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Estudios Muggles


Sagitas E. Potter Blue
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Tarareé una canción mientras ponía la toalla en una de las tumbonas cerca de la piscina grande. Era una situación genial para vigilar a mis chicos. Me interesaba cómo se desenvolvían en el ambiente muggle, sin llamar la atención y soportando al sin-número de muggles que entraban en el recinto como una avalancha humana sedienta de agua fresquita. El calor atacaba a pesar de ser tan temprano y, en un momento, se verían rodeados de muggles que exigirían de ellos la máxima atención haciendo el mínimo caso de sus indicaciones. Sería interesante cómo iban a reaccionar a eso sin poder usar la magia. ¿Sabrían controlar su paciencia sin ahogar a nadie?

 

-- Espero que recuerden que lo único que han de hacer para aprobar la asignatura es conservar el puesto de trabajo.

 

Cuando me tumbé boca arriba, con la pamela para protegerme del incansable sol que nos caía encima, comprobé que se habían dirigidos a diferentes piscinas. Sonreí, sabiendo que se lo iban a poner difíciles, los muggles quiero decir, no yo.

 

Las dos primeras horas fueron tan monótonas que cabeceé un poco, con la pamela cubriéndome la cara para evitar rojeces. Un leve sonido musical me despejó tan rápido que ni cuenta me di queme había quedado dormida. Venía de la tumbona dos hileras más alejadas; una pareja tenía un radiocassette de esos algo antiguos que sonaba muy flojo para no molestar a nadie.

 

¿Molestar? Pero si la música era universal, por mucho que estuviera prohibida en el recinto de la piscinas. Abrí mi bolsito, más pequeño por fuera que por dentro, para buscar la crema de protección solar. Mentira, llevaba la varita allá metida y tosí un poco para disimular mi travesura. La música resonó como una bomba en el recinto, provocando gritos de protesta en algunos pero aplausos en demasiados de los presentes. La verdad es que era una canción movidita así que yo también aplaudí mientras algunos atrevidos se ponían a bailar en el césped con movimientos verdaderamente insinuantes.

 

Era divertido, por supuesto, a ver quién se acercaba a arreglar aquello o todos se pondrían a bailar sin decoro. Mi sonrisa se perdió un poco al fijarme en una figura que, aprovechando el momento, caminaba de forma tambaleante con un vaso de cristal en la mano por el borde de una de las piscinas. Eso sí que estaba prohibido. Los aplausos se hicieron más intensos y miré, sólo un momento, lo juro, hacia la pareja que intentaba apagar la radio (algo imposible, los muggles no puedes combatir la magia con sus dedos). Cuando volví a mirar, la mujer ya no estaba. La busqué.

 

La busqué...

 

¡La encontré!

 

-- ¡Demonios desdentados! -- grité, aunque con tanto ruido de música no era posible que nadie me hubiera oído. La mujer estaba subida en la plataforma de saltos. Vació el vaso de lo que fuera que contenía, que algo me decía a mí que de zumo tenía poco, y lo tiró al agua. Después, tambaleándose, se quitó la parte de arriba de su traje de baño y... -- ¡Demonios desdentados, que se tira!

 

No, no se tiraba pero como siguiera haciendo equilibrios sobre la punta de sus pies, vamos, que se la pegaba.

 

-- ¡Ay, no, que se mata y me despiden a los chicos! -- gemí, desde mi tumbona.

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— Al menos se mantienen jugando como chiquillos civilizados, aunque no me extrañaría que algo estén planeando sus cabecitas maquiavélicas —se mordía el labios inferior, intentando espantar de su mente sus recuerdos de infancia. No existía nada grato en ellos, salvo escaparse por las noches para causar desastre dentro de Ottery, abarrotando las calles con gritos y lamentos ensordecedores. Lanzándose al vació mataba a destajo a cualquier ser, no-mágico que se le cruzará por el camino. Pero ahora estaba sujeta a salvar la vida de los críos, porque de perder uno sólo se echaría la soga al cuello y volvería a reprobar ese conocimiento.


