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Ático Munter (MM: 112932)


Tauro M.
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— Aniquilame con la crueldad verdad, mientras salga de tus labios no me hará ningún daño —respondió con una sonrisa, siguiéndola hasta los sillones.

 

De todas las personas en el mundo realmente no esperaba encontrársela allí y dudaba que su encuentro fuese producto de la casualidad. Por otro lado, agradeció haberla encontrado a tiempo, antes de que quizás pudiera dar con un lugar que no debería o alguno de los miembros de la familia que no la conocían pensaran que se trataba de una intrusa. La siguió hasta los sillones, pero no se sentó.

 

— ¿Anne Gaunt? —la mención de aquel nombre hizo que se tensionara. Ahora que estaba lejos del ojo del huracán y sin la presión de tener que cuidarse de lo que decía, era evidente que aunque hubiese aceptado el asunto, era algo que no iba a pasar de un momento a otro. Además, con Sophie no podía sino ser ella misma en todos los sentidos, porque aunque lo intentara no era capaz de ocultar sus emociones. Negó con la cabeza y tomó asiento, aun era muy reciente como para hablar del tema.

 

— No pasa nada, es solo que... bueno, después de contaré. Pero sí, claro que la conozco y esta justo aquí. ¿Fue ella quién te citó? —preguntó más que todo por mera formalidad, ya que anticipaba su respuesta. No tenía sentido que Anne la hubiese invitado, primero porque no era su casa y segundo porque los Munter no eran muy sociables y las únicas personas que les caían bien, estaban en la otra habitación. Estuvo a punto de preguntarle de donde la conocía, pero se distrajo.

 

— ¿Te gusta mi nuevo hogar? Es bastante peculiar. Tiene unas habitaciones increíbles que me gustaría mostrarte algún otro día, además de que tengo mi propio invernadero. ¿Sabes cuantas pociones puedo preparar con total libertad? —le comentó emocionada, cambiando un poco de tema para no tener que hablar sobre el altercado.

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De golpe lo había olvidado todo. Era tan fácil hablar con ella que, momentáneamente, había olvidado la rabia, la obsesión más no el resentimiento.

 

Era una locura y lo sabía. ¿En qué momento había pensado que toda esto era buena idea? Absurdo era un mejor adjetivo, hasta ahora me daba cuenta que parecería muy posiblemente una niña buscando a su madre, lo cual era dolorosamente irónico.

 

Parece que algo tenemos en común con aquel nombre. Mi rostro sombrío y el suyo tenso lo confirman. Al mismo tiempo me había confirmado que estaba en la pista correcta, un paso más en este misterio de mi propia historia y ascendencia. Miro de soslayo el árbol genealógico antiguo como si esperara ver mi nombre allí dibujado.

 

El hecho de tener la certeza de que Anne Gaunt estaba ahí mismo, provocó que una emoción me recorriera el cuerpo. Era difícil distinguir si era euforia o genuina repulsión.

 

Niego ante su inquisitiva, no requiere mucha de mi suspicacia reconocer que no hubiese servido de nada mentirlo, parecía descifrarlo.

 

– No exactamente – confirmo pero me gusta tanto cuando me lee así, porque zanja el tema de inmediato.

 

Sonrío en lo que asiento, me cautiva escucharla hablar así de sus pociones, como una niña también solo que en un sentido menos macabro y retorcido que el mío. O casi, sabía lo peligrosa que podía ser con una sola de sus cocciones.

 

-–¿Alguna buena poción para este momento? – pregunto señalando con un ademán y en broma mi mano derecha vacía como si le faltara exactamente una bebida.

 

– Hmmm – finjo observar la estancia e incluso me levanto para explorar alrededor como un perito haciendo su trabajo. – El cuadro, por ejemplo – lo señalo antes de regresar sobre mis pasos. Miro desafiante a sus ojos topacios que sé que no han dejado de seguirme en mi recorrido, sin permiso alguno comienzo a servir dos whiskys de su propia mesilla en la sala – pienso que no te hace justicia – entrego su vaso y tomo asiento, ésta vez a su lado – sé que tienes mejores ángulos – rio y doy un sorbo.

