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Maestría con Escobas


Anne Gaunt M.
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Estar a punto de caer de bruces fue lo que hizo que Anne abriese los ojos todo lo que sus párpados le permitieron. Paró de caminar y miró hacia el suelo: no había nada fuera de lugar, al menos en apariencia. «¿He tropezado conmigo misma?», pensó, pasándose una mano por la cara. Lo más probable es que así hubiera sido, y es que caminaba por un campo de entrenamiento de quidditch prácticamente con los ojos cerrados después de haber pasado toda la noche trabajando en su taller, en una de las torres del castillo Gaunt.

 

Los rayos de sol del amanecer la habían pillado desprevenida, y solo había tenido tiempo de darse una ducha rápida antes de acudir al lugar en el que se había citado con los alumnos a los que daría clases de Maestría con escobas, una especialidad muy distinta a lo que acostumbraba a enseñar cada mes. Aunque no le era para nada desconocida debido a sus actividades relacionadas con el quidditch, las cuales había desarrollado en su juventud. Retomó su camino hacia el centro del campo de entrenamiento bostezando sonoramente y, cuando lo alcanzó, dejó caer el fardo que transportaba sobre el hombro. En cuanto este cayó al suelo, resonó bajo la tela atada el entrechocar de varias maderas.

 

La licántropo miró su reloj de pulsera durante un instante: aún tenía un ratito antes de la hora convenida en las notificaciones que había mandado el día anterior, así que se dispuso a preparar el escenario donde desarrollarían la clase para no perder ni un instante. ¿Qué tal se les daría eso de volar a sus alumnos? No podía evitar sentirse divertida ante la perspectiva de trabajar con el grupo de alumnos que le había tocado.

 

Desenrolló las ataduras de la lona y tiró de ella, dejando a la vista cinco escobas voladoras algo viejas y visiblemente usadas. A pesar del feo aspecto, Anne sabía que funcionaban a la perfección y que nadie tendría problemas con ellas. Las dispuso en fila, unas paralelas a las otras con una distancia entre ellas de unos dos metros. Una vez terminó, hizo desaparecer la lona con un ligero movimiento de varita y, tras otro similar, apareció ante ella un baúl con pelotas de quidditch de madera oscura en cuya tapa había una desgastada placa de los Kenmare Kestrels, el equipo que siempre había apoyado desde niña y en el que nunca había conseguido jugar, ni siquiera en su mejor época como cazadora. El recuerdo la hizo patear con fuerza el baúl, agradeciendo de inmediato el haber escogido sus viejas botas de quidditch. Aquella cosa era más dura que una piedra.

 

Dejó el baúl apartado de las escobas sin saber aún si lo usarían y luego volvió a mover la varita, esta vez para hacer aparecer su propia escoba voladora. Su vieja Nimbus 3000 apareció con un suave chasquido y cayó suavemente en el césped. La mujer asintió y levantó la mirada: aún no veía a nadie llegar.

 

«¿Y si no recibieron la notificación?», pensó de repente, inquieta. Miró el reloj una vez más: aún faltaban algunos minutos para la hora. Bueno, aún ni siquiera podía considerar que llegaban tarde...

 

Decidió esperarles sentada en el césped, que resultó estar más fresco y húmedo de lo que pensaba. Apoyó una mano y frunció el ceño, esperaba no mancharse los pantalones nada más empezar. Afortunadamente había descartado el uniforme de entrenamiento blanco para utilizar el negro en el último momento, antes de salir de su hogar. Aunque le constaba que a la suciedad le daba igual el color de la ropa a la hora de manchar. Se masajeó el corto cabello grisáceo con impaciencia mientras mantenía los ojos cerrados después de que una suave brisa se lo hubiese revuelto y volvió a mirar a su alrededor, en busca de alguna figura humana. Pero no había nadie. Miró su escoba, que parecía llamarla en silencio. ¿Y si aprovechaba para dar una vuelta mientras tanto? «No, no, déjate de bobadas», le regañó su subconsciente casi al instante. Lo único que le faltaba, después de lo cansada que se sentía, era que apareciera alguien inesperado y le robara las escobas, o el set de quidditch. No quería empezar el día sintiéndose obligada a matar a nadie, no era sano a esas horas de la mañana.