Sus pensamientos estaban fijos en la piscina de los niños, no se escuchaba nada más que risotadas dentro y fuera del agua. Salvo por una pequeña que se empeñaba en lanzarse al chapoteadero sin salvavidas. ¿Por qué los pigmeos se empecinaban hasta el cansancio en hacer su santa voluntad?. Su turno era demasiado extenuante de momento, deseando poder saborear un poco de sangre, tragaba saliva controlando sus impulsos. Una tonada desvió su atención hacia otro sector del centro acuático, echar un pequeño vistazo no le arrancaría la vida a sus alegres acompañantes.


Ojalá Mía y Pik, estuvieran pasándola mucho mejor que ella. No dudaba que su hermana, estuviera dándose un tentempié con los bañistas o quizás planeando alguna travesura. La sangre de los Black Lestrange era demasiado propensa a meterse en problemas, no por nada siempre el par de féminas le causaban sendos dolores de cabeza a su padre Jock. El hechicero jamás de dio abastó para criar al par de jóvenes, pero que más nada todo aquello en ese momento, si sus pensamientos estaban centrados en ir a investigar y salvar el pellejo de ella y sus compañeros de clase.


— Dar lo que sea necesario, para conservar este empleo y luego de eso salir corriendo sin mirar atrás —sonaba un poco melodramática, pero era la postura que todo aquello, le estaba obligando adoptar muy a su pesar.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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El turno había comenzado de manera tranquila, estaba relajada y sabía que así podría seguir o al menos eso era lo que esperaba, porque en cuanto notó como las horas comenzaban a avanzar y con ello el número de jóvenes que iban llegando con la única intención de pasarla bien y disfrutar de lo que quedaba del verano, justo antes de volver a clases. ¿Pero eso era una especie de playa veraniega o algo así? Al parecer lo era, así que eso no hacía más que irritarla, ¿por qué un sitio así? Odiaba a los adolescentes y a los muggles más.

 

Considerando la opción de cambiar su apariencia por la de una mujer más entrada en años, se contuvo a tiempo. Los jóvenes comenzaban a lanzar diversos piropos en su dirección y más, al verla únicamente con el bañador y una playera cubriendo su cuerpo. Si bien, no le molestaba aquello, lo que le fastidiaba era tener que escucharlos sin poder decir nada, porque no quería perder aquel bendito empleo, o de lo contrario sería despedida y adiós conocimiento que le faltaba para dejar de estudiar en aquella sección de la universidad mágica.

 

— ¿Qué no estaban prohibidas las bebidas alcohólicas? —soltó en voz baja, en cuanto notó como estas eran repartidas y bebidas como agua.

 

Debían enseñar a aquellos chiquillos a beber, era lo único que podía deducir y más, a no dejarse llevar pos los impulsos o iban a morir. Pensando en eso, notó como una chica de unos veinte años subía a uno de los trampolines bailando, ¿era en serio? Esperaba no se tirará a la piscina o de lo contrario tendría que meterse detrás de ella y mojarse, algo que siendo totalmente honesta, no le apetecía en absoluto, pero como era de esperarse su ruego a Voldy, no fue escuchado; se tiró.

 

<Gente loca>, fue lo único que pensó antes de quitarse la playera blanca que cubría su traje de baño y tirarse a la fosa de clavados que apestaba a cloro, el cual estaba segura dañaría su piel y su cabellera. Así que dejando de pensar en eso, nadó hasta donde se encontraba la mujer y se sumergió, para sacarla por la cabeza y comenzar a nadar con ella hasta la orilla del sitio.

 

Una vez allí, la ayudaron a sacarla y ella misma salió del agua, al verla acostada negó lentamente, la sentó y permitió que tosiera y sacara el agua que había tragado en su intento por volver a la superficie. Casi había muerto aquella chica, o bueno... no tan así, pero si se estaba ahogando, porque al parecer no sabía nadar y mucho menos flotar, pero le había parecido divertido al calor de la bebida.