 

– Confieso que me gusta mucho – exhalo mucho más relajada de lo que me había sentido en días tramando todo aquello –¿merezco saber que hay detrás de las puertas?

 

 

Aquello me diría muchísimo sobre los inquilinos.

 

 

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— Pues... sí, tengo una que apenas está en preparaciones, en experimentos. Esta poción pretende convertirte en animal por un corto período de tiempo, animales muy pequeños, sin necesidad de la Animagia. Es un proyecto ambicioso y requiero de sujetos de prueba que no siempre están muy dispuestos a ayudarme —explicó con naturalidad, como si aquello fuese lo más normal del mundo.

 

— Una vez más, exageras —dijo sonriendo ante el cumplido de Sophie —Aunque bueno, quién soy yo para hablar de mis ángulos, cuando está claro que tú los conoces mejor que yo —añadió con una mirada pícara. Sin despegarle los ojos de encima siguió de cerca cada uno de sus movimientos.

 

¿Cómo era posible que en cada rincón del lugar tuvieran una reserva de alcohol? Hacia responsable de todo a Beltis y a Pik, quiénes se las arreglaban para sacar licor de los rincones más insospechados. Aceptó de buena gana la bebida que Sophie le ofrecía, de todos modos ya venía practicando y se le había secado la garganta.

 

— Pues... conocerlas todas nos puede llevar semanas, incluso más tiempo. Puedo empezar por mostrarte mi lugar favorito. ¿Vienes? —dijo colocando el vaso en la mesita, aun con la mitad del contenido. Extendió su mano para tomar la de Sophie y una vez lista la condujo hacia una de las puertas. Al abrirla, el jardín botánico quedó al descubierto.

 

— Es maravilloso, aquí puedo tener cada criatura que quiera y puedo hacer cada experimento que se me antoje. Las plantas venenosas y carnívoras incluso son amigables conmigo. Me quieren —señaló cuando un espinoso tentáculo se posaba en su hombro y de una palmadita lo hizo alejar. Al mirar hacia la cúpula de cristal, fue más consciente de que el sol se había ocultado y que la pequeña reunión se había extendido demasiado. Varias aves pasaron revoloteando sobre sus cabezas.

 

— La mejor parte es el invernadero. Tengo total libertad de tener y hacer lo que desee, pero cuidado, mejor camina cerca de mí o puede que te pierdas por alguno de los laberintos. Fue idea mía — comentó con total orgullo —¿Te gusta?

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Reflexionó un instante ¿Había algo más que sus hijas debieran saber? Enarcó lentamente una ceja y las miró a ambas ante de comerse una palomita de maíz. La ventana de sinceridad llegaba a su fin y solo se abriría para cuestiones que se refirieran exclusivamente a sus hijas. El resto de su vida permanecería oculta para evitar alguna discusión violenta sobre herencias, deslices, indiscreciones y negocios.

 

- No tengo nada más que contar. Creo que solo he perdido a una hija por el camino.

 

Sonrió y se volvió a llevar otra palomita de maíz a la boca. ¿Qué pensarían ambas de sus últimos meses -o años, aunque no lo quisiera admitir- recuperando una magia ancestral olvidada al lado de un viejo amigo? Sonrió. No, ya habría tiempo para tales historias, para que aprendieran de su mano la fulguramagia. Tauro salió en busca de la misteriosa visita.

 

- Anne, no es necesario que te vayas. No existen razones para seguir complicando nuestras vidas. Ya han sido demasiado complejas como para abandonar a los pocos familiares y amigos que nos quedan. Te ofrezco buscar la verdad juntas de a poco. Quédate a cenar.

 

La idea de Tauro de pronto le pareció tan genial como natural. Tenía hambre, llevaba días sin probar bocado. Su estómago rugía con furia.

 

- En la cena tendrán cuchillos de sobra para seguir con la discusión.

