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Prueba de Metamorfomagia.


Amara Majlis
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Allí donde su cuerpo se materializó se encontraba un curioso grupo aglomerado bajo a una gran conífera. Tardó en llegar hasta ellos para ver si la conversación no sólo se concentraba en dos personas como había ocurrido en su cabaña, sino entre las cuatro personas que ahí se encontraban, pero al parecer esperaba demasiado de sus pupilos, así que se acercó acompañada de un par de tejones que se había encontrado durante su recorrido a aquel lugar en el que les había dicho que los vería.

Me alegra saber que han encontrado el camino hasta aquí. —Saludó con una reverencia a los presentes. —Este par de amiguitos —señaló al par de tejones que le acompañaban, uno a cada lado de ella —me encontraron perdida por el lugar y me han guiado hasta ustedes, por lo que he decidido que sean ellos quienes les acompañen en esta gran aventura.

A unos metros más adelante, en un extenso lago de agua salada, se podía ver una pequeña balsa hecha de troncos, en la que a simple vista podrían estar sobre ella hasta 3 personas, pero el peso que resistía la balsa era para exactamente 4 personas de la estatura de un infante. No era la primera vez que les daba un medio de transporte no apto para la cantidad de alumnos que se encontraban haciendo la prueba, aun así, no dio explicación de lo que debían hacer, esperaba que hubiera comunicación entre ellos y entre las dos criaturas que les acompañarán.

Habiendo llegado a éste punto he de pedirles que dejen ante mi cada uno de sus objetos mágicos, ya sean varitas, pergaminos o cualquier cosa que no sean sus manos pues deberán valerse por éstas para obtener la habilidad que desean. —justo frente a cada una apareció una bolsa de terciopelo de un color distinto, ya que, al finalizar la prueba, ya si estuviesen o no vinculados la bolsa aparecería de nuevo para regresarles sus pertenencias.

Ella los acompañaría en espíritu, pues después de abandonar todos sus objetos, armas y herramientas mágicas una simple sortija de plata apareció en el dedo anular de cada uno. Gracias a ello Amara estaría conectada a sus movimientos y emociones para poder guiarlos hasta la pirámide en donde por desgracia los perdería pues ésta debería ponerlos verdaderamente a prueba y ya quedaría fuera de su alcance el ayudarles a controlar la Metamorfomagia aunque confiaba demasiado en ellos como lo había hecho tiempo atrás en cada uno de las personas que se presentaban en su cabaña para que ella les ayudara.

Y no lo olviden, tres pruebas deberán pasar para llegar a la pirámide donde me volverán a encontrar. La primera está clara frente a sus ojos, para atravesar el lago y dar con la entrada al laberinto solo tienen eso que ven ahí hecha de cuatro troncos, úsenla con sabiduría.

» Al cruzar el lago, mis amiguitos los guiaran a la entrada del laberinto, espero no los olviden de este lado o nunca llegaran a la siguiente prueba, cuando tengan ambos pies dentro del laberinto las paredes de éste los van a separar, espero que no teman al estar solos en aquel lugar ya que eso es parte de la segunda prueba. De seguir el camino correcto se toparán con gran contenedor de agua en la que deben reflejar en esta a su verdadero ser, cuando la imagen que se refleja sea la de su interior.

» Cuando el agua sea del mismo color a la bolsa en la que guardaron sus pertenencias, las paredes del laberinto se moverán dejando ver un lugar totalmente diferente al bosque montano africano, una parte del mundo donde haya alguna especie en peligro y tratarán de mezclarse con el ambiente que les rodea, quizás pueda ser un zoológico, o un circo con animales o bien una gran carretera.

Al poner a salvo aquella especie aparecerán a la entrada de la gran pirámide en donde los estaré esperando para continuar con el último paso. Nos vemos hasta entonces, mucha suerte.
—Amara les dio la espalada, emprendiendo el caminar en dirección a su cabaña, con ayuda del anillo de plata en el dedo anular de cada uno podía sentir el nervio y la confusión que tenían sus alumnos y eso le generaba cierta diversión.
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Crazy escuchó atentamente a la arcana y siguió sus instrucciones, depositó en la bolsa de terciopelo verde oscuro sus numerosos objetos mágicos. Decidió que sería est****o tratar de engañarla, así que también se despojó de varios objetos que llevaba ocultos bajo la túnica, la pequeña daga con mango de madera y el chivatoscopio en miniatura incluídos. Cuando hubo depositado el último, un sencillo anillo se materializó en su mano.

 

Las instrucciones eran sencillas pero breves. Observó la balsa de troncos, pensativo, sintiendo que aquella situación le recordaba a los acertijos lógicos que acostumbraba a plantearle su tío para, según él, asegurarse de que no fuera tan idi*** como parecía. La solución le pareció simple.

 

- Ahí no cabemos los cuatro - dijo a sus compañeros - Quizás tengamos que matar a uno

 

Observó a los dos tejones de reojo, ambos estaban sentados en el suelo mirándole. De alguna forma parecían estupefactos. La verdad es que nunca se le habían dado bien los acertijos.

 

- La solución más obvia parece cruzar por tandas, primero tres, uno vuelve con la barca y se lleva al que falta - intervino Beltis, reflexiva - ¿Pero es eso lo que espera la arcana de nosotros? Estamos aquí por un motivo

 

Crazy asintió. Tenía razón, aquella era una prueba de metamorfomagia y debían superarla a través de su habilidad en ella. Podría convertirse en animago y cruzar volando el lago, ¿Pero lo acercaría eso a desarrollar el poder que habían venido buscando? Se giró nuevamente para observar la barca. Claramente no aguantaría el peso de los cuatro, pero... ¿Y si disminuían su peso?

 

- Quizás...

 

Se concentró y cerró los ojos, buscando en su interior. En su viaje al futuro había comprendido que cambiar de aspecto no era tan diferente a lo que ya hacía como animago, simplemente debía buscar el cambio conservando su esencia, buscar la diferencia en su propia naturaleza y no en la de un ente externo. Si podían convertirse en niños, podrían compartir la barca. Muy poco a poco comenzó a cambiar, sintiendo como sus miembros se encogían y su centro de gravedad temblaba y se desplazaba.

 

Abrió los ojos y se observó las extremidades, se sorprendió al comprobar que había logrado modificar todo su cuerpo a la vez por primera vez pero el resultado no era exactamente el esperado. Sus manos eran cortas y robustas, y sus piernas estaban arqueadas y levemente torcidas. Probó a dar un par de pasos y descubrió que se desplazaba con un leve balanceo, anadeando.