 

—Te sugiero vayas a la enfermería y avises a tus conocidos. —soltó, antes de girarse e ignorar a los comentarios que intentaban hacerle de agradecimiento.

 

Había cumplido y eso era todo.

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— ¡Vamos! Brazada, brazada, brazada, a tomar aire y repetir. Brazada, brazada, brazada y aire. ¡Tres brazadas y respirar!

De un momento a otro Pik se había vuelto el nuevo profesor de natación. Los muggles eran bastante vagos y más cuando estaban con amigos, todo eran risas y poco trabajo serio. Bajo su guardia no iba a permitir que perdieran su tiempo y afectaran la concentración de los demás. Había un grupo de adolescentes que querían solo chapotear y hablar, pero tras la llamada de atención del Macnair ahora nadaban de un lado a otro.

Colocó ambas manos en la cintura y soltó un gran suspiro, con este trabajo estaba gastando más energía de la que pensaba y ya extrañaba usar magia. Todo era demasiado muggle, simple. Con su varita podría crear unas olas o un torbellino en mitad de la piscina, así quizás cosas fueran más emocionantes para los bañistas o crearía pesadillas para el resto de sus vidas.

— ¡Muy bien! Sigan así y algún día podrán nadar como unas sirenas.

Se alejó del bordillo de la piscina y volvió a subirse a la alta silla, en donde podía observar todo. Sonaba música en las otras piscinas que eran más familiares y uno que otro grito, cosa que sucedía si mezclabas personas, alcohol y música, aunque no estaba del todo claro si se podía beber alcohol. Si todo seguía el día terminaría rápido y seria cuestión de horas para volver a casa, quería beber un buen vaso de ron y ver cuál seria la próxima clase que tomaría, quería subir lo antes posible de rango social.

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Aún estaba enojada por lo incautos que eran aquellos muggles con el alcohol y la poca resistencia que tenían siendo tan jóvenes, ¿tan mal estaba aquel mundo? ¿se había perdido el control y el respeto por los buenos valores? Si bien, no era un buen ejemplo de rectitud, al menos sabía que si ingería algún tipo de licor tan temprano, no había ´porque hacer locuras y eso lo había aprendido desde muy pequeña, que el vodka y el whiskey formaron parte de su dieta diaria, casi era de ley consumir un poco de vodka antes incluso que el café o el té.

 

Meditando en aquellas cosas, se alejó nuevamente de la gente aglomerada y se acercó hasta donde se encontraban los camareros, a los que les regaló una sonrisa forzada y entre sus manos tomó una toalla para comenzar a secarse un poco, aunque en su interior deseaba usar magia y librarse de las gotas de agua que escurrían en de su piel. Pero no, no podía o terminaría reprobando aquella clase y eso sería su fin, porque estaba convencida de no darle otra oportunidad a aquel conocimiento que le generaba malestar, al ser el único que no había logrado certificar en la universidad.

 

—No quiero más problemas, revisen que no se acerquen a la fosa. —soltó mirándolos con tranquilidad— Además, esta prohibido vender bebidas con licor, así que sino quieren que lo comunique a la supervisora, hagan bien su trabajo. —tras sus palabras dio un medio giro y volvió hasta la fosa.

 

Esperaba que sus palabras fuesen suficientes, de ese modo había externo su malestar y los demás, se enfocarían en sus actividades y a ella, la dejarían terminar en completa paz y tranquilidad el turno. Porque ni hablar del mes, no iba a aguantar, de eso estaba completamente segura. Tirando la toalla en una canaleta con más toallas húmedas, continuó con su ascenso hasta aquella silla con una sombrilla, que le indicaba que era el sitio del salvavidas. Una vez allí, se volvió a poner la playera blanca y se dejó caer una mueca de fastidio.