 

 

 

 

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Editado por Anne Gaunt

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Eran las ultimas que debia terminar, el podar las flores jamás habia cruzado por su mente. Pero su hogar no debia ser un desorden, y por ello apesar de ser hombre y tener a sus elfos domésticos limpiando su castillo Kritzai podaria los rosales. El tiempo era perfecto siendo casi medio dia entonces su elfo llamado Cadmus se acerco hasta él.

 

-- Amo es la hora para asistir a su clase de escobas--

 

-- Es maestría en escobas Cadmus pero tienes razón, llegare tarde pero luego terminare esto ¡Diffindo!-- Pronunció el castaño cortando de tajo algunas flores con brúsquedad. Hizo una mueca y se marchó hacia su castillo para cambiarse de ropas.

 

 

El cambio fue rapido a un uniforme de color azul con franjas negras de los Falmout Falcóns, su equipo profesional de quidditch. Era ironico para Kritzai ser un profesional del Quidditch y tener que tomar una clase en maestria en escobas, pero lldebia hacerlo por tramite ministerial. Un requisito indispensable para ello, por lo cual no tenia mas remedio que tomar su clase aunque no quisiera.

 

Una vez cambiado de ropa tomó una carta que era la notificación del lugar y hora para su clase y la guardo en su bolsillo. El castaño enseguida desapareció con la ayuda de su varita dentro del castillo, cualidades beneficas que tenia ser el dueño y desaparecer donde quisiera. Para luego llegar a los límites del que era un campo de entrenamiento de Quidditch.

 

Observó el campo donde el cesped estaba perfectamente cortado. Como si fuera una alfombra verde colocada a la perfección. Los aros lucian banderines de diferentes equipos profesionales de quidditch, de la liga inglesa. Kritzai se sentia pleno en eu elemento, siempre le encantaba el olor del cesped recien podado y regado, el sol perfecto para un juego. Pero lo que mas le llamó la atención era una bruja sentada en medio del campo con una lona y cinco escobas de vuelo de dudosa calidad.

 

Kritzai se acercó a la profesora, o eso asumió que debia ser porque a su lado de la bruja estaba una nimbus y un baúl donde tendria un juego de pelotas para el quidditch. Entonces reconoció a la bruja y una sonrisa se formó en los labios de Kritzai. Era nada mas y nada menos que su abuela Anne Gaunt. Por lo cual le agrado muchísimo la idea.

 

-- Asi que usaremos estas... Antiguedades he... -- Decia el castañocom desagrado en su rostro al ver las escobas pero al estar bromeando le sonrisa hasta acercarse con ella y besar su mejilla en saludo.

 

Estoy bromeando abu... Digo Anne en verdad es un guzto volver a verte-- Dijo el castaño enfatizando el hecho de que a Anne no le gustaba que le dijieran abuela.

 

-- Estuve apunto de traer mi escoba personal llamada Saeta de rayo... Una escoba personalizada para mi pero veo que usaremos estas... -- Comentó el castaño para luego volver a ver al campo.

 

 

--¿Nadie mas a llegado?-- Preguntó Kritzai frotándose las manos impaciente por comenzar la clase.

Editado por Kritzai

 

 

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- ¿Por qué los elfos no podemos votar?

 

Beltis bebió de su taza mientras un par de ojos enormes la cuestionaban desde el otro lado de la mesa. Los primeros rayos de sol se colaban por las enormes ventanas del comedor, donde desayunaba sentada en una gran mesa sola, acompañada solamente por un elfo demasiado curioso para su bien. El periódico sobre la mesa mostraba las sonrisas estudiadas de algunos candidatos ante los flashes de las cámaras.

