociones, acceso a libros de textos que cualquier mago o bruja estaría deseoso de poseer y otros que el mundo entero había dado por perdidos. Por otro lado, la relación con su madre... bueno, al menos la veía de manera más regular, seguía sin acostumbrarse a su imagen de ciudadana respetable del mundo mágico, aunque era consciente de que tener aquella posición le daba muchísimas ventajas, entre esas ingredientes altamente peligrosos que habían sido confiscados en una que otra redada hechas por los honorables miembros de algún departamento del Ministerio.

 

No era una vida perfecta, pero al menos vivía bien. Hasta ese día.

 

Una humeante y deliciosa taza de café de su reserva personal era la compañía perfecta para su lectura matutina. El libro que por azar había elegido tenía por título ''Cuidado básico para plantas carnívoras'' y debajo de este una llamativa nota que rezaba ''Edición especial''. A simple vista se notaba que no guardaba armonía con el resto del decorado y tuvo la sospecha de que alguien lo hubiese dejado por error o intercambiado por algún otro, aun así, decidió darle una ojeada.

 

Después de veinte minutos de lectura, descubrió que el libro en realidad hablaba de dietas especiales que hacían que tus plantas carnívoras crecieran hasta dos metros más de lo acostumbrado, además de que si recibían una buena iluminación podías hacer que se multiplicaran, todo con la ayuda de un ingrediente único y especial: carne humana. Otro dato interesante es que los elfos habían dejado de ser parte de su dieta hacia más de 200 años, debido a que las enfermaba. Sin embargo, había quedado grabado en su naturaleza algo de su sabor, porque en más de una ocasión intentaron devorar al elfo que habitaba en el ático. La lectura se extendió a dos horas más y hubiese seguido de no ser porque Beltis irrumpió en habitación.

 

Sin apartar el libro de su cara, observó a la bruja por encima de éste, siguiéndola con su mirada por toda la sala. Calculó la hora.

 

— Hoy has empezado a una hora más decente. ¿Qué es eso que me tienes que decir?

 

Nada, absolutamente nada la pudo haber preparado para aquella confesión y que lo contara con tanta despreocupación y naturalidad rompió su momento de paz. Tuvo que dejar de fingir que leía. Beltis estaba sentada en un sofá que quedaba diagonal al suyo, pero al que la podía ver perfectamente a los ojos.

 

— ¿Es otro de tus juegos? —no era la primera vez que la bruja le imponía a alguien como su hermano o hermana, que al final resultaban ser unos traidores a la sangre y desertores. Quizás era de sorprenderse que después de tanto tiempo le revelara algo tan importante, le gustaba pensar que conocía muy bien a la mujer que tenía enfrente y hasta podía apostar que de ser verdad, ni ella misma lo sabía sino hasta ahora.

 

— No sé hasta cuando te vaya a a durar lo de esta supuesta nueva hermana, pero quiero que sepas que el estar bebiendo todo el día de eso te está afectando la memoria —se levantó como a punto de abandonar la habitación e ir a otro lugar, pero en su lugar caminó hasta el bar donde tomó la misma botella que bebía su madre para echarle a lo que le quedaba del café —Por mi nueva hermana —. Y bebió un sorbo.

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Realmente, no sabía muy bien qué hacía ahí.

La realidad era que aún no lo habían invitado a su nuevo hogar, pero tampoco es que necesitara una invitación para entrar al Ático de los Munter. Era una estrella. Mejor dicho, era la estrella de la familia.

—¿Pero qué c*** hace una estatua de un oso acá cuando debería estar una mía? —preguntó indignado, mirando con cierto asco a la escultura.

La primera queja ya estaba puesta, ahora solo faltaba encontrar a Beltis o Taurogirl, las culpables de semejante ofensa y del tal mal gusto en la decoración. Y no tuvo que buscar mucho, cerca de la entrada había una puerta de la cual pudo reconocer las voces que provenían del interior. Escuchó lo que hablaban mientras se acercaba a la sala y se quedó apoyado del marco de la puerta.

