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Maestría con Escobas


Anne Gaunt M.
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El silencio que se estableció de repente en la clase la dejó un poco descolocada, pero se esforzó para que no se notara. Y cuando Mackenzie habló, estuvo a punto de darle las gracias abiertamente. Además notó que había conseguido invocar a una escoba sin ningún problema. Al menos aparentemente.

 

No te diría nada porque te entiendo, sí. ¿Puedo tutearte? —le respondió, un poco intimidada por encontrarse frente a la que había sido viceministra hasta hacía muy poco. Le sonrió ligeramente—. Realmente subestimamos muchas de las cosas que nos ofrecen las instituciones educativas del país, como puede ser esta clase, porque tenemos medios de transporte mucho más cómodos y prácticos. Pero... el saber nunca está de más. Así que espero que te sientas satisfecha con tu decisión cuando terminemos, Mackenzie, gracias por tu sinceridad. Y buen comienzo, por cierto —añadió, haciendo un gesto con la cabeza para señalarle la escoba. Luego miró a Keaton, que respondía con bastante más fastidio que la Malfoy. No pudo evitar esbozar una sonrisa—. Keaton, tranquilo, solo es una escoba, no un colacuerno húngaro. Volar no es complicado, ni tampoco peligroso si sigues mis instrucciones. ¿Ves? Ahí la tienes. No, no, espera, inclina el palo hacia abajo. Keaton... ¡KEATON, INCLINA EL PALO HACIA ABAJO!

 

Pero ni el Ravenclaw la escuchó, ni a ella le dio tiempo a reaccionar. Cuando se quiso dar cuenta, el hombre iba de un lado para otro montado en una escoba descontrolada: casi parecía que lo estaban centrifugando en una lavadora muggle. Alzó su varita al cielo.

 

Maldita sea, menudo comienzo. ¡Finite!

 

La escoba paró de zarandearse, dejando a Keaton despeinado y revuelto, pero a salvo. Anne pateó el suelo y ascendió en su escoba hasta su lado, agarrando el palo de la escoba de éste con la mano derecha mientras asía la suya con la izquierda. .

 

Vale, recuerda que esto es como montar en cualquier criatura mágica. Mandas tú, no ella. Así que domínala. Inclínate hacia abajo ligeramente y descendamos juntos... venga. Así, muy bien.

 

En menos de dos minutos habían aterrizado. Tras un examen visual de poco más de tres segundos, se convenció de que el muchacho estaba bien. Le alargó su propia escoba.

 

Ten, anda. Utiliza la mía y déjame a mí esa. Y cuidado de moverte de nuevo antes de que dé indicaciones —añadió, frunciendo el ceño pero sin poder evitar que se le escapara una sonrisa. Justo entonces se percató de que había llegado el último alumno: Crazy Malfoy. Y tenía la nariz rota tras un golpe con... ¿con qué se había golpeado?—. Uy, por Morgana, ¡señor Malfoy! ¿Qué le ha pasado?

 

Hizo amago de caminar hacia él pero vio que enseguida se recolocaba la nariz con magia. Se rascó la frente con nerviosismo, aquella clase iba a ser más complicada de lo que había imaginado previamente.

 

Esto... ¿está bien? ¿Necesita ayuda? Tiene sangre en... ahí —le señaló la ropa, donde había goteado un poco. Eso le hizo desviar la mirada hacia abajo. El palo de la escoba que había ante los pies de Crazy también tenía sangre. Tragó saliva—. ¿Esa escoba también se le ha puesto rebelde? Ains... las revisé antes de venir, es raro que presenten ningún problema. Señor Malfoy... esto, ¿puedo tutearle? Bueno, o no —se sentía inquieta, pero debía recuperar el control de la clase cuanto antes, así que carraspeó y decidió intentar que todo marchara como antes de aquellos pequeños incidentes—. Bueno, bienvenido a clase. ¿Tiene licencia de vuelo? Es lo mismo que pregunté a sus compañeros... ehm... y bueno, también me gusta preguntar a los alumnos porqué escogen esta asignatura, así que quisiera saber su respuesta también. E intente invocar su escoba de nuevo, y procure no inclinarse para evitar esos... ese... bueno, para que la escoba vaya a la mano y no a otra parte —añadió, consciente de que había estado a punto de soltarle un "para que no le pegue en la cara de nuevo". La simple idea amenazó con hacerla soltar una carcajada.

 

Miró entonces a Kritzai, de él conocía su historia relacionada con las escobas y el quidditch. Asintió cuando le vio alzar la escoba.