 

- ¿Nosotros podemos tener representante? Podríamos elegir a alguien que...

 

- ¿Se levantó? -Beltis preguntó tomando un croissant con las pinzas..

 

El elfo se encogió de hombros ante la interrupción y volvió a la carga con sus preguntas.

 

- ¿No le parece curioso que todo esto afecte a los elfos y que...?

 

- Si el resto de los elfos de esta casa escuchan tus ideas de progreso te vas a meter en un problema.

 

- Mengo lo sabe -agachó las orejas y ocultó una quemadura del brazo con cierta torpeza-. Pero es que...Ama...tal vez no debería haber aprendido a leer.

 

- Te lo advertí. Si crees que ahora todo es confuso, sigue leyendo para que lo sea más todavía.

 

La mansión Malfoy estaba en silencio, como era habitual. Acabó su desayuno con calma, alargando el rato de tranquilidad y seguridad de tener ambos pies bien puestos en la tierra. A un lado del periódico la nota de Anne yacía abierta.

 

- Me voy a la clase, se me hace tarde. Necesito que vayas a buscar algunos ingredientes. Dejé una nota sobre mi escritorio con el listado de cosas que voy a necesitar. Ah y ten cuidado que estuve preparando varias pociones anoche, algunas muy peligrosas que podrían explotar...o quemar a alguien sin querer.

 

Le dedicó una mirada de advertencia y desapareció del comedor.

 

Apareció en un campo de quidditch, muy a su pesar. No era fanática de ese deporte, no disfrutaba los partidos y pocas veces había visto uno hasta el final. Podía admirar las habilidades de algunos jugadores sobre la escoba, pero no mucho más. ¿Eso la hacía aburrida? Seguramente. No entendía el sentido de subirse a una escoba para ser golpeada por una bludger. Tal vez esa reticencia tenía que ver con aquella vez, en su infancia, que varias bludger fueron a parar a su nariz, rompiéndola por completo. Un juego de niños que le había hecho comprender que no le encontraba sentido a ser molida a golpes por balones endemoniados. O tal vez solo se había convencido de eso por su carente habilidad para atrapar y lanzar objetos.

 

Anne esperaba sentada en el césped, en medio del campo. Al parecer otro alumno había llegado antes que ella. Beltis se acercó vestida con pantalones y una camisa blanca de algodón. Junto a Anne se encontraban varias escobas alineadas y un set de quidditch. Beltis hizo un mohín con los labios solo de pensar en lo que le esperaba. ¿En qué estaba pensando? Prefería enfrentarse a mil demonios hambrientos que a una sola bludger.

 

- Espero que ese baúl solo sea un adorno...- comentó al llegar junto a la profesora.

Editado por Beltis

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La habitación de Mackenzie estaba patas arriba. Acostumbrada a montar en Enigma, su pegaso negro, la bruja hacía años que había desterrado su interés por las escobas. Sabía que guardaba una vieja Nimbus 3000 por alguna parte, ¿dónde la había metido? Todos los baúles del armario se encontraban abiertos, los cajones de la cómoda destartalados y el suelo repleto de viejos útiles y cachibaches varios, mientras la Malfoy, varita en mano, lanzaba un hechizo detrás de otro, tratando de convocar o hacer aparecer a su vieja escoba.

 

- ¡Accio Nimbus 3000! ¡Accio escoba! ¡Evanesco! ¡Vamos maldita aparece, que llego tarde!

 

No hubo éxito. La bendita escoba no aparecía por ninguna parte y el tiempo empezaba a apremiar. Tendría que ir sin escobas a la clase del nuevo conocimiento en el que se había matriculado, Maestría en Escobas. Esperaba que la profesora hubiera sido previsora y llevado escobas de sobra para los alumnos.