—Yo pensaba venir a quejarme del oso de la puerta, que por cierto —alzó un dedo y miró a ambas de reojo— luego hablaremos para cambiar esa estatua por una mía, pero que es esto de una hermana nueva, Beltis, ¿que has estado haciendo en tu tiempo libre? ¿Quién es la nueva? ¿Y dónde está el alcohol?

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Se detuvo ante el edificio y se llevó la mano al bolsillo del pantalón instintivamente. Extrajo la nota y la volvió a leer; sí, aquel era el lugar. ¿Por qué Beltis la habría citado allí? Jamás había pisado aquel sitio, ni entendía porqué no podían hablar en el despacho del negocio que habían abierto juntas unos meses atrás. Pero la curiosidad y lealtad hacia la mujer eran más fuertes que sus pocas ganas de mostrarse social y, tras debatirlo con una botella de vodka durante todo el día, había decidido presentarse para ver qué necesitaba de ella.

 

Se dirigió hacia el edificio en cuestión y, tras comprobar que no había ningún muggle que pudiera ver nada raro, entró al hall y se topó de frente con un anciano que prácticamente se avalanzó sobre ella. Estuvo a punto de amenazarlo con la varita pero enseguida se dio cuenta de que solo pretendía preservar la privacidad del edificio.

 

¿Quién es usted? No es inquilina, jamás la había visto antes. Le pido que salga de aquí inmediatamente —la riñó, acercándose con la intención de que ella retrocediera. Pero claro, Anne no estaba por la labor. Frunció el ceño amenazaoramente.

 

¿Cómo dice? Quítese viejo, la señorita Beltis Malfoy me ha citado aquí, así que déjeme pasar antes de que tengamos un problema. Ambos.

 

El hombre recapacitó enseguida cuando Anne le mostró la nota y se apartó de su camino.

 

Suba por el elevador, ese de ahí. La estará esperando arriba.

 

Asintió con la cabeza y se alejó de él, poniendo los ojos en blanco en cuanto su cara estuvo fuera de la vista del hombre. Cuando el elevador se abrió ante ella, la recibió un elfo apoyado en una de las paredes de éste, con ojos somnolientos. ¿Qué pasaba en aquel lugar? ¿Estaban todos hechizados por Beltis? Se rascó la cabeza, pensativa.

 

Quiero ver a Beltis.

 

La criatura solo le indicó que subiera y, en cuanto las puertas se cerraron, el elevador se puso en marcha y comenzó a ascender. La Gaunt quedó con la vista en el suelo, pensativa. Levantó la mirada solo cuando sintió que las puertas volvían a abrirse y salió. Para su sorpresa, el elfo se marchó en el elevador sin pronunciar palabra. Parpadeó varias veces, mirando hacia el punto en el que había estado hasta hacía un segundo y luego se giró, escuchando unas voces conocidas a no mucha distancia. Se acercó a la puerta de la que provenía y tocó con los nudillos hasta tres veces. Luego, accionó el picaporte y empujó la puerta.

 

Con permiso. ¿Belt...? Uy, menuda reunión. ¿Os ha citado Beltis a todos? —preguntó Anne de repente, entrando en la sala y mirando con sorpresa a Tauro y Pik. También vio a Beltis allí y, de repente, se sintió más inquieta que curiosa. Movió la nota en su dirección e intentó fruncir el ceño un poco más. Pero era imposible, no se había dado cuenta de que mantenía aquel gesto desde que había entrado por la puerta del hall—. ¿Qué pasa? ¿A quién tenemos que matar? ¿Qué sitio es éste? Mira, no me gustan los misterios, así que dime qué ocurre. Y si vais a repartir alcohol, yo también quiero —añadió, haciendo referencia a lo único que había oído decir al Macnair.