 

Ningún joven más en estado etílico intentó llegar hasta la zona que resguardaba y eso consiguió que se pusiera un poco más de buen humor, eso y trenzar su rubia cabellera lentamente, para pasar el rato.

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Mis manos apretaron mi boca en un intento de no avisar a los chicos de lo que sucedía. Mi trabajo no era ayudarles sino comprobar que ellos no usaban la magia para nada en aquel lugar. Y en eso iba a ser estricta, al menos que fuera enteramente necesario ayudarles en el trabajo. Por supuesto, saber desenvolverse entre muggles era imprescindible para aprobar, no usar la magia era vital porque los mataba si lo intentaban... En otras ocasiones, había enterrado a mis alumnos en normas y panfletos sobre cómo convivir, como vestirse, como caminar, sobre las leyes que debían respetar a rajatable, panfletos de medios de transportes, de señales visuales y auditivas de los muggles...

 

Al final, este mes decidí que sobrevivir en el mundo muggle era el peor castigo que podía darles a los alumnos y el aprobar la clase, la mejor recompensa. No sé si eso favorecería el que comprendieran este mundo tan dispar con el nuestro. Según como transcurriera la clase, capaz que los odiaban aún más y acababan pensando en desquitarse en cuanto tuvieran un pie fuera del recinto deportivo. Pero era un riesgo a correr y yo estaba de vacaciones tomando el sol, no tenía ganas de prepararles una clase más oficial con libros de los que tuvieran que hacerme un resumen de tres metros de pergamino.

 

Pero, he de reconocerlo, lo estaban haciendo muy bien. Lo malo es que aún había mucho día por delante y quedaban muchas cosas por sufrir en aquel mundo de calurosos muggles que sólo querían bañarse y no respetar las normas de la piscina.

 

Notó que Juv parecía molesta pero, a parte del rictus amargo en su cara, no podía reprocharle nada. Su turno estaba siendo bastante apacible, aunque había sentido la música y no había acudido a solucionarlo. Bueno, también era una opción, alegar que no podía abandonar la piscina de los chiquitines revoltosos por si alguno se hacía daño.

 

Mia fue mucho más activa, aunque era lógico, siendo que la muchacha de la bebida había optado por hacerse la valiente en su zona. Me incorporé en la hamaca, como muchos de los que me rodeaban, para ver bien la situación. Me levanté incluso las gafas un poco para no verla tan morena, efecto de los cristales oscuros. No sabía que tuviera Primeros Auxilios, lo estaba haciendo verdaderamente bien. No sé qué les dijo a aquellos camareros pero parece que funcionó para poner cara de susto. ¡Qué bien trabajaban mis chicos!

 

Pik también estaba siendo muy responsable, ayudando en su piscina a cargo a que la gente nadara ordenadamente. Solté una risilla por lo bajo al ver que todos los obedecían. Este hombre daba miedo, incluso sin varita, los mantenía a raya. Ahhh, todo parecía salir viento en popa... ¿Qué podría pasar? Podía relajarme de nuevo y echar una cabezadita.

 

Y lo hice, por supuesto. Hasta que el ruido de una avioneta lanzando artícul0s de publicidad por el aire sobre el recinto hizo que abriera un ojo, aún muy adormiscada.

 

-- ¿Y ahora qué? -- murmuré, al ver que todos se tiraban unos encima de otros para recoger las toallas, pelotas de playa, flotadores y demás objetos que caían sobre las tres piscinas. -- ¿Es qué están locos? Van a ahogar a los niños si siguen empujándose los unos a los otros.

 

Puff, esto sí que era un momento peligroso. Permanecería atenta por si ellos no conseguían calmar el tumulto que se peleaban por unas pelotitas que se desinflarían en dos días.

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La paz de su turno se vio perturbada de un momento a otro, jamás acabaría de entender el afán de los muggles por querer llamar la atención a toda costa. Ahora los críos que estaba cuidando con tanto ahincó estaban a nada de perdería vida, aquella muchedumbre saltaba como loca entre pelotas de playa, toallas y algunas sillas plásticas que les ocasionaron tropezarse sin remedio.