 

Emmet lo observó, enarcando una ceja y Beltis ahogó una pequeña risa. Se acababa de convertir en un enano, aunque su intención había sido transformarse en niño.

 

- Bien, esto era exactamente lo que buscaba - mintió - Si reducimos nuestro peso podremos cruzar

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Hizo lo que pudo para hallar el centro del Ateneo, que no era más que el punto de partida que los llevaría al lugar de la prueba final. No llevaba mucho encima, por lo que la caminata fue tranquila y le ayudó a ordenar los pensamientos de cómo había logrado mutar su apariencia por primera vez, sin tener que estresarse de más. Era un gran avance, si lo comparaba a las veces que lo había hecho involuntariamente.

 

Pero veremos cuánto nos dura eso, pensó, aproximándose a una conífera que era lo suficientemente amplia para cubrir a un grupo, si la lluvia decidía manifestarse. Ahí aguardó, recostado contra el tronco, ocupado con sus asuntos mentales, sin ahondar mucho en la convivencia. Y se podía entender, después de todo, cada quién parecía absorto en lograr la vinculación.

 

Voy a extrañar esto. comentó para sí, depositando la varita de álamo temblón de su padre. También se deshizo del brazalete de titanio que invocaba los poderes de los libros; el anillo en forma de rayo que usualmente portaba, había sido destruido por Badru. Esto no, pero aún así, será interesante. Resolver los problemas sin ayuda de magia... ¡Qué envidia de los muggles!

 

Una vez que el contenedor de terciopelo esmeralda se tragó sus pertenencias mágicas, prestó atención a las palabras de la Arcana a la par que sentía el metal enroscándose en su dedo anular. Era como si llevara un rastreador, y no estaba seguro de si eso le agradaba o no, pero lo dejó para otro momento. El antiguo ministro de Magia no había hecho esperar para iniciar la primera prueba, y ya había reducido su estatura. El Black Lestrange no externó reacciones al respecto.

 

Hay que encontrar la forma de colocar nuestro centro de masa en el estómago, ahí es dónde mayor equilibrio hay. sugirió, aunque era como un comentario al aire. Conocía de las ciencias muggles; aquello resultaba como un problema de física. Como él dice, no tanto la estatura... Sino, el peso.

 

Él, que era un tanto fornido, encontraba eso un verdadero reto. Si bien, su metro y ochenta centímetros compensaba la complexión, a veces le era fácil perder el equilibrio. Si redistribuía la masa de su cuerpo, podría abordar la barca sin poner en riesgo a los otros pasajeros. No era como que le importara mucho, si acaso, las vidas de los tejones, que lo llevarían a la segunda etapa.

 

Se quedó ahí, estático. Intentó imaginarse formas de cumplir su cometido, de vez en cuando mirando hacia los lados, en busca de inspiración. La halló, justo en el momento en que un insecto palo se perdía entre la hojarasca. No era un animago, pero seguro podía adaptar su cuerpo para emular de cierta forma, la apariencia del insecto. Así pues, relajó ambos brazos, dejándolos balancearse a placer.

 

La primera sensación, fue un tanto grotesca. Su estómago se encogió como si no hubiese comido en años. Lo palpó con las palmas de la mano, sólo para descubrir que estaban en los huesos. Era como si su piel se hubiese adherido directamente al hueso. Grasa y músculo; todo se había reducido a la par, como si se lo hubiesen extraído. Casi suelta un grito al ver que sus manos, de por sí esqueléticas, mostraban a vivo color su sistema circulatorio. La ropa ahora le quedaba holgada, pero no lo suficiente como para que se le cayera. Más que parecer un insecto palo, había adoptado la apariencia de una persona raquítica; un precio razonable, por cruzar el lago.

 

No sería mi apariencia predilecta, pero supongo que por algo se empieza.

 

Comenzó con pasos pequeños, alerta ante la posible fragilidad de sus extremidades. Por fortuna, aún podía apoyar sobre los zapatos deportivos sin problema, por lo que se aproximó a la barca para poder trepar en ella. Ésta se deslizó ligeramente ante el aumento de peso sobre ésta, pero se mantuvo cerca de su posición. Black Lestrange fue a parar al centro de la misma, como si fuese un mástil.

 

Y si todos se concentran en el centro de la balsa, quizá se equilibre y no se venga de lado. susurró, indicando con una seña a los tejones, que ya podían acercarse. Aunque, no estaba seguro de qué tanto comprenderían de aquello.

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El vampiro no pudo evitar reír al ver como Crazy habían cambiado de aspecto por completo. Ahora era una persona de baja estatura que, según las indicaciones de la Arcana, hasta 4 podrían caber dentro de la balsa.

 

Emmet lo repasó varias veces con la mirada para saber que aún seguía siendo Crazy pero con muchos centímetros menos.

 

- Hola chiquitín.

 

Bromeó pellizcándole la mejilla como si fuese una tía que hace mucho no ve a su pequeño sobrino.

 

Eobard también había realizado el cambio de manera exitosa. Dos de dos.

 

- Con que esto es lo que busca la Arcana - suspiró - Creo que los cuatro podríamos intentar el cambio, al igual que Crazy, y así, nos dividimos y pasamos cada grupo con un tejón - dijo mirando a ambos roedores de reojo. Estaban tiesos como gárgola, como si esperaran la decisión del grupo - Si les parece, Crazy y Beltis pueden ir con un tejón - los señaló a ambos - Y luego tú y yo pasaremos con el otro y así reunirnos en la otra orilla para continuar el viaje - los miró en busca de alguna señal de aprobación.

 

Habiendo dado su opinión intentó concentrarse lo que mas pudo. Armonizó su respiración y, los latidos de su frío y longevo corazón, se sincronizaron al movimiento de sus pulmones. Anuló toda distracción proveniente del exterior e intentó no sentir nada más allá de lo que estaba pasando por su mente.

 

Varias imágenes, de cuando era niño, pasaron frente así mostrándose como un corto de su vida. La visualización lo ayudaba en muchos de los casos en lo que tenía que lograr concentrarse. Mucho más cuando se trataba de una tarea específica.

 

Solo bastaron algunos cuantos minutos para sentir esa sensación en su interior, la misma que sintió aquella vez que se escondió en el invernadero ciando su abuela paterna había fallecido; momento en el que el primer cambio se dio en el cuerpo del vampiro. Abrió los ojos. Le era complicado verse pero, por las caras de los demás, sabía que el cambio había sido exitoso. Se llevó las pequeñas manos hacia el frente para comprobar que sus extremidades superiores se había acortado conforme lo había hecho su cuerpo. Había logrado tener el cuerpo de un chico de unos dos o tres años.