 

Bien, vamos a continuar. Ahora quiero que todos, pateemos el suelo cuando cuente tres para que la escoba alce el vuelo. Para quienes no tienen costumbre de volar... la dirección que le marquemos al palo determinará hacia dónde se dirige la escoba, como hicimos con Keaton para descender —le miró, sonriente—. Para ascender, basta con que tiremos del palo suavemente, repito, suavemente y ascenderemos. Para descender, lo inclinamos también con suavidad. Para girar en el aire, lo inclinamos hacia un lado u otro. Para avanzar nos inclinamos hacia adelante, y para frenar o ir hacia atrás, pues nos inclinamos hacia atrás.

 

Conforme había ido explicando, había realizado los movimientos de forma exagerada con la escoba preparada, pero sin alzar el vuelo.

 

Bien, hora de abandonar la tierra. ¿Alguna pregunta? Quiero que probéis lo que os he dicho y luego vayáis hacia aquel extremo del campo y volváis tras dar una vuelta alrededor de los aros. Yo estaré pendiente por si necesitáis ayuda. Venga. Uno, dos... tres.

 

Con el último número, pateó el suelo y pronto sintió cómo éste desaparecía de sus pies. Los echó hacia atrás para posarlos en los apoyos junto a la cola de la escoba y luego tiró suavemente del palo para que la escoba ascendiera en línea recta. Miró a Beltis, que aún no se había pronunciado. Seguía muy intrigada respecto a su destreza voladora.

 

 

@@Mackenzie Malfoy @@Keaton Ravenclaw @@Crazy Malfoy @ @@Beltis

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Se había equivocado con Keaton, al final resultó que no era un experto con la escoba y se había marcado un Longbottom por todo lo alto. O al menos, un episodio muy parecido había sucedido con aquel mago famoso en su primera clase de Vuelo, según decían los libros de Historia de la Magia.

 

Justo mientras Keaton seguía luchando en el aire con su escoba, Mackenzie observó la llegada de su padre y, por su aspecto preocupado, su mirada fija en Keaton y la forma en que tomó la escoba, estaba segura de que su padre había intentado marcarse un Potter. Lo curioso es que era muy raro que no lo hubiera conseguido, conocía bien a su padre y sabía que volaba bastante bien. En su lugar, había acabado con la nariz rota y a punto de incendiar la escoba. Lo tenía muy cerca y había oído perfectamente los farfullos de su padre.

 

- ¿No habrás estado bebiendo, verdad? - Le susurró mientras Anne intentaba hacer bajar a Keaton y ponerlo a salvo.

 

Escuchó las indicaciones de Anne, pero acostumbrada a su pegaso, le resultaron un galimatías. Enigma no necesitaba de esos trucos de adelante, atrás, a un lado, a otro, alzar el palo, bajarlo.... buff demasiado complicado. Cuando montaba en su pegaso, todo se reducía a pensar adónde quería ir y listo. Ella y su pegaso se entendían a las mil maravillas. Al contrario que con sus otros caballos voladores, con Enigma ni siquiera usaba riendas, no eran necesarias.

 

- Yo sí tengo una duda, Anne. Por cierto, sí, tutéame. Quedaría fatal que me llamaras de usted cuando me caiga de esta escoba -sonrió. - Bueno, mi duda, en realidad, no es una duda, pero sí una petición. ¿Qué tal si escribes las indicaciones en algún sitio? Ya sabes, para los duros de mollera como yo. Dicen que esto no se olvida, pero yo no recuerdo mucho de lo que era montar en una escoba.

 

Hizo un intento de alzarse en el aire, pero cuando la escoba tenía que elevarse, ocurrió justo lo contrario y acabó en el suelo. Volvió a alzar la escoba, eso al menos, se le daba bien.

 

- Arriba para elevarse, abajo para descender. Hacia los lados, para girar. Adelante para acelerar y hacia atrás para frenar. ¿Era así?

 

No se atrevía a volverlo a intentar la primera. Mejor mirar cómo lo hacían los demás. Si lo intentaba de nuevo y acababa otra vez en el suelo, se iba a morir de la vergüenza. Quizás fuera su orgullo herido, pero de pronto se le ocurrió la posibilidad de que las escobas estuvieran defectuosas. ¿Y si alguien las había manipulado a propósito? Sacó su varita y decidió que era mejor examinarlas. Por si acaso.