 

Se vistió a toda prisa con unos tejanos y una sudadera. Se peinó el cabello castaño en una simple coleta y salió a toda prisa rumbo a... ¿a dónde? ¿Castellobruxo? ¿Eso era en serio? ¿De verdad tenía que irse hasta la selva brasileña? Sin duda, iba a llegar muy tarde, sin haber preparado de antemano un medio de transporte adecuado. No tenía un traslador a mano, la red flu se iba a hacer eterna, teniendo en cuenta las fronteras entre países que tendría que atravesar y todos los trámites aduaneros. Y, evidentemente, la aparición requeriría de múltiples saltos. ¡Demasiados!

 

Estaba aprendiendo el Fulgura Nox, de hecho, ya lo había practicado en alguna ocasión, pero hacerlo fuera de la clase, siendo que aún no había realizado la prueba del libro...

 

Decidió que su mejor opción era Enigma, él solía ser bastante rápido y tenía ciertas habilidades que podrían serle útiles. Aún así, iba a llegar varias horas más tarde de lo previsto.

 

 

Cuando divisó desde el aire el campo de entrenamiento de quidditch, muchas horas más tarde, pudo ver un acceso perfectamente identificable junto a los vestuarios, en el que lucía un cartel de vivos colores "Acceso directo entre Londres y Castellobruxo". Maldiciendo para sus adentros, hizo descender a Enigma y dejó que retozara en un prado cercano.

 

Apareció junto al cesped, donde ya se encontraban la profesora, Anne, y dos alumnos más, a los que reconoció, Beltis y Kritzai.

 

- Hola -saludo. -Siento el retraso, no sabía que hubiera una conexión directa entre este lugar y Londres y.... bueno, mi viaje fue un poco largo.

 

Al ver las escobas alineadas, se sintió aliviada. Al menos, no iba a ser un problema no haber podido encontrar su vieja Nimbus.

 

- ¿Esas escobas son para nosotros? - Preguntó señalando la larga hilera de bien dispuestas escobas. Lucían espectaculares.

 

Se sorprendió de ver el baúl de Quidditch. ¿De verdad iban a jugar al Quidditch? Mackenzie no practicaba ese deporte desde los tiempos de Hogwarts.

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—¡Con un demonio, lo que me faltaba! —Dijo Keaton aventando todo en cada rincón de las oficinas de la Logia Eligentium en el Magic Mall. Y estaba tan desesperado debido a que, como era costumbre, se había quedado experimentando demasiado tiempo en la noche con las criaturas mágicas que se había quedado dormido prácticamente todo el día en su escritorio, por lo que de pronto, entre sueños, recordó que tenía una clase de Maestría en Escobas. Lo peor de todo era que no encontraba la condenada varita mágica de cerezo que tenía por compañera, la muy maldita se había escondido en algún lugar de la oficina.

 

—¡Oh vamos, Santa Teresa, debemos irnos! —Dicho esto, la varita salió rodando de debajo del escritorio, Keaton puso una cara de hartazgo poniendo en blanco los ojos para tomarla y abrir un portal. Iba ***idamente tarde, lo sabía, por lo que esperaba que quien fuera su profesor no lo riñera por ello —¡Fulgura Nox! —Exclamó con fuerza y abrió un portal hacia Castelobruxo.

 

Calor, mucho calor, lo odiaba, ¿acaso no podían escoger un lugar en lo alto de una montaña donde hiciera mucho frío? Aunque pensándolo mejor, para aprender sobre escobas no sería idónea, pero ¡bah! que habían partidos de quidditch en plenos chubascos, así que ¡meh!

 

—Buenas buenas, ya llegó el que hacia falta —Dijo el vampiro con aquella cara bonachona que siempre ponía cuando se topaba con gente que no pertenecía a su círculo, hipocresía le llamaban, aunque cuando vió varios rostros conocidos, se alegró un poco, al menos no tendría que fingir empatía —Un gusto verlas, Mackenzie, Beltis, y joven Kritzai, hacía mucho que no le veía y, mi querida Anne, intuyo, por tu atuendo tan ad hoc que eres la profesora, ¿cierto? excelente, excelente. ¿Esperamos a alguien más aún? —Dijo sin hacer siquiera alusión a su retardo, esperaba que pasara inadvertido.