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Sonrió detrás del vaso al ver la cara de Tauro. Conocía a su hija y podía ver la mezcla de emociones tras sus ojos. Anteriormente había adoptado otras jóvenes y el resultado había sido nefasto. Tenía que admitir que no les prestó demasiada atención, siempre consideró esas adopciones como fútiles intentos de proteger más que de educar. No obstante, esta vez era diferente, no era otro de sus experimentos sociales, esta vez iba en serio. Pocas veces que había ido tan en serio.

 

- Tauro, ¿qué ha pasado este último tiempo para que estés a la defensiva? Se te ha agriado el carácter...¿Necesitas vacaciones?

 

Negó con la cabeza. Rellenó el vaso sin moverse del sofá justo cuando Pik entró a la habitación haciendo exigencias y buscando alcohol. Lo miró divertida agradeciendo que se uniera a ellas.

 

- El alcohol está donde siempre, en el bar, y en casi todos los muebles de esta casa. Vaya pregunta- le indicó el mueble bar a un costado de la sala-. Una estatua tuya podría servir como objeto disuasorio para intrusos, buena idea.

 

Junto al sonido de las botellas y vasos entró Anne, confundida y sin saber lo que le esperaba. Beltis pudo oler el vodka a lo lejos en cuanto puso un pie dentro de la sala, había trazas en el aire y en su aliento. La propensión a beber en momentos importantes y en los momentos cotidianos (o sea, siempre) corría en la sangre de la familia. No era una enfermedad, era más bien otra forma de hidratarse y una manera de soportar lo absurdo e irritante del mundo.

 

- No te llamé para matar a nadie, por ahora -se acomodó en el sofá, se cruzó de piernas y bebió otra vez. Pik recibió a Anne con un vaso de licor- Toma asiento, Anne, estás en tu casa.

 

No lo decía por amabilidad, como lo que se suele decir para fingir hospitalidad. Esta vez era la verdad a cara descubierta.

 

- Ya estamos todas. Todas y Pik-suspiró. Tenía que estar en medio, ojalá ayudara a disipar las tensiones y no a avivar las, pero sabía que el famosillo podía ir por cualquier lado- Tauro, Anne es tu hermana biológica. Anne, eres mi hija.

 

Evitó dar más rodeos y aumentar las inquietudes de Tauro, que parecía estar a punto de lanzarse a su cuello en cualquier momento.

 

- No lo supe hasta hace poco. La verdad, Anne, es que por mucho tiempo creí que jamás daría contigo. Llegué a pensar que estabas muerta.

 

Bebió. Ya estaba hecho, sus dos hijas bajo el mismo techo. El silencio sepulcral le indicaba que pronto estallarían los problemas.

Editado por Beltis

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A Tauro no se le hizo raro que el famosillo de la familia no se tomara la actual situación en serio. Él solo pensaba en el alcohol y en como llamar la atención, si es que acaso era eso posible. Buscó una botella más llena y se la llevó a Pik, para que tuviera algo conque entretenerse mientras seguía la incómoda conversación con su madre.

 

¿Vacaciones? Tauro enarcó una ceja. Aquella palabra se había convertido en un taboo y cada vez que lo pensaba algo ocurría. Le molestaba admitir frente a Beltis que tenía razón, pero no se lo diría. Hizo caso omiso a ese comentario, más no al que vendría poco después de ese. En ese momento alguien llamó a la puerta y por estar más cerca a esta decidió ir a ver de quién se trataba, aunque al abrirla quedó oculta tras ella. ¿Qué estaba haciendo Anne allí? ¿Acaso era una reunión de antiguos miembros de la Marca? Se quedó pensando en eso antes de revelar su identidad a la Gaunt, quién como ella parecía muy sorprendida al encontrar tantas personas reunidas.

 

— Hola Anne, me parece que has llegado en un fantástico momento. Mi madre está a punto de contarnos quién es su nuevo experimento, acompañanos —indicó tomando del brazo a la bruja, señalando los muebles desocupados donde se podía sentar mientras que lanzaba una mirada asesina a su madre. La taza de café volvió a llenarse de la misma botella, ya no tenía sentido no seguir bebiendo.