 

Todo había cambiado. Era un vampiro de casi 250 años en el cuerpo de alguien de dos o tres.

 

- In-cre-í- ble.

 

Lo único que se escuchó de su boca.

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http://i.imgur.com/LZ2zUEj.gifhttp://i.imgur.com/C83rY.gif // ~

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Crazy Awards 2018:

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Después de las risas y las transformaciones de Crazy, Eobard y Emmet, llegó el turno de Beltis. La bruja era la única que todavía mantenía su cuerpo sin cambios y aun así apenas destacaba entre el enano, el hombre insecto y el niño de tres años. No era una persona grande, por poco superaba el metro sesenta y no llegaba los cincuenta kilos de peso. Sin embargo, por muy pequeña que fuera en comparación al promedio, seguía teniendo las medidas y la masa de una persona adulta. Hizo el cálculo mental del peso que tenían entre todos y se acercó a la balsa por la orilla. En la embarcación aparentemente cabían dos o tres personas de estatura y peso medio. La arcana no les dio mucha más información así que todo lo que sabían se basaba en la observación. Solo podía suponer.

 

Con acierto, sus compañeros decidieron utilizar la habilidad para resolver el problema al que se enfrentaban, así tenían más posibilidades de cruzar en una sola tanda con seguridad. La bruja cerró los ojos y buscó en su interior esas viejas sensaciones y conexiones con un cuerpo que había dejado atrás con los años. Durante la clase había intentado regresar a la adolescencia y había conseguido una transformación decente. Ahora quería ir muchos años antes de esa época. Solo tenía que profundizar un poco más y hacer un mayor esfuerzo para realizar un cambio mucho más complejo. No era solo un distinto color de cabello. Apretó los labios hasta que un cosquilleo en las extremidades le indicó que algo estaba sucediendo. La ropa cada vez la sentía más holgada, los zapatos cada vez más grandes. Abrió los ojos y vio el mundo desde otra altura.

 

Se agarró los pantalones y la camiseta con una mano y se volvió hacia el resto de la clase. Tenía la cara redonda, los ojos grandes, el cabello castaño rojizo y una nube de pecas sobre una diminuta nariz. Cuando tenía seis años parecía una niña de cuatro. Siempre había parecido mucho menor de lo que realmente era por las mejillas regordetas y la baja estatura.

 

- Estamos todos listos -dijo con voz infantil. Con esa voz aguda todo lo que decía parecía un juego- Podemos cruzar todos juntos, entre los cuatro no creo que hagamos más de cien kilos, sumamos menos de dos adultos promedio.

 

Los ojeó para repasar sus cuentas. Crazy parecía robusto -y algo torcido- podía ser uno de los que más pesara. Esperaba que todos supieran nadar. ¿Por qué no probaba a hacer unas branquias o una cola se sirena? Cruzar sería mucho más fácil a nado

 

- ¿Cruzamos? -los invitó con un gesto de la cabeza. Emmet abrazaba un tejón como si fuera su nuevo peluche- No olviden los tejones.

 

Beltis se quitó los zapatos de adulto y se fue descalza hasta la barca, agarrando con torpeza la ropa para que no se cayera. Se sentía como cuando una niña le roba la ropa a sus padres. Se montó con dificultad, tratando de salvar la distancia de la orilla a la barca sin caerse al agua haciendo uso de unas piernas cortas -más cortas de lo habitual-. Varios resbalones después y con los pies mojados, se sentó en el centro de la embarcación y esperó a que el resto hiciera lo mismo. Allí el plan cada vez parecía menos inteligente. Iba de un lado a otro violentamente con los movimientos del agua y de los pasajeros. Se aferró a un tejón como si fuera un salvavidas.

 

Cuando todos estuvieron arriba, Beltis tomó el remo y comenzó a empujar. Sin magia y con la fuerza de una niña, la barca no se movió en la dirección que deseaba por mucho que lo intentó. Iban a la deriva, guiados por la corriente del lago. Miró a Emmet, al hombre insecto y a Crazy con angustia y ganas crecientes de llorar y llamar a su madre. El hombre insecto parecía a punto de sucumbir y quebrarse por el viento, mientras que Emmet se encontraba en las mismas condiciones que ella. Crazy entendió su mirada de súplica y acudió a remar.

 

- Ya no te ríes tanto de mí, eh.

 

Uno por cada lado fueron guiando la balsa, luchando contra corrientes que podían con los brazos infantiles de Beltis. El agua entraba peligrosamente con cada movimiento, se encontraban en medio del lago salado en un precario equilibrio. Cada vez parecían hundirse más hasta que al fin vieron la otra orilla a lo lejos.

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Hizo lo propio para poder llevarse al otro tejón, que ante el abandono de su igual, se había sentido solo. Con los brazos tan largos y delgados que tenía en ese momento, le era fácil estirarse y asir objetos o animales, a pesar de la fragilidad que conllevaba el haber mutado sus extremidades como un insecto. Así pues, volvió a la embarcación, con el animal apoyado en su raquítico hombro.

 

La pasaron difícil en el trayecto, sin magia y sin forma sencilla de poder remar hacia el otro lado: el mítico laberinto que les conduciría a las pruebas finales. Beltis y Crazy optaron por avanzar con remos, y al Black Lestrange se le ocurrió la peculiar idea de aprovechar una de sus piernas, la derecha, para ayudar un poco con aquello. Si bien, no era tan ancha como el madero, les brindó un ligero impulso que en cuestión de tiempo, les llevó a la orilla.

 

Y aquí, viene la triste separación.

 

Si bien, lo que seguramente comenzó como la idea de una caminata grupal a través de la vegetación boscosa, era lo más lógico, las palabras de Amara retumbaron en su mente. Eventualmente, serían separados unos de los otros. Para él, en cierta forma, era mejor, así cada quién se podría concentrar a su manera. Apenas se hallaron en el seto que superaba su estatura, y la división no se hizo esperar. Giró sobre sus talones, aún como hombre insecto, y miró por encima de su hombro, para corroborar que en efecto, la Arcana había cumplido con su palabra.