 

Un sirviente apareció seguido de Mengo, el elfo personal de Beltis. El sirviente era un hombre de mediana edad que cojeaba al caminar y se doblaba bajo una joroba. Les avisó que la cena estaría en unos minutos y se fue. Su elfo, en cambio, se quedó de pie con un libro bajo el brazo.

 

-Pik, estás muy callado, ¿no nos vas a tocar algo para amenizar la espera?.

 

El Macnair tenía que explicar que hacía en el ático y por qué se había apropiado de una habitación. ¿Había sido idea de Tauro?

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Pik estaba… ¿sorprendido? Ni él lo tenía muy claro. Lo único claro que tenía es que estaba disfrutando de la escena como nunca. Anne y Taurogirl eran hermanas, ambas hijas de Beltis, un padre olvidado y quien sabe cuantos más hijos estarían esparcidos por el mundo. Cogió un puñado de palomitas e intentó no ahogarse, si supieran que todo aquello solo era el comienzo de un drama mucho más grande. Le sonrió a Beltis cuando lo mencionó y se llevó la mano a la frente en modo pensativo.

—Estoy muy callado porqué no sé como contar esto, pero es necesario que lo sepan. Pero primero necesito alcohol —le entregó el bol de palomitas a Beltis y se acercó al bar. Se sirvió un trago de ron, se lo tomó de un trago y se volvió a servir otro—. Ya que nos estamos confesando y disfrutando de un momento de sinceridad familiar, que por cierto, lo veo muy necesario cada cierto tiempo, creo que es momento de contarles nuestro pequeño secreto —quitó la mirada del vaso de ron y buscó a su amante de hace mucho tiempo— ¿tú que piensas, Anne?

Soltó una pequeña risita y escuchó el suspiro de asombro de alguien, no supo de quién.

—Beltis, si eres la madre de Anne, esto solo quiere decir que eres la abuela de Mery, mi hija con Anne. Sí, sí, ya sé que muchos se sorprenderán y Alyssa montará un drama, pero ya que estamos confesando parentescos entren nosotros, me pareció adecuado confesar esto y que se enteren que la familia es más grande de lo que pensabas. Y no, Anne y yo ya no tenemos nada en común, solo una hija, que tampoco es para tanto.

Se tomó de un trago el resto del ron y empezó a pensar en como podía irse si todo empezaba a tornarse un poco violento.

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¿Dónde estaba Anne? Le llevó mucho tiempo averiguarlo. Apareció y desapareció varias veces del Castillo Gaunt, y no la hallo por ningún lado. Nunca había sido tan difícil encontrarla… a menos que se hubiera enterado de… pero no, Jeremy no quería pensar que ella lo había abandonado. Estaban en la cuerda floja en la relación, desde hacía meses, pasaban por periodos en que se amaban con furia posesiva de saber dónde estaba cada uno a toda hora, a pasar por no verse durante días, con la excusa de “agenda completa” en sus labores.

 

El Triviani había decidido darle una sorpresa, de una vez por todas. Le ofrecería casamiento y estaba más que decidido. No por nada, había arrastrado a Candela a una tienda de objetos especiales en el Callejón Diagón, para que le diera consejos sobre el anillo correcto que debía comprar para su novia. Le había costado mucho aquello. La gitana insistía que un aro oxidado de una lata de gaseosa, que habían encontrado en la podredumbre de los Chuck, servía perfecto para el acontecimiento.

 

Lo bueno, es que el vampiro después de tanto, había conseguido el consejo que tanto esperaba obteniendo el anillo que llevaba en el bolsillo del pantalón. Si, se había vestido de traje. Elegante y color negro. Pero la novia no estaba por ningún lado, y mientras pasaban las horas, se iba sacando las cosas. Primero fue el saco, luego la corbata, y por fin se arremango la camisa, dejando a la vista la Marca Tenebrosa rodeada de sus tatuajes. ¿Dónde c*** estaba?