Editado por Keaton Ravenclaw

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Bostezó sonoramente mientras seguía esperando. Había mirado su reloj compulsivamente y cada vez se sentía más desesperada, viendo que los segundos pasaban y nadie llegaba. Pero lo cierto era que lo comprobaba la hora tan a menudo que solo habían pasado un par de minutos, cosa que no hacía más que incrementar su ansiedad. Decidió no volver a mirarlo: ya llegarían.

 

Como una respuesta muda a sus expectativas, vio una figura masculina al alzar la mirada del césped. Una figura que le resultaba familiar, pero que no reconoció hasta que estuvo cerca de ella. Se trataba de Kritzai, su nieto. Éste, con su humor habitual, llamó "antigüedades" a aquellas maravillosas escobas con las que ella había trabajado durante muchos años y eso provocó que, cuando él se acercó a besarla en la mejilla, ella le respondiera con un simple gruñido.

 

Y luego estuvo a punto de llamarla abuela. Por ahí sí que no estaba dispuesta a pasar.

 

Cuidadito con lo que dices, no te vayas a escurrir por "accidente" de tu escoba durante la clase, jovencito —lo amenazó moviendo amenazadoramente un dedo en su dirección. Pero no había dureza en su voz, ni tampoco malas intenciones. Jamás le haría daño a alguien de su sangre. Negó con la cabeza—. Hiciste bien en no traerte tu escoba, pues no te hubiera permitido usarla, lo siento. Y no, aún no llega nadie aunque... aunque... mira, por ahí viene alguien más.

 

No necesitó más que un par de segundos para reconocer a aquella figura, aunque el hecho de que fuese vestida de blanco le llamó la atención. Tuvo que esforzarse para no burlarse al respecto, no era el mejor color para practicar con una escoba... aunque quizás Beltis fuera diestra en aquella disciplina.

 

Oh sí, el baúl es un adorno y las escobas también. Nos vamos a reír mucho leyendo sobre vuelo... —le respondió en tono burlón. Acababa de responder a sus propios pensamientos: no, parecía que el concepto de vuelo y Beltis no encajaban demasiado—. No te preocupes, te dejaré un bate para que te puedas defender.

 

Esta vez sí se permitió sonreir. No estaba segura de si usarían alguna pelota de quidditch aunque, de usar alguna para practicar, sí que serían las bludgers. No había nada mejor para demostrar estabilidad sobre una escoba que huir de una de esas endemoniadas pelotas.

 

Alguien más se acercó hasta la pequeña reunión que habían formado y no tardaron en descubrir que se trataba de Mackenzie Malfoy, que se disculpó por la tardanza. Anne miró de reojo su reloj y se sorprendió de que hubieran pasado tan pocos minutos desde la última vez que lo había ojeado.

 

Oh, tranquila Mackenzie, quizás la culpa fue mía porque no os avisé en la nota. Lo siento —se disculpó, encogiéndose de hombros—. Pero no te preocupes porque llegas justo a tiempo, acabamos de reunirnos prácticamente. Bienvenidos todos, por cierto. Y sí, esas serán las escobas que usaremos. Están usadas, lo reconozco, pero van a la perfección —añadió, fulminando con la mirada a Kritzai por si osaba volver a burlarse de su equipamiento.

 

Finalmente, la Gaunt se puso de pie (había permanecido sentada todo el tiempo en el césped del campo) y colocó los brazos en jarras, con ambas manos en las caderas y las piernas ligeramente separadas. Aún faltaban un par de alumnos, pero iniciaría con los presentes. Justo cuando abría la boca para comenzar a hablar, apareció alguien más. Anne sonrió al reconocer el rostro de Keaton.