 

En otra circunstancia, le habría pedido a su varita que lo orientase dentro del laberinto pero, sorpresa, no la tenía. Tuvo que hacerlo a la antigua usanza, prueba y error, dando vueltas innecesarias por cada corredor. Doblaba por esquinas estrechas, y algunas de ellas en ocasiones le propinaban golpes con las ramas salientes, haciendo que casi perdiera el equilibrio en su forma insectoide. Llegó a un claro, dónde todo parecía extrañamente conveniente.

 

Tengo un mal presentimiento sobre esto.

 

Se aproximó a la vasija, que parecía contener agua cristalina, de esa que se originaba del deshielo de las montañas, tan pura. Por un momento, se planteó el beberla para poder recuperar fuerzas, pero recordó las instrucciones. Debía mostrar su verdadero ser, pero, ¿cuál era, realmente? Había usado máscaras en forma de alias y disfraces en el pasado, a veces, hasta el punto de olvidar realmente quién era. Concentró su mente en volver a ser el joven Black Lestrange que su familia conocía, aunque al inicio, lo consiguió a medias.

 

No, no... Tú no eres yo.

 

Miró el reflejo que le devolvía la expresión contrariada. El cabello le llegaba a los hombros, completamente rubio; además, sus facciones parecían haberse ensanchado, sobre todo la mandíbula cuadrada, que consideraba más bien ajena. Los orbes esmeraldinos parecían brillar por la avaricia. Era la apariencia de Ducard, el vampiro que le había forzado a seguir un camino que no deseaba.

 

Agitó la cabeza, apoyando ambas manos sobre el recipiente. ¿Cómo era, que le había resultado convertir su cuerpo en algo tan delgado, y ahora le resultaba imposible regresar a ser él mismo? Pensó en sus innumerables viajes causados por la sed de conocimiento. Variopintas culturas que le habían ofrecido su idioma, y de las que atesoraba experiencias únicas. Divagó hasta formar una imagen de su familia reunida, y aunque no eran lo habitual, funcionaban a su modo.

 

El cabello volvió a su largo natural, a medio cuello, además de recuperar la tonalidad castaña que le caracterizaba; los mechones rubios, aparentemente, se habían esfumado. Sus extremidades volvieron al grueso promedio, menos tosco que el de Ducard, hecho que encontró un poco doloroso, y cuando abrió los ojos, se encontró con que su reflejo se difuminaba en aguas esmeraldinas, como las de la bolsa en la que había depositado sus pertenencias mágicas.

 

Sus pies lo llevaron adelante, confiando en que, detrás de la pared, se encontraría Amara para llevarle a su última prueba. En su lugar, el hábitat cambió inmediatamente a un templado menos gélido. Cientos de juncos de diámetros variables se extendían a dónde mirara. Pero, a lo lejos, una máquina de varios metros de altura, se tragaba el bosque de bambú como si fuese niebla. Black Lestrange se movió con agilidad, adentrándose de lleno en el bosque de la China.

 

Escuchaba los gritos, y los entendía, a pesar de emitirse en mandarín. Casi por inercia, se imaginó a sí mismo como uno de ellos, y los párpados adquirieron mayor volumen, cubriendo gran parte de sus ojos. Además, su piel se volvió amarillenta, como los pergaminos, tratando de emular a un habitante chino. Al parecer, era una disputa entre una empresa y los pobladores cercanos a un área de conservación del oso panda.

 

¡Vamos, son mejores que esto! salió de entre los bambúes, con ambas manos en alto, como si quisiera rendirse. Era lógico que todos lo mirarían raro. Esta es una reserva desde hace años. Aniquilan el bambú como si creciera cada segundo. Lo industrializan... Y pronto, el oso panda sólo será un lejano recuerdo de generaciones venideras.

 

Por alguna razón, le había nacido esa preocupación por el porvenir del planeta. Claro, de nada servía ser un mago, si el mundo que compartían con los muggles se iba por la borda. Conocía un poco de aquella comunidad, dónde los pandas rondaban a sus anchas, pues era de los pocos lugares dónde la industria y la ciudad no habían llegado. Era un asentamiento pequeño, y los pobladores convivían de cerca con dichos animales. Podía divisar un par de crías a lo lejos, masticando juncos.

 

Volvió en sí, plantándose justo en el espacio que quedaba entre la maquinaria y los aldeanos. Extendió sus brazos como si intentara abarcar el bosque con ellos, y sin haberlo planeado, poco a poco, los habitantes formaron una especie de barrera junto a él. No tenían la misma pose, pero daban a entender que no permitirían que talaran el bosque.

 

No lo hagan por ustedes, háganlo por la preservación de una especie. A veces, no hay segundas oportunidades. Los recursos son finitos, así como la cantidad de especies... No pueden cambiar lo que ya han hecho, pero sí lo que harán después.

 

El por qué la empresa decidió no hacer avanzar más su maquinaria, sería un misterio que le perseguiría por un par de meses. Él simplemente había cambiado su apariencia para mezclarse con los lugareños, como uno más de la comunidad, no como alguien que quisiera llamar la atención. Sus palabras, peculiarmente parecían haber emitido alguna sensación, como si también, al cambiar de forma, evocaran cierta sensación .

 

Pero no tuvo tiempo de quedarse a ver el resultado, pues un tirón por debajo del ombligo lo tomó por sorpresa. El remolino causado por la aparición forzada, hizo que cayera sobre sus rodillas al llegar ante la Arcana. No abrió los ojos, debido a aguantar la sensación de vomito, pero imaginó quién estaría ahí. Cuando lo hiciera, quedaría impactando ante la imponente pirámide que le había prometido la balsa al encallar en la orilla de la isla.

 

Oh, Arcana Amara... hemos llegado tan lejos. Parte del viaje, también es el final.

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El cruce en balsa no resultó demasiado sencillo, no se había planteado que les resultaría muy complicado impulsarla con cuerpos infantiles tan carentes de fuerza. Por suerte, su accidente al convertirse en enano le dejó con unos músculos robustos, y aunque hubiera deseado que el fascinante hombre insecto se hiciera cargo del otro remo en el lugar de la pequeñita Beltis, llegaron finalmente a su destino sin ahogarse.

 

Como la arcana les había dicho, al llegar a la orilla y seguir a los tejones hasta la entrada de un laberinto, las paredes comenzaron a moverse y a separarlos uno a uno en cuanto ponían los dos pies en el recinto. Crazy lo lamentó, puesto que aquel variopinto grupo podría haber sido una fuente inagotable que anécdotas que contar. De hecho creía haber escuchado un chiste similar alguna vez, "un enano, un hombre insecto y dos niños entran en un bar...".