 

-¿Anne? -Le dijo al elfo personal de ella, cuando lo encontró en las habitaciones de la Matriarca.

 

-No, señor. Mi nombre es Secajo -Respondió el graciosito.

 

-¿Dónde demonios esta Anne? -Volvió a preguntar, reformando la oración para el elfo con problemas, y con grandes ganas de darle una patada. A diario, debía recordar que no todos los elfos eran como los Chuck de la Triviani. Quienes estaban acostumbrados a ser maltratados.

 

-La señorita Gaunt recibió una nota y partió rápidamente -Respondió con tranquilidad.

 

-¿Que decía la nota?

 

-Una dirección –Musito con paciencia el elfo, poniendo cara de exasperación.

 

Definitivamente no era el día del vampiro. Aquel sirviente estaba jugando con él y con la poca paciencia que tenía en esos momentos.

 

-¿Me vas a decir o debo utilizar la violencia? -Preguntó con tono amenazante.

 

-Sí, señor. Yo recibí el correo y transcribí la nota para que sea legible. Quien la mandó tenía un pulso irregular, que también mancho el pergamino con gotas de vino, pero eso lo deduje yo solo oliendo la nota. Los elfos tenemos un olfato muy fino…

 

Diez minutos después Jeremy estaba delante del edificio en una zona muy paqueta de Londres. Ingreso sin esperar ningún tipo de bloqueo. Un elfo viejo, dormía apoyado en una de las paredes que daban al elevador, por lo que el Askar tuvo que esquivarlo para subirse y apretar el número 6. ¿Que era todo aquello? ¿Aquello revelaría algún secreto de Anne? Se le formó un nudo en el estómago al pensar que estaba por descubrir si había sido reemplazado.

 

Al bajar se encontró con muchas puertas, una estatua bastante peculiar de un oso, y cuadros de sus habitantes. “No puede ser…” pensó mirando el de Tauro, antes de pasar al de Beltis, del cual aparto la mirada al instante con verguenza. ¿Que era todo eso?

 

-¡¡Anne!! -Gritó fuerte para despertar hasta a un muerto. Qué más daba. Era la visita no deseada.

 

 

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Tantos años de historia y no me alcanzaba para descubrir como lo hacía. Como era capaz de hacerme olvidar y es que era tan fácil ser con ella. Eso, solo ser. Habían personas que se pasaban la vida buscando a alguien así para compartirse y es que no se resumía solo a algo romántico, podía ser mi amiga o mi amante con la misma facilidad. ¿Yo? solo había topado con muchísima suerte. Lo sabía.
Había mencionado que conozco muy bien sus ángulos, aquello era de todo menos una exageración más dejé pasar el comentario, como la dama que era. Pero si había negado enérgicamente cuando dijese que exageraba sobre su belleza, ninguna metáfora o hipérbole le hacían justicia. Pero esa era yo, una empedernida romántica que ha amado y se ha ha enamorado una, otra vez y de todas las maneras posibles de esa mujer, más de lo que era humanamente posible.
Cuando tomo su mano, es cuando en realidad olvido totalmente que me trajo hasta ahí, por primera vez en todo ese día y los últimos me siento tranquila, protegida. Su tacto es tan cálido, idéntico al mío y es que no se puede olvidar la complicidad en la sangre que recorre sus venas. Más allá de los sentimientos, aquello si que nos uniría para siempre.
Se me antojó tan confuso abrir una puerta y encontrar un mundo de naturaleza detrás. El fuerte olor a tierra se entremezclaba con aromas dulces y amargos de la infinidad de plantas allí, más de las que podía contar en un primer vistazo.
Nuevamente cautivada dejo que me cuente sus pensamientos. Hasta que doy un brinquito cuando un tentáculo se acerca. Río al ver como lo aparta como si fuese nada. Aquello definitivamente no era lo mío.
– Es fascinante – digo aun ida en la cúpula de cristal, me daba la sensación de ser minúscula cuan alta se encontraba. Cuando bajo la mirada le dedico una sonrisa y me tomo en serio lo que pide acercándome muy peligrosamente a ella.
– Pero creí que íbamos a empezar por mi lugar favorito – la veo mirarme contrariada. Es obvio que no conozco más que el ático mismo y ahora el jardín.
– Tu habitación – robo un beso de la comisura de sus labios y antes de que las dos perdamos el hilo de la conversación continúo.
– Cuéntame ¿ que hacías antes de que yo llegara? – me separo un poco de ella solo para examinar un excelente ejemplar de asfódelo. Y para tomar aire.
Ahora mismo me sentía cobarde. Habría hecho lo que fuese por aplazar conocer a la tal Anne.