 

Sí, faltábais dos, espero que el último no tarde demasiado en llegar. Y sí, yo impartiré esta clase. Únete, amigo Keaton —le invitó con un gesto de la mano. Señaló las escobas—. Ahora sí, bienvenidos todos a la clase de Maestría con escobas. Como siempre en cualquier clase, me gustaría saber cuáles han sido vuestras motivaciones para anotaros a este curso y si todos tenéis la licencia de vuelo. Mientras me respondéis, por favor, colocaos cada uno al lado de una de las escobas que hay ahí alineadas. Haced que se alce en el aire y montad en ella. Pero nada de despegar, por favor, terminemos de hablar antes de dispersarnos en el aire.

 

Dadas aquellas instrucciones, ella misma se colocó junto a su Nimbus 3000 y alzó una mano sobre ella.

 

Arriba —murmuró. Al instante, la escoba saltó del suelo hacia su mano y Anne pasó una pierna por encima de ella para quedar a horcajadas, pero sin elevarse. Mantenía el palo de la escoba con la mano izquierda mientras seguía con la derecha apoyada en la cadera mientras observaba a los presentes.

 

 

 

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¡Vaya que buen estilo tenía la Gaunt montando en una escoba! ¡Y eso que aún no había empezado a volar!

 

Mackenzie miró a Beltis buscando apoyo moral. Tenía la impresión de que Kritzai sería un maestro con la escoba -no sabía porqué- y, en cuanto a Keaton, sospechaba que si no lo era, poco le faltaría. Faltaba uno -había dicho Anne- ¿quién sería? ¿Otro jovenzuelo experto en vuelos en picado? Bueno a Mackenzie tampoco es que se le dieran mal los vuelos en picado, los hacía a menudo, sólo que hacía mil años que no había montado en escoba y no era lo mismo los cómodos lomos de un pegaso con el que tenías una estrecha conexión mental que el palo estrechito e incómodo de una escoba que seguramente tendría mente propia y pocas ganas de colaborar.

 

Con la aprensión todavía punzando sus nervios, se acercó hasta una de las escobas que estaban en hilera, siguiendo las indicaciones de Anne. Le temblaba la mano cuando la alzó para elevar la escoba apenas un metro, aunque su bien entrenado control mental, logró que fuera un temblor apenas perceptible. Mackenzie se colocó a horcajadas sobre la escoba ya elevada del suelo y respiró hondo aliviada. El momento más difícil había pasado y había conseguido que la escoba la obedeciera, aunque sólo fuera para alzarse un metro a su lado.

 

- ¿Mis motivaciones? -Trataba de responder a la pregunta de la Gaunt, pero de pronto se había dado cuenta de que no conocía la respuesta. ¿Para qué le interesaba una clase de Maestría en Escobas cuando ella tenía a Enigma para desplazarse por el aire? Desde luego no era que tuviera intención de ponerse a jugar al Quidditch, tenía muchas cosas que hacer en aquellos momentos de su vida. - Sí, si tengo licencia de vuelo. -Respondió a la otra pregunta de Anne, tratando de darse unos minutos más para pensar la respuesta a la primera pregunta. -Bueno, mis motivaciones. ¿Qué me dirías si te dijera que no tengo ninguna motivación especial? - ¿Y qué hacía ella ahí, con todo lo que tenía que hacer, si no tenía ningún motivo para dar aquella clase? - Verás, es algo así como... mmm.... ¿Alguna vez has tenido la sensación de que tenías que hacer algo, sin lugar a excusas, y sin embargo, no has sabido darte motivo alguno del porqué?

 

Sí, era eso, la sensación de urgencia, de necesidad, pero sin motivo aparente. Era una de aquellas ocasiones en que a Mackenzie se le ocurrían cosas extrañas, como pensar de dónde venimos o adónde vamos o si todo lo que vivimos es fruto de una mente excepcional o la paranoía de un loco o si todo es una especie de simulación, de entorno imaginario en el que alguien maneja nuestro hilos a placer ... Y mientras cavilaba sobre asuntos más allá de la comprensión humana, una voz surgió en lo más profundo de su psique, perféctamente entendible, aunque incomprensible para la bruja: - Necesitas experiencia.