—¡¡¡ Maldita sea !!!—apretó los dientes con fiereza sintiendo un sabor metálico escapar de sus encías. Era inaceptable romperse la crisma por una publicidad tan insignificante ante sus ojos, pelotitas de diversos colores y panfletos que vendían cualquier clase de artefacto inservible o de un solo uso. Echando una mirada a la piscina donde estaban los pequeños, gritaba a los que aún no estaban dentro del agua que se replegaran hacia la pared. La orden era tajante y directa, no podía emplear la magia, pero si su poder de convencimiento.


—Quédense donde están, el resto de los niños escúchenme con atención. No pierdan la calma, agárrense de la mano del que tengan a su lado y ambos manténganse en la zona más baja de la piscina. Yo iré por cada grupo sin perder la calma, evitando que esta horda de salvajes me compliquen la labor —sonreía con suficiencia metiéndose a codazo limpio entre la multitud. Escuchando a lo lejos el chillido de un niño de escasos 5 años, alargando al mano le tomaba obligándolo a colgarse de su cadera, aferrándose como un chimpancé bebé a ella.


—No te sueltes o la pasarás muy mal— le advirtió llevando su antebrazo izquierdo flexionado delante de ella como un escudo. Gritos y alaridos causaban un repiqueteo en sus oídos, parecían cuervos graznado ante un trozo de carne. El niño se mantenía afianzado a la rubia, intentando no perder de vista el sitio que esta ahora le estaba sirviendo como un refugio improvisado. Su misión era sacar a todos los niños sanos y salvos, no le importaba cuanto tiempo le tomará lograrlo.

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¡Hora de cierre!

 

La encargada de los Socorristas anunció con el megáfono que se había acabado la jornada por hoy. Los usuarios de la piscina se hicieron los remolones, protestaban pero, poco a poco, el recinto de iba quedando cada vez más vacío, hasta que finalmente el último de los usuarios salió de los vestuarios y abandonó el recinto deportivo. La encargada pudo, por fin, soltar un suspiro de alivio y reunir a todo el equipo sobre las tumbonas para poder resumir el día.

 

Con su carpesano en la mano, fue anotando las tareas acabadas y comprobando las incidencias del día. Todo estaba dentro de la normalidad para un día habitual de calor intenso en verano. Así que empezó su discurso ante las caras cansadas de los muchachos que sólo deseaban firmar la hoja de salida y olvidarse hasta el día siguiente.

 

-- Bueno, chicos, buen trabajo. Hoy ha estado un día movidito pero podemos decir que todo ha salido bastante bien. Las situaciones de peligro han sido solventadas con profesionalidad y ... -- La encargada vació un momento. Por unos instantes, hubiera jurado que había visto una sombra junto a un parasol aún extendido pero, al mirar de frente, no había nadie. Aspiró con fuerza y pensó que no debiera haber tomado el sorbito de whisky en la sala de reuniones. -- ¡Y los nuevos, habéis hecho un trabajo estupendo y creo que habéis pasado con creces la prueba de moveros entre muggles sin matar a ninguno! Sólo por eso, los tres quedáis aprobados y Dirección os hará llegar vuestro certificado de estudios.

 

La pobre mujer parpadeó varias veces y pudo contemplar las miradas atónitas del equipo de socorristas, como si hubiera dicho algo indebido. De repente, se sintió muy cansada.

 

-- Bueno, podéis iros. Hasta mañana. Menos vosotros tres que... -- ojeó las fichas que tenía delante. Juraría que esa nota de vacaciones pagadas para los tres nuevos, no estaba momentos antes. -- Tomaros el resto del mes de vacaciones. Dejar la ropa en las taquillas.

 

Dio media vuelta y se dirigió a la Sala de nuevo. Le vendría bien otro trago a hurtadillas.

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