 

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La respuesta positiva de Sophie hizo entusiasmar más, si había alguien con quién quisiera compartir sus alegrías era ella. Sumergida así, en sus pensamientos, no nota las intenciones de Sophie al acercársele, pero lejos de retroceder le dedica una de esas sonrisas que invitan a algo más. Abre la boca para decir algo y se ve robada, allí en su propia casa, de un beso. Por supuesto que tiene intenciones de hacer algo al respecto, pero de manera muy astuta la bruja decide seguir como si nada.

 

— Tú —sonríe divertida —Un día de estos, vas a pagar por semejante osadía —dijo llevándose una mano a la boca, fingiendo que se ofendía, como si le hubiese faltado el respeto —Pero ya que lo mencionas, estás invitada a la fiesta de inauguración en mi cama —dijo tomándola suavemente por la cintura, acercándola a su cuerpo y soltándola casi al instante para continuar con la charla.

 

— Pues... —se tomó un tiempo para pensar en una buena respuesta —Digamos que he pasado por todos los estados emocionalmente hablando, he estado a punto de matar a más de una persona el día de hoy, por lo que decidí aprovechar la distracción de la visita inesperada para salir de allí y tomar algo de aire fresco. Lo que no me esperaba es que fuese a encontrar a mi mayor distracción. Tú.

 

Si bien le gustaba estar con Sophie allí y muy seguramente accedería a perderse de buena gana si se lo propusiera, aun tenía un asunto que atender, al que no podía darle la espalda y era mejor concluir aquella noche. Aprovechando ese momento de valentía, caminó hacia la salida.

 

— Ahora verás lo que esconde esta otra puerta —comentó. Llegaron justo a la entrada y antes de hacer algo, Tauro se volvió a Sophie —No sé cómo está el ambiente allí adentro, pero para que sepas está mi madre Beltis, Pik y... Mi nueva hermana —Su nombre lo había omitido de momento —Mi familia es bastante peculiar, así que no te sorprendas si te hacen algún comentario fuera de lugar. ¿Lista? —esperó su respuesta afirmativa e ingresó.

 

— Veo que aun estamos completos. ¿La cena ya está servida? —Al parecer llegaba en el mejor momento, Pik estaba dando a conocer una hija en común que tenía con... ¡Anne! ¿Es que las sorpresas no terminaban? Aquello no la afectaba directamente a ella, pero aportaba para el ambiente tenso que no parecía que se fuese a disipar pronto.

 

— Alyssa de madrastra, jamás me lo hubiese imaginado. ¿Y si la invitamos? Creo que aun tengo la dirección de su residencia anotada en algún lado.

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  • 2 semanas más tarde...

-¡¡Anneeeee!! -Continúo gritando Jeremy sin que nadie le diera importancia.


Podía escuchar que detrás del marco de una de las puertas había una especie de reunión. Estaba entre la mala educación de pasar sin ser invitado, lo que era cierto, o darse media vuelta e irse. ¿Cuál era la opción correcta? No tuvo mucho tiempo para meditar, tomó la primera opción como un impulso y se fue acercando al salón. Seguía escuchando las voces hablar como si nada, entre ellas reconoció la de Anne, por lo que estaba a punto de ingresar cuando se paró en seco al oír un hombre y unas palabras que lo dejaron en shock.