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—¿Y se te digo que mi motivación es sencillamente que no me llevo para nada bien con estos palitos con ramitas? —Dijo el ojiverde mientras veía con desidia la escobas que estaba un poco más allá —La verdad es que no sé como diantres pasé el examen de vuelo, pero sí, tengo la licencia —Añadió y de pronto recordó a Alyka cuando hizo su prueba. El muy menso se había caído de la nimbus 2000 como tres veces antes de agarrarle el truco y, para cuando lo logró dio una cuantos giros y la mujer, benevolente, consideró que era suficiente para que pasar. Y era obvio que pasaría todo aquello por alto, no quería evidenciar a la ex funcionaria ministerial.

 

Así pues, se encaminó a donde estaban aquellas condenadas escobas, las miró con algo de miedo pero, al final, se logró colocar a la diestra de una de ellas. Lo que más le chocaba de aquellos "medios de transporte" era que parecían tener vida propia, cuando querían estaban de buenas y cuando no, pues sencillamente hacían berrinches y no se dejaban domar, eran algo así como los hipogrifos, nada más que menos llenitos. Puso su zurda sobre ella y con fuerza -algo que no supo de dónde salio- dijo —¡Arriba! —Con lo que de inmediato la escobo se elevó un poco, pero no mucho.

 

—Menudo traste, más te valía hacerme caso o acabarías como palillos de mesa —Le soltó cuando se montó sobre ella. Pero error, la escoba, como ya había dicho antes, era berrinchuda la condenada, por lo que sin más se elevó desobedeciendo por completo las órdenes de la Gaunt. A los pocos segundos, Keaton ya estaba por encima de los cinco metros de altura y se acordó de la vez en la que el pobre de Neville Longbottom se rompió el bracito por andar de chistoso —¡BAJA MALDITA; BAJA! —Gritó el vampiro mientas veía el césped de debajo con mucho temor. Así pues, la escoba empezó a sacudirse y pronto el mortífago dejo de saber dónde era arriba y dónde era abajo. Era divertido, se sintió en aquello que los muggles llamaban Montaña Rusa.

 

Seguramente Anne se daría una palmada en la frente, su primera indicación había sido desobedecida, pero no era del todo culpa del Ravenclaw, el asqueroso cachivache ese se había vuelto contra él. Al menos los demás asistentes a la clase se estarían o muriendo de la risa o avergonzándose por el actuar del chico.

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Crazy abrió bruscamente el gran armario de roble de su estudio privado de la mansión Malfoy, rebuscó durante unos instantes en su interior atiborrado de frascos y eligió una poción de color verde chillón. Se encontraba muy cansado, lidiar con el turbulento final de su carrera política y acto seguido matricularse e cinco cursos de la universidad mágica no había sido la mejor de sus ideas. Se había despertado tarde, con el despertador mágico hecho pedazos en el suelo y un severo dolor de cabeza. Aquello era peor que una resaca.

 

Apuró la poción herbovitalizante de un trago, esperando el maravilloso subidón de energía que acostumbraba a proporcionar, pero se limitó a despejarle la somnolencia y el dolor de cabeza. El recuerdo de la voz de su tío Abraxas resonó en su mente, Todo tiene límites, especialmente la magia.

 

Se planteó buscar el caro equipamiento de quiddich que había comprado varios meses atrás, pero ya había acumulado el suficiente retraso así que invocó un Fulgura Nox. El portal se trenzó con zarcillos de tinieblas frente a él, fue cuidadoso al tejerlo para asegurarse de que pudiera soslayar los controles aduaneros y llevarle a su destino lo más rápidamente posible. Fue consciente de estar violando varias leyes internacionales, pero ya no era una figura con responsabilidades institucionales así que no le importó lo más mínimo.