 

La atención se centraba en Beltis y en lo que estuviera a punto de decir y sin ningún tipo de tacto, lanzó la bomba. La taza que Tauro sostenía se rompió aun en su mano, su piel se puso más blanca de lo normal, parecía un fantasma y de repente en la habitación reinó el silencio sepulcral que en la realidad no duró más de dos minutos. No era capaz de ver a Anne, su mirada seguía clavada en la otra mujer que seguía bebiendo despreocupadamente. ¿Qué tipo de juego macabro era ese? La rabia pronto se apoderó de Tauro quién no tuvo reparo en hacerlo notar.

 

—¡Tienes que estar bromeando! ¡Se te ha ido la pinza! En todos estos años no te ocurrió, no sé, ¿decirme algo al respecto? —de nuevo volvía a retomar un poco de color, aunque rojo, por la cólera. Cayó en cuenta de lo alterada que estaba, no quería tener arrugas, por lo que decidió empezar a calmarse o al menos mantener un tono de voz lo más neutralizado posible, aunque lo estuviera fingiendo —¿Cuando sucedió todo esto? —temía seguir haciéndose daño, por lo que colocó los restos de la taza sobre la barra, tomó otro vaso limpio y se sirvió un poco más del liquido derramado.

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No había sido nada fácil llegar hasta allí, de hecho había requerido métodos poco convencionales extraer la información suficiente para saber que aquella era la pista correcta. No eran métodos agradables pero si eran eficientes. Aquella edificación tenía que ser la que pertenecía a mi familia. Bufo amargamente, estaba demasiado acostumbrada a no tener nada como aquello.

 

No esperaba nada y tampoco tenía nada que perder. Es más, había dejado aquella búsqueda por años, había abandonado la idea de una familia, más ahora, dado mis nuevos poco anuentes informantes, la ansiedad de conocer la verdad era más que suficiente para vencer el orgullo y el rencor.

 

Cual espía, estaba observándolo todo desde la esquina más distante. Habían pasado horas desde que la última persona hubiese ingresado. Los transeúntes muggles, ni siquiera parecían poder apreciar lo majestuoso de aquel lugar, ciegos ante la realidad llena de magia en frente de ellos.

 

Por mi parte, solamente estaba recontando los obstáculos aún por vencer. Tenía apenas un nombre: "Anne", un cosquilleo me recorría al pensar su nombre, era una emoción extraña entremezclada con repudio. Luego de años de esforzarme al tratar de recordar, parecía como si mi memoria estuviese atada y solamente su nombre hubiese escapado. De hecho, muchas veces pensaba que todos los recuerdos de mi familia estaban mitigados por algún encantamiento.

 

Suspiro y sacudiendo mi cabeza para concentrarme, echo a andar con resolución hasta la entrada.

 

- Soy invitada de Anne - digo sin darle mucha oportunidad al conserje de preguntarme nada, todo con un tono de autoridad que tampoco lo invitaba a desafiarme. Había incluso elegido mi vestimenta, totalmente formal y de buen gusto, podía pasar por una mujer de negocios para un muggle y de clase para un mago o bruja, la capa de viaje no era más que una estrategia para llevar la varita convenientemente cerca de las manos y escondida- no le gustará nada que me deje esperando en el umbral así que puede mostrarme el camino hasta el elevador inmediatamente- aquel era el otro único dato que tenía sobre la arquitectura del lugar. El hombre me dedicó una mirada de sospecha aunque igual me guió hasta donde le había indicado.

 

Parecía expectante como si algo fuese a suceder, me aferro a mi varita como preparándome a un duelo, parecía esperar a atraparme en mi mentira al tiempo que caminábamos en absoluto silencio. Para sorpresa de los dos, nada me detuvo de ingresar al elevador que tuve que operar por mi misma pues luego de incluso empujar al elfo seguía llenando el aire con fuertes ronquidos.