“... mi hija con Anne…:o El vampiro se quedó de piedra. “... mi hija con Anne…” No podía entrar en un pensamiento razonable a su mente, las palabras seguían sonando cada vez más altas en su cabeza. “... mi hija con Anne…” No, no. “... mi hija con Anne…” ¡¡Noooo!! “... mi hija con Anne…” Y sí. Jeremy se dio la vuelta con furia y se dirigió a la salida. Jamás había esperado enterarse que Anne era casada y él solo el amante que estaba para calentar el lugar del padre de Mery, en su ausencia. Bajar por el ascensor se hizo una pesadilla, y casi arrolla al anciano elfo en su camino a la salida.


Cuando sintió el aire de la calle, pudo por fin soltar el aliento que no sabía que había estado conteniendo. Debía pensar qué hacer con aquella nueva información, pero luego... luego del alcohol. Iría a una taberna para ahogar sus penas con la botella más cara de alcohol que hubiera en toda Inglaterra.

Editado por Jeremy Askar Triviani

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Los ánimos desde aquel encuentro habían dejado un sabor amargo entre quiénes no pudieron desahogarse ni decir lo que pensaban. Muchas habían sido las preguntas que quedaron sin responder y para ser sincera, dudaba que alguna vez fueran a resolverse. Desde entonces habían aprendido a vivir con lo que tenían, aprovechando cada oportunidad para sacarse una que otra espina sin malas intenciones, o bueno, no podía hablar por todos. Por su parte dudaba que pudiera querer a Anne como a una hermana, aunque la aceptaba y en cuanto a Beltis... Bueno, al menos ya no la evitaba cuando se la cruzaba por los pasillos.

Así que sí, se podía decir que la familia estaba pasando por una buena época y ese día por la mañana ocurriría algo que pondría a Tauro de muy buen humor, algo que la haría querer tirar la casa por la ventana de lo contenta que se pondría.

El paquete llegó bien envuelto y sin firma, lo único que tenía por encima del papel de regalo era una nota que decía «Disfrútala mucho». A simple vista se notaba que se trataba de una escoba o más bien dos, ya que una de ellas iba dirigida a su madre. El remitente permanecía anónimo y la caligrafía no revelaba si se trataba de un hombre o de una mujer. Desconfiada, como siempre, mandó al elfo a que la revisara, cualquier cosa que pudiera pasarle era mejor si él se sacrificaba.

«Parece que está bien», fue lo que pensó. Jamás se había interesado demasiado en el Quidditch, no era su deporte favorito y sin embargo fracasó de manera muy profesional cuando intentó jugar en algún mundial. Pese a su falta de destreza pudo notar que la escoba era de buen material y quizás de la más alta calidad. ¿Quién se tomaría el trabajo de invertir tantos galeones en un regalo tan costoso? De inmediato pensó en Anne, quizás en su afán de hacer las paces, aunque lo último que recordaba de ella era que estaba hecha una furia, eso la confundió más.

— Y dices que simplemente la dejaron en la entrada e iba dirigida hacia nosotras —le dijo al elfo, quién asintió por tercera vez —Está bien, supongo que me quedaré con ella. Llévale la otra a Beltis —. Sin agregar otra palabra se dirigió a su habitación, tenía curiosidad por probar su nuevo juguete para después archivarla en algún rincón del Ático.

Deslizó una pierna por encima de la escoba hasta quedar sentada ''cómodamente'', allí mismo recordó por qué prefería montar dragones, Thestrals o cualquier otra criatura alada en lugar de un pedazo de madera. Descubrió que en el mango sobresalía algo, como si fuera un defecto de práctica y se lamentó de no haberle dado esa a Beltis. Deslizó su mano por encima de aquello y lo que sintió... bueno. Bastaba con ver su cara para darse cuenta de que aquella no era una escoba normal, para nada. Aquello tenía que ser una broma, pero ¿de quién?.

A Tauro le tomó un buen rato salir de su habitación antes de ir hacia la de su madre, tenían una misión por delante y era dar con el paradero del responsable de tan peculiar invento.


@@Beltis

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