 

El portal lo llevó directamente al campo de entrenamiento, no le sorprendió comprobar que la clase ya había comenzado. Se dispuso a saludar y disculparse, pero todos estaban observando el cielo absortos. Allí en las alturas un mago cabalgaba la escoba como si ésta fuera un animal salvaje, en un equilibrio paulatinamente más precario con cada sacudida.

 

Se acercó a una de las escobas, decidido a remontar el vuelo y salvar al chico en una heroica acción que les haría a todos olvidar su retraso. Extendió la mano y la escoba saltó hacia arriba como un rayo, respondiendo a su orden con rapidez e impactándole con fuerza en medio de la cara. Un pequeño crack le indicó que se acababa de romper la nariz. Quizás se había pasado con la dosis de poción herbovitalizante después de todo.

 

- ¡Magdito pago con ínfugas! - barruntó entre dientes - Incendi... Episkey

 

Su nariz regresó de inmediato a la normalidad y se sacó un pañuelo del bolsillo para limpiarse la sangre, confiando en que nadie lo hubiera visto. ¿Porqué se había apuntado a aquella maldita clase? Llevaba años sin usar una escoba, viajar con los portales nox era mucho más rápido y ofrecía mayores posibilidades.

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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El castaño se colocó a un lado de las escobas pero no dijo mas ya que podría recibir un avadazo por parte de Anne al ofender sus escobas. Deseaba haber traído su propia escoba personalizada pero como lo comentaba Anne no habria podido hacer uso de ella. Mientras hablaban empezaron a llegar mas brujos al campo de entrenamiento. Era Beltis una bruja que solo habia visto muy poco y que hasta hace algun tiempo era una de las líderes de los mortifagos. Inclino su cabeza ligeramente en saludo hacia ella.

 

Tambien llegaron Keaton, un mago del agrado del castaño pero hacia tiempo que no lo veia pero al igual saludo. Pero entonces sin poder creerlo llegó Mackenzie, la viceministra del ministerio de magia. Una bruja que solo conocia por los retratos de ella en el ministerio. Entonces saludo a Kritzai que este no pudo contener su sorpresa.

 

 

--Hola Vice... Mackenzie un gusto-- Dijo Kritzai esperando que no se escuchara su voz sorprendida.

 

Annne comenzó la clase con una bienvenida y preguntandoles si tenia sus licencias de vuelo, al igual preguntando cuales eran sus motivaciones para esta clase. Al igual que tomaba una escoba y llamandola a su mano. para luego volar algunos metros en ella. Todos comenzaron a decir el porque estaban aqui y comenzaron a llamar a su escoba. Entonces le tocó el turno a Kritzai para decir sus motivaciones.

 

 

--Si traigo mi licencia de vuelo la traigo conmigo siempre y bueno es muy facil soy jugador profesional de quidditch asi que si no apruebo esta clase no tendre trabajo...ademas me encanta volar asi que espero sea esa una gran motivación.-- Comentó en castaño mientras observaba que un mago llegaba hasta ellos.

 

Se trabata de Crazy el ministro de magia, y que los rumores decian dejaria el poder muy pronto. Entonces saludo al castaño y este se inclino ligero su cabeza en saludo hacia él.

 

Alzó su mano derecha hasta la escoba pensó en poder estar en su elemento, en el aire. Cientos de veces lo habia hecho, cientos de veces habia llamado a si escoba para emprender el vuelo y poder jugar al quidditch.

 

 

--¡Arriba!-- Gritó Kritzai y esta enseguida se elevó hasta su mano. Se monto en ella para luego dar una patada en el suelo para empezar a elevar y volar algunos metros. Dio algunas vueltaa con la capa de su uniforme de quidditch ondeando detras y sentir el viento en su rostro. Se acercó hasta Anne para esperar lo siguiente de la clase. Sin poder creer que estaba en ella con Keaton, Beltis una lider de los mortifagos, la viceministra y el ministro de magia del reino unido.

Editado por Kritzai

 

 

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