 

Todo mi plan se acababa ahí, a partir de aquel momento debía improvisar y al tiempo, aferrarme a mi historia de ser invitada de una mujer que no reconocería y aun si lo hiciese no sería alguien de mi confianza. Iba por respuestas y no por el amor de una madre, pero lo cierto es que tampoco sabía que iba a terminar encontrando.

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La pataleta de Tauro le hizo gracia durante unos minutos, y no pudo esconder la sonrisa mientras bebía divertida ante el comportamiento de la peliazul que sangraba donde los trozos de la taza rota habían cortado su mano. Ahogo la risa tras las recriminaciones de una, mientras la otra, Anne, pálida, no abría la boca. Se quedó paralizada y no era de extrañar después de la noticia que acaba de escuchar.

 

- ¿Te has tranquilizado? -dijo Beltis con toda la calma, como si estuvieran hablando del clima y no discutiendo algo tan importante como que Anne era hermana de Tauro-. Primero, no tengo que darte tantas explicaciones sobre mi vida. Eras una niña y ya tenías una vida bastante peculiar como para hablarte sobre una supuesta hermana.

 

No quería ahondar en el origen de cada una ni en aquellos turbulentos tiempos. Beltis siempre había sido hermética con su vida personal y mantuvo a su hija al margen de cualquier relación para que no creara vínculos con magos que estaban destinados a desaparecer de sus vidas, incluso su padre. La mujer se levantó del sofá sin dejar su vaso y se dirigió al ventanal por el cual se veían aparecer las luces de la ciudad. ¿Había sido un error? Bebió. No. No del todo. Nunca había querido a ningún mago a su lado y si se casó fue por conveniencia, para obtener apoyo en un momento crucial y el prestigio en una sociedad que todavía era demasiado anticuada y tradicional como para confiar en una mujer sola. Ese sí que había sido un error. Y, tal vez, dejar a sus hijas al margen de todo, incluso al margen de su cariño.

 

- Segundo, deberías darle un vaso de agua a tu hermana -se dio media vuelta para enfrentarse a los furibundos de Tauro- No tiene la culpa de nada.

 

Suspiró cansada, dejó el vaso en un mueble con cierto aire de derrota. Pik seguía los movimientos de todas las brujas con ansia, esperando enterarse de lo que sucedía y meter alguna frase graciosa en el momento menos adecuado. Lo agradeció, así la tensión se disipaba un poco.

 

- Sé que no es la manera en que deberían haberse enterado. Y sé que no es la vida, tal vez, que habrían querido. También sé que no soy la madre que esperan ni que necesitaron en su infancia -dijo en un acto de extrema sinceridad-. Tampoco soy la madre que esperan ahora en la adultez. Soy lo que les ha tocado.

 

Era consciente de las diferencias que existían entre ella y otras clases de padres. Tauro había crecido entre libros, juegos y sabios, libre para deambular con ella por el mundo, libre para ir de un lado a otro con poderosos magos sin normas ni presiones de ningún tipo. Beltis la había dejado crecer sin imponerle un camino determinado, sin hablarle de grandeza ni del linaje de la familia. Dejó que eligiera en quién quería convertirse y pronto decidió por sí misma. Le había dado independencia y libertad, una confianza infinita en su potencial. La mirada de Beltis se suavizó. Le había dado eso, pero a la vez le había negado una parte importante de quién era. Había escondido parte de su vida y de su familia solo por capricho. Por mucho tiempo se engañó pensando que así estaban protegidas.

 

En cambio, Anne no había recibido nada de ella. Anne era como un puzzle de su pasado que recién comenzaba a ordenar. ¿Por qué le había costado tanto darse cuenta? Se llevó una mano a la cabeza. Apenas recordaba, solo sabía -estaba segura en lo más profundo de su ser- que era suya. Lo había descubierto hace poco, solo por una foto que vio en la tienda de varitas que desencadenó una serie de imágenes, sensaciones y memorias. Gaunt, su apellido debería haber sido la primera pista pero ¿por qué no lograba recordar nada más?