 

Los laberintos no eran lo suyo. Cada vez que se había enfrentado a uno, y era curioso la cantidad de veces que había tenido que hacerlo, recurría a la magia para superar el escollo. Encontrarse en aquella situación, privado de aquellos maravillosos poderes que daba por sentados, le hizo reflexionar acerca de los inútiles que eran los magos sin su poder. ¿Era así como se sentía un squib? ¿O los alumnos de Gryffindor?

 

Le costaba mucho moverse en aquella forma de enano, ya que la túnica le quedaba grande, de forma que se concentró en recuperar su aspecto original. Deshacer los cambios le resultó infinitamente más sencillo que hacerlos, quizás porque regresar a lo propio era como seguir un camino de vuelta a casa, o quizás porque destruir siempre ha sido más sencillo que crear. Al cabo de un par de segundos había recuperado su aspecto normal y estuvo listo para iniciar la siguiente prueba.

 

Se puso a caminar a paso rápido, decidido a emplear la estrategia de la rapidez en vez de la inteligencia, de la cual tampoco iba sobrado. Vagó durante minutos, quizás incluso horas, y durante todo ese tiempo fue incapaz de orientarse y todas las paredes y giros le parecían exactamente iguales que el anterior. Confió sin embargo en la suerte, que dicho sea de paso lo había acompañado toda su vida y la intuición, decidiendo el camino a tomar sin pensar demasiado, casi de forma subconsciente. Finalmente dobló una esquina y se encontró en una pequeña explanada con un gran cuenco de madera en su centro.

 

El interior del cuenco estaba lleno de agua y, recordando las palabras de Amara, se concentró en su reflejo. ¿Su verdadero ser? ¿Podría decirse acaso que tuviera uno? Crazy siempre había considerado que las personas estaban hechas de innumerables capas e identidades diferentes que se superponían unas a otras entremezclándose. Que el tipo de persona que fueras no dependía tanto de uno mismo como del observador, ya que éste aplicaba su propia identidad compleja en todo aquello que observaba, modificándolo de forma inevitable. El concepto de la identidad única no era un disfraz, sino una simplificación infantil que les permitía relacionarse de forma sencilla.

 

Pero esa cadena de pensamientos no le iba a ayudar, no estaba allí para reflexionar sobre la realidad en sí misma y en cómo se ve afectada por la percepción, sino en mostrarle a aquel maldito charco cómo se veía a sí mismo. Y aquella pregunta sí sabía responderla. De forma que se concentró en sí mismo, en cómo se proyectaba, en cómo debería verse su físico si se correspondiera con su interior, y poco a poco y con mucho esfuerzo, las facciones de su rostro comenzaron a fluir, desplazándose como una vieja maquinaria oxidada, renqueante.

 

Cuando hubo finalizado, exhausto, observó su reflejo. Le devolvió la mirada un hombre muy anciano, de unos ochenta o noventa años, con la piel cenicienta y apergaminada, salpicada de arrugas y también cicatrices, muchas. Parecía cansado, el pelo blanco le caía lacio y poco poblado sobre los hombros, le faltaba un ojo y el que tenía se veía tan apagado que casi parecía más blanco que azul. Tenía un cierto aire sabio y orgulloso, pero también parecía gastado y anhelante de descanso. Era un hombre mayor al final de su vida, que ha aprendido mucho pero también sufrido fruto de una vida repleta de violencia, parecía uno de esos viejos generales cuyos retratos observaba de pequeño en los libros de historia.

 

El agua cambió de color al instante, volviéndose verde oscuro, y las paredes del laberinto comenzaron a girar de nuevo para dejar a la vista una interminable extensión de alta mar. Se forzó a apartar la vista del anciano Crazy y caminó hacia la salida, nada más poner un pie fuera del laberinto, sintió el familiar tirón de la aparición y apareció en el pasillo de un barco. A su lado se escuchaban unas voces, provenientes de la habitación junto a la que se encontraba. Era japonés pero le sorprendió entenderlo, supuso que era algún tipo de magia de la arcana.

 

- Nos van a pagar bien, no se venden ballenas jorobadas desde el 63 - estaba diciendo uno -

 

- Pienso comprarme un coche

 

- Debemos ser cuidadosos, esta es una expedición científica - intervino otro - Estamos aquí por el bien de la fauna marina

 

- Cazar cincuenta ballenas en peligro de extinción es una forma muy extraña de hacerlo, pero no seré yo el que cuestione al instituto de investigación

 

- Deberíamos de estar cerca, voy al puente

 

Crazy escuchó el familiar sonido de un vaso siendo depositado sobre una mesa y luego pasos en su dirección. Rápidamente abrió la puerta del siguiente camarote, que por fortuna no estaba cerrado, y entró dentro. Esperó a que el hombre pasara frente a la puerta y lo agarró por la espalda, rodeandole el cuello por los brazos en un movimiento de ahorque que conocía muy bien. El hombre pataleó durante unos segundos pero finalmente se desmayó.

 

Tras dejarlo sobre la cama de la diminuta habitación, observó su rostro con detenimiento. Era un japonés de mediana edad, con poco pelo y algo grueso, de aspecto común y hasta simpático.

 

- No hay nada más desconcertante que el horror cometido por los hombres comunes - le dijo a su silente interlocutor -

 

Transformarse le resultó más sencillo que la vez anterior, era como si se estuviera acostumbrando a la sensación y hubiera aprendido a usar correctamente sus músculos. Salió del camarote con el aspecto del hombre japonés y sus ropas, y tras unos cuantos rodeos encontró el puente de mando.

 

- Todos fuera - dijo -

 

No estaba muy seguro de si su apuesta sería la correcta, ya que en su conversación le había parecido que aquel hombre podría ser el capitán del barco, pero para su alivio los dos tripulantes que estaban allí se apresuraron camino de una sala aledaña. Cerró la puerta con llave tras ellos y entonces, de forma lenta pero sin pausa, comenzó a romper todo lo que estaba a su alcance. Palancas, botones, y muchas de aquellas cosas cuadradas que los muggles llamaban monitores. Al cabo de un buen rato de metódico trabajo estaba sudando y los marineros parecían a punto de romper la puerta y acceder al puente, pero a su alrededor yacía un tremendo espectáculo de destrucción.