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En su mente Kritzai todo lo que hacia estaba bien pero no debia haber hecho eso, Anne estaba acargo de la clase y debia escucharla. Por ello de inmediato descendió su escoba hasta estar con los demas. Bajó de su escoba y enseguida pudo apreciar que el ministro Crazy tenia sangre en su ropa, causada por su escoba. Se preguntó el castaño que el ministro y viceministra no solian usar este medio de transporte que no era cansado y requeria gran cierto de habilidad. Escuchó la conversacion entre Mackenzie y Anne. Tambien observó que Keaton tenia problemas con su escoba pero Anne habia arreglado su inconveniente.

 

 

Anne les pidio que hicieran movimientos con la escoba para poder tener el control de la dirección. Kritzai miró su escoba y se subio a ella estando en el suelo. Empezó a mover hacia delante y atrás su escoba, hacia un lado y al otro para simular moverse. Entonces Anne dio la orden de patear al suelo y ella misma elevarse en el aire. Kritzai lo volvio hacer ahora con permiso de su profesora, de inmediato la escoba se elevó para sentir el aire en su rostro.

 

El castaño habia escuchado la orden de dar un par de vueltas y asi lo hizo. Se movió hacia adelante y la escoba obedecio dandole mas velocidad hasta los aros. Dio un par de vueltas para luego regresar con Anne y los demás. Mackenzie parecia durar de su escoba y con su varita comenzo a examinarla, miro su escoba la cual no habia puesto atención si estaba defectuosa, de momento no lucia así.

 

--- Yo tambien tengo una duda Anne apesar de que juego profesionalmente ¿Me podrias decir cuales son las maldiciones que se pueden aplicar a una escoba? --- Preguntó Kritzai estando en el aire en su escoba, cosa que Anne se los habia dicho en tierra pero mo habia podido formular su duda hasta que Mackenzie habia hecho dudar de su escoba.

 

 

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Beltis miró el baúl con un gesto de supina desaprobación y desconfianza.

 

- Para una cosa que se me da bien -respondió al sarcasmo de Anne-, si es posible prefiero quedarme en tierra leyendo sobre escobas.

 

"Para no hacer el ridículo". Anne se montó con envidiable facilidad en la escoba y la tomó como si no fuera el medio de transporte más incómodo y poco fiable del planeta. ¿Por qué no hacían escobas con asientos mullidos y agarres ergonómicos? Para algunas cosas parecían no salir de la Edad Media. Subió ambas cejas y le devolvió la mirada de circunstancia a Mackenzie, al menos no estaba sola en sus aprehensiones. Se ubicó al lado de una escoba y se puso a mirarla por los cuatro costados. ¿Cómo es que alguien podía pensar que andar sobre un delgado palo de madera podía ser genial? O sea, no dejaba de ser una rama que te sostenía a varios metros de altura a considerable velocidad.

 

- Tomé esta clase para ahhhhh...

 

Ahogó el resto del grito -y el resto del discurso sobre sus motivaciones- y se llevó las manos a la boca. Keaton había salido despedido hacia lo alto sobre la escoba, que no tenía la más mínima intención de hacer caso a los gritos y órdenes del mago. Anne, por su parte, intentó ayudarlo desde abajo, primero con indicaciones y luego lanzando un hechizo al ver que la escoba ni Keaton cooperaban. Beltis escondió detrás de las manos la risa nerviosa, podría haber sido ella.

 

- En serio, cada vez me parece mejor idea aprender la teoría con ambos pies en la tierra.

 

Anne se reunió con Keaton en las alturas y ahí fue cuando se fijó en la nariz amoratada y ensangrentada de Crazy. ¿En qué momento había llegado? Justo a tiempo para ver a Beltis temblar ante la idea de montarse en un instrumento que había sido concebido para limpiar el suelo. La sonrisa de la bruja desapareció. Había volado en escoba en contadas ocasiones: el día en que obtuvo su licencia, la vez que intentó jugar al quidditch y otra vez cuando todavía era joven, guapa y no le tenía miedo a un par de huesos rotos. Ninguna de esas ocasiones habían sido memorables. Prefería volar sobre criaturas y, últimamente, se movía a través de cómodos portales.

 

Kritzai parecía tener habilidades para el vuelo, con toda naturalidad se alzó sobre el resto y dio varias vueltas a los aros con gran presteza. Miró a Mackenzie quien repetía las instrucciones de Anne sin animarse a elevarse. Mientras, la escoba de Beltis seguía pegada al suelo, justo donde la había dejado y donde quería mantenerla a pesar de las órdenes de la Gaunt.

 

- Arriba - Murmuró. No pasó nada. Naturalmente deseaba que no subiera. Iba a obligar a Anne a aprobarla si no conseguía despegar, que para eso llevaba su sangre- A-arriba.

 

Desvió la mirada al baúl que se sacudía a varios metros de allí. Si no estuviera el dichoso baúl se sentiría más segura. Tenía la impresión de que Anne soltaría las bludgers en cuanto estuviera en el aire, le encantaría ver a Beltis siendo perseguida por un par de pelotas endiabladas. Sí, una idea genial, terapia de familia.

 

- Arriba.

 

Dijo con algo más convicción. La escoba subió hasta su mano, pasó una pierna y se montó en ella. Todavía con los pies en la tierra fue inclinando de a poco -muy de a poco- el palo de la escoba hacia el cielo. Golpeó el suelo a la cuenta de tres. Sintió un leve tirón y tragó saliva. Se fue elevando, elevando, elevando. A la escoba no le podía dar chuches como premio por su buen trabajo.

 

- Muy bien -dijo suspendida a varios metros de altura, como si la escoba la escuchara- Ahora me inclino hacia adelanteeeee

 

La escoba comenzó a adquirir velocidad en dirección a los aros. Cerró los ojos. Mala idea cerrar los ojos.

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Todos se habían girado a mirarlo. Durante un instante había acariciado la idea de que el vuelo loco de Keaton los estuviera distrayendo lo suficiente, pero al parecer todos se habían comprado uno de esos detectores de verguenza ajena que acababan de lanzar en Sortilegios Weasley. Anne cortó el incómodo silencio haciéndole una pregunta que tardó unos instantes en procesar, ¿Cómo era posible que tuviera una sobredosis de poción herbovitalizante y pensara con la lentitud de un trol?

 

- Ehh... ¿Licencia de vuelo? Sí claro que la tengo, rellené los formularios y todo eso que se hace en esas ventanillas que hay en... Ese sitio - mintió -

 

Estaba empezando a sudar. Por algún motivo no se podía estar quieto así que comenzó a hacer malabares con la escoba, dibujando en el aire unas formas de combate con lanza que había aprendido en su juventud. Mack se había acercado a él y lo observaba con el ceño fruncido.

 

- ¿No habrás estado bebiendo, verdad?

 

- ¿Yo? ¿Beber? ¡No! Bueno... Sí he bebido cosas, agua al levantarme, y me tomé un té anteayer y... Bueno, ya sabes, líquidos inocuos - dejó escapar una risa nerviosa - Si bebes no conduzcas

 

Decidió que era buen momento para callarse, su hija lo conocía mucho mejor que nadie y tenía que disimular. Siguió girando velozmente la escoba alrededor de su cabeza tratando de adoptar una pose despreocupada y natural. Intentó silbar pero tenía los labios secos y solo consiguió lanzar un resoplido que sonó un poco a pedorreta.

 

Anne les dio nuevas instrucciones, no parecían difíciles. Crazy había jugado fugazmente en un equipo profesional de Quiddich en su juventud, los Snidget Spokes. Se había apuntado para intentar ligar y nunca había sido demasiado bueno porque las diferentes pelotas lo confundían, pero lo habían admitido porque era muy bueno volando. ¿Se le había olvidado todo después de unos cuantos años sin practicar?

 

Cerca vio a Beltis ascender lentamente. Sabía que la escoba no era lo suyo y parecía estarlo haciendo bien, así que eso le convenció de que no podía seguir allí de pie. Además estaba girando la escoba tan rápido que se le estaban empezando a soltar ramas de la cola. La dejó en el suelo y esta vez sí acudió a su mano extendida obedientemente, se sintió aliviado al comprobar que levantar el vuelo le resultó igual de sencillo.

 

Pasó al lado de Beltis y la saludó con una sonrisa, ella no le respondió quizás porque llevaba los ojos cerrados y su escoba comenzaba a inclinarse hacia abajo, lo cual le pareció una extraña manera de volar. La dejó en paz y se concentró en disfrutar del viento en el rostro y la sensación de libertad, tenía que llegar a los aros pero a esa velocidad le iba a llevar eones. Impaciente, aceleró la escoba al máximo y surcó el campo como una flecha, al poco tiempo volaba a tanta velocidad que le temblaban los mofletes y se le entrecerraban los ojos. Cuando se quiso dar cuenta se había pasado los aros por varios kilómetros y estaba solo sobre un pueblo muggle, con varios de ellos señalándolo desde el suelo.