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Se sentó tras la invitación de Beltis, que parecía muy tranquila y sosegada, como si se sintiera dueña de la situación. Claro que ella no imaginaba la bomba que estaba a punto de estallar en aquella sala. Tomó el vaso que le ofrecía Pik y se lo llevó a los labios, intuyendo que necesitaría mantener el alcohol en sangre para lidiar con lo que vendría a continuación. Sobre todo por las palabras de Tauro, a las que respondió con una sonrisa que intentaba parecer divertida. Pero es que seguía preocupada por el ambiente extraño que se respiraba en aquel lugar.

 

De hecho, cuando habló Beltis, Anne descubrió que no había alcohol en el mundo capaz de preparar a alguien para escuchar aquellas palabras que ella dijo. La Gaunt parpadeó varias veces, manteniendo el último trago que le había dado a su vaso en la boca, mirando a Beltis sin comprender lo que le decía. Había escuchado las palabras "hermana biológica" e "hija". "Jamás daría contigo", "muerta".

 

Sin poder contenerse, escupió el contenido justo cuando Tauro empezaba a gritar. Tosió con fuerza y se perdió la mitad de lo que la peliazul tenía que decir. Aunque claro, le interesaba más lo que dijera Beltis dadas las circunstancias. Hizo amago de dejar el vaso en algún lado y entonces descubrió que se le había escurrido en algún momento, y ahora estaba hecho añicos a sus pies. Aunque era lo de menos para ella. Casi sin mirarlo, movió su varita y éste se recompuso mientras que el líquido desaparecía. Y ella siguió contemplando las explicaciones que tenía para dar Beltis. Su madre. A su hermana... ¿mayor?

 

Las miró a ambas, intentando procesar aquella información. ¡Llevaba meses preocupada por cómo declarar abiertamente su amor por Jeremy Triviani! ¡Por lo que pudieran decir los que los rodeaban! ¿Qué dirían ahora, cuando todo aquello saliera a la luz? Siguió mirándolas como si las viese por primera vez. De repente, todos los problemas que había creído tener hasta el momento habían desaparecido y, en su lugar, solo existían las palabras que acababa de escuchar en aquella sala.

 

Pik no movía ficha. A lo mejor estaba tan alucinado como ella, o simplemente esperaba el momento en que empezaran a volar las maldiciones, a juzgar por la mirada psicópata de Tauro.

 

Tauro y Beltis... ¿desde cuándo las veneraba como lo hacía? ¿En qué punto de su vida las había fijado como ejemplos a seguir? Ahora todo aquello le parecía una especie de burla y, a la vez... le daban una nueva perspectiva. Recordó todas las veces que había intentado saber sobre su madre. En todas las ocasiones se había topado con un muro infranqueable y, durante el breve periodo en que tuvo contacto con su progenitor, él tampoco le había dado ninguna pista y se llevó el secreto a la tumba, si es que conoció la identidad de su amante en algún momento. Y por supuesto, su padre adoptivo no sabía nada porque la había recogido directamente del orfanato. En Irlanda. ¿Qué había hecho Beltis con ella y por qué?

 

Aquellas palabras hicieron que se levantara del lugar que había ocupado y miró, con el ceño fruncido, a la mujer que afirmaba ser su madre.

 

Quiero pruebas de lo que dices. He buscado tanto alguna pista de la identidad de mi madre que, ahora mismo, todo me suena a burla. Y es una burla muy cruel —añadió, intentando controlar el tono de su voz. Se cruzó de brazos sin relajar el gesto de su cara y, de repente, fue consciente de que el efecto del alcohol había desaparecido—. Así que si es una broma, o un experimento como decía Tauro, déjalo ya.

 

Se quedó mirándola fijamente esperando respuestas y, aunque estuvo tentada varias veces, no fue capaz de observar a Tauro para saber en qué punto había quedado, de repente, la relación entre ambas. ¿La odiaría? ¿Sería un estorbo para ella? Lo mejor sería esperar

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