 

- Este barco no va a matar ballenas por un tiempo muy largo

 

Sacudió la cabeza, sabiendo que solo había ganado tiempo, quizás algunas semanas o meses. Pero para Amara fue suficiente, puesto que sintió el agradable vértigo de la desaparición justo cuando una marabunda de enfadados japoneses irrumpía en el desolado puente. Se despidió de ellos con una sonrisa y levantando el pulgar.

 

- Saludad a los desmemorizadores de mi parte - dijo antes de desaparecer ante sus narices -

Sapere Aude - Mansión Malfoy - Sic Parvis Magna

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La Arcana de Metamorfomagia disfrutaba de ver como cada uno de sus pupilos actuaba de manera diferente cuando de sortear la primera prueba se trataba, y este grupo en particular era un caso sin igual, el primero de ellos se había convertido en un enano, el segundo en algo similar a un Bucktruckle, le parecía realmente curioso cómo aquellos cambios también reflejaban su personalidad, ya que el tercer cambio que presenció fue el del vampiro que estaba volviéndose un infante. Por último, la mujer, que de por sí ya estaba muy delgada, estaba logrando perder más peso.

No vio las dificultades que atravesaron con la balsa para llegar al otro lado del lago, confiaba plenamente en su sentido de la orientación de todos para sortear los otros dos grandes retos. Al final llegarían frente a ella si los habían sorteado con creces, ahora se tenía que ocupar en reacomodar todo para tener su cabaña en los límites de la Escuela de Magia y Hechicería Uagadou, ya que a partir de ese mes sus siguientes pupilos tendrían clase en un aula dentro de la escuela.

Al terminar de acomodar sus pertenencias dentro del aula donde impartiría su habilidad, que terminó siendo una copia exacta de la que era su cabaña. El tiempo apremiaba, por unos minutos había olvidado a sus pupilos en la prueba pero cuando se presentó en la pirámide se dio cuenta que aún nadie llegaba, unos minutos después llegó el primero de sus pupilos.

Bienvenido Joven, por un momento creí que usted sería de los últimos que vería por este lado, pero me alegro que sea de los primeros en llegar, hay varias cosas que tiene que saber.

Empezó mientras se acercaba a Eobard, se había dado cuenta que Metamorfomagia era su primera habilidad a la que deseaba vincularse, por lo que empezó a buscar un par de pergaminos que debía leer el Black Lestrange antes de enfrentarse a la prueba del portal, pero entre sus cambios de residencia no había preparado el par de pergaminos con todo lo que debía saber,por lo que no le quedó de otra que explicarle.

Detrás de esta puerta está un portal que te llevara al lugar que tu corazón más desea para poner a prueba tu habilidad. Es una prueba personal, vas a ir solo, pero el anillo en tu mano nos conecta emocionalmente por lo que estaré animandote a terminar. Si decides no seguir, no podrás vincularte al anillo, ni a la habilidad. ¿Me explique?

Esperó la respuesta del joven, para después dejarlo pasar por la puerta de Metamorfomagia, cuando su siguiente pupilo se presentó frente a ella. Con Crazy Malfoy, quien ya había cruzado otras habilidades y conocía el proceso que debía pasar, volvió a repetir las mismas palabras que con Eobard, lo mejor era que se enteraran que todas las habilidades funcionaban en esta etapa de la misma manera, si al entrar al portal, decidías no seguir o no aprobabas la habilidad no podrías vincularte nunca más con el anillo.

Crazy Malfoy, ¿Deseas hacer la prueba del portal?

De la misma forma en que había ocurrido con el joven Black Lestrange, al escuchar la respuesta afirmativa, la puerta se abriría dejando a la vista de todo un portal que lo llevaría a su prueba de vinculación.

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El cruce en balsa había sido algo tortutoso para el vampiro. Y, mucho más, estando en un cuerpo tan pequeño en el que no había estado acostumbrado hace mucho tiempo. La fuerza se había reducido como así también la resistencia de su cuerpo ante tanta adversidad que les había venido en esa primera etapa.

 

Una vez en la orilla, el Gaunt, se tiró de cabeza en la arena y se aferró con sus pequeñas manos a la tierra firme.

 

- Hazme acordar que jamás vuelva a ser un niño pequeño.

 

Le dijo a la mini Beltis que estaba a su lado.

 

Aún con la ropa, que le quedaba como sábanas, se dispuso a emprender paso firme para ingresar al laberinto. Pero, ya sabiendo las experiencias con las demás habilidades, no iba a poder hacerlo en la forma en la que estaba ahora. Deshizo los cambios que había adoptado su cuerpo, voliviendo a ser el vampiro de un metro ochenta, esbelto y con sus ojos azules que resaltaban de su blanquecina piel.

 

- Mucha suerte.

 

Le dijo a Beltis que era la única que quedaba, aún, sin entrar a la segunda prueba.

 

Las paredes del laberinto se cerraron tras él y una leve brisa se levantó.

 

No tenía varita y ninguna sortija que lo pudiera ayudar o dar alguna ventaja de cómo podría llegar hasta el cuenco de agua. La arcana les había dicho que si el agua se tornaba del mismo color que su bolsa, en el caso de Emmet de color azul turquesa, las paredes del laberinto se abrirían dando paso a la tercer etapa o prueba.

 

No quería perderse ni quedar varado en la nada sin poder hacer algo. Agilizó su paso. Dobló a la izquierda, luego a la derecha y de nuevo a la izquierda. Quizás había sido meramente suerte o algún ánima que lo estaba ayudando desde el más allá. Logró encontrar un pequeño claro de agua, delimitado por algunos árboles. La tierra estaba mucho más húmeda comparada con la que había estado pisando antes. Se acercó un poco más para ver que es lo que escondía. A simple vista pudo notar que no era muy profundo ya que podía ver algo en el fondo, como si lo hubiesen puesto a propósito. Se arrodilló. No le importaba mancharse o embarrarse. Metió su mano hasta dar con el objeto e hizo fuerza para poder sacarlo de un solo tirón; la fuerza que le proveía su raza era de mucha ayuda en esos momentos.

 

Un cuenco o vasija era lo que había obtenido. Estaba algo desgastado por el tiempo y en su interior tenía agua. Pero, a priori, sabía que no era algo común y corriente ya que había logrado el primer objetivo.

 

Se quedó mirando un segundo el contenido. Era hipnótico verse reflejado en ese pequeño espejo de agua. La imagen que obtenía, de sí mismo, era la que veía todos los días en el espejo de su baño luego de levantarse. Ahora, lo que necesitaba, era ver la verdadera imagen. ¿Cómo era posible, siquiera pensar, en que ese que estaba viendo no era el verdadero? Era algo que le daba vueltas en su cabeza pero que siempre iba a tener que descubrir en los distintos desafíos que afrontara.