 

- Yo no he estado aquí - murmuró mientras daba la vuelta -

 

Regresó al campo de entrenamiento enseguida y se puso a dar giros en torno a los aros. Al cabo de un rato había dado tantas vueltas que se sentía mareado y volaba escorado a la derecha. Decidió que habían sido suficientes y regresó junto al resto. No lo estaba haciendo nada mal después de todo.

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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¡Sí, claro que había estado bebiendo! Y por la falta de olor a whisky y los ojos encendidos se diría que no cualquier cosa. Seguro que había tomado una de esas pócimas energizantes, para poder llevar el ritmo de un chaval a sus muchos años.

 

- Algún día dejarás de tomar brebajes raros- le gruñó. -¿No te han dicho nunca que los años no se curan? Si sigues tomando esas porquerías, acabarás peor que Clemente el Demente.

 

Sabía que a su padre no le haría gracia la comparación con el muggle loco que deambulaba por la Malfoy, enfundado en el raído y anticuado traje con pajarita, mientras miraba todo con aire ausente, a través de sus gruesos anteojos. Sólo en algunas extrañas ocasiones, el pobre Clemente tenía episodios de suma lucidez y más de una vez, durante alguno de aquellos ocasionales episodios, Mackenzie había pillado a su padre escuchando con atención al muggle y tomando notas en un cuaderno de todo lo que decía.

 

Con un gruñido, siguió examinando su escoba. No se fiaba un pelo y agradeció cuando Kritzai expresó sus dudas en voz alta.

 

- Buena pregunta, Kritzai. Yo también quiero saber eso, Anne.

 

Finalmente iba a tener que resignarse y volverlo a intentar.

 

- Arriba -ordenó a la escoba, que se elevó un metro en el acto. Mackenzie pasó la pierna por encima y apuntó la escoba hacia adelante, con decisión. Esta vez sí se elevó.

 

Dio un par de vueltas al campo, haciendo girar la escoba a derecha e izquierda, elevándose por encima de los aros, descendiendo en picado... ¡Vaya! parece que esto no se olvida, después de todo -pensó con satisfacción para sus adentros. Era más incómodo que montar en su pegaso, pero tenía el aliciente de la sensación de velocidad. Cuando aceleraba al máximo, parecía que estuviera cortando el viento. Pequeñas gotas de humedad se le prendían en el rostro y la inercia del vuelo lanzaba su pelo hacia atrás con fuerza. Se echó hacia atrás y la escoba frenó el vuelo en el aire. Se encontraba suspendida a muchos metros de altura y dedicó unos instantes a contemplar las vistas de Castelobruxo. Había llegado con tantas prisas, que apenas había tenido tiempo de fijarse mientras volaba en Enigma.

 

La escuela mágica de Castelobruxo era un imponente edificio cuadrado de roca dorada. Recordaba a un templo precolombino y todo a su alrededor estaba plagado de vegetación. Se encontraban en medio de la selva amazónica, al norte de Brasil, y la vegetación penetraba imparable por los terrenos de la Escuela. Mackenzie sabía que estaba protegida por tantos encantamientos como Hogwarts y, para los muggles, era una simple ruina. De hecho, a veces se acercaban turistas muggles, con sus cámaras fotográficas bien dispuestas, deleitándose con lo que creían era la ruina de un singular templo de tiempos anteriores a la llegada de los españoles a América.

 

Abajo, en los terrenos de la Escuela, se veían numerosos Caipora, aquellos extraños seres peludos, espíritus con forma de niño que deambulaban protegiendo los terrenos, a los estudiantes e incluso a las criaturas que vivían en la selva. Mackenzie había oído hablar de sus travesuras y de los problemas que causaban a veces.

 

También divisó al resto de sus compañeros. Kritzai no tenía problemas con la escoba, era todo un experto y Beltis se las estaba apañando muy bien, a pesar de sus reparos iniciales. Pero... ¿qué estaba haciendo? Se iba a estampar contra los aros.

 

- ¡Gira a tu derecha, te vas a dar con los aros! - Le gritó, aunque a tanta altura, no hubiera jurado que la bruja la hubiera escuchado.

 

En cuanto a su padre... ¿dónde estaba su padre?

 

Moviéndose ligeramente hacia adelante, hizo descender la escoba y luego la estabilizó y dio un par de vueltas al campo. No veía a Crazy por ningún lado. Tuvieron que pasar varios minutos antes de que la figura de su padre apareciera desde algún lugar más allá del estadio.

 

A lo lejos, a Mackenzie le pareció ver unas figuras corriendo en dirección al estadio. Parecían muggles.