 

Se relajó nuevamente. El ambiente tranquilo y la leve brisa ayudaban al vampiro a obtener aquél estado de relajación. Sus ojos se cerraron y, coordinando sus latidos con su respiración, abrió los ojos nuevamente.

 

Ahora el agua le daba otra imagen. Lo que el vampiro esperaba era que lo mostrara algo más arrugado y lleno de cicatrices y demás. Sin embargo, el espejo de agua le mostraba un rostro muy juvenil. Podría decir que de un chico de unos cinco o seis años de edad. Era él mismo. Se reconocía, le costaba pero lo hacía. Pero, ¿porqué esa era su verdadera imagen? ¿Acaso continuaba siendo un niño internamente? Quizás eso explicaba el porqué de que siempre tenía aquellas regresiones a su infancia cuando intentaba contactar con su abuela usando la sortija de Nigromancia.

 

El agua se tornó de azul turquesa y, a los pocos segundos, las paredes del laberinto se comenzaron a mover.

 

Salió de aquél estado de ensoñación. Estaba contento porque eso le daba a entender que había encontrado su verdadera imagen pero, a la vez, abría puerta a muchas preguntas que necesitaba saldar cuando viera a la Arcana.

 

Se puso de pie y caminó hacia la "salida".

 

- Las trampas fueron colocadas en los lugares exactos.

 

Escuchó apenas cruzó y salió del laberinto. Le estaba costando entender un poco todo lo que pasaba pero había caído en la cuenta de que la tercera prueba había comenzado.

 

Se escondió detrás de la maleza más alta cuando aquellos hombres se levantaron del círculo que habían formado. Por su vestimenta parecían ser cazadores y, ahora viendo más a su alrededor, había caído en la cuenta de que estaba en algún lugar de la Sabana Africana. Emmet odiaba con todas sus fuerzas a ese tipo de personas, pero mucho más odio le generaba, cuando se trataba de los malditos muggles sangre sucia que destruían todo a su paso.

 

-- Amara dijo algo de buenas intenciones y obras pero, no dijo cómo lograr eso --

 

Esas palabras retumbaron en su cabeza por minutos hasta que notó que uno de ellos se acercaba hacia donde estaba. Ya tenía en mente lo que iba a hacer para impedir que estas inmundicias continuaran destruyendo la naturaleza.

 

Se agazapó como león esperando a su presa. Apenas el hombre pasó por lado, Emmet, se le abalanzó encima intentando hacer el menor ruido posible y esperando que éste dejara de respirar que no emitiera sonido alguno. Acostó al difunto y lo miró de arriba abajo. Le quitó todas las prendas de ropa y se vistió con ellas. Completó la transformación adquiriendo el mismo aspecto que el cazador.

 

Salió de entre la maleza y se unió al grupo de hombres como si nada hubiese pasado.

 

- ¿Dónde vas?

 

Le preguntó un hombre robusto y bajito. Mientras los demás hablaban de cómo harían el paseo mañana buscando las trampas para recoger a los animales que cayeran en ellas.

 

- Iré a revisar las trampas para ver si hay algo. Vuelvo enseguida.

 

Había escuchado dónde las habían colocado. Eso le daría la ventaja de poder buscarlas más rápido y cambiarlas de tal forma que, cuando ellos las buscaran, iban a caer y quedar atrapados.

 

El plan en su cabeza funcionaba a la perfección. Solo restó esperar y pasar la noche para comprobar que, a la mañana siguiente y mediante los gritos de auxilio, el objetivo había sido cumplido y la buena acción estaba hecha a la perfección.

 

La salida del lugar se mostró a unos pequeños pasos. Emmet volvió a su aspecto normal mientras subía los escalones de la pirámide para encontrarse con la Arcana.

 

- Vengo de una hermosa excursión.

 

Dijo, apostando a que la bruja había visto todo lo que pasó.

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Crazy Awards 2018:

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Le sonrió con su dentadura delantera incompleta a Emmet antes de que desapareciera tras la muralla de setos siguiendo al resto de sus compañeros. Uno a uno el laberinto se los fue tragando ante los ojos marrones de una pequeña niña. Tal y como dijo la arcana, los tejones los guiaron hasta la entrada y, como les advirtió al comienzo, este separó sus caminos. Beltis era la última que quedaba de ese lado de la isla, a varias pruebas de distancia del reto final.

 

Antes de dar el primer paso, regresó a su forma habitual. Lo hizo con una sensación de alivio como si su cuerpo deseara rellenar cada centímetro de su ropa y recuperar los centímetros de altura que le faltaban. Como cuando se libera la fuerza de un resorte que se sostiene durante demasiado tiempo y que al soltar, lo hace de manera violenta, con rapidez y con un golpe de energía que hizo que se le nublara la vista de su ojo bueno. Se sostuvo la cabeza y parpadeó varias veces hasta que dejó de ver doble.

 

Entró al laberinto en soledad, los tejones desaparecieron a su espalda en cuanto las murallas cerraron la entrada. Caminó durante unos minutos sabiendo que en los laberintos, sobre todo los mágicos, no habían trucos que valieran. Torció varias veces, otras tuvo que retroceder al encontrar caminos cortados. Memorizó el camino para tomar las vías correctas cada vez que fuera necesario regresar sobre sus pasos, hasta que llegó a un espacio circular amplio. En el centro había una fuente de piedra con el agua congelada. Se acercó y limpió la escarcha que cubría la superficie translúcida. Bajo ella, unos ojos le devolvieron la mirada, una mirada muerta de ojos marrones; era ella con varios años menos. Pero no era su reflejo, era un cuerpo entero metido bajo el hielo. Quitó la escarcha que había en la superficie al lado de su yo adolescente y se encontró con el cuerpo de una criatura de unos cuatro años. Otra vez ella, con los ojos abiertos de par en par mirando el infinito. A su lado, un bebé. Fue retirando la escarcha para verse en diferentes etapas de la vida, incluso en su más lejana vejez, con la piel cetrina pegada a los huesos y el rostro arrugado bajo el peso de los años. Sin embargo, ninguna de esas apariencias, ninguna de esas etapas eran ella. Lo eran -o podían serlo- pero ninguna lo era del todo. Les faltaba algo que Beltis no había pensado nunca esconder, a menos que fuera completamente necesario.