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Apretó los ojos. Y apretó tanto las manos contra el mango que se le comenzaron a adormecer. Escuchó acercarse un zumbido por detrás y de pronto, un vendaval casi la hace perder el equilibrio, como si un bólido hubiese pasado por su lado a gran velocidad. Abrió el ojo bueno pero lo volvió a cerrar al verse de cara al suelo. Enderezó el palo de la escoba y apretó la mandíbula. Maestría con escobas y un ca***o. Lo único que deseaba era que Anne diera por finalizada la clase antes de que acabara estampada contra la tierra.

 

El grito de Mackenzie la obligó a abrir otra vez su ojo bueno. No supo lo que gritó, pero fue suficiente para evitar el aro a pocos centímetros de su cara. Maldijo entre dientes. Su estrategia de ir lento y con los ojos cerrados no estaba funcionando. Miró hacia abajo, Anne parecía estar entretenida en otra cosa, Crazy desapareció y Mackenzie estaba demostrando tener mucho mejores habilidades que Beltis. Se detuvo en el aire y con mucha discreción sacó su monedero de piel de moke del bolsillo del pantalón. Mirando hacia todos lados sacó una pequeña botellita con un líquido brillante. La destapó y bebió suerte liquida. Un poco de ayuda no le vendría mal en esos momentos. Tenía mucho tiempo libre en casa para aprender a manejar una escoba sin pasar vergüenza en Brasil ante un cúmulo de gente.

 

- ¿Gente?

 

Guardó inmediatamente la botellita mientras se acercaba un grupo de personas en lo que parecían coches de esos que usaban los muggles para transportarse de un lugar a otro. Desde ahí le parecían más cómodos pero mucho menos útiles que las escobas. E iban abarrotados. Hasta arriba de muggles de todos los tamaños y colores. Algunos llevaban consigo esos palos metálicos que llamaban armas. El rugido de los motores se acercaba cada vez más al estadio y desde allí pudo leer en los vehículos el rótulo del grupo al que pertenecían. Algo de maderas. Maderas del norte y los colores de Brasil.

 

- ¿Qué hacen aquí?

 

Se acercó a Mackenzie tratando de ocultar los efectos dulces de la poción. Comenzaba a sentir que estar ahí era precisamente donde debía estar, y que volar era tan simple como caminar. De hecho, pensó que los muggles estaban ahí en el mejor momento para aprobar la clase de una vez por todas.

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Anne se sentía ligeramente frustrada, porque temía que terminaría teniendo que visitar San Mungo con alguno de los presentes. Miró a Mackenzie, que pedía las indicaciones por escrito. Hizo aparecer un pizarrón y, con un movimiento de varita, las explicaciones que les había dado quedaron grabadas con sencillos dibujos y flechas. No sabía si así lo entenderían mejor, ni tampoco tuvo tiempo de planteárselo porque la voz de Kritzai captó su atención.

 

¿Maldiciones? Uhm, son muchas, tantas como se puedan aplicar a un objeto. Si te refieres a maldiciones concretas para entorpecer el vuelo de alguien, te diré que hay maldiciones que las hacen completamente desobedientes al mago que las monta, y también hay otras que provocan un cambio en el manejo de la escoba, de forma que cuando quieras ir hacia arriba, ésta irá hacia abajo, y viceversa. Y lo mismo para ir a derecha o izquierda. Son maldiciones relativamente fáciles de romper pero, como consejo, te diría que si alguna vez sientes que te han manipulado la escoba, debes acudir a un rompemaldiciones profesional para que la examine. Una vez estás en el aire... bueno, lo mejor es estar todo lo seguro posible.

 

Esperaba que Kritzai le hiciera caso, aunque conocía el carácter indómito y aventurero del muchacho. No por nada era hijo de Mery, claro. «Menos mal que no es un descerebrado como su madre», pensó la Gaunt. Asintió para sí, sabiendo que el joven y Mackenzie la habían escuchado, pero le preocupaban los otros tres, que no parecían atentos a sus palabras. Se volvió justo para ver cómo Beltis salía disparada en su escoba... con los ojos cerrados.

 

¡Pero abre los ojos, Beltissss! —le gritó, aunque no estaba segura de si la habría escuchado. Se quedó parada por un momento, sin saber si seguirla o dejarla practicar sola (? . Mientras la veía alejarse, vio que Crazy volvía. ¿De dónde volvía y cuándo se había ido? Se rascó la frente, empezaba a sentirse desesperada. Empezaba a pensar que aquella jornada finalizaría con una visita al hospital.

 

Se giró para controlar a los que, supuestamente, seguían a su lado y descubrió que no era así. Kritzai ya estaba en los aires desde hacía bastante rato. Mackenzie, al parecer, era más diestra de lo que había imaginado y volaba alrededor del campo con bastante seguridad. Beltis volaba hacia los aros y los esquivó en el último momento, haciendo que la Gaunt se llevara una mano a la cara con gesto horrorizado. ¡Pero a quién se le ocurría volar a ciegas! Y Keaton... parecía haber tenido suficiente vuelo con el inicial. Y Crazy... daba giros alrededor de los aros y, tras terminar tanta floritura con la postura un poco torcida, se unió al grupo volador. Y ella seguía allí, un poco indecisa. Había previsto que pasaran un circuito de aros y postes, para practicar distintas maniobras. Pero no quería ni imaginarse cuántos huesos habría que recomponer si hacían algo así.

 

Pero tampoco podía darse por vencida. Pateando el suelo con la escoba firmemente asida, se elevó en el aire y se acercó hacia donde estaban los Malfoys a la vez que silbaba con fuerza para que Keaton y Kritzai se les unieran. Solo cuando llegó cerca de los aros del extremo en el que estaban, fue consciente de que tenían público. Y no un público cualquiera, porque venían en esos cacharros con ruedas que echaban humo por un tubo... ¡eran muggles! Abrió tanto los ojos al llegar a aquella conclusión que casi se le salieron de las órbitas.

 

Voló tan rápido como le permitía aquella escoba para reunirse con los Malfoy y se detuvo frenando en seco, haciendo que su pelo corto se le viniera hacia adelante. Pero no le importaba en aquel momento, tenían otros problemas.

 

Tenemos que alejarnos de aquí, los muggles nos están viendo. Ya que os veo tan animados con vuestras escobas... seguidme, vamos, ahora mismo somos un escaparate. Beltis, ¡Beltis! No se te ocurra cerrar el ojo ahora —la riñó, sabiendo que en algún momento el atrevimiento le saldría caro—. Hacia allá, vamos a escondernos en la vegetación. No voléis alto, u os abriréis la cabeza contra una rama. ¡Y cuidado con las gradas al salir de las inmediaciones del estadio!

 

Les señaló con la mano la dirección que debían tomar, hacia uno de los límites de Castelobruxo. Como todos los terrenos estaban rodeados de vegetación y de numerosos encantamientos que protegían la institución de la visita de muggles, allí estarían a salvo y les serviría como práctica de vuelo, tanto el camino como la llegada al bosque. Lamentó enormemente no haberles pedido al principio que usaran casco.

 

Ella también dirigió su escoba hacia el punto que había indicado, pero voló despacio para vigilar que ninguno se quedase atrás. Y tenía la varita a mano, por si tenía que evitar caídas inesperadas.

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Solo una vez había notado algo extraño en su escoba en la semifinal de la liga de quidditch, pero no había creído que fuera por alguna maldición. Cuando Anne término de explicarle las posibles maldiciones que se le podrían aplicar a una escoba, ella estaba ya tratando de ayudar a Beltis, quien parecía estar a punto de estrellarse contra los postes de los aros de Quidditch. Kritzai al ver aquello habia enfundado su escoba para volar lo mas rapido posible hacia Beltis y ayudarla pero el grito de Mackenzie le hizo reaccionar y evitar aquello.

 

La clase habia sido caotica desde el principio, con accidentes por parte de Crazy, con problemas de vuelo con Keaton y Beltis, con muchas dudas pero con mas desconfianza por parte de Mackenzie, que con el paso del tiempo ella lo resolvió. Kritzai apesar de conocer el funcionamiento de las escobas y usarlas todos los dias en sus partidos, no habia actuado arrogante con ellos ni presumiendo ser más que alguno ya que cada uno de aquellos magos eran mas experimentados en el uso de la magia, algo de lo que estaba muy consiente.

 

 

Al paso de algunos minutos el castaño simplemente volaba para disfrutar del aire en su rostro, ventilar un poco el agobiante calor brasileño en su cuerpo. Anne silbo para llamarlos a todos y que se reunieran y asi lo hizo. Se acercó hasta ellos pero Anne se veia muy desesperada porque volaba muy rápido hacia los malfoys tratando de reunirlos a todos. Kritzai no comprendía que sucedia hasta que descubrió que era lo que miraban todos.

 

--Muggles... -- Se dijo el castaño. Enseguida todos descendieron con sus escobas para alejarse de la vista de los muggles y el castaño hizo lo mismo. Anne estaba detras de ellos cerciorandose de que nadie quedara atrás. Entonces sus sentidos captaron algo extraño, un haz de luz habia salido del bosque ante la mirada de Kritzai. Un par de jovenes muggles llevaban una camara apuntandoles a ellos. Estaban alejados del grupo principal de muggles y claramente los habian descubierto.

 

--¿Anne que haremos? Dijo Kritzai.

 

 

Kritzai no se podia quedar así, sabia que sus vuelos a gran velocidad habian hecho que aquellos muggles les siguieran, lo habian visto por accidente como alguno de sus compañeros. Pero cuando todos se habian adelantado un poco volando sobre las copas de los arboles el castaño sabiendose mas diestro de momento con la escoba voló en dirección a ellos. Los muggles seguian tomando fotografias de ellos, pero al verse de frente ante el castaño que volaba a gran velocidad muy al raz de la copa de los arboles, los muggles empezaron a correr huyendo del castaño. Con habilidad Kritzai sacó su varita guardada en su uniforme y les apuntó. Sabia que Anne y el ministro junto con la viceministra estaban detras de él, tendría consecuencias de este acto pero los habian visto volando mágicamente.

 

--Desmaius... Desmaius...--- Dos rayos de luz roja salieron de su varita he impactaron en las espaldas de aquellos jovenes. Ambos se desplomaron en el suelo completamente dormidos. Kritzai llegó hasta ellos para tomar su camara rápidamente. Mas muggles podrian aparecer y con ellos tendria problemas muy graves. Se llevo la camara y apuntó nuevamente a los chicos.

 

-- Obliviate... Obliviate -- Un aura invisible se poso sobre la mente de los chicos desmayados, haciendo olvidar lo que habian visto. Kritzai montó su escoba para volar de nuevo lo mas rápido posible con los demás ante la posible mirada de Anne. Sabia que al llegar a los limites del colegio Castelobruxo su magia podria funcionar cubriendo su retirada. Llegó con los demas aun volando mientras la edificación de forma cuadrada se materializaba a sus ojos. Aminoro el castaño su velocidad esperando ser reprendido por lo que habia hecho.

Editado por Kritzai

 

 

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¿En qué consistiría la siguiente parte de la clase? No era un gran amante de las bludgers, pero podría ser entretenido volar esquivándolas. Lo único que esperaba era no tener que enfrentarse a uno de esos circuitos aburridos que solían obligarle a hacer en los entrenamientos del equipo. Quizás fuera útil, pero también era un muermo.

 

Crazy todavía se sentía un poco mareado después de girar en torno a los círculos con una peonza, de forma que tardó en comprender que los demás se estaban reuniendo en el cielo para observar un punto a su espalda. Sus rostros reflejaban preocupación, de forma que echó un vistazo sobre el hombro. Muggles, muchos muggles. ¿Eran los del pueblo que había sobrevolado unos minutos antes? ¿Y lo habían seguido hasta allí a través de la selva y los caminos sin asfaltar? Una tenacidad admirable, desde luego.

 

Los efectos de la poción comenzaban a disiparse, de forma que se sentía un poco cansado. Reprimió un bostezo mientras se esforzaba por no cerrar los párpados. Pensó en las opciones a su disposición, quizás lo más sencillo fuera matarlos a todos de una explosión, los magos llevaban siglos matando muggles a docenas y sus medios de comunicación siempre encontraban alguna rocambolesca razón que todos se creían sin rechistar, desde una explosión de gas al ataque de un loco. Aquella gente parecían campesinos, gente sencilla que había convertido la deforestación de la selva brasileña en un modo de vida. Daños colaterales, pensó mientras trazaba un complicado baile con la varita que haría explotar varios centenares de metros por los aires. Cuando casi había terminado escuchó la voz de Anne:

 

- Hacia allá, vamos a escondernos en la vegetación. No voléis alto, u os abriréis la cabeza contra una rama. ¡Y cuidado con las gradas al salir de las inmediaciones del estadio!

 

Era otra opción, supuso, quizás más aburrida pero igualmente efectiva. Bajó la varita y emprendió la huida con los demás, dejarían que las autoridades de Castelobruxo y aquellos extraños Capoira se encargaran del problema. Esperaba que no los interrogaran y averiguaran que habían visto a un viejo mago de pelo blanco volando en una escoba, no tenía ganas de escuchar sermones. Bostezó de nuevo mientras huían, teniendo mucho cuidado de no golpearse contra las gradas.

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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