 

Se tocó los brazos y sintió las cicatrices. Se tocó el rostro y sintió bajo sus dedos la cicatriz que cruzaba su ojo en blanco -ciego e inútil-. Sabía que más de alguno volvía la vista incómodo ante esa apariencia dura y trataba de evitar la mirada de un ojo fantasmal. ¿Ese era su verdadero ser? Si había algo que contaba su historia era esa piel dañada, ajada y pálida, ese cuerpo rasgado y que no pretendía ser otra cosa que un cuerpo apto para dar la batalla. Se hincó sobre el borde de piedra y puso ambas manos sobre el hielo. No pretendía ser algo que no era. Ni siquiera pretendía vivir más años de los que tuviera que vivir. Miró el hielo y trató de encontrar su reflejo en las grietas blanquecinas. Poco a poco sus otros yo fueron desapareciendo y solo quedó ella. Ella y un reflejo difuso sobre el hielo, cortado en las grietas, apenas una silueta, apenas unos colores, apenas el brillo de un ojo. Pero fue suficiente, porque el hielo pronto comenzó a cambiar de color y se volvió gris como la plata y del mismo tono que la bolsa en la que metió todas sus posesiones.

 

Cuando se incorporó ya no estaba rodeada de un laberinto sino una plaza llena de escombros. A lo lejos sintió un silbido y luego una explosión que hizo que retumbara la tierra bajo sus pies. Retrocedió y se vio rodeada de gritos y llantos desesperados, una horda de gente pasó corriendo a su lado sin siquiera fijarse en ella. Huían hacia edificios en ruinas, madres jalaban de niños heridos sin dejar de gritarse en un idioma que no entendía unos a otros. Decenas de personas pasaban a su lado empujándola y el suelo retumbaba sin cesar. Otra explosión, más cerca, olor a metal y a azufre. Una nube de polvo la alcanzó y al fin Beltis decidió moverse. Se puso contra una pared para dejar que la guerra no la alcanzara.

 

Pero era imposible, estaba en medio. Las explosiones se iban a acercando y la nube de polvo se iba haciendo más densa. Por primera vez echó en falta su varita. La muralla que la protegía comenzó a derrumbarse así que se puso a correr. No sabía a donde ni sabía qué debía hacer. La arcana habló de una especie en peligro, pero ahí solo veía muggles y sus guerras. Una guerra que no era la de ella. ¿Qué ca***o hacía ahí?

 

Mientras esquivaba escombros se fue transformando para mimetizarse entre la gente. Primero el cabello se volvió liso y negro, su piel se volvió oliva y su ojo se oscureció. Entró en una casa, con los pies descalzos sangrando por los cortes de las rocas y metralla. Entre la nube de polvo que lo cubría todo vio destellos rojizos salir disparados contra los soldados que ahora ocupaban la plaza en la que había aparecido. Un gemido a su espalda la alertó y se giró. En un recoveco, bajo lo que quedaba de una escalera, una mujer lloraba sosteniendo el cuerpo ensangrentado de un niño, de no más de diez años. La sangre brotaba de su pecho y cabeza, y ella no estaba en mucho mejor estado. Su grito de dolor encogió su corazón. A pesar de no entender sus gemidos entendió la desesperación de sus ojos y aquella horrible escena. Era solo un niño, un niño tan indefenso como los otros que se escondían cerca, que como podían y con las fuerzas que les quedaban se ayudaban unos a otros. Había más ojos apagados, más llantos, más heridas incurables. Beltis no tenía su varita.

 

¿Cómo iba a hacer algo por ellos? Eran niños, se repitió varias veces. Los sollozos cubrían sus rostros, alguno la miraba pero no decía nada. Beltis volvió la mirada a la mujer que sostenía el cuerpo de su hijo muerto, cubierto de sangre ambos, un niño que aún sostenía uno de esos aparatos que disparaban pequeñas bolas de fuego. Un rifle, le decían. Se acercó a la mujer, se hincó a su lado y le cerró los ojos a su hijo. Con gestos le hizo entender que le iba a quitar el rifle y la munición que quedaba. La mujer chilló pero dejó que Beltis tomara el arma, demasiado sumida en el dolor como para hacer algo más. La bruja se puso en pie. Las explosiones no dejaban de sucederse afuera y no se detendrían hasta verlos a todos muertos. Eran solo niños, se volvió a repetir.

 

Varios pares de ojos la miraban ahora con mayor atención, ojos negros en rostros sucios y heridos. Les hizo un gesto para que la siguieran y esperó que apuntar con esa cosa fuera más simple de lo que parecía. Los niños dudaron unos segundos pero ante el temblor cada vez más pronunciado que sacudía la casa, se pusieron en pie y se acercaron a Beltis. Los más grandes ayudaban a los más pequeños, los más sanos se hacían cargo de los heridos. Eran unos seis y se pusieron detrás de la bruja. Por último, Beltis le hizo una seña a la mujer quien la miró con profunda desolación y se negó. Abrazó a su hijo y escondió el rostro en su pecho.

 

Desde la puerta podía ver como algunos grupos de muggles rechazaban el ataque de otro grupo disparando sus armas y lanzando bombas. No podía distinguir quienes luchaban en un lado u otro, ni a quienes podrían salvar a esos niños. Un silbido agudo le indicó que les quedaba poco tiempo. Así que se lanzó a la calle con el arma en frente, y los niños la siguieron como pudieron. Se escondió detrás de un coche. Volvió a ponerse a correr en dirección contraria a la batalla, protegiéndose en restos de murallas e incluso cuerpos. En el camino un hombre los sorprendió con el arma en la mano, el grito de uno de los niños hizo que Beltis apretara el gatillo antes de que él les disparara. El golpe del rifle al disparar hizo que el hombro de la bruja retrocediera con fuerza. Nunca había sentido algo así.

 

Uno de los niños mayores le quitó el arma al hombre y siguieron corriendo calle arriba. No todos los soldados intentaban matarlos, poco a poco logró distinguir a quiénes disparar y a quiénes dejar pasar. Al parecer algunos estaban defendiendo a la población civil. De pronto se encontró fuera del pueblo, en una zona alejada ya de las explosiones y bombas, de los disparos y la sangre. El camino se perdía en una zona árida y bajaba hasta lo que parecía un arroyo que casi no llevaba agua. Les indicó que bajaran al río y esperaran ahí a que acabara la batalla.

 

Ella debía regresar, apenas recuperó el aliento, desapareció de ahí todavía con el rifle a la espalda y sangre saliendo de sus heridas.

